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lunes, 18 de junio de 2018

La mujer y el ser


Jaime Richart, Antropólogo y jurista

Redes Cristianas
Hace mucho que me hago estas preguntas, para las que hasta ahora no he encontrado una respuesta satisfactoria… Pero ahora que en España un presidente del gobierno ha nombrado ministras a 11 mujeres y ministros a cuatro hombres (haciendo añicos, por cierto, la paridad por la que dice luchar el partido político en el que militan), vuelve a mi cabeza la misma pregunta: ¿por qué no hay ni una sola mujer universal en la historia de la humanidad que haya construido un sistema filosófico, asimismo universal, que explique la vida y el mundo? ¿por qué no hay tampoco ni una sola mujer fundadora de una religión monoteísta, politeísta o animista, de una doctrina o de una simple secta?
Tengo una edad más cercana al fin de la vida que de la andropausia, y no creo en absoluto que la respuesta esté en la inveterada marginación de la mujer en asuntos de cultura y pensamiento. Aunque bien es verdad que esa marginación ha podido influir notablemente en sus inclinaciones mentales. Pero en el mundo occidental, hace más de un siglo que la mujer se incorporó al quehacer y preocupaciones del hombre. Por lo que si hubiese sido aquella la causa de su aparente incapacidad, más bien deberíamos llamarla pereza…
Aunque este es un asunto espinoso en España, porque en España sí que la causa de la mujer como género ha despertado prácticamente hace medio siglo, tras otros intentos fallidos como consecuencia de las convulsiones históricas recurrentes que sufre ese país, por eso mismo el asunto vuelve a moverme reflexión. Sobre todo teniendo en cuenta que en el sistema de la extinta Unión Soviética, la mujer tenía la exacta consideración que el hombre y en él no existían las trabas profundas habidas en occidente, especialmente en España y en los países de habla hispana.
Por consiguiente los factores cultura, pensamiento y conocimiento vedados por la cultura a la mujer, no se me ocurre que sean la causa de no haber creado sistemas filosóficos ni haber fundado religiones, ni doctrinas, ni sectas. Yo creo a mis años (y al decir “yo creo” he de aclarar que mis “creencias” siempre han de ser provisionales dada la propensión de la personalidad reflexiva a peregrinar por las esferas del pensamiento), la razón verdadera de no haber fundado ni filosofías ni doctrinas ni religiones está en la naturaleza, en el alma y en el espíritu de la mujer: lo que el filósofo llamaría su “ontología”, en su propio ser.
La mujer crea vida por la gestación y la maternidad. Al no ser capaz de crearla, el hombre la “imita” a través de la creatividad, que no es más que un sucedáneo y un alivio para su incapacidad de “creación” de vida. Y la creatividad, frustrada su capacidad de crear, va ligada a la imaginación, a la cábala, a la fabulación y a la ensoñación. Lo que no significa que estas aptitudes, habilidades o contingencias no estén en la psique de la mujer. Pero están mucho más atenuadas. Y en ello sí que ha de influir notablemente la ausencia más o menos obligada de los aspectos culturales y los roles de macho y hembra que encierra la aventura humana. Porque la mujer difícilmente fantasea después de la niñez, de la pubertad y de la adolescencia. Hasta ayer al menos, la mujer mantiene los pies firmemente en el suelo y solamente huye de la realidad por los vapores del amor o por la ausencia del amor buscando a Dios o algo similar…
En todo caso, y por las suspicacias que mis preguntas pudieran suscitar, me veo precisado a aclarar antes de terminar, que la profundidad de ambas preguntas nada tiene que ver con la insinuación de la supuesta incapacidad de la mujer para crear sistemas filosóficos o religiones que, si bien se examina no son más que embrollos y fuente éstas últimas de hitos sangrientos en la historia. Más bien tienen que ver con la sospecha de que la mujer encierra una verdadera sabiduría de la que nunca se ha hablado. Lo que me lleva en cualquier caso a la dictaminar, aunque solo sea para mí mismo y tras sesudas reflexiones durante muchos años, que cuando a la mujer, como género, se le ha pasado por la cabeza crear un sistema filosófico o fundar una religión, ha llegado ella su vez a la conclusión de que no valía la pena…
Si esta mi conclusión convertida aquí en tesina provisional fuese equivocada, me sospecho que habrán de pasar todavía muchas décadas hasta descubrirlo. Y aun así las ideas o la ciencia que la refuten también estarán sujetas a otras razones científicas que a su vez la contradigan. Y así sucesivamente. Pues nada hay bajo el sol que, salvo el sol y su luz, merezcan rotundamente el nombre de “verdad”…

