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martes, 8 de enero de 2013

Carta de enero a nuestro señor Obispo Mario Iceta Comisión Permanente del Foro de Curas de Bizkaia

D. MARIO ICETA
Obispo de Bilbao
Bizkaia, 3 de enero de 2013

D. Mario:
El aplazamiento “hasta febrero” de una posible entrevista y sus recientes declaraciones a la prensa sobre el Deán-Párroco de la catedral y el Delegado Episcopal de Pastoral Social, así como sobre el proceso de pacificación y reconciliación nos llevan a formularle las siguientes consideraciones:
1.- Nos parece bien que “el padre” procure que “cuando dos hermanos discrepan” “hablen entre sí, expongan sus puntos de vista y sus posibles discrepancias y, a partir del evangelio, retomen juntos el camino y vivan la comunión por encima de todo”, aunque nos parezca que apropiarse del título de “padre” no sea evangélicamente muy adecuado (Cf. Mt 23, 9), no compartamos su estrategia de colocarse por encima del bien y del mal y nos sorprenda su nula sensibilidad para ponerse del lado de quien ha sido pública e injustamente ofendido y vilipendiado. Nos parece mejor que el Deán-Párroco haya reconocido que se ha equivocado al publicar un texto cargado de descalificaciones personales y sin haber leído las declaraciones de su Delegado de Pastoral Social y que, por ello, le haya pedido privadamente perdón.
2.- También compartimos que “las discrepancias” que puedan existir se gestionen “con conocimiento, respeto, discreción y caridad, sin causar desconcierto en la comunidad diocesana y mucho menos en la plaza pública”. Esperamos que Vd. comparta con nosotros que, una vez que se han vertido públicamente descalificaciones personales sin fundamento alguno, es preciso reconocer públicamente el error cometido y pedir perdón por ello. Sólo así se restituirá el honor y la dignidad de la que se ha despojado al Delegado de Pastoral Social y se dará ejemplo de cómo entiende y practica la comunidad cristiana la reconciliación.
3.- Además, creemos que el Deán-Párroco de la catedral también tendría que pedir públicamente perdón a los parlamentarios y al parlamento por haber afirmado que “los verdugos y los criminales se pueden sentar” en dicha institución. Es una retractación que, además de urgente y necesaria en un cristiano y en un sacerdote, puede acabar siendo ineludible en una sociedad como la nuestra en la que todos los ciudadanos e instituciones tienen el derecho a ser respetados en su honor y dignidad mientras no se demuestre lo contrario o mientras no haya una sentencia judicial en firme.
