FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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ATALAYA ENERO 2025

jueves, 13 de noviembre de 2025

SIEMPRE ESTUVISTE ALLÍ, ROSALÍA Y OLÉ


col martell

 

Tenemos a la Rosalía desatada hablando de Dios en todos los foros más inimaginables que habíamos pensado. 9000 personas, cantantes, actores, famosos, lo más in de nuestro país, se comieron con patatas la presentación del disco, con Rosalía tumbada en una nube celestial compartiendo esta singular creación marcada por la mística y la espiritualidad católica en general. "Hemos salido de una misa" decían extasiados. Y maravillados. Si no lo veo no lo creo.

Cuando algunos creían que el pérfido mundo ya nos había vencido y que no teníamos más remedio que replegarnos y cerrar la persiana, cuando nos daba vergüenza hablar públicamente de nuestra fe y a veces en los colegios u otros foros se optaba por una educación en valores en la que lo religioso se comparte de puntillas y con miedo, resulta que ahora lo más moderno, vanguardista y revolucionario es rezar un rosario, declararte católico o ir a misa.

Son ya unos cuantos famosos, actores y músicos, que declaran abiertamente su despertar religioso. Dicen que a muchos jóvenes ya se les ha pasado eso de que ir a misa o ser católico es sólo para abuelos o fachas. Les da igual. En un mundo vertiginoso de modas y redes sociales, resulta que vuelve a estar de moda nuestra fe. hay una película "los domingos" de la que todo el mundo habla... ¿Será solo una moda? ¿Será una estrategia publicitaria? Mirad Madonna o Lady gaga que ya utilizaban nuestro potente imaginario cristiano para provocar y vender. ¿Será sólo un postureo que sobrevalore los peculiares atuendos, los videntes, las celebraciones más arcaicas? 

La cosa es que a Dios no se le puede callar ni ocultar. En Madrid hoy domingo celebramos la Virgen de la Almudena, que durante los años de ocupación islámica estuvo siempre allí, oculta y alumbrada por dos velas blancas de esperanza. Nunca se fue, no se exilió. Se quedó guardando a sus hijos, señalándoles a Jesús: "Haced lo que Él os diga", dice constantemente, ajena a sesudas discusiones teológicas sobre sus títulos, ella siempre atenta a que nos quedamos sin vino y a veces sin fe y esperanza. La Madre siempre se queda con sus hijos.

Por muchas murallas que se coloquen, por mucho que nos quieran ocultar o ridiculizar, la búsqueda de Dios, del amor, la belleza y la bondad, laten en el corazón de todos, buscando ese Agua Viva que solo Dios nos puede dar.

Dios quiera que rompamos las murallas que ocultan nuestra fe y nuestra creencias y mostremos al mundo lo que somos y creemos con humildad y con orgullo: somos los seguidores imperfectos de Jesús que en este tiempo intentamos anunciar el Reino de Dios, construir un mundo más justo y bueno, curar, salvar, perdonar. Y por eso rezamos, celebramos y creamos obras de arte que te dejan sin aliento. Como hace Rosalía, que canta con el corazón y la sinceridad de una buscadora de absoluto. (La música y el arte nos llevan a Dios, no hago más que repetirlo en todos los foros y mira, en esto veo que el tiempo me da la razón. No lo digo por orgullo sino por feliz constatación.)

Pues eso, Evangelizar no es imponer agresivamente, sino mostrar a Jesús. Él es el que arrastra y convence.

Y si lo hacemos con arte, aunque no tengamos nube celestial como Rosalía, pues de maravilla. Cada uno como pueda. Y olé.

AVISILLOS

El jueves 20N estaré en la Catedral de la Almudena animando musicalmente una oración ecuménica que celebra los 1700 años del credo de Nicea. Acompañado de la Orquesta Sinfónica Cruz Diez y de algunos amigos cantantes haremos participar a los asistentes de la oración y la música. La entrada es libre.

El sábado 29 en mi Parroquia del Pilar daré un concierto-oración acompañado también de unos músicos increíbles. Hace muchos años que canto, por lo que será un precioso momento de reencuentro con 30 años de carrera musical. Tenéis las invitaciones disponibles en catik.org

En Youtube puede escuchar mi tema "Siempre estuviste allí". Una canción preciosa sobre María.

 

Toño Casado

Religión digital

LA LUZ DE ROSALÍA


col martell

 A su relación con Dios sólo quiere ponerle lirismo místico y canción. De repente, con la inocente magia de su privilegiada garganta se carga sin quererlo siglos de dogma, severas pautas y estrechos catecismos. Mañana habrá capillas para todos los gustos y colores. Si innumerables son los Caminos hacia la Cima, también los campamentos base. Su sagrario sin altar fue un acolchado estudio de grabación en Los Ángeles. Su ascesis se prolongó durante dos años. Como quien no quiere la cosa, a cuánta juventud no hará que torne su mirada hacia lo Alto. Tras “Lux”, los defensores de la capilla única y amurallada tienen sobrados motivos para ensanchar su pentagrama y doctrinario o echarse a temblar.

Rosalía confiesa que llevaba toda su vida preparándose para esto. En realidad, la cantante, tan a menudo sexy y provocadora, la estaba tramando en el mejor de los sentidos. Estaba presentando la fe de una forma inspirada y bella para el gran público, estaba dando tremendo empujón a la trascendencia despojada de etiqueta: “Puede haber una forma más inclusiva y abierta de entender la fe y la espiritualidad”. Nos ha ganado con su confesión sincera, con su fe en ese Dios sin fronteras, apasionado por el sonido y la música. 

Bastó una valerosa y oportuna sílaba para desconcertarnos por entero. La soltó inesperadamente en el corazón de la gran ciudad. La sed de "Lux", a la que canta Rosalía en su último y revelador disco, es en realidad la urgida sed de luz, de paz y genuino amor del mundo entero. Hay que saber descubrir la luz fuera de donde acostumbramos encontrarla. Hay otra sacralidad más allá de la que habitualmente frecuentamos; otras formas, a menudo insospechadas, de llegarse al Inombrable. El credo masculino y absoluto ha salido algo malparado de ese estudio de grabación al otro lado de las aguas. 

Su hastío del mundo y del submundo, que ella misma, en alguna medida, había fomentado, nos ha beneficiado a todos. No hay por qué dudar de que su voluntad de remontar en altura sea genuina. Mejor ese algodón celeste, en el que la encumbrada artista flota, que el bajo astral, al que por lo general, la música moderna nos invita. No somos quién para juzgar en el nuevo álbum eventuales dosis de frivolidad o oportunismo. Toda oportunidad es bendita si hace tornar la mirada hacia la "Lux"; si hace brotar sincero interés por Ella, si alienta su sed a la vuelta de los desengaños. 

“Se le rompió el amor…” y se fue en pos de las santas de los más diferentes tiempos y latitudes. Si ella se pone en camino de ese superior Edén, cuántos, cuántas no querrán tomar la misma Senda. Quizás se cansó de los raperos, de los chicos de barrio que no terminan de cobrar altura, que no sobrevuelan asfaltos. El ancho saliente de sus gorras quizás les impide gozar la caricia del Sol. No nos sorprende que la universal cantante haya ido tras la mística femenina, tras un “hit parade” menos mediático y más oculto. Transmuta el desencanto y vuelve al mundo con compañía inestimable. 

