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miércoles, 10 de marzo de 2021

¿Es la misa un sacrificio? ¿No somos todos sacerdotes?

 Redes Cristianas

Benjamín Forcano1

Benjamín Forcano. Teólogo y escritor. Madrid, España

Querido amigo/a: me alegra ese sentirnos compartiendo la necesidad de un cambio radical respecto a la piedra angular de la liturgia cristiana: la Eucaristía. El largo capítulo que le dedico en mi libro “Ser cristiano hoy” ha removido a muchos. La situación que nos envuelve, creo resulta propicia y concitadora para responder a un par de preguntas, que en el largo acontecer de la historia, siempre han estado aflorando:
• ¿La Misa es un sacrificio?
• ¿No somos todos sacerdotes?

Preguntas que viene de lejos y qué de tanto repetirlas ya no sabe uno qué expresan, que significan y a dónde nos llevan.
¿Somos portadores de la Buena Noticia de Jesús, de su Vida y Mensaje liberadores, o los hemos subordinado a otros propósitos , intereses y objetivos? ¿Llegamos a tiempo? ¿Podemos recuperar la originalidad, la grandeza y la universalidad de nuestro ser cristiano?
De la respuesta a esas dos preguntas, pende mucho de lo que estamos viviendo.

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¿ES LA MISA UN SACRIFICIO ?

A la primera pegunta, me bastan ahora unas pocas palabras, aunque vaya implícito mi deseo de ponderar todo sobre lo que ella desarrollo ampliamente en mi libro SER CRISTIANO HOY.
No veo que dentro de la cristiandad haya una disponibilidad general a entender la Cena de Jesús –que hoy llamamos Misa o Eucaristía- tal como El la vivió y nos la quiso transmitir. Y de ser esto verdad, el reto que se nos plantea es enorme: cómo reintroducir en los ámbitos más relevantes de la vida cristiana –catequesis, liturgia, derecho, teología, pastoral, espiritualidad, ética individual y pública- la visión originaria de Jesús, hoy tan alejada y desfigurada, y que en opinión de todos, debiera inspirar y dinamizar nuestra vida.

Rufino Velasco, compañero y acreditado cultivador de la Eclesiología católica, nos sorprende cuando aborda este tema, con estas palabras: “Muchos cristianos provienen del tiempo en que la Eucaristía , tal como se celebra en la diversas Iglesias cristianas, ha ido adquiriendo una estructura que tiene poco que ver con la Última Cena, a pesar de que se afirme que es un prolongamiento”.

Y sorprende aún más que, después de largo y riguroso estudio, concluya: “En torno a la celebración de la Cena del Señor, se ha dado como una traición eclesial, en la que se transforma a Jesús de Nazaret , perseguido por las autoridades judías, en una ´víctima´ sometida a la voluntad del Padre, no ya misericordioso, sino necesitado de un Hijo que repare con la muerte un imaginario pecado ´”original”; transformación que se orienta a perpetuar en los cristianos la condición de “víctimas sometidas” al poder sacerdotal , al que deben sacrificar su libertad y creatividad; e impide a los fieles constituir una verdadera fraternidad en el espíritu de Jesús”.

Y todavía añade estas palabras: “La manera monóloga y ritualizada de entender la Eucaristía explicaría el hecho de que después de millones de Misas celebradas semanalmente en los cinco continentes, no acaezca nada nuevo en la sociedad, mientras la cena pascual de Jesús, teóricamente idéntica, ha marcado una vertiente en la historia de las religiones”.

Si uno está un poco familiarizado con la liturgia eucarística verá enseguida dos cosas: que es tema obsesivo el del sacrificio y el de que Jesús se convierte en altar, víctima y sacerdote.
La Ultima Cena se reduce a “sacrificio”, siendo Jesús la víctima santa e inmaculada, que nos redimió del pecado original y queda , por tanto, como víctima preparada por el Padre para la Iglesia.

Creo sinceramente que transcurre por ahí, y lo señalan los autores, el meollo de la cuestión: la ideología de sacrificio. Y la pregunta inevitable entonces es ésta: ¿Si la Ultima Cena no es sacrificio, por qué y cómo se ha reducido históricamente a esa categoría? ¿Qué significa propiamente esa reducción? ¿Cómo habría que entenderla y qué reformas serían necesarias?

Con más razón que un santo, el querido y ponderado teólogo José Antonio Pagola escribe:
“La crisis de la misa es, probablemente, el símbolo más expresivo de la crisis que se está viviendo en el cristianismo actual. Cada vez aparece con más evidencia que el cumplimiento fiel del ritual de la eucaristía, tal como ha quedado configurado a lo largo de los siglos, es insuficiente para alimentar el contacto vital con Cristo que necesita hoy la Iglesia.

El alejamiento silencioso de tantos cristianos que abandonan la misa dominical, la ausencia generalizada de los jóvenes, incapaces de entender y gustar la celebración, las quejas y demandas de quienes siguen asistiendo con fidelidad ejemplar, nos están gritando a todos que la Iglesia necesita en el centro mismo de sus comunidades una experiencia sacramental mucho más viva y sentida. Sin embargo, nadie parece sentirse responsable de lo que está ocurriendo.

Somos víctimas de la inercia, la cobardía o la pereza. Un día, quizás no tan lejano, una iglesia más frágil y pobre, pero con más capacidad de renovación, emprenderá la transformación del ritual de la eucaristía, y la jerarquía asumirá su responsabilidad apostólica para tomar decisiones que hoy no nos atrevemos a plantear”.

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¿SOMOS TODOS SACERDOTES?

1. El sacerdocio común y el sacerdocio ministerial o jerárquico
¿Qué significa en la enseñanza de Jesús ser sacerdote?
La respuesta a esta pregunta es capital para poder aclarar la naturaleza y función de cuantos somos y formamos la comunidad cristiana.

Normalmente creemos que en la Iglesia se dan dos clases de miembros: la de los clérigos o sacerdotes y la de los laicos, correspondiendo a los sacerdotes la representación y gestión del mundo sagrado y a los laicos la del mundo profano. Esta visión dualista se apoya :
1º) .En creer que la realidad es profana sin que por sí misma le sea dado conectar y relacionarse con lo sagrado.