Santos culpables


Alberto Revuelta

Visto lo visto y lo vislumbrado en Chile y en Australia, pero sobre todo en el primer país creo que es obligado preguntarse por las responsabilidades eclesiásticas, y eclesiales, en lo que ha ocurrido y lo que está ocurriendo.
Los abusadores, violadores de niños y adolescentes son los criminales responsables en primer lugar, sin duda. Los que conocían y no denunciaron, u ocultaron, como encubridores, consentidores y protectores de aquellos, en segundo.··· Ver noticia ··

Europa, ¿déficit democrático o deriva autoritaria?


Fernando Luengo

la marea
“No estamos, pues, ante un déficit democrático o una baja calidad democrática, sino ante una deriva autoritaria que surge del papel cada vez más prominente de las grandes corporaciones y la industria financiera”, asegura el autor.
Se ha convertido en una moneda de uso común en el relato de una parte de la economía crítica utilizar las expresiones “déficit democrático” o “baja calidad democrática” para hacer referencia al diseño y funcionamiento de las instituciones comunitarias; carencias que obligarían, para conseguir un buen funcionamiento de la zona euro, a introducir mejoras o cambios en el actual marco institucional.
Estos términos apuntan, sobre todo, al limitado papel desempeñado por el Parlamento Europeo, en comparación con otros organismos —como, por ejemplo, el Consejo Europeo, la Comisión Europea o el Banco Central Europeo— que, por su carácter intergubernamental, no cuentan con la legitimidad proporcionada por las urnas. También se hace referencia a los mecanismos de elección de las personas que están al frente de esos espacios.
No discuto la pertinencia de esas y otras reformas dirigidas a corregir evidentes restricciones, desde la perspectiva del funcionamiento democrático, en el engranaje institucional comunitario. Pero me parece evidente que reducir o centrar el “problema democrático” de Europa a esas insuficiencias constituye un error de bulto en el diagnóstico que limita la acción política.
Conviene tener presente que la creación de la Unión Económica y Monetaria puso en el centro de la construcción europea las finanzas y los grandes bancos, suprimiendo todas las restricciones al libre movimiento de capitales. Concedió todo el protagonismo a los mercados financieros, una parte importante de los cuales se mueve en territorios opacos, y a las grandes firmas que los articulan. A la vista de la capacidad de las finanzas de condicionar e hipotecar las políticas de los gobiernos, esta perspectiva debe ser muy tenida en cuenta cuando se reflexiona sobre los déficits democráticos (en plural).
Lo mismo cabe decir del protagonismo de las grandes corporaciones cuyo volumen de negocio es muy superior al presupuesto de la mayor parte de los estados nacionales. Estas corporaciones se organizan como grupos de presión para influir en la agenda de las instituciones comunitarias y utilizan a menudo la ingeniería contable para eludir sus obligaciones tributarias y colocar su tesorería en paraísos fiscales, privando de recursos a las administraciones públicas. No hay que olvidar que uno de los resultados de la crisis, al que apenas se hace referencia en las valoraciones al uso, es que el poder económico y financiero de los grandes grupos económicos, y también de las grandes fortunas y patrimonios, ha aumentado.
Otro ejemplo que ilustra las carencias democráticas presentes en Europa ha sido la decisión de otorgar rango constitucional a un planteamiento de política económica que coloca el ajuste presupuestario como piedra angular de la actuación de los gobiernos, negando de esta manera la necesaria pluralidad de opciones tanto en la definición de los objetivos como en las prioridades, los instrumentos y los plazos de ejecución. Un verdadero golpe de mano que sitúa los estándares democráticos europeos bajo mínimos.
Tampoco pasaría la prueba de un mínimo control democrático la utilización del Banco Central Europeo, privando de liquidez a la banca griega, con el único objetivo de forzar la rendición del gobierno de Syriza; y, más recientemente, la decisión de reducir la adquisición de bonos italianos en el mercado secundario con la indisimulada intención de advertir al gobierno salido de las últimas elecciones de las consecuencias de aplicar una política económica que desafíe los pilares de la moneda única.
No estamos, pues, ante un déficit democrático o una baja calidad democrática, sino ante una deriva autoritaria que surge del papel cada vez más prominente de las grandes corporaciones y la industria financiera, de la captura de las instituciones por los grupos económicos y de la orientación de las políticas implementadas por las elites. Enfrentar esta deriva requiere, cuando menos, actuar en las siguientes direcciones:
Regular con la máxima transparencia las relaciones de las instituciones comunitarias con la sociedad civil, y particularmente con los lobbies que representan los intereses de las grandes corporaciones. En este contexto, deben prohibirse las puertas giratorias.
Desconstitucionalizar la obligatoriedad de que la acción de los gobiernos persiga como objetivo el ajuste presupuestario y, por supuesto, la obligación de atender, con carácter prioritario, por encima de cualquier otra consideración, los pagos de los intereses y la devolución de los préstamos a los acreedores.
Los requisitos de condicionalidad presupuestaria deben ser suprimidos, trasladando la soberanía en esa materia a los gobiernos. Las exigencias relativas al déficit y la deuda públicos deben ser sustituidas por otras basadas en el respeto a los derechos de la ciudadanía, la equidad de género, el empleo decente y la sostenibilidad.
Prohibir los paraísos fiscales, perseguir la ingeniería contable practicada por las empresas transnacionales y preservar los derechos de los trabajadores a través de la negociación colectiva.
Aumentar de manera sustancial el presupuesto comunitario, financiarlo, tanto a escala comunitaria como de los estados nacionales, con criterios de progresividad y poner los recursos disponibles al servicio de una política orientada a la convergencia productiva, social y territorial.
Nada de esto se encuentra en la agenda del próximo Consejo Europeo, que, supuestamente, debería abrir las puertas a una nueva arquitectura institucional europea. Una prueba más, por si teníamos pocas, de la inercia conservadora de las elites económicas y políticas europeas. Ante este escenario, que consolida y refuerza la deriva autoritaria, las izquierdas y la economía crítica deben estar a la altura del desafío y ofrecer alternativas que apunten con decisión hacia otra Europa

