Redes Cristianas
15-M RONDA Enero 2025 Nº41
PAGINA OFICIAL DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Aula Social don Bosco
15-M RONDA Enero 2025 Nº41
El gran observador y conocedor de los meandros de la psique humana C.G. Jung, dijo una vez que el viaje más largo no era a la Luna o a alguna estrella. Era rumbo al propio corazón. En él habitan ángeles y demonios, tendencias que pueden llevar a la locura y a la muerte así como energías que conducen al éxtasis y a la comunión con el Todo. ¿Cómo llegar a él y auscultar sus indicaciones?
Hay una pregunta nunca resuelta entre los pensadores de la condición humana: ¿cuál es la estructura de base del ser humano? Muchas son las escuelas de intérpretes, pero no es el momento de resumirlas.
Yendo directamente al asunto diría que, para mí, no es la razón como comúnmente se afirma. Esta no es la primera que irrumpe en el proceso de la antropogénesis. El cerebro neocortex en su configuración actual, que responde por la racionalidad, irrumpió hace solo un millón de años. Mucho antes, hace 313 millones de años, surgió el cerebro reptiliano que responde por nuestros movimientos instintivos. Luego estaba el cerebro límbico, responsable de la sensibilidad, del afecto y del cuidado, surgido con los mamíferos hace 210 millones de años.
Por lo tanto, la razón actual es tardía y hunde sus raíces en los cerebros anteriores, especialmente en el límbico, portador de la ternura y el amor que florecen en nosotros. Somos antes mamíferos racionales que animales racionales.
El pensamiento occidental es logocéntrico. Dio centralidad a la razón. Puso el afecto bajo sospecha, con el pretexto de que perjudica la objetividad del conocimiento. La razón pura kantiana no existe. La razón, al estar incorporada, viene siempre impregnada de interés (J.Habermas), de emoción y de pasión, portanto está imbuida de cerebro límbico. Conocer es siempre un entrar, con todo lo que somos, en comunión con la realidad. De ese encuentro nace el conocimiento. La palabra francesa para conocer es etimológicamente rica: connaître: nacer juntos sujeto y objeto.
Más que ideas y visiones del mundo, son las pasiones, los sentimientos fuertes, las ideas-fuerza, las experiencias seminales y el amor o el odio lo que nos mueve y nos pone en marcha. Nos levantan, nos hacen afrontar peligros e incluso arriesgar la vida.
Lo que primero reacciona en nosotros es la inteligencia cordial, sensible y emocional. Esto lo demostró Daniel Goleman en su conocido libro Inteligencia Emocional (1995). Segundos después de la emoción, entra la razón. Pero en Occidente la razón ha sido absolutizada, como la única forma válida de entrar en contacto con lo real. Ocurrió algo que se ha exacerbado y ha perdido la justa medida: el racionalismo, que significa el totalitarismo de la razón. Este llegó a producir en algunos sectores humanos una especie de lobotomía, es decir, una completa insensibilidad ante el otro que es diferente y ante el sufrimiento humano y el de la Madre Tierra. Es lo que estamos presenciando en la Franja de Gaza, un genocidio, a cielo abierto, de muchos miles de niños asesinados por orden de un Primer Ministro israelí insensible y sin corazón.
Modernamente el afecto, el sentimiento y la pasión (pathos) están recuperando centralidad. Ese paso es hoy imperativo, pues solamente con la razón (logos) no podemos explicar las graves crisis por las que pasan la vida, la humanidad y la Tierra. La razón intelectual precisa integrar la inteligencia emocional sin la cual no construiremos una realidad social de rostro humano. Solo con el afecto nos acercamos a los demás. El afecto y el amor son los que nos hacen realmente humanos.
Sin embargo, hay un dato que conviene resaltar por por su relevancia y por la gran ascendencia de que goza: la estructura del deseo, que marca la psique humana. Partiendo de Aristóteles, pasando por san Agustín y por los medievales como san Buenaventura (llama a san Francisco vir desideriorum, hombre de deseos), culminando con Sigmund Freud y René Girard en tiempos más recientes, todos afirman la centralidad de la estructura deseante del ser humano.
El deseo no es un impulso cualquiera. Es un fuego interior que dinamiza y moviliza toda la vida psíquica. Por su naturaleza, el deseo no conoce límites. No queremos solo esto o aquello, queremos todo, hasta la eternidad, como observaba Nietzsche. Ese impulso irrefrenable da un carácter insaciable e infinito al proyecto humano.
El deseo hace dramática y, a veces, trágica la existencia. Pero también, cuando se realiza, aporta una felicidad sin igual. Por otro lado, produce una grave desilusión cuando el ser humano identifica una realidad finita como siendo el objeto que realiza su impulso infinito. Puede ser la persona amada, una profesión siempre ansiada, una propiedad, un viaje.
No pasa mucho tiempo y esas realidades deseadas y finitas le parecen insatisfactorias y solo hacen aumentar el vacío interior, grande, del tamaño de Dios. ¿Cómo salir de este impase intentando armonizar lo infinito del deseo con lo finito de toda realidad? Revolotear de un objeto finito a otro significa no encontrar descanso nunca. El ser humano tiene que plantearse seriamente la pregunta: ¿cuál es el verdadero y oscuro objeto adecuado a su deseo? Me atrevo a responder: es el Ser y no el ente, es el Todo y no la parte, es el Infinito y no lo finito, es Dios y no el mundo, por bueno que sea. Nuestra sed de infinito es el eco de un oscuro Infinito que nos llama. ¿Quién es?
Después de mucho peregrinar, el ser humano es llevado a hacer la experiencia del cor inquietum de san Agustín, el incansable hombre del deseo y el infatigable peregrino del Infinito. En su autobiografía, Las Confesiones afirma con conmovido sentimiento:
Tarde te amé, oh Belleza tan antigua y tan nueva. Tarde te amé. Tú me tocaste y yo ardo de deseo de tu paz. Mi corazón está inquieto hasta que descanse en ti (libro X, n.27).