2º). Sobre ella, estarían los sacerdotes, que sí son sagrados y son los encargados de asegurar y gestionar la relación del mundo profano con lo Sagrado por excelencia: Dios.
La teología admite que la realidad creada, toda ella obra de Dios, es sagrada. Por lo tanto, no sería congruente atribuir a la externa ayuda sacerdotal el poder de transfigurarla en sagrada. Sería un invento, que no tiene cabida en la enseñanza del Nuevo Testamento.

El sacerdote al estilo antiguo, -judío y de otras religiones- era un Mediador entre Dios y los hombres, que relacionaba la realidad profana con Dios y le confería valor sagrado. Un sacerdocio extraño, que nace no de la realidad misma, sino de afán humano de auto-otorgase un nivel suprahumano, por superior contacto con Dios.
Afortunadamente, en la Iglesia católica siempre se mantuvo el sacerdocio común, -de todos/as- aunque luego quedara devaluado y quedara destacado sólo el sacerdocio ministerial o jerárquico.

Jesús fundó otro tipo de sacerdocio, que sería común a todos sus seguidores y que, en consonancia con la más antigua tradición, el concilio Vaticano II reafirmó con claridad.
Los que nos llamamos cristianos lo somos porque hemos elegido seguir a Jesús: “Movidos y llamados a amar a Dios con todo nuestro corazón y todas nuestras fuerzas y a amarnos los unos a otros como Cristo nos amó; un amor que nos hace partícipes de la vida divina y que debemos cultivarla día a día, hasta lograr que nuestra vida sea un reflejo de la vida de Dios, una vida santa” (Lumen Gentium, 40).

Dios no establece clases y nos ama a todos por igual y Jesús, su enviado, presente entre nosotros, nos dice que todos podemos amar a Dios como él, todos tenemos vocación de santidad. Enseñanza ésta muy presente en el Vaticano II: : “Todos los fieles de cualquier condición o estado están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, santidad con la cual, aun en la sociedad terrena, se promueve un modo de vivir más humano “ (LG, 40).

Son numerosos los textos del Vaticano II que describen cómo todos participamos del sacerdocio de Jesús. Dicho sacerdocio es único- ¡único!- y no es uno en los laicos y otro distinto en los clérigos.
Este punto fue muy debatido en el concilio y, pese a la evidencia, quedó registrado contradictoriamente, en el único texto donde se trata de relacionar ambos sacerdocios.
Dice:
“El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque su diferencia es esencial, no sólo gradual, sin embargo se ordena el uno para el otro, porque ambos participan , del modo suyo propio, del único sacerdocio de Cristo. Ciertamente , el sacerdote ministerial, en virtud de la sagrada potestad que posee, modela y dirige al pueblo sacerdotal, realiza el sacrificio eucarístico ofreciéndolo a Dios en nombre de todo el pueblo; los fieles , por su parte, en virtud de su sacerdocio regio , participan en la oblación de la eucaristía y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la abnegación y caridad operante” (LG, 10) .

En este mismo texto, figura el párrafo siguiente, en el que aparece clara la identidad de todos los cristianos en un único sacerdocio: “ Cristo Señor , Pontífice tomado entre los hombres (Cf. Heb 5, 1-5), a su pueblo lo hizo …reino y sacerdotes para Dios, su Padre (Cf. Ap. 1,6, 5,9-10). Los bautizados son consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo por la regeneración y por la unción del Espíritu Santo para que por medio de todas las obras del hombre cristiano ofrezcan espirituales sacrificios y anuncien las maravillas de quien los llamó de las tinieblas a la luz admirable ( Cf. 1 Pe 2,4-1). Por ello, todos los discípulos de Cristo, perseverando en la oración y alabanza a Dios (Cf. Act 2,42, 47), han de mostrarse a sí mismos como hostia viva, santa y grata a Dios (Cf Rom 21,1) han de dar testimonio de Cristo en todo lugar y, a quien se la pidiera, han de dar también razón de su esperanza que tienen en la vida eterna” Cf. 1 Pet 3,15). (LG , 10) .

Si comparamos ambos textos, de ellos se desprenden varias cosas:
• 1ª) En la comunidad cristiana existe un único sacerdocio: el de Jesús.
• 2ª) Todos los discípulos de Jesús, -todos/as- somos partícipes de este sacerdocio. Todos debemos trabajar para que nuestra vida, con sus obras y acciones, sea testimonio y ofrenda espiritual permanente: una hostia viva, santa y grata a Dios.

• 3ª) Sin embargo, se añade que no hay que olvidar, que entre el sacerdocio común y el ministerial o jerárquico, hay una diferencia esencial, que consiste en que sólo el jeráquico tiene:
a) Poder para modelar y dirigir al pueblo sacerdotal y
b) Para realizar el sacrificio eucarístico y ofrecerlo a Dios en nombre de todo el pueblo.
Quedaría entonces un interrogante difícil de resolver:
– ¿Si resulta que todos participamos del único sacerdocio de Jesús, por qué el jerárquico se debería de apropiar de algo esencial de ese sacerdocio que pertenece a todos?

– ¿Modelar y dirigir al pueblo de Dios, con referencia al modelo y medida de Jesús, pertenecería y sería exclusivo del sacerdocio jerárquico? ¿Y cuál sería y en qué consistiría el sacrificio eucarístico que no pueda realizar el pueblo de Dios? ¿Sería el de conseguir por la consagración que el pan y el vino dejen de serlo y se conviertan sustancialmente en el cuerpo y sangre de Jesús?

¿De ser así, cómo es que tal sacrificio no se realizara en la Iglesia hasta pasado el siglo IX, que es cuando se inventa esta teoría?
¿O habría que entender las palabras de Jesús de comer el pan y beber el vino simbólicamente, dándonos a entender que del mismo modo que el pan y el vino nos alimentan y robustecen, así ocurrirá también si nos alimentamos con su misma vida? Estas preguntas requieren un planteamiento llevando el tema a su origen: ¿Qué quieren decir las palabras de Jesús: “Cuando os reunáis , haced esto en memoria de mí?

