FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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viernes, 7 de agosto de 2020

Noam Chomsky: «Estados Unidos está dirigido por el sector empresarial” para sus propios beneficios»

 contrainformación

“El país, básicamente, durante mucho tiempo, ha sido prácticamente un estado de partido único: el partido empresarial”, señaló el intelectual.
Millones de personas en EE.UU. están perdiendo el empleo y enfrentan posibles desalojos debido a la crisis económica provocada por la pandemia. Por su parte, la riqueza del 1% de la población del país ha aumentado enormemente. Entre los beneficiados está Jeff Bezos, fundador de Amazon y la persona más rica del mundo, que acaba de incrementar su patrimonio en un monto estimado de trece mil millones de dólares netos en un solo día.
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Papa Francisco: Mensaje por el 75º Aniversario de Hiroshima


Vatican News

Papa Francisco7

En el 75º aniversario de la explosión en Hiroshima de la primera bomba atómica, el Papa Francisco en un mensaje dirigido al Gobernador de la Prefectura de Hiroshima, Su Excelencia Hidehiko Yuzaki, reiteró que sólo sin armas nucleares puede el mundo aspirar a la paz.
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¡Hiroshima mon amour!, o la masacre nuclear que espejó el fin del mundo

 


Javier Cortines

Rebelión

bomba atómica

Con ocasión del 75 aniversario del bombardeo de Hiroshima, el lunes 6 de agosto de 1945
La ciencia daba la oportunidad de demostrar a “los japos” que había nacido un imperio, muy superior a todos los anteriores, que en menos de lo que canta un gallo podía reducir a cenizas, a la nada, “al enemigo”. Así se inauguró “Apocalypse Now”: la Era del exterminio masivo de civiles.
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Francisco: “Para que la paz florezca, es necesario que todos los pueblos depongan las armas de guerra”

 Lucía López Alonso

Religión Digital

Recuerda a los supervivientes del bombardeo nuclear en el 75 aniversario de Hiroshima
“Nunca ha estado más claro que, para que la paz florezca, es necesario que todos los pueblos depongan las armas de guerra, y especialmente las más poderosas y destructivas: las armas nucleares”, escribe Francisco
“¡Que las voces proféticas de los sobrevivientes hibakusha de Hiroshima y Nagasaki continúen sirviéndonos de advertencia a nosotros y a las generaciones venideras!”, ha deseado
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Domingo 9 de Agosto, 19 Tiempo ordinario – A (Mateo 14,22-33)

 José A. Pagola

CAMINAR SOBRE EL AGUA

Son muchos los creyentes que se sienten hoy a la intemperie, desamparados en medio de una crisis y confusión general. Los pilares en los que tradicionalmente se apoyaba su fe se han visto sacudidos violentamente desde sus raíces. La autoridad de la Iglesia, la infalibilidad del papa, el magisterio de los obispos, ya no pueden sostenerlos en sus convicciones religiosas. Un lenguaje nuevo y desconcertante ha llegado hasta sus oídos creando malestar y confusión, antes desconocidos. La «falta de acuerdo» entre los sacerdotes y hasta en los mismos obispos los ha sumido en el desconcierto.

Con mayor o menor sinceridad son bastantes los que se preguntan: ¿Qué debemos creer? ¿A quién debemos escuchar? ¿Qué dogmas hay que aceptar? ¿Qué moral hay que seguir? Y son muchos los que, al no poder responder a estas preguntas con la certeza de otros tiempos, tienen la sensación de estar «perdiendo la fe».

Sin embargo, no hemos de confundir nunca la fe con la mera afirmación teórica de unas verdades o principios. Ciertamente, la fe implica una visión de la vida y una peculiar concepción del ser humano, su tarea y su destino último. Pero ser creyente es algo más profundo y radical. Y consiste, antes que nada, en una apertura confiada a Jesucristo como sentido último de nuestra vida, criterio definitivo de nuestro amor a los hermanos y esperanza última de nuestro futuro.

Por eso se puede ser verdadero creyente y no ser capaz de formular con certeza determinados aspectos de la concepción cristiana de la vida. Y se puede también afirmar con seguridad absoluta los diversos dogmas cristianos y no vivir entregado a Dios en actitud de fe.

Mateo ha descrito la verdadera fe al presentar a Pedro, que «caminaba sobre el agua» acercándose a Jesús. Eso es creer. Caminar sobre el agua y no sobre tierra firme. Apoyar nuestra existencia en Dios y no en nuestras propias razones, argumentos y definiciones. Vivir sostenidos no por nuestra seguridad, sino por nuestra confianza en él.

