FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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viernes, 7 de julio de 2017

Preguntas

col oroz

¿Os he dado alguna vez las gracias por cuantas preguntas me habéis hecho? En un diálogo, las preguntas son el puente entre las voces, la confluencia de corazones, el destello de luz compartida. Todas y cada una de ellas me han hecho crecer, aun la que parecería más trivial. Porque cada pregunta viene cargada de matices, unas de cariño, otras de atención o de interés, e incluso algunas de desafío... Unas he contestado, otras aún no he sabido, quizá nunca sepa contestarlas...
¿Cuántas preguntas hemos dejado de hacer no pocas veces? Flores que no hemos plantado en los campos del diálogo. La pregunta verdadera tiene siempre el aroma de la humildad: es el reconocimiento de nuestra ignorancia y el de la capacidad de nuestro hermano para ayudarnos. La pregunta es una frase inconclusa, un verso que busca palabras de otro para dar cumplimiento a su belleza y su mensaje.
La pregunta tiene el color del respeto infinito por la libertad del otro.
¿También vosotros queréis marcharos?
Jesús es un Dios que pregunta. Son infinidad las veces que Jesús se acerca al hombre y le interroga. Desde el “¿qué buscáis?” inicial en Juan, o la triple interpelación a Pedro de “¿me amas?”, o el clamor al Padre “¿por qué me has abandonado?”; o la delicadeza con el ciego en la piscina de Betseda “¿quieres recobrar la salud?”.
El, que es Verdad, Camino y Vida, también se compone de preguntas.
¿Aún no entendéis?
Pero la pregunta tiene su final, su conclusión, su meta: la respuesta. Supremo acto de libertad y amor.
Desde el inicio, aún en el paraíso, Dios busca al hombre con una pregunta: “¿dónde estás?”. Dios nos busca, siempre es el primero en dar el primer paso. Es Él quien nos ha elegido, no nosotros a Él. Nosotros somos respuesta a esa pregunta primordial y primigenia. O no somos nada.
¿No os he elegido yo a vosotros?
Pero también somos un montón de preguntas. ¿Cuántas no guardamos en nuestro interior, incluso con rabia? ¿Cuántas no nos gustaría hacerle a Dios mismo? Pero la respuesta, si tiene que llegarnos, lo hará cuando nuestro corazón esté preparado para escucharla; ni un instante antes, ni un instante después. Por eso, cuando no podamos vivir las respuestas, vivamos las preguntas. Sin miedo, sin angustias, en actitud de espera y confianza.
“Sé paciente con todo lo que aún
no está resuelto en tu corazón...
Trata de amar tus propias dudas...
No busques las respuestas
que no se pueden dar,
porque no serías capaz de soportarlas.
Lo importante es
vivirlo todo.
Vive ahora las preguntas.
Tal vez así,
poco a poco,
sin darte cuenta,
puedas algún día
vivir las respuestas.”
Rainer María Rilke.
También nosotros somos una pregunta que hacemos a Dios y esperamos respuesta. Él ya nos ha respondido y nos responde cada día, pero a menudo estamos demasiado ocupados en nuestro ruidoso mundo para escuchar. Jesús es la respuesta de Dios a nosotros.
Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?
Tanto en el evangelio de Lucas como en el de Juan, las primeras palabras de Jesús son una pregunta; en el de Lucas, incluso las primeras tras la resurrección lo son  también. En cierto sentido, cada Evangelio es una interrogación que Dios nos hace a cada uno de nosotros.
¿No habéis leído...? ¿A quién buscáis? ¿Crees esto? ¿Comprendéis lo que he hecho? ¿Por qué me pegas? ¿Por qué lloras? ¿Por qué tenéis miedo? ¿Quién me ha tocado? ¿Qué queréis que os haga? ¿Quién decís que soy yo? ¿No habéis podido velar una hora conmigo? ¿Os faltó algo? ¿Me amas?, ¿me amas?, ¿me quieres?
¿Somos capaces de contestar a algo de todo eso? Pues mucho más es lo que Jesús nos pregunta desde su evangelio y desde nuestra vida.
Quizá estemos demasiado seguros de nuestras certezas muchas veces y debamos regresar a las preguntas como quien regresa al hogar y a la infancia. Para no encorsetar al Espíritu, para dejar a Dios ser Dios.
¿Dios es una pregunta?
Ante la inmensidad de Dios, en bondad, en verdad y en belleza, siempre hay algo que se nos escapa, que se nos refugia en el Misterio: ahí sólo podemos asomarnos apoyados en la muleta de un interrogante.
Pocas grafías hay tan hermosas como el interrogante  “?”.
¿Por qué molestáis a esta mujer?
La pregunta está empapada de ternura y delicadeza. Es imposible el diálogo sin preguntas; es imposible que un niño hable con su padre sin preguntas, ni un amigo con otro amigo, ni un esposo con su esposa. No es posible el amor sin preguntas. No es posible la oración sin preguntas.
Ya llegará el Día del Señor, el día de la Gran Respuesta. Pero hasta entonces las preguntas son parte de nuestro vivir la verdad en los caminos, como son parte de quien es Camino, Verdad y Vida.
Dice Jesús que los niños, y sólo ellos y quienes son como ellos, entrarán en el Reino. ¿Y no es el niño quien domina el arte de preguntar?, ¿no es el niño quien vive perpetuamente instalado en la pregunta?