¿Sentir , pensar y actuar como Jesús no es hacer memoria de él? ¿No fue por su modo de pensar y obrar por lo que las autoridades civiles y religiosas lo eliminaron?
Cuando celebramos la eucaristía, ¿nos reunimos para asegurar y continuar su estilo de vida o para celebrar cómo se opera la conversión milagrosa del pan y del vino en la sustancia de Jesús?

Lo esencial no puede faltar en ninguno de los dos sacerdocios. Y lo esencial es que: debemos estar dispuestos a entregar nuestra vida por el reino de Dios, como lo hizo el mismo Jesús:
– “Haced esto mismo en memoria mía” ( Lc 22,19)
Cuando cumplimos con el encargo que en la cena de despedida hiciera Jesús a sus discípulos: tomamos el pan y el vino que son pan y vino de vida, pan de amor y misericordia, vino de reconciliación y liberación, pan y vino de unidad y de paz.
Comemos el pan y bebemos el vino en memoria de él, para seguir haciendo en nuestra sociedad, lo que él hizo en la suya: hacer el bien, respetar a todos, no excluir a nadie, super-amar los más necesitados.

A Jesús lo crucificaron y seguirán crucificándole en los nuevos pobres de la Tierra y para ellos, para su liberación, ofrecemos como El, nuestro trabajo y nuestra vida.

Queda, pues, claro: el pan y el vino, que tomamos cuando nos reunimos para recordarle, son un símbolo de que necesitamos alimentarnos de El, hacer nuestra su propia vida, asimilarla para consumirla y derramarla en beneficio de los demás.

Sin pan no hay vida, sin la enseñanza y espíritu de Jesús no hay vida. Si en El y como El vivimos, seremos pan y vino que alimentan, que producen vida.

Jesús vive por Dios Padre, que lo ha enviado, posee su vida y si nosotros asimilamos su vida, es la vida misma de Dios.

Nos propone este programa: todos sois hermanos, que debéis ayudaros y amaros mutuamente, esa es la señal para que os reconozcan como discípulos míos. Yo he venido a dar vida: a suprimir la exclusión, la discriminación, el desprecio, la humillación, la soledad, porque todos debemos ser los unos para los otros.

Es sorprendente que hasta el siglo X , el modo de hacer memoria de Jesús sea : recordarle y vivir su estilo de vida. A los cristianos primeros se los conocía por su modo de relacionarse y comportarse con la gente. No era, como a veces imaginamos, por congregarse en templos e iglesias para celebrar determinados ritos con oraciones y sacrificios. No existían ni disponían de ellos.

En su testamento, Jesús se lo dejó bien claro. EL no podía dejarles en herencia cosas o bienes que le pertenecieran, pues ni siquiera casa propia tenía. El era un itinerante profeta que se dedicó a anunciar el Reino de Dios, un proyecto de vida, en el que todos los humanos vivieran en justicia, en libertad y en amor. Lo trabajó, se desvivió y entró en radical conflicto sobre todo con las autoridades religiosas que, en nombre de Dios, figuraban como intérpretes de la Ley de Dios y guardianes de su cumplimiento. Dueños del saber, de la riqueza y del poder habían convertido el Templo en una “cueva de ladrones”.

Por eso, Jesús en la última cena les habló muy claro: habéis estado conmigo y me habéis acompañado bastante tiempo para entender lo que yo quiero que retengáis como voluntad mía última: anunciar ese proyecto de vida –él Reino de Dios- que consiste en la práctica de la igualdad, de la justicia y del amor. A diario lo he proclamado y, ante lo establecido, lo he tenido que denunciar, sabiendo con quién me enfrentaba y a lo que me exponía .Este es, pues, mi testamento, mi última voluntad. Hacedlo en memoria de mí, siempre que os reunáis”.
Y Jesús parece querer recalcar que lo esencial es que allí donde quiera que estemos, que hagamos lo mismo que El hizo, que nuestra vida sea un retrato de la suya, un anuncio vivo del Reino de Dios, visible en nuestras vidas y que lleguemos, si es preciso, a dar la propia vida, antes que abdicar de ese Reino. Y todo esto que Jesús nos testamenta en la última Cena, no precisa de un lugar: el templo; tampoco de unos mediadores: los sacerdotes; ni de una víctima: el sacrificio.

Si nos hemos hecho seguidores de Jesús, haciendo nuestro su proyecto de vida,-el Reino de Dios-, tal compromiso podemos vivenciarlo en cualquier momento y lugar, por lo general con otros que también han contraido este seguimiento: ”Créeme, mujer: se aceca la hora en que no daréis culto al Padre ni en este monte ni en Jerusalén. Ha llegado la hora en que los que dan culto auténtico darán culto al Padre con espíritu y verdad, pues de hecho el Padre busca hombres que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que lo adoran han de dar culto con espíritu y verdad” (Jn 3, 22-24).

La respuesta de Jesús, a tantos que persisten en lo del templo, la Misa y la presencia de personas, les puede valer mucho: en la última Cena, Jesús nos deja este testamento: centrarnos en anunciar el Reino de Dios, – un proyecto de vida individual y comunitario-, regido por la igualdad, la justicia, el amor, la libertad y la paz. Ese reino es para todos, constituido por la fraternidad y la paternidad universal de Dios Padre. En ese Reino, la primacía la tienen los más pobres, los excluidos, los que no cuentan para nada, ellos serán los primeros y, como tales, los preferidos de Dios.

Jesús, por ellos ha luchado, por ellos ha denunciado, por ellos se ha enfrentado con los poderes civiles y religiosos negadores de la dignidad y derechos humanos, por ellos ha sufrido odio, calumnias, persecución…Y, en esta última cena, nos ha convocado para que seamos sus continuadores, y suscribamos el pacto de que vamos a ser fieles a su proyecto, aunque nos cueste la vida.Haced lo mismo que yo he hecho, es la mejor manera de honrar mi memoria”.

¿Trabajadoras del hogar o esclavas?

