FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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sábado, 9 de mayo de 2020

Sobre coronavirus, apartheid y Ramadán


María Landi

Este informativo artículo de Jonathan Cook describe los desafíos y peligros que el coronavirus plantea a la población palestina a ambos lados de la Línea Verde debido a las políticas de apartheid, la ausencia de atención sanitaria y la dependencia económica y laboral que sufre la población ocupada ante un poder ocupante cruel e indiferente. Acompaño el texto con breves fragmentos del webinar realizado por Palestine Deep Dive: Coronavirus in Palestine.
La población palestina se prepara para el Ramadán, enfrentando un virus que no discrimina pero un ocupante que sí lo hace.
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Omella y Osoro claman por “un pacto entre todos los partidos políticos, estamentos sociales y económicos para salir juntos” de la crisis


cardenal omella
“Aquí no se trata de ver quién gana, sino quién sirve. Si estamos a ver quién gana, pierden los más pobres”, claman
“El ingreso mínimo vital hay que asegurarlo”, asegura el presidente de la Conferencia Episcopal en un desayuno ‘virtual’ con el Nueva Economía Fórum
“Claro que hay contacto permanente con el Papa. El Papa está muy preocupado por todo lo que sucede en el mundo, y lo que quiere es que todos trabajemos en esa línea, en comunión, y pensando en los pobres”
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Sueñen, confíen y en marcha - 5º Domingo de Pascua, Ciclo A

OBSERVAR, CALLAR, FLUIR(I Y II)