Traducción de MªJosé Gavito Milano
Francisco denuncia en el libro, que sale a la venta este martes, “la vergonzosa incapacidad de la comunidad internacional” para “poner fin a la masacre” en Palestina, y señala también que “ninguna ley canónica” impide a los homosexuales o transexuales ser padrinos de bautizos o bodas católicas Ver noticia
Discurso del Papa ante el Cuerpo Diplomático
“¡Cómo quisiera que este 2025 fuera verdaderamente un año de gracia, rico de verdad, de perdón, de libertad, de justicia y de paz!”. 184 países mantienen relaciones diplomáticas con la Santa Sede. Se trata, sin duda, del Estado más relevante desde el punto de visto político y global. El país más pequeño, y el que más se escucha. Eso debió pensar esta mañana el Papa Francisco, cuando lanzó uno de sus discursos más relevantes del año, en el que trazó una suerte de ‘Estado de la Humanidad’, marcado por la guerra, el odio, la desinformación y las perspectivas de que esa ‘tercera guerra mundial a pedazos’ acabe siendo una realidad. Lo hizo a través de su ‘portavoz’, Filipo Ciampanelli, debido a un resfriado que impidió al Papa leer las más de diez páginas de texto.
En boca de Ciampanelli, Francisco lanzó varios mensajes a los representantes de los países del mundo, tomando como base el Jubileo de este 2025. "Empezamos este año mientras el mundo se encuentra azotado por numerosos conflictos, pequeños y grandes, más o menos conocidos, y también por la persistencia de execrables actos de terror, como los ocurridos recientemente en Magdeburgo, Alemania o en Nueva Orleans, Estados Unidos", trazó Francisco, dentro de “contextos sociales y políticos cada vez más exacerbados por contraposiciones crecientes”.
“Estamos frente a sociedades cada vez más polarizadas, en las que se alberga un sentimiento general de miedo y desconfianza hacia el prójimo y hacia el futuro”, advirtió Bergoglio, quien sancionó “la creación y difusión continua de noticias falsas, que no sólo distorsionan la realidad de los hechos, sino que terminan por distorsionar las conciencias, suscitando falsas percepciones de la realidad y generando un clima de sospecha que fomenta el odio, perjudica la seguridad de las personas y compromete la convivencia civil y la estabilidad de naciones enteras”. Los atentados contra el presidente de Eslovaquia o el mismo Donald Trump son muestra de ello.
La lógica del encuentro frente a la lógica del enfrentamiento
“Mi deseo para este nuevo año es que el Jubileo pueda representar para todos, cristianos y no cristianos, una ocasión para repensar también las relaciones que nos unen, como seres humanos y comunidades políticas; para superar la lógica del enfrentamiento y abrazar en cambio la lógica del encuentro; para que el tiempo que nos aguarda no nos halle como vagabundos desesperados, sino auténticos peregrinos de esperanza”, insistió, reivindicando el valor de la diplomacia como “el único camino para romper las cadenas de odio y venganza que aprisionan y para desactivar las bombas del egoísmo, del orgullo y de la soberbia humana, que son la razón de toda voluntad beligerante que destruye”.
Vivimos un tiempo en que “la negación de verdades evidentes parece tomar la delantera”, en la que “unos y otros tienen la tendencia a crearse su propia “verdad”, ignorando la objetividad de lo verdadero”. Unas tendencias alimentadas por un mal uso de la Inteligencia Artificial y los medios de comunicación.
Frente a ello, apuntó el Papa, “una diplomacia de la esperanza es, antes que nada, una diplomacia de la verdad”, pues “allí donde falta el vínculo entre realidad, verdad y conocimiento, la humanidad deja de ser capaz de hablarse y de comprenderse (…). El relato bíblico de la Torre de Babel muestra lo que sucede cuando cada uno habla sólo con “su” lengua”.
Colonización ideológica y cultura de la cancelación
“Se trata de una verdadera colonización ideológica que, según programas planificados en un escritorio, intenta erradicar las tradiciones, la historia y los vínculos religiosos de los pueblos”, denunció Francisco, quien alertó de “la cultura de la cancelación” que “no tolera diferencias y se concentra en los derechos de los individuos, descuidando los deberes con respecto a los demás, en particular de los más débiles y frágiles”.
En ese contexto, añadió, “es inaceptable, por ejemplo, hablar de un presunto “derecho al aborto” que contradice los derechos humanos, en particular el derecho a la vida”. “Ningún niño es un error o es culpable por existir, así como ningún anciano o enfermo puede ser privado de esperanza o ser descartado”, subrayó.
Tras reivindicar la “declaración de Helsinki” en 1975, el Papa lamentó que “las instituciones multilaterales” surgidas tras la II Guerra mundial “ya no parecen ser capaces de garantizar la paz y la estabilidad, la lucha contra el hambre y el desarrollo para los cuales habían sido creadas, ni de responder de manera verdaderamente eficaz a los nuevos desafíos del siglo XXI, como las cuestiones ambientales, de salud pública, culturales y sociales, además de los retos impuestos por la inteligencia artificial. Muchas de ellas necesitan ser reformadas”.
Amenaza cada vez mayor de una guerra mundial
"Frente a la amenaza cada vez mayor de una guerra mundial, la vocación de la diplomacia es aquella de favorecer el diálogo con todos, incluidos los interlocutores que se consideran más “incómodos” o que no se estiman legítimos para negociar"”, subrayó el Papa, mostrando su deseo de que “toda la comunidad internacional se esfuerce ante todo en poner fin a la guerra que desde hace casi tres años baña de sangre la afligida Ucrania y que ha causado un enorme número de víctimas, incluso muchos civiles".
Al tiempo, clamó por “un alto el fuego y la liberación de los rehenes israelíes en Gaza, donde hay una situación humanitaria gravísima e innoble”. "Mi deseo es que israelíes y palestinos puedan reconstruir los puentes de diálogo y de confianza recíproca, a partir de los más pequeños, para que las generaciones venideras logren convivir, en paz y seguridad, en ambos estados y Jerusalén sea la “ciudad del encuentro”, donde convivan en armonía y respeto cristianos, judíos y musulmanes", rezó el Papa.
“La guerra es siempre un fracaso, y el involucramiento de los civiles, sobre todo niños, así como la destrucción de las infraestructuras no son sólo una derrota, sino equivale a dejar que entre los dos contendientes el único que logra vencer sea el mal. No podemos aceptar de ningún modo que se bombardeen poblaciones civiles o se ataquen infraestructuras vitales para la subsistencia. No podemos aceptar el ver morir de frío a los niños porque se han destruido los hospitales y ha sido dañada la red energética de un país”, recalcó el Papa, quien también recordó los conflictos persistentes en Sudán, el Sahel, el Cuerno de África o Mozambique, así como en Congo, “donde la población se ve afectada por graves deficiencias sanitarias y humanitarias, agravadas a veces por la plaga del terrorismo, las cuales provocan pérdidas de vidas humanas y el desplazamiento de millones de personas”.