4.- A la luz de estas consideraciones, entenderá que no podamos compartir con Vd. que tanto el Deán-Párroco de la catedral como el Delegado Episcopal de Pastoral Social sean “dignos de mi estima y confianza”. Entendemos que no hay razones ni motivos para que ambos sean igualmente dignos de su estima y confianza y sí muchas para estar –también públicamente- con su Delegado de Pastoral Social. De todas formas, es una decisión personal suya que esperamos y deseamos no tenga mayores consecuencias para la diócesis, habida cuenta de lo que le indicamos en el punto anterior, y que no acabe desmoralizando a sus colaboradores más cercanos.
5.- Finalmente, queremos decirle, en referencia al proceso de pacificación y reconciliación en el que estamos inmersos, que es probable que no sea “tiempo de cartas o declaraciones, sino de trabajar con constancia y discreción, de modo directo en las situaciones concretas, a pie calle”.
Pero tenemos la convicción de que ciertamente sí es un tiempo en el que echamos de menos una palabra suya sobre, al menos, dos cuestiones: nos gustaría conocer su parecer sobre la legítima pluralidad política que ha de respetar la Iglesia (y, en su caso, promover) cuando se pretende articular la unidad y la singularidad. Es un magisterio que (como en su día pusimos en su conocimiento) hemos constatado en los obispos que le han antecedido y que colisiona, una vez más, con la Declaración de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española del pasado 2 y 3 de octubre cuando denuncia la “desintegración unilateral de la unidad”.
También agradeceríamos una palabra suya sobre la fuerza sanadora y reconciliadora de pedir perdón públicamente a las víctimas y sobre los riesgos que acechan a las personas y colectivos que hacen de la ley del talión el criterio primero y último de actuación política.
Estas dos demandas, entre otras posibles, de posicionamientos públicos en favor de la pacificación y la reconciliación, van acompañadas de un recordatorio: el 30 de enero de 2012 el Consejo Presbiteral de Bilbao acordó “crear una Comisión Diocesana de Paz y Reconciliación”. Vd. recordó, antes de proceder a su votación, que para que el resultado le fuera vinculante tenía que contar con 2/3 de los votantes. El resultado de la votación fue de 23 votos afirmativos sobre 31 miembros presentes, 6 en blanco, uno negativo y uno nulo.
Se lo recordamos porque constatamos que en el tiempo transcurrido desde entonces no ha dado ningún paso en tal sentido. Pretender refugiarse en que el Consejo Pastoral Diocesano está incurso en un admirable proceso de reflexión se presta a muchas interpretaciones, casi ninguna de ellas favorable a su manera de gobernar corresponsablemente esta iglesia.
Nos hubiera gustado haber hablado de estos y otros puntos con Vd., pero el atraso –como se lo decimos en el inicio de esta carta- “hasta febrero” de un posible encuentro con nosotros y sus recientes declaraciones a la prensa nos llevan, por responsabilidad, a comunicarnos, una vez más, mediante una carta abierta.
Comisión Permanente del Foro de Curas de Bizkaia