No importan los devaneos previos si un día tomamos vestimos un hábito claro y enfilamos a la luz. Mejor cantar a las que lo dieron todo, que a quienes lo quieren todo para sí. No es de extrañar que con esa voz dentro de su pecho, haya decidido trazarse ese horizonte excelso, haya ido tras Simone Weil, Hildegardar de Bingen, Juana de Arco o Santa Olga de Kiev… Su singular devoción por la música ya era algo divina, de otro mundo. Esa devoción no tardó en agenciarse nívea túnica y lanzarse a correr por Callao. “Lux" es, por encima de todo, “buena nueva”. “Buena nueva” constituye aquello que eleva, que embellece, que acerca hacia Dios. La popular catalana cumple todos los requisitos. 

Tras prolongado tiempo profano, estamos volcando para dentro. “Los domingos” y fiestas de guardar escucharemos esa Rosalía blanqueada a la vuelta de sus ventoleras y laberintos internos. Nosotros también hemos errado despistados, hemos necesitado nutrir un espíritu abandonado. Urgimos de la nota aguda, culminante de ópera que nos catapultara a alguna suerte de nirvana. 

“Lux-lucis”, en realidad nuestros mayores, más que a declinar, más que a seguir a Caesar en sus brutas correrías por la Galia, lo que querían era que aprendiéramos a cantar sublime en latín.

 

PARA USTEDES SOY OBISPO. CON USTEDES SOY CRISTIANO


col koldo

 

La alegría que suscita el nombramiento de dos nuevos obispos —Manuel Antonio Ruíz de la Rosa, elegido primer obispo de la recién creada diócesis de Stella Maris en República Dominicana, y Carlos Tomás Morel Diplán, designado arzobispo coadjutor de Santo Domingo— trasciende la noticia eclesial. Es también una oportunidad para reflexionar sobre la esencia del episcopado y sobre lo que el papa Francisco ha llamado “la belleza de una Iglesia con pastores que huelen a oveja”. En medio de un mundo cansado de discursos y sediento de autenticidad, la figura del obispo vuelve a interpelar desde su raíz más profunda, ya no como poder, sino como servicio; no como distinción, sino como entrega.

La nueva diócesis de Stella Maris nace como signo de esperanza y cercanía. Su nombre —“estrella del mar”— evoca a María, guía luminosa en medio de la noche, consuelo en las tempestades. Es significativo que esta diócesis surja para acercar la Iglesia a las comunidades dispersas del litoral, a quienes viven lejos de los grandes centros urbanos, y que su primer pastor sea un hombre de pueblo, formado en la escucha, la educación y el acompañamiento. Manuel Ruiz, conocido por su trabajo pastoral y por su sensibilidad ante los problemas sociales, políticos, económicos éticos y ambientales, encarna un estilo de liderazgo que no se construye desde la autoridad jerárquica, sino desde la presencia constante entre su gente. Esta actitud va de la mano de aquella máxima de San Agustín de Hipona, que resume correctamente su programa: “Para ustedes soy obispo, con ustedes soy cristiano”.

Esta frase encierra una filosofía del ministerio episcopal. El obispo no es un gerente de lo sagrado ni un custodio de estructuras, es un hermano mayor, un servidor que vela por la unidad, no desde arriba, sino desde dentro. Su vocación es la de quien “vigila” no para controlar, sino para proteger. No está ahí para mandar, sino para cuidar. En un tiempo en que tantas instituciones pierden credibilidad por haberse distanciado de las personas, la Iglesia ofrece un modelo distinto de autoridad: una autoridad que se arrodilla, que acompaña, que se hace servicio. Y es precisamente eso a lo que el Papa León XIV nos convoca, siguiendo las ideas del Papa Francisco. Pues, una Iglesia que se encierra en sí misma envejece; una Iglesia que se abre al Espíritu renace.

El nombramiento de Carlos Morel como coadjutor de Santo Domingo confirma esa misma lógica de servicio. Asumir la tarea de acompañar a un arzobispo en la etapa final de su ministerio no es un ascenso, sino un acto de obediencia y humildad. Es aprender a servir en la transición, a colaborar en el silencio, a preparar el relevo con fidelidad y sin protagonismo. La Iglesia crece cuando sus pastores se reconocen herederos y servidores de una historia común, cuando la sucesión apostólica no se vive como sustitución, sino como comunión. Por eso merece gratitud el actual arzobispo, que con espíritu fraterno acepta y acompaña y guía a su sucesor en esta nueva etapa, mostrando que la autoridad cristiana no consiste en retener, sino en entregar.

Estos acontecimientos invitan a pensar, desde una mirada filosófica,qué significa hoy ser pastor. En el fondo, es volver al corazón del Evangelio: quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos. Un obispo sin deseo de servir es una contradicción viviente. Y, sin embargo, ese servicio no se reduce a una actitud piadosa, sino que implica una forma de vida. Servir es estar donde la gente está, escuchar más que hablar, cargar sobre los hombros las heridas del pueblo, llorar con los que lloran y alegrarse con los que se alegran. Servir es no temer ensuciarse las manos, ni el corazón, en el contacto con las realidades más duras.

Cuando el papa Francisco pide pastores con “olor a oveja”, no pronuncia una metáfora sentimental, sino un criterio de autenticidad. Huele a oveja el pastor que camina, que se mezcla, que no teme perder tiempo con su gente. Es el pastor que no huye ante el peligro, sino que se queda a cuidar a su grey.  Y ese olor, que a veces el mundo desprecia, es el perfume del Evangelio vivo. Es el signo de una Iglesia que no se reduce a sus templos, sino que sale a las calles, al puerto, al campo, al barrio. En un tiempo en que tantos viven sin guía y sin horizonte, un obispo que se haga compañero de camino puede ser el rostro visible de la misericordia de Dios.

El nacimiento de una nueva diócesis y la designación de un coadjutor son signos institucionales, sí, pero también espirituales. Muestran que la Iglesia sigue respirando, que el Espíritu sigue soplando, que el Evangelio sigue buscando carne donde encarnarse. Una diócesis nueva no es solo una frontera administrativa, es una frontera del alma. Implica comenzar desde cero, aprender a escuchar, construir comunidad, curar heridas antiguas, atender de manera más cercana las muchas necesidades. Y eso solo puede hacerlo un pastor que entienda su misión como don y no como premio, como cruz y no como medalla.

El mundo contemporáneo, saturado de liderazgos egocéntricos y discursos vacíos, necesita pastores así: hombres movidos por el ansia de servir, no por el deseo de figurar; pastores que prefieran la cercanía al aplauso y al poder. El filósofo francés Emmanuel Levinas decía que el rostro del otro nos reclama y nos obliga: esa es la verdadera experiencia de responsabilidad. En esa clave, el obispo es un rostro que se deja interpelar por los rostros de su pueblo. No es un funcionario de lo sagrado, sino un testigo de la alteridad de Dios.

Por eso, cada ordenación episcopal es más que un rito litúrgico: es una invitación a todos los obispos del mundo a examinar su corazón. ¿Desde dónde ejercen su ministerio? ¿Desde la seguridad de las formas o desde la intemperie del amor? ¿Desde el trono o desde el suelo? El Evangelio no pide perfección, sino disponibilidad; no exige grandeza, sino entrega; no pide poder, sino fidelidad. Y esa fidelidad se demuestra en los actos más pequeños: en una visita a un enfermo, una palabra a un joven, una sonrisa a quien se siente lejos.