Domingo 9 de Agosto, 19º del tiempo Ordinario

 Koinonía

19 del tiempo ordinarioA

Teresa Benedicta de la Cruz, mártir (1942)
Cándida María de Jesús (1912)
Orientamos la homilía de hoy dentro del lenguaje tradicional («dentro de la caja bíblica»); para planteamientos más abiertos puede tomarse algún enfoque de los presentados en la sección «para la reunión de grupo».
Entre los primeros profetas de Israel surgen dos figuras que brillan con luz propia: Samuel y Elías. La tradición bíblica les concedió un lugar destacado no sólo por el momento crítico en el que les tocó actuar, sino, sobre todo, por la radicalidad con la que asumieron la causa de Yavé. La teofanía del monte Horeb constituye el centro de lo que se ha llamado el “ciclo de Elías”, es decir, la colección de relatos que tienen como protagonista a este profeta (1R 17,1 – 2R 2,1-12).
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PARROQUIAS


col gerardo

“Es, ciertamente, una invitación a las comunidades parroquiales a salir de sí mismas, ofreciendo instrumentos para una reforma, incluso estructural, orientada a un estilo de comunión y de colaboración, de encuentro y de cercanía, de misericordia y de solicitud por el anuncio del Evangelio”. 

Cito del documento de Roma sobre las parroquias. (Instrucción de la Congregación para el Clero sobre la conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia).

Y concreto una serie de propuestas para llevar a la práctica esta invitación:

- Espíritu misionero: anunciando “a tiempo y destiempo” la persona de Jesús y el Mensaje del Evangelio. Presentar un Mensaje con lenguaje claro desde un anuncio actual.

- Ir a visitar a las familias; cumpleaños, nacimiento, muertes… Equipo de visitadores y cura.

- Que la parroquia en sí sea evangelio, es decir Buena Noticia. Carteles a la entrada, ni de cuentas ni de horarios, sino de mensaje atractivo, sugerente. Hoja parroquial con mensajes con garra. ¿Qué dice a los viandantes?

- Mucha importancia a las homilías de los funerales. Anuncio explícito de evangelio (equipo que prepara). Son momentos únicos de asistencia de ciertas personas. Lo mismo en bautizos, fiestas…

- Estandartes, imágenes, estampas, revistas; CON MENSAJE NUEVO. No beatería ni devociones a fundadores.

- Eucaristías en las casas (que lo deseen) enfermos, impedidos.

- Grupos de conocimiento del Evangelio

- Salir al mundo: en reuniones, charlas llevando el Mensaje de Jesús en medios civiles.

- Encuentro con otras religiones.

- Presencia en los medios con una postura cristiana.

- Crear unidad pastoral, empezando por los jóvenes, uniendo a otras parroquias de la diócesis.

- Acciones evangelizadoras: excursiones, convivencias veraniegas, comidas, comida de los pobres, fiestas, campamentos.

-Sustituir el rosario del principio antes de misa por escucha y comentario del Evangelio, peticiones, oración de los fieles preparada con los seglares…

-Un día a la semana: Café, películas, charlas… con comentarios. Charlas de temas de actualidad.

Y por supuesto, nuestra adhesión a Jesús, nos lleva a ser altavoz y hacer llegar su Evangelio a tierras de primera misión. Será importante que cada comunidad parroquial tengamos un alma gemela en tierras donde se escucha por primera vez el Evangelio-

Porque estamos ilusionados con Jesús, lo queremos dar a conocer.

LA CONSTRUCCIÓN DEL DISCURSO DE ODIO: EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA RELIGIÓN

Juan José Tamayo

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid. Sus últimas obras son: Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2020, 2ª ed.); ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, 2020, 4ª ed.); Hermano Islam (Trotta, 2019)

col tamayo

 

Estamos viviendo una nueva y preocupante situación en las relaciones entre religión y política: la alianza entre la extrema derecha ultra-neoliberal, homófoba, sexista, racista, xenófoba, antiecológica, negacionista del cambio climático y de la violencia machista, y las organizaciones cristianas integristas de carácter fundamentalista. Es lo que llamo la Internacional-cristo-neofascista –expresión que ha hecho fortuna en la teoría crítica de las religiones–, que constituye la más crasa manipulación del cristianismo y la perversión de lo sagrado, ya que viene a apoyar los discursos y las prácticas de odio de los partidos de extrema derecha en todo el mundo. Diría más: el cristo-neofascismo se alimenta del odio, crece e incluso disfruta con él, lo fomenta entre sus seguidores y lo extiende a toda la ciudadanía.

Creo podemos afirmar que ha nacido una nueva religión, quizá la más perversa, la más destructiva del planeta y de la humanidad: la religión del odio. En este artículo intentaré mostrar cómo se construye.

En su libro La obsolescencia del odio el intelectual pacifista alemán Günther Anders (1900-1992) considera que “el vulgar y casi universalmente aceptado ‘Yo odio, por tanto, yo soy’ u ‘Odio, por tanto, existo’” es hoy “más verdadero que el famoso cogito ergo sum de Descartes”. El odio es “la autoafirmación y la auto-constitución por medio de la negación y la aniquilación del otro” (PRE-TEXTOS, Valencia, 2019, 34-35).

En otras palabras, a través del odio a los otros, a las otras, y de la eliminación de las personas y los colectivos odiados, el que odia confirma su propia existencia conforme a este razonamiento: el otro no existe, por tanto yo existo como el único que queda. Sucede, además, que la aniquilación del otro a través del odio produce placer. Por ejemplo, el torturador disfruta en el acto de torturar: “odio y placer acaban siendo una sola cosa”, dice Anders. Cuanto más se extiende y más veces se repite el acto de aniquilación más tiende a extenderse el placer del odio y el placer del ser sí mismo.

