FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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jueves, 13 de febrero de 2020

Pikaza: “Para ‘sacerdotes’ en el sentido tradicional católico, sobran los que tenemos”


Pikaza2“El Papa ha dicho bien: no a sacerdotes casados ni mujeres sacerdotes. Ahora empieza todo”
“No se arregla nada con que algunos casados puedan ser sacerdotes, ni que se ordenen algunas mujeres, en la forma actual del sacerdocio clerical”
“En las circunstancias actuales, ‘ordenar’ algunas mujeres o casados para este sacerdocio clerical sería un engaño, una mentira, una equivocación” ··· Ver noticia ·

Diamantino

Redes Cristianas
Manuel Velasco Haro
Diamantino1Texto leído en la celebración del 25 aniversario de la muerte de Diamantino García en Osuna el 9 de Febrero(Redacción de RR.CC)
El día 9 de febrero de 2020 se cumplen 25 años del fallecimiento de nuestro querido compañero Diamantino. Hace ahora 25 años que muchos y muchas de nosotros estuvimos aquí en este mismo lugar aquel día triste y lluvioso, dándole la última despedida. A pesar del tiempo transcurrido, la sola mención de su nombre sigue despertando en mucha gente una fuerte sensación de nostalgia, emoción y recuerdos inolvidables. Falleció demasiado joven, como los grandes mitos, pero su vida, sus palabras y sus hechos forman parte del mejor patrimonio humano que ha tenido Andalucía en toda su historia.
Diamantino había nacido en Ituero de Azaba, un pequeño pueblo de Salamanca, pero con cinco años se trasladó a Sevilla. Aquí estudió y se hizo sacerdote, convencido de dedicar su vida a los demás. El 10 de Agosto de 1969, llegó a Los Corrales con tan solo 26 años de edad para dirigir la Parroquia, aunque su destino no fue casual, porque junto a un equipo de cuatro compañeros más, habían elegido la Sierra Sur de Sevilla para su trabajo: Los Corrales, Martín de la Jara. Pedrera. Gilena y Aguadulce. Allí se instalaron Diamantino, Miguel, Enrique, Juan y Esteban.
En las primeras semanas iniciaron la creación del “Movimiento Junior”, organizando una serie de grupos de niños y jóvenes que nos reuníamos con ellos para hablar de solidaridad, del egoísmo de las injusticias sociales. Al poco tiempo dejaron de repartir las hojas parroquiales que llegaban del Episcopado y comenzaron a editar cada semana sus propias hojas, en las que reflejaban otra versión del cristianismo y de los problemas reales de la gente. Más tarde, comenzaron a señalar también la falta de libertad del Régimen Franquista y la reacción no se hizo esperar en las autoridades de la época, ni en los sectores conservadores, que empezaron a escandalizarse de aquellos curas.
A medida que los grupos se fueron ampliando, curiosamente, en todos los pueblos surgió el mismo calificativo hacia los jóvenes que nos acercábamos a ellos, señalándonos en tono despectivo como: “la gente del cura”. Desde los primeros momentos aquellos nuevos sacerdotes se propusieron ser considerados como otros trabajadores más del pueblo, trabajando en la aceituna o emigrando a la vendimia francesa. En muy poco tiempo, Diamantino consiguió hacerse querer por muchas familias humildes, conociendo a todos y todas por sus nombres y por sus apodos. Allí donde había un enfermo, un necesitado o un problema, siempre estaba presente y disponible para resolver cualquier asunto. Comenzó a convertir su casa, la iglesia y la sacristía en un centro de actividad permanente; reuniones, clases de alfabetización, asambleas, charlas semanales… Allí se leían otros libros, se escuchaban otras canciones, o se representaban pequeñas obras de teatro.
Durante los primeros años, entrar en su casa significaba descubrir cada día nuevas experiencias que en la calle estaban prohibidas. Su brillante don de palabra atraía como un potente imán con ideas claras y firmes. Su intensa dedicación a los débiles le hacía ser muy crítico con la jerarquía de la Iglesia, a la que denunciaba de alianza con los poderes establecidos y de pasividad ante las injusticias. Su cristianismo era liberador y comprometido con los pobres. Por ello, quiso hacer de la Iglesia un refugio para defender a los débiles, organizando encierros, huelgas y protestas contra el abuso y la explotación. En los momentos difíciles, era el primero en dar la cara, una actitud por la que fue amenazado, detenido, juzgado, y perseguido.
En uno de los informes que envió la Guardia Civil al Gobernador se decía textualmente: “Donde hay conflictos laborales, allí se encuentra Diamantino, siendo su labor la de un revolucionario. Este sacerdote, está conceptuado en este puesto como activista en contra del Régimen actual, ya que es muy amante de todos los partidos políticos que están en contra del Gobierno de la Nación, siendo de tendencias comunistas por cuyo motivo su conducta deja mucho que desear”.
Tras la muerte del dictador parecía abrirse una esperanza, hacia una sociedad democrática que acabara con las injusticias del pasado, pero aquellos curas obreros adivinaron pronto el modelo de Democracia que se estaba pactando. En una Hoja Parroquial del equipo de curas, publicada en octubre de 1976, señalaron con extraordinaria precisión: “Democracia, una palabra que ahora atraviesa de parte a parte todos los periódicos del país, y que se hace imprescindible en cualquier discurso de personas que han convivido cómodamente con la Dictadura. Democracia, una palabra que interesa menos de lo que se aparenta. Pronto se instalará en nuestro país una controlada Democracia, pero la mayoría seguiremos muy alejados de los centros donde se tomen las decisiones económicas y políticas. A lo más que llegaremos será a echar una papeleta con un voto para darle más poder a quien controla la opinión pública desde los medios de comunicación. Con poder votar no está hecha la Democracia. La Democracia es darle verdadero poder y participación al pueblo para que él sea el propio protagonista de su destino y de su historia“.
Consciente de que se abría una compleja etapa, Diamantino se implicó de lleno, participando en la fundación del Sindicato Obrero del Campo (SOC) y en la creación de Asociaciones de Vecinos que canalizaran las inquietudes políticas, sociales y culturales, hasta desembocar en las primeras Elecciones Municipales de 1979.