Venezuela y Nicaragua
Myanmar o Haití también aparecieron en las preocupaciones papales, junto a Venezuela, Bolivia, Colombia o Nicaragua. “Pienso en Venezuela y a la grave crisis política en la que se debate. Esa podrá ser superada sólo con la adhesión sincera a los valores de la verdad, de la justicia y de la libertad, a través del respeto a la vida, a la dignidad y a los derechos de cada persona —incluidos los de quienes han sido arrestados a causa de los sucesos de los últimos meses— gracias al rechazo de cualquier tipo de violencia y, deseablemente, al comienzo de negociaciones de buena fe y finalizadas al bien común del país”.
"Pienso finalmente en Nicaragua, donde la Santa Sede, que está siempre dispuesta a un diálogo respetuoso y constructivo, sigue con preocupación las medidas adoptadas con respecto a personas e instituciones de la Iglesia y hace votos para que a todos sean garantizados adecuadamente la libertad religiosa y los demás derechos fundamentales", añadió.
Respeto a la libertad religiosa
Francisco también defendió la libertad religiosa y el “respeto a la conciencia de los individuos y a la posibilidad de manifestar públicamente la propia fe y pertenencia a una comunidad”, denunciando “las crecientes expresiones de antisemitismo, que condeno firmemente”, pero también las “numerosas persecuciones” en África y Asia, y “las formas más “delicadas” de limitación de la libertad religiosa que se observan a veces inclusive en Europa, donde aumentan las normas legales y las prácticas administrativas que «limitan o anulan en la práctica los derechos que las Constituciones reconocen formalmente a cada creyente y a los grupos religiosos»”.
Pensando en Siria, donde “después de años de guerra y devastación, parece que está recorriendo un camino de estabilización”, Francisco rogó para que “la integridad territorial, la unidad del pueblo sirio y las necesarias reformas constitucionales no se vean comprometidas por nadie, y que la comunidad internacional ayude a Siria a ser una tierra de convivencia pacífica donde todos los sirios, incluida su componente cristiana, puedan sentirse plenamente ciudadanos y participar al bien común de esta querida nación”.
Liberar a todos los esclavos
En su discurso, el Papa también exigió “eliminar la esclavitud de todos los ordenamientos jurídicos”, desde la tradicional a la actual esclavitud laboral, la de las toxicomanías y, especialmente, el tráfico de seres humanos. “Es necesario hacerse cargo de las víctimas de estos tráficos, que son los mismos emigrantes, obligados a recorrer a pie miles de kilómetros en América central como en el desierto del Sahara, o a tener que atravesar el mar Mediterráneo o el canal de la Mancha en embarcaciones improvisadas y abarrotadas, para luego terminar rechazados o encontrarse clandestinos en una tierra extranjera”.
“Con gran desconsuelo percibo, sin embargo, que las migraciones están todavía cubiertas por una nube oscura de desconfianza” lamentó el Papa, quien insistió en la necesidad de “un compromiso común para invertir en el ámbito de la cooperación al desarrollo, de modo que se contribuya a erradicar algunas de las causas que inducen a las personas a emigrar”.
Como ya hiciera en su bula de proclamación del Jubileo, y recordó en su mensaje para la Jornada de la Paz, el Papa pidió el fin de la pena de muerte, la creación de un fondo para la erradicación del hambre con dinero proveniente de la industria de las armas o la condonación de las deudas económicas y ecológicas a los países más vulnerables.
Jesús Bastante
Religión Digital
Los “evangelios de la infancia” son un género literario peculiar dentro de los evangelios de Mateo y Lucas, que presentan el nacimiento de Jesús a través de una serie de símbolos, imágenes y figuras, que no son narraciones históricas propiamente dichas, sin bien ofrecen algunos datos fiables. En ellos se describe la situación de Palestina sometida al Imperio romano y gobernada por dictadores a su servicio. Aparecen fenómenos especialmente significativos que rodean el nacimiento de Jesús: una familia “sin abolengo ni pedigrí de clase” (así la define el biblista Jesús Peláez), que tiene que refugiarse en un establo donde da a luz su madre María, la persecución y el infanticidio de Herodes, la emigración en condiciones de total desprotección, la encarnación de Dios no en una persona perteneciente a la realeza, sino en un niño nacido en una familia empobrecida, el anuncio del mensaje de paz comunicado a los pastores en medio de la violencia colonial impuesta por la “pax romana” en los territorios ocupados, el revolucionario cántico del Magnificat de María, que invierte los valores: Dios derriba de sus tronos a los poderosos y ensalza los humildes.
La situación tiene similitudes con la actualidad: imperialismos, colonialismos, guerras que afectan a 56 países y en las que están implicados 92, violencia contra los niños, las niñas y las mujeres hasta el feminicidio y el infanticidio, brechas de la desigualdad cada vez más profundas, desahucios, personas inmigrantes, refugiadas y desplazadas a quienes se les niegan la ciudadanía y los derechos fundamentales, familias con todos los miembros en paro.
La Palestina del tiempo de Jesús vive hoy una situación de colonialismo fomentado por el sionismo judío y apoyado por el sionismo cristiano. Netanyahu, el nuevo Herodes del siglo XXI, está sometiendo a la población de Gaza no solo a un genocidio y a una masacre, sino a un verdadero exterminio con el apoyo de Estados Unidos y el silencio y la permisividad de los países europeos. Los hechos así lo demuestran: cerca de 46.000 gazatíes asesinados, en su mayoría niños, niñas y mujeres, más de 100.000 personas enfermas, el 80% de los edificios destruidos, el desplazamiento de la mayoría de la población de la Franja, la destrucción de hospitales, escuelas, centros de salud, el asesinato de periodistas, de personas de ONG’s, la prohibición de la llegada de alimento…
La celebración de la Navidad es hoy ajena a las circunstancias que rodearon el nacimiento de Jesús y al actual exterminio palestino, y mira cínicamente para otro lado. Se ha producido una amnesia colectiva. Nada que ver con la situación de pobreza y marginación que rodeó al alumbramiento de María. Todo lo contrario, se fomenta el dispendio, la desmesura, los excesos, el consumismo. No hay conciencia de que las mayorías populares viven una situación de empobrecimiento causado por la injusticia estructural mientras se dispara el gasto abusivo en las familias y en las instituciones públicas, y muchos de los productos alimenticios terminan en la basura.