 Honorio Cadarso

Atrio

Se ha presentado recientemente un informe sobre la situación de cientos de miles de empleadas de hogar de toda España, entre las cuales se encuentran también las trabajadoras de Euskadi.
Cientos o quizá miles de mujeres emigrantes, especialmente sudamericanas, son sometidas en los tres primeros años de estancia en España a un régimen de ilegales. No tienen otro documento que el empadronamiento y no tienen posibilidad de conseguir un contrato de trabajo, ni Seguridad Social, ni casi ninguna protección, como no sea la ayuda de Cáritas y de las oficinas de asistencia social de los ayuntamientos.
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Carta abierta a la Humanidad

 

Leonardo Boff2

Esta declaración ha sido elaborada colectivamente y ha recibido ya el apoyo del obispo Mauro Morelli, el padre Julio Lancellotti, Leonardo Boff, Chico Buarque de Holanda, Carol Proner, Zélia Ducan,Michael Löwy, Eric Nepomuceno,Ladislau Dawbor, Frei Betto, Yves Lesbaupin, Regina Zappa y otros.

Amigos/as: Estoy enviando a Ustedes un manifiesto, fruto de nuestra desesperación. Tenemos una verdadera guerra movida por el necrófilo BolsoNero que, parece, querer desde Brasil afectar a todo el mundo, especialmente a nuestros vecinos, que están muy preocupados. El virus amazónico es muy letal, está en todo el país y ha llegado ya a Estados Unidos. Él es negacionista, está en contra de todas las vacunas, y favorece la difusión del virus sin mascarillas y con aglomeraciones. Es verdaderamente un psicópata.
Les mando el manifiesto en varias lenguas. Si pueden divulgarlo en vuestros canales te lo agradecería mucho.
Con un gran abrazo con los brazos ya cansados.

Leonardo Boff

CARTA ABIERTA A LA HUMANIDAD
2021-03-08

“Vivimos en tiempos oscuros, donde las peores personas han perdido el miedo y las mejores han perdido la esperanza”. Hannah Arendt

Brasil pide ayuda a gritos.

Brasileños y brasileñas comprometidos con la vida son rehenes del genocida Jair Bolsonaro, que ostenta la presidencia de Brasil, junto con una banda de fanáticos impulsados por la irracionalidad fascista.

Este hombre sin humanidad niega la ciencia, la vida, la protección del medio ambiente y la compasión. El odio al otro es su razón para ejercer el poder.

Brasil sufre hoy el colapso provocado del sistema de salud. El descuido de la vacunación y las medidas preventivas básicas, el fomento de la aglomeración y la ruptura del confinamiento, sumado a la ausencia total de una política de salud, crean el ambiente ideal para nuevas mutaciones del virus, y ponen en peligro a los países vecinos y a toda la población. Vemos con horror el exterminio sistemático de nuestra población, especialmente de los pobres, quilombolas e indígenas.

Brasil se ha convertido en una “cámara de gas” a cielo abierto.

El monstruoso gobierno genocida de Bolsonaro ha pasado de ser sólo una amenaza para Brasil, a convertirse en una amenaza global.

Apelamos a los organismos nacionales – STF, OAB, Congreso Nacional, CNBB – ya la OSM y las Naciones Unidas. Instamos a la Corte Penal Internacional (CPI) a condenar urgentemente la política genocida de ese gobierno que amenaza a la civilización.

La vida por encima de todo

Para firmar:

Balance del histórico y arriesgado viaje del Papa a Irak: El triunfo de la fraternidad de los hijos de Abrahán

 

José Manuel Vidal

Religión Digital

Papa y Sistani

“Este Papa de luz ilumina con su mera presencia las noches más oscuras y las sombras más negras”
“Al Sistani, que vive en una humilde casita de un barrio humilde de Nayaf (los dos líderes se parecen también en la búsqueda de una vida austera) y que, a sus 90 años, recibe sentado a sus visitas, se levantó para saludar al Papa, signo del reconocimiento de su autoridad moral”
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Bajo el signo del diálogo entre todos los hijos de Abraham

 


Vatican News

Papa y Sistani

El Alto Comité para la Fraternidad Humana elogia la visita del Papa Francisco a Iraq y afirma que es un paso importante que promueve los valores de la fraternidad humana. Además, preparará un estudio sobre los resultados de esta visita para depender de ella en sus futuros planes y programas, en beneficio de todos los iraquíes
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El signo de Saint Merry


José Arregui

Umbrales de luz

jose arregui

En Les Halles de Beaubourg, antiguo Mercado de Abastos de París, enteramente transformado en los años 70 del siglo XX y convertido en corazón comercial, cultural, artístico del París contemporáneo, hay una joya singular: Saint Merry, una bella iglesia gótica del s. XVI, de estilo flamígero, que ha sido llamada “pequeña Notre-Dame”. Todo un museo de arquitectura, escultura, pintura y vidrieras, monumento de obligada visita turística. Y centro de culto católico con misa dominical para una veintena de personas mayores dispersas en los bancos.
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Mujeres: Igualdad y diferencia


José María Castillo

Alandar

Castillo2

A través de las amigas de la Revuelta de Mujeres en la Iglesia de Granada nos llega este artículo de José María Castillo, uno de los teólogos españoles más importantes, sobre el tema de la igualdad de género. Una reflexión muy pertinente en las vísperas del Día de la Mujer.
Una de las atrocidades más inhumanas y más anticristianas, que se han cometido en este mundo, ha sido la marginación y el desprecio que se les ha hecho – y se les sigue haciendo – a las mujeres. Se suele decir que esto es una “falta de respeto”. Lo cual es verdad. Las personas religiosas califican estas conductas antifeministas como una “falta de caridad” cristiana. Y esto también es cierto. Hay también quienes destacan que este desprecio a la mujer es una “falta de educación”, cosa que es evidente.
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Domingo 14 de Marzo 4º de Cuaresma Matilde (968)

 KOINONIA


Jn 3,14-21 corresponde a la respuesta que Jesús da a Nicodemo cuando pregunta «¿cómo puede ser eso?», refiriéndose al nuevo nacimiento en el Espíritu. Es también la segunda y última parte del diálogo de Jesús con este “jefe” de los fariseos de Jerusalén.

