FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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viernes, 17 de julio de 2020

La pandemia de racismo en los Estados Unidos


David Brooks

george floyd
Observando desde fuera lo que ahora estamos sufriendo en los Estados Unidos –las protestas, la destrucción de estatuas y monumentos, la violencia contra las fuerzas del orden y, sobre todo, el caos de la pandemia que sigue creciendo– sería demasiado fácil pensar que todo es una locura, que no repercute en otros países, y especialmente que “en mi país”, cualquiera que sea, no existen estas divisiones por haberlas superado. Y sería un engaño. Una trampa de ilusiones falsas. No hay lugar en el mundo en que no existen las diferencias culturales, sociales, económicas, educativas y políticas basadas en la raza y el resultante ejercicio de poder de un grupo racial sobre otro.
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Marcelo Barros: “El desafío más urgente para las personas y el planeta es sobrevivir al sistema capitalista”


Marcelo Barros2
“Los medios de comunicación que auparon a Bolsonaro están tratando astutamente de bajar del barco que ellos mismos patrocinaron y ahora se hunde”
“Cada año, la población humana crece y los bienes de la tierra, como el agua, el aire y los alimentos, están limitados, afectados por la acción humana y bajo la amenaza de ser insuficientes”
“A través de Internet y los teléfonos móviles, siempre estamos más juntos y al mismo tiempo, más y más solos. Eso se toma como libertad”
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Entrevista a Khaled Barakat: La llamada solución de los dos Estados es un crimen contra el pueblo palestino


Samidoun

Palestina4
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Créditos de las fotos: Arbejderen y Joe Catron
Mientras la comunidad palestina y las organizaciones de solidaridad emprendían movilizaciones en más de cien ciudades y pueblos de todo el mundo para protestar por los planes de anexión israelíes y resistir a los más de 72 años de colonización sionista en Palestina, la Red de Solidaridad con los Presos Palestinos Samidoun habló con el escritor y activista palestino Khaled Barakat acerca del momento político y de los próximos pasos que debemos dar el 1 de julio, Día de la Furia, y acerca de las miles de personas que salieron a las calles para defender a Palestina, su tierra y a su pueblo, contra el sionismo, el imperialismo, el colonialismo de asentamiento y el racismo.
En la siguiente entrevista abordamos algunas de las cuestiones clave de este momento históricamente importante para la lucha de liberación palestina.
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Antonio Aradillas: “Francisco es mejor percibido en medios ‘profanos’ que en la Cope o TRECE”


“¿Prensa católica? Seguimos comulgando con Trento, con el Vaticano I y con las ‘Decretales’”
“Los medios de comunicación pertenecientes con carácter oficial al grupo de “prensa católica”, no son hoy por hoy instrumentos y espacios ni de ‘prensa’ ni de ‘católica'”
“Es en el ámbito eclesiástico en donde hoy se producen más casos de falta de ‘libertad de prensa’. Los aborrecibles llamados ‘Rituales de sumisión’ prevalecen en la ‘prensa católica’, larga y litúrgicamente sobre los de ‘ascética y mística'”
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Nueva gripe porcina: otra pandemia en ciernes


Silvia Ribeiro

Un estudio recientemente publicado alerta que una nueva cepa de gripe porcina (G4 EA H1N1) ha mutado para infectar a humanos y se está expandiendo en varias provincias de China. Más de 300 trabajadores de instalaciones de cría industrial de cerdos dieron positivo a esta cepa. Los autores advierten que podría aumentar su capacidad de trasmisión para convertirse en una epidemia o pandemia, tal como sucedió con la gripe porcina en México en 2009.
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DOMINGO 19 de Julio 16º Ordinario


Solemos dividir y “organizar” la sociedad con criterios no pocas veces dialécticos: buenos y malos deben estar separados y colocados en bandos opuestos. Esta práctica de dividir entre buenos y malos, era aceptada por muchos grupos en el tiempo de Jesús por diversos grupos religiosos (fariseos y esenios), así como por los grupos económicos y políticos (herodianos, saduceos y zelotes), pues todos ellos veían como opositores a quienes no pensaban, creían u opinaban como ellos.  IR A LA PÁGINA

DOMINGO 16 Tiempo ordinario – A (Mateo 13,24-43)