Lejos de dar respuesta solidaria a los verdaderos y más graves de problemas que vive la humanidad, los encubre. Lejos de fomentar una conciencia crítica y transformadora en los cristianos y cristianas ante las situaciones de injusticia, tiende a adorrmecer las conciencias y es insensible a los sufrimientos de las víctimas.
El exceso en la iluminación de las calles, las plazas y los edificios oficiales del centro de las ciudades impide ver la oscuridad de los poblados marginados como la Cañada Real y apaga las luces de la inteligencia para alienar a la ciudadanía. La algarabía de las fiestas no deja escuchar el grito de las personas mas vulnerables, de los colectivos empobrecidos y de los pueblos oprimidos que piden “pan, trabajo y techo”.
La celebración consumista del nacimiento de Jesús promueve hoy “la cultura del descarte”, fomenta la marginación de la gente empobrecida, a la que convierte en población sobrante y desechos humanos, y arroja a la periferia y a vivir en los basureros, como ha denunciado el Papa Francisco en la encíclica La alegría del Evangelio.
Diría más, y creo no equivocarme: la Navidad se ha convertido en opio del pueblo, comercialización de lo sagrado y mercantilización de la vida. En un emblemático artículo publicado en 1921 bajo el título “El capitalismo como religión” Walter Benjamin hablaba de que el cristianismo se había convertido en capitalismo, se refería a la “estructura religiosa del capitalismo” y definía a este “como un fenómeno esencialmente religioso […], como una religión exclusivamente de culto, sin dogmas”. Hoy podemos decir que la Navidad se ha convertido en neoliberalismo y mercantilismo.
Llegado aquí, me pregunto ¿es posible recuperar el sentido originario del nacimiento de Jesús? Creo que sí, aunque lo veo difícil. Tres son, a mi juicio, los aspectos a recuperar, más allá de su vertiente consumista y asistencial, en la perspectiva de un cristianismo liberador como alternativa a la actual Navidad. El primero es la humanización de Dios en la persona de Jesús de Nazaret, el “Dios humanísimo” del que habla el teólogo Edward Schillebeckx, cuyos principales atributos no son la omnipotencia y la trascendencia que no hace pie en la historia, sino la compasión con las víctimas hasta identificarse con sus sufrimientos y la encarnación en los bajos fondos de la sociedad.
El segundo es la ubicación de Jesús no en la esfera divina y celeste, sino en los márgenes de la sociedad, en el reverso de la historia. Él no posee sangre real, ni tiene madera de héroe, ni pertenece a la casta sacerdotal. Es, como afirma John P. Meier, uno de los principales especialistas en las investigaciones sobre el Jesús histórico, “un judío marginal”: así nació, así vivió y así murió. La celebración de su nacimiento es, por tanto, la memoria “subversiva” de las víctimas y de los perdedores de la historia, no la conmemoración de los éxitos de un mega-estrella o de las conquistas de un triunfador, y hace una llamada a rehabilitar a las víctimas, a devolverles la dignidad que les ha sido arrebatada y a practicar la solidaridad.
En tercer lugar, en la Navidad hay un despliegue de la fantasía, la imaginación, la creatividad, los sueños despiertos y dormidos en otro mundo posible y el sentido lúdico y festivo de la vida, que constituye el contrapunto de un cristianismo que se regodea en la culpa y el dolor al que busca sentido redentor. Imaginar otro mundo posible no es evasión de la realidad, sino el comienzo de la construcción de una nueva humanidad eco-humana y fraterno-sororal. Lo que no se imagina, ni se sueña, nunca será posible.
Conforme a esta lógica creo que ¡otra Navidad es posible y necesaria!
Desarrollo y fundamento las ideas aquí expuestas en La compasión en un mundo injusto (Fragmenta, 2023, 2ª ed.) y Teologías del Sur. El giro descolonizador (Trotta, 2024, 2ª ed.).
El antioqueño de 72 años, Héctor Fabio Henao Gaviria ha sido un destacado líder que ha dedicado parte de su servicio a la promoción de la paz y la defensa de los derechos humanos de los más vulnerables en Colombia.
Luego de 25 años de servicio en el Secretariado Nacional de Pastoral Social/Cáritas Colombiana, donde trabajó incansablemente en la promoción de acciones sociales y atención a las crisis humanitarias, ahora ocupa el cargo como delegado para las relaciones Iglesia-Estado de la Conferencia Episcopal de Colombia.
Facilitador de diálogo con actores armados
El directivo quien por décadas ha trabajado en temas de paz, se ha convertido en un referente en la promoción de los diálogos de paz entre los diferentes actores del conflicto armado presentes en este país. Su compromiso con este tema inició en los años 90, cuando hizo parte del comité de negociación con las milicias urbanas en el país, desde ahí se convirtió en actor clave y actualmente en nombre de la Iglesia católica es facilitador en las rondas de diálogo entre el Gobierno nacional, el ELN y la Segunda Marquetalia.
A lo largo de su servicio pastoral, monseñor Henao ha enfrentado situaciones difíciles, pero ha mantenido la esperanza y la confianza de que el diálogo es el único camino hacia la paz. “Tiene que haber un clima de diálogo social que nos permita vernos como miembros de una misma sociedad, y tratar de entender que tenemos un horizonte compartido”, expresó.
Intervenciones humanitarias en zonas de conflicto
Es así como en el mes de noviembre, se conoció la noticia que en la subregión del San Juan (Chocó) el ELN tenía confinada a más de 40.000 personas por cuenta de un paro armado decretado por este grupo, el directivo viajó a la zona para conocer de primera mano las necesidades de las comunidades y gestionar la instalación de un corredor humanitario que facilitara la entrada de alimentos y medicinas en la zona.
Su incansable sueño de alcanzar una paz duradera le ha permitido estar presente en varias negociaciones entre el Gobierno y actores armados, destacándose entre ellas el Acuerdo de Paz con las FARC en 2016, y ser parte del Consejo Nacional de Paz y la Pastoral Social. En cada una de estos espacios, ha abogado por la protección de la vida de los civiles y por la cesación de los conflictos armados.
Resiliencia frente a los desafíos de la paz
A pesar de los esfuerzos realizados y la larga experiencia en este camino, los años le han enseñado a reconocer cuando estos procesos para avanzar en la paz se vuelven dificultosos y lentos, pero su resiliencia y capacidad de escucha con las comunidades le han fortalecido para seguir adelante y mantener la esperanza viva.