Balance anual de lo micro: brotes en el desierto Leonardo Boff, teólogo

Desde San Agustín (“en cada hombre hay simultáneamente un Adán y un Cristo”), pasando por Abelardo (“Sic et non”), por Hegel y Marx, hasta llegar a Leandro Konder, sabemos que la realidad es dialéctica. Es decir, es contradictoria, porque los opuestos no se anulan sino que se tensionan y conviven permanentemente, generando dinamismo en la historia. Esto no es un defecto de fabricación, sino la marca registrada de lo real.
Nadie lo ha expresado mejor que el pobrecito de Asís al rezar: “donde haya odio que yo lleve amor, donde haya tinieblas que lleve la luz, donde haya error que lleve la verdad…”. No se trata de negar o de anular uno de los polos, sino de optar por uno, el luminoso, y reforzarlo hasta el punto de impedir que el otro, negativo, sea tan destructivo.
¿A que viene esta reflexión? Con ella quiere expresarse que el mal nunca es tan malo que impida la presencia del bien; y que el bien nunca es tan bueno que suprima la fuerza del mal. Debemos aprender a negociar con estas contradicciones. En un artículo anterior intenté hacer un balance de lo macro, negativo: así como estamos vamos de mal en peor. Pero dialécticamente hay un lado positivo que importa realzar. Un balance de lo micro nos revela que estamos asistiendo, esperanzados, al brote de flores en el desierto. Y esto está ocurriendo por todas las partes del planeta. Basta frecuentar los Foros Sociales Mundiales y las bases populares de muchas partes para notar que hay vida nueva que está abriéndose en medio de las víctimas del sistema e incluso en empresas y en dirigentes que están abandonando el viejo paradigma y se ponen a construir un Arca de Noé salvadora.
Anotamos aquí algunos puntos de mutación que podrán salvaguardar la vitalidad de la Tierra y garantizar nuestra civilización.
El primero es la superación de la dictadura de la razón instrumental analítica, principal responsable de la devastación de la naturaleza, mediante la incorporación de la inteligencia emocional o cordial, que nos lleva a implicarnos con el destino de la vida y de la Tierra, cuidando, amando y buscando el vivir bien.
El segundo es el fortalecimiento mundial de la economía solidaria, la agroecología, la agricultura orgánica, la bio-economía y el eco-desarrollo, alternativas al crecimiento material vía PIB.
El tercero es el eco-socialismo democrático que propone una forma nueva de producción con la naturaleza y no contra ella y una necesaria gobernanza global.
El cuarto es el bio-regionalismo que se presenta como alternativa a la globalización homogeneizadora, valorando los bienes y servicios de cada región con su población y cultura.
El quinto es el buen vivir de los pueblos originarios andinos que supone la construcción del equilibrio entre los seres humanos y con la naturaleza a base de una democracia comunitaria y el respeto a los derechos de la naturaleza y de la Madre Tierra o el Índice de Felicidad Bruta del gobierno de Bután.
El sexto es la sobriedad compartida o la sencillez voluntaria que refuerzan la soberanía alimentaria de todos, la justa medida y la autocontención del deseo obsesivo de consumir.
El séptimo es el visible protagonismo de las mujeres y de los pueblos originarios que presentan una nueva benevolencia hacia la naturaleza y formas más solidarias de producción y de consumo.
El octavo es la lenta pero creciente acogida de las categorías de cuidado como condición previa para una sostenibilidad real. Esta está despegándose de la categoría desarrollo y es vista como la lógica de la red de la vida que garantiza las interdependencias de todos con todos asegurando la vida en la Tierra.
El noveno es la penetración de la ética de la responsabilidad universal, pues todos somos responsables del destino común, el nuestro y el de la Madre Tierra.
El décimo es la recuperación de la dimensión espiritual, más allá de las religiones, que nos permite sentirnos parte del Todo, percibir la Energía universal que todo penetra y todo sostiene y nos hace cuidadores y guardianes de la herencia sagrada recibida del universo y de Dios.
Todas estas iniciativas son más que semillas. Son ya brotes que muestran la posible floración de una Tierra nueva con una humanidad que está aprendiendo a responsabilizarse, a cuidar y a amar, lo que afianza la sostenibilidad de este pequeño planeta nuestro.
Vea L. Boff y M.Hathaway El Tao de la Liberación, explorando la ecología de la transformación (Vozes 2012).

