FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

sábado, 16 de marzo de 2013

Juan José Tamayo: Francisco y la Iglesia de los Pobres

La elección del cardenal Bergoglio como nuevo Papa, su procedencia argentina y el nombre elegido, Francisco I, constituyen tres claves importantes que nos permiten ofrecer unas primeras reflexiones sobre las expectativas que puede generar no solo en el seno del catolicismo, sino en el mundo entero.
Con esta elección América Latina, el continente con cerca de 500 millones de católicos y católicas, adquiere el protagonismo que le corresponde en la Iglesia, y el Tercer Mundo logra la merecida y justificada visibilidad. Por primera vez en la historia del cristianismo, el Tercer Mundo adquiere la justificada visibilidad, se coloca en el centro de la escena eclesial y se hace presente en el Vaticano, que en épocas anteriores apenas le prestó atención y en algunas ocasiones se mostró beligerante con él.
América Latina es la cuna de la teología de la liberación, de las comunidades eclesiales de base, una de las manifestaciones más vivas del cristianismo de todos los tiempos, de las Conferencias Episcopales de Medellín y Puebla, donde toda la Iglesia latinoamericana pasó del cristianismo, primero conquistador, después colonial y luego desarrollista, al cristianismo liberador que hizo de la opción por los pobres el imperativo ético y recuperó la fuerza profética de Jesús de Nazaret y de los misioneros que, como Bartolomé de Las Casas, Antonio Montesinos, Antonio Valdivieso y otros, defendieron la dignidad y los derechos de los indígenas y el diálogo intercultural e interreligioso.
En América Latina, se hizo realidad de manera ejemplar la Iglesia de los pobres, siguiendo la orientación de Juan XXIII: “La Iglesia de Cristo es la Iglesia de todos, pero en los países subdesarrollados es la Iglesia de los pobres”. El nuevo Papa es buen conocedor de dicha Iglesia y, a través de sus responsabilidades pastorales, ha participado activamente en su desarrollo. Esto permite albergar la esperanza de que desde el Vaticano aliente el compromiso por la liberación de las personas, de los grupos humanos, de los pueblos latinoamericanos y de los países del Tercer Mundo sometidos a la explotación del Primer Mundo.
El nombre elegido, Francisco, el primero que utiliza un Papa en la larga historia del cristianismo, muestra su intención de seguir el espíritu de Francisco de Asís renunciando a todo tipo de ostentación y caminando por la senda de la pobreza y, así, hacer más creíble el mensaje de las Bienaventuranzas, que constituye la mejor herencia de Jesús de Nazaret y es la carta magna del cristianismo, con frecuencia olvidada y apenas puesta en práctica, salvo en los movimientos proféticos.
Para llevar a cabo tales intenciones y propósitos, el nuevo Papa no puede apoyarse en los movimientos neoconservadores, que miran al pasado y reproducen un cristianismo preconciliar, como han hecho los papas anteriores, sino que ha contar con las fuerzas eclesiales vivas que miran al futuro y trabajan por “otra Iglesia posible” en el horizonte de los movimientos sociales comprometidos en la construcción de “Otro mundo posible”. Ello requiere un cambio estructural, que ya diseñara el teólogo Karl Rahner en el libro Cambio estructural en la Iglesia publicado hace cuarenta años y que conserva hoy la misma actualidad, o mayor si cabe, que cuando fue escrito.
* Es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid (España).

El Papa Francisco llamado a restaurar la Iglesia Leonardo Boff, teólogo

En las redes sociales había anunciado que el futuro Papa se llamaría Francisco. Y no me equivoqué. ¿Por qué Francisco? Porque San Francisco comenzó su conversión al oír al Crucifijo de la capilla de San Damián decirle: “Francisco, ve y restaura mi casa, mira que está en ruinas” (San Buenaventura, Leyenda Mayor II, 1).

