FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
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ATALAYA

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jueves, 18 de febrero de 2021

Es la hora - 1º Domingo de Cuaresma, Ciclo B

EL INMENSO BIEN DE MANOS UNIDAS: HABLO DE LO QUE HE VISTO

RELIGIÓN DIGITAL

col jcrodri

Durante mis últimos años en Uganda, en un par de ocasiones me pidieron hacer de guía de las dos responsables de Manos Unidas que coordinaban los proyectos en este país. Lo hice con todo el gusto del mundo y sin ningún interés personal, puesto que nunca necesité presentar ninguna de mis actividades para su financiación. En años más recientes, he pasado bastantes veces por su oficina de Madrid para apoyar la presentación de otros proyectos en Uganda y en Centroáfrica.

Como cada año, este mes de febrero Manos Unidas celebra su campaña, que este año tiene como lema ”contagia solidaridad” y desde la admiración que les profeso me siento obligado a presentar lo que vi, que es una muy pequeña parte del enorme bien que realizan.

Unas aulas o un dormitorio en un colegio donde cientos de niños y adolescentes de zonas rurales estudian gracias a la labor de unas religiosas ugandesas, una biblioteca en un centro cultural que sirve de encuentro a jóvenes cristianos y musulmanes, una sala de consultas en un centro de salud en el que acuden decenas de pacientes que ya no tendrán que andar cuarenta kilómetros para llegar al único que tenían hasta entonces, un centro de promoción de la mujer donde se enseña gratuitamente costura, contabilidad y otras habilidades que abren la puerta a poder contar con unos ingresos en hogares muy pobres...

Multipliquen esto por mil, o tal vez una cifra más alta, y tendrán una idea aproximada y tangible del bien que hacen en lugares donde la pobreza y los conflictos han convertido la vida diaria de millones de personas en una prueba muy difícil de superar.

Recuerdo una persona con largos años de experiencia en el mundo de la cooperación internacional que me decía que cuando se trata de ayudar a los pobres no basta con “hacer el bien”, sino que además “hay que hacer las cosas bien”. Esto implica realizar un servicio con un nivel profesional alto. “A los pobres hay que darles siempre lo mejor”, repetía a menudo un obispo con el que trabajé en Uganda cinco años. Esto implica saber presentar proyectos bien pensados, con una estrategia que garantice resultados y, sobre todo, que una vez finalizada la construcción, el proyecto será sostenible y podrá avanzar por sí mismo.

A esto hay que añadir seriedad en la contabilidad y en la justificación de gastos, sabiendo que cada euro que muchas personas han donado con generosidad debe llegar a su destino y producir resultados que mejoren la vida de la gente. Manos Unidas siempre ha contado entre su personal voluntario con profesionales, sobre todo mujeres, que tras una brillante carrera en puestos administrativos de empresas, al jubilarse emplean sus talentos empresariales en gestionar con probada competencia proyectos que saldrán adelante, no para aumentar ganancias o aumentar ventas, sino para hacer posible que muchas personas con pocas posibilidades puedan en adelante estudiar, tener una salud decente y ganarse la vida.

También hay que destacar el entendimiento y la fraternidad que proyectos así crean en comunidades formadas por personas de distinta procedencia. Recuerdo un proyecto que visité en una ocasión en el sur de la India, en el que los beneficiarios eran sobre todo musulmanes. Uno de los periodistas que nos acompañaba preguntó al líder de su comunidad cómo se llevaban con sus vecinos cristianos. “Nos entendemos muy bien”, respondió el sheik sin dudarlo. Ellos salen con sus barcas al mar a pescar y nosotros les compramos el pescado que después vendemos en el mercado”.

Podría haber añadido que sus hijos y los de los cristianos frecuentaban juntos las mismas aulas, financiadas desde España, donde aprendían no sólo matemáticas o inglés sino también a vivir juntos respetándose y en paz, que desde siempre ha sido la asignatura más difícil de aprobar.

Gracias a este personal voluntario y a resultados que se pueden verificar en el terreno, Manos Unidas se ha ganado un prestigio que nadie podrá poner en duda. A esto han añadido, durante los últimos años, un departamento de prensa que lanza campañas bien documentadas que revelan las causas de la pobreza y las injusticias que condenan a millones de personas al hambre, la enfermedad y la ignorancia.