Prebendas y privilegios en tiempos de crisis Juan José Tamayo

Enviado a la página web de Redes Cristianas
“Por culpa vuestra y por vuestra inhumanidad han venido a parar a la Iglesia campos, casas, alquileres de viviendas, carros, mulos y muleros y todo un tren de semejantes cosas. Todo este tesoro de la Iglesia debiera de estar en vuestro poder, y vuestra buena voluntad debiera ser su mejor renta… De ahí que nosotros no podamos abrir la boca, ya que la Iglesia de Dios no se diferencia en nada de los hombres del mundo… Nuestros obispos andan más metidos en preocupaciones que los tutores, los administradores y los tenderos. Su única preocupación debieran ser vuestras almas y vuestros intereses, y ahora se rompen la cabeza por los mismos asuntos que los recaudadores, los agentes del fisco, los contadores y los despenseros”.
No, no es este un texto escrito por los teólogos y las teólogas de la liberación de América Latina, ni una declaración de las comunidades de base, que defiendan la vuelta a la puesta en común de los bienes de los orígenes del cristianismo, ni un documento de cristianos y cristianas indignados por la crisis económica. Es un sermón pronunciado por san Juan Crisóstomo (=boca de oro), patriarca de Constantinopla, hace 16 siglos, en una época en la que la situación de extrema pobreza de la mayoría de los habitantes de la ciudad contrastaba con la ingente acumulación de bienes de la Iglesia. Juan Crisóstomo atribuía esta situación a la inhumanidad de los eclesiásticos y a la indiferencia irresponsable de los cristianos más pudientes.
La postura del obispo de Constantinopla choca con la de no pocos eclesiásticos –obispos y sacerdotes-, que acumulan “campos, casas, alquileres de viviendas…”, tienen miles de bienes registrados a nombre de la Iglesia católica, inmatriculan edificios que pertenecen al pueblo, invierten en bolsa, se niegan a pagar el IBI, se resisten a renunciar a las exenciones fiscales, y defienden con uñas y dientes sus privilegios, concedidos durante la dictadura por legitimar el golpe militar contra la República y el régimen de Franco, mantenidos, e incluso incrementados, por los diferentes gobiernos de la democracia. Y los defienden alegando que son derechos de Dios y de la Iglesia.
La Iglesia católica no ha renunciado a ninguno de sus privilegios. Es, además, la única religión que cuenta con unos ingresos procedentes de las arcas del Estado recaudados por la vía fácil y segura de la declaración de la renta, teniendo al Estado como fiel y sumiso recaudador. Ella es hoy en España una de las instituciones con mayor número de propiedades, exentas de tributación, con el añadido de que de muchas de ellas extrae una pingüe rentabilidad.
La mayoría de los obispos se muestra contraria al pago del IBI alegando razones, muchas de ellas falaces. Dicen que tampoco lo pagan los partidos políticos y los sindicatos, cuando sí lo hacen. Apelan a la Ley de Mecenazgo aprobada en diciembre de 2002 que recoge la exención. Consideran su impago un incentivo fiscal lógico para las instituciones que trabajan por el bien común. Apelan al Acuerdo para Asuntos Económicos entre la Santa Sede y el Estado Español, de rango internacional, cuando dicho Acuerdo es preconstitucional y, según no pocos juristas, inconstitucional. Dicen que su pago detraería el destino de sumas ingentes a Cáritas, cuando lo que destinan a Cáritas es un porcentaje mínimo.
Lo que está demostrando la Conferencia Episcopal Española con esta actitud es que vive instalada en una situación de privilegio impropia de un Estado no confesional, contraria a la Iglesia de los pobres y cada vez más alejada del proyecto liberador de Jesús de Nazaret. Y eso constituye una contradicción en toda regla, detrás de la que se oculta una insolidaridad nada evangélica. Es todo lo contrario a lo que expresara el Concilio Vaticano II al comienzo de la Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Actual: “Los gozos y las esperanzas, las alegrías y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son también gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo”.
Pero si irresponsable es la jerarquía católica al incumplir sus deberes cívicos en un Estado de derecho y seguir disfrutando de los favores del poder mientras este expolia al pueblo, más irresponsables son los políticos del Partido Popular que gobiernan en las instituciones estatales, municipales y autonómicas, y se muestran contrarios a cobrar a la Iglesia católica el IBI, que pagan todos los españoles propietarios de inmuebles. ¿A quién sirven estos políticos: a Dios o al César, a Iglesia católica o a los intereses del pueblo? ¿A quién son fieles: al erario público o a una institución religiosa? ¿Por qué criterios se rigen: por sus creencias religiosas o por sus convicciones políticas? Vuelve la alianza entre el trono y el altar, entre el conservadurismo político y el oportunismo religioso. La historia se repite, pero con tonos cada vez más nacionalcatólicos, como, parece, demostrará la futura Ley de Educación, negociada previamente con los obispos.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid. Su último libro es Invitación a la utopía (Trotta, 2012).
(EL PAÍS, 7 de enero de 2013)