El continuo problema del paro y la emigración azotaban nuestros pueblos. La Reforma Agraria pendiente en Andalucía era uno de los grandes retos históricos y su puesta en marcha podía aportar grandes soluciones. Después de cuarenta años, se reanudaba la lucha por la tierra. El 12 de julio de 1978, la finca “Aparicio”, ubicada en la carretera de Osuna a Martín de la Jara, fue el primer objetivo y muchos trabajadores de la comarca respondieron a la llamada. Se extendieron las ocupaciones por toda Andalucía y el respeto a la figura del “jornalero”, saltó a todos los medios de comunicación. El Himno de Andalucía recobró vida real en cada ocupación al cantar con orgullo: “Andaluces levantaos, pedid Tierra y Libertad”.
Grandes fincas, propiedad de terratenientes, no escaparon al punto de mira de Diamantino, encabezando en numerosas ocasiones ocupaciones para exigir cultivos que dieran mano de obra y repoblación forestal. Su participación en la mayoría de los conflictos del campo, le fueron forjando como un luchador infatigable y un líder jornalero sin precedentes. Su presencia y sus palabras reforzaban los encierros en Ayuntamientos, Diputaciones u Oficinas del INEM. La preocupación constante por la falta de trabajo le hizo buscar y gestionar medios y posibilidades para impulsar Cooperativas de Trabajadores. Conocía los despachos de la Administración y de los gobernantes como nadie. Su alcance hacia cualquier lugar sorprendía a diario. Con él se relacionaban innumerables personas de todas partes, y de su mano llegaron a nuestros pueblos líderes sindicales, políticos, y mucha gente del mundo del arte y la cultura. Unos y otros traían un enorme caudal de experiencia a nuestros pueblos olvidados desde siempre.
Su dedicación era constante como cura obrero en la Iglesia y en la calle, trabajando en su casa y en el campo, atendiendo problemas, organizando y movilizando, acompañando a los que sufrían, visitando cárceles, hospitales y barrios marginados de toda Andalucía. No había excusas para él. Si ocurría una desgracia, no importaba la distancia. De día o de noche, con peligro o sin él, Diamantino siempre hacía todo lo posible para estar presente. Su sola presencia tranquilizaba y los problemas se hacían más pequeños con su apoyo. Todo ello fue proyectando su gran valor personal hacia amplios sectores de la sociedad, con el que fue ganándose el respeto a todos los niveles.
Nuestros pueblos, castigados de siempre por el paro y la emigración, encontraron en Diamantino un aliado incondicional, un luchador incansable por la dignidad. Sus aportaciones fueron fundamentales para que los trabajadores de Andalucía y Extremadura percibieran ayudas, subsidios y empleos comunitarios. Su avance siempre constante en favor de la justicia, saltó las fronteras y su ejemplo escapaba hacia cualquier lugar. A su casa llegaban los oprimidos, los marginados, los castigados por la droga, los que no tenían vivienda, los inmigrantes… Su continua actividad, reconocida en todos los ámbitos políticos y sociales, alcanzó un enorme prestigio de entrega y honradez por toda Andalucía. Lo llamaban desde cualquier lugar para escucharle. Sus artículos en la prensa eran un continuo clamor de denuncia y defensa de los olvidados.
Su vida se fue consolidando como un patrimonio de todos, conociendo personalmente la miseria allí donde nace, y la lucha de los pueblos oprimidos por liberarse. A finales de los 80, participó en la fundación de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía y de la organización Entrepueblos para unir esfuerzos en defensa de los pobres con campañas y proyectos de ayuda al Tercer Mundo y a los inmigrantes. En toda esa labor era consciente de los grandes obstáculos que debía combatir frente al poder establecido, convirtiéndose en un personaje molesto para los distintos gobiernos. También tuvo que convivir con la incomprensión de aquellos sectores de población que lo atacaron y calumniaron, un hecho que él siempre atribuyó a la ignorancia y a la falta de conciencia. Durante toda su vida denunció los gastos militares, la entrada de España en la OTAN, la manipulación televisiva, el folklore religioso de los falsos cristianos y la utilización de las imágenes para campañas turísticas y comerciales.
A finales de 1989, le llegó uno de los golpes más duros. Un cáncer linfático comenzó a acompañarle para el resto de su vida, creándole una continua dependencia de tratamientos y hospitales. A pesar de ello, seguía su tarea diaria, volcado cada vez más en la Asociación Pro Derechos Humanos.
En 1993, le concedieron la Medalla de Plata de Andalucía por su defensa de los colectivos más desfavorecidos, pero su conciencia, siempre firme y critica con el poder no daba tregua a lo que toda su vida habían sido sus objetivos. Con sus propias palabras manifestó: “Después de tantos años y de haber pasado tanto. De haberme perseguido, incomprendido y detenido, es estimulante que ahora a quienes seguimos luchando, haya ciertas voces que nos admiran. De todos modos yo me pregunto inquietado cuando hago esta reflexión, -¿Qué cosas estaré haciendo mal cuando están empezando a hablar bien de mi?”.
La enfermedad no se detuvo y sus esfuerzos por mantener el ritmo y aparentar un estado de salud normal, eran enormes. Cada vez con menos defensas, el cansancio y la fiebre iban debilitando su voz. Sin embargo, a niveles sociales, muchos colectivos barajaban su nombre para proponerlo Defensor del Pueblo en Andalucía, pero su salud se movía en dirección contraria. Sin despedirse de nadie, a finales de Noviembre de 1994, decidió venirse a Sevilla con su familia. Desde aquí seguía de cerca la actividad de la Asociación Pro Derechos Humanos a golpe de teléfono, pero el proceso había entrado en una etapa irreversible.
Poco a poco Diamantino se fue apagando. Muchas personas seguíamos en silencio sus últimos días en el hospital. Cada tarde y cada noche alimentábamos una pequeña esperanza. No había un instante en el que continuamente dejaran de pasar por la puerta de su habitación gente de cualquier lugar para intentar verlo y expresarle la gratitud de haberlo conocido. Tras un mes de angustia, la mañana del 9 de Febrero de 1995, recibimos la peor noticia. Diamantino nos había dejado para siempre.