Guillermo Oroz
Fraternidad Laicos Cistercienses
Eclesalia

¿DIOS, ES DECIR, LA CONCIENCIA?


Es conocida la expresión del gran místico alemán Eckhart “Dios, es decir, la naturaleza” (Deus sive natura); pues bien, me pregunto si podríamos decir “Dios, es decir, la Conciencia”. Veamos cómo.
Reconocemos que Dios es “indecible”, pero la Humanidad le ha atribuido muchos nombres, y la misma Biblia ha empleado varios. Algunos, invocando a Wittgenstein, dicen que entonces sería mejor no decir nada sobre él; pero no hablar de una persona lleva al olvido y a prescindir de ella. Además el joven enamorado escribe el nombre de la amada en todos los árboles del barrio, y el poeta, que no acaba de acertar con la palabra, no renuncia a reelaborar el poema.
Jesús concentró su experiencia de Dios con el término “Padre”, especialmente en el padrenuestro y en la parábola del hijo pródigo. Ciertamente la imagen de Dios como Padre es la más entrañable y significativa para un cristiano pero hoy, por los sentimientos que expresa, muchos la corrigen y la traducen como padre-madre.
Otro término empleado por Jesús para referirse a Dios fue el de “Espíritu”; el que él recibió y el que comunicó a sus discípulos. Creo que presentar a Dios como Espíritu es más apropiado con nuestra cultura actual, porque la imagen de Dios como Padre nos sugiere una dualidad, incluso una distancia: “que estás en los cielos”.
La imagen de Dios como Espíritu me parece preferible porque no implica dos individualidades -Dios y nosotros- sino una energía que nos constituye a todos los hombres (y a la naturaleza de Eckhart).
Nosotros no somos algo separable de Dios, porque él constituye el fundamento de nuestro ser. Sin él no existiríamos. Pensamos en Dios y el mundo como dos seres, pero no se trata de dos seres en sentido unívoco, sino de dos entidades en sentido muy, muy, muy distinto; (sentido análogo según santo Tomás de Aquino). Dios no es una entidad individual, es una entidad relacional; personal, pero no individual o separada de todo lo demás. El lenguaje conceptual sobre Dios nunca es adecuado, porque no es unívoco. Al afirmar algo sobre Dios, tenemos siempre que añadir “pero no es así”.
El lenguaje sobre Dios tiene que contentarse con ser simbólico ¿Podríamos decir, en términos de la física cuántica, que Dios sería como la onda y nosotros como el corpúsculo? La experiencia de los místicos, sufí, cristiana y universal, tiende a la identificación del hombre con Dios, “la ola es el mar” (Willigis Jäger). Nuestros místicos, ¡en tiempos de Inquisición!, hablaron de “matrimonio espiritual”, pero según la misma Escritura “serán dos en una sola carne”.
La conciencia como experiencia de Dios 
Se atribuye al reconocido teólogo jesuita Karl Rahner la predicción de que “el cristiano del siglo XXI sería místico o no sería”, que la fe sería experiencia de Dios o se perderíaYo, cristiano del siglo XXI, no me atrevo a decir que haya tenido alguna experiencia de Dios; sin embargo creo que puedo afirmar -todos, más o menos, podemos afirmar- que hemos tenido alguna experiencia de algo trascendente.
He tenido experiencia de la injusticia de que muchos sufren hambre, enfermedades, humillaciones, muerte, o torturas, por la ambición y la soberbia de unos pocos; y he sentido un deber, superior a mis intereses personales (¿imperativo categórico?), de hacer algo por restablecer la justicia y la dignidad de esas personas. Todas las religiones, igual que los que se declaran ateos, sintetizan su experiencia ética en la “Regla de oro”: “trata a los demás como deseas que te traten a ti”.