José Antonio Pagola

LA VIDA ES MÁS
QUE LO QUE SE VE

Por lo general, tendemos a buscar a Dios en lo espectacular y prodigioso, no en lo pequeño e insignificante. Por eso les resultaba difícil a los galileos creer a Jesús cuando les decía que Dios estaba ya actuando en el mundo. ¿Dónde se podía sentir su poder? ¿Dónde estaban las «señales extraordinarias» de las que hablaban los escritores apocalípticos?
Jesús tuvo que enseñarles a captar la presencia salvadora de Dios de otra manera. Les descubrió su gran convicción: la vida es más que lo que se ve. Mientras vamos viviendo de manera distraída sin captar nada especial, algo misterioso está sucediendo en el interior de la vida.
Con esa fe vivía Jesús: no podemos experimentar nada extraordinario, pero Dios está trabajando el mundo. Su fuerza es irresistible. Se necesita tiempo para ver el resultado final. Se necesita, sobre todo, fe y paciencia para mirar la vida hasta el fondo e intuir la acción secreta de Dios.
Tal vez la parábola que más les sorprendió fue la de la semilla de mostaza. Es la más pequeña de todas, como la cabeza de un alfiler, pero con el tiempo se convierte en un hermoso arbusto. Por abril, todos pueden ver bandadas de jilgueros cobijándose en sus ramas. Así es el «reino de Dios».
El desconcierto tuvo que ser general. No hablaban así los profetas. Ezequiel lo comparaba con un «cedro magnífico», plantado en una «montaña elevada y excelsa», que echaría un ramaje frondoso y serviría de cobijo a todos los pájaros y aves del cielo. Para Jesús, la verdadera metáfora de Dios no es el «cedro», que hace pensar en algo grandioso y poderoso, sino la «mostaza», que sugiere lo pequeño e insignificante.
Para seguir a Jesús no hay que soñar en cosas grandes. Es un error que sus seguidores busquen una Iglesia poderosa y fuerte que se imponga sobre los demás. El ideal no es el cedro encumbrado sobre una montaña alta, sino el arbusto de mostaza que crece junto a los caminos y acoge por abril a los jilgueros.
Dios no está en el éxito, el poder o la superioridad. Para descubrir su presencia salvadora, hemos de estar atentos a lo pequeño, lo ordinario y cotidiano. La vida no es solo lo que se ve. Es mucho más. Así pensaba Jesús.

LA LIBERTAD Y EL PECADO

col munarriz

Es habitual entre nosotros concebir el pecado como ofensa a Dios y en clave eminentemente jurídica: «Eres libre, obras mal, luego eres culpable y mereces castigo». Pero la concepción que se desprende del evangelio es mucho más profunda: «Estás enfermo y Dios es el médico». El evangelio no nos considera libres sin más, sino esclavos del pecado, y desde esa óptica, el papel de Dios no es el del juez que juzga a personas libres y responsables, sino el del padre que ayuda a sus hijos a que vean mejor y se liberen de sus cadenas.
Pablo, en una de sus cartas a los romanos se lamenta amargamente de su falta de libertad: «Realmente, mi proceder no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, en realidad ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí».
Esta falta de libertad que Pablo refleja en su carta es un hecho evidente que todos experimentamos en nuestro interior, pero, a pesar de ello, seguimos aferrados a esa noción jurídica basada en nuestra libertad para obrar. El problema es que no somos libres hasta ese punto, y que es precisamente el pecado lo que nos impide actuar con libertad; bien sea por error o bien por debilidad. «Me esclaviza la ley del pecado», dice Pablo en esa misma carta.
En el evangelio, vemos a Jesús acercarse a los pecadores y cenar con ellos, lo que indica que no considera al pecador como un ser malvado, sino necesitado. Y cuando los santos de Israel le increpan por su actitud, les contesta que son enfermos, y que los enfermos necesitan que les atienda un médico. Y es que el evangelio parte del hombre tal como es, con sus virtudes y sus defectos, y considera que en el mundo real no hay justos que merecen premio y pecadores que merecen castigo, sino solo pecadores amados por su padre Abbá y necesitados de ayuda.
En el episodio de la mujer adúltera, Jesús no adopta el papel de juez al que le empujan los fariseos, sino que pone todo su afán en salvarla; primero de la muerte y luego del pecado: «Yo tampoco te condeno, anda y no peques más»; anda y no sigas destrozando tu vida...
El hijo pródigo espera ser más feliz lejos de la casa de su padre, pero se equivoca, y cuando vuelve lleno de miseria, su padre no se siente ofendido, sino loco de alegría por su regreso: «Porque este hermano tuyo se había perdido y ha sido hallado». Nada de ofensas, solo el amor de un padre feliz por el regreso de su hijo. Esta concepción del pecado, tan presente en todo el evangelio, queda remachada con la frase destemplada que Jesús dedica a los fariseos: «Las prostitutas y los publicanos —los pecadores públicos— os precederán en el Reino de los cielos».
Podemos concebir el pecado como una carga pesada de la que Dios quiere librarnos, y Jesús, fiel reflejo de su padre Abbá, nos libera de esa carga descubriéndonos un tesoro escondido que, cuando alguien lo encuentra, renuncia a todo lo demás por conseguirlo. Y lo hace «lleno de alegría»; todo lo demás deja de tener valor para él.
Ruiz de Galarreta solía decir: «Habitualmente hablamos del pecado cometido, pero rara vez del pecado padecido». Añadía que nuestra condición humana se ve atraída por lo que no le conviene y es propensa a engañarse acerca del bien y el mal. Nos apetece lo que no merece la pena; nos fascina lo que nos perjudica. Por eso, nuestra condición de pecadores significa que no sabemos distinguir; que nos sentimos atraídos por cosas que nos parecen buenas, pero que estropean nuestra vida y hacen daño a los demás.
Y quizás sea ésta una excelente definición de pecado: preferir el mal engañados por su apariencia de bien; como le ocurre al hijo pródigo y como nos ocurre a todos nosotros.