Agradecer y acompañar a quienes inician su servicio episcopal no es solo un gesto de cortesía, sino un acto de comunión. En ellos, la Iglesia se reconoce a sí misma como madre y maestra, siempre en camino, siempre dispuesta a renovarse. Que María, Stella Maris, ilumine los pasos de Monseñor Manuel Ruiz y de Monseñor Carlos Morel. Que el Espíritu Santo los mantenga humildes, alegres y valientes. Y que sus vidas recuerden a todos —obispos, sacerdotes, laicos— que el único poder que cuenta en la Iglesia es el del amor que se inclina, el amor que huele a oveja.

 

Mario J. Paredes*

Religión Digital

*Mario J. Paredes es Presidente del Consejo Directivo de la Academia Internacional de Líderes Católicos.

COP30: IGLESIA LATINOAMERICANA Y CARIBEÑA IMPULSARÁ ACCIONES PARA REFORZAR EL COMPROMISO CON LA JUSTICIA SOCIOAMBIENTAL


col kowalski

 

Promover espacios transformadores que refuercen el compromiso con la justicia socioambiental y aporten a la construcción de una ecología integral; así estará orientada la participación de la Iglesia latinoamericana y caribeña en la COP30.

En sintonía con el llamado de Laudato Si’ y Laudate Deum, el Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño impulsará una serie de paneles durante la COP30 con el objetivo de articular una respuesta profética frente a la emergencia ambiental cuyos efectos son de carácter global. Una propuesta inspirada en los principios del magisterio actual de la Iglesia.

El propósito es establecer un diálogo entre actores relevantes en el proceso que conduce a la toma de decisiones; es decir, científicos, empresarios, trabajadores, líderes comunitarios, religiosos, representantes de organismos internacionales y bancos regionales de desarrollo. De acuerdo con la agenda, los diferentes paneles contarán con la presencia de referentes institucionales de distintos espacios eclesiales de la región. Cada uno compartirá sus reflexiones y experiencias sobre la urgencia de nuevos modelos culturales, económicos y educativos que respondan a la crisis climática desde una perspectiva evangélica.

Una voz profética

Acciones que estarán enmarcadas en la iniciativa denominada: "Posición, organización y propuesta para la cultura económico-financiera y la educación ecológica de la Iglesia Latinoamericana y caribeña ante la crisis climática”. La agenda de actividades de la Iglesia continental en la COP30 se desarrollará los días 13, 17 y 18 de noviembre. Tres jornadas que se iniciarán con el panel sobre Diálogo socioambiental por la paz: adaptación y transición justa.

Espacio en el que participarán el cardenal Leonardo Steiner Arzobispo de Manaos y representante del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), Eduardo Agosta, director de Ecología Integral en la Conferencia Episcopal Española (CEE), Emilce Cuda, secretaria de la Pontificia Comisión para América Latina (P-CAL), Juliano Assucao representante de la Oficina de Economía de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Río), José Luis Manzano presidente de Integral Capital, Ana Cabral presidenta de Sigma Lithium y Patricio Lombardi, presidente de la Fundación para la Equidad en los Mercados Ambientales.

Acto seguido, se realizará el panel sobre la voz profética del sur global respecto al cuidado de la casa común. En este espacio participarán los cardenales Jaime Spengler, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM), Fridolin Ambongo, presidente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), Felipe Neri Ferrao, presidente de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia (FABC) y Simón Stiell, secretario ejecutivo de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

Organizar la esperanza

Dos eventos que apenas constituyen una muestra de la gran agenda de actividades que impulsará la Iglesia continental en la COP30. Siempre acompañada de expertos en diversas disciplinas que analizarán temas que incluyen la remisión de la deuda pública, la reflexión sobre justicia integral, la necesidad de la reparación histórica y la importancia de construir la justicia climática en el sur global.

Igualmente, se reflexionará sobre la conciencia respecto a la vida que pende de un hilo en materia de adaptación, mitigación y transición energética justa, situación que llama a la transparencia y la responsabilidad en el sur global. Desafíos que en la práctica, plantean el abandono de los combustibles fósiles y llaman a experimentar nuevos estilos de vida, educación y formación para optar por una conversión ecológica estructural.

Momentos de escucha, diálogo y construcción colectiva que plantearán interrogantes sobre conceptos relacionados con posibles soluciones como la geoingeniería climática y la realidad que plantean las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDCs).

Temáticas que hacen parte del proceso que lidera la Iglesia con su presencia en la COP30, pensando en contribuir a la reflexión. Se trata de ayudar a organizar la esperanza apelando al compromiso; porque la Iglesia no puede marginarse de la discusión, el análisis y la propuesta de alternativas que empiecen por cuestionar sobre el nivel de compromiso individual, es decir, si estamos haciendo lo suficiente por lograr esa conversión ecológica que el planeta clama a gritos.

 

Paola Calderón

Religión Digital

EL UNIVERSO ES UNA COMUNIÓN DE SUJETOS, NO UNA COLECCIÓN DE OBJETOS (T. BERRY)


col kowalski

 

universo comunion
Foto de Alex Andrews: https://www.pexels.com/es

El Universo, con su sabiduría, matriz y patrón de todo lo que existe, nos sigue hablando desde dentro, con voces de científicos místicos y profetas.

Somos una comunión de sujetos. Esta afirmación  trastoca los cimientos del edificio social y eclesial, construido sobre bases muy distintas, en muchos casos opuestas. No así el Evangelio.

“Las actitudes científicas y los inventos tecnológicos han sustituido la mirada contemplativo-mística de la realidad y la evocación empática de las fuerzas naturales y espirituales a través del ritual y la invocación oracional” (T. Berry)

Estamos a las puertas de Adviento. Es ese tiempo del año cuasi mágico que invita a escuchar el latido de la vida dentro, con su símbolo de “embarazo de la vida de Dios en una mujer”. Es tan sugerente que a nosotras se nos invita por dentro a no esperar que empiece. Todo lo importante requiere un tiempo de preparación y reflexión. Hemos confundido Adviento con tiempo de preparación para la Navidad solamente, tal vez obviando que es un tiempo litúrgico de una sabiduría difícil de igualar.

Intentando poner en práctica desde nuestra realidad, las palabras de las personas que nos abren los ojos, reconocemos que hoy o buscamos realizar liturgias alternativas o complementarias a las de las iglesias tradicionales, o nos quedamos un poco secos por dentro.

Nuestra propuesta, es empezar desde ya, a crear espacios de silencio que nos preparen para esa escucha del latido del Universo.

Y desde ese silencio prolongado en las largas horas de noche del otoño tardío e invierno, ritualizar: poner gesto y palabra, danza y movimiento… a lo que vamos sintiendo, en horas de luz y latido para tod@s.

Además de reciclar, de limpiar nuestros mares de plásticos… la mayoría necesitamos limpiar nuestras mentes de la intoxicación que nos impide sentir el Universo como carne de nuestra carne.

Es nuestro reto de pre-adviento y de Adviento. Te invitamos. Si tienes ideas, comparte.

Este es también tiempo de creatividad. De gestación de vida para el Universo, no escondamos esos embarazos maravillosos para este momento histórico. Ni mencionar la posibilidad de abortar vida, la que se nos regala en forma de música, poesía, ideas, sororidad, solidaridad, familia. Y mar y monte preñados de frutos y de vida nueva, gestándose sin plásticos, invitándonos a formar parte del proceso.

Me dan ganas de, en este momento, con nuestra hermana mayor María de Nazaret, con humildad y orgullo por ser hija de Dios, sin miedo por ello, decir con tantas mujeres y hombres de nuestra historia ¡Hágase!