Gracias a su destacada entrega, recientemente la Universidad de San Buenaventura le otorgó un doctorado honoris causa en Humanidades, un reconocimiento que resalta su incansable labor en pro de la paz y los derechos humanos.
Para monseñor Henao, la oración y el ejercicio diario son fundamentales para mantener su energía y fortaleza en estos tiempos de incertidumbre. “En situaciones complejas, la presencia de Dios se manifiesta en nuestra capacidad para seguir adelante, a pesar de todo”, concluyó.
Con un compromiso continuo con la paz, la justicia social y los derechos humanos, monseñor Henao sigue siendo una figura clave en los esfuerzos por construir un futuro sin violencia para Colombia.
Luz Marina Medina
ADN CELAM / Religión Digital
“Mi pintura no representa el sueño de un pueblo, sino el de toda la humanidad”.
La obra La crucifixión blanca del artista bielorruso Marc Chagall ha llegado a Roma desde Chicago con motivo del Año Santo. Se expone en el museo del mismo nombre con sede en el palazzo Cipolla, en la céntrica vía del Corso. El Papa, que la visitó el pasado mes de diciembre, la había mencionado como obra preferida pues “no es cruel, sino llena de esperanza. Muestra un dolor lleno de serenidad”. Ante ella se hace verdad que contemplar un cuadro es ver lo que otros han mirado. En este caso, con una mirada que suma memoria y compasión.
Obra de un judío errante
Marc (Moishe) Chagall nació en 1887 en Liozna, cerca de Vitebsk, en la actual Bielorrusia; pertenecía a una familia judía integrada en aquella comunidad local de la que tenemos noticias por los Relatos jasídicos de Martin Buber y las descripciones que han recuperado trazos de la vida de los judíos en los pequeños núcleos urbanos y los schtetl de la Europa del Este. Una cultura y una lengua, el yidish, que corrieron el riesgo de la total extinción.
En su propio recuerdo: “Lo primero que vieron mis ojos fue un abrevadero. Sencillo, cuadrado, medio hueco, casi oval. Un abrevadero de mercado. Cuando estaba dentro, lo ocupaba totalmente. No me acuerdo ya –¿fue mi madre quien me lo contó?– pero en el mismo instante en que nací, en una casita cercana a la carretera en las afueras de Vitebsk, detrás de una cárcel, estalló un gran incendio…. Sin embargo, esa casita cercana a la carretera de Peskovatik ha permanecido intacta. La vi no hace mucho. Mi padre, apenas se hubo enriquecido, la vendió. Me recuerda el chichón en la cabeza del rabino verde que pinté, o una patata, flotando en un barril de arenques y bañada en salmuera. Al contemplar esta casita desde lo alto de mi reciente “grandeza”, me agitaba y me preguntaba: “Realmente: ¿Cómo he podido nacer aquí? ¿Cómo puede uno respirar en este lugar?”. Cuando mi abuelo, el de la barba larga y negra, murió honradamente, mi padre compró, por cuatro rublos, otra propiedad…”
Y guardó de por vida la imagen del padre con las manos ateridas y oliendo a salmuera, pero con algunos dulces que ofrecer al regreso de su fatiga diaria.
Mi vida es el único libro que escribió. “Sus palabras –dice un comentario– son como sus colores, felicidad y melancolía, verdad o ensueño, que alzan el vuelo con los personajes de sus cuadros, tan concretos como milenarios. Tan rotundos. Aquí se dibujan los años transcurridos en Vitebsk, su humilde ciudad natal, en el seno de una familia entrañable, pobre, que utilizaba sus cuadros para sacudirse la tierra de los zapatos. Allí asoman San Petersburgo y Moscú, los años de aprendizaje y la apertura de un nuevo mundo para el joven pintor. Más allá París y su bohemia, el taller de La Ruche, luego la Gran Guerra y el retorno a una Rusia en la que estalla la revolución bolchevique en un telón de fondo rasgado de tristeza.
En el año 1938
Creada en ese año, La crucifixión blanca recoge la suma de dolor provocado por los pogromos, el antisemitismo y el avance de la política nazi. No es el único cuadro que Chagall dedicó al Crucificado, pero sí el de mayor tamaño y el más conocido.
Tendido en la cruz, Jesús lleva el talid, el manto de oración usado por los judíos y en torno a él están representados tres patriarcas bíblicos y una matriarca, vestidos con trajes tradicionales. A ambos lados de la cruz, Chagall deja entrever la devastación de los pogromos y el saqueo de una aldea que obliga a los habitantes a huir en barco. Tres figuras escapan a pie, una de ellas porta la Torá en la mano. A la derecha, aparece una sinagoga con el arca de la Ley en llamas mientras que en la parte inferior una madre consuela a su niño.
La figura de Jesús, con la cabeza hacia adelante, y la tradicional aureola blanca que simboliza la santidad, focaliza nuestra mirada. La luz parece volcarse sobre el Siervo/el Crucificado y sobre la cruz aparecen las iniciales latinas INRI y la misma leyenda en caracteres hebreos. La escalera, tantas veces presente en los óleos sobre el Descendimiento, puede entenderse también como la versión judía de la escala que representa la unión entre el cielo y la tierra, de la humanidad y Dios. El color blanco domina la visión del Siervo sufriente pese a estar rodeado de destrucción, temor, huidas, incendios y, en definitiva, de todos los sufrimientos de una historia que era también la suya.
El autor pintó la tela en 1938, en París, donde desde hacía un tiempo residía con su familia. Europa estaba viviendo uno de los momentos más oscuros y trágicos de su historia: Hitler invadiría Polonia el año siguiente y, sobre todo para los judíos, había empezado el tiempo del mayor dolor pues precisamente en el otoño de 1938 la “Noche de los cristales rotos” marcó el inicio de la terrible persecución antisemita realizada por el nazismo. Un año antes de que Chagall pintase La crucifixión blanca, Pablo Picasso completaba su Guernica, y es interesante observar cómo los dos pintores −que se conocían y se trataban− han reflejado de manera tan distinta lo trágico de la existencia humana.