¿EL FINAL DE LAS RELIGIONES?

col otalora
No son pocos los que creen que estamos en un tiempo postreligioso, convencidos de que la religión es un obstáculo para cualquier manifestación espiritual que merezca la pena. Para unos, el ser superior que existe por encima de nuestra realidad no necesita de esquemas religiosos que entorpecen la dimensión espiritual humana. Para otros, estamos en el final de la idea de Dios en cualquiera de sus formas que nos hemos inventado los humanos.
Lo cierto es que se va consolidando la idea de la religión entendida como un sistema de creencias, ritos y normas inmutables que no tiene futuro. Sin embargo, los datos indican que las religiones entendidas como una experiencia teísta están muy vivas al ser parte de la espiritualidad que brota del anhelo íntimo de trascendencia en lo profundo del ser humano. Y cuando falla la religión (sus seguidores, estaría mejor dicho), se incrementan las sectas y todos los sucedáneos religiosos que podamos imaginar.
No es la religión la que se encuentra en peligro, ya que el anhelo de felicidad y de búsqueda de la trascendencia (religare) existe en todas las culturas y épocas desde el comienzo de la humanidad. Su práctica diaria ha hecho mucho bien cuando su vivencia ha sido honesta. Lo que está en crisis es la confesionalidad, algo muy distinto y que tiene que ver con la manifestación externa del sentimiento religioso canalizado a través de una autoridad sagrada y jerárquica y con una praxis que no libera al ser humano. El fuero es lo que está en crisis, no el huevo.
La religión no puede confundirse con los códigos y normas que le dan forma externa a este sentimiento. Las confesiones religiosas desaparecen cuando falla el ejemplo y la impostura se adueña de de sus seguidores, centrados en los ritos y liturgias en detrimento de la vivencia coherente de una fe religiosa que pide coherencia moral (religere) y compromiso. Y cuando esto no se manifiesta, crece el desinterés social hacia los modelos religiosos actuales.
El cristianismo -y cualquier otra manifestación religiosa- pierde su pujanza espiritual y social cuando la institución religiosa que le da soporte estructural y organizativo comienza a ser más importante que el mensaje; se cae en la tentación de las alianzas con el poder y ya no tiene nada que ofrecer con valor verdaderamente religioso. El Papa Francisco es un ejemplo de lo que deberíamos hacer y de cómo hacerlo. Él nos anima a desterrar las prácticas clericalistas que nadie de buena fe puede aceptar mansamente en ninguna religión, y menos en la cristiana.
Si este tiempo posmoderno y decadente tiene alguna ventaja es la de ser propicio para desenmascarar cualquier incongruencia entre lo que se predica y lo que se practica; esto incluye a los que se dicen personas religiosas, especialmente a sus dirigentes por el escándalo que pueden ocasionar. Si la religiosidad está en cuestión, lo es como daño colateral por el equívoco de confundir la religión con una mala confesionalidad. Recordemos los tiempos del nacional catolicismo y del aforismo euskaldun, fededun, signo del vascoparlante buen católico; y por extensión, del buen vasco como sinónimo de buen católico. No hace tanto tiempo de ambas realidades sociológicas y ya se han diluido como un azucarillo.
El materialismo consumista también tiene su parte de responsabilidad en el desvalor religioso social por adormilar la espiritualidad favoreciendo el ateísmo, que es un fenómeno de masas reciente, históricamente hablando.  Sin contar lo mal que ofertamos la Buena Noticia ni los muchos fundamentalismos religiosos que existen. A pesar de todo, quienes declaran que no creen en ningún dios siguen siendo minoría.
La religión ha sobrevivido a la crisis de fe, al proceso de secularización y a la Modernidad gracias a una religiosidad más abierta para resurgir en un nuevo tiempo posmoderno aparentemente nada propicio, pero que trae consigo la pluralidad y la tolerancia con las confesiones y creencias, incluida la de que Dios no existe. Ya no se acepta la mercantilización ni la imposición de lo sagrado y los espíritus más audaces y deseosos de vivir coherentemente su fe buscan fuera lo que no encuentran dentro de su Iglesia. El sentimiento religioso se transforma hacia una mayor autenticidad. Esa búsqueda trascendente tan relacionada con propiciar el bien de nuestros semejantes resulta más auténtica y viva que en los tiempos en que la confesionalidad nos fue impuesta difuminando el amor del evangelio.
Los creyentes hemos perdido influencia social, ayudados por nuestras  inconsecuencias, pero esto nos abre la puerta a una vivencia religiosa más auténtica, humilde y comprometida que manifiesta la verdad que anida tras las prácticas religiosas liberadoras. Fijémonos en la gente coherente y ejemplar y siguiendo ese camino llegaremos a encontrar lo que buscamos como seres religiosos que somos.