 

Magda Bennásar Oliver, sfcc

OJEA: “JESÚS NO QUIERE QUE EL CULTO A DIOS SE MEZCLE CON UNA FORMA DE COMERCIO”


col kowalski

 

En el 32º Domingo del Tiempo Ordinario, día en que la Iglesia católica conmemora la dedicación de la Basílica vaticana de San Juan de Letrán, el obispo emérito de San Isidro, Mons. Oscar Ojea, inició su reflexión recordando que la basílica de San Juan de Letrán es la antigua sede de los papas. Algo que le llevó a decir que “por eso la lectura de hoy tiene que ver con la relación entre Jesús y el Templo”.

Negocios montados en el Templo

En el Evangelio de San Juan, señaló el obispo argentino, “Jesús nos había hablado de una alianza nueva en las bodas de Caná. Él viene a plantear un matrimonio nuevo entre Dios y su pueblo. Y ahora, expulsando a los mercaderes del Templo resignifica el templo para el cristianismo”. A partir del texto del capítulo 2 del Evangelio de Juan, Ojea afirmó que “Jesús no quiere que el culto a Dios se mezcle con una forma de comercio. En realidad, en aquel tiempo, en tiempos de Jesús, se ofrecía animales y había todo un negocio en el Templo. El Templo era como un gran banco en el cual se entregaban los animales y se intentaba cumplir las condiciones estrictas que marcaba la Ley sobre qué cualidades tenía que tener este animal para ser ofrecido. Entonces, había negocios montados en el Templo que tenían que ver con estas ofrendas”.

Desde esa perspectiva, el obispo emérito de San Isidro resaltó que “por eso el Señor es durísimo con esta práctica de mezclar el comercio con la fe, el comercio con el culto a Dios. Pero además hay otra razón más profunda todavía y es que el luego culto que trae Jesús se opone terminantemente a toda forma de manejar a Dios, a toda forma de seducir a Dios o de creer que lo podemos seducir a Dios como si Dios fuera objeto de magia, como si a Dios yo lo pudiera atraer a través del ofrecimiento alguna primicia de ganado o alguna primicia de la agricultura”.

Para Ojea, “esto que eran expresiones de alabanza y de ofrenda y de expiación que tenían los antiguos, no tiene nada que ver con el culto auténtico que viene a traer Jesús”. Según él, “Jesús va a hablar de este culto en el diálogo con la samaritana que está en el capítulo cuarto y va a decir: ‘Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad’. Es decir, la adoración al Señor es interior, viene del corazón y nosotros nos unimos al verdadero templo que es el cuerpo de Cristo, desde donde se da el único sacrificio que agrada al Padre, que es la vida de Jesús. Y nosotros solo uniéndonos a Jesús, hacemos valioso nuestro sacrificio”.

Sacerdocio de todo bautizado

Por eso, “los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, le dice Jesús a la mujer samaritana. Esto quiere decir, yo vengo a inaugurar un culto nuevo, un modo nuevo de relacionarse con Dios, en donde todos van a ser sacerdotes”, subrayó Ojea. Desde ahí pidió que “no nos olvidemos que cada bautizado tiene el sacerdocio propio que tienen los fieles cristianos y están capacitados para ofrecer a Dios su corazón. Y desde ese corazón, desde ese corazón que ama, desde ese corazón que lucha, desde ese corazón que espera, se expresa el verdadero culto a Dios”.

Finalmente, invitó a pedir al Señor “poder ser fieles a esto que es lo único que agrada al Señor y no mezclar el culto a Dios con otros intereses y no creer nunca que el Señor puede ser sometido o conquistado por obras que podemos hacer nosotros o por algo que podamos hacer nosotros externo que pueda conquistar el corazón de Dios. Dios busca el corazón del hombre y el corazón es un altar, un altar del amor y desde ese altar se realiza el verdadero sacrificio unidos en ese templo que es el cuerpo de Cristo”.

 

Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe

Religión digital

LO SAGRADO NO ESTÁ EN LAS PAREDES, SINO EN LA CARNE


col anso

 Jesús entra en el Templo —el corazón palpitante de la religión, de la vida civil y simbólica de toda una cultura— y lo trastorna (Juan 2, 13-22). Vuelca mesas, ahuyenta animales, empuña un látigo hecho de cuerdas. En un Evangelio que a menudo habla en voz baja, con palabras lentas y pensamientos profundos, aquí hay ruido, polvo, gestos, cuerpo. El lugar es sagrado, pero la narración no es litúrgica. Es subversiva.

El Templo de Jerusalén es símbolo de todo lo que es establecido, consolidado, inquebrantable. Es la arquitectura del poder religioso, de la identidad colectiva, de la convicción de que un lugar, un rito, una estructura pueden custodiar lo absoluto. Sin embargo, dentro de este espacio se mueven animales, dinero, comercio. Lo sagrado monetizado se ha convertido en mercado.

No es difícil reconocer en esta escena un arquetipo narrativo: el del héroe solitario que se rebela contra un sistema corrupto. Jesús se convierte en el hermanastro de Raskolnikov, que Dostoievski retrata en Crimen y castigo, el personaje que, en su delirio ético, se enfrenta al orden establecido.

Jesús, aquí, no enseña. No cura. No consuela. Hace ruido, crea caos, desorden. Y al hacerlo, realiza un gesto que es físico y simbólico. Es una actuación que rompe con la fruición pasiva y obliga al espectador a tomar posición. La escena se transforma en un campo de tensión entre el poder y la vulnerabilidad.

El látigo de cuerdas que empuña Jesús es un acto de ruptura, pero no es violento en el sentido depredador del término. No hay heridos, no hay sangre. Es más bien un gesto de revelación. Como si, en el caos generado por el vuelco de los bancos, saliera a la luz la desnudez del lugar, su contradicción interna: un lugar destinado al encuentro con lo invisible, que se ha convertido en un espacio de transacción económica.

«¡Quiten de aquí estas cosas y no conviertan la casa de mi Padre en un mercado!», grita Jesús. En sus palabras vibra una tensión antigua, entre lo que es don y lo que es mercancía, entre lo que es relación y lo que es beneficio. Donde el tiempo se monetiza, la amistad se mide en seguidores y la palabra pierde profundidad para transformarse en algoritmo.

Sin embargo, el gesto de Jesús no es solo destructivo. Es profético. Lo entendemos por la reacción de los presentes: «¿Qué señal nos muestras para hacer estas cosas?». En otras palabras: «¿Quién te crees que eres?». En realidad, no discuten lo sucedido: quieren una señal, una legitimación. Han visto el gesto, han percibido su fuerza simbólica, pero quieren encasillarlo. Debe haber un poder detrás. Una autoridad. Un permiso. Una firma.

Jesús responde con una frase enigmática y vertiginosa: «Destruid este templo y en tres días lo resucitaré». Sus interlocutores piensan en el templo de piedra, monumental, sólido, construido en cuarenta y seis años, una cifra exacta y precisa, como para subrayar la lentitud, el peso y la estratificación de la historia. Una arquitectura que tardó casi medio siglo en construirse. ¿Y él promete reconstruirla en tres días? Pero Juan nos lleva a otro lugar. Nos dice que hablaba del «templo de su cuerpo».

El cuerpo se convierte en el nuevo templo: el cuerpo frágil, expuesto, sujeto a la muerte. Lo sagrado no está en las paredes, sino en la carne. Todo orden, todo sistema, todo poder que pretenda contener el sentido debe ser cuestionado.

