FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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viernes, 4 de marzo de 2016

•La función de la Ley Gabriel Mª Otalora

La función de la ley, de cualquier ley humana, es servir de medio para organizar una convivencia. Si nos referimos a la función de la Ley, con mayúscula, no consiste en salvar sino en convencer a los que están bajo su régimen de que ella también es un medio: la Ley no salva, lo que salva es la promesa hecha realidad en la persona de Jesucristo. También nosotros nos peguntamos muchas veces, ¿para qué tanto afán en vivir desde el miedo la Ley de Dios? Cumpliendo la Ley como un fin estamos muy cerca de aquellos escribas y fariseos. Son muchos, en cambio, los que cumplen con su actitud la ley de Dios en su sentido más cristiano desde la experiencia del Amor. Karl Rahner les llamaba “cristianos anónimos”.

Pero de tanto leer y escuchar el evangelio con la mirada contemporánea, sus historias y personajes acaban por quedarse atrapados en la sociología de aquél momento, alejados de nosotros. Corremos el riesgo de que la verdadera enseñanza cristiana se quede en una caricatura entre manifestaciones de la devoción popular. La actitud de Jesús fue ejemplar en sus conductas combinando audacia y prudencia (que no temeridad ni cobardía) sin atender a cálculos religiosos, políticos ni de seguridad personal.
No nos engañemos, pues los excluidos de ahora serían también los que mejor sintonizarían con Jesús y su Buena Noticia entre incomprensiones socio-históricas y negaciones de todo tipo, empezando porque no conocen la Ley ni la cumplen. Incluso el Papa Francisco gusta a los de fuera, quizá menos a bastantes de casa. Algo parecido le ocurrió a Jesús.
Es necesario volver la mirada a Jesús en nuestra Iglesia para que no sea más importante la institución que el Evangelio. El Plan de Dios y la fe cristiana son mucho más que una adhesión doctrinal, es humanizarse para amar. Esto lo expresa muy bien Adela Cortina, catedrática de Ética, con esta cita a la que me refiero siempre que puedo: “El cristianismo no es una ética de mínimos de justicia, sino una religión de máximos de felicidad. Los mínimos de justicia le parecen irrenunciables, pero tales mínimos no agotan el contenido de la religión cristiana. Sus propuestas no compiten con la ética cívica, sino que la complementan. Mientras que la universalidad de los mínimos de justicia es una universalidad exigible, la de los máximos de felicidad es una universalidad ofertable”. Lo cristiano es un plus sobre la justicia humana exigible.
Sin embargo, muchos católicos, cuando nos miramos con humildad, vemos como estamos intentando todavía aprobar el mínimo ético exigible aunque defendemos la ortodoxia a capa y espada. La cosa es más seria en palabras de Martin Luther King: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética; lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.

Refugiados: Welcome a la exclusión, la pobreza y la caridad Ghassan Saliba Zeghondi