  1. Prioridad del “ser” sobre el “hacer”
Hace ya un par de años escribí el artículo “Del ver, juzgar, actuar al observar, callar y fluir” proponiendo un nuevo método teológico-pastoral. El artículo fue publicado en mi blog “El agujero en la flauta” el 2 de marzo de 2018, en Eclesalia el 28 de marzo y en Fe adulta el 2 de abril del mismo año.
A lo largo de estos dos años me llegaron varios comentarios, sugerencias e invitaciones a profundizar el tema. También comenzaron, con mi gran sorpresa y alegría, las primeras aplicaciones concretas del método.
Tal vez el tiempo es maduro para seguir profundizando y poder ofrecer otras pistas y otros aportes. Empiezo por presentar los cimientos sobre los cuales se construye mi propuesta pastoral del “observar, callar, fluir”.
Un método teológico-pastoral tiene siempre –consciente o inconscientemente– una visión teológica que lo sostiene y alimenta. La visión teológica de fondo es siempre fundamental porque es como el sostén racional de la propuesta y su misma posibilidad de ser comunicada y compartida. Y más en profundidad, una visión teológica es el sostén de una manera de “ver” a Dios y de vivir la fe.
En el fondo siempre vivimos y actuamos a partir de lo que pensamos, por lo menos en un nivel más superficial y pragmático. Por eso es esencial tomar en cuenta el “desde dónde” pensamos. Nuestra manera de rezar, de hacer pastoral, de organizar una comunidad, refleja siempre una visión teológica.
Lo característico, y también paradójico, de mi propuesta es que esta visión teológica hunde sus raíces en la experiencia y se retroalimenta de la experiencia. Es como un circulo virtuoso: de la experiencia a la reflexión y de la reflexión a la experiencia. La prioridad ontológica la tiene la experiencia sin duda, y lo veremos. Decir “experiencia” es decir “vida”: la vida siempre precede a las opiniones, ideas y conceptos sobre la vida. “La vida siempre tiene razón”, decía el gran poeta Rilke.
La obvia consecuencia de todo eso es que también las verificaciones de lo correcto y fructífero del método “observar, callar, fluir” siempre la ofrecerá la vida; y esa misma vida sugerirá los ajustes necesarios. Un método, por ende, sumamente abierto y transparente.
En el fondo es un volver a un sano ejercicio del pensar, donde la vida concreta y real siempre tiene la primera y última palabra. Este sano ejercicio que la teología católica, el magisterio y la pastoral en muchos casos han perdido a lo largo de los siglos. Son testigos la proliferación de tratados especulativos y propuestas pastorales totalmente ajenas y alejadas de la vida real.
Si es verdad –acá reside lo paradójico– que el pensar funda el actuar (actúo como pienso) es también verdad que el actuar funda el pensar (pienso según actúo).
Pensar y actuar (hacer) se retroalimentan. Por eso reitero que es fundamental establecer desde donde pensamos.
En mi propuesta este “actuar/hacer” no es otra cosa que ser. Simple y maravillosamente ser. Es el primer cimiento teológico de la propuesta. Los demás serán:
  • Prioridad de la experiencia sobre el concepto y la idea (ortopraxis/ortodoxia).
  • Síntesis fecunda entre occidente y oriente.
  • Vivencia del silencio.
  • Empezamos analizando el primero.
Prioridad del “ser” sobre el “hacer”
El primer cimiento – la primera pata de nuestra mesa metodológica – es la prioridad del ser sobre el hacer. Esto que parece bastante obvio y aceptado, en la práctica es sumamente olvidado. Prueba es la centralidad casi absoluta del “hacer” en la pastoral de la iglesia. Los documentos del magisterio y las propuestas de Diócesis y parroquias siempre están centradas en el “hacer” y más aún en este tiempo donde se subraya – también por el impulso dado por el Papa Francisco – una iglesia “en salida”, una iglesia misionera. Los únicos que nos recuerdan la prioridad del “ser” sobre el “hacer” son las grandes ordenes de vida monástica y contemplativa que, no es casualidad, parecen tener algo más de vocaciones que los institutos de vida activa.
Dar prioridad al “ser” sobre el “hacer” no significa en absoluto caer en una pasividad sin entusiasmo y creatividad. Significa simplemente reconocer las cosas por como son. El ser se nos regaló y se nos regala a cada momento, independientemente del “hacer”. No tuvimos que “hacer” nada por “ser”. Es el regalo primordial y asombroso. Somos. Pura gratuidad. Más allá de lo que podamos o no hacer, somos. En esta experiencia mística “del Ser” y “de ser” vislumbramos el Misterio y oímos el eco de la voz de Dios. (aclaración: cuando hablo del “Ser” con mayúscula me refiero al Misterio trascendente que llamamos también Dios y cuando hablo del “ser” con minúscula me refiero a nuestra participación humana al Ser o al reflejo del Ser en nosotros).
Esta asombrosa experiencia primordial de ser es, en sentido estricto y en terminología cristiana, la experiencia de la salvación. No hay belleza comparable y experiencia cumbre comparable con este misterioso sentido de ser.
A partir de esta experiencia fundante, el “hacer” fluirá sereno, entusiasta y libre. Se caerán por sí solas las tentaciones de apegos, egoísmos, y los delirios de omnipotencia que a menudo nos invaden. Nuestra brújula será la gratuidad y la pura alegría del Ser que se expresa y manifiesta a sí mismo en nuestro “hacer”.
También el pensar que surgirá de esta experiencia primordial será libre y creativo. La experiencia del Ser y de ser funda también el pensar y lo sostiene. El pensar y el pensamiento son intrínsecamente variables e inestables, mientras el Ser y la conciencia de ser es el fondo estable y seguro donde todo acontece. El pensar que surge del Ser es un pensar siempre fresco, nuevo, dinámico, actual. El problema se da cuando el pensar no hunde sus raíces en el Ser y es simplemente un esfuerzo mental/racional. Desde ahí solo puede surgir un pensamiento repetitivo y conflictivo y, cosa más grave aún, separado de la vida. Es el pensar que gira sobre sí mismo, aislado en su cárcel. Y la vida queda afuera y sigue por otro lado. El “problema” no es el pensar, sino la desconexión del pensamiento de la experiencia del Ser y de ser.