Palabras que resuenan
Al mirar el cuadro, que expresa con los colores, los símbolos y las figuras que muestran la originalidad de este pintor, cabe asociar una cadencia que debió escuchar en la sinagoga de Vistebk: la de los Cantos del Siervo que carga con los sufrimientos del pueblo y agrieta el muro de su dolor. Y, dada la presencia de la ortodoxia del Rus de Kiev en aquel lejano óblost junto con la andadura del artista por otros países en los que aceptó encargos, es fácil pensar que esta Crucifixión -que condensa todas las cruces- glosa la recomendación de la carta a los Filipenses hecha a los cristianos de todos los tiempos: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”
“Dios entregó a su Hijo por nosotros para que se convirtiera en el hermano de todos los abandonados y los llevara a Dios”, ha recordado J. Moltmann, un teólogo de nuestros días atento a lo universal del sufrimiento y a la universalidad de la esperanza.
Felisa Elizondo
ATRIO
Hace unos días atrás, los argentinos nos vimos sorprendidos por una puesta en escena, a través de medios digitales, de una parodia del pesebre de Belén. Allí vimos una especie de “sketch” de muy mal gusto y además, de muy mala calidad; grosero e irreverente, ridiculizando todo.
Inmediatamente fue respondido con variadas protestas, algunas provenientes de los propios medios de comunicación y otras, desde el ámbito directamente religioso.
A la luz de estos hechos, creo necesario hacer algunos comentarios. Por un lado está el hecho en sí, claramente repudiable. Sin embargo, como adulto creo que es legítimo preguntarme (y preguntarnos colectivamente, como sociedad): ¿cómo fue que llegamos hasta aquí?
Entre las respuestas que parcialmente podrían dar cuenta de esa pregunta, comparto algunas ideas que le cuadran a la mayoría de las sociedades occidentales.
1. La transgresión.
Esa irreverencia transgresora que mencioné al comienzo, es una variable que viene siendo festejada ampliamente desde hace bastante tiempo. Un día nos damos cuenta que no todo es cómico, ni mucho menos motivo de sorna o de burla. Los símbolos sagrados, por ejemplo, nunca deberían ser motivo de burla por aquellos que no comparten esas creencias. Pero esto, en general, no se enseña. Y algunos creen que en nombre de la transgresión y de lo bizarro, se pueden llevar todo por delante -también lo sagrado-.
2. Libertad de expresión.
Hay otra deformación social que no es menor a la hora de explicar estas cuestiones. Se trata de una mal entendida libertad de expresión. La libertad de expresión es una conquista muy importante de las sociedades democráticas y plurales. Pero no es una libertad absoluta. Esto tampoco se enseña. La libertad de expresión tiene límites, como por ejemplo, el respeto por el otro que piensa distinto. Es un tema complejo que sería largo de desarrollar. Pero tampoco les hemos enseñado a los “millenials” y a los que siguen, el delicado equilibrio entre ser francos y claros, ser frontales, siendo también respetuosos de los demás; en fin, aprender a dialogar (cosa difícil en un mundo que consume vorazmente pantallas y dialoga cada vez menos).
3. El consumismo navideño.
Pero hay otro tema que es mucho más amplio y que a mi modo de ver es clave para poder comprender cómo llegamos a semejante mamarracho. Y es el problema de qué hemos hecho con la Navidad. Cuando la Navidad se aleja del misterio que encierra, que es la infinitud de Dios envuelta en pañales; la Palabra creadora hecha llanto de recién nacido en una cueva en Belén… cuando nos alejamos de esto, empezamos a perder la brújula.
Todos sabemos que esta fecha viene unida al solsticio; en el hemisferio norte, se trata del solsticio de invierno y para muchos pueblos, se trata de la fiesta del renacimiento del sol (como nos pasa en el hemisferio sur a fines de junio). Esta fiesta ancestral, propia de muchos pueblos del hemisferio norte, de alguna manera fue asumida por el cristianismo primitivo. Qué mejor que celebrar en estas fechas el nacimiento de “una gran luz” (Is 9,1); “la luz que brilla en las tinieblas” (Jn 1,5); ese momento y lugar en que “su lámpara es el Cordero; a su luz caminarán las naciones” (Ap 21,23-24).
Lo que nos ha pasado a través de las últimas décadas, es el proceso inverso al anterior: el consumismo desenfrenado -como una idolatría-, ha reconquistado esta fiesta. Ya no hay pesebres; y en los centros de compras -verdaderos santuarios del consumismo capitalista- hay renos, gnomos vestidos de rojo y verde, el infaltable Papá Noel y todo un folklore de regalos, ofertas y fiebre de compras, que nada tiene que ver con los pobres María y José acunando al Niño Dios.
De a poco, la cena navideña familiar se fue transformando en “eventos”, en boliches abiertos y en cuanta cosa haya para consumir más y más.
Concluyendo.
No me parece extraño que después de tanto derrape, finalmente alguno choque.
Esto que sucede alrededor nuestro, edulcorado en un genérico y melifluo “Felices fiestas”, está bastante lejos de la Navidad cristiana. Podríamos hablar más bien de una “Navidad postcristiana”, que no celebra el nacimiento de nadie. Esto desemboca en un vacío cultural, en una ignorancia, que puede dar lugar a escenas bochornosas como las que se vieron en esa puesta en escena para nada memorable.
Para el Jubileo del año 2000, ya hubo quienes propusieron (como una idea disruptiva, tal vez) que la Iglesia trasladara la fecha de la Navidad del Señor al 6 de enero, por ejemplo, dejando el 25 de diciembre librado al consumismo y a los festejos varios de fin de año.
Obviamente, no todo está perdido. Es bueno y es necesario festejar; los seres humanos necesitamos alternar la fiesta con el trabajo y las penurias cotidianas. Y los cristianos necesitamos celebrar ese dichoso día en el que Jesús nació pobremente en Belén. Fue una feliz ocurrencia de san Francisco de Asís, el recrear esa escena del Pesebre, que tanto bien nos hace. Armemos pesebres, regalemos pesebres; volvamos nuestra mirada y nuestro corazón hacia la luminosa belleza del Pesebre de Belén y brindemos por este Dios que no puede dejar de amarnos.
Manolo Navarro
(Neuquén, Argentina)
Los titulares de algunos diarios celebraron que el papa Francisco hubiera nombrado a la Hna. Simona Brambilla como Prefecta del Dicasterio para la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y lo consideraron un “regalo en la fiesta de Reyes”. Conocemos que la Hna. Simona ya era Secretaria de dicho Dicasterio desde el 7 de octubre de 2023. Junto a ella hay otras mujeres en los Dicasterios y en otras instancias del Vaticano, pero ninguna con el mismo rango de Prefecta de un Dicasterio. Inclusive, un Cardenal -Fernández Artime-, estará bajo su coordinación, al ocupar el puesto de Pro-Prefecto de ese mismo Dicasterio.