Si la filosofía africana Ubuntu afirma: “Yo soy solo si tú también eres”, el discurso del odio dice: “Él no debe existir para que yo exista; él ya no existe, por tanto yo existo como el único que queda”. Se llega así al placer del odio, que constituye la culminación del odio.

El odio no surge de la nada, tiene un contexto histórico y cultural específico, unos motivos, unas causas, unos porqués. Recurriendo a la alegoría de Shakespeare,  que hace suya la intelectual alemana Carolin Emcke, alguien tiene que haber provocado la pócima que provoca la reacción del acérrimo y encendido odio. Son “unas prácticas y convicciones fríamente calculadas, largamente cultivadas y transmitidas durante generaciones” (Contra el odio, Taurus, 2019, 53), alimentadas por foros de debate, publicaciones, medios de comunicación, canciones, discursos, tertulias.

Estos medios propagadores del odio no presentan, por ejemplo, a las personas migrantes, refugiadas, desplazadas, gais, lesbianas, negras, musulmanas como lo que son: seres humanos, personas con los mismos derechos y dignidad que quienes los juzgan, gente pacífica, ciudadanas y ciudadanos normales respetuosos de las normas de convivencia, sino como gente atípica, extraña, fuera de lo normal, monstruosa, peor aún, como delincuentes, bárbaros, violentos, enfermos.

Nunca se reconocen sus valores, sus cualidades, su cultura, su laboriosidad, cuánto menos su situación de marginación social y discriminación cultural. Y si se reconoce, se justifica diciendo que se lo merecen. Hay aquí una reducción de la realidad, más aún, una construcción social de la realidad que no se corresponde con la realidad real.

Los discursos creados y difundidos a través de estos cauces generan patrones arraigados en el imaginario social muy difíciles de de-construir. La construcción del discurso de odio sigue el siguiente proceso.

- Primero, se identifica a un enemigo, generalmente colectivo, destacando sus rasgos negativos: las mujeres, las personas migrantes, refugiadas y desplazadas, negras, indígenas, musulmanas, judías, gais, lesbianas, bisexuales, transexuales. Nada hay en su comportamiento que sea incorrecto, que moleste a la ciudadanía, pero se  considera que encarnan el mal. Estos colectivos no son la causa del odio, sino el objeto del mismo. El odio no necesita tener una base real que lo justifique, es una construcción humana.

- Después se construyen las razones de dicha encarnación y del motivo del odio:

. A las mujeres se las discrimina por considerarlas inferiores, se ejerce dominio y violencia sobre ellas desde la masculinidad hegemónica, e incluso desde la masculinidad sagrada, y se llega al feminicidio como expresión extrema del odio a su vida, precisamente a ellas que son dadoras de vida.

. A las personas y los colectivos migrantes y refugiados se les considera culpables de todo: de la inseguridad en el país que los acoge; son desagradecidos, ladrones, pendencieros, quitan el trabajo a los ciudadanos nativos, suponen un gasto adicional al Estado, se aprovechan de los servicios sociales, sanitarios, educativos, que, se dice, pertenecen a los nativos (“los españoles.. los estadounidenses, primero”). Se renunciar a su identidad cultural, a sus tradiciones, hábitos y costumbres y se les obliga a asimilarse a nuestra cultura. De lo contrario, se convierten en un peligro para la sociedad y en un elemento desestabilizador. Por eso deben ser odiados y despreciados y, si no se adaptan, son expulsados.

. A los musulmanes y las musulmanas se les acusa de fundamentalistas, violentos, machistas, atrasados, fanáticos, enemigos de Occidente, contrarios a la democracia, con un derecho de familia distinto que permite la poligamia, etc. No se les reconoce ningún valor en ellos. Todo es negativo. No es posible relacionarse con ellos en un plano de igualdad ni mantener empatía, tampoco podemos reconocer derechos ya que los utilizarán en contra nuestra. La identificación y los juicios de valor, siempre negativos,  no se refieren a las personas musulmanas individuales, sino al colectivo musulmán.

. A las personas LGTBI se las odia porque mantienen relaciones afectivo-sexuales antinaturales, son personas enfermas a las que curar y, desde el punto de vista religioso, pecadoras. En incitación al odio a las personas LGTBI juega un importante el discurso homófobo de la mayoría de las religiones. 

. a las personas negras se las racializa desde el supremacismo blanco, que pone toda la maquinaria del Estado, especialmente los cuerpos y fuerzas de la llamada “Seguridad”, al servicio de la represión de las minorías negras llegando a su asesinato inmisericorde, como en el caso del ciudadano afrodescendiente estadounidense George Foyd, asesinado el 25 de mayo pasado en Estados Unidos por un policía blanco.

Las personas odiadas dejan de percibirse como individuos concretos y se convierten en un colectivo abstracto “ficcional”. Se odia a los colectivos previamente desdibujados, a quienes se difama, desprestigia y desprecia.

Una vez inoculado el odio, se cree conocer a los que se odian y el conocimiento lleva a odiarlos aún más. Pero estamos ante un presunto conocimiento y ante un presunto odio, porque en realidad no se conoce a la persona que se odia Se trata de un odio fantasmagórico, producido artificialmente, si bien resulta muy eficaz.