Manos Unidas es una organización católica. Junto con Cáritas, son los dos grandes brazos de la acción social y caritativa de la Iglesia española. Además de la relación que he tenido durante años con Manos Unidas, trabajé también algún tiempo con Cáritas Española y sé que muchas personas incluso no creyentes son donantes de ambas porque, más allá de sus creencias o increencias, les merecen confianza. Me causa asombro oír durante estos días algunas voces que se dicen católicas que utilizan Internet para realizar críticas -que a veces rayan en el insulto - contra personas que, como Jesús, “pasan haciendo el bien”, criticando unas campañas que, por lo visto, les parecen poco religiosas, y a los que conceptos como solidaridad, ecología o justicia parecen rechinarles.

Me imagino que tales personas que utilizan estos argumentos pondrían reparos, por ejemplo, a la Carta de Santiago, en la que el nombre de Jesucristo aparece sólo tres veces. Los que hemos frecuentado una escuela sin grandes problemas, comemos tres veces al día y giramos cada día un grifo del que sale agua caliente deberíamos mostrar más respeto y sentido común ante personas y organizaciones que se desviven por que muchas personas que apenas malcomen una vez al día y cuyos niños mueren a los pocos años por falta de un centro de salud puedan simplemente vivir.

Yo, por mi parte, que quieren que les diga. Que pienso en los muchos niños que he visto en poblados pobres o en campos de desplazados y que gracias a Manos Unidas pueden ahora frecuentar una escuela o curarse de un paludismo en un centro de salud, o en mujeres o en campesinos que han podido comenzar una cooperativa y que, pensando en ellos y en muchas otras personas, este viernes me uniré al ayuno voluntario y el domingo participaré en la colecta de la Campaña contra el Hambre. Y les invito a todos los que me lean a que también lo hagan.

DOS PATOLOGÍAS EN LA IGLESIA: CLERICALISMO Y PATRIARCALISMO

RELIGIÓN DIGITAL           Jesús Espeja - teólogo

col espeja

 

El papa Francisco habló recientemente sobre la posibilidad de que las mujeres sean lectoras, acólitas o diaconisas. Respetando las decisiones de las autoridades eclesiásticas en el hoy de la Iglesia, es manifiesta la discriminación de la mujer no solo en la sociedad sino también dentro de la organización y funcionamiento eclesiales.

En la Biblia escrita por hombres y en una cultura patriarcal, la mujer aparece como inferior y debe estar sometida sumisamente al hombre; salió de la costilla del varón, es la culpable de la caída y todavía en tiempo de Jesús, el varón podía despedir a su esposa, mientras ella no tenía derecho a pedir el divorcio. Esa mentalidad prevalece a lo largo de la historia bíblica, si bien otro documento sobre los orígenes dice que Dios creó al ser humano “hombre y mujer” a imagen suya. Una mentalidad que tiene también su apoyo en la filosofía de Aristóteles: “la mujer es un varón mutilado”, “un error de la naturaleza”.

Esta visión discriminatoria de la mujer ha entrado en el discurso y organización de la Iglesia. Jesucristo se pudo a lado de los excluidos-niños, pobres, mujeres abandonadas; fiel a esa conducta, la primera comunidad cristiana confiesa que, entre los cristianos ya no hay discriminación “hombre ni mujer”, pues todos los bautizados tienen la misma dignidad. Pero ya san Pablo, formado en la cultura del pueblo judío, recomienda: “que los hijos obedezcan a sus padres, los esclavos a los amos, y las mujeres a sus maridos; y que las mujeres se callen”. Magisterio y teología con frecuencia vienen recomendando a las mujeres que estén sujetas a su esposo, y han dado pie a un machismo cada vez más intolerable que aún hoy sufren muchas mujeres en matrimonios cristianos.

La minusvaloración de la mujer en la Iglesia es innegable dado que no tiene acceso ninguno a las instancias de poder hoy en manos de los ministerios ordenados que sólo pueden ejercer los varones. Minusvaloración más escandalosa cuando en la sociedad civil se declara la igualdad de derechos fundamentales para el hombre y para la mujer, y algunas de ellas ocupan puestos de relevancia y de poder en organismos nacionales e internacionales.

La Iglesia está en camino y ansía todavía llegar a ser lo que no es. A la hora de responder a esa vocación sufre hoy dos patologías: el clericalismo y el patriarcalismo. El clericalismo entendido como reducción de la Iglesia al clero ha sido y es lamentable patología denunciada claramente por el papa Francisco. El patriarcalismo, por no decir machismo, es otra nefasta patología de la comunidad cristiana.