Nicodemo, cuyo nombre significa “el que vence al pueblo”, aparece varias veces en el evangelio de Juan (3,1-21; 7,50-52; 19,39). No es un cualquiera. Por su filiación religiosa es un fariseo, es decir, un rígido observante de la Ley, considerada como la expresión suprema e indiscutible de la voluntad de Dios para el ser humano. Es el primer rasgo que señala Juan antes del nombre mismo. Nicodemo se define como hombre de la Ley antes que por su misma persona. Juan añade otra precisión sobre el personaje: en la sociedad judía es un “jefe” título que se le aplica particularmente a los miembros del Gran Consejo o Sanedrín, órgano de gobierno de la nación (11,47). En éste, el grupo de los letrados fariseos era el más influyente y dominaba por el miedo a los demás miembros del Consejo (12,42). IR A LA PÁGINA

DOMINGO 4 Cuaresma – B (Juan 3,14-21) DIOS AMA EL MUNDO

 José Antonio Pagola

No es una frase más. Palabras que se podrían eliminar del evangelio sin que nada importante cambiara. Es la afirmación que recoge el núcleo esencial de la fe cristiana. «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único». Este amor de Dios es el origen y el fundamento de nuestra esperanza.

«Dios ama el mundo». Lo ama tal como es. Inacabado e incierto. Lleno de conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo peor. Este mundo no recorre su camino solo, perdido y desamparado. Dios lo envuelve con su amor por los cuatro costados. Esto tiene consecuencias de la máxima importancia.

Primero. Jesús es, antes que nada, el «regalo» que Dios ha hecho al mundo, no solo a los cristianos. Los investigadores pueden discutir sin fin sobre muchos aspectos de su figura histórica. Los teólogos pueden seguir desarrollando sus teorías más ingeniosas. Solo quien se acerca a Jesús como el gran regalo de Dios puede ir descubriendo en él, con emoción y gozo, la cercanía de Dios a todo ser humano.

Segundo. La razón de ser de la Iglesia, lo único que justifica su presencia en el mundo, es recordar el amor de Dios. Lo ha subrayado muchas veces el Vaticano II: la Iglesia «es enviada por Cristo a manifestar y comunicar el amor de Dios a todos los hombres». Nada hay más importante. Lo primero es comunicar ese amor de Dios a todo ser humano.

Tercero. Según el evangelista, Dios hace al mundo ese gran regalo que es Jesús, «no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él». Es peligroso hacer de la denuncia y la condena del mundo moderno todo un programa pastoral. Solo con el corazón lleno de amor a todos podemos llamarnos unos a otros a la conversión. Si las personas se sienten condenadas por Dios, no les estamos transmitiendo el mensaje de Jesús, sino otra cosa: tal vez nuestro resentimiento y enojo.

Cuarto. En estos momentos en que todo parece confuso, incierto y desalentador, nada nos impide a cada uno introducir un poco de amor en el mundo. Es lo que hizo Jesús. No hay que esperar a nada. ¿Por qué no va a haber en estos momentos hombres y mujeres buenos que introducen en el mundo amor, amistad, compasión, justicia, sensibilidad y ayuda a los que sufren…? Estos construyen la Iglesia de Jesús, la Iglesia del amor.

VIDA ETERNA Y ETERNIZAR LA VIDA

FE ADULTA

col rosario ramos

Jn 3, 14-21

14 de marzo de 2021

Avanza el tiempo de Cuaresma y, en este cuarto domingo, nos encontramos con un discurso de Jesús esencial para comprender su recorrido hacia la Pascua. Este texto forma parte del diálogo tan profundo que mantuvieron Jesús y Nicodemo. Nicodemo era un rico fariseo, maestro en Israel y miembro del Sanedrín, pero con una concepción del judaísmo más abierta y con el convencimiento de que Jesús era un enviado del Dios de Israel.

El diálogo con Nicodemo tiene un momento central en el que Jesús le dice que es necesario nacer de nuevo para ver el Reino de Dios. Los escritos joánicos suelen referirse al Reino de Dios y a la Vida eterna como realidades similares; por eso, en este texto, el Hijo juega un rol fundamental, no de condena o juicio sino para despertar en el corazón de la humanidad esa vida que trasciende nuestro paso por este mundo, una realidad que forma parte de lo que somos. Moisés levantó la serpiente de bronce para que los Israelitas siguieran con vida, ahora es el mismo Dios hecho humano quien va a mantener con Vida Eterna a toda la humanidad.  

En la primera parte del texto, parece que Jesús hace un claro alegato al tema de la Salvación, cuestión fundamental para el judaísmo y que basan en una liberación de los sufrimientos esclavitudes, situaciones visibles necesitadas de redención y de perdón. Para ello, son necesarios mediadores, profetas, enviados por el Dios de Israel que recordarán la tensión que han de vivir entre el cumplimiento de la Ley y la salvación definitiva con la llegada del Mesías. Los más conservadores exigirán un estricto cumplimiento de normas y mandatos, signos que, si no son cumplidos o creídos, si no se da un apego a los mandatos de su Dios, la persona quedará en manos de un juicio y un triste final. Supongo que ya no arrastramos esta visión de la salvación ¿verdad?

Ahora bien, Jesús deconstruye esta concepción farisaica de la Salvación al referirse no al cumplimiento de signos externos sino a la consciencia de una nueva dimensión del ser humano que sostiene las profundidades de su existencia: la Vida Eterna. La Vida Eterna está asociada al Hijo, a ese nuevo referente y espejo del ser humano que, desde la libertad, elige conectar con la LUZ y dejarse inspirar por ella: “para que aparezca con toda claridad que es Dios quien inspira sus acciones”.

La primera acción y palabra de Dios en el relato de la Creación del Génesis es precisamente dar existencia a la LUZ, la Luz que es la consciencia y la capacidad de comprender, de dar sentido a la realidad creada. Separa la LUZ de las tinieblas y el texto de hoy nos recuerda que vivir en la LUZ nos encamina hacia la verdad de lo que somos. Podemos elegir entre vivir desde el poder de la Luz, que nos mueve a hacer el bien, a realizar acciones inspiradas por el Dios-Amor, a co-crear una nueva humanidad, o vivir desde la tiranía de las tinieblas que nos enredan en la oscuridad de las trampas, justificaciones y la supremacía de nuestros egos. Camino complejo, de avances y retrocesos, pero si nos ponemos bajo la influencia de la LUZ podremos avanzar sin perder el horizonte de la Vida Eternaeternizando la Vida, como plenitud de lo que ya somos, pero todavía no.