La mayoría de las ciudades de Cataluña, grandes y pequeñas, en un momento de indignación ante la imagen del niño sirio ahogado en las costas de Turquía, se han chispado a proclamar ciudades y municipios de acogida “refugiados welcome”. Se ha desencadenado la competitividad  política entre los welcome, quien es el más bueno y el más humanista.  Por cierto hoy, sale un informe, según el cual 10.000 niños han desaparecido en el intento de llegar a Europa. Pero ya no es noticia, o ya no interesa a Merkel que sea una noticia, ya se ha pasado otra vez de la indignación a la indiferencia, no nos mueve la muerte de los niños. Y tampoco nos importa la aprobación de leyes que legitiman el robo a las personas refugiadas, quitarles el poco dinero que tienen,  todo lo que han ahorrado toda la vida, o lo que han conseguido al vender alguna propiedad, y no nos indignamos por las medidas de deportaciones de decenas de miles de personas refugiadas en los llamados “paraísos del asilo”.
Con todo el respeto a la movilización de la sociedad civil, que ha demostrado un gran valor de solidaridad, desgraciadamente las administraciones digamos central, autonómica o local han demostrado que no están a la altura, un desconocimiento de la realidad, una confusión, una descoordinación, pero sobretodo una voluntad de instrumentalizar los sentimientos de solidaridad de la ciudadanía a través de los grandes discursos sobre “ciudades y municipios de acogida”. Se han creado grupos, comisiones, se han multiplicado por mil las conferencias y los expertos en asilo, refugio, protección internacional, todo a la espera de “los bienvenidos refugiados”, a través de la famosa cuota. La política europea de refugio, y las cuotas de reubicación no son más que humo para tapar la insensibilidad y la pérdida de valores, y realmente nos han “vendido humo” y frustración a muchas personas nobles y solidarias. Las personas refugiadas a través de la “cuota” no han llegado, ni llegan y creo que no llegaran nunca por esa  vía.
No hay que esperar, las personas refugiadas ya están entre nosotros,  ya llevan muchos años llegando por sus “propios medios”, por la vía de siempre. En el caso de los sirios, ya han llegado decenas de familias y personas, por invitaciones de familiares, o por la ruta de Siria a Argelia, a Marruecos, a Ceuta y Melilla, y después el propio gobierno español los desplaza a varias ciudades de la península sin ningún tipo de ayuda y sin ningún programa de atención. Es incomprensible que las administraciones dediquen presupuestos y se “movilicen” para la acogida de personas refugiadas que no llegan, y abandonen a las personas refugiadas que están aquí, simplemente con el absurdo argumento que “no han llegado a través de la cuota”.
Yo quiero citar un caso, entre muchos que conozco. El sábado de la semana pasada, después de participar en Mataró, en una conferencia sobre la inclusión social de las personas con diversidad funcional auditiva -seguro que el tema, no tiene nada a ver con las personas refugiadas-, al coger el tren de vuelta a Barcelona, he coincidido con una señora de Siria, que arrastraba un carro de compra. Me reconoció como árabe, y seguramente  le dio más confianza cuando supo que soy de origen libanés: como solemos decir, los sirios y los libaneses somos “un pueblo en dos estados”. Empezó a contar la historia de su familia:  son seis, cuatro hijos menores, uno nació en Cataluña hace pocos meses, y el marido enfermo. Salieron de Siria a Argelia, y después a Marruecos, a Melilla y acabaron hace poco en Barcelona. Tienen las tarjetas rojas, las famosas tarjetas que se dan cuando la solicitud de asilo está en trámite, viven en un piso pequeño de alquiler, gracias a la ayuda y el aval de una familia marroquí. Sobreviven de las ayudas que recogen en las puertas de las mezquitas. Ese día venía de recoger algunos alimentos de una mezquita de Mataró. Le pregunté si había ido a los servicios sociales delayuntamiento, confiando yo en la “declaración universal de ciudad de acogida”.  Me contestó con  cansancio y desesperación: si, pero  nos han pedido certificados de que estamos en paro, de que no estamos  recibiendo ningún subsidio por desempleo, y pidieron ese certificado hasta para mi hijo menor de 6 meses de edad. Así que esta familia solicitante de asilo y de protección internacional, el único recurso de supervivencia que tiene, es la recogida de alimentos y ayudas en las puertas de las mezquitas.

Volver a Jesús. ¿A qué Jesús y para qué?



Jesús2ÉXODO afronta en su número 132 el reto de volver la vista a Jesús, a ese Jesús por el que sus contemporáneos apenas se interesaron, como nos ilustra Ariel Álvarez. Solo lo hicieron cuando sus seguidores empezaron a molestar en la sociedad judía o en el imperio.
Y ¿qué es lo que molestó de su vida y mensaje en aquel tiempo? José Laguna arranca su reflexión con la premisa de ‘a quien hace obras de misericordia se le premia no se le crucifica’. ¿Cómo pudo ocurrir una inversión tal de la misma para acabar con Jesús en la cruz? Al parecer no podía molestar algo tan inocuo como hablar del amor al prójimo, del perdón a los enemigos, del servicio a los demás como actitud de vida, de defender a los más pobres…