Una de las características de las personas y los colectivos odiadores es su seguridad, su certeza absoluta. Nunca dudan,  nunca dicen “quizá, “tal vez”, “es posible que”, “yo creo”. De lo contrario no odiarían.

Como indicaba más arriba, las organizaciones sociales y los partidos políticos  de la extrema derecha se alimentan, crecen, se engordan y hasta llegan a disfrutar con el odio. En relación con el disfrute del odio, creo que puede aplicarse a estas organizaciones la definición de “fanatismo”, que ofrecía la Enciclopedia, publicada en París entre 1751 y 1772 bajo la dirección de Diderot y d’ Alambert:

“El fanatismo es un celo ciego y apasionado que nace de las opiniones supersticiosas y lleva a cometer actos ridículos, injustos y crueles; no solo sin vergüenza ni remordimiento, sino incluso con una suerte de goce y de consuelo”.

También los movimientos religiosos integristas se alimentan del odio y adoptan esa actitud contra lo que no se corresponde con sus principios doctrinarios y sus morales represivas. ¿Qué sucede? Que curan la infelicidad que les produce la represión religiosa con el odio y, paradójicamente, en él encuentran su felicidad, que dicen prolongarse incluso después de la muerte. ¡Qué perversión y falso consuelo!

Tal modo de proceder implica una contradicción con los principios religiosos, en concreto, en el cristianismo, con el perdón y el amor al prójimo, predicados por Jesús de Nazaret y tristemente no practicados por muchos de sus seguidores. Ambos principios exigen renunciar a la venganza, al “ojo por ojo y diente por diente”, perdonar las ofensas “hasta setenta veces siete” (Mateo 18,22), es decir siempre, y cumplir el precepto jesuánico “amad a vuestros enemigos” (Mateo 5,43).

El discurso de odio nada tiene que ver con la orientación liberadora, igualitaria y acogedora del otro, de la otra, de las personas diferentes, en las religiones, expresada en las distintas formulaciones de la Regla de Oro: “Trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti”.

En el próximo artículo mostraré cómo, a mi juicio, se de-construye la religión del odio.

 


DEL MIEDO A LA CONFIANZA


col rosario ramos

Mt 14, 22-33

9 de agosto de 2020

El Evangelio de este domingo se enmarca en una sección del texto de Mateo en el que Jesús se presenta como un líder religioso diferente. Los versículos anteriores narran la capacidad de Jesús de saciar y alimentar al ser humano más allá de la necesidad del pan cotidiano, un signo que sitúa a Jesús como fuente de abundancia y de sentido de la vida. Crece así la visibilidad de un Mesías que, más allá de los signos, supone una liberación y una bendición para quien decide seguirle. Conectado a este pasaje, se narra una experiencia fundamental que el discipulado ha de ajustar para que el seguimiento sea auténtico: reconocerle como el referente y el vínculo esencial desde una profunda confianza.

La escena sitúa a los discípulos lejos de Jesús, las olas azotaban con violencia, pues el viento les era contrario. Podría ser la descripción metafórica de una situación de crisis, de unas circunstancias vitales que avanzan en contra y desestabilizan la vida. Y es Jesús quien se acerca a ellos caminando sobre las aguas, es decir, trascendiendo la realidad y revelando su identidad verdadera. Revela una energía que puede contrarrestar la fuerza del mal viento que a veces nos azota. Aparece así la tensión entre el miedo y la confianza. La eterna cuestión de si la fe tiene espacio en nuestras noches y tormentas personales. 

El miedo es humano, es lógico sentirlo ante situaciones de amenaza e inseguridad, incluso es bueno porque nos lleva a reaccionar para protegernos. Sin embargo, un miedo fuera de control es signo de dependencia y de cadenas internas que paralizan el proceso de la vida. No es diferente el miedo del ámbito espiritual al humano. Funciona de la misma manera, incluso su dinamismo es idéntico. Lo opuesto a la fe no es el ateísmo sino el miedo; nos agarramos a las creencias mentales para sujetar esa fe, pero sólo amarramos ideología y pensamientos automatizados que justifican nuestra falta de confianza auténtica. Necesitamos signos que avalen nuestra posición ante la vida, pero la fe nos lleva por el camino de la confianza sin evidencias. Esto no lo soporta un ego enarbolado. La confianza parte de la experiencia de que, contra todo pronóstico, la identidad esencial no se destruye y nace una fuerza que vence al miedo, impulsando a actuar con osadía y libertad.

Queremos signos que calmen la ansiedad que vivimos ante la incertidumbre de estas situaciones, pero nuestra mente nos introduce en una espiral de desconfianza hasta experimentar el límite de nuestra humanidad. La desconfianza nos lleva a reaccionar con hundimiento, o bien disfrazándonos de poder, como le ocurre a Pedro, cuyo resultado es más debilidad y no sentir un suelo-aguas donde apoyarse. Activar la confianza a fondo perdido, sin signos, sin sentir, sin evidencias, hace su trabajo humano y espiritual transformando el miedo en decisiones valientes que nos capacitan para escuchar interiormente:   - Tranquilizaos, soy yo. No tengáis miedo.