Juan Ignacio Cortés: “Las víctimas de abusos en España han sido maltratadas y olvidadas

Jesús Bastante

EL AUTOR DE ‘LOBOS CON PIEL DE PASTOR': “SOLO ME PUEDO QUITAR EL SOMBRERO” ANTE ELLAS
“La Iglesia debe acordarse del valor de la penitencia y de pedir perdón. Esto Francisco lo ha demostrado con hechos”
“Hay al menos 50 víctimas” de abusos del clero español “hacia las que la Iglesia debería dirigirse como Iglesia, y no lo está haciendo”. Esa es la denuncia que hace Juan Ignacio Cortés, autor de “Lobos con piel de pastor. Pederastia y crisis en la Iglesia católica” (San Pablo), la primera investigación sobre pederastia en la Iglesia en España, quien añade además que el desafío de la Iglesia española en este tema es “ver qué hay en los armarios, sacarlo a la luz, pedir perdón e intentarlo reparar”.··· Ver noticia ··

¿Y ahora quién gobierna el mundo?

Federico Larsen

Redes Cristianas
(L’Ombelico del Mondo, rebelión)
Problemas en las alturas
La foto la hizo circular la misma oficina de prensa de Angela Merkel. El retrato más evidente de la crisis del multilateralismo actual, en unos pocos minutos dio la vuelta al mundo. La canciller alemana aparece de pie, de un lado de la mesa, en un gesto serio, cual maestra frente a una nueva y predecible decepción. A su derecha el presidente francés Emmanuel Macron, la primer ministro inglesa Theresa May, y el presidente de la comisión europea Jean-Claude Juncker. A su izquierda el primer ministro japonés, Shinzo Abe, aparentemente atónito. Del otro lado de la mesa, solo, de brazos cruzados, inmutable, alardeando su irritante seguridad, el presidente norteamericano, Donald Trump.
La foto la hizo circular la misma oficina de prensa de Angela Merkel. El retrato más evidente de la crisis del multilateralismo actual, en unos pocos minutos dio la vuelta al mundo. La canciller alemana aparece de pie, de un lado de la mesa, en un gesto serio, cual maestra frente a una nueva y predecible decepción. A su derecha el presidente francés Emmanuel Macron, la primer ministro inglesa Theresa May, y el presidente de la comisión europea Jean-Claude Juncker. A su izquierda el primer ministro japonés, Shinzo Abe, aparentemente atónito. Del otro lado de la mesa, solo, de brazos cruzados, inmutable, alardeando su irritante seguridad, el presidente norteamericano, Donald Trump.
La postal no podría ser más exacta. Se trataba del primer día de un muy discutido encuentro entre los jefes de Estado y de gobierno del G7, en Canadá. Durante semanas los ‘sherpas’, negociadores de cada gobierno que se aseguran de que todos los acuerdos estén ya cocinados para cuando lleguen los mandatarios para la foto, se habían agarrado de los pelos, y habían lanzado a gritos denuncias desesperadas a través de la prensa en contra del gobierno norteamericano. Es que aparentemente, y por primera vez desde que existe este tipo de eventos, la delegación de los EEUU habría dinamitado todo tipo de negociación previa, al punto de que unos días antes de la cumbre no se había podido consensuar ni la agenda de debate, ni mucho menos las líneas rectoras del documento final. De hecho, la declaración conjunta que dio a conocer el sábado a la noche el anfitrión canadiense, fue redactada a horas antes, en un evidente intento de sacar algo para salvar las apariencias.
Pero el joven y supuestamente capaz Justin Troudeau, durante la conferencia de prensa final de la cumbre, no pudo contener su decepción y metió la pata: “La suba de los aranceles al acero son un insulto a los canadienses” soltó. Desde su avión presidencial, vía twitter, y sin pelos en la lengua, Trump dio la orden a sus funcionarios de retirar la firma estadounidense del trabajoso comunicado final del G7, desatando todo tipo de reacciones. Todas las que la foto del día anterior nos permite imaginar.
¿Y ahora quién gobierna el mundo?
Está claro que el naufragio del G7 de Charlevoix era más que predecible. El gobierno norteamericano entorpeció las negociaciones previas, anunció que se retiraría antes de tiempo sólo en las horas previas al encuentro, declaró abiertamente que sería necesario el retorno de la Federación Rusa al grupo -expulsada en 2014 tras la anexión de Crimea y fuertemente resistida por los países europeos- y ninguneó todos los reclamos sobre el alza de los aranceles a la importación de acero y aluminio en su país. Es decir, hizo todo lo posible para incomodar y enojar al resto, y por lo que se vio en fotos y redes sociales parece haberlo disfrutado.
Pero también queda claro el fracaso de este tipo de espacios, nacidos como los encargados de gestionar la llamada “gobernanza global”. Hace ya varios años -aún antes de que Trump llegara a la presidencia de los EEUU-, que el G7 y el G20 muestran cierta incapacidad en llegar a un consenso para la reformulación y el gobierno del sistema-mundo actual. Si bien ya han sido reconocidas como las cumbres en las que se discuten los principales problemas que enfrenta la humanidad, no dejan de ser espacios informales, cuya naturaleza es exclusivamente política, y por lo tanto quedan expuestas a este tipo de inoperancia ante los desplantes de uno de sus socios. Especialmente si se trata del socio fundador y mayoritario.