La religión desahuciada José M. Castillo, teólogo

Enviado a la página web de Redes Cristianas
El ministro Wert ha dicho que la religión se va a enseñar en las escuelas “por motivos políticos”. Y la Conferencia Episcopal, ante semejante afirmación, no ha dicho ni pío. Los obispos dan muestras de estar de acuerdo con el ministro. Lo cual, por lo demás, resulta comprensible. A una notable mayoría de la población, ya no le interesa la religión “por motivos religiosos”. Pues, al menos, que “por motivos políticos”, la religión se siga enseñando. Así, nuestros obispos seguirán teniendo motivos para justificar los cargos que ocupan, las leyes que les favorecen y el dinero que reciben del Estado.
Por supuesto, yo sé muy bien que los obispos tienen otros motivos, más serios y más profundos, para justificar su razón de ser y su presencia en la sociedad. Pero aquí es donde yo quería venir. El argumento, que explica por qué hay obispos, radica en que ellos son los “sucesores de los apóstoles”. Es decir, la misión de los obispos consiste en ser testigos de lo que fue la vida, la muerte y la resurrección de Jesús. Pero resulta que todo eso interesa cada día menos a la mayoría de la población. Lo estamos viendo: las iglesias vacías, los conventos vacíos, los seminarios otro tanto. Y así sucesivamente. ¿Qué le pasa a la religión católica?
Dicen los entendidos que, ya en el s. I, la “solidaridad social” fue más importante, para persuadir a mucha gente a bautizarse, que el conocimiento de las “creencias religiosas”. Y cuando más tarde, entre Marco Aurelio y Constantino (161-306), se extendió por el mundo occidental la más grave crisis de su historia, que llegó a provocar lo que, con razón, se ha denominado “una época de angustia” (E. R. Dodds), fue entonces cuando la Iglesia ofreció todo lo necesario para darle a la gente lo que necesitaba para construir una especie de seguridad social: cuidaba de huérfanos y viudas, de ancianos, de enfermos e incapacitados, de quienes carecían de medios de vida. Y, lo que es más importante, todo el que acudía al obispo, era acogido, acompañado, cuidado.
Aquellos obispos cumplían con su tarea de sucesores de los primeros apóstoles cristianos, que convivieron con Jesús, y que por eso vieron con sus ojos la incesante preocupación de su Maestro, no por entenderse con Herodes y Pilatos, para enseñar el Evangelio “por motivos políticos”. No. A Jesús no le interesó eso. A Jesús le preocupó el sufrimiento de los enfermos, el hambre de los pobres, el rechazo que sufrían los extranjeros, el desprecio que soportaban los pecadores y publicanos. Estos sentimientos fueron los que transmitieron a las generaciones siguientes. Y esta manera de vivir es la que transformó el Imperio.
Hoy han cambiado las cosas. La “solidaridad social” (no la simple “caridad benéfica”) se va desplazando. Ya no tienen el monopolio de esa noble tarea los misioneros y las monjas. Cada día son más los voluntarios, las ONG, los activistas, y hasta los periodistas, que se juegan la vida en sitios a donde ya no llega la Iglesia, que ahora se pega a los ministros que enseñan las religión “por motivos políticos”. La religión no paga la hipoteca. Porque en los templos hay muchas creencias y ceremonias, pero allí no se paga el alto precio que supone vivir como vivió Jesús. Si la Iglesia no toma otro giro, pronto se verá completamente desahuciada. Por más que cuente con el apoyo de los políticos. El apoyo que Jesús nunca quiso.

Palestina: paso a paso, Israel la está borrando del mapa Eduardo Galeano

Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes.
Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.
Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador.
Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.
Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.
Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.
Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA.
¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos? El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales.
En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica. Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí. Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.
La llamada comunidad internacional, ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro? Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad. Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.
La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena. (Este artículo está dedicado a mis amigos judíos asesinados por las dictaduras latinoamericanas que Israel asesoró.)

Golpe a la Teología de la Liberación Wilfredo Ardito Vega, Catedrático universitario. Activista de derechos humanos. Master en Derecho Internacional de los DH y Doctor en Derecho