En el clericalismo se excluye a los laicos que son la mayoría de los bautizados, y en el patriarcalismo se excluye a las mujeres que son la mayoría de los creyentes. En la Iglesia como pueblo de Dios, todos los bautizados tienen la misma dignidad y los mismos derechos, aunque haya distintas funciones. Nadie es más que nadie. Cuando alguno cree que solo él tiene hilo directo con el Espíritu se equivoca, porque todos recibimos el Espíritu que a todos nos hace hermanos.

UNA CUARESMA FORZADA Y SIN PREVIO AVISO

FE ADULTA

col zapatero

Ya desde la Edad Media el tema del Carnaval y de la Cuaresma comenzó a ser tratado por diversos autores como manifestaciones antagónicas y opuestas de una misma realidad. El Libro del Buen Amor, del Arcipreste de Hita, es sin ningún género de dudas el exponente más claro a nivel de literatura. En una sociedad cristiana a la fuerza es más que evidente que la Iglesia tenía la primera y última palabra respecto a sus fieles, súbditos la inmensa mayoría. Una sociedad (cristiandad), por otra parte, muy desigual, donde los deberes abundaban por doquier, siendo unos pocos, incluida una parte de la Iglesia (el clero alto concretamente), quienes gozaban de los derechos y privilegios que ellos mismos se daban; y todo ello, para más “inri”, en el nombre de Dios. El tiempo en los templos, iglesias y conventos con sus liturgias y celebraciones, además de los cumplimientos más que abarrotados de preceptos y normas, ocupaba la parte más importante de la vida de aquellas gentes. Una vida, por otra parte, dura y exigua ya no de derechos, que brillaban por su ausencia, sino sobre todo por la dureza de las condiciones que hacían de ella más un simulacro que una realidad.

Por ello precisamente, aquellas gentes buscaban cualquier tipo de resquicio, normalmente algunos días indicados, para poder alegrar sus cuerpos; ya que para sus almas tenían días más que en exceso, y no precisamente para alegrarlas, sino para recordarlas su conducta pecaminosa de manera constante y, por ende, el castigo del infierno que recibirían de manera segura si no cambiaban su manera de vivir. Durante cuarenta días, la Cuaresma, serían advertidos de los peligros gravísimos de una vida disoluta y desordenada; un castigo tan desproporcionado como era el infierno y, además, para toda la eternidad. Con lo que ello suponía: una vida dura aquí y con creces después, siendo imposible imaginar lo que podría llegar a suponer todo esto.  

Era quizás el tiempo del Carnaval el que mejor ofrecía oportunidad y ocasión para el desenfreno en todos los campos, de manera especial el de la lujuria, tan reprimido con sentencias condenatorias y tremebundas por la Iglesia, antes de entrar en la temida Cuaresma, sobre todo por sus penitencias y privaciones; aunque, a decir verdad, resulta imposible imaginar de qué más se les podía privar a aquellas gentes. Con la llegada de la Pascua, una vez acabada la Cuaresma, se presentaba el tiempo nuevo que, para aquellas gentes, no consistía en otra cosa que continuar malviviendo humana y espiritualmente.

Pues bien. Una de las palabras más pronunciadas desde mediados del mes de marzo de 2020 hasta hoy es precisamente la palabra “cuarentena”, cuyos orígenes no son otros que la Cuaresma cristiana. Una “cuaresma” que llegó de manera forzada y sin previo aviso. Digo esto porque la Cuaresma cristiana ya viene establecida por el calendario litúrgico y, por tanto, los fieles saben cómo deben enfrentarse a ella o como vivirla. No así esta otra que nos pilló a todas y a todos por sorpresa. Una “cuaresma” precedida por un “carnaval” de muchos años, demasiados, abusando todos de todo (de la naturaleza, del cosmos, del medio ambiente y, lo que es muchísimo más grave, de las personas), pero, por qué no decirlo, unos más que otros. Porque me parce injusto que esta “cuaresma” la tengan que vivir todos los países del mundo de la misma manera, y también todas las personas, cuando el carnaval ha sido muy distinto; ¡vaya que si ha sido! Un “carnaval” de opulencias de los países ricos frente a una ausencia del más pequeño de los “carnavales” para los países pobres. Y ya no digamos a nivel personal: tres mil millones de personas malviviendo porque carecen de lo todo lo elemental para tener una vida ya no digna, sino con unos mínimos tintes de humanidad, frente a una decena de fortunas, y otras cuantas más que las acompañan, disfrutando de todo tipo y clase de placeres que les puedan venir en gusto y gana. En este caso, además, ya tendrán quienes, desde confesiones religiosas y diferentes iglesias, tranquilicen sus conciencias y los animen a que cumplan algunos ejercicios religiosos y de piedad, no muy costosos, por cierto, amén de contribuir con algunas limosnitas (mejor si son un poco suculentas) para que sean tenidos y admirados aquí como gente ferverosa y creyente en dios (en el suyo, claro) y después consigan la “vida eterna”. Una vida eterna ganada, como no podía ser de otra manera, con el cumplimiento de los ritos que les han ido prescribiendo los dirigentes de las “religiones” que practican y de las iglesias que frecuentan.