LLAMADOS A SER LEVADURA O SEMILLA QUE HACER CRECER EL REINO DESDE DENTRO

col labrador
Mateo 13,24-43
El evangelio de este domingo nos regala tres parábolas, preciosas y sugerentes las tres, con las que Jesús mismo, según nos dice el texto, quiere explicarnos qué es eso del “reinado de Dios” o el reino de los cielos, como suele decir Mateo. En definitiva, cómo actúa Dios para irnos transformando a nosotros y a nuestro mundo.
Jesús, en distintas intervenciones, hizo referencia a todo el proceso agrícola, desde que se planta la semilla hasta que se recogen los frutos. Sembrar, cuidar el crecimiento, cosechar… tienen su ritmo propio, el ritmo de la naturaleza. Quizá ahora al evangelizar hemos perdido el ritmo de la naturaleza y queremos que todo ocurra con la misma rapidez que nos comunicamos a través de Internet: casi en el instante. Nos desanima la falta de frutos, o las malas hierbas que crecen en nuestro campo, queremos que las cosas sean como imaginamos que deben ser, queremos plantar hoy y llenar los graneros mañana. ¡Volvamos a aprender de la madre naturaleza!
Las tres parábolas nos exigen un esfuerzo para traducir sus categorías y lenguaje a términos más cercanos a nuestra vida. Eso nos permitirá descubrir toda su riqueza. De entrada tienen un mensaje común. En las tres el Reino de Dios se compara con algo pequeño y a la vez cargado de vida, que crece y se manifiesta poco a poco y desde dentro, sin ruido ni apariencias. No se impone como una súper estructura a lo que vivimos o tenemos, sino que lo penetra y lo transforma, con una fuerza silenciosa pero potente, que viene de Dios, no de nosotros mismos. Sin duda estos símbolos y mensajes resultaron chocantes para los que, en tiempos de Jesús, esperaban un Mesías guerrero y triunfador, que aniquilase al pueblo que los oprimía. ¿No nos encontramos hoy con esperanzas parecidas?
Junto a este mensaje central podemos fijarnos en varias frases que nos pueden iluminar:
  1. “Dejadlos crecer juntos” decisión inapelable del padre de familia, del sembrador, que sus criados no entienden y posiblemente muchos de nosotros tampoco. ¿Qué dejemos crecer a los que…?
¡Cuántas realidades podemos leer tras esta frase! Cuantas veces creemos que estamos sembrando buena semilla, en nuestro ambiente, en nuestra familia e incluso en nosotros mismos y… ¿Qué descubrimos que está creciendo? A poco que seamos sinceros encontramos “malas hierbas” de mentiras, engaños, traiciones, mezquindades… ¿nos atrevemos a poner nombre a estas malas hierbas de nuestro entorno? Pero hay más, ¿qué malas hierbas encontramos en nosotros mismos?
Y ¡cómo nos gustaría arrancarlas!, porque no soportamos la realidad de nuestro mundo, y estamos continuamente inclinados a juzgar, condenar, separar e incluso arrancar lo que hemos decidido que son malas hierbas. Pero Jesús nos repite: ¡Dejadlos crecer juntos! ¿Cómo justificamos entonces esos fundamentalismos, esas crispaciones y rechazos viscerales que alimentamos, incluso en nuestros grupos de creyentes?
Y además la parábola nos asegura que el trigo crece en medio de las malas hierbas… que un mal ambiente, la injusticia o violencia de los que nos rodean, no son la causa de nuestra falta de justicia o de paz. Que Dios ha sembrado buena semilla en nosotros y somos responsables de nuestro propio crecimiento, no de acabar con los que parecen malas hierbas. Y estamos llamados a confiar en la palabra de Jesús, que afirma que este es el modo en el que crece el reinado de Dios, en medio de dificultades, conviviendo el bien y el mal, sin apresurarnos a juzgar… El reino de Dios crece aunque no lo veamos, aunque no lo podamos constatar.
Dejadlos crecer juntos… hasta que llegue el tiempo de la siega. Quizá lo difícil es ese “a su tiempo”. Nos suele faltar paciencia. Dejar crecer juntos es una llamada a confiar, a confiar pacientemente en que Dios sabe lo que hace y a su tiempo brillará la verdad, y la bondad y la justicia vencerán claramente.
  1. “Es la más pequeña de todas las semillas”
Es la clave para entender eso de Jesús llama el Reino de Dios y su dinámica. Siempre empieza por algo muy pequeño, frágil, de apariencia débil pero con enorme vitalidad dentro, no solo una semilla, la semilla más pequeña.
Nada de ejércitos, ni grandes apariencias, nada de estadísticas apabullantes o medios deslumbrantes… lo de Dios va por dentro, hay que enterrarlo en la tierra para que crezca, debe desaparecer e incluso morir para vivir plenamente… como la semilla, como el propio Jesús.
Ser cristiano es esto, entrar en la dinámica de la semilla, tomar conciencia de que somos pequeños y frágiles, pero también de que Dios ha puesto en nosotros una energía y vitalidad sorprendentes, puro don de Espíritu. Y esta fuerza es la que va transformando el mundo, la que va haciendo presente el Reino, por obra del Espíritu, no por nuestros logros o valía.
  1. La levadura que una mujer… amasa con la harina para que toda la masa fermente
Ser levadura en la masa no es ser guinda en el pastel. La semilla se siembra y desaparece, ya no se ve más, hasta que se ve el árbol. La levadura desaparece en la masa. Y “masa” es la realidad que nos rodea, toda entera, con lo bueno y lo malo que la conforma. Estamos llamados a dejarnos meter dentro de la masa, a ser mezclados y amasados con ella, a mancharnos, a desaparecer… para fermentar desde dentro. No lo olvidemos se nos llama a ser semilla o levadura, no estructura que aplasta, toma distancias o se defiende…
Cada uno de nosotros y de nosotras recibimos millones de buenas semillas a lo largo de nuestra vida. Se nos ofrecen también todos los nutrientes que necesitamos para crecer en medio de malas hierbas, mezclados en toda realidad, pero ¿somos conscientes de que germinar y dar fruto, como fermentar y cambiar nuestro ambiente, es un proceso lento que requiere nuestra colaboración? ¿Cómo vivimos los tiempos en los que parece que estamos bajo tierra, a oscuras, sin poder salir a dar fruto?
También estamos llamados y llamadas a sembrar las semillas que hemos recibido, sin seleccionar los terrenos, a manos llenas y cantando. Sembrar con el corazón lleno de fe y esperanza y renunciando a controlar el crecimiento o ver unos frutos que no nos corresponden. Porque las tierras del Reino no son nuestras y su crecimiento es imparable aunque no siempre lo veamos.