La conciencia ética es un signo de la presencia del Espíritu, de la presencia de la energía de Dios (dýnamis tou Theou). Esta idea quizás nos choque porque cambia el esquema en blanco y negro que tenemos sobre gracia santificante y pecado. Sin embargo este esquema de presencia de Dios más o menos intensa, más o menos manifiesta, parece más acorde con la alabanza de Jesús a aquel letrado, “no estás lejos del “Reino de Dios” (Mc 12,34); y más acorde con el ambiguo diálogo sobre el camello y el ojo de la aguja y sobre quiénes se salvan (Mc 10,23-27); y claramente más acorde con la parábola del juicio final: “porque tuve hambre y me disteis de comer” (Mt 25,31-46).
Según Lucas, los primeros diáconos fueron elegidos entre “hombres llenos de Espíritu y de sabiduría” (Hch 6,3) y entre ellos estaba Esteban “hombre lleno de fe y de Espíritu Santo” (Hch 6,5); tanto la fe como la sabiduría eran las cualidades en las que se manifestaba el Espíritu. Igualmente en nosotros, la conciencia de la justicia o injusticia es la señal en que se manifiesta la presencia del Espíritu. Dios, el Espíritu, está presente en mí y se manifiesta como conciencia. Esta conciencia es algo que está en mí, en ti, y en todos; en Caín y en Teresa de Calcuta; en Confucio y en la Revolución francesa; algo que nos penetra y que nos desborda; algo individual pero común a todos, y cuya superioridad respetuosamente nos obliga.
La experiencia ética es la única experiencia de Dios que yo puedo alegar. Sé que esta experiencia ha sido posible porque en determinados momentos se han activado ciertos circuitos neuronales; sin esta activación no habría sentido ni la injusticia ni mi obligación, pero no creo que estos circuitos neuronales puedan obligar a nadie a renunciar a sus intereses en beneficio de otros. Creo que el amor, la justicia, la dignidad humana, son algo más que procesos físico-químícos. “La poesía es más que la tinta con que está escrita”.
Si la conciencia ética es un signo de la presencia de Dios, tendría sentido decir que uno de los nombres de Dios podría ser la Conciencia. Juan no duda en afirmar que Dios es amor. ¿Sería erróneo afirmar, en lenguaje simbólico, que Dios es la Conciencia universal? Es verdad que, como siempre, habría que añadir “pero tampoco es así”, o como reconocía el concilio Lateranense IV “lo que hemos dicho aquí sobre Dios tiene más de erróneo que de acertado”.
Los muchos nombres de Dios son destellos de su realidad inabarcable y, al mismo tiempo, expresiones de nuestras ansias por contemplarlas.
Algunos pensarán que he manipulado conceptos y metáforas para “salirme con la mía”. Puede ser, pero “la mía” es que tengo amigos que se declaran ateos o agnósticos y que me han enseñado mucho. Esos ateos son éticamente honrados (que no es poco) y han asumido un claro compromiso social, y creo que es justo reconocer:
“Ernesto (nombre ficticio), que se proclama ateo,es un hombre lleno de Dios y de conciencia ética”.

temor construye muros que conducen a la pesadilla de vivir como enemigos”


Jesús Bastante

Papa Francisco6Videomensaje del Papa al encuentro de jóvenes de Scholas en Jerusalén
“Gracias por animarse a soñar, a poner mente, manos y corazón para hacer realidad la cultura del encuentro”
“Gracias por animarse a soñar, a buscar el sentido, a crear, a agradecer, a festejar, a poner la mente, las manos y el corazón para hacer realidad la cultura del encuentro”. El Papa Francisco puso el colofón al Congreso de Scholas Ocurrentes en Jerusalén, con un video mensaje en el que habló de fomentar la esperanza en los jóvenes para que sus sueños se cumplan··· Ver noticia

Naciones Unidas condena a España por no garantizar vivienda alternativa a una familia desahuciada



El CAES y Amnistía Internacional destacan que el dictamen del Comité de derechos económicos, sociales y culturales (Comité DESC) pone al descubierto la violación sistémica del derecho a la vivienda en España
5 de julio de 2017

¿Homosexualidad y homofobia en el Vaticano?