Y, ¿qué “pascua” saldrá de esta “cuaresma” vivida de manera tan desigual? No hay que ser muy agudos para adivinarlo. La riqueza y la opulencia, igual que la pobreza y la miseria, continuarán estando del mismo lado que hasta ahora. Los mismos continuarán haciendo la “pascua” a los mismos, condenándolos a vivir de manera ininterrumpida una “cuaresma” demasiado pesada y sin haber estado precedida, además, de ningún tipo de “carnaval”. Algunos, muchos para ser más exactos, me tildarán de pesimista por las palabras que digo; pero soy de aquellas personas que no cree en los propósitos a la fuerza (como los que muchas personas acostumbran a hacer a principio del nuevo año). Y me temo que la “cuaresma pandémica” ha sido a la fuerza y, además, sin haber avisado antes.

PROPUESTA PARA UNA CUARESMA A COLOR

RELIGIÓN DIGITAL

col vargas

Como nunca antes en la breve historia de los que hoy seguimos con vida, necesitamos una cuaresma distinta, un desierto diferente. Para quienes no lo han notado, hace once meses que estamos sumidos en ceniza, viviendo con el miedo de tocarnos, de acercarnos, preguntándonos cuándo va a terminar esto, cuándo va a aparecer en el horizonte alguna señal de la vida que conocíamos, o de una mejor. Hemos venido caminando en la aridez de la virtualidad sin piel, de reducir a una pantalla todas las calles que recorrimos y las casas que visitamos. Hemos permanecido en el ayuno de los encuentros, de las reuniones, de las celebraciones junto a multitudes, y quién sabe cuántas personas se quedaron sin participar, ocultas en el olvido de las bases de datos, porque hemos estado resistiendo gracias al maná del WiFi. Hemos aprendido la vida del desierto, y sí, nos hemos reído (bajo el tapabocas) y hemos cantado, pero tenemos claro que no queremos vivir aquí, que el destino no puede ser éste.

Caminamos sin saber muy bien hacia dónde pero con la ilusión de que vamos hacia alguna parte. Caminamos con pausas, con desalientos, con distracciones para no perder la razón, con noticias que no despejan el panorama, y con despedidas, muchas despedidas - Cuánta indiferencia en quienes teorizan desde las cifras de muertes sólo porque los muertos no son suyos – demasiadas despedidas. Caminamos consternados, midiendo las palabras que le decimos a dios, porque no sabemos exactamente cuál es su papel o su postura en todo esto, y aunque nuestra oración permanece allí a diario, la verdad es que no siempre le decimos lo que pensamos, porque no siempre sabemos lo que pensamos, aunque él sí. Pero nadie puede decir que no hemos caminado, que no hemos resistido, que no hemos mantenido la fe. En nuestra historia quedará sellado que en uno de los momentos más inciertos de nuestra vida no supimos bien cómo confiar, pero no por eso dejamos de hacerlo.

Durante los once meses de esta obligada cuaresma una enorme cantidad de creyentes han asumido la verdadera tarea de la voz que grita en el desierto: Alentar la esperanza en medio de la aridez y aumentar la fuerza de los débiles en medio del cansancio. El desierto tiene sentido porque está orientado a una promesa, y sólo es capaz de atravesarlo quien tiene sus ojos fijos en ella. Por eso la tarea del desierto es recordarla una y otra vez, es “gritar a los sencillos que tienen derecho a existir”, es inundar el corazón de los tristes con la Alegría del Evangelio, es cantarles a los enfermos que el Señor es más fuerte, y recordar a los que sufren que pueden confiar pues quien les cuida no duerme ni descansa. La tarea del desierto es contar la victoria de dios sobre toda incertidumbre y toda muerte.