LA CIZAÑA DEBE ARRANCARSE SIEMPRE PARA QUE EL TRIGO CREZCA

col fraymarcos
Mt 13, 24-43
La parábola de la cizaña es una de las siete que Mt narra en el capítulo 13. Como decíamos el domingo pasado, se trata de un contexto artificial. Como todas las parábolas se trata de un relato anodino e inofensivo por sí mismo, pero que, descubriendo la intención del que la relata, puede llevarnos a una reflexión muy seria sobre la manera que tenemos de catalogar a las personas como buenos y malos. Mal entendida, puede dar pábulo a un maniqueísmo nefasto, que tergiversa el mensaje de Jesús. Bien y mal se encuentran inextricablemente unidos en cada uno de nosotros.
El punto de inflexión en la lógica del relato lo encontramos en las palabras del dueño del campo. “dejadlos crecer juntos hasta la siega”. Lo lógico sería que se ordenara arrancar la cizaña en cuanto se descubriera en el sembrado, para que no disminuyera la cosecha. Pero resulta que, contra toda lógica, el amo ordena a los criados que no arranquen la cizaña, sino que la dejen crecer con el trigo. Este quiebro, es el que debe hacernos pensar. No es que el dueño del campo se haya vuelto loco, es que el que relata la parábola quiere hacernos ver que otra visión de la realidad es posible.
El domingo pasado una cosecha del ciento por uno (cuando el diez por uno era un buen rendimiento) era el quiebro que nos obliga a saltar a otro plano. Esa desorbitada cosecha no se puede dar en el trigo, luego tenemos que dar un salto para entender lo que nos quiere decir. Ya no se trata de tierra y grano sino de fruto espiritual. La falta de lógica está en no arrancar la cizaña. Si en el campo de trigo se nos pide hacer lo contrario de lo que se debe, nos obliga a saltar a otro nivel en que eso sea posible. En el orden espiritual no solo no se debe arrancar la cizaña sino que no se puede separar.
Empecemos por notar que el sembrador siembra buena semilla. La cizaña tiene un origen distinto. Este lenguaje debemos explicarlo. Según aquella mentalidad, hay un enemigo del hombre empeñado en que no alcance su plenitud. Pero la hipótesis del maniqueísmo es innecesaria. Durante milenios el hombre trató de buscar una respuesta coherente al interrogante que plantea la existencia del mal. Hoy sabemos que no tiene que venir ningún maligno a sembrar mala semilla. La limitación que nos acompaña como criaturas, da razón suficiente para explicar los fallos de toda vida humana.
La vida arrastra tres mil ochocientos millones de años de evolución que ha ido siempre en la dirección de asegurar la supervivencia del individuo y de su especie. A ese objetivo estaba orientado cualquier otro logro. Al aparecer la especie humana, descubre que hay un objetivo más valioso que el de la simple supervivencia. Al intentar caminar hacia esa nueva plenitud de ser que se le abre en el horizonte, el hombre tropieza con esa enorme inercia que le empuja al objetivo puramente egoísta. En cuanto se relaja un poco, aparece la fuerza que le arrastra en la dirección equivocada del individualismo.
El objetivo de subsistencia individual y el nuevo horizonte de unidad-amor que se le abre al ser humano no son contradictorios. En el noventa por ciento deben coincidir. Pero esa pequeña proporción que les diferencia no es fácil de apreciar. Como en el caso de la cizaña y el trigo, solo cuando llega la hora de dar fruto queda patente lo que los distingue. Es inútil todo intento de dilucidar teóricamente lo que es bueno o lo que es malo. La mayoría de las veces el hombre solo descubre lo bueno o lo malo después de innumerables errores en su intento por acertar en su caminar hacia la plenitud.