Cada uno de nosotros construye templos que cree eternos. Sistemas de seguridad, de significado, de control. Y luego, en un día cualquiera, todo se derrumba: un duelo, una pérdida, una crisis, un amor que termina. Y ahí se descubre que lo que queda en pie no es la estructura, sino el cuerpo, el deseo, el «celo» que arde y salva.

 

Antonio Spadaro sj

Religión Digital

LEÓN XIV: LA REFORMA SILENCIOSA DE LA AMBIGÜEDAD CALCULADA


col arregi

 

En estos primeros seis meses de pontificado, León XIV ha demostrado que la revolución no siempre debe venir envuelta en el típico estruendo de timbales, fanfarrias, flashes de fotógrafos y titulares de telediario. Su estilo sobrio, pausado y muy calculado ha instalado una dinámica de reforma que apuesta por la paciencia del proceso y la centralidad de las personas.

Se podría definir este inicio de pontificado como una “ambigüedad calculada”, porque cada gesto, cada nombramiento y cada palabra están medidos para avanzar sin fracturas visibles, asegurando la unidad de la Iglesia en medio de un mundo que exige cada vez más a la institución.

Más de noventa disposiciones en seis meses no significan improvisación sino un trabajo diseñado para gobernar. León XIV ha desplegado un mapa pastoral global, trabajando por bloques territoriales, asignando responsabilidades a hombres de confianza formados en la escucha profunda y la corresponsabilidad, impidiendo nombramientos rápidos o de relleno. Es decir, Prevost ha ‘aprendido’ pronto a ser Papa y a ejercer el papado.

La mirada puesta en Asia, América, África y Europa encarna su visión: una Iglesia que no se llena de cargos, sino que apoya comunidades concretas, manteniendo viva la diversidad sin perder la unidad esencial.

La ambigüedad calculada de León XIV se ha convertido en la seña de identidad estratégica de su pontificado durante estos seis primeros meses, no solo como herramienta de gestión eclesial, sino también como modo de afrontar la complejidad doctrinal, pastoral y geopolítica que atraviesa hoy a la Iglesia.

Su gobierno es la mejor prueba de esta metodología:

· Nombramientos episcopales sin rupturas: León XIV ha realizado más de 90 provisiones en medio año, pero evitando los “golpes de timón” bruscos, optando por líderes diocesanos con perfiles diversos y de consenso, incluso combinando avances pastorales en América o África con guiños tradicionalistas en Europa, como la reactivación de algunas prácticas litúrgicas preconciliares. Esta combinación de aparente continuidad y tímida apertura busca sumar apoyos y disolver resistencias internas sin proclamar virajes.

· Discursos y documentos con márgenes abiertos: En intervenciones clave sobre cuestiones doctrinales o morales (como el papel de la mujer, la acogida de realidades familiares diversas, o la inteligencia artificial), utiliza fórmulas como “de momento no tengo intención de cambiar” o “es muy improbable que en el futuro inmediato…”, evitando tanto el cierre definitivo como la apertura rotunda, para contener debates internos y ofrecer campo a diversas interpretaciones sin romper el equilibrio.

Sin embargo, se ha alineado claramente con Francisco en su primer gran exhortación, Dilexi te, para seguir colocando a los pobres en el corazón de la Iglesia y a la opción preferencial por ellos como algo innegociable. Los pobres seguirán siendo los ‘vicarios’ de Cristo en la Iglesia prevostiana, asi como el clásico ‘techo, tierra y trabajo’ de los movimientos populares, que acuñó Francisco.

· Gestos simbólicos y mensajes dobles: Ha recuperado símbolos “clásicos” del papado (vestimenta, música gregoriana, reapertura de Castel Gandolfo…), mientras mantiene las reformas sociales y magisteriales heredadas de Francisco, permitiendo lecturas opuestas: los más conservadores lo ven como restaurador, los renovadores perciben continuidad con el aggiornamento de la ‘Iglesia en salida’.

· Silencios y prudencia política ante conflictos globales: Donde Francisco era contundente y explícito (caso de las mafias en Italia o el conflicto ucraniano o palestino), León XIV elige deliberadamente el silencio o declaraciones muy generales sobre la paz y el sufrimiento humano, evitando confrontar directamente con actores políticos, lo que alimenta críticas de “equidistancia” y suscita a la vez aceptación en campos opuestos.

· Relación con la Curia y resistencia interna: En materia de cargos curiales, León XIV mantiene a figuras nombradas por Francisco (como el cardenal Víctor Manuel Fernández), a pesar de las críticas de sectores conservadores, mandando una señal clara de institucionalidad y prudencia, con las “riendas más cortas” y mayor control sobre su línea de acción, pero sin ceses drásticos.

Y es que los pobres y la sinodalidad son los criterios para una Iglesia en movimiento. Ni ruptura, ni inmovilismo, sino una reforma silenciosa que conjuga tradición y futuro con la sabiduría del discernimiento.

En definitiva, esta ambigüedad calculada, cuidadosamente construida en nombramientos, silencios, palabras escogidas y símbolos, ha permitido que el pontificado avance sin grandes fracturas ni concesiones peligrosas, ganando tiempo y sumando adherencias en un momento en que cualquier gesto rotundo podría provocar cismas o resistencias mayores.

El resultado es una Iglesia que navega entre tensiones, sin perder del todo ningún bando interno, y que sigue buscando, bajo la ambigüedad planificada de León XIV, el equilibrio necesario para avanzar por el difícil camino de la sinodalidad sin romper la unidad.

 

NO TENGAIS MIEDO, APROVECHAD LA OCASIÓN PARA DAR TESTIMONIO Lucas 21, 5-19


col labrador

 


Escuchamos hoy un evangelio que puede removernos profundamente si somos capaces de ser salir de esas dos actitudes que tantas veces nos acechan: la del que ya lo conoce, “lo hemos oído tantas veces” y la del que “esto no va conmigo” ¿Cómo va a ir conmigo eso del templo o lo del fin del mundo? Os invito a salir de ellas y abrir nuestro corazón para escuchar, como si fuera la primera vez, un texto sorprendente que nos trae un mensaje de libertad y esperanza, válido para el presente y para el futuro. Porque en definitiva, ¿en qué momento estamos? ¿Cuál es nuestro tiempo final? ¿Cuál es el de nuestro mundo?

Lo primero que encontramos en este texto es un lenguaje que no nos puede dejar indiferentes. Empieza con una imagen terrible, el templo destruido. Para los judíos contemporáneos de Jesús el templo es el símbolo de la Alianza, la morada de Dios. Destruir el templo es destruir lo más sagrado, hacer que todo lo demás hablando en clave de fe se tambalee… Y después añade, en este mismo lenguaje, que habrá guerras, terremotos, danas, pandemias, persecuciones, pueblos contra pueblos… Y además que en medio de esto nos veremos abandonados de los más cercanos, padres, hermanos, amigos… Pensemos ¿habla del pasado, de los habitantes de entonces, o tiene algo que ver con nosotros? ¿Podemos descubrir que hoy, a nosotros y a nuestro mundo, nos pasa algo parecido? 

Y ante todo ello, y esto es quizá lo chocante, nos pide categóricamente dos cosas: “No tengáis miedo” y “Aprovechad la ocasión para dar testimonio”. Pero, ¿cómo no vamos a tener miedo? ¿No sería mejor que nos dijese qué tenemos que hacer para librarnos de todo esto? Y es que, ante el final de nuestra vida, de todo lo nuestro, de nuestro mundo, es fácil caer en el pánico.