La vieja cuaresma, esa que algunos insisten en imponer porque aunque afirmen dogmáticamente la resurrección viven una religión funeraria - ¿Qué anuncio de la resurrección se puede esperar de una religión cuyos ministros visten de negro riguroso? se ha preguntado Cortés – y su fe es una idolatría a las sombras y no una confianza en la luz, es la cuaresma de las amenazas, de los anuncios de destrucción, de las alucinaciones del fuego y del castigo, de fingir sobriedad, de teatralizar la austeridad, de libretear la tristeza, de los delirios del gran reseteo y el nuevo orden mundial, de la esquizofrenia esa de acordarse de la vida de los vivos en su “concepción” y en su “muerte natural” pero olvidarlos en todo lo que hay en medio, y dar alaridos durante 40 días mientras los otros 325 se aplauden y se bendicen las lógicas de la muerte. Esa vieja cuaresma no es más que la triste escenografía de una trágica representación a blanco y negro del evangelio, y no es – ni nunca fue – lo que los hijos y las hijas de dios necesitan ahora mismo, en un momento en el que la ceniza de nuestros muertos y el morado de nuestros vestidos han cubierto el planeta entero.

La cuaresma que necesitamos es la auténtica tarea del desierto, la de la expectativa, la del anhelo, la de la promesa. Es preparación para la fiesta, no para el sepelio. Tiene que ser una cuaresma de recordarnos la convicción de Israel en la dificultad, resumida en esas impresionantes expresiones de los salmos: “El Señor piensa en mí”, “El Señor es mi sombra”, “El día en que grité, aumentaste la fuerza de mi alma”, “No duerme tu guardián”, “Cuando camino entre peligros me das vida”. Tiene que ser una cuaresma de inspirarnos confianza, de ilusionarnos con lo que dios sueña con nosotros, de recordarnos que no hemos nacido para el sufrimiento, ni para el agobio, sino para la alegría y la paz. Tiene que ser una cuaresma de recordarle al mundo que ni el dolor, ni la angustia, ni la soledad tienen la última palabra, que el mundo no es un gran desierto, que sólo lo estamos atravesando, pero allí, tras el horizonte de roca y sequedad, hay una promesa de leche y de miel. Tiene que ser una cuaresma a Color.

Que se junten los que cantan, los que cuentan, los que escriben, los que celebran. Que hagan nuevas canciones y nuevas historias para inspirar a los que sienten que se les acaba el aliento. Que intercedan los que oran para que sea sanada la mano paralizada de esta iglesia que se detuvo en que si en la mano o que si en la boca (y tantas otras discusiones estériles), para que no dejemos de llevar en nuestros hombros a los que no pueden andar por sí mismos, confiando en que podrán. Hermanos y Hermanas Todos. Que en las misas y en los grupos se predique que no preparamos el camino del Señor con cara de circunstancia, sino con la alegría de saber que viene, que ya llega, que todo cambia cuando el Reino se hace presente entre nosotros, ¿O es que nunca nos hemos preparado para la llegada de una visita que queremos recibir?. Que el arrepentimiento sea de todo aquello que nos hemos perdido por temor, por no confiar en la mano extendida de dios, por creer a quienes nos dijeron que estábamos mal hechos mientras que el Padre nos mira con orgullo.

¿Ayuno? El que hace a dios sonreír: despertar cada día con la determinación de erradicar una injusticia. ¿Limosna? La que pedía Tobit a su hijo: no volver la cara ante ningún pobre. ¿Oración? La que enseñaba Jesús: sabiendo que el Padre está en lo secreto, y que nos ve en lo secreto. ¿Ceniza? Quien se acerque con algo de luz y de color al corazón de los que sufren ya quedará marcado por la que llevan dentro, la de toda esta larga cuaresma de meses, meses de incertidumbre, duda y duelo. Es hora de hacer la tarea del desierto, que no es describir pormenorizadamente la roca y la arena que ya vemos, sino los ríos, los pastos, las montañas y los valles hacia los que caminamos. Es llenar de colores la ilusión de los que caminan entre grises.