El trigo y la cizaña tienen que convivir a pesar de que son plantas antagónicas y lo que produce una, será siempre a costa de la otra. La cizaña perjudica al trigo, pero la realidad es que son inseparables. Aplicado al ser humano, la cosa se complica hasta el infinito, porque en cada uno de nosotros coexisten juntos cizaña y trigo. Nunca conseguiremos eliminar del todo nuestra cizaña. Solo tomando conciencia de esto, superaremos el puritanismo y podremos aceptar al otro con su propia cizaña.
Esta mezcla inextricable no es un defecto que le viene al ser humano de fábrica, como se ha hecho creer con mucha frecuencia; por el contrario, se trata de nuestra misma naturaleza. Dejaríamos de ser humanos si se anularan todas nuestras limitaciones. No solo es absurdo el considerar a uno bueno y a otro malo, sino que el solo pensar que una persona se pueda considerar perfecta es descabellado. Arrancar la cizaña en nosotros y en los demás ha sido una tentación, que arrastramos desde tiempo inmemorial.
También hoy Jesús, a petición de sus discípulos, explica la parábola. Una vez más, no se trata de una explicación de Jesús, sino de un añadido de la primera comunidad, que convirtió las parábolas en alegorías para poder utilizarla como instrumento moralizante. En la explicación que da el evangelio de esta parábola, se ve con toda claridad la diferencia entre parábola y alegoría. Podemos apreciar cómo se desvía el acento desde la necesidad de convivir con el diferente a la insistencia en que los malos serán quemados, con la intención de que el miedo a ser chamuscados nos haga mejores.
Si a través de veinte siglos, la Iglesia hubiera hecho caso de esta parábola, ¡cuántos atropellos se hubieran evitado! En todos los tiempos se ha perseguido al que discrepa, solo por el afán de conservar la pureza legal, que tanto preocupa a los dirigentes. Se ha excomulgado, se ha desterrado, se ha quemado en la hoguera a miles de cristianos que eran bellísimas personas, aunque no coincidieran en todo con los cánones oficiales. Es patético que, a algunos de los que han sido sacrificados, se les haya declarado santos.
Aún tenemos pendiente un cambio en nuestra actitud ante el diferente. Hemos sido educados en el exclusivismo. Se nos ha enseñado a despreciar al diferente. Jesús sabía muy bien lo que decía a un pueblo judío que se creía elegido y superior a todos los demás. A pesar de la claridad del mensaje, muy pronto olvidaron los cristianos las enseñanzas de Jesús y reprodujeron el exclusivismo judío. Una sola frase resume esta actitud totalmente antievangélica: “fuera de la Iglesia no hay salvación”. Esta máxima (mínima) ha sido defendida, todavía, por el último Catecismo de la Iglesia Católica.
La parábola no solo se aplica al orden moral sino a la doctrina y al culto. En las verdades también hay trigo y cizaña y tampoco se puede separar el error de la verdad. Dice un proverbio oriental: si te empeñas en cerrar la puerta a todos los errores, dejarás inevitablemente fuera la verdad. También Nietzsche dijo algo parecido a esto: en un discurso un poco largo el más sabio es una vez tonto y dos veces necio. En el culto, el trigo sería un descubrimiento de Dios en nosotros y una verdadera relación con Él. Cizaña sería quedarnos en los ritos externos y no llega a la vivencia. En la moral: las prostitutas y lo pecadores os llevan la delantera en el reino de Dios. El sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado.