Desde entonces, su vida comenzó a ser parte de nuestra memoria colectiva y un fuerte estímulo para quienes intentan continuar su lucha. Tras su fallecimiento numerosas Plazas, calles, locales y centros de enseñanza de toda Andalucía empezaron a llevar su nombre. Veinticinco años después de su muerte seguimos recordándolo, pero sus doctrinas sólo sobrevivirán si los pueblos y la gente a los que entregó su vida tienen la valentía de mantener vivo su ejemplo.

Diamantino y la fe de los ateos

José M. Castillo, teólogo
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Texto leído en la celebración del 25 aniversario de la muerte de Diamantino García en Osuna el 9 de Febrero(Redacción de RR.CC)

Hace 25 años que Diamantino García nos dejó para siempre. Y debo decir que es ahora, cuando el mundo, la sociedad, la religión… evolucionan y cambian más a fondo y con más velocidad, ahora precisamente es cuando podemos comprender y valorar lo que representa, en este momento, la genialidad y la hondura profética de aquel modesto cura campesino que fue este hombre singular.

No estoy diciendo tópicos de elogio convencional. Estoy recordando uno de los momentos más emocionantes que he vivido en mi larga vida. Ahora que ya he cumplido los 90 años, me acuerdo, emocionado, de aquella mañana, cuando en la parroquia del Cerro del Águila (Sevilla) estaba terminando el funeral de Diamantino, cuyo féretro iban a sacar enseguida de la iglesia parroquial. Y fue en aquel momento, cuando la gente empezaba a salir del templo, un hombre, con aspecto de trabajador campesino, subió al presbiterio, y desde allí, delante del féretro, gritó con voz potente: “¡Compañeros!, yo soy ateo; pero en el Dios de Diamantino, en ese Dios yo también creo”.
Hace 25 años que escuché aquel grito. Y confieso que ahora es cuando la voz de aquel hombre me impresiona con más fuerza. Porque en este momento es cuando veo con más claridad y con más nitidez al “Dios de Diamantino”. Es el Dios en el que, a mi juicio, podemos creer. El único Dios, que, con el paso de los años, va quedando en pie. No es el Dios de los templos y los conventos. Ni el Dios de los sacerdotes y los teólogos. Ni, por supuesto, el Dios de los ritos sagrados y sus liturgias. Es el “Dios encarnado”. Es decir, el “Dios humanizado”, que se nos dio a conocer en un humilde galileo, Jesús de Nazaret.
El Dios “trascendente”, el Absolutamente-Otro, al que no conocemos, ni podemos conocer, no se reveló en la religión del templo y la liturgia, ni en la teología de los clérigos más doctos. Se nos dio a conocer en Jesús (Jn 1, 18; 14, 8-11; Mt 11, 27), al que los “hombres de la religión” odiaron, persiguieron y asesinaron. El mismo Jesús que, en un “juicio ateo” (como nos recordó K. Rahner y repitió el poeta José M. Valverde), se fundió con los que sufren y soportan la escasez, los extranjeros y los encarcelados, con los desamparados de este mundo (Mt 25, 31-46). El Dios que, con su forma de vivir y trabajar, enseñó Diamantino desde el día en que llegó a la parroquia de Los Corrales, en la diócesis de Sevilla.

Desde las últimas décadas del siglo pasado, las personas religiosas viven cada día más preocupadas porque la religión de toda la vida se hunde, se diluye, no interesa. El papa Francisco quiere arrancar de la Iglesia el clericalismo integrista y la “esquizofrenia” religiosa que eso conlleva. De ahí, los enfrentamientos que Francisco está soportando.
¿Es todo esto señal de una ruina inevitable? Ya Diamantino nos dijo que no se trata de una ruina. Se trata de una transformación. La transformación que coNsiste en hacer y vivir lo que hizo y vivió Diamantino: identificarse y fundirse con la gente que trabaja y sufre, tal y como lo han hecho los que se han despojado de la seguridad, los privilegios, el dinero y las distinciones que nos da la religión. El centro de nuestra vida no debe estar ni en nuestras creencias, ni en nuestras observancias, sino en la honestidad, la coherencia y la transparencia de nuestra forma de vivir. Si hacemos eso, viviremos la religión de otra manera. La viviremos como la vivió Jesús, el Señor. Habrá menos religión, pero entenderemos y viviremos el Evangelio. 