 

Farmacopea Lucrativa

 


Bernardo Pérez Andreo

Cristianismo y Justicia

El nivel de asimilación del discurso ideológico neoliberal ha llegado a tal amplitud que, con estupor, contemplamos cómo ningún medio de comunicación, y lo que es peor, ningún representante político, se plantea la estrategia globlal de vacunación basada en el suministro de vacunas por parte de empresas que controlan de manera efectiva quién y cuando se vacuna.
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Naciones Unidas: Desde principios de este año, Israel demolió y confiscó 178 viviendas palestinas en Cisjordania ocupada

 


palestinalibre

Palestina2

Nuevamente, la ONU denuncia las atrocidades israelíes y las acciones de limpieza étnica llevadas a cabo por la potencia militar de la ocupación en contra del pueblo palestino.
Un informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios OCHA en los Territorios Palestinos señaló que las demoliciones y confiscaciones israelíes provocaron el desplazamiento de 259 palestinas y palestinos, incluidos unos 140 niños.
OCHA, adicionalmente indicó que las autoridades israelíes de la ocupación habían dejado recientemente sin techo a 9 familias de 60 personas, incluidos 35 niños, como resultado de la demolición de sus instalaciones y viviendas que corresponden a la comunidad beduina de Humsa Al-Baqya en el valle del Jordán.
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Sin demócratas no hay democracia

 


J. I. González Faus

Cristianismo y Justicia

González Faus

Además de una crisis sanitaria y otra económica, la pandemia ha acabado trayéndonos una crisis política: una seria crisis de la democracia. Nos habíamos acostumbrado a justificarla diciendo que, aunque el sistema democrático es malo, es el menos malo de todos. Así tranquilizábamos nuestra conciencia y nos quedábamos en paz, olvidando la gran capacidad de degeneración que tiene todo lo humano, y más cuando no es del todo bueno.
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Javier Elzo: “Creo que mis hijos y mis nietos asistirán a una eucaristía presidida por una mujer en una iglesia católica”

 


Religión Digital

El prestigioso sociólogo está convencido de que “la ‘edad de oro’ de la Iglesia no está en su pasado, sino en su futuro”
“Ahora, muy mayoritariamente entre las personas de edad inferior a los 65 o 70 años, España es una sociedad secular, y en no pocas personas, secularista”
“Nunca he visto la muerte tan cerca como los días 20 al 23 de marzo, del año pasado, durante los primeros días de aislamiento en el hospital” por Covid
“Mi oración preferida, si vale la expresión, es esta, desde hace muchos años: ‘en tus manos Señor encomiendo mi espíritu’ a la que añadía en el hospital, ‘y mi cuerpo y mi vida’. Sentí, querido José Manuel, una profunda paz y gran serenidad”
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Fraternidad o fratricidio, esa es la cuestión. Una lectura urgente de ‘Fratelli tutti’

 


José Laguna

Cristianismo y Justicia

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[Vida Nueva] Que un papa hable de fraternidad no es ninguna novedad. Los arquitectos hablan de edificios, los mecánicos de motores, los dentistas de endodoncias y los papas de fraternidades, caridades, sacramentos y demás temas afines, ¡de qué si no! En la previsibilidad del tema de la última encíclica de Francisco reside su talón de Aquiles comunicativo: son muchos los creyentes que se han sumado con entusiasmo a la llamada fraterna del pontífice argentino sin haber leído ni una sola línea de Fratelli tutti (en adelante, FT).
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¿Qué está pasando en el Sáhara Occidental?

 


Cuarto Poder

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Se cumplen 3 meses del inicio de la declaración de guerra en el Sáhara Occidental y la ruptura del alto al fuego entre el Frente Polisario y Marruecos
“Los saharauis, tras 45 años de paz y espera, han vuelto a ponerse en el mapa al ver cambiar su conflicto de político a bélico”
A día de hoy, hay una guerra abierta en el Sáhara Occidental. La madrugada del 14 de noviembre, justo hace 3 meses de 2020 se emite un comunicado. El presidente de la República Árabe Saharaui Democrática da por finalizados los compromisos de alto el fuego de 1991.
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Aprender en la pandemia

 


Pedro Zabala

Eclesalia

Estas reflexiones me han brotado después de participar en una tertulia virtual con un grupo de nuestra Comunidad de la Esperanza y de escuchar una videoconferencia del jesuíta Rodríguez Olaizola. No podemos evitarlo. Vivimos, oímos, vemos, hasta tocamos esta atmósfera provocada por ese bichito, procedente de China, que domina el planeta. Pandemias ha habido siempre, más o menos globales, que han asolado a la humanidad.
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El canto del gallo