Francisco tomó al pie de la letra estas palabras y reconstruyó la iglesita de la Porciúncula, en Asís, que aún existe en el interior de una inmensa catedral. Después se dio cuenta de que era algo espiritual restaurar la «Iglesia que Cristo rescató con su sangre» (ibid.). Fue entonces cuando comenzó su movimiento de renovación de la Iglesia, presidida por el Papa más poderoso de la historia, Inocencio III. Comenzó a vivir con los leprosos y del brazo de uno de ellos iba por los caminos predicando el evangelio en lengua popular y no en latín.
Es bueno saber que Francisco nunca fue sacerdote sino laico solamente. Sólo al final de su vida, cuando los Papas prohibieron a los laicos predicar, aceptó ser diácono a condición de no recibir ningún tipo de remuneración por el cargo.
¿Por qué el cardenal Jorge Mario Bergoglio ha elegido el nombre de Francisco? Creo que ha sido porque se dio cuenta de que la Iglesia está en ruinas por la desmoralización debida a los diversos escándalos que han afectado a lo más precioso que ella tenía: la moral y la credibilidad.
Francisco no es un nombre, es un proyecto de la Iglesia, pobre, sencilla, evangélica y desprovista de todo poder. Es una Iglesia que anda por los caminos junto con los últimos, que crea las primeras comunidades de hermanos que rezan el breviario bajo los árboles con los pajaritos. Es una Iglesia ecológica que llama a todos los seres con las dulces palabras de «hermanos y hermanas». Francisco fue obediente a la Iglesia y a los papas y al mismo tiempo siguió su propio camino con el evangelio de la pobreza en la mano. Entonces escribió el teólogo Joseph Ratzinger: «El no de Francisco a ese tipo imperial de Iglesia no podía ser más radical, es lo que podríamos llamar una protesta profética» (en Zeit Jesu, Herder 1970, 269). Francisco no habla, simplemente inaugura lo nuevo.
Creo que el Papa Francisco tiene en mente una iglesia fuera de los palacios y de los símbolos del poder. Lo mostró al aparecer en público. Normalmente los Papas y Ratzinger principalmente ponían sobre los hombros la muceta, esa capita corta bordada en oro que sólo los emperadores podían usar. El Papa Francisco llegó sólo vestido de blanco. En su discurso inaugural se destacan tres puntos, de gran significado simbólico.
El primero: dijo que quiere «presidir en la caridad», algo que se pedía desde la Reforma y los mejores teólogos del ecumenismo. El Papa no debe presidir como un monarca absoluto, revestido de poder sagrado, como prevé la ley canónica. Según Jesús, debe presidir en el amor y fortalecer la fe de los hermanos y hermanas.
El segundo: dio centralidad al Pueblo de Dios, como destaca el Concilio Vaticano II, pero dejado de lado por los dos papas anteriores en favor de la jerarquía. El Papa Francisco pide humildemente al pueblo de Dios que rece por él y lo bendiga. Sólo después él bendecirá al pueblo de Dios. Esto significa que él está allí para servir y no para ser servido. Pide que le ayuden a construir un camino juntos y clama por fraternidad para toda la humanidad, donde los seres humanos no se reconocen como hermanos y hermanas sino atados a las fuerzas de la economía.
Por último, evitó todo espectáculo de la figura del Papa. No extendió ambos brazos para saludar a la gente. Se quedó inmóvil, serio y sobrio, yo diría, casi asustado. Solamente se veía una figura blanca que saludaba con cariño a la gente. Pero irradiaba paz y confianza. Mostró humor hablando sin la retórica oficialista, como un pastor habla a sus fieles.
Vale la pena mencionar que es un Papa que viene de Gran Sur, donde están los más pobres de la humanidad y donde vive el 60% de los católicos. Con su experiencia como pastor, con una nueva visión de las cosas, desde abajo, podrá reformar la Curia, descentralizar la administración y dar un rostro nuevo y creíble a la Iglesia.