Entre otras mujeres que están en altos cargos, podemos recordar a la Hna. Alessandra Smerilli, Secretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo humano integral; Bárbara Jatta, Directora de los Museos Vaticanos; Hna Raffaella Petrini, secretaria de la Gobernación; Hna. Carmen Ros Nortes, subsecretaria del Dicasterio para la Vida Consagrada; Gabriella Gambino y Linda Ghisoni, subsecretarias del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la vida; Emilce Cuda, secretaria de la Comisión Pontificia para América Latina; María Lía Zervino, miembro del Dicasterio para los obispos, por recordar a algunas. Con los nombramientos que ha hecho el papa, se estima que ya hay un 23.4% de porcentaje femenino en la Curia Vaticana.
Es buena noticia que se sigan dando pasos en esta dirección porque la Iglesia no puede ser una de las pocas instituciones con esa disparidad de género en los puestos de decisión. Es verdad que, en otras instancias políticas, económicas, etc., también la presencia femenina sigue siendo muy baja. Pero la diferencia es que en estos lugares no se invoca el hecho de ser mujer o de no tener un título eclesiástico para ocupar esos puestos. En la Iglesia todavía está muy metido en los imaginarios, sentimientos, percepciones y, por supuesto, en el Derecho Canónico, el rechazo a que las mujeres ejerzan muchas funciones. Basta ver la poca aceptación que tienen las “ministras de comunión” a la hora de distribuirla en los templos -esto en el ámbito cotidiano- o la poca invitación que reciben las mujeres para participar en congresos, seminarios, talleres, retiros, instituciones teológicas, etc., como ponentes principales de dichos eventos.
Necesitamos con urgencia que nuestros ojos se acostumbren a ver mujeres en los espacios de decisión, en los altares, en los lugares de importancia eclesial. Necesitamos con urgencia que nuestros oídos se acostumbren a las voces femeninas y creamos que esas voces tienen la misma autoridad que la de los varones. Necesitamos no extrañarnos de que se piense en paridad de género en todos los espacios eclesiales y también a que, en algunas ocasiones, haya más presencia femenina que masculina, como durante siglos hemos tenido de mayoría masculina -por no decir “solo” masculina- en la mayoría de espacios eclesiales.
No podemos olvidar que las mujeres ocupan muchos de los espacios de la “base” en la Iglesia y que son ellas las que realizan el trabajo arduo, continuo, difícil, en la mayoría de pastorales e Iglesias. Esto hace que para muchas personas no sea relevante el ocupar puestos de decisión y hasta dicen que mejor no ocuparlos para no caer en el “clericalismo” y seguir con ese trabajo generoso que hace tanto bien. Por supuesto siempre se pueden desvirtuar los cambios que se promueven. Pero esto no es excusa para no empujar la igualdad fundamental de todos en la Iglesia -como tanto se ha dicho en la experiencia sinodal-, especialmente de las mujeres que, hasta el día de hoy, siguen ocupando un lugar secundario en la Iglesia.
Es verdad que no es suficiente que se nombren mujeres en puestos de decisión para que la iglesia patriarcal y clerical se transforme. Cuando estos puestos se reciben como una “excepción” que rompe la regla de lo que siempre se había hecho, hay mucho temor de no hacerlo bien, de perder la oportunidad, de crear más recelo del que ya de hecho despierta el nombramiento y resulta muy fácil acomodarse al modo de actuar de esos espacios y no levantar demasiado la voz para seguir reclamando la participación plena de las mujeres en la Iglesia. No resulta fácil mantener una voz profética si se quiere permanecer en los espacios conquistados. Confiemos que haya más de una mujer que, desde la oportunidad recibida, siga trabajando porque de la excepción se pase a la normalización de esa práctica.
Finalmente, no sé si hay que agradecer tanto al Papa por estos nombramientos. El hacer posible una iglesia sinodal no puede depender de la voluntad de una persona, de cuando le parezca bien hacerlo. Es una deuda con las mujeres, muy retrasada, por cierto, de cumplirse. Por tanto, alegrémonos de que el Papa comience una praxis distinta, pero sigámosle diciendo que se dé prisa, porque el tiempo corre y si nuestra Iglesia no camina con decisión y empeño en su conversión sinodal, seguirá rezagada en muchos aspectos, viendo cómo los fieles se alejan más y más.
Definitivamente, sí hay que alegrarse por el nombramiento de la primera Prefecta de un Dicasterio, es un paso inmenso que se ha dado y una puesta en práctica de la Constitución Predicate Evangelium sobre la reforma de la Curia Romana publicada en 2022. Al mismo tiempo, sigamos presionando, sigamos pidiendo, sigamos exigiendo la plena participación de las mujeres para responder a “la Iglesia sinodal que Dios quiere para este tercer milenio”.
Consuelo Vélez
Religión Digital - 07.01.2025
La Familia franciscana, se dio cita este 11 de enero en el Santuario de San Damián en Asís, Italia, para inaugurar oficialmente el VIII Centenario del Cántico de las Criaturas, también conocido como Cántico al Hermano Sol, compuesta por san Francisco de Asís en 1225.
Participaron de la celebración los Ministros Generales de la Primera Orden, el de la Tercera Orden Regular, el de la Orden Franciscana Seglar y la presidente de la Conferencia de las Hermanas Franciscanas.
Francisco de Asís estaba casi completamente ciego cuando compone el Cántico de las Criaturas. Sin embargo, con una mirada de fe y rebosante de gratitud, contempla las maravillas de la creación y logra percibir la presencia del Creador que les da sentido.
Todas las criaturas, espejos de la perfección divina, son hermanos y hermanas porque son obra y don del mismo Autor. Todas juntas constituyen el coro de la creación, que contempla, alaba y agradece a Dios creador, destacan los frailes franciscanos.
El Cántico -añaden- es la expresión y confesión conclusiva de la vida del Poverello que resume todo su camino de conformación con Cristo, el Hijo amado. Su fe en la paternidad de Dios se convierte en un canto de alabanza que proclama la fraternidad de todas las criaturas y su belleza. De hecho, "en las cosas bellas contemplaba al que es sumamente Hermoso y, mediante las huellas impresas en las criaturas, buscaba por doquier a su Amado, sirviéndose de todos los seres como de una escala para subir hasta Aquel que es todo deseable" (Leyenda mayor 9, 1).