Meditación
Por mucho que nos empeñemos en impedirlo,
la cizaña y el trigo van a seguir creciendo juntos.
Si descubres los fallos en los que tropiezas cada día,
estarás en condiciones de aceptar a los demás con los suyos.
El objetivo del cristiano no es alcanzar la perfección,
sino aceptar al otro a pesar de sus fallos.

PARÁBOLAS PARA UNA CRISIS DE LA IGLESIA (2ª PARTE)

col sicre

DOMINGO 16 TIEMPO ORDINARIO. CICLO A
Mateo resume la crisis que atravesó su comunidad a finales del siglo I en cinco preguntas a las que responde con siete parábolas. El domingo pasado vimos la primera, ¿por qué no aceptan todos el mensaje de Jesús?, a la que respondía la parábola del sembrador. En este domingo se plantean otras dos preguntas, a las que se responde en tres parábolas. La primera de ellas (el trigo y la cizaña) debió considerarla Mateo difícil de entender, y por eso ofrece su explicación. Sin embargo, no lo hace de inmediato. Cuenta tres parábolas seguidas y más tarde, cuando los discípulos llegan a la casa, interrogan a Jesús y éste aclara su sentido. En cambio, las parábolas tercera (grano de mostaza) y cuarta (levadura) carecen de explicación en el evangelio. Por motivos de claridad expongo primero la parábola del trigo y la cizaña, con su explicación, y luego las otras dos.
¿Qué actitud adoptar con quienes no viven el mensaje? El trigo y la cizaña
La parábola puede leerse desde diversas perspectivas, según pensemos que la finca es el pueblo de Israel, la comunidad cristia­na, o el mundo entero. Ya que esta parábola solo la cuenta Mateo, vamos a verla primero desde el punto de vista de su comunidad, en serios conflictos con los judíos.
1ª hipótesis: La finca es el pueblo de Israel
En ella, el Señor ha plantado buena semilla (los cristianos). Pero el enemigo ha plantado también cizaña (los fariseos y demás enemigos de la comunidad). La tentación de cualquiera de los dos grupos es decidir por su cuenta y riesgo quién es trigo y quién cizaña. Pablo, por ejemplo, antes de convertirse, pidió permiso a las autoridades de Jerusalén para perseguir a los cristianos. Pero también la comunidad cristiana puede correr el riesgo de intentar acabar con los que no forman parte de ella o no los tratan como consideran justo. Así ocurrió cuando una aldea de Samaria no acogió a Jesús y dos discípulos, Juan y Santiago, le propusieron hacer bajar un rayo del cielo que acabase con todos (Lc 9,51-56). Con esta parábola, Mateo hace una exhortación a la calma, a dejar a Dios la decisión en el momento final.
2ª hipótesis: La finca es la comunidad cristiana
La parábola también podría entenderse dentro de la comunidad cristiana (sola ésta sería la finca), donde hay gente que respon­de al evangelio (trigo) y gente que no parece vivir de acuerdo con él (cizaña). El mensaje es el mismo en este caso. Aunque las cosas parezcan claras, es fácil que al arrancar la cizaña se lleven por delante el trigo. Porque cualquier de nosotros, por muy preparado que se considere teológica y moralmente, puede equivocarse. No son raros los casos de personas condenadas por la Iglesia que terminaron no sólo rehabilitadas sino también canonizadas.
3ª hipótesis: la finca es el mundo