‘Querida Amazonía': el texto íntegro


Sinodo AmazoniaLee aquí la exhortación postinodal del Papa Francisco
La querida Amazonia se muestra ante el mundo con todo su esplendor, su drama, su misterio. Dios nos regaló la gracia de tenerla especialmente presente en el Sínodo que tuvo lugar en Roma entre el 6 y el 27 de octubre, y que concluyó con un texto titulado Amazonia: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral. ··· Ver noticia ··

El Papa cede a la presión y no aprobará la ordenación de curas casados en la Amazonía


Jesús Bastante

papa Francisco AmazoniaEl Papa recuerda la “identidad exclusiva” del sacerdote para consagrar y confesar los pecados
Francisco evita cualquier decisión sobre el sacerdocio, las mujeres diaconisas, el rito amazónico o el ‘pecado ecológico’ en ‘Querida Amazonía’
El Papa avala el documento aprobado por el Sínodo, e invita a leerlo íntegramente, pero no lo cita en la exhortación
“Ese carácter exclusivo recibido en el Orden, lo capacita sólo a él para presidir la Eucaristía. Esa es su función específica, principal e indelegable” ··· Ver noticia ··

Domingo 16 de febrero, 6 Tiempo ordinario – A (Mateo 5,17-37)

JOSÉ ANTONIO PAGOLA

NO A LA GUERRA
ENTRE NOSOTROS

Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo. Era lo mejor que habían recibido de él. En esa Ley se encierra la voluntad del único Dios verdadero. Ahí pueden encontrar todo lo que necesitan para ser fieles a Dios.
También para Jesús la Ley es importante, pero ya no ocupa el lugar central. Él vive y comunica otra experiencia: está llegando el reino de Dios; el Padre está buscando abrirse camino entre nosotros para hacer un mundo más humano. No basta quedarnos con cumplir la Ley de Moisés. Es necesario abrirnos al Padre y colaborar con él para hacer la vida más justa y fraterna.
Por eso, según Jesús, no basta cumplir la Ley, que ordena «no matarás». Es necesario, además, arrancar de nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos o las venganzas. Aquel que no mata cumple la Ley, pero, si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía ese Dios que busca construir con nosotros una vida más humana.
Según algunos observadores, se está extendiendo en la sociedad actual un lenguaje que refleja el crecimiento de la agresividad. Cada vez son más frecuentes los insultos ofensivos, proferidos solo para humillar, despreciar y herir. Palabras nacidas del rechazo, el resentimiento, el odio o la venganza.
Por otra parte, las conversaciones están a menudo tejidas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza.
No es este un hecho que se dé solo en la convivencia social. Es también un grave problema en el interior de la Iglesia. El papa Francisco sufre al ver divisiones, conflictos y enfrentamientos de «cristianos en guerra contra otros cristianos». Es un estado de cosas tan contrario al Evangelio que ha sentido la necesidad de dirigirnos una llamada urgente: «No a la guerra entre nosotros».


Así habla el Papa: «Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?». El Papa quiere trabajar por una Iglesia en la que «todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis».

Domingo 16 de Febrero, 6º del tiempo Ordinario


6 del tiempo ordinarioAMacario (390)
Las lecturas de este domingo nos dejan ver cómo Dios actúa en medio de la humanidad, nos permiten comprender la lógica de Dios, nos revelan la manera en que Dios salva al ser humano del pecado, entendiendo el pecado como esa tendencia presente en el interior de la persona que la lleva a encerrarse en sí misma, en sus propios límites humanos, sin abrirse al amor.··· Ver noticia ···