FELIZ DOMINGO

 

LA FE-CONFIANZA ES DE PRESENTA

FE ADULTA

col fraymarcos

Mt 14, 22-33

Este relato se parece más a los relatos de apariciones pascuales. Algunos exégetas sugieren que puede tratarse de un relato de Jesús resucitado, que han colocado más tarde en el contexto de la vida real. La primera lectura nos empuja a una interpretación espiritual. Tanto Elías como Pedro reciben una lección. Los dos habían hecho un Dios a su imagen y semejanza. La experiencia les enseña que Dios no se puede meter en conceptos y que es siempre más de lo que creemos. Nunca se identifica con lo que pensamos de Él.

Además de Mt, lo narra Mc y Jn. Los tres lo sitúan después de la multiplicación de los panes. Los tres presentan a Jesús subiendo a la montaña para orar. En los tres relatos, Jesús camina sobre el agua. También coinciden en señalar el miedo de los discípulos; Mt y Mc dicen que gritaron. La respuesta de Jesús es la misma: Soy yo, no tengáis miedo. En Mc y Mt, Jesús manda a los discípulos embarcar y marchar a la otra orilla; pero el verbo griego, deja entrever cierta imposición. En Jn, la iniciativa es de los discípulos.

En el AT, el monte es el lugar de la divinidad. Jesús, después de un día ajetreado, se eleva al ámbito de lo divino. Como Moisés, la segunda vez que sube al Sinaí, va solo. Nadie le sigue en esa cercanía a la esfera de lo divino. La multitud solo piensa en comer. Los apóstoles piensan en medrar. Para superar la tentación, Jesús se pone a orar. Orar es darse cuenta de lo que hay de Dios en él para poder vivirlo. Es muy interesante descubrir que Jesús necesita de la oración, desbaratando así la idea simplista que tenemos de que él era Dios, sin más. Jesús tiene necesidad de momentos de auténtica contemplación.

Jesús sube a lo más alto. Los discípulos bajan hasta el nivel más bajo. Esperan encontrar allí las seguridades que Jesús les niega al no aceptar ser rey. En realidad encuentran la oscuridad, la zozobra, el miedo. Las aguas turbulentas representan las fuerzas del mal. Son el signo del caos, de la destrucción, de la muerte. Jesús camina sobre todo esto. En el AT se dice expresamente que solo Dios puede caminar sobre el dorso del océano. Al caminar Jesús sobre las aguas, se está diciendo que domina sobre las fuerzas del mal.

En el relato se aprecia la visión que de Jesús tenía aquella primera comunidad. Era verdadero hombre  y como tal, tenía necesidad de la oración para descubrir lo que era y superar la tentación de quedarse en lo material. Al caminar sobre el mar, está demostrando que era también verdadero Dios. La confesión final es la confirmación de esta experiencia. Esta confesión apunta también a un relato pascual, porque solo después de la experiencia de la resurrección, confesaron los apóstoles la divinidad de Jesús.

La barca es símbolo de la nueva comunidad. Las dificultades que atraviesan los apóstoles son consecuencia del alejamiento de Jesús. Esto se aprecia mejor en el evangelio de Jn, que deja muy claro que fueron ellos los que decidieron marcharse sin esperar a Jesús. Se alejan malhumorados porque Jesús no aceptó las aclamaciones de la gente saciada. Pero Jesús no les abandona a ellos y va en su busca. Para ellos Jesús es un “fantasma”; está en las nubes y no pisa tierra. No responde a sus intereses y es incompatible con sus pretensiones. Su cercanía, sin embargo, les hace descubrir al verdadero Jesús.

El miedo es el primer efecto de toda teofanía. El ser humano no se encuentra a gusto en presencia de lo divino. Hay algo en esa presencia de Dios que le inquieta. La presencia del Dios auténtico no da seguridades, sino zozobra; seguramente porque el verdadero Dios no se deja manipular, es incontrolable y nos desborda. La respuesta de Jesús a los gritos es una clara alusión al episodio de Moisés ante la zarza. El “ego eimi” (yo soy) en boca de Jesús es una clara alusión a su divinidad. Jn lo utiliza con mucha frecuencia.

El episodio de Pedro, merece una mención especial ya que tiene mucha miga. Pedro siente una curiosidad inmensa al descubrir que su amigo Jesús se presenta con poderes divinos, y quiere participar de ese mismo privilegio. “Mándame ir hacia ti, andando sobre el agua”; que es lo mismo que decir: haz que yo partícipe del poder divino como tú. Pero Pedro quiere lograrlo por arte de magia, no por una transformación personal. Jesús le invita a entrar en la esfera de lo divino y participar de ese verdadero ser: ¡ven!

Estamos hablando de la aspiración más profunda de todo ser humano consciente. En todas  las épocas ha habido hombres que han descubierto esa presencia de Dios. Pedro representa aquí, a cada uno de los discípulos que aún no han comprendido las exigencias del seguimiento. Jesús no revindica para sí esa presencia divina, sino que da a entender que todos estamos invitados a esa participación. Pedro camina sobre el agua mientras está mirando a Jesús; se empieza a hundir cuando mira a las olas. No está preparado para acceder a la esfera de lo divino porque no es capaz de prescindir de las seguridades.