La visión teológica que prioriza el Ser/ser por sobre el “hacer” permitirá un brotar de un pensar abrazado a la vida, fiel a la vida y expresión de la vida. Esto es: un pensar teofánico y epifánico (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
  1. Prioridad de la experiencia sobre el concepto y la idea (ortopraxis/ortodoxia)
La segunda pata que sostiene nuestra mesa del “observar, callar, fluir” es la absoluta prioridad de la experiencia sobre el concepto. Cuando hablamos de experiencia, lo hemos visto, hablamos de vida, de la vida concreta y real de todos los días.
La vida, aunque incluye el pensar, lo precede, lo sostiene, lo trasciende. La vida es siempre mucho más que el pensar.
La visión teológica que sostiene mi propuesta hunde sus raíces en la vida. La vida es el substrato común donde todos nos encontramos, más allá de culturas, religiones, opciones políticas, económicas o nivel social. Todos estamos bebiendo a la Fuente de la Vida. Este también es el gran mensaje cristiano, especialmente expresado por el evangelio de Juan: Jesús es vida, vino a compartir su vida y a regalarnos la Vida plena (Jn 10, 10).
Desde esta percepción podemos comprender con cierta facilidad que toda experiencia real de Dios tiene que estar arraigada en la vida. Más aún: no hay un Dios “afuera” de la vida. Y la vida es lo que está ocurriendo aquí y ahora. Siempre la vida acontece en el momento presente y este momento es revelación del Misterio. Dios se esconde y revela en el momento presente, independientemente de si este momento presente nos gusta o no, responde a nuestras expectativas o no responde, haya dolor o alegría. A partir de esta fidelidad a la vida podemos comprender la dialéctica ortopraxis/ortodoxia.
En la historia de la iglesia y del cristianismo –por razones teológicas e históricas que no vienen al caso en este momento dilucidar– se dio una contundente primacía de la ortodoxia sobre la ortopraxis, sobre todo a partir del siglo IV. En muchos casos el pensamiento se fue por su cuenta, desgajándose de la vida. La doctrina se volvió central y perdimos la primacía de la vida. Hoy en día, más allá de unos avances y cierto crecimiento en conciencia, la primacía del pensar y la doctrina por sobre la vida real, sigue vigente más que nunca.
En línea general, al magisterio, a los obispos, a muchos sacerdotes y laicos también les interesa más que nada “conservar” el depósito de la fe, esto es, la ortodoxia. Poco se preocupan si esta ortodoxia se convierta en ortopraxis o si la vida real queda relegada en segundo plano. Hay que reconocer que, gracias también al pontificado de Francisco, se está dando más importancia a la vida y a la ortopraxis que a muchas formalidades que tienen que ver con la ortodoxia y cierto protocolo eclesiástico.
Intento simplificar para ser más concreto y más claro, consciente también del riesgo que simplificar demasiado puede hacernos perder en profundidad y en una visión más integral de la vida.
Cuando hablamos de ortopraxis estamos hablando de la vivencia del amor, el mensaje central del evangelio.
“Ortopraxis”: descubro que la raíz última de lo real –la vida como se manifiesta aquí y ahora– es el amor. A partir de ahí me vivo y vivo desde ese mismo amor. Este amor que se manifiesta en las actitudes que bien conocemos y nos hacen tanto bien: escucha, amabilidad, entrega, solidaridad, tolerancia, paciencia, ternura. Todo esto no quita obviamente que seguimos haciendo experiencia de nuestra humana fragilidad y de equivocarnos. Pero queda claro y contundente el eje central.
Cuando hablamos de ortodoxia estamos hablando de la correcta interpretación (según la visión cristiana) y aplicación de este amor. En sentido estricto, la ortodoxia es reflexión sobre el amor y reflexión sobre la vida.
“Ortodoxia”: se utiliza la herramienta del pensamiento para establecer definiciones, reglas, dogmas, catecismos que reflejen el Misterio y ayuden a comprenderlo y a vivirlo. Todo esto obviamente no es negativo. Lo que ocurre es que a menudo, por la misma inercia del pensar, ese mismo pensamiento se vuelve independiente y se convierte en dueño de la vida, en lugar de estar a su servicio. Desde ahí al fanatismo y al dogmatismo el paso es terriblemente breve.
Espero que estas simples aclaraciones nos puedan hacer comprender el alcance e importancia de la cuestión.
¿Qué nos sirve una correcta interpretación del amor si no nos lleva a amar más y mejor?
¿De qué nos sirve ser fieles a catecismos, rubricas, reglas, documentos, credos varios si no somos amables con nosotros mismos y con los demás?
¿De qué me sirve una doctrina si mi corazón no arde de amor?
Una fidelidad teórica que no sea reflejo de la vida y que no nos lleve a ser personas más pacíficas y amables, se convierte fácilmente en hipocresía. Hipocresía que justamente fue una de las actitudes más condenadas por el maestro Jesús.
La tendencia racionalista occidental se manifiesta también en eso y seguimos dando más importancia al “correcto” pensar y sus formulaciones que al amor real y concreto.
Los ejemplos de estas desviaciones son innumerables y en el fondo se resumen en esta actitud: cuando damos más importancia a una supuesta fidelidad a la forma y al pensar por sobre la atención amorosa a uno mismo y a los demás.
Cuando está en juego el amor concreto hacia uno mismo y hacia los demás hay que pasar por encima de cualquier formulación, dogma, regla o rito que sea. La vida de Jesús es manifestación extraordinaria de este principio. ¿Cómo es posible haberlo olvidado?
La visión teológica que sostiene el método teológico-pastoral del “observar, callar, fluir” otorga una absoluta prioridad a la ortopraxis por sobre la ortodoxia.
Sin duda la ortopraxis incluye también el pensar sobre todo en cuanto al discernimiento: somos una unidad psicosomática-espiritual y nunca debemos olvidarlo. Pero este pensar no precede a la vida y al amor concreto, sino que los acompaña y se pone a su servicio.
Solo desde la vivencia concreta del amor puede surgir una reflexión y una formulación de la fe que ayude a crecer en este mismo amor y en su autocomprensión.
Resumiendo en estilo zen: el camino es la meta. La plenitud del Amor que es nuestra meta, la encontramos desde ya en el momento que estamos amando.

VIVIR EN TIEMPOS DE PANDEMIA (II). MIEDO Y CONFIANZA

col lozano art

Ante la amenaza se despierta el miedo, como pieza básica de nuestro sistema de defensas que nos alerta para poder escapar del peligro.
Sin embargo, con mucha frecuencia, lo que es una alerta necesaria y beneficiosa, se convierte en algo patológico, que termina en parálisis, hundimiento y pánico. Eso ocurre cuando el miedo se apodera de nuestra persona.
Cuando aparece el miedo
Nuestro miedo aparece cuando se producen –o se teme que se produzcan– pérdidas de todo tipo: de bienes, de salud, de afectos… Es la nube del qué será de mí.
O cuando nos vemos sumidos en la incertidumbre: acerca de nuestra salud, nuestro trabajo, nuestro futuro. Es la nube del qué pasará.
O cuando caemos en la cuenta de que, ciertamente, no controlamos nada. Ha bastado un virus insignificante para que todo el planeta se sienta amenazado y surja un escenario que nunca hubiéramos imaginado. Es la nube del cómo terminará todo esto.
El miedo “fantasma” nos arrebata lucidez, secuestra la paz, genera intenso sufrimiento y lleva a culpabilizar a otros de nuestro malestar. Aun sin ser conscientes de ello, el miedo –por la frustración que supone para nuestra necesidad de bienestar– genera agresividad, que fácilmente proyectamos fuera, en un mecanismo perverso de culpabilización.
La persona feliz es buena. La persona asustada es como un animal enjaulado, que fácilmente alimenta enfado hacia sí y odio hacia los demás.
La relación de la mente con el miedo
Los estudiosos del cerebro han comprobado que este reacciona igual ante la amenaza real que ante la que es solo imaginada. En cierto modo, no distingue una de otra.
Esto significa, al menos, dos cosas importantes: que podemos sufrir por amenazas que nunca serán reales y que la mente tiene poder para crear escenarios atemorizadores o “miedos fantasmas”.
Significa también la importancia de cuidar el modo como nos relacionamos con la mente, porque de ello dependerá que sea nuestra gran aliada en tiempos de crisis y dificultad o, por el contrario, nuestra mayor enemiga y fuente de sufrimiento desproporcionado e inútil.
¿Cómo vivo la mente? ¿Cómo servidora o como dueña? Recordemos una vez más el conocido dicho: “La mente es el mejor de los siervos y el más tirano de los dueños”.
La mente-dueña es aquella que me acapara hasta identificarme con los pensamientos. Aun sin ser consciente de ello, creo que la realidad es como mi mente la ve, olvidando aquello que los neurocientíficos han comprobado: que nuestra mente nunca ve la realidad, sino solo una imagen mental. Confundido con mi mente, porque no he aprendido a tomar distancia de ella, me veré sacudido por los movimientos mentales y emocionales que aparezcan en cada momento.
Los pensamientos generan sentimientos, a la vez que estos alimentan aquellos. De modo que puede crearse la “tormenta perfecta”: pensamientos de temor alimentan un miedo descontrolado que, a su vez, dan pábulo a ideas e imágenes cada vez más negras.
La mente-servidora, por el contrario, es una preciosa y eficaz herramienta a nuestro servicio y por ello una gran aliada. Es la mente observada. Y la vivimos así cuando somos capaces de tomar distancia de ella, sin dejar que nos maneje. Con la práctica, me voy dando cuenta de cómo funciona en mi caso, pero no me creo todo lo que me dice.
Higiene mental y acceso a “otro lugar”
Al tomar distancia de la mente, me libero de su dominio y empiezo a comprender lo que son los pensamientos. Estos no me dicen “la verdad” de lo que ocurre. Son solo propuestas neuronales, que mi cerebro me lanza a partir de las experiencias vividas en el pasado y de los patrones mentales que aquellas han configurado.
Ahora bien, en el momento mismo en que descubro que mis pensamientos son únicamente propuestas cerebrales, empiezo a perderles el respeto y puedo mirarlos con un punto de humor. Y con esa misma práctica, empiezo a desarrollar una poderosa capacidad: aquella que consiste en dejar caer o soltar todos aquellos pensamientos que me producen sufrimiento mental.
No se trata en absoluto de negar la realidad ni de evitar el dolor –de hecho aquella práctica no funcionará si no se basa en la lucidez–, sino de no ser marioneta en manos de una mente que no hace sino repetir mensajes de acuerdo con los circuitos neuronales.
Parece claro que nuestra mente volverá a aquellos pensamientos que más alimentamos o en los que nos entretenemos con más frecuencia. Ello significa que terminará por no traernos obsesivamente aquellos que dejamos caer una y otra vez.
He hablado de observar la mente, tomando distancia de ella, como condición de nuestra libertad y como medio para dejar de sufrir inútilmente. Pero para observarla, se requiere empezar a familiarizarse con “otro lugar” que no sea la mente y desde el que podamos mirarla.
La psicología transpersonal, tomando prestado un término de la sabiduría hindú, denomina a ese lugar la Consciencia-Testigo, o el Testigo a secas.
Como cada cual puede experimentar, encontramos en nosotros “dos lugares”: la mente que piensa y “algo” que la observa. Ese “algo” es el Testigo. Esto me parece tan evidente que si en nosotros hubiera solo pensamiento ni siquiera sabríamos que estábamos pensando. Hay otra instancia que se da cuenta de que pensamos. Dicho de otro modo: el Testigo es el que nos hace reconocer que no somos esa voz que habla en nuestra cabeza. Porque eso, para nosotros, es solo un objeto, es decir algo que podemos observar.
Con ello, la práctica de observar la mente no solo nos conduce a vivirla como una herramienta a nuestro servicio –evitando la trampa de reducirnos a ella–, sino que nos abre la puerta para acceder a nuestra verdadera identidad: no somos la mente –o el yo– que observamos; somos Eso que observa.
La experiencia de ese “otro lugar” se revela fundamental en el proceso de crecimiento de la persona, de la liberación del sufrimiento mental y de la comprensión de lo que realmente somos.
El miedo le afecta al yo –y habrá que elaborar todos los miedos que aparezcan–, pero no al Testigo. El Testigo es ecuánime en toda circunstancia y se halla siempre a salvo.
La salida del miedo: la confianza
El miedo es lo opuesto a la confianza: recientes investigaciones neurocientíficas parecen demostrar que ambos utilizan los mismos circuitos neuronales, por lo que si uno de ellos está activo mantiene al otro alejado: donde hay miedo no hay confianza, y donde hay confianza no hay miedo.
El miedo se activa en situaciones de amenaza, tiende a agravarse –como hemos visto– cuando se hace presente cualquier tipo de pérdida, cuando aparece la incertidumbre y cuando tenemos la sensación de no controlar algo.
Pero, en realidad, la raíz del miedo es más profunda. Nace de nuestra idea de que somos un yo separado y, en último término, de la ignorancia acerca de nuestra verdadera identidad.
El miedo acompaña al yo desde su mismo nacimiento, tal como advirtiera Hobbes: “El día que yo nací mi madre parió gemelos: yo y mi miedo”. Donde hay un yo separado habrá miedo.
Esto significa que si el origen del miedo es la ignorancia acerca de lo que somos, la liberación del miedo –la confianza profunda– únicamente podrá venir de la mano de la comprensión de nuestra verdadera identidad.
Cuando vamos haciendo la experiencia de pasar del “yo” al “Testigo” estamos dando un paso decisivo en ese camino de comprensión. Y puede darse que, en la medida en que vayamos acallando el “griterío” de nuestra mente, en el silencio, notemos que hay “algo” en nosotros que nos invita a confiar. Si seguimos abiertos a ello, es fácil que escuchemos una voz que susurra incansablemente en nuestro interior: “Confía”.
Como el amor, la alegría, la gratitud…, la confianza es un arte. Lo cual indica que se puede cultivar. Y que crece en la medida en que la practicamos. Al entregarnos a la vida, en la aceptación profunda, experimentamos que la confianza no defrauda: hay un “Fondo” que no sostiene en todo momento; ese Fondo es lo que somos.

Misa en memoria de los 21 salesianos fallecidos

FacebookLinkedInTwitter- Por: Manuel Serrano


«Nos sentimos en fiesta por la memoria agradecida de 21 hermanos que soñamos en el Paraíso»

La Inspectoría Santiago el Mayor es una de las más afectadas de la Congregación salesiana por la pandemia del coronavirus. 21 salesianos han fallecido durante estas semanas. En memoria de ellos, ayer se celebró una sencilla pero emotiva Eucaristía presidida por el nuevo Inspector, Fernando García. En la celebración solo pudieron participar los miembros de la Comunidad salesiana de la Casa Inspectorial. Concelebraron, entre otros, el nuevo Consejero Regional para la Región Mediterránea, Juan Carlos Pérez Godoy, y el Vicario Inspectorial, Samuel Segura.

«Hoy estamos unidos en un clima de fiesta. No pudimos celebrar la Fiesta Inspectorial, pero nos sentimos en fiesta por la memoria agradecida de 21 hermanos que soñamos en el Paraíso prometido por Don Bosco», expresó Fernando García al inicio de su primera homilía pública como Inspector de Salesianos Santiago el Mayor.

El Inspector recordó el sueño de Don Bosco en el que Domingo Savio le asegura que hay un «jardín salesiano» en el Cielo. «Un jardín salesiano que goza ahora de la presencia de los hermanos que en el final de su vida nos dieron testimonio cuando el dolor llamó a la puerta». Testimonio al final de la vida y también durante ella, cada uno con sus cualidades (música, deporte, magia…), entregando lo mejor de sí en colegios, centros de Formación Profesional, centros juveniles, plataformas sociales, parroquias…
«Hacemos memoria agradecida de estos hermanos y pedimos su intercesión para que sigamos viviendo nuestra vocación salesiana de clérigos y laicos», añadió García.

Un mundo necesitado de fraternidad?Fernando García reflexionó sobre lo sucedido en estas últimas semanas, en las que “hemos aprendido a rezar, a llorar…”. Y sentenció que “este mundo está necesitado de fraternidad”. El Inspector aseguró que «merece la pena escuchar el mensaje de Dios, que nos está llamando a ponerLo en el centro de nuestra vida».

El Provincial rescató tres lecciones de la experiencia vivida con la pandemia del coronavirus: la necesidad de cuidarnos; de centrarnos en lo esencial, la Buena Noticia de Dios; y de vivir con alegría cada uno desde su propia vocación.

Encomendados a la Auxiliadora ?«Estos hermanos tuvieron a María Auxiliadora en su cabeza y en su corazón en los últimos momentos. Que no nos olvidemos de invocarLa en todos los momentos de la vida», advirtió Fernando García.

Precisamente con el canto del ‘Rendidos a tus plantas’ a María Auxiliadora, concluyó esta Eucaristía en memoria de los salesianos fallecidos en estas semanas en nuestra Inspectoría.

Cariño a través de las redes sociales?La Eucaristía celebrada ayer se puso seguir a través de las redes sociales y en directo por YouTube. La retransmisión contó con cerca de 900 visualizaciones. En el chat, se sucedieron las muestras de cariño. 

“Agradecido por sus vidas entregadas con generosidad”, comentaba Carlos Bravo. “En estos tiempos que no podemos unirnos como Familia Salesiana que somos, que nos una la oración”, expresaba Blanca Santurde. Pese a la distancia, fue, sin duda, una celebración en comunión.
 
 

MISA CON NIÑOS DOMINGO V DE PASCUA (A) “Jesús, el Camino” 10 de mayo de 2020


 (Sigue la adaptación de la celebración de la eucaristía a la situación que se está viviendo y que pide la oración en casa, en familia. Adaptaremos todo a las posibilidades que tengamos. • Para mostrar cierta continuidad en la temática de las lecturas de estos domingos podemos hacer ver que el domingo pasado Jesús se nos mostraba como “un buen pastor”, como “la puerta” por la que pasan las ovejas. Hoy se nos presenta como “el camino”. • Un signo para la celebración: una brújula, u otro sistema actual de orientación y señalización, o aplicación en el móvil, para significar el camino que hay que seguir. • Canción para la celebración: “Conmigo puedes contar”   IR A LA PÁGINA