HABÉIS OÍDO QUE SE DIJO… PERO YO OS DIGO


col labrador

Mateo 5,17-37
Nos encontramos este domingo con un texto largo del evangelio de Mateo. Es importante que hagamos un esfuerzo para descubrir el mensaje global, esencial y sumamente importante que nos da, si no queremos correr el riesgo de enredarnos en cada detalle, perdiéndonos lo que de verdad preocupaba a Jesús y a las primeras comunidades cristianas.
Ya el primer párrafo nos sitúa en esta óptica global. Mateo pone en boca de Jesús su postura ante la Ley: He venido a darle plenitud”, no a analizar sus detalles, no a criticar algunos preceptos… a darle plenitud y sentido profundo. Y esta plenitud, no es mejorar la ley por las nuevas normas que Jesús va a plantear frente a las antiguas, por considerarlas más perfectas. La plenitud que el evangelio nos plantea no va de “mayor perfección”, sino de un cambio radical de clave: Jesús mismo es la plenitud de la Ley. Su persona, su identidad, su forma de vivir es la Ley misma en su plenitud.
Por eso acogerle, creer en Él, identificarnos con Él viviendo como discípulos suyos nos hace “grandes en el Reino de los cielos”  expresión que usa Mateo para hablar de Dios mismo, del plan que Dios tiene sobre la humanidad, del mundo que Él sueña para todos.
Hay una frase que se repite tres veces en el texto que hoy leemos, que es novedosa y rompedora. Seguro que resultó escandalosa para muchos contemporáneos de Jesús, judíos fieles a la ley de Moisés, a la que consideraban voz de Dios:
“Habéis oído que se dijo… Pero yo os digo”
Nos sitúa, a ellos y a nosotros, en un terreno conocido. Lo que ordinariamente todos hemos oído y convenimos que hay que hacer, no matar, no jurar en falso, no cometer adulterio, no apropiarnos de lo que no es nuestro… Esto, nos viene a decir el evangelio, no lo vamos a discutir. Pero en sí mismo, si lo tomamos solo al pie de la letra, podemos caer en la contradicción de “cumplir” la norma engañando o incluso burlándonos de lo que en el fondo quiere decir. Es muy probable que ninguno de nosotros empuñe una pistola o un cuchillo y mate a otro, pero, ¿Cuántas veces nuestras palabras o gestos matan proyectos, posibilidades y quitan la alegría de vivir a una persona? Es fácil que en nuestra sociedad no avalemos nuestras palabras “jurando por Dios”, pero ¿Cuántas formas usamos para ocultar, deformar o utilizar la verdad en nuestro provecho?
Frente a ese escenario en el que solemos movernos, el que hemos oído, el evangelio usa una frase lapidaria de Jesús: Pero yo os digo
La fuerza de la expresión es el yo. No hay más razones para hacer el planteamiento radicalmente nuevo que nos va a ofrecer. Su autoridad reside en su persona. Su manera de vivir es nuestra ley y referente. A partir de ahora, cumplir la ley es creer en él y seguirle. La coherencia de Jesús es el origen de su autoridad. También, en alguna medida, de la nuestra. El mismo,  se atreve a decir “que vuestra justicia no sea igual que la de aquellos que os enseñan la ley, los escribas y fariseos, ellos dicen pero no hacen” Podemos preguntarnos, ¿qué autoridad tienen nuestras palabras para nuestra familia, nuestros hijos, compañeros, alumnos….?  ¿Qué testimonio de cristianos estamos dando? ¿Descubren los que nos rodean por nuestra forma de vivir la de Jesús?
Realmente el evangelio nos plantea un cambio absoluto. Nos dice: no te quedes solo en tus acciones, la ley va dirigida al corazón, al interior de tu persona, a tus actitudes profundas, a tus razones para obrar, a tus sentimientos, a aquello que te construye y te define como persona.  
No te puedes quedar en no atacar a tu hermano, estás llamado a amarle, comprenderle, perdonarle… No te quedes solo con no abusar físicamente de una mujer, respétala profundamente, acércate a ella, dirigirte a ella con la dignidad que tiene y se merece…
En los tribunales de nuestra sociedad, son los hechos, las pruebas, los documentos, en definitiva lo tangible, lo que hace que se nos condene o se nos indulte. Muchas veces nuestra fama depende de la imagen que aparece en las redes, de nuestra presencia física… No importa tanto robar como que no nos pillen para poder seguir teniendo una imagen honorable. No importa tanto el que se la juegue a mi mujer o traicione a mis empleados, como el que ella o ellos no se enteren…
Vivir y cumplir la ley como Jesús nos dice, es algo que los primeros cristianos debieron descubrir con tanta fuerza que la sitúan por encima de la integridad física y es condición indispensable para acercarse a Dios, para presentarle nuestra ofrenda o participar en la eucaristía. Aunque no podamos interpretarlo al pie de la letra y cortar la mano que roba o los pies que han dado malos pasos, la fuerza de la expresión nos ayuda a descubrir la importancia que tiene vivir la ley en esta nueva clave. Nos llama a revisar nuestros criterios y juicios de valor… Nos llama a plantearnos como es nuestra relación con Dios, que le ofrecemos, que culto le damos. ¿Podemos seguir orando o participando en la eucaristía si hay hermanos que con justicia tienen quejas de nosotros? ¿Si no atendemos, acogemos, perdonamos y ayudamos a los demás?
Ojalá el evangelio de hoy nos ayude a plantearnos ¿Qué es para mí cumplir la ley? ¿Desde dónde hago lo que “tengo que hacer”? ¿Desde la rutina o la costumbre? ¿Desde la presión del qué dirán de mí?... ¿o desde el corazón?
Si “descargamos o conectamos” la Palabra de Dios directamente en nuestro corazón, lo que pensemos, digamos o hagamos será sincero, auténtico, profundo. Será expresión del amor, del perdón y la comprensión a los hermanos y así, solo así, el vivir los mandamientos, la Ley, nos acercará a Dios y nos hará felices. Porque, como dice el evangelio eso es llevar la Ley a su plenitud.