A quienes no asistieron a las clases de Teología de la Universidad Católica suele sorprenderles el excelente recuerdo que mantienen sobre ellas muchas personas, creyentes y no creyentes.
En mi caso, allá por 1982, mi profesor de Teología era el sacerdote Felipe Zegarra, a quien todos llamaban “Pipo”. En su clase no hablaba de sacramentos o el purgatorio, sino de la relación entre el Cristianismo y diferentes corrientes filosóficas. Recuerdo especialmente las clases sobre Sartre, Marx y Freud, los maestros de la sospecha. A no pocos alumnos les sorprendía encontrar una Iglesia Católica abierta al diálogo, respetuosa de quienes pensaban diferente y preocupada por el compromiso social.
Zegarra, como la mayoría de profesores del Departamento de Teología está vinculado a la Teología de la Liberación, que busca promover la construcción de una sociedad más justa y más humana. Bajo esta perspectiva, el cristiano no puede resignarse ante la injusticia o la pobreza, pues son ajenas a la voluntad de Dios.
Conozco muchos sacerdotes y religiosas que piensan de esta manera y por eso desde el Departamento de Teología de la PUCP se organizaban cursos de reflexión teológica abiertos a todos los sectores sociales, a los que también llegaban mucha gente de toda América Latina.
Además de las charlas, en esos cursos se debatía en trabajos en grupo sobre cómo aplicar la reflexión de manera concreta, especialmente para que los pobres pudieran ser ellos mismos quienes cambiaban sus condiciones de vida. De hecho, estoy convencido de que la Teología de la Liberación fue uno de los factores que detuvo a Sendero Luminoso en Puno, Cajamarca o Cusco, porque los campesinos tenían una esperanza en promover un cambio social sin la violencia.
Lamentablemente, otras tendencias en la Iglesia Católica peruana hablaban de “curas rojos” y denunciaban que en la PUCP se daba a los alumnos adoctrinamiento marxista. Sus acusaciones han sido oídas en el Vaticano y se ha nombrado para el Perú a numerosos obispos contrarios a la Teología de la Liberación, quienes muchas veces sostienen que antes que ellos no había evangelización, sino política.
De todos estos nombramientos, el más polémico ha sido el de Juan Luis Cipriani. Su intolerancia y su vinculación con las políticas represivas de Fujimori y García (llegando a respaldar la pena de muerte) ha causado una pésima imagen ante la opinión pública, incluidos los propios católicos. Una serie de medidas internas han causado mucho disgusto: retiró a varias congregaciones de las parroquias donde trabajaban; obligó a guardar silencio por un año al sacerdote Eduardo Arens, de la Parroquia Santa María Reina; dispuso que se retire de Lima el misionero mexicano Jorge García, director de la revista Misión sin Fronteras, donde abiertamente se defendía los derechos humanos.
En otros países, la difusión de casos de pedofilia por parte de algunos sacerdotes han desprestigiado a la Iglesia Católica. En el Perú, estos casos han tenido mucho menos impacto en dicho desprestigio, siendo una causa mucho más fuerte el accionar y los discursos de Cipriani. Lo respetan solamente aquellos católicos que tienen una perspectiva autoritaria o quienes centran el Cristianismo en rituales externos y no en valores concretos.
En el año 2012 Cipriani demostró especialmente su intolerancia y su menosprecio frente a quienes piensan de manera diferente. En el mes de mayo, le prohibió al sacerdote Gastón Garatea celebrar misa en la arquidiócesis de Lima. Paralelamente, siguió la penosa batalla en los tribunales peruanos para lograr el control de los bienes y la dirección de la PUCP. En julio Cipriani logró que el Vaticano retire a la PUCP los títulos de Pontificia y Católica, pese a lo cual, las labores universitarias continúan con normalidad, inclusive con un incremento en el número de postulantes.
Finalmente, el 21 de diciembre Cipriani prohibió a sacerdotes como Felipe Zegarra, Luis Fernando Crespo, Carlos Castillo y Andrés Gallego enseñar el curso de Teología en la PUCP o desempeñar cualquier cargo administrativo en la Universidad. La prohibición se extiende inclusive a los teólogos laicos como Adelaida Sueyro. Además de perjudicar a la PUCP, es evidente que Cipriani desea dar un fuerte golpe a la Teología de la Liberación, justo después que su fundador, Gustavo Gutiérrez, y también profesor de la PUCP, ha sido reconocido con el Premio Nacional de Cultura.
La decisión de Cipriani ha causado múltiples protestas. Inclusive, desde el Instituto de Defensa Legal se ha señalado que esta decisión vulnera la autonomía universitaria y el ordenamiento constitucional, precisándose que también entes privados como el Arzobispado de Lima deben respetar los derechos fundamentales: http://ideeleradio.blogspot.com/2012/12/pronunciamiento-de-idl-la.html. El pronunciamiento tiene argumentos suficientes para que la Universidad o los sacerdotes afectados puedan presentar una acción de amparo.
Este año, el Presidente Humala rompió la tradición de acudir a la Misa de Navidad que celebra Cipriani en la Catedral. En realidad, después de todo lo que Cipriani ha hecho en los últimos meses, más espíritu navideño habría encontrado en un centro comercial.