Las cumbres de los países más industrializados del mundo surgieron en el marco de la post-guerra fría, ante la certeza del triunfo del sistema neoliberal, su necesaria expansión hacia el mundo post-soviético. Pero también fue clave la decadencia por inercia de los espacios formales de discusión internacional, como la ONU y otras organizaciones internacionales, evidentemente incapaces de cumplir con los objetivos de paz y prosperidad que se les había encomendado al finalizar la Segunda Guerra Mundial. La responsabilidad de dar un rumbo al desarrollo internacional no podía que recaer en aquellos países considerados más desarrollados, en base a la idea imperante en aquellos años -tan cuestionable como peligrosa- según la cual poderío económico y desarrollo son prácticamente sinónimos.
Sin estatuto, sin reglas, sin mecanismos de participación, sin estructura, los siete países -y luego ocho cuando Vladimir Putin logró la inclusión de Rusia en los despachos de la élite mundial para ser nuevamente excluido más tarde- más industrializados de la tierra asumieron unilateralmente la comandancia del mundo globalizado estableciendo líneas de acción comunes y marcando al resto del planeta qué es o no deseable en términos de comercio, finanzas, seguridad y medio ambiente. Directrices que luego se fueron concretando en los ámbitos formales de discusión planetaria, como la Organización Mundial del Comercio, la OTAN o los organismos especializados de la familia de las Naciones Unidas.
Las crisis económicas de 1997 primero -en el sudeste asiático- y de 2008 después -en EEUU y Europa- obligaron a las potencias del G8 a ampliar la participación a los países emergentes, en un intento de reforzar la legitimidad del espacio incluyendo voces del mundo periférico. Lo que habían sido reuniones técnicas e informales de los ministros de finanzas y economía desde 1998 se convirtieron con la crisis financiera internacional de principio de los 2000 en espacio de discusión ampliado de las -supuestas- 20 economías más desarrolladas del mundo, el G20. El objetivo seguía siendo el mismo. Consensuar líneas de acción común. Pero esta vez la política de los países centrales podía contar con la anuencia de los presidentes de algunos de los periféricos, extasiados con haber llegado a la cumbre de la política mundial.
Sin embargo, lo que había surgido como la promesa de reforma del desigual sistema financiero internacional, se reveló rápidamente en la reafirmación de las asimetrías existentes. Las cumbres de alto nivel del G20 se habían inaugurado con el compromiso de ampliar la participación de los países periféricos en la gobernanza de la economía-mundo, la lucha a la especulación y los paraísos fiscales, el trabajo mancomunado para enfrentar las crisis económicas en cualquier parte del sistema apareciesen, la reforma de los organismos internacionales de crédito para que los países periféricos pudieran tener mayor peso e intervención en la economía internacional. Casi nada de eso se cumplió.
Un caso paradigmático es el de los países latinoamericanos. En el G20, América Latina está representada por México -alineado abiertamente con los EEUU-, Brasil y Argentina. Estos últimos dos representaron durante la primer década del siglo como dos países en ascenso con propuestas claras de reforma del sistema económico global en un sentido más progresista. En el continente, instancias como Unasur, y especialmente el Banco del Sur se habían erigido como alternativa solidaria y regional al sistema económico imperante. Sin embargo todas las propuestas latinoamericanas para reformar el sistema financiero mundial y la supuesta combatividad de sus representantes se amansaron rápidamente ante la promesa de aumentar las cuotas de participación de Brasil y Argentina en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial.
Abajo de la cumbre
La reafirmación del estatus-quo a pesar de las promesas se puede ver en los datos acerca de la distribución de la riqueza a nivel mundial. Según el Informe Sobre la Desigualdad Global 2018 del World Inequality Database, la participación del 10% más rico de la población mundial en la producción de riqueza no ha parado de crecer en los últimos 20 años, y especialmente en el mundo periférico.
Es decir, existen pequeños sectores que concentran la riqueza global, como siempre ha sucedido, pero que desde la consolidación del actual sistema-mundo y su forma de gobernanza global han aumentado su apropiación de manera inédita. La economía-mundo inaugurada a partir de los años ’90 ha, de hecho, revertido una tendencia que se mantuvo durante casi todo el siglo XX y que veía al 1% más rico del planeta ir disminuyendo paulatinamente su participación en la acumulación de riqueza global.