Mª Guadalupe Labrador Encinas fmmdp

HABÉIS OÍDO QUE SE DIJO… PERO YO OS DIGO


col fraymarcos
Mt 5,17-37
Seguimos en el sermón del monte de Mt. La lectura de hoy afronta un tema complicado. Cómo armonizar la predicación y la praxis de Jesús con la Ley, que para ellos era lo más sagrado y definitivo. Ir más allá de lo conocido es el problema radical que se plantea en todos los órdenes de la vida. Damos valor absoluto a lo ya conocido pero nuestro conocimiento será siempre limitado y relativo; por eso debemos ir siempre más allá.
Tuvo que ser muy difícil para un judío aceptar que la Ley no era algo absoluto. Jesús fue contundente en esta materia. Abrió una nueva manera de relacionarnos con Dios. El Dios todopoderoso que está en los cielos y ordena y manda, deja paso al Dios “Ágape” que se identifica con cada uno de nosotros y nos invita a servirlo en los demás. A pesar de ello, muchos años después de morir Jesús, los cristianos se estaban peleando por circuncidar o no circuncidar, comer o no comer ciertos alimentos, cumplir o no el sábado, etc.   
La palabra, incluso la de la Biblia, nunca podrá ser definitiva. Esto bien entendido, es el punto de partida para comprender las Escrituras. El hombre siempre tiene que estar diciendo: habéis oído que se dijo, pero yo os digo, porque conocemos cada vez mejor la naturaleza y al ser humano. Si Jesús y los primeros cristianos hubieran tenido la misma idea de la Biblia que muchos cristianos tienen hoy, no se hubieran atrevido a rectificarla.
Cuando hablamos de “Ley de Dios”, no queremos decir que, en un momento determinado, Dios haya comunicado a un ser humano su voluntad en forma de preceptos, ni por medio de unas tablas de piedra, ni por medio de palabras. Dios no se comunica a través de signos externos, sino a través del ser. La voluntad de Dios no es algo distinto de su esencia. La voluntad de Dios está en la esencia de cada criatura.
Si fuésemos capaces de bajar hasta lo hondo del ser, descubri­ríamos allí esa voluntad de Dios; ahí me está diciendo lo que espera de mí. La voluntad de Dios no es nada añadido a mi propio ser, no me viene de fuera. Está siempre ahí pero no somos capaces de verla. Esta es la razón por la que tenemos que echar mano de lo que nos han dicho algunos hombres, que sí fueron capaces de bajar hasta el fondo de su ser y descubrir lo que Dios espera de nosotros. Lo que otros nos dicen nos debe ayudar a descubrirlo en nosotros.
Moisés supo descubrir lo que era bueno para el pueblo que estaba tratando de aglutinar, y por tanto lo que era bueno para cada uno de sus miembros. No es que Dios se le haya manifes­tado de una manera especial, es que él supo aprove­char las circunstan­cias especia­les para profundi­zar en su propio ser. La expresión de esta experiencia es voluntad de Dios, porque lo único que Él quiere de cada uno de nosotros es que seamos nosotros mismos, es decir, que lleguemos al máximo de nuestras posibilidades de ser humanos.
¿Qué significaría entonces cumplir la ley? Algo muy distinto de lo que acostumbramos a pensar. Una ley de tráfico, se puede cumplir perfectamente solo externamente, aunque estés convencido de que el "stop" está mal colocado, yo lo cumplo y consigo el objetivo de la ley, que no me la pegue con el que viene por otro lado y además, evitar una multa. En lo que llamamos Ley de Dios, las cosas no funcionan así.
Si no descubro que lo que la Ley me ordena es lo que exige mi verdadero ser; si no interiorizo ese precepto hasta que deje de ser precepto y se convierta en convencimiento total de que eso es lo mejor para mí, el cumplimiento de la ley me deja como estaba, no me enriquece ni me hace mejor. Fijaos en lo que dice Jesús en el evangelio, "si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. Ellos cumplían la ley escrupulo­samente, pero externamente. Eso no les hacía mejores sino mezquinos.
Desde esta perspectiva, podemos entender lo que Jesús hizo en su tiempo con la Ley de Moisés. Si dijo que no venía a abolir la ley, sino a darle plenitud, es porque muchos le acusaron de saltársela a la torera. Jesús no fue contra la Ley, sino más allá de la Ley. Quiso decirnos que toda ley se queda siempre corta, que siempre tenemos que ir más allá de la letra, de la pura formulación, hasta descubrir el espíritu. La voluntad de Dios está más allá de cualquier formulación, por eso tenemos que seguir perfeccionándolas.
Jesús pasó, de un cumplimiento externo de leyes a un descubrimiento de las exigencias de su propio ser. Esa revolución, que intentó Jesús, está aún sin hacer. No solo no hemos avanzado nada en los dos mil años de cristianismo, sino que en cuanto pasó la primera generación de cristianos hemos ido en la dirección contraria. Todas las indicaciones del evangelio, en el sentido de vivir en el espíritu y no en la letra, han sido ignoradas.
“Habéis oído que se dijo a nuestros antepasados: no matarás, pero yo os digo: todo el que está enfadado con su hermano será procesado”. No son alternativas, es decir o una o la otra. No queda abolido el mandamiento antiguo sino elevado a niveles increíblemente más profundos. Nos enseña que una actitud interna negativa es ya un fallo contra tu propio ser, aunque no se manifieste en una acción concreta contra el hermano.
“Si cuando vas a presentar tu ofrenda, te acuerdas de que tu hermano tiene queja contra ti, deja allí tu ofrenda y vete a reconciliarte con tu hermano…” Se nos ha dicho por activa y por pasiva que lo importante era nuestra relación con Dios. Toda nuestra religiosidad, tal como se nos ha enseñado, está orientada desde esta perspectiva equivocada. El evangelio nos dice que más importante que nuestra relación con Dios es nuestra relación efectiva con los demás. Si ignoramos a los demás, nunca nos encontraremos con Dios.
No dice el texto: si tú tienes queja contra tu hermano, sino “si tu hermano tiene queja contra ti”. ¡Que difícil es que yo me detenga a examinar si mi actitud pudo defraudar al hermano! Es impresionante, si no fuera tan falseado: “deja allí tu ofrenda y vete antes a reconciliarte con tu hermano”. Las ofrendas, los sacrificios, las limosnas, las oraciones no sirven de nada si otro ser humano tiene pendiente la más mínima cuenta contigo.
Nos hemos olvidado que eliminar las leyes no puede funcionar si no suplimos esa ausencia de normas por un compromiso de vivencia interior que las supere. Las leyes solo se pueden tirar por la borda cuando la persona ha llegado a un conocimiento profundo de su propio ser. Ya no necesita apoyaturas externas para caminar hacia su verdadera meta. Recuerda: “ama y haz lo que quieras” o “el que ama ha cumplido el resto de la Ley”
Jesús descubre que la Ley no es el fin, sino un medio para llegar al fin. Hoy hemos descubierto que ni siquiera el “Dios” imaginado es el fin. El fin es el hombre concreto. Si nos hemos liberado ya de la Ley (externa), aún nos falta liberarnos de “Dios”, es decir, del Dios Señor poderoso que exige sumisión y, desde fuera, nos controla y manipula.

Meditación
Cumplir la Ley solo evita el castigo. Eso no es buena noticia.
El amor te hace humano y esa es su verdadera recompensa.
La voluntad de Dios eres tú mismo.
Si la buscas en otra parte, trabajaras en vano.
Todos los mandamientos son corsés que te impiden crecer,
porque pondrán limites a tu desarrollo interior.