 


José Arregui

Umbrales de luz

jose arregui

He leído con asombro y pena el ensayo Oilarra kukuruka (El canto del gallo) (Erein 2020), que acaba de publicar Xipri Arbelbide, sacerdote vasco amigo de Heleta (Baja Navarra). Gira en torno a la agonía de la Iglesia católica en nuestro país, y me asombra que el autor le haya puesto ese título, un tanto provocador y desafiante. Xipri, genio y figura hasta el fin. Con 86 años en sus espaldas, ha subido a lo alto de la aguda torre campanil de la catedral de Bayona, a lanzar su kikiriki. Hace falta energía y valor.
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Domingo 21 de febrero, 1 Cuaresma – B (Marcos 1,12-15)

 JOSÉ ANTONIO PAGOLA

LA CONVERSIÓN NOS HACE BIEN

La llamada a la conversión evoca casi siempre en nosotros el recuerdo del esfuerzo exigente, propio de todo trabajo de renovación y purificación. Sin embargo, las palabras de Jesús: «Convertíos y creed en la Buena Noticia», nos invitan a descubrir la conversión como paso a una vida más plena y gratificante.

El evangelio de Jesús nos viene a decir algo que nunca hemos de olvidar: «Es bueno convertirse. Nos hace bien. Nos permite experimentar un modo nuevo de vivir, más sano y gozoso. Nos dispone a entrar en el proyecto de Dios para construir un mundo más humano». Alguno se preguntará: pero ¿cómo vivir esa experiencia?, ¿qué pasos dar?

Lo primero es detenerse. No tener miedo a quedarnos a solas con nosotros mismos para hacernos las preguntas importantes de la vida: ¿quién soy yo?, ¿qué estoy haciendo con mi vida?, ¿es esto lo único que quiero vivir?

Este encuentro consigo mismo exige sinceridad. Lo importante es no seguir engañándonos por más tiempo. Buscar la verdad de lo que estamos viviendo. No empeñarnos en ocultar lo que somos y en parecer lo que no somos. Es fácil que experimentemos entonces el vacío y la mediocridad. Aparecen ante nosotros actuaciones y posturas que están arruinando nuestra vida. No es esto lo que hubiéramos querido. En el fondo deseamos vivir algo mejor y más gozoso.

Descubrir cómo estamos dañando nuestra vida no tiene por qué hundirnos en el pesimismo o la desesperanza. Esta conciencia de pecado es saludable. Nos dignifica y nos ayuda a recuperar la autoestima. No todo es malo y ruin en nosotros. Dentro de cada uno está actuando siempre una fuerza que nos atrae y empuja hacia el bien, el amor y la bondad. Es Dios, que quiere una vida más digna para todos.

La conversión nos exigirá sin duda introducir cambios concretos en nuestra manera de actuar. Pero la conversión no consiste en esos cambios. Ella misma es el cambio. Convertirse es cambiar el corazón, adoptar una postura nueva en la vida, tomar una dirección más sana. Colaborar en el proyecto de Dios.

Todos, creyentes y menos creyentes, pueden dar los pasos evocados hasta aquí. La suerte del creyente es poder vivir esta experiencia abriéndose confiadamente a Dios. Un Dios que se interesa por mí más que yo mismo, para resolver no mis problemas, sino «el problema», esa vida mía mediocre y fallida que parece no tener solución. Un Dios que me entiende, me espera, me perdona y quiere verme vivir de manera más plena, gozosa y gratificante.

Por eso el creyente vive su conversión invocando a Dios con las palabras del salmista: «Ten misericordia de mí, oh Dios, según tu bondad. Lávame a fondo de mi culpa, limpia mi pecado. Crea en mí un corazón limpio. Renuévame por dentro. Devuélveme la alegría de tu salvación» (Sal 51 [50]).

Domingo 21 de Febrero, 1º de Cuaresma

 


Koinonía

1 de CuaresmaB

Pedro Damián (1072)
La primera lectura, Génesis 9, contiene la «alianza de Dios con Noé». La alianza famosa, la más importante, tendrá lugar más tarde, la alianza con Abraham. La Alianza con Noé pertenece a un segundo plano de “la economía de la salvación”. ¡Nunca más habrá diluvio para destruir la tierra!, le asegura Dios a Noé (Gn 9,11). Y esta promesa va acompañada de un memorial: el arco iris, señal del nuevo pacto entre Dios y la humanidad.
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¿Cómo vivimos la fe en la pandemia?