Pero, cuando la compasión por quienes vivían en los márgenes empezó a revestir dimensiones conflictivas, se movilizaron los mecanismos punitivos de los órdenes político y religioso. La vida de Jesús no representa al ‘hombre que hacía el bien’ sin más, sino al que añadía un plus sobre las acciones de los publicanos, al que elegía claramente la misericordia sobre la ley y sanaba en sábado. La misericordia de Jesús fue misericordia conflictiva.
Los primeros seguidores de Jesús fundaban su estilo de vida tanto en su experiencia prepascual como en la experiencia postpascual: en el momento de la resurrección de Jesús experimentaron el saber que el muerto en la cruz estaba vivo y, a la vez, experimentaron que sus pretensiones en vida (el anuncio del Reino) quedaban refrendadas por Dios. De esos seguidores surgió la Iglesia, aunque Jesús sólo predicó el reino, no fundó ninguna religión ni ninguna iglesia, tal como nos recuerdan R. Velasco y J. A. Estrada. Las experiencias fundantes de la vida de los primeros cristianos instituyeron la congregación de los creyentes, la comunidad de la Iglesia. Pero en el devenir de los primeros siglos de estas comunidades se produce una gran escisión que marcará el porvenir eclesial, tal como recuerda R. Velasco: ‘la Iglesia se esfuerza por la situación de los pobres, pero no es capaz de eliminar las causas de la pobreza y acaba por resignarse a ser portadora de una salvación que acontece en la otra vida, al margen de lo que suceda en esta’.
Por supuesto que la historia del cristianismo recoge oposiciones a estas derivas, como el concilio de Constanza y el propio Vaticano II. J. A Estrada lo clarifica “si Dios no salva en la historia, la única que podemos evaluar, resulta poco plausible la esperanza en la vida eterna”.
Es en esta perspectiva donde cobra especial relevancia la hermosa recreación del Evangelio que hace Pedro Miguel Lamet al principio de este número. Volver a Jesús es vivir, morir y resucitar como él. Y esto solo es posible desde los lugares privilegiados del reino, entre los marginados y excluidos. Hoy día, entre los emigrados y refugiados sirios en las costas del Mediterráneo.
Como afirma Pepe Laguna: “el cielo puede esperar para aquellos que en la tierra gozan del favor de una vida resuelta. En el margen, la esperanza es una urgencia. Ante el dolor del margen, no cabe más alternativa que el ejercicio disidente de la misericordia”.

Pedro Casaldáliga, Pedro Miguel Lamet, Nicolás Castellanos, Rufino Velasco, Gloria Cavanna, Evaristo Villar, Ariel Álvarez, Benjamín Forcano, Pepe Laguna, Juan Antonio Estrada, Cristina Ruiz, P. Ángel García y Jeremy Corbyn.

•Domingo 6 de Marzo, 4 Cuaresma – C (Lucas 15,1-3.11-32): El otro hijo José Antonio Pagola