EL CRISTIANO NO DEBE SER LEGALISTA


col sicre

Domingo 6 TO Ciclo A
Advertencia previa
La liturgia ofrece dos posibilidades con respecto al evangelio: una lectura breve, que recoge solo algunas de las afirmaciones principales contenidas en Mt 5,17-37; una lectura larga, que no omite nada, desarrollando el contenido de la breve. Aunque la primera resulta a veces descarnada y omite ideas muy importantes, la segunda es tan compleja, y con temas tan distintos, que resulta imposible explicarlos en una homilía. Me limitaré a algunas indicaciones sobre la breve. Quien desee un comentario a todo el pasaje puede verlo en J, L, Sicre, El evangelio de Mateo. Un drama con final feliz (Verbo Divino 2019) páginas 114-123.
La lectura breve del evangelio
Las bienaventuranzas y las parábolas de la sal y la luz, leídas en los domingos anteriores, forman la Introducción al Sermón del Monte. A partir de este momento, Mateo presenta la oferta religiosa de Jesús, contraponiéndola a la de los escribas, los fariseos y los paganos. Para este domingo y el próximo, la liturgia ha elegido solamente la diferencia que debe darse entre el cristiano y el escriba.
Los escribas
Sociológicamente, los escribas constituyen un grupo muy heterogé­neo, al que pertenecen sacerdotes de elevado rango, simples sacerdotes, miembros del clero bajo, de familias importantes y de todos los estratos del pueblo (comerciantes, carpinteros, constructores de tiendas, jornaleros). Incluso encontramos gente que no eran de ascendencia israelita pura, sino hijos de madre o padre convertidos al judaísmo. El poder de los escribas radica en exclusivamente en su ciencia. Quien deseaba ser admitido en la corporación debía hacer un ciclo de estudios de varios años. Generalmente, desde los 14 años de edad dominaba la exégesis de la Ley (Pentateuco). Pero la edad canónica para la ordenación eran los 40 años. A partir de entonces estaba capacitado para zanjar por sí mismo las cuestiones de legislación religiosa y ritual, para ser juez en procesos criminales y tomar decisiones en los civiles, bien como miembro de una corte de justicia, bien indivi­dualmente. Tenía derecho a ser llamado rabí. Y se les abrían los puestos claves del derecho, de la administración y de la enseñan­za.
El peligro del legalismo
A pesar de la gran estima de que gozan entre la gente, a Jesús no le resultan simpáticos. No quiere que sus seguidores se parezcan a los escribas, ni que los puedan confundir con ellos. Porque en su postura existe un peligro gravísimo de legalismo, es decir, de exaltación de la ley y de la norma por encima de todas las cosas. Al legalismo, se puede llegar por dos caminos muy parecidos:
a) Buscando seguridad humana. Una persona inmadura, con miedo a correr riesgos, prefiere que le indiquen en cada momento lo que debe hacer. Cuantas más normas, mejor, porque así no se siente insegura.
b) Buscando seguridad religiosa. Estas personas conciben la salvación como algo que se gana a pulso, a base de esfuerzo, cumpliendo en todo momento la voluntad de Dios. Esta voluntad de Dios no la conciben como una actitud global en la vida, sino concretada en una serie de actos. Cuantas más normas me dicten, mejor conoceré lo que Dios quiere y me resultará más fácil salvarme.
En lo anterior hay cosas buenas y malas. Pero lo más grave es que la persona amante de las normas corre el peligro de quedarse en la letra de la ley, sin profundizar en su espíritu, que es más exigente. Por ejemplo, la ley manda no comer carne los viernes de cuaresma. Y se queda tranquila con cumplir la letra de la ley, pero no le preocupa comer langosta o gambas. La ley manda ir a misa los domingos y días de fiesta, y la cumple a rajatabla; pero quizá no dedica ni un minuto a Dios durante el resto de la semana.
Otro grave riesgo de la mentalidad legalista es que, con la ley en la mano, se puede machacar al prójimo y amargarle la existen­cia. Se critica al que no vive como uno considera conveniente, se lo condena, incluso se lo persigue.
La crítica de Jesús al legalismo
Para combatir esta postura legalista y enseñar a sus discípulos a actuar cristianamente, Mateo pone en labios de Jesús seis casos concretos, referentes al asesinato, adulterio, divorcio, juramen­to, venganza y amor al prójimo (Mateo 5,21‑48). Este domingo se leen tres de los cuatro primeros; los dos últimos, el domingo próximo.
En el primer caso, asesinato, Jesús lleva la ley a sus consecuencias más radicales. El quinto mandamiento prohíbe matar. La mentalidad legalista, ateniéndose a la letra, se contenta con no hincarle un puñal al prójimo. Jesús dice que el espíritu del mandamiento va mucho más lejos. Lo importante no es sólo respetar la vida física del prójimo, sino también toda su persona.
En el segundo caso, adulterio, Jesús también interpreta el mandamiento de forma radical. La letra de la ley sólo se fija en el hecho físico. Pero Jesús va a su espíritu profundo, teniendo en cuenta incluso el peligro remoto de caer.
En el cuarto caso (el tercero se omite en la lectura breve), a propósito del juramento, también anula la ley.       Jesús se mueve en una sociedad que usa y abusa del juramento. El discípulo de Jesús tiene que moverse en una honradez y sinceridad tan absolutas que le baste decir sí y no.
El próximo domingo veremos otro recurso: cambiar la ley por una norma más exigente.
1ª lectura: Eclesiástico 15,16-21
Corrobora lo que dice el comienzo del evangelio (¡en la versión larga!) sobre la alternativa de cumplir o no cumplir la voluntad de Dios. Todos tenemos la posibilidad de elegir entre el fuego y el agua, la muerte y la vida, ser pequeño o grande en el Reino de Dios. La última frase, Dios «no deja impunes a los mentirosos» puede aplicarse muy bien a lo que dice Jesús de los legalistas.

