FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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jueves, 16 de abril de 2015

Óscar Romero: “Y Dios pasó por el Salvador” Rafael Narbona


Oscar Romero
Para María de Magdla Espin, con un corazón revolucionario y una sensibilidad evangélica
 Asesinado el 24 de marzo de 1980 mientras celebraba la eucaristía, Óscar Romero es considerado por muchos un mártir, un santo y un profeta, pero algunos han intentado restar importancia a su legado, asegurando que sólo se trataba de “un hombre de Dios”, fiel al Roma y al Evangelio. Sin embargo, Óscar Romero trasciende la simple adhesión al dogma cristiano, pues su trabajo pastoral es un ejemplo de compromiso con los pobres y con la transformación de la sociedad, de acuerdo con una visión humanista, solidaria e incluso revolucionaria.··· Ver noticia ···

Así se cuenta la historia Jaime Richart, Antropólogo y jurista


Me quedan poco años para ser octogenario y ya puedo hacer ba­lance de mi vida, en lo personal y en mi pensa­miento social.

En lo personal y en lo profesional no sólo no puedo quejarme, es que todo me ha salido a pedir de boca. Las cosas me han ido siem­pre mucho mejor de lo esperado, y quienes han tenido que valo­rarme me han dedicado un reconocimiento quizá por encima de lo merecido. En suma, he tenido mucha suerte. Proba­blemente por­que, como decían los antiguos sabios, la suerte huye de quien la busca y sigue a quien la desprecia. Proba­ble­mente porque, co­mo refiere Montesquieu en uno de sus ensayos, siempre fui como aquel ciudadano de la antigua Atenas al que se le vio un día salir del Se­nado dando saltos de alegría porque había sido elegido en su lugar otro ciudadano con más merecimientos que él… Y cuento además con un ac­tivo patrimonial que vale más que todas las fortu­nas: el familiar. Mi familia extensa contribuye podero­sa­mente a hacerme feliz al tiempo que lo es ella…