EL OTRO HIJO

Sin duda, la parábola más cautivadora de Jesús es la del «padre bueno», mal llamada «parábola del hijo pródigo». Precisamente este «hijo menor» ha atraído siempre la atención de comentaristas y predicadores. Su vuelta al hogar y la acogida increíble del padre han conmovido a todas las generaciones cristianas.
Sin embargo, la parábola habla también del «hijo mayor», un hombre que permanece junto a su padre, sin imitar la vida desordenada de su hermano, lejos del hogar. Cuando le informan de la fiesta organizada por su padre para acoger al hijo perdido, queda desconcertado. El retorno del hermano no le produce alegría, como a su padre, sino rabia: «se indignó y se negaba a entrar» en la fiesta. Nunca se había marchado de casa, pero ahora se siente como un extraño entre los suyos.
El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha acogido a su hermano. No le grita ni le da órdenes. Con amor humilde «trata de persuadirlo» para que entre en la fiesta de la acogida. Es entonces cuando el hijo explota dejando al descubierto todo su resentimiento. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes del padre, pero no ha aprendido a amar como ama él. Ahora solo sabe exigir sus derechos y denigrar a su hermano.
Esta es la tragedia del hijo mayor. Nunca se ha marchado de casa, pero su corazón ha estado siempre lejos. Sabe cumplir mandamientos pero no sabe amar. No entiende el amor de su padre a aquel hijo perdido. Él no acoge ni perdona, no quiere saber nada con su hermano. Jesús termina su parábola sin satisfacer nuestra curiosidad: ¿entró en la fiesta o se quedó fuera?
Envueltos en la crisis religiosa de la sociedad moderna, nos hemos habituado a hablar de creyentes e increyentes, de practicantes y de alejados, de matrimonios bendecidos por la Iglesia y de parejas en situación irregular… Mientras nosotros seguimos clasificando a sus hijos, Dios nos sigue esperando a todos, pues no es propiedad de los buenos ni de los practicantes. Es Padre de todos.
El «hijo mayor» es una interpelación para quienes creemos vivir junto a él. ¿Qué estamos haciendo quienes no hemos abandonado la Iglesia? ¿Asegurar nuestra supervivencia religiosa observando lo mejor posible lo prescrito, o ser testigos del amor grande de Dios a todos sus hijos e hijas? ¿Estamos construyendo comunidades abiertas que saben comprender, acoger y acompañar a quienes buscan a Dios entre dudas e interrogantes? ¿Levantamos barreras o tendemos puentes? ¿Les ofrecemos amistad o los miramos con recelo?

Domingo 6 de marzo de 2016, 4º de Cuaresma

 

4 de CuaresmaC
María de la Providencia, religiosa fundadora (1871)
Análisis
La primera lectura, del libro de Josué, nos presenta un elemento fundamental para la liturgia, que es la celebración de la Pascua en el desierto. El texto presenta una serie de elementos que pueden discutirse desde una perspectiva “histórica”: el nombre Guilgal seguramente no se remite a lo que dice aquí el texto sino a un “círculo” de piedras que puede haber dado origen a un sitio que hoy no conocemos con seguridad (hay diferentes locaciones posibles). Pero no es esto lo importante, sino que algo importante ha terminado. Esto es presentado como “el oprobio” de Egipto. ··· Ver noticia ···

El Video del Papa 2 - El respeto a la Creación - Febrero 2016


Sobrecarga de empatía Carlos Miguélez Monroy, Periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias


El bombardeo de imágenes lastimeras puede provocar un exceso de empatía por los problemas de los demás. Esto nos satura, provoca que abandonemos nuestros problemas y nos paraliza para al final no hacer nada. Ni por los demás ni por nosotros mismos.
Nuestros muros de Facebook se saturan a diario con imágenes de niños en los huesos, de refugiados ante alambradas con pinchos diseñados para desgarrar, de inmigrantes que luchan por sobrevivir en las frías aguas europeas, de mujeres que sufren y padecen. Pero también se llenan de fotos de perros abandonados y de otros animales maltratados, de peticiones de Change.org para prohibir tal o cual práctica, para salvar este o aquel bosque, para contar la historia de un niño con cáncer que no recibe tratamiento por trabas burocráticas, de personas con discapacidad que no disfrutan de algunos de sus derechos sociales.


Publicadas para provocar una reacción, un exceso de imágenes y de mensajes como éstos pueden provocar una “saturación de empatía”, como lo llama el psicoterapeuta Joseph Burgo en The New York Times. “¿Tienes problemas de primer mundo? No te sientas culpable”, pregunta con el título del artículo y da pistas sobre lo que va a desarrollar.

Sostiene el doctor Burgo que esa sobrecarga puede provocar que descuidemos nuestros problemas, que de forma objetiva no pueden compararse con los de un niño que pierde a sus padres en Aleppo, a los de una madre que no puede dar de comer a sus hijos.
“Si permitiéramos que cada tragedia masiva nos afectara profundamente, pronto padeceríamos una sobrecarga de empatía. La empatía por otros es una cosa buena, una capacidad humana básica que sostiene la civilización. Pero tiene una cara negativa cuando te hace avergonzarte de lo que te importa, o cuando te distrae de otras de tus emociones importantes”, sostiene Burgo.