EPÍSTOLA A JESÚS


comentario editorial
El amor es una palabra de luz, escrita por una mano de luz, sobre una página de luz
(Khalil Gibran)
Mt 5, 17-37
No se enciende un candil para taparlo con un celemín, sin que se pone sobre un candelero para que alumbre a todos en la casa
Es la primera Carta que te escribo, Jesús de Nazaret, siguiendo el ejemplo de San Pablo, y recorriendo todos los caminos que por mar y por tierra hizo el de Tarso, como tú recorriste los de Galilea, tu patria, Samaria y Judea.
Las epístolas paulinas fueron doce -un Colegio Apostólico robado-, pero de todas ellas, a mí la que más me gusta es la de los Efesios, en la que nos propone “ser hijos de la luz”, que es también lo que tú siempre fuiste: “Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).
Una luz abierta al mundo entero, ofertada en tus manos, y nunca oculta bajo el celemín, dejándonos a oscuras y con los ojos ciegos como los de aquel mendigo ciego, llamado Bartimeo, que sentado a la vera del camino te gritaba: “¡Jesús, hijo de David, compadécete de mí! Y tú, eternamente compasivo, le preguntaste: “¿Qué quieres de mí?” A lo que él contesto: “Maestro, que recobre la vista” (Mc, cap. 8).
El papa Francisco dijo que había que preguntarse: “¿Soy yo luz para los otros?”
Si no tenemos camino para andar, ni vista para andar por dónde andamos, andaremos a tientas como aquel ciego que tomaste de la mano, se la impusiste y preguntaste: “¿Ves algo?” Y mientras recobraba la vista dijo: “Veo hombres, y los veo como árboles, pero caminando”. (Mc 8, 23-24)
1 luz
Dos cosas importantes: ver hombres y verlos caminando. Dos cosas y dos hechos de capital importancia que, ojalá, en nuestra vida fueran siempre ciertos, sobre todo, si además de verlos con los ojos del cuerpo, los vemos también con los del alma, que son, se dice, como espejos.
“El alma que hablar puede por los ojos, puede también besar con la mirada”, decía, Adolfo Bécquer.
Y con ese camino que andamos y esos ojos que miramos, hallaremos la manera de llegar a ser más humanos y menos divinos, o posiblemente ambas cosas, siempre que sean descubiertas, desde dentro y por nosotros mismos.
Cuando te pidió Felipe que le enseñases al Padre, pues para él le bastaba, tú le respondiste: “Felipe, quien me ha visto mí, ha visto al Padre (Jn 14,8-9). 
¿Pero es que el susodicho Felipe, no estaba cuando dijiste: “El Padre y yo somos uno?”  (Jn 10, 29).
Posiblemente el ser humano ha gozado siempre de la habilidad de soñar, de preguntarse por el mundo y de asombrarse con la belleza que ve y que nos rodea.
“El amor es una palabra de luz, escrita por una mano de luz, sobre una página de luz”, dijo con voz de poeta Khalil Gibran
Amable Jesús de Nazaret, Shalom, por escucharme. Espero que hayas recibido mi carta; y por si te apetece contestarme y tienes tiempo, aquí tienes mi correo: vmartinezperez@gmail.com
Supongo que como tú estás más allá del tiempo, tendrás un Apple mac como el mío, y sabrás manejarlo, espero recibirlo, y me despido de ti a la manera como se despedía Pablo en sus Epístolas, en este caso la de los Filipenses:
Que tu gracia, Señor Jesús, esté siempre contigo y conmigo.
Luis Rosales expresa todo esto de este modo:

LA ÚLTIMA LUZ
La última luz
eres de cielo hacia la tarde, tienes
ya dorada la luz en las pupilas,
como un poco de nieve atardeciendo
que sabe que atardece.
Y yo querría
cegar del corazón, cegar de verte
cayendo hacia ti misma
como la tarde cae, como la noche
ciega la luz del bosque en que camina
de copa en copa cada vez más alta,
hasta la rama isleña, sonreída
por el último sol,
¡y sé que avanzas
porque avanza la noche! y que iluminas
tres hojas solas en el bosque,
y pienso
que la sombra te hará clara y distinta,
que todo el sol del mundo en ti descansa,
en ti, la retrasada, la encendida
rama del corazón en la que aún tiembla
la luz sin sol donde se cumple el día.

LA MISA DEL DOMINGO Domingo 6 del TO(A) 16 de febrero de 2020


Subrayados de la Palabra 

1ª lectura (Eclo 15,16-21): «Es inmensa la sabiduría del Señor, es grande su poder y lo ve todo; los ojos de Dios ven las acciones, él conoce todas las obras del hombre». 

2ª lectura (1 Cor 2,6-10): «Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo, ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria». IR A LA PÁGINA

MISA CON NIÑOS DOMINGO VI ORDINARIO (A) “Jesús nos dice algo nuevo” 16 de febrero de 2020



(La palabra de Dios que hoy se nos presenta en la liturgia puede resultar un poco difícil para ser explicada. Si se mantienen las lecturas haremos el esfuerzo de hacerlas asequibles a la mente de los más pequeños. 

El esquema que seguimos mantiene las lecturas del domingo sexto ordinario. 

. Un signo para la celebración, un cartel en el que está escrita la frase: “Pero yo os digo…”, puede ir acompañada de un dibujo con el rostro de Jesús. También se puede proyectar la misma idea.