El verdadero Dios no puede llegar a nosotros desde fuera y a través de los sentidos. No podemos verlo ni oírlo ni tocarlo, ni olerlo ni gustarlo. Tampoco llegará a través de la especulación y los razonamientos. Dios no tiene más que un camino para llegar a nosotros: nuestro propio ser. Su acción no se puede “sentir”. Esa presencia de Dios, solo puede ser vivida. El budismo tiene una frase, a primera vista tremenda: “si te encuentras con el Buda, mátalo”. Podíamos decir si te encuentras con dios, mátalo. Ese dios es falso, es una creación tuya. Si lo buscas fuera de ti, estas persiguiendo un fantasma.

También hoy, el viento es contrario, las olas son inmensas, las cosas no salen bien y encima, es de noche y Jesús no está presente. Todo apunta a la desesperanza. Pero resulta que Dios está donde menos lo esperamos: en medio de las dificultades, en medio del caos y de las olas, aunque nos cueste tanto reconocerlo. La gran tentación ha sido siempre que se manifestará de forma portentosa. Seguimos esperando de Dios el milagro. Dios no está en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego. Es apenas un susurro.

Hoy tenemos que afrontar la misma disyuntiva. O mantener a toda costa nuestro ídolo, o atrevernos a buscar el verdadero Dios. La tentación sigue siendo la misma, mantener el ídolo que hemos pulido y alicatado desde la prehistoria. La consecuencia es clara: nunca encontraremos al Dios verdadero. Esta es la causa de que se alejen de las instituciones los que mejor dispuestos están. Los que no aceptan los falsos dioses que nos empeñamos en venderles. Se encuentran, en cambio, muy a gusto con ese “dios” los que no quieren perder las falsas seguridades que les dan los ídolos fabricados a nuestra medida.

El ser humano ha buscado siempre el Dios todopoderoso que hace y deshace a capricho, que empleará esa omnipotencia en favor mío si cumplo determinadas condiciones. Si en la religión buscamos seguridades, estamos tergiversando la verdadera fe-confianza. Dios no puede darme ni prometerme nada que no sea Él mismo. Ni como Iglesia ni como individuos debemos poner nuestra meta en las seguridades externas. Las seguridades que con tanto ahínco busca nuestro yo, son el mayor peligro para llegar a Dios.

 

Meditación

El ansia de lo divino es una constante en el ser humano.
Pero queremos conseguirlo por un camino equivocado.
Lo divino forma parte de mí.
Es la parte sustancial y primigenia de mi ser.
Cuando descubro y vivo esa Presencia,
despliego todas las posibilidades de ser que hay en mí.

JESÚS REZA, LOS DISCÍPULOS REMAN, PEDRO SE HUNDE

FE ADULTA

col sicre

 

Domingo 19. Ciclo A.

¿Tienes la impresión de que la Iglesia, tu parroquia, tu comunidad religiosa, se va a pique? ¿Te apetece acercarte a Jesús, pero temes perder pie a mitad de camino? Estas experiencias las tuvieron los primeros cristianos. Mateo les dio respuesta en lo que hoy nos cuenta.

La tempestad calmada y el viento en contra

Hay dos episodios en los evangelios bastante parecidos, aunque muy diferentes. Se parecen en el escenario (una barca en medio del lago de Galilea en circunstancias adversas) y en los protagonistas (Jesús y los discípulos). Se diferencian en que, en el primer caso, la barca está a punto de zozobrar y los discípulos corren peligro de muerte; en el segundo, sólo se enfrentan a un fuerte viento en contra que hace inútiles todos sus esfuerzos.

Traducido a la experiencia de nuestros días, la tempestad calmada recuerda a numerosas comunidades cristianas, sobre todo de África y Oriente Medio, que se ven amenazadas de muerte y gritan a Jesús: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!» El viento en contra hace pensar en tantas otras comunidades, especialmente de occidente, que luchan contra viento y marea, cada vez con menos fuerzas, y sin ver resultados tangibles.

El primer episodio, la tempestad calmada, tiene un claro paralelo en el Salmo 107 (106), 23-32, donde los navegantes gritan a Dios en el peligro y él los salva; en el evangelio, los discípulos gritan a Jesús y es este quien los salva.

Pero el segundo episodio, el de la barca con viento en contra y Jesús caminando sobre el agua, no me recuerda ningún episodio del Antiguo Testamento. Sin embargo, está tan anclado en la primitiva tradición cristiana que no sólo lo cuentan Marcos y Mateo, sino incluso Juan, que generalmente va por sus caminos. Es muy curioso que Lucas omita esta escena: probablemente pensó que presentar a Jesús caminando sobre el agua y confundido con un fantasma iba a plantear a sus cristianos más problemas que beneficios. 

El relato de Mateo 14,22-33

Se inspira en el de Marcos, pero introduciendo cambios muy significativos. Podemos dividirlo en cuatro escenas.