José Luis Ferrando

“Un montón de sufrimiento e hipocresía”
“¿Quién le pone el cascabel al gato?”
Hace unos meses, a raíz de la publicación de su libro “La primera piedra”, Krzysztof Charamsa, sacerdote, ex-oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirmaba que el 50% del clero del Vaticano son homosexuales.
Una afirmación bastante mediática. ¿Posible? Dice el mismo: “Es una intuición que sale de mi experiencia, de mi conocimiento de este ambiente”. Sin duda, este hombre ha estado en una atalaya, que le ha permitido observar de cerca muchos comportamientos humanos, por eso su cifra puede aproximarse a la realidad o no, ya que puede ser también intencionada. Otra cosa es que, ciertamente, se trate de un club bastante numeroso. Esto es una sospecha ya tradicional.
No obstante, la discusión no es sobre el porcentaje, sino sobre el sufrimiento, que muchas de esas personas soportan, libremente, cada día al no poder vivir su sexualidad, de acuerdo con los principios establecido por la Santa Madre Iglesia. Porque ese es su pensamiento, pero no sus sentimientos, ni sus acciones. Viven en una esquizofrenia absoluta, que tiene un coste psicológico terrible. Y, además todo eso lo viven en el centro neurálgico de la Iglesia: el Vaticano. Aunque ni ayer, ni hoy le han faltado escándalos de esta índole…Estos hombres asumen el remordimiento con total lucidez, por eso es más sangrante. Aunque sarna con gusto, dicen que no pica.
Todos ellos son absolutamente conscientes de arrastrar una doble vida. Una, aparentemente de santidad y, sin duda de un buen hacer profesional; y la otra, de oscuridad y vergüenza. Por eso el problema no es la homosexualidad, sino cómo se vive o, mejor dicho, se malvive la realización personal, y más en concreto la sexual. Y esto por su formación moral, sacerdotal o religiosa, a la que no quieren, ni pueden renunciar.
Pero, los más fríos e inteligentes ante lo inevitable de la llamada de la naturaleza, sin duda se inventarán racionalizaciones para poder aguantar el tirón vital. La famosa salida del armario les condena a dar un giro total en sus vidas. Para la mayoría, seguramente, esto es algo ya casi imposible e impensable. No aceptarían pasar, de la gloria pequeña o grande, al ostracismo y la marginación. Prefieren sobrevivir de esa manera, a golpe de confesionario. Eso decía hace unas semanas un cura italiano, que lo pillaron frecuentando prostíbulos, que después se confesaba… Un desprestigio para el sacramento de la reconciliación.
Todo esto supone un montón de sufrimiento y de hipocresía. Apariencias, guardar las formas, silencios, sobornos. Todo un mundo, cercano a lo divino, pero “humano, demasiado humano”. La “casta meretriz” del Santo Padre Justino. Y, todo esto salpicado, como decía el Papa Francisco, recientemente, de corrupción. El dinero para tantas cosas raras… Deprimente. Triste.
Otro problema es que muchos de estos señores, a pesar de vivir como viven, en sus pronunciamientos públicos ante las cuestiones de “sexto y nono” mantienen las posiciones más fosilizadas y conservadoras, sin un ápice de mirarse a sí mismos. Resulta increíble, pero cierto. Por un lado está ese mundo escondido, que malviven como pueden; y, por otro sus manifestaciones públicas. Se consideran la quintaesencia de la moral.
Al final el quid de la cuestión estriba, no tanto en la vivencia de la opción sexual por parte de cada uno, sino en la forma de vivirla y las consecuencias que eso tiene para ellos personalmente y para la Iglesia. Y, sobre todo que no salga a la luz pública, sino se mantenga en la oscuridad. Pero: ¿Quién mueve ficha y qué ficha hay que mover…?
De ahí la existencia de “homofobia”, que denuncia Charamsa. Es la condena por haber abandonado el club, saliendo del armario y pegando un portazo. Si, al menos lo hubiera hecho “mutis y por el foro”, es decir, calladito y sin ruido. Estos señores no toleran la personalización pública del asunto. Mientras sea genérico, es decir se hable de porcentajes o de “lobbies”, se sienten a salvo y sin problemas. Los nombres y apellidos es lo peligroso, aunque se sepan, pero no se pronuncian en plaza pública. Siempre “soto voce”… Fulanito, menganito…
La imagen de una Iglesia muy dañada, justamente por aquellos temas, que ella ha defendido desde siempre, como muy importantes, sobre todo en relación con el sacramento de la reconciliación, hace que se resienta notablemente su credibilidad. Estas miserias humanas de la doble vida, no desde el punto de vista moral -allá cada uno ante su conciencia-, sin duda, comprometen la fe de mucha gente sencilla, que no entienden estos comportamientos, a escondidas, en hombres de Dios, maduros y adultos. Pero quién le pone el cascabel al gato… Por otro lado, sin duda hay muchos hombres y mujeres que trabajan dentro de los muros de San Pedro y que llevan una vida intachable e impecable. y, gracias a ellos, la factoría funciona y produce, no sin estridencias.