Cuando se instalan la vergüenza de nuestros propios sentimientos o ciertos sentimientos de culpa corremos el peligro de paralizarnos y de no hacer nada ni por nosotros mismos ni por los refugiados a los que acogen nuestras ciudades.
Con frecuencia, se produce la respuesta contraria a esa sobrecarga de empatía con comportamientos narcisistas. Cerramos el paso a nuestros receptores de empatía y volcamos toda la atención en nosotros mismos. Brota así ese narcisismo con el que también bombardeamos a nuestros “amigos” en redes sociales: selfies, fotos de pies, fotos de cielos, el kilometraje de nuestras carreras por la ciudad, paisajes y fotos de todo tipo, reflexiones en voz alta cuando no indirectas despechadas a los ex o a quienes nos han rechazado o lastimado…


El doctor Burgo nos aporta elementos para entender algunas de las causas del narcisismo en las redes. En lugar de condenar y de juzgar a esos narcisistas sin más, podemos ver con un nuevo prisma los efectos que pueden producir las imágenes y los videos que compartimos, muchas veces sin digerirlos y procesarlos antes, incluso sin contrastarlos.
También nos invita a no tener que dar explicaciones a nadie de nuestras prioridades. No tenemos que sentirnos culpables por estar más enfocados en nuestros fracasos sentimentales y nuestras orfandades emocionales que en los niños que trabajan en las fábricas de ropa en el llamado Tercer Mundo que luego compramos a precios desorbitados en Zara o en otras tiendas del Primer Mundo. No podemos hacer la revolución fuera mientras dejamos de lado a nuestro entorno más cercano y que también nos necesita. La conciencia sobre lo que ocurre en el mundo y la sensibilidad con todo lo humano que nos rodea puede ser compatible con el manejo de nuestros problemas más cercanos y nuestros sentimientos.


Los medios de comunicación podrían tomar nota. El exceso de imágenes lastimeras y de noticias negativas sirve de caldo de cultivo para el lado más frívolo y rosa de nuestro narcisismo y de nuestro egoísmo en sociedades opulentas que conviven con la miseria con cada vez menos rubor.
También las organizaciones sociales pueden sacar conclusiones antes de lanzarse a un bombardeo de mensajes y de imágenes que puedan producir un efecto boomerang. Para implicarse como voluntarias y ayudar a los demás, las personas tienen que buscar un equilibrio entre su parte más empática con los problemas “ajenos” y su parte más “egoísta”. Todo puede cambiar cuando caigamos en la cuenta de que nada humano nos es ajeno: ni lo que les ocurre a otros ni lo que nos ocurre en este momento a nosotros.

Cardenal Pell : “No estoy aquí para defender lo indefendible” Pablo Ordaz

 


Durante la comparecencia, el Cardenal Pell dijo que no había podido viajar a Australia para someterse a las preguntas de la Comisión por motivos de salud…El Cardenal Pell, jefe de finanzas del Vaticano, declara ante una Comisión de investigación por abusos sexuales del Gobierno de Australia…
Desde las diez de la noche a las dos de la madrugada, en el salón de un hotel de Roma y bajo la mirada de una quincena de víctimas de abusos sexuales llegadas ex profeso, el cardenal australiano George Pell, responsable de las finanzas del Vaticano, declaró el domingo por videoconferencia ante una comisión gubernamental de su país que investiga casos de pederastia ocurridos entre los años setenta y noventa. El cardenal australiano, que no está acusado de abusos sexuales pero se sospecha que pudo haber hecho oídos sordos ante algunas denuncias, admitió que la Iglesia australiana “cometió errores enormes” al no reaccionar de forma adecuada ante los casos de pederastia. George Pell, de 74 años, es el más alto cargo de la Iglesia católica en declarar por un asunto relacionado con la pedera ··· Ver noticia ···