Y, como tantas veces, es la última frase del texto la que nos da la clave: “Con vuestra perseverancia salvareis vuestras almas” Perseverancia que puede ser traducida por paciencia. O también por entereza, aguante, capacidad de mantenerse firme ante las dificultades.

Virtudes tan poco cotizadas hoy como necesarias. Porque no se nos habla de resignación, del resistir porque “no hay otra cosa” que tantas veces nos lleva al desaliento, o a la pérdida de sentido para vivir… Se nos habla de esa actitud calmada y serena de quien ha puesto su confianza en un Dios que está presente, amorosamente presente en nuestra historia. Que interviene para salvarnos y sostenernos en ella. Para que “nadie nos engañe” y acertemos a distinguir y descubrir toda la hondura de las realidades, que llevan el signo de su amor aunque no lo comprendamos muchas veces.

Y ahí viene lo de “que nos sirva de ocasión” para testimoniar nuestra fe. Sin que nos imaginemos grandes juicios o momentos súper especiales. El testimoniar nuestra fe es vivir apoyados en ella. Es hacer patente que nuestra confianza en Dios nos mantiene en calma, que no nos dejamos desquiciar por las injusticias, las violencias sin sentido, o la posibilidad de la muerte, porque aun después de ella nos sabemos en buenas manos. Es mirar la vida hasta en sus peores momentos como salida de las manos de Dios y animada por su presencia.  Descubrir en medio del dolor, gestos de amor, de entrega, de ternura… Es hablar transmitiendo esta esperanza, esta benevolencia, sin juicios precipitados o duros, sin amargura, sin buscar la propia seguridad o defensa… Y todo esto lo podremos hacer porque “se nos dará una sabiduría y palabras tales a las que nadie podrá hacer frente” Por eso no tengamos miedo. Se nos regalará esta forma de vivir tan solo si tenemos fe, si confiadamente nos ponemos en manos de Dios, sin plazos y sin cálculos… firmes aunque esta vida se nos desmorone porque tenemos nuestra esperanza puesta en el Dios Abbá, amigo de la vida.

Pero, ¿cómo es mi fe? ¿Está mi vida animada por la fe? La hondura de mi confianza en Dios ¿se trasluce en mis sentimientos, actitudes y hechos? ¿Qué trasmito cuando hablo sobre el presente y el futuro? ¿De qué tengo miedo?

Que ante tantas dudas que nos llegan cada día, abramos nuestro corazón para acoger esa sabiduría que se nos regala y así descubrir la acción salvadora de Dios en nosotros y en nuestro mundo, y saboreemos ya esa confianza y alegría que es posible aun en medio del dolor y el sin sentido que a veces nos envuelve, pero que no es el final. El final solo es Dios y su abrazo amoroso para siempre.

 

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

CON VUESTRA PERSEVERANCIA SALVARÉIS VUESTRAS ALMAS

 


El evangelio es siempre fuente de inspiración para nuestra vida. Basta que lo leamos con detenimiento y deseo de aprender.

Al final del pasaje leído este domingo se insinúa un tema del que en otras épocas se ha hablado mucho y ahora menos: la perseverancia. CON VUESTRA PERSEVERANCIA SALVARÉIS VUESTRAS ALMAS. Cuando se hace una opción, cuando se tiene un valor, cuando se ha elegido algo, lo difícil es permanecer, ser constante, mantenerse en lo soñado, perseverar.

Es una evidencia que somos inconstantes. Vislumbramos algo hermoso y optamos por ello. Pero pronto nos damos cuenta de que eso bello que nos atrae es un camino que hay que andar poco a poco. Y que ese camino está lleno de dificultades y de obstáculos. Y entonces abandonamos, lo dejamos de lado, lo olvidamos. Con ello, el nivel de frustración de nuestra vida sube constantemente.

¿Cómo vivir una vida cristiana perseverante?

· Sé fiel a las promesas del evangelio: porque no interesa tanto que seas fiel a lo que tú has prometido, sino que descubras las maravillas de lo que se te ha prometido y que esas maravillas te encandilen para siempre. La maravilla de una vida en paz, la maravilla de poder tener un corazón perdonador, la maravilla de vivir inmerso en la generosidad.

· Vive una fe lo más lúcida posible: no te eches en brazos de la rutina, de la costumbre, de los meros ritos externos porque eso no terminará por ahogarte. Busca renovar tu oración, vive la eucaristía como un auténtico lugar de encuentro con Jesús, no te canses de leer la Palabra todos los días si es posible.

· Cultiva tu pensamiento cristiano: no vivas con las ideas del catecismo que aprendiste de niño, piensa la posibilidad de hacer parte de alguno de los grupos donde se cultiva la Palabra, el pensamiento cristiano. Los tiempos cambian. Hemos de vivir la fe en modos adaptados a nuestro hoy, no de manera rígida e inflexible. Ha pasado el tiempo de comulgar con ruedas de molino y de tener la fe del carbonero.

Hay personas que, con alguna frecuencia, se piden una partida de nacimiento para un proceso de apostasía. Quieren abandonar la fe que eligieron otros para ellos y a la que no se sienten vinculados. Aunque nos duela, hay que respetarlos. Libertad para entrar, libertad para salir. Eso defendemos. Pero es cosa que nos debe hacer pensar: si no cultivamos la fe quizá nos veamos en situación similar o abandonemos el camino cristiano sin más, que es otra forma de apostasía.

La mejor forma de ser perseverante es aquella que nos implica algo en la vida familiar, en la vida parroquial o en la vida social. Una vida sin implicación lleva a vivir descolgado, situado en el propio egoísmo, como una isla. Esta semana se celebra en Belem (Brasil) la COP30 sobre el cambio climático. Es un problema gravísimo. Implícate, recicla, sé sensible a este asunto gravísimo. Si ya vives implicado incrementa tu compromiso; si tu implicación es débil, hoy mismo puedes dar un paso adelante. Ánimo.

DAR POR TERMINADO José Antonio Pagola

 


Es la última visita de Jesús a Jerusalén. Algunos de los que lo acompañan se admiran al contemplar «la belleza del templo». Jesús, por el contrario, siente algo muy diferente. Sus ojos de profeta ven el templo de manera más profunda: en aquel lugar grandioso no se está acogiendo el reino de Dios. Por eso Jesús lo da por acabado: «Esto que contempláis llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido».

De pronto, sus palabras han roto el autoengaño que se vive en el entorno del templo. Aquel edificio espléndido está alimentando una ilusión falsa de eternidad. Aquella manera de vivir la religión sin acoger la justicia de Dios ni escuchar el clamor de los que sufren es engañosa y perecedera: «Todo eso será destruido».

Las palabras de Jesús no nacen de la ira. Menos aún del desprecio o el resentimiento. El mismo Lucas nos dice un poco antes que, al acercarse a Jerusalén y ver la ciudad, Jesús «se echó a llorar». Su llanto es profético. Los poderosos no lloran. El profeta de la compasión sí.

Jesús llora ante Jerusalén porque ama la ciudad más que nadie. Llora por una «religión vieja» que no se abre al reino de Dios. Sus lágrimas expresan su solidaridad con el sufrimiento de su pueblo, y al mismo tiempo su crítica radical a aquel sistema religioso que obstaculiza la visita de Dios: Jerusalén –¡la ciudad de la paz!– «no conoce lo que conduce a la paz», porque «está oculto a sus ojos».

La actuación de Jesús arroja no poca luz sobre la situación actual. A veces, en tiempos de crisis, como los nuestros, la única manera de abrir caminos a la novedad creadora del reino de Dios es dar por terminado aquello que alimenta una religión caduca, sin generar la vida que Dios quiere introducir en el mundo.