Urge renovar la teología


José M. Castillo, teólogo

Castillo2Fuente: Teología sin censura
La teología, que rige el pensamiento de la Iglesia y nos dice por dónde tienen que ir las decisiones de la Iglesia, es más importante que el papa, los cardenales, los obispos, los clérigos, los teólogos, los fieles, las leyes, los ritos, las costumbres, todo lo demás que hay en la Iglesia. La teología, a fin de cuentas, nos dice a todos lo que Dios quiere y lo que Dios manda. De forma que el papa (sea el que sea) dice y manda lo que la teología le indica. Por eso es tan importante la teología.
El problema está, según creo, en que a una cantidad importante de cristianos no les interesa la teología. Ni, por tanto, saben mucho de teología. Lo cual es comprensible. Porque la teología, que se suele enseñar (donde eso se enseña), utiliza una serie de palabras, conceptos y criterios, que inventaron los griegos de la Antigüedad, pero que, en estos tiempos, la mayor parte de la gente no sabe ni lo que quiere decir ese vocabulario, ni para qué sirve.
El centro, el eje, la clave de la teología cristiana tendría que ser, no el pensamiento de los sabios griegos de la Antigüedad. Y menos aún, los mitos religiosos anteriores al judaísmo, que en la Biblia los leemos como “Palabra de Dios”. La teología cristiana debería tener como centro, eje y clave lo que es el origen y el principio determinante del cristianismo: aquel humilde artesano galileo, que fue JESÚS DE NAZARET: su forma de vivir, lo que hizo, lo que dijo, lo que le interesó y le preocupó, lo que vio en él la gente que le conoció y el “recuerdo peligroso”, que aquel hombre tan singular nos dejó.
Este “recuerdo peligroso” de Jesús quedó escrito en el Evangelio, que se resume y se recopila en cuatro colecciones de relatos, los cuatro evangelios, es decir, la “teología narrativa”, resumen determinante de toda posible teología que pretenda denominarse “cristiana”. El centro de la teología cristiana no puede estar fuera del Evangelio. Ni puede ser teología cristiana si no entraña un “recuerdo peligroso”.
Ahora bien, leyendo y releyendo la teología narrativa, que nos presenta el Evangelio, lo que, en ese conjunto de relatos se advierte en seguida, es que las tres grandes preocupaciones, que ágina web de Redes Cristianas
Castillo2Fuente: Teología sin censura
La teología, que rige el pensamiento de la Iglesia y nos dice por dónde tienen que ir las decisiones de la Iglesia, es más importante que el papa, los cardenales, los obispos, los clérigos, los teólogos, los fieles, las leyes, los ritos, las costumbres, todo lo demás que hay en la Iglesia. La teología, a fin de cuentas, nos dice a todos lo que Dios quiere y lo que Dios manda. De forma que el papa (sea el que sea) dice y manda lo que la teología le indica. Por eso es tan importante la teología.
El problema está, según creo, en que a una cantidad importante de cristianos no les interesa la teología. Ni, por tanto, saben mucho de teología. Lo cual es comprensible. Porque la teología, que se suele enseñar (donde eso se enseña), utiliza una serie de palabras, conceptos y criterios, que inventaron los griegos de la Antigüedad, pero que, en estos tiempos, la mayor parte de la gente no sabe ni lo que quiere decir ese vocabulario, ni para qué sirve.