Esto se ha logrado especialmente a través de aquellas directrices que los países centrales han establecido para el resto del mundo: libre comercio, libre circulación de mercancías y no de personas, achicamiento de la participación estatal y de las barreras arancelarias y para-arancelarias al comercio, expansión del sistema financiero a regiones cada vez más periféricas del sistema. Estas acciones permitirían a su vez, como consecuencia natural o efecto secundario, la expansión de servicios e instituciones necesarios para el avance del “desarrollo”: vías de comunicación, puertos, infraestructura, derechos, telecomunicaciones etc…
Lo curioso de la situación actual de la gobernanza global es que su declino y crisis no está dado por la constatación de que este efecto de “derrame” de la prosperidad jamás se ha concretado, sino que su principal riesgo parece circunscribirse al equilibrio en el sistema de intercambio entre países centrales y su capacidad de hegemonizar el sistema en sí. Se ha querido instalar en los últimos meses una profunda ruptura dada por la dicotomía entre librecambismo neoliberal y conservadurismo proteccionista. Esto quizás pueda reflejar lo que sucede en la cumbre, en los espacios de decisión del G7, pero evidentemente se convierte en una disputa nimia al analizar al sistema-mundo en su conjunto.
Existe sin embargo un efecto que ha tomado un inusitado protagonismo en los últimos años, y que está teniendo un efecto cada vez más determinante en este tipo de espacios de decisión. Se trata de un proceso muy complejo, que tiene explicaciones económicas, sociales y políticas muy profundas, pero que se puede resumir en el renovado protagonismo de una derecha “popular” en la oposición al sistema generado por el librecambio neoliberal. Movimientos “soberanistas”, nacionalistas, xenófobos, neo-fascistas, malamente apilados dentro de la inmensa categoría de populistas se convirtieron en opciones concretas de poder en los países potencia, poniendo en entredicho la hegemonía construida en treinta años de neoliberalismo. Lo sucedido en los últimos tres años en Inglaterra, Hungría, Polonia, EEUU y recientemente en Italia, ha demostrado que ciertos cambios políticos domésticos pueden poner en peligro un determinado equilibrio internacional.
A pesar de las particularidades locales, la raíz que acomuna el accionar de este tipo de movimientos en el ámbito de las relaciones internacionales es siempre la misma: la determinación a rechazar las limitaciones a la soberanía nacional por parte de cualquier tipo de organización, tratado, o acuerdo, y el sobredimensionamiento del “interés nacional” en las negociaciones con otros actores internacionales. Es decir, que el proceso de institucionalización de la sociedad internacional abierto en la segunda mitad del siglo XX, y que entró en crisis con la multiplicación de cumbres informales en su liderazgo, se enfrenta hoy al intento de retornar a un mundo donde el interés doméstico determina la relación entre los estados, y la ley del más fuerte dirime las diferencias. Eso es lo que revela la cara de Trump en la foto del pasado fin de semana.
Lo sucedido en Canadá, más que a las excentricidades antipáticas de un mandatario poco ortodoxo, responde al crecimiento político y a nivel global de los tradicionales detractores del sistema de acumulación capitalista de los últimos decenios. Un sector que no se mueve -ni siquiera en su faceta más retórica- por solidaridad o rechazo a las injusticias, sino por miedo a que sus intereses sean afectados, o a perder sus privilegios. Incluso cuando esos privilegios sean derechos básicos de ciudadanía supuestamente amenazados por el extranjero.
La contienda está entonces planteada entre un sector que defiende el sistema que en pocas décadas multiplicó la desigualdad a nivel global (claramente hegemónico), y aquel que desea defender nada más que los intereses propios de casta, nación, clase, raza, “civilización”… Una dicotomía que desde una perspectiva crítica resulta engañosa, por no decir falsa, al no presentar ninguna alternativa al modelo de desigualdad y exclusión por fuera de las economías centrales del sistema.
Los llamados que desde América Latina se hicieron en la última década para “retomar el espíritu de Bandung” -en referencia a la cumbre que dio vida a lo que luego fue el Movimiento de Países No Alineados representante del mundo periférico en las grandes organizaciones internacionales- quedaron sin respuesta y cada vez más débiles. Más aún ante el avance de los sectores vinculados el librecambismo liberal en el sur del mundo, mientras en el norte se multiplica el conservadurismo soberanista, y en ninguno de los dos parecería fortalecerse una clara alternativa.