¡¡FELIZ DOMINGO!!

NADIE TIENE QUE VENIR A SALVARME DESDE FUERA

FE ADULTA

col fraymarcos

 

Jn 3,14-21

Estamos en el c. III. Este evangelio es un esquema teológico. Cada capítulo tiene identidad por sí mismo, aunque éste es el que menos unidad interna muestra. El punto de partida es el diálogo con Nicodemo: “Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Nicodemo le responde: “Eso es imposible”. Jesús insiste: “El que no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”. ¿Cómo puede ser eso? Comienza el discurso que hemos leído.

El domingo pasado, Jesús arremetió contra el culto que se desarrollaba en el templo. Hoy arremete contra la manera de interpretar la Ley que tienen los fariseos. En ambos casos se trata de instituciones antiguas vacías de contenido que hay que sustituir. No se trata de una nueva interpretación, (que es lo que busca Nicodemo), sino de algo completamente distinto: hay que nacer de nuevo. No debemos pensar en discursos pronunciados por Jesús. Juan pone en boca de Jesús una cristología propia de finales del s. I.

Lo mismo que Moisés levantó la serpiente. Lo que hizo Moisés es recordar al dios egipcio Ranenutet (representado por una serpiente). Su Dios le manda construir la imagen de otro dios. Es imprescindible saber que el dios egipcio era a la vez veneno y antídoto; muerte y vida; opresión y salvación. Al ser crucificado, Jesús representa a la vez muerte y vida, humillación y exaltación. Al decir “levantado”, va más allá de una alusión a la serpiente. La cruz es manifestación de la lealtad de Dios. Es la exaltación de Jesús.

Para que todo el que lo haga objeto de su adhesión, (crea) tenga Vida definitiva. "Vida definitiva" denota la calidad de vida propia del estadio definitivo. Traducir por "eterna" empobrece el significado, por insistir solo en la duración y no en la calidad. La consecuencia de “ser levantado en alto”, es alcanzar plenitud de Vida. El Espíritu que nos comunicará, será la fuente de verdadera Vida para todos los que le acepten.

Demostró Dios su amor al mundo. El amor se hizo visible en un acto. No se dirige solo a los cristianos, sino al mundo. Jesús es el don de Dios a la humanidad. "Dar a su Hijo" no se refiere aquí sólo a la encarnación, sino a la crucifixión. Para Juan, Jesús es enviado al mundo. Para los sinópticos, a Israel. La salvación está destinada a todos. No solo al pueblo elegido, sino a todas las naciones. Se acabaron los privilegios. La Vida del Espíritu se ofrece a todos. A finales del s. I. el cristianismo era ya una religión universal.

El que le presta adhesión no tendrá sentencia. El que se la niega, ya tiene la sentencia. No hay lugar para la indiferen­cia. La sentencia negativa o positiva, no es consecuencia de un acto de Dios. Es el resultado de una actitud por parte del hombre. Si comprendiéramos bien este versículo, cambiaría todo el modo de entender la moral. Desde la visión farisaica (y la nuestra), Dios juzgaba a los hombres después de ver sus acciones. Si eran conforme a la Ley, los salvaba, si eran contrarias a la Ley, los condenaba. Dios es justicia. Todo está siempre en equilibrio. Cada acto del hombre le coloca en su sitio.

Los hombres han preferido las tinieblas a la luz. "Su modo de obrar" denota el proceder habitual, no un acto puntual.     En el prólogo se nos había dicho: "Y la Vida era la luz de los hombres". No es la luz la que da Vida (como maestro), sino al revés, es la Vida la que te iluminará. Sin Vida no se puede aceptar la luz. La falta de Vida lleva consigo el rechazo de la luz. Mantener una relación con Dios desde la Ley, desde lo externo, sin Vida, es mantener la relación de injusticia en que están los dirigentes religiosos. El que oprime al hombre no puede aceptar la luz. La adhesión a Jesús exige salir de la situación de opresión.

El que obra con bajeza... El que practica la lealtad. "Obrar con bajeza” (practicar lo malo), se opone a “practicar la lealtad”. "Hacer la verdad" es un semitismo que utiliza Juan, y lo opuesto es "hacer la falsedad". El que es cómplice de la muerte no puede aguantar la Vida. La considera como una agresión. No se eligen las tinieblas por el valor que puedan tener en sí, sino por odio a la luz. No son las doctrinas (Luz), las que separan de Dios, sino la conduc­ta (Vida). Quien daña al hombre con su modo de obrar, se opone al amor-vida. Rechazando la luz, cree poder continuar haciendo el mal sin ser descubierto.

Practicar la lealtad es lo contrario de obrar con bajeza. Equivale a hacer lo que es bueno para el hombre. Al emplear "lealtad" nos está diciendo que el amor no es algo teórico, sino práctico. La Vida es anterior a la luz. El acercamiento a la luz se hace por amor a la luz, no para que se vean las obras "realizadas en unión con Dios". No obras hechas según Dios, sino algo más. Obras en las que, con la actividad del hombre, se ve la de Dios revelando su gloria-amor. Creer va unido a las obras buenas. La incredulidad acompaña a las malas.

En el trozo del discurso que acabamos de analizar nos encontramos con los aspectos más originales de la salvación ofrecida por Jesús según este evangelio: 1) La salvación es Vida. 2) Viene de Dios, que es VIDA. 3) Es don gratuito e incondicional. 4) Es absoluto, no una alternativa a la condenación. 5) Exige la adhesión a Jesús. 6) Se manifiesta en las obras. Cada uno de estos puntos nos tendría que advertir de los errores en que caemos a la hora de hablar de esa salvación. Tendemos a esperar de Dios una salvación raquítica.