Celebrar como Familia Franciscana
Desde la Orden Franciscana recuerdan que "celebrar el centenario del Cántico de las Criaturas nos lleva a un cambio radical en nuestra relación con la creación, que consiste en sustituir la posesión por el cuidado de nuestra casa común. De hecho, cada uno de nosotros debe responder con sinceridad a estas preguntas: ¿cómo quiero vivir mi relación con las demás criaturas? ¿Como un dominador, que se arroga el derecho de hacer lo que quiera con ellas? ¿Como consumidor de recursos, que ve en ellos una oportunidad para sacar ventajas? ¿O como un hermano, que se detiene ante la creación, admira su belleza y cuida la vida?"
De ahí que sostienen que "la crisis ecológica actual nos revela que 'el ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos', como expresa el Papa Francisco en la encíclica Laudato si'".
"Cuidar la casa común y descuidar la casa interior, nuestro corazón, concluyen, no es el camino correcto: necesitamos una conversión ecológica e integral al mismo tiempo. De hecho, el último verso del Cántico nos recuerda que sólo quien tiene un corazón libre, capaz de detener la lógica del odio y la venganza a través del perdón, puede convertirse en instrumento de reconciliación y armonía, en profecía de fraternidad".
RD/Aica
fe adulta
Caná era una aldea de Galilea. El evangelio de Juan la nombra varias veces; por ejemplo, después de expulsar a los mercaderes del templo o tras el encuentro con la samaritana.
La boda era uno de los acontecimientos más importantes de la vida social de Israel. Era una ocasión para hacer alianzas entre familias. Tras largas negociaciones, la boda marcaba el final feliz de un proceso. Otras veces se casaban personas con lazos de sangre, para que la herencia no saliera de la propia familia.
A veces, los padres de familia comprometían a sus hijos/as cuando todavía eran pequeños y esperaban a que tuvieran entre 13 años y 18 años para celebrar el matrimonio. Al casarse y tener hijos, la pareja engrandecía al pueblo y era cauce de la bendición de Dios.
La celebración podía durar una semana. Se reunían las familias, en un sentido muy amplio, las amistades y el pueblo. Los invitados solían aportar víveres para contribuir al gasto de comer y beber en abundancia durante esos días, en los que se suspendían los ayunos religiosos habituales.
El vino era imprescindible como bebida habitual, ante la dificultad de encontrar agua potable en los manantiales. En los viajes se solía llevar el cuerno de un animal lleno de vino, como si fuera una cantimplora (pensemos en texto del buen samaritano). Salvo que la pobreza lo impidiera, cada familia tenía en casa algunas cántaras de vino para su propio consumo.
Si tenemos en cuenta estas costumbres de la época, el texto presenta bastantes incoherencias:
a) Era impensable que en una boda en la que había mayordomo y sirvientes se acabara el vino. Era un honor endeudarse para celebrarla por encima de sus posibilidades.
b) En el caso de que se hubiera acabado el vino ¿tuvo que solucionar el problema una mujer invitada a la boda?
c) Las tinajas para guardar el agua solían ser de barro (como nuestros botijos), pero el barro podía guardar impurezas, por eso había también grandes tinajas de piedra que se consideraban más puras y apropiadas para conservar el agua que se utilizaba en las ceremonias de purificación ritual. ¿En una casa de una aldea había 6 tinajas, con 100 litros de capacidad cada una, para purificarse?
d) Nos presentan a una familia rica, con mayordomo y sirvientes. Si fuera un hecho histórico, ¿tendría sentido que el novio guardara el vino bueno para el final y el mayordomo no lo supiera?
e) ¿Por qué los invitados a la boda no cayeron rendidos a los pies de Jesús, tras hacer un milagro tan grande? ¿Por qué no hay ningún dato, fuera de este evangelio, teniendo en cuenta que 600 litros de agua convertida en vino no hubieran pasado desapercibidos? ¿Por qué los otros tres evangelistas ni siquiera nombran la boda de Caná?
Si nos acercamos al texto con las claves que utiliza Juan, a lo largo de su evangelio, descubrimos la riqueza que nos ofrece una lectura teológica y catequética.
El evangelio de Juan, entre los capítulos 2,1 y 12,50, presenta siete signos (traducidos como milagros), que forman un bloque llamado “Libro de los signos”. El evangelista nos anuncia que se está produciendo algo nuevo, una nueva creación, Y esta novedad es una Buena Noticia, mucho más importante y profunda que cambiar el agua en vino. Cada uno de los signos va acompañado de una explicación teológica, para que comprendamos mejor su sentido, y no nos quedemos en la superficialidad del relato.
Por ejemplo, el vino era uno de los signos que expresaba que había llegado el tiempo mesiánico, tras unos siete siglos de espera. La presencia de Jesús, María y los discípulos son símbolo de la comunidad cristiana. Es decir, Juan nos anuncia un signo, en medio de la comunidad, en un contexto de celebración, de fiesta.
María ya no es sólo la madre de Jesús, tiene otra consideración, es un prototipo, es la madre universal. Es la mujer.
Para Juan “la hora” no se refiere al tiempo cronológico, sino a la hora de Dios, al momento apropiado (se utiliza el término kairós). Ni siquiera su madre puede marcar a Jesús esa hora, en la que tendrá que entregar su vida plenamente.
En la teología de Juan ya no tiene sentido el agua para purificarse, porque la purificación ritual ha dado paso a la celebración de la comunidad.
El versículo 11 nos da las claves teológicas para recuperar la Buena Noticia que encierra este texto: Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de los discípulos en él.
Hoy es preciso probar el vino nuevo, saborearlo. A lo largo de la Historia, muchos hombre y mujeres místicos describen la experiencia de bajar a lo más profundo de su ser, a una bodega en la que saborean un vino añejo y experimentan una comunión profunda con el Dios que les habita. Y nos invitan a tener esa experiencia.
En consonancia con otros textos del evangelio de Juan, vemos que ya no hay que ir al pozo a buscar el agua (diálogo con la samaritana). Ya no hay que llenar tinajas para la purificación, porque en nuestras propias entrañas hay un río de agua viva que conduce a la vida eterna. Si quitamos el envoltorio de las costumbres, este texto nos ofrece claves para vivir el discipulado.