El centro, el eje, la clave de la teología cristiana tendría que ser, no el pensamiento de los sabios griegos de la Antigüedad. Y menos aún, los mitos religiosos anteriores al judaísmo, que en la Biblia los leemos como “Palabra de Dios”. La teología cristiana debería tener como centro, eje y clave lo que es el origen y el principio determinante del cristianismo: aquel humilde artesano galileo, que fue JESÚS DE NAZARET: su forma de vivir, lo que hizo, lo que dijo, lo que le interesó y le preocupó, lo que vio en él la gente que le conoció y el “recuerdo peligroso”, que aquel hombre tan singular nos dejó.
Este “recuerdo peligroso” de Jesús quedó escrito en el Evangelio, que se resume y se recopila en cuatro colecciones de relatos, los cuatro evangelios, es decir, la “teología narrativa”, resumen determinante de toda posible teología que pretenda denominarse “cristiana”. El centro de la teología cristiana no puede estar fuera del Evangelio. Ni puede ser teología cristiana si no entraña un “recuerdo peligroso”.
Ahora bien, leyendo y releyendo la teología narrativa, que nos presenta el Evangelio, lo que, en ese conjunto de relatos se advierte en seguida, es que las tres grandes preocupaciones, que ocuparon y acapararon la vida de Jesús, fueron: 1) la salud de los seres humanos (relatos de curaciones, expresadas en el “género literario” de milagros); 2) la alimentación compartida (las comidas de las que tanto se habla en los evangelios); 3) las relaciones humanas (sermones y parábolas). La fe, la relación con el Padre, los sentimientos personales más hondos…, todo, en la vida de Jesús gira en torno a estas tres preocupaciones.
Y estas preocupaciones fueron tan fuertes, que Jesús las antepuso a las normas que imponían los maestros de la ley, a las observancias de los fariseos, a la autoridad de los sumos sacerdotes…. Hasta tal punto, que esto le costó la vida. Jesús hizo todo esto porque aseguraba que quien le veía a él, a quien veía era a Dios (Jn 14, 7-9). O sea, se identificó con Dios.
Lo central, en la vida de Jesús, no fue la religión. Fue humanizar este mundo tan deshumanizado. No nos debería preocupar tanto el diálogo de las religiones. Nos debería preocupar lo que preocupa a todos los humanos: la salud, la comida compartida, las mejores relaciones humanas. Los tres pilares de toda posible religión. Es lo que centró la vida de Jesús: humanizar esta vida. En eso está el camino de la esperanza que nos lleva a Dios.
 y acapararon la vida de Jesús, fueron: 1) la salud de los seres humanos (relatos de curaciones, expresadas en el “género literario” de milagros); 2) la alimentación compartida (las comidas de las que tanto se habla en los evangelios); 3) las relaciones humanas (sermones y parábolas). La fe, la relación con el Padre, los sentimientos personales más hondos…, todo, en la vida de Jesús gira en torno a estas tres preocupaciones.

Y estas preocupaciones fueron tan fuertes, que Jesús las antepuso a las normas que imponían los maestros de la ley, a las observancias de los fariseos, a la autoridad de los sumos sacerdotes…. Hasta tal punto, que esto le costó la vida. Jesús hizo todo esto porque aseguraba que quien le veía a él, a quien veía era a Dios (Jn 14, 7-9). O sea, se identificó con Dios.
Lo central, en la vida de Jesús, no fue la religión. Fue humanizar este mundo tan deshumanizado. No nos debería preocupar tanto el diálogo de las religiones. Nos debería preocupar lo que preocupa a todos los humanos: la salud, la comida compartida, las mejores relaciones humanas. Los tres pilares de toda posible religión. Es lo que centró la vida de Jesús: humanizar esta vida. En eso está el camino de la esperanza que nos lleva a Dios.