Hablar de salvación, es plantearse el sentido último de la vida. Sería desplegar las más elevadas posibilidades humanas. El término “salvación” tiene connotación negativa y eso es muy peligroso a la hora de entender el evangelio. El pensar en la salvación en términos negativos ha paralizado nuestro desarrollo. Hemos creído que, si elimino el pecado, estoy salvado. Salvarse no es evitar la condenación. La salvación es siempre positiva. Sería llevarnos a una plenitud de ser, llevando al límite las posibilidades de nuestro verdadero ser.

La salvación no me viene de fuera. La salvación surge de lo hondo de mí ser. Desde ahí, Dios-presencia posibilita mi plenitud. Hay que tener muy claro que me salva totalmente Dios y me salvo totalmente yo. La acción de Dios y la del hombre, ni se suman ni se restan ni se interfieren, porque son de naturaleza distinta. "Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti" (Agustín). Todo lo que depende de Dios ya está hecho. Mi salvación depende solo de mí.

La conciencia que tenemos de que Dios puede no salvarme, es prueba de que esperamos una salvación equivocada. Queremos que Dios nos libere del sufrimiento, la enfermedad, la muerte. Todo eso forma parte de nuestra condición de criaturas y es inherente a nuestro ser. Ni Dios puede hacer que sigamos siendo criaturas sin limitacio­nes. Buscar la salvación por ahí es un error garrafal. La salvación tiene que realizarse a pesar de mis limitaciones.

La salvación no es cambiar lo que soy ni añadir nada a lo que ya soy. Es una toma de conciencia de lo que en realidad soy y vivir en esa conciencia. Es descubrir el tesoro que está escondido dentro de mí y disfrutar de él. “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo”. Se trata de “conocer”.

 

Meditación

Hay que nacer de nuevo.
Somos fruto de la evolución de la carne.
No he nacido como ser espiritual ya realizado.
Tengo la capacidad de llegar a serlo,
pero debo desplegar esa capacidad que se me ha dado.
Si no la despliego, me quedaré en la carne.

Domingo IV de Cuaresma 14 marzo 2021 ¿QUÉ NOS SALVA?

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FE ADULTA

 


Jn 3, 14-21

Los niños esperan la “salvación” de fuera y la conciben, además, de forma mágica. La humanidad en su conjunto ha conocido también esa forma de entender su propia salvación. La imagen de la serpiente de bronce elevada por Moisés en el desierto (Num 21,4-9), capaz de curar a quien la mirara, es el paradigma de la salvación entendida de aquel modo.

Con el tiempo, las religiones han podido cambiar la referencia –no se habla ya de una serpiente–, pero han seguido manteniendo el mismo esquema: seríamos salvados, desde fuera, por un Dios que envía a su Hijo como emisario divino y salvador.

De la misma manera que nos entiende como seres carenciados que necesitan ser “completados” por algo exterior, una lectura mental nos ve como “pecadores” que necesitan ser “salvados” desde fuera.

Sin embargo, así como ahora vemos inasumible la literalidad del mito –aun respetando su valor o significado simbólico–, a cada vez más personas la lectura que hace la mente nos resulta igualmente inapropiada.

Más allá de la forma concreta con la que nuestra mente nos identifica, somos plenitud. Más allá de lo que pensamos, sentimos y hacemos, hay “Algo” en lo que nos reconocemos y que permanece estable en medio de todos los cambios que afectan a nuestra persona. Eso es lo que somos. Y eso es “completo”. Descubrirlo es sentirse “salvados”.

Estamos ya salvados –siempre lo hemos estado–. Pero no en nuestro pequeño yo –en una supuesta actitud de orgullo religioso que suelen criticar quienes malinterpretan aquella afirmación primera–, sino en esa Realidad profunda que constituye nuestra identidad. El yo no puede presumir de estar salvado, pero lo que somos no necesita salvación alguna. Lo único que realmente necesitamos es reconocerlo.

En lenguaje cristiano, una vez superado el mito, podría llegar a decirse que Jesús no nos salva desde fuera ni nos salva de nada. Nos “salva” porque nos muestra, en él mismo, que somos ya plenitud. Que, como él, cuando no nos reducimos al ego, podemos decir con toda razón: “Yo soy la vida”. Como todas las personas sabias, nos ayuda a ver.

¿Qué ideas tengo acerca de la “salvación”?

4º domingo de cuaresma. Ciclo B AMOR DE DIOS Y RESPUESTA HUMANA

 FE ADULTA

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Una lectura rápida de las tres lecturas de este domingo revela una relación clara entre ellas: el amor de Dios. En la primera, provoca la liberación de los judíos desterrados en Babilonia. En la segunda afirma Pablo: “Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó…” En el evangelio, Juan escribe la famosa frase: “De tal manera amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único”.

Si leemos los textos más tranquilamente, advertimos algo más profundo: ese amor se manifiesta perdonando en distintas circunstancias y por diversos motivos. Al mismo tiempo, requiere una respuesta de parte nuestra. Es preferible leer los textos en el orden cronológico en que fueron escritos. Por eso dejo para el final la carta a los Efesios.

Perdón para los judíos basado en la fidelidad a la palabra dada. ¿Encontrará respuesta? (2 Crónicas 36, 14-16. 19-23)

La primera lectura nos traslada a Babilonia, en el año 539 a.C., donde los judíos llevan medio siglo deportados. La ciudad cae en manos de Ciro, rey de Persia, y Dios lo mueve a liberarlos. Para justificar el medio siglo de esclavitud, la lectura comienza hablando del pecado de los israelitas, que no se limita a un hecho concreto, se prolonga en una larga historia.

A la idolatría e infidelidades del comienzo respondió Dios con paciencia, enviando a sus mensajeros para invitarlos a la conversión. Pero los judíos los despreciaron y se burlaron de ellos. Entonces, la compasión de Dios dio paso a la ira, y los babilonios incendiaron el templo, arrasaron las murallas de Jerusalén, deportaron a la población. Años más tarde, la actitud de Dios cambia de nuevo y mueve a Ciro de Persia a liberar a los judíos. ¿A qué se debe este cambio? De acuerdo con la mentalidad más difundida en el Antiguo Testamento, el pueblo, tras sufrir el castigo, se convierte y Dios lo perdona. Igual que el niño que hace algo malo: su madre le riñe, pide perdón, la madre lo perdona.