Dar por terminado algo vivido de manera sacra durante siglos no es fácil. No se hace condenando a quienes lo quieren conservar como eterno y absoluto. Se hace «llorando», pues los cambios exigidos por la conversión al reino de Dios hacen sufrir a muchos. Los profetas denuncian el pecado de la Iglesia llorando.

EL MIEDO Y LA ESPERANZA EN EL FUTURO NO TIENEN SENTIDO DOMINGO 33 (C) Lc 21,5-19


 Estamos en el penúltimo domingo del año litúrgico. El próximo celebraremos la fiesta de Cristo Rey con el que se remata el ciclo (C). El lenguaje escatológico que emplean los evangelistas es muy difícil de entender hoy. Corresponde a otra manera de ver al hombre, a Dios y el mundo. Es lógico que tuvieran una peculiar manera de ver lo último el "esjatón" que a nosotros nos parece extraña. Debemos hacer un esfuerzo por entenderlo bien.

El pueblo judío estuvo siempre volcado hacia el futuro. La Biblia refleja una tensión, esperando una salvación que solo puede venir de Dios. A Noé se le ofrece algo nuevo después de la destrucción de lo viejo. A Abrahán, salir de su tierra para ofrecerle algo mejor. El Éxodo promete salir de la esclavitud a la libertad. Pero todas las promesas, en realidad, son la expresión de las carencias que el ser humano experimenta.

Los primeros cristianos no tienen inconveniente en utilizar las imágenes que le proporciona la tradición judía. A primera vista parece que entra en esa misma dinámica apocalíptica, muy desarrollada en la época anterior y posterior a la vida de Jesús. El NT pone en boca de Jesús un lenguaje que se apoya en los conocimientos e imágenes que le proporciona el AT.

En tiempo de Jesús se creía que esa intervención definitiva de Dios iba a ser inminente. Las primeras comunidades cristianas acentuaron aún más esta expectativa de final inmediato. Pero en los últimos escritos del NT es ya patente una tensión entre la espera inmediata del fin y la necesidad de preocuparse de la vida presente. Ante la ausencia de acontecimientos en los primeros años del cristianismo, las comunidades se preparan para la permanencia.

Con los conocimientos que hoy tiene el ser humano y el grado de conciencia que ha adquirido, no tiene ninguna necesidad de acudir a la actuación de Dios, ni para destruir el mundo y poder crear otro más perfecto (apocalíptica), ni para enderezar todo lo malo que hay en él para que llegue a su perfección (escatología). Dios no tiene que actuar para ser justo ni inmediatamente después de una injusticia ni en un hipotético último día.

El evangelio de hoy tiene dos partes. Ninguna de ellas se puede atribuir a Jesús. La primera porque el evangelio se escribió veinte años después de la destrucción del templo. Es fácil poner en boca de Jesús una profecía de lo que ya había pasado. La segunda porque en el año 90, los cristianos ya eran acosados por todas partes. Los judíos los persiguieron desde que el templo fue destruido. Los romanos ya estaban también persiguiéndolos.

Lo que percibimos que está mal y no depende del hombre, es fruto de una falta de perspectiva. Una visión que fuera más allá de las apariencias nos convencería de que no hay nada que cambiar en la realidad, sino que tenemos que cambiar nuestra manera de afrontarla. Lo que nos debía preocupar de verdad es lo que está mal por culpa del hombre.

No nos debe extrañar la referencia a la destrucción del templo. Este evangelio está escrito hacia el año 90, por lo tanto, ya se había producido esa catástrofe. Es imposible imaginar hoy lo que supuso la destrucción del tempo. Para los judíos fue el “fin del mundo”. Era lógico asociar ruina con el fin de los tiempos, porque para ellos el templo lo era todo.

En la lectura de hoy podemos apreciar claramente los matices que Jesús introduce en la escatología. A Jesús no le impresiona tanto el fin, como la actitud de cada uno ante la realidad actual (“antes de eso”). ¡Que nadie os engañe! La advertencia vale para hoy. Ni el fin ni las catástrofes tienen importancia ninguna, si sabemos mantener la actitud adecuada.

Lo esencial del mensaje de hoy está en la importancia del momento presente frente a los miedos por un pasado catastrófico o las especulaciones sobre el futuro. Aquí y ahora puedo descubrir mi plenitud. Aquí y ahora puedo tocar la eternidad. Hoy mismo puedo detener el tiempo y llegar a lo absoluto. En un instante puedo vivir la totalidad reflejada en mí.

EL FIN DEL AÑO Y EL FIN DEL MUNDO Domingo 33 Ciclo C

 


Para la Iglesia, el año litúrgico no termina el 31 de diciembre sino a finales de noviembre. De ese modo puede reservar cuatro domingos antes del 25 de diciembre para celebrar el Adviento, que forma ya parte del nuevo ciclo. El último domingo del tiempo ordinario se dedica en los tres ciclos a celebrar la fiesta de Cristo Rey. Y el penúltimo, el 33, a recordar el fin del mundo y de la historia. Algo que puede parecer bastante ajeno a nuestra mentalidad y cultura, pero que fue esencial para los primeros cristianos y que ofrece materia interesante de reflexión.

Del entusiasmo ingenuo a la esperanza apocalíptica

La gran tragedia experimentada por el pueblo judío a comienzos del siglo VI a.C. (deportación a Babilonia, destrucción de Jerusalén y de su templo, pérdida de la independencia) provocó al cabo de unos años un florecimiento de profecías que anunciaban la vuelta de los desterrados, la prosperidad y esplendor de Jerusalén, la gloria futura del pueblo de Dios. Los profetas rivalizaban por ver quién anunciaba un futuro mejor. Y la gente, durante siglos, alentó esas esperanzas. Hasta que la realidad se impuso, dando paso a una gran decepción: ni independencia, ni riqueza, ni esplendor. La decepción fue tan fuerte, que algunos grupos vieron la solución en la desaparición del mundo presente, radicalmente malo, y la aparición de un mundo futuro maravilloso, del que sólo formarían parte los buenos israelitas. La primera lectura de hoy lo afirma con toda claridad.

Primera lectura (Malaquías 3,19-20a)

En este breve pasaje, lo único que precisa comentario es la metáfora final. Para nosotros, «un sol de justicia» es un sol terrible, del que buscamos refugio bajo cualquier sombra. Pero este no es el sentido aquí, sino todo lo contrario: «un sol salvador, que nos salva con sus rayos». ¿De dónde viene esta extraña metáfora? Probablemente de Egipto, inspirándose en la imagen del sol alado, que representa su acción benéfica sobre todo el mundo.

El cálculo del momento final y las señales

Ya que la mentalidad apocalíptica considera inminente el fin del mundo, desea calcular el momento exacto en que tendrá lugar y las señales que lo anunciarán. Las dos preguntas que formulan los discípulos a Jesús en el evangelio de hoy recogen muy bien ambos aspectos: ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder? Para la mentalidad apocalíptica, cualquier acontecimiento trágico, sobre todo si era de grandes proporciones, anunciaba el fin del mundo. Por eso, en el evangelio de este domingo, cuando los discípulos oyen anunciar la destrucción de Jerusalén, inmediatamente piensan en el fin del mundo.

El peligro de esta mentalidad es que resulta estéril. Todo se queda en cálculos y señales, sin comprometerse con los problemas del mundo que nos rodea. Y eso es lo que pretenden evitar los evangelios sinópticos cuando ponen en boca de Jesús un largo discurso apocalíptico, que la liturgia mutila abundantemente (en nuestro caso, los 29 versículos de Lucas 21,8-36 quedan reducidos a los doce primeros; menos de la mitad).