Esto, como digo, es en lo personal y en lo profesional. Pero en mis aspiraciones sociales en los primeros años de mi vida activa y luego en las políticas cuando la política empezó a enseñorearse del país, todo ha ido siempre en dirección contraria a lo deseado por mí.
En los tiempos del franquismo mi forma de enfrentarme a él y a sus corruptelas se ciñó a actitudes testimoniales en los centros donde me encontraba. No podía ni debía pasar de ahí. Enfren­tarse cuerpo a cuerpo a la dictadura me pareció siempre inútil. El fran­quismo era inexpugnable por esa vía. Quienes se lanzaban al monte o se enrolaron en células activistas, pese a ser plausible y cosa de valientes, calcularon mal. Y un mal cálculo en táctica y estrategia es mala señal de inteligencia.
Llegó lo que empezó a llamarse democracia, y fueron las faccio­nes falangistas las que urdieron la transición de la dicta­dura a otro régi­men de incierta y confusa naturaleza. E inmediata­mente un perso­naje clave del franquismo, un ministro del dictador, su alba­cea testa­mentario, se encargó de hacer cum­plir su voluntad post mor­tem. Con otros seis elegi­dos más o menos por él cocina a renglón seguido una constitu­ción política que contenía la pieza clave del sistema: la monarquía. El pueblo, que sentía sobre sus nucas el cañón de los fusiles de un ejército más franquista que el tirano que aca­baba de morir y ante el temor a un golpe de Es­tado que signifi­caba la continuidad de lo mismo, firmó el con­trato so­cial viciado votando lo que le pusieron delante con visible mezcla de ilusión y de miedo bajo ostensible coacción.
Pasado el periodo de transición abrochada por un simulacro de golpe de estado para reforzar al monarca, una ley electoral per­fecta para evitar el verdadero pluralismo partidista permite la irrup­ción de dos partidos políticos precedidos de connotaciones históricas revolucionarias atemperados por el eufemismo y el mimetismo que propician el lenguaje y la praxis política: el euroco­munismo, un remedo del comunismo sin futuro, y la socialde­mocracia del pe­soísmo: un re­medo del socialismo, que funcionó en la medida que, gracia a esa ley electoral, se ha venido repartiendo más o menos discretamente el poder du­rante más de treinta años con las vivas fuerzas conservadoras de los apellidos y de las clases sociales y estamentales proceden­tes del franquismo. Y todo ello con los resulta­dos socia­les de todos conocidos: corrup­ción, cooptación, enriqueci­miento ilícito, puertas giratorias, poder judicial escleroti­zado por el poder político y neutralizado por el poder financiero. Y todo bajo la atenta observación de un periodismo intensifi­cado en los medios televisivos que, sin pudor y dando una de cal y otra de arena en los planteamientos y eli­giendo los tiem­pos para arrimar el ascua a su sardina de sus ren­tas, apuesta visiblemente desde los despachos de los dueños de los medios por una nueva transición suave y sin los grandes cambios que 12 millones de ciudadanos y ciudada­nas españolas en el um­bral de la pobreza demandan para alcanzar la dignidad perdida o la que nunca han llegado a tener.
Mis condiciones de augur de medio pelo provienen de la experien­cia y del conocimiento, tanto de la naturaleza de las cosas como de la repetición de los fenómenos sociales como del carác­ter español en su conjunto (carácter, por cierto, fácil­mente evalua­ble si compara­mos el desarrollo y las huellas deja­das por el espa­ñol en los países de habla hispana del continente suramericano, y el desarro­llo y huellas dejadas por anglosajo­nes y francos en Amé­rica del norte).
Pues bien, los resultados de las elecciones andaluzas han termi­nado por centrar mi posición mental acerca del futuro que se nos viene encima en España, siguiendo las constantes históri­cas del predominio y hegemonía de los “fuertes”. Pues cuando se suponía que millones de andaluces iban a volcarse a favor de los mesías del cambio: esos dispuestos a enfrentarse sin disimulo ni tapujos a la injusticia social, esos que luchan pacíficamente contra los desahu­cios y contra tantos abusos del poder político, bancario y finan­ciero, comprobamos que el miedo, la pusilanimidad y la indiferen­cia han vuelto a decidir. Andalucía no es toda España, pero si una referencia poderosa de lo que repre­senta el talante de lo que llama­mos “lo español”. Y ahora, inmi­nente otro proceso electo­ral, se ve venir el resultado final que espera a este país en las cercanas eleccio­nes generales al poder central: el partido siem­pre triunfante y una formación nueva que representa más pensa­miento conserva­dor maquillado y acicalado, parece que se perfilan como las fuerzas que nuevamente se lle­varán el gato al agua. El falso socialismo, el falso comunismo y el verdadero espíritu revoluciona­rio quedarán nuevamente posterga­dos. Y la buena voluntad de quienes abande­ran los propósitos y decisio­nes que requiere la transformación real de la sociedad espa­ñola y su protago­nismo volverán a arrastrarse ante la volun­tad de poder de los de siempre… o tendrán que estallar.
El poder judicial, la banca, las empresas del Ibex35, las polic­ías, las puertas giratorias en sus diversas modalidades, las gran­des y medias fortunas, los obispos y arzobispos, los apellidos sonoros… seguirán gobernando en este país. Harán aquellos algunas concesio­nes más a los perdedores de la guerra civil y a los deshereda­dos tradicionales de toda fortuna, eso sí, pero es­tos se­guirán siendo alimentados y cobijados por las organizacio­nes de salvación caritativas y filantrópicas, y las mejoras sociales vol­verán a ser otro espejismo más.
No habrá cambios significativos más allá de los triunfalismos y fanfarrias que los medios de comunicación afines a los pode­res reinantes estén dispuestos a divulgar para el bien de sus cuentas de resultados, para el bien de sus accionistas y para el “bien” del con­cepto eterno de “la patria”. El patriotismo espa­ñol seguirá siendo el refugio de los pícaros. Y aunque haya lavados de cara y acicalamien­tos varios con novedades provinien­tes de la corrup­ción del lenguaje principalmente, apenas serán irrelevantes. Esta visión pesimista es la que se me aparece en la bola de cristal que tiene en la cabecera de su cama todo septuagenario de inteligencia y sensibili­dad media. Ahora bien, jamás me habré alegrado más si la lectura de mi bola de cristal fuera errónea y de punta a cabo me hubiera equivo­cado… 