Efecto llamada. Los datos que echan por tierra el mantra racista del “efecto llamada” tras el AquariusSahara


Jairo Vargas

barco akuariusLas llegadas de pateras a las costas españolas ha ido aumentado cada año desde 2014 hasta que en 2017 casi se triplicó la cifra de 2016. Hasta mayo de 2018 ya había llegado el doble de personas que en el mismo periodo de 2017
“La avalancha de pateras confirma el efecto llamada del caso Aquarius en Andalucía”. Así titulaba el diario ABC su noticia de su criticada portada del pasado domingo, coincidiendo con la llegada a València de las 630 personas rescatadas la pasada semana en el Mediterráneo por el barco de Aquarius, a los que el Gobierno italiano cerró sus puertos.··· Ver noticia ··

Salvini en el pretorio: ¿Barrabás o los emigrantes del Aquarius?


Pablo Font Oporto

barco akuariusUno de los pasajes del Evangelio más escalofriantes es aquel en que Poncio Pilatos, gobernador de Judea, intenta desesperadamente una jugada que compatibilice sus intereses y ambiciones personales con sus escrúpulos de conciencia: no encontrando modo de condenar en Derecho y justicia a Jesús, no pudiendo no condenarlo sin perjuicio para su carrera política, intenta externalizar la decisión: que sea el pueblo quien elija.··· Ver noticia ·