La respuesta de Jesús

Las palabras de Jesús recogen un buen catálogo de las señales habituales en la apocalíptica: 1) a nivel humano: guerras civiles, revoluciones y guerras internacionales; 2) a nivel terrestre: epidemias y hambre; 3) a nivel celeste: signos espantosos.

Pero nada de esto anuncia el fin del mundo. Antes, y aquí radica la novedad del discurso, ocurrirán señales a nivel personal y comunitario: persecución religiosa y política, cárcel, juicio ante tribunales civiles; incluso la traición de padres y hermanos, la muerte y el odio de todos por causa de Jesús. Esta parte abandona la enumeración de catástrofes apocalípticas para describir la dura realidad de las primeras comunidades cristianas. En todas ellas habría algunos juzgados y condenados injustamente, traicionados incluso por sus seres más queridos. Sólo dos frases alivian la tensión de este párrafo tan trágico.

La primera resulta casi irónica, pero no lo es: Así tendréis ocasión de dar testimonio. La persecución, la cárcel y los juicios injustos no se deben ver como algo puramente negativo. Ofrecen la posibilidad de dar testimonio de Jesús, y así lo interpretaron los numerosos mártires de los primeros siglos y los mártires de todos los tiempos.

La segunda alienta la confianza y la esperanza: ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Más bien habría que decir que perecerán todos los cabellos de vuestra cabeza, pero salvaréis vuestras almas, que es lo importante.

Si siguiésemos leyendo el discurso, todo culminaría en la aparición de Jesús, «el Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria». Es el sol del que hablaba Malaquías, que ilumina y salva a todos los que creen en él.

Frente a la curiosidad, testimonio

Las lecturas de este domingo corren el peligro de ser interpretadas en el Primer Mundo como mero recuerdo de lo que ocurrió entre los primeros cristianos. Muy distinta será la interpretación de bastantes iglesias africanas y asiáticas, que se verán muy bien reflejadas y consoladas por las palabras de Jesús. También nosotros debemos recordar que, sin persecuciones ni cárceles, nuestra misión es aprovechar todas las circunstancias de la vida para dar testimonio de Jesús.

 

CONFIAR AUN EN MEDIO DE LA MAYOR INCERTIDUMBRE Domingo XXXIII del TO 16 de noviembre Lc 21, 5-19

 fe adulta


Vivimos tiempos inciertos. Aunque lo más probable es que la incertidumbre haya sido -sea- una constante en la historia de los humanos, por más que en cada época se viva la sensación subjetiva de haberse incrementado.

La incertidumbre nos inquieta porque sentimos amenazada la seguridad, al verse esfumada nuestra supuesta capacidad de control. El control nos resulta tan querido, precisamente, porque creemos que nos garantiza seguridad, al tiempo que otorga al yo una sensación de autoafirmación e incluso, en ocasiones, de autosuficiencia.

Mientras las cosas se desarrollan más o menos de acuerdo a nuestros planes y expectativas, la ilusión se sostiene y nos sentimos cómodos. Sin embargo, basta cualquier contratiempo para sentir que todo puede saltar por los aires en el momento más inesperado.

Las experiencias de incertidumbre -o, más ampliamente, de frustración- pueden convertirse en oportunidades para desmontar la falsa ilusión del yo, al reconocer que no controlamos absolutamente nada. Como tantas otras, y por más que sigamos aún aferrados a ella, la del control es una falsa creencia, solo real en nuestra imaginación.

El reto consiste en vivir en medio de la incertidumbre desde la confianza. Tal vez hayamos de empezar por reconocer que la confianza no nace del control sobre la realidad, como nuestra mente puede pensar. Mientras se mantenga esta creencia nos veremos obligados a concluir que, aparecida la incertidumbre y perdido el control, la confianza es radicalmente imposible. Pero no es así. La fuente de la confianza no es lo que ocurre, sino lo que somos. La confianza se halla siempre a salvo, justamente porque no pertenece al mundo de las formas -no es un mero estado de ánimo que experimentamos cuando todo parece irnos bien-, sino al Fondo último que sostiene todo lo real. La confianza es una con la realidad, la quietud de fondo omnipresente aun en medio de cualquier oleaje; es un estado de ser.

 

CARPE DIEM Lc 21, 5-19 «Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá»


 Es evidente que Lucas (y el resto de evangelistas) está describiendo unos hechos que ya han ocurrido cuando los están relatando: la destrucción del Templo, los falsos profetas, las persecuciones… y que los mezclan con expresiones genuinas de Jesús para ofrecernos un discurso escatológico de muy difícil interpretación. Pero, dentro su complejidad, hay en él un mensaje en el que queremos incidir: el fin de los tiempos.

A nosotros no nos interesa nada el fin del mundo porque dudamos que estemos aquí para verlo, pero nos interesa mucho el fin de nuestro propio tiempo. Sabemos que nuestro destino inmediato es la muerte y, siendo coherentes, debemos aprender a vivir con esa perspectiva.

Tradicionalmente, la forma de afrontar la muerte ha sido la esperanza de encontrar más vida tras ella, pero la cultura dominante convierte esa esperanza en superstición, y reduce al ser humano a un “ser para la muerte” (en expresión de Martin Heidegger) condenado a caminar hacia la nada desde el mismo momento de nacer: «Venimos de la nada de antes y vamos a la nada de después» –dice–. Triste destino y triste vida. Tan triste que invita a evadirse de semejante realidad. Para ello, es habitual tratar de soslayarla a través del trabajo compulsivo, el ocio compulsivo, el alcohol, las drogas o los infinitos mecanismos que la sociedad de consumo pone a nuestra disposición para que podamos pasar por la vida sobrenadándola y sin sumergirnos de lleno en ella.

Pero si queremos soslayar la realidad debemos pagar el precio de desperdiciar el don irrepetible de la vida, y esto chirría de tal forma, que hasta el propio Heidegger califica esta forma de vivir de inauténtica y propone un modo de afrontar su finitud asumiendo como algo natural el hecho de la muerte. «Debemos aceptar que somos finitos, asumir la angustia de caminar hacia la nada, no renunciar a disfrutar de todas las posibilidades que se abren ante nosotros, correr el riesgo de equivocarnos y arrepentirnos, vivir cada momento de nuestra vida conscientes de que vamos a morir»… En definitiva viene a decirnos que la muerte es lo que hay, y que debemos resignarnos a vivir sin esperar otra cosa.

Juan Antonio Estrada, sacerdote jesuita y filósofo, tiene una visión muy distinta de la muerte, y hace unas consideraciones en torno a la forma de encarar nuestra finitud que nos parecen interesantes y que queremos compartir. Dice que «es muy saludable actuar sabiendo que esta vida se acaba y que no sabemos cuándo se va a acabar, porque esta actitud nos urge a vivir con más intensidad, a no darnos tanta importancia; a ser menos egoístas y tratar de mejorar nuestra relación con los demás».

Añade que cuando alguien interioriza de verdad que la vida en este mundo es efímera, se da cuenta de que el apego a las cosas es una gran necedad que le hace daño y no le lleva a ninguna parte. Entonces combate sus apegos y comprueba que se pueden vencer, y con ellos, el dolor que le provocan. Y de esta forma gana en compasión, en alegría, en amor, en bondad, en sabiduría… porque su corazón se ha librado del temor que le atenazaba…

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí