Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
Redes Cristianas
¡Ya está bien!
El caso del obispo de Alcalá está sobrepasando todas las líneas rojas imaginables. No se trata de la libertad de opinión, que tienen todos los ciudadanos españoles, consagrada por nuestra Constitución. Los personajes con una misión pública tienen que guardarse su opinión en el fondo de la alcoba, cuando la publicidad de la misma puede dañar la fiabilidad y credibilidad de la institución, de la que el personaje público es no solo funcionario, sino guardián. Y hay más: un obispo, sucesor de los apóstoles, no es un funcionario cualquier, sino un testigo de Jesucristo, un predicador del Kerigma, de la Resurrección de Jesús, y un anunciador del Reino de Dios.
Antes de exponer una opinión, tendrá siempre, ¡siempre!, que preguntarse qué haría el Señor Jesús. Y esto en el ámbito de la teoría, de la pura intelectualidad, de los principios, de los criterios y valores, sin pasar, todavía, al mundo de los hechos, de las realizaciones, de las actuaciones.
Ahora pasemos a este ámbito, el de las actuaciones, de las concreciones, de los comportamientos. No es lo mismo decir que uno no está de acuerdo con la ley que protege la LGTBI, que incumplir esa ley, y hacer que otros la incumplan. Ya no es cuestión de libertad de opinión, sino de comportamiento ilegal, o, peor, antilegal, pudiendo llegar hasta delictivo, que es, presuntamente, el caso actual del obispo, Reig Plá. Del que ha escrito el Diario.es un artículo que titula, “EL obispo de Alcalá no está por encima de la ley”. Es bueno recordar que ni el de Alcalá ni ningún otro, por si algunos obispos creen que estamos todavía en una época feudal.
También hemos sabido que los que levantaron la liebre, publicando no solo el asunto actual que sucede en la diócesis complutense, sino cómo de modo parecido el obispo Reig Pla también, según todos lo indicios y noticias, hizo lo mismo en la diócesis de Cartagena, en la que ejerció su ministerio previamente, acudieron a la Conferencia Episcopal Española, (CEE) para conocer su opinión sobre estas actuaciones del prelado. La respuesta de la CEE fue que ni ella, ni ningún obispo, ni el metropolitano de Madrid, del que Alcalá es diócesis sufragánea, tienen ninguna potestad para intervenir con autoridad ni en éste, ni en ningún caso conflictivo de cualquier obispo, pues éstos son autónomos, y solo están bajo la autoridad del obispo de Roma. Pero no es así como se puede, y debe, plantear el caso, como si se tratara de la intervención de una autoridad superior sobre un obispo desviado, o díscolo, o bajo cualquier tipo de sospecha, aun cuando ésta, como es el caso, sea de un presunto comportamiento delictivo. Justamente un día de éstos la Comunidad Autónoma de Madrid ha penado con una multa significativa a una señora que se dedicaba, sin la debida habilitación, a realizar algunos de estos cursos de los que se le acusa al obispado de Alcalá.
No. Lo que la CEE puede, y según el parecer de todos a los que he pedido su opinión, debe hacer es, como enseña el Evangelio, aplicar a su hermano equivocado, ya que no hay más que escuchar la opinión de la mayoría de los fieles, incluso de los muy institucionalmente católicos, como nos pasó ayer con todos los asistentes al curso de Biblia, verdaderamente escandalizados con el historial de este prelado. Intentar, decía, con el hermano obispo, algo tan evangélico como una corrección fraterna, realizada desde el respeto al otro, la humildad, y el espíritu de servicio que instauró el Señor Jesús en su Iglesia. Además, no conviene olvidar la reconvención que se repite muchas veces en el Antiguo Testamento, AT, recogida así mismo en el Nuevo, según la cual, quien no ejerce su carisma profético con un hermano claramente desviado, se hace, también, responsable de los errores que aquél pudiera cometer. O, si no se atreven a esta intervención fraterna, informar, por lo menos, a la Santa Sede, ante el caso, bastante claro e indiscutible, del rechazo que las opiniones homófobas, y las intervenciones extemporáneas de este obispo, están produciendo en el Pueblo de Dios que camina en España.