Finalmente, la parábola se puede interpretar en un contexto más general, donde la finca es el mundo, la buena semilla los ciuda­danos del Reino y la cizaña los secuaces del Malo. En esta línea se orienta la explicación que ofrece luego Mateo.
En cualquiera de estas tres hipótesis (todas válidas), Jesús advierte contra el peligro de que paguen justos por pecadores. Es preferible tener paciencia y dejar la justicia a Dios, el único que puede emitir un veredicto exacto, sin temor a equivocarse.
La actitud de Dios, modelo de moderación e indulgencia (1ª lectura)
La primera lectura, tomada del libro de la Sabiduría, se mueve en esta línea de bondad y tolerancia, poniéndonos a Dios como modelo. Un Dios al que el poder impulsa, no a castigar sino a perdonar, que gobierna con moderación e indulgencia, y que siempre da un voto de confianza al pecador, esperando que se convierta.
¿Tiene algún futuro esto tan pequeño?
Tras la explicación, volvemos al otro tema tratado por las parábolas de hoy. La comunidad de Mateo es pequeña. Las otras comunidades también. Han pasado ya cincuenta años de la muerte de Jesús, y aunque el cristianismo se va extendiendo por el Imperio Romano, representan una minoría. ¿Qué futuro tiene este grupo tan pequeño? ¿Qué futuro tiene la iglesia actual, que carece del influjo y el poder que tenía hace unos años? Mateo responde con dos parábolas: la del grano de mostaza y la de la levadura. Ambos coinciden en ser algo pequeño, pero más importante de lo que puede parecer a primera vista.
El grano de mostaza
Esta parábola sólo se comprende a fondo cuando se conoce una parábola del profeta Ezequiel que utiliza Jesús como modelo. A comienzos del siglo VI a.C., cuando el pueblo de Israel se encontraba deportado en Babilonia, para expresar que su suerte cambiaría y sería espléndida, Ezequiel cuenta lo siguiente:
Cogeré una guía del cogollo del cedro alto y encumbra­do;del vástago cimero arrancaré un esquejey lo plantaré en un monte elevado y señero,lo plantaré en el monte encumbrado de Israel.Echará ramas, se pondrá frondosoy llegará a ser un cedro magnífico;anidarán en él todos los pájaros,a la sombra de su ramaje anidarán todas las aves (Ez 17,22-23).
Jesús acepta la imagen del árbol y la idea de que sirve para acoger a todas las aves del cielo. Pero introduce un cambio radical: no elige como modelo el cedro alto y encumbrado, sino el modesto arbusto de mostaza, que, cuando crece, «sale por encima de las hortalizas». Es un ataque lleno de humor e ironía al triunfalismo. Lo importante no es que el árbol sea grandioso, sino que pueda cumplir su función de acoger a los pájaros. Para la comunidad de Mateo era una excelente lección, y también debe serlo para nuestras tentaciones de triunfalismo eclesial.
La levadura
Algo parecido ocurre con la parábola de la levadura. Se usa en poca cantidad, pero cumple su función, hace que fermente la masa. La tentación de la comunidad cristiana es querer ocupar mucho espacio, ser masa, llamar la atención por su volumen, por el número de miembros. Jesús dice que lo importante es la función de fermentar la masa.
Resumiendo lo leído hasta ahora, Mateo ofrece una explicación de la realidad (sembra­dor) y una llamada a la sereni­dad (trigo y cizaña) y a confiar en algo que tiene unos comienzos tan modestos (mostaza y levadura). El próximo domingo, otras tres parábolas completarán esta enseñanza.