Primera escena: Jesús se separa de los discípulos

Hablando en términos cinematográficos, es un montaje en paralelo. Inmediatamente después de la comida, Jesús obliga a sus discípulos a embarcarse, mientras él despide a la gente. Pero, cuando la despide, no va en busca de sus discípulos, sube «solo» a rezar. Mateo acentúa que Jesús desea verse libre de todos para ponerse en contacto con el Padre. Esa oración será muy larga, desde el anochecer hasta la cuarta vigilia (entre las 3 y las 6 de la noche). Sin embargo, no sabemos qué dice, cómo reza. Lo importante para Mateo no es conocer el misterio sino proponernos un ejemplo que imitar. Mientras, los discípulos navegan con grandes dificultades durante todas esas horas has quedar «a muchos estadios de tierra» (Juan dice que a unos 25-30 estadios, 5-6 km, lo que supone en mitad del lago). A nivel simbólico, se contraponen dos mundos: el de la intimidad con Dios (Jesús orando) y el de la dura realidad (los discípulos remando). Ha sido Jesús el que los ha abandonado a su destino.

Segunda escena: Jesús se acerca a los discípulos

Mateo cuenta con asombrosa naturalidad y sencillez algo inaudito: el hecho de que Jesús se acerque caminando sobre el lago. En la cultura del Antiguo Oriente, donde el mar simboliza las fuerzas del caos (como el sunami), caminar sobre el agua demuestra su poder sorprendente. Pero los discípulos no reaccionan con la misma naturalidad: se asustan, porque piensan que es un fantasma, tienen miedo, gritan. Es la única vez que se usa en el Nuevo Testamento el término “fantasma”, que en griego clásico se aplica a los espíritus que se aparecen, o a «las visiones fantasmagóricas de mis ensueños» (Esquilo, Los siete contra Tebas, 710). Es la única vez que Jesús provoca en sus discípulos un pánico que los hace gritar de miedo. Es la única vez que les dice «¡animaos!». Una escena peculiar sobre la que volveremos más adelante.

Tercera escena: Jesús y Pedro

Quien conoce los relatos de Marcos y Juan advierte aquí una gran diferencia. En esos dos evangelios, Jesús sube a la barca y el viento se calma. Pero Mateo introduce una escena exclusivamente suya, que subraya la relación especial entre Jesús y Pedro. Igual que en otros pasajes de su evangelio, Mateo aporta rasgos de la personalidad de Pedro que justifican su importancia posterior dentro del grupo de los Doce. Pero no ofrece una imagen idealizada, sino real, con virtudes y defectos. Su decisión de ir hacia Jesús caminando sobre el agua lo pone por encima de los demás, igual que ocurrirá más adelante en Cesarea de Filipo. Pero Pedro muestra también su falta de fe y su temor. Incluso entonces, es salvado por la intervención de Jesús. Dentro de la sobriedad de Mateo, esta escena llama la atención por la abundancia de detalles expresivos, que adquieren su punto culminante en la imagen de Jesús alargando la mano y agarrando a Pedro.

Cuarta escena: confesión de los discípulos (32-33)

Marcos termina su relato diciendo que los discípulos «no cabían en sí de estupor, pues no habían entendido lo de los panes, ya que tenían la mente obcecada» (Mc 6,51-52). Mateo introduce un cambio radical: los discípulos no se asombran, sino que se postran ante Jesús y confiesan: «realmente eres Hijo de Dios». Esta actitud y estas palabras significan un gran avance. Anteriormente, en el relato de la tempestad calmada (Mt 8,23-27), los discípulos terminan preguntándose: «¿Quién será éste que hasta el viento y el agua le obedecen?» Desde entonces, el conocimiento más profundo de Jesús ha provocado un cambio en ellos. Ya no se preguntan quién es; confiesan abiertamente que es «hijo de Dios», y lo adoran. Este título se lo han aplicado ya el Padre durante el bautismo, el diablo en las tentaciones, y los endemoniados gadarenos (8,29). No podemos interpretarlo con toda la carga teológica que le dio más tarde el Concilio de Calcedonia (año 451). También el centurión que está junto a Jesús en la cruz reconoce que «este hombre era hijo de Dios». Lo que quiere expresar este título es la estrecha vinculación de Jesús con Dios, que lo sitúa a un nivel muy superior al de cualquier otro hombre. De aquí a confesar la filiación divina de Jesús sólo queda un paso.

Anticipando la gloria de Jesús resucitado.

Este relato, tal como lo cuenta Mateo, ofrece tres datos curiosos: 1) el cuerpo de Jesús desafía las leyes físicas; 2) los discípulos no reconocen a Jesús, lo confunden con un fantasma; 3) Jesús, a pesar del poder que manifiesta, trata a los apóstoles con toda naturalidad.

Estos tres detalles son típicos de los relatos de apariciones de Jesús resucitado: 1) su cuerpo aparece y desaparece, atraviesa muros, etc.; 2) ni la Magdalena, ni los dos de Emaús, ni los siete a los que se aparece en el lago, reconocen a Jesús; 3) Jesús resucitado nunca hace manifestaciones extraordinarias de poder, habla y actúa con toda naturalidad.

Por consiguiente, lo que tenemos en Mateo (no en Marcos) es algo muy parecido a un relato de aparición de Jesús resucitado. ¿Qué sentido tiene en este momento del evangelio? Anticipar su gloria. Igual que el relato de la muerte de Juan Bautista, contado poco antes, anticipa su pasión, su maravilloso caminar sobre el agua anticipa su resurrección.  

Sentido eclesial y personal

Desde antiguo, se ha visto en la barca una imagen de la Iglesia, metida por Jesús en una difícil aventura y, aparentemente, abandonada por él en medio de la tormenta. Este sentido, que estaba ya en Marcos, lo completa Mateo con un aspecto más personal, al añadir la escena de Pedro: el discípulo que, confiando en Jesús, se lanza a una aventura humanamente imposible y siente que fracasa, pero es rescatado por el Señor. En la imagen de Pedro podían reconocerse muchos apóstoles y misioneros de la Iglesia primitiva, y podemos vernos también a nosotros mismos en algunos instantes de nuestra vida: cuando parece que todos nuestros esfuerzos son inútiles, cuando nos sentimos empujados y abandonados por Dios, cuando nosotros mismos, con algo de buena voluntad y un mucho de presunción, queremos caminar sobre el agua, emprender tareas que nos superan. Ellos vivenciaron que Jesús los agarraba de la mano y los salvaba. La misma confianza debemos tener nosotros.

La primera lectura

Ha sido elegida porque en ella Dios se revela en la brisa suave, después del viento huracanado, el fuego y el terremoto. En el evangelio, después de la tormenta, cuando Jesús sube a la barca, el viento amaina. Este paralelismo no impide que la lectura parezca traída por los pelos; es preferible no detenerse en ella.

 

TENER MIEDO

FE ADULTA

comentario editorial

El místico y el loco van por el mismo mar, mientras que el loco se hunde, el místico nada” (Tonald Laing)

9 de agosto. DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO

Mt 14, 22-33

Pero, al sentir el fuerte viento, tuvo miedo y entonces empezó a hundirse y gritó: ¡sálvame, Señor!

En la oscuridad de la noche, en la agitación de un mar levantisco, se aparece Jesús a sus discípulos.

Podemos relacionar este episodio con la transfiguración y la Pascua: son manifestaciones de la identidad profundad de Jesús con el Señor: domina los elementos, infunde paz y confianza con su presencia, con sus palabras, con el estrecho contacto de su mano.

Pedro no teme porque se hunde, sino que se hunde porque teme, y cuando Jesús se identifica le reconoce, y solicita su llamada y la sigue con audacia confiada y es al instante salvado: figura ejemplar para la Iglesia.

En medio de la tormenta, la comunidad se olvida del Jesús de la solidaridad, y le ve únicamente como un fantasma que se aproxima en la oscuridad.

El Evangelio nos invita a tener una experiencia total de Jesús, rompiendo nuestros prejuicios y nuestras seguridades.

Quieren ir hacia él, pero se dejan amedrentar por las fuerzas adversas, sin apenas confiar en su palabra, dejando que sea él quien nos hable a través del libro de la Biblia y del libro de la vida.

Es este uno de los episodios evangélicos que mejor ilustra, por una parte, la situación de la comunidad cristiana, la de Mateo y la de todos los tiempos, en su histórico caminar en medio de grandes dificultades y no pequeños prejuicios

Y por otra parte, con la presencia permanente del Señor resucitado en la barca de Pedro y con la promesa de su presencia, termina Mateo su evangelio:

“Yo estaré con vosotros siempre, hasta el final del mundo”, en su histórico caminar en medio de grandes dificultades.

Pero, al sentir el fuerte viento, tuvo miedo y entonces empezó a hundirse y gritó: ¡sálvame, Señor! (V 30).

pedro camina sobre las aguas

No importa si creemos o no en fantasmas, o si tienes miedo a la muerte; el miedo a lo que no conocemos es natural en el ser humano, lo hemos sentido todos.

Esa sensación en el estómago que nos paraliza. Los pensamientos del «no puedo» se cruzan por nuestra frente y se instalan cómodamente, impidiéndonos lograr lo que nos propusimos. 

El miedo aparece sin permiso y se queda por mucho tiempo, hasta que nos atrevamos a practicar una estrategia simple y rápida.

Tonald Laing dijo: El místico y el loco van por el mismo mar, mientras que el loco se hunde, el místico nada” 

Y como Mateo repite en el versículo 30. Y así es lo que habitualmente gritamos todos cuando nos vemos amenazados por cualquier peligro: Pero, al sentir el fuerte viento, tuvo miedo y entonces empezó a hundirse y gritó: ¡sálvame, Señor! (Mateo 24, 30)

“¡¡Sálvanos, Jesús, que nos ahogamos, y no me ha dado tiempo a ponerme el chaleco salvavidas!!”

En mi libro En hierro y en palabras figura el poema de un gigante que causaba mucho miedo a cuantos le conocían:

POLIFEMO ENFURECIDO

Polyfêmos, el de “muchas palabras”
y un ojo solo en medio de la frente.
Odiseo y los suyos se lo extinguen.

Un diccionario de exabruptos
vomita por la boca y por las manos.
-“¿Quién te lo hizo?”, preguntaron los dioses.
-“Nadie, fue Nadie”, tronó furioso el valle.

¡Cíclope insolidario! 
¿Si tu vida es nada, es “Nadie”,
por qué vacías la Montaña?
¿Por qué arrojando rocas quieres secar el Mar?

Alejado de Alguien, -de ti, del Mar, de la Montaña-
no eres Nadie.