Estados Unidos contra América Latina Raúl Zibechi


La Cumbre de las Américas debía estar marcada por Barack Obama y Raúl Castro junto como símbolo del fin de más de medio siglo de enfrentamiento. Pero irrumpió “el caso Venezuela” para recordar que el viejo tío, aun debilitado y atacado en su patio trasero por potencias de creciente poderío, como China, no pierde las mañas.··· Ver noticia ···

Una mentira no se convierte en verdad por mucho que se la repita Benjamin Forcano



Benjamín Forcano1Llevamos semanas viendo aparecer en los grandes medios de comunicación de nuestro país que en Venezuela hay que restablecer la democracia, que la oposición política es reprimida y maltratada, que no hay libertad de expresión, que hay desabastecimiento y muchas muertes violentas. Y, para agrandar la legitimidad de este clamor se nos repite que en nuestro Congreso no pocos diputados denuncian la arbitrariedad con que los opositores venezolanos son detenidos y piden que los “democratas” Leopoldo López, Antonio Ledezma, Daniel Ceballos y otros sean excarcelados, y que semejante pronunciamiento se ha hecho también en el Parlamento Europoeo, por el Secretario General de la ONU, la OEA y otros Gobiernos y que 23 expresidentes americanos piden que se restablezca la democracia en Venezuela.

Reconozco como superhábil el manejo para condicionar y moldear la opinión de quienes simplemente se guian por esta información mediática interesada y manipuladora.
La verdad es otra: en Venezuela desde la llegada de Hugo Chavez ha regido una democracia acreditada en todas las elecciones por la voluntad del pueblo depositada limpia y libremente en las urnas. Ni una sola, pudo ganar la oposición. En la última, ya con Maduro creyeron que , toda la oposición unida, podían ganar. Y de nuevo perdieron por más de tres millones de votos. Y esto es lo que exasperados no aceptaron ni estaban dispuestos a tolerar y diseñaron otra estrategia de oposición violenta , antidemocrática, para desestabilizar el país, y poder tumbar a un Gobierno , que no habían podido lograr democráticamente.
Ninguno de estos grandes medios nos cuentan los avances y logros de la revolución bolivariana si se la compara con los Gobiernos de los 70 años anteriores: ha habido en tan solo 10 años un incremento del gasto social de 772.000 millones de dólares; construcción de más de 700.000 viviendas; la escolarización de niños ha pasado de 6 millones (1998) a 113 millones (2013); construcción de 22 nuevas universidades; aumento de profesores de 65.00 a 350.00; enseñanza pública totalmente gratuita desde la infancia hasta la universidad; personas con pensión antes de Chavez 387.000, ahora 2.100.000; médicos por 10.000 habitantes en 1998,18;, en el 20, 58; país con el nivel más bajo de desigualdad (según el Coeficiente Gini): Venezuela; salario mínimo en 1998 lo equivalente a 16 dólares, en 2012 son 330 dólares; extracción anual de petróleo 500.000 mil millones de barriles, ahora mil millones; medios de comunicación en propiedad y control privado (no estatal) en torno al 80 %, etc.
Lo que es una democracia se defiende ejerciendo en ella la oposición democráticamente (debate, diálogo, cooperación, oposición leal…) no con violencia e inmoralmente. No se trata de restablecer la democracia en Venezuela, sino de aceptarla, mal que no responda a los intereses, monopolios y privilegios de ciertas minorías del país y otras foráneas.
Los denominados y más ensalzados opositores de la revolución bolivariana no son demócrata, ni disidentes políticos sino , como han dicho diputados del Congreso español, criminales , que actúan fuera de ley, y merecen la cárcel. Demasiado saben los grandes medios de comunicación quiénes son esos opositores y, sin embargo, los presentan ante la opinión pública como héroes de la resistencia y víctimas.
¿Por qué , aceptada con admiración su enorme e innegable calidad periodística, no se publica la posición de Eduardo Galeano (y otros) referente a Venezuela con el relieve con que se hace por ejemplo
con Mario Vargas Llosa?

Afortunadamente, aun sin el espacio público de esos grandes medios y sin la omnipotencia de su “ilimitada e “inmoral” libertad, disponemos de otra información, -amplia y contrastada- que nos permite librarnos del engaño e hipocresía de quienes nos dicen servir a la democracia, a los derechos humanos, a la libertad de expresión, emancipación de los pueblos y otras retóricas resabidas.
Benjamín Forcano