José M. Castillo, teólogo

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Una de las cosas, que más patente ha dejado la pandemia, es que a una notable mayoría de la sociedad le interesa más la “diversión” que la “creencia”. Cuando la gente dice que, por causa del virus, nos quedamos sin Navidad, sin Reyes Magos, sin Cuaresma, sin Semana Santa, etc., etc., lo que menos le importa a la mayoría de la gente es recordar cómo nació Jesús, cómo murió en su Pasión y su Cruz, etc., etc. Lo que a la mayoría de los ciudadanos les importa es que nos quedamos sin el viaje, sin la playa, sin la juerga. O sea, lo que interesa es la “diversión”, no precisamente la “devoción”. Lo cual es perfectamente comprensible. Porque son miles y miles los ciudadanos que viven del turismo, los hoteles, las agencias de viajes… En un país, como es el caso de España, la economía se va al traste. Y con la economía, al traste nos vamos todos.

¿Qué quiero decir con esto? Que hemos deformado la fe. En efecto, para la gran mayoría de la gente, la fe es auténtica cuando se vive como la correcta relación con Dios. La que se traduce en la sumisión ortodoxa de los creyentes a lo que enseña y manda la autoridad jerárquica de la Iglesia. Esto es lo que enseñan los libros de teología y lo que explican los catecismos. Algo que se tomó tan en serio, que por esto se condenó a los herejes, se les torturó y hasta se les quemó vivos en la plaza pública. Que para eso se fundó la Inquisición.

Sin embargo, en este asunto, hay que andarse con cuidado. Porque, si nos atenemos a lo que relatan los Evangelios, la fe no es siempre la correcta relación con el Dios verdadero, sino la correcta relación con la salud humana. El mayor elogio, que hizo Jesús, de la fe, no fue el de un creyente en el Dios verdadero, sino el de un militar romano, que tenía sus creencias, pero sufría porque un servidor suyo se le estaba muriendo (Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10). Y la “grandeza de la fe” no se la atribuyó a un discípulo suyo, sino a una mujer cananea, que era una pagana, pero quería mucho a una hija suya que sufría (Mt 15, 21-28; Mc 7, 24-30). Como también resulta extraño que el único leproso curado, que mereció el elogio de su fe, no fue ninguno de los ortodoxos judíos, que se fueron al templo, sino un hereje samaritano, que tuvo la atención de agradecer su curación (Lc 17, 11-19).

Pero más elocuente que los evangelios sinópticos es el evangelio de Juan. Sobre todo, cuando afirma que Jesús se apropió el nombre de Dios que, cuando el mismo Dios le dijo a Moisés en la zarza ardiendo: “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído sus quejas contra los opresores, conozco sus sufrimientos. He bajado a librarlo de los egipcios y sacarlo de esta tierra… para llevarlo a una tierra que mana leche y miel” (Ex 3, 7-8). Y cuando Moisés le preguntó a Dios: “¿Cuál es tu nombre?” (Ex 3, 13), Dios le contestó: “Yo soy” (Ex 3, 14). Una respuesta desconcertante. Porque es una definición que tiene sujeto y verbo, pero no tiene predicado. El nombre de Dios no se puede “objetivar” en un concepto. Porque eso es reducir al Dios trascendente a un mero objeto inmanente. O sea, eso sería convertir al “Absolutamente-otro” en una “cosa”, el concepto que yo tengo en mi cabeza.

Ahora bien, este misterioso sombre, “yo soy”, es el que se apropia Jesús en sus enfrentamientos con los líderes del judaísmo: “Si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados” (Jn 8, 24). Con ligeras variantes, el “yo soy” se el apropió Jesús constantemente. Hasta llegar a decir: “El Padre y yo somos uno” (Jn 10, 30). Jesús se identifica con Dios. Con el Dios que vio el sufrimiento de los oprimidos. Y vino a este mundo a liberarlos.
No cabe duda. Jesús soporta el error. Lo que no soporta es el sufrimiento. Y eso es lo que va a decidir nuestra suerte, en el juicio final: lo que hicimos o dejamos de hacer con los sufren (Mt 25, 31-46). Para Jesús es más importante la “humanidad” que la “religiosidad”. Y esto es lo que a la teología y a los teólogos no nos entra en la cabeza.