Sin embargo, en esta primera lectura no aparece la idea del arrepentimiento del pueblo. El único motivo por el que Dios perdona y mueve a Ciro a liberar al pueblo es por ser fiel a lo que había prometido. Volviendo al ejemplo de la madre, como si ella le hubiera dicho al niño: “Hagas lo que hagas, terminaré perdonándote”. Y lo perdona, sin que el niño se arrepienta, para cumplir su palabra. ¿Cómo reaccionan los judíos ante la noticia? El texto no lo dice, pero lo sabemos: unos pocos volvieron a Judá, arriesgándolo todo, sin saber lo que iban a encontrar; otros prefirieron quedarse en Babilonia. (¿Cuántos afroamericanos estarían dispuestos a volver de Estados Unidos a los países de origen de sus antepasados?)

Perdón universal basado en el amor, que puede ser aceptado o rechazado (evangelio)

El evangelio enfoca el tema del amor y perdón de Dios de forma universal. No habla del amor de Dios al pueblo de Israel, sino de su amor a todo el mundo. Pero un amor que no le resulta fácil ni cómodo, en contra de lo que cabría imaginar: le cuesta la muerte de su propio hijo. Además, el evangelio subraya mucho la respuesta humana: ese perdón hay que aceptarlo mediante la fe, reconociendo a Jesús como Hijo de Dios y salvador. Esto lo hemos dicho y oído infinidad de veces, pero quizá no hemos captado que implica un gran acto de humildad, porque obliga a reconocer tres cosas:

a) Que soy pecador, algo que nunca resulta agradable;

b) Que no puedo salvarme a mí mismo, cosa que choca con nuestro orgullo;

c) Que es otro, Jesús, quien me salva; alguien que vivió hace veinte siglos, condenado a muerte por las autoridades políticas y religiosas de su tiempo, y del que muchos piensan hoy día que sólo fue una buena persona o un gran profeta.

Usando la metáfora del evangelio, es como si un potente foco de luz cayese sobre nosotros poniendo al descubierto nuestra debilidad e impotencia. No todos están dispuestos a este triple acto de humildad. Prefieren escapar del foco, mantenerse a oscuras, engañándose a sí mismos como el avestruz que esconde la cabeza en tierra. Pero otros prefieren acudir a la luz, buscando en ella la salvación y un sentido a su vida.

Perdón para los paganos basado en la compasión. Respuesta: fe y buenas obras (carta a los Efesios, 2,4-10)

La salvación universal de la que habla el evangelio la concreta la carta a los Efesios en una comunidad concreta de origen pagano: la de la ciudad de Éfeso (situada en la actual Turquía).

Antes de convertirse, estaban muertos por los pecados, con un agravante: Dios no les había hecho ninguna promesa de salvación, como a los judíos deportados en Babilonia. Sin embargo, los perdona. ¿Por qué motivo? Porque es “rico en misericordia”, “por el gran amor con que nos amó”, “por pura gracia”.

Esto es lo que san Pablo llama en otro contexto “el misterio que Dios tuvo escondido durante siglos”: que también los paganos son hijos suyos, tan hijos como los israelitas. Esta prueba del amor de Dios espera una respuesta, que se concreta en la fe y en la práctica de las buenas obras.

Reflexión final

En el contexto de la cuaresma, que se presta a subrayar el aspecto del pecado y del castigo, la liturgia nos recuerda una vez más que nuestra fe se basa en una “buena noticia” (evangelio), la buena noticia del amor de Dios. Nosotros, que somos los herederos de los efesios, de los corintios, de los tesalonicenses, debemos reconocer, como ellos, que todo es don de Dios y no mérito nuestro, y que debemos responder con fe y dedicándonos “a las buenas obras” que él nos ha asignado.

JESÚS ES PARA TODOS

FE ADULTA

comentario editorial

 

“Un camino espiritual puede vivirse en todas partes y en todo tiempo. Supera confesiones y dogmas y no requiere una comunidad organizada, templo ni catedral”. (Willigis Jäger).

Domingo 14 de marzo DOMINGO IV DE CUARESMA

Jn 3, 14-21 “Porque así demostró Dios su amor al mundo, llegando a darle a su Hijo único”.

El evangelio es luz para nuestra existencia. Jesús, como regalo de Dios a la Humanidad, no ha sido enviado para sentenciar a los que no le sigan sino como una luz para las tinieblas, como las estrellas que iluminan la noche o los relámpagos los espacios abiertos sobre el mar.

En su conversación con el fariseo Nicodemo declara que es necesario nacer de nuevo para ver el reino de Dios, puesto que no se trata de un simple cambio o conversión, sino de hacer algo nuevo. No de manera biológica; es el Espíritu el agente de este nuevo nacimiento o génesis -que significa comienzo- como se dice en el primer capítulo y primer versículo del Génesis, mediante la fe vivificadora.

La espiritualidad es, como el amor para Carmen en su famosa habanera, “un pájaro rebelde que nadie puede enjaular”.

1 PAJARO

El espíritu divino –ave en la iconografía cristiana e igualmente libre y rebelde– no puede considerarse hacienda personal de nadie.

El Maestro de Nazaret es lugar de atracción para todos los seres humanos: judíos, cristianos, herejes o hinduistas. A saber: Pedro y Pablo como judíos; Santa Mónica y San Agustín, como cristianos; Lutero y Calvino como herejes o Mahatma e Indira Gandhi como hinduistas.

De mi libro Naturalia, este Poema

 

EL ÁGUILA

Tu sueño, a velas desplegadas,
que sienten la montaña, el mar, el bosque.
Que subes sus entrañas
hasta el cielo.
Enséñame a elevar mis pensamientos.
Que descansen
en tu corona real y en el regazo
del Dios que los creó.
Enséñame a ver la tierra
desde las alturas.
Si de día, mis iluminaciones;
si de noche, mis oscuridades,
que también son mías y las quiero.