FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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viernes, 18 de mayo de 2012

El concilio de Trento en un cambio de época 2/2

MUY LARGO PERO MUY INTERESANTE

Día 28 de Noviembre de 1545, Nápoles.
Faltaban dos semanas. El carruaje imperial salió de Nápoles con destino hacia Trento. La gran preocupación de todos era lo  que iba a suceder en el tan esperado Concilio. Fray Domingo de Soto comenzó preguntando:
─ Permítame, Don Diego, tengo entendido que su señoría y por supuesto el Emperador esperan que el Concilio sea el mejor medio para atraer a los  herejes y a los príncipes alemanes que siguen a Lutero ¿es así?

El concilio de Trento en un cambio de época (1/2)

No se trata de hacer una historia rigurosa. Y menos, de un comentario teológico. Buscamos en la evocación histórica, uniendo hechos y personas reales con reanimación literaria, una iluminación de la situavión actual. A Trento, concilio más largo y complejo que Nicea, le vamos a dedicar sólo dos pinceladas.
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En contra de la exclusión de los inmigrantes a favor de una sociedad más justa y solidaria

Comisión diocesana de Justicia y Paz de Albacete
R.C.

Como cristianos no podemos aceptar que todo dé igual, que para conseguir los recortes en los gasto públicos se lesionen los derechos sociales que persiguen la igualdad de todas las personas en las necesidades básicas: sanidad y educación.
Consideramos especialmente grave la decisión de negar a partir del 1 de septiembre la tarjeta y atención sanitarias a los inmigrantes que no tengan regularizada su situación administrativa.
Consideramos muy preocupante que a cuenta de la crisis y sus costes sociales se pueda generar un sentimiento de animadversión contra los inmigrantes. En tiempos de escasez resulta peligrosamente fácil suscitar la xenofobia, el racismo y la exclusión social.
Está en juego nuestra verdadera condición humana si negamos lo más importante a quienes son nuestros iguales. Si lo consentimos en silencio y resignados, también estará en juego la autenticidad de nuestra fe, que como San Pablo recordaba a Filemón, debe ser activa para ser verdadera, consciente de todo el bien que puede hacer cuando acoge al otro como a un hermano querido y no como a un esclavo. Con esta visión del otro como un hermano, San Pablo no hacía sino aplicar la regla de oro enseñada y vivida por Jesús de Nazaret y propuesta en Mateo 25 como criterio de verdadera salvación: el amor convertido en justicia y solidaridad. Por eso el reciente magisterio eclesial sobre inmigración afirma con rotundidad: «Todo emigrante goza de derechos fundamentales inalienables que deben ser respetados en cualquier situación» (Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes, Erga migrantes caritas Christi, n. 5). Por eso nos extraña que nuestros obispos no denuncien de forma clara y unánime esta gravísima política contraria a la visión cristiana.
Invitamos a las comunidades cristianas a que expresen su rechazo, publiquen su denuncia y refuercen su acción:
RECHAZO. Rechazamos la decisión adoptada por el Gobierno de España, por injusta e inmoral, y le pedimos una inmediata rectificación, devolviendo a los inmigrantes lo que en justicia les pertenece.
DENUNCIA. Pedimos al conjunto de la sociedad y a las organizaciones sociales que se opongan a esta decisión y hagan lo posible por modificarla.
PROPUESTA DE ACCIÓN. Como Iglesia, asumamos la especial responsabilidad que tenemos en la defensa de los derechos de justicia de quienes son más pobres y vulnerables, con planes de atención a los inmigrantes y presión para que no llegue a aplicarse dicha medida discriminatoria y en caso de que así sea brindemos alternativas solidarias.
Mayo de 2012

François Hollande

François Hollande
José Arregui, teólogo

Señor François Hollande: El pasado domingo día 6 por la noche, cuando se confirmó su elección como Presidente de Francia, no sabría decir exactamente por qué me sentí tan contento: o porque su victoria nos permite esperar otra vez o porque la derrota de Sarkozy nos libera –de momento– de una gran pesadilla. Creo que lo mismo les pasó a muchos de sus compatriotas franceses, y Ud. lo sabe, y no conviene que lo olvide, pues indica la gravedad de los tiempos. Todo queda por hacer, y todo es muy inseguro.
Pero necesitamos y queremos seguir creyendo en la palabra y en los nombres y en los seres humanos. Necesito y quiero creer en su palabra y en su nombre. Su nombre François me evoca espontáneamente, no sin emoción, al Poverello de Asís del siglo XIII, aquel hombre sencillo y limpio, aquel hombre pacífico, aquel hermano de los pobres y leprosos, hermano de todos.
¡Cómo se parecen sus tiempos a los nuestros! Su padre era mercader de telas y amaba a Francia, seguramente por los negocios. Por eso le puso a su hijo como nombre Francisco, o François, o Francés, tan común desde entonces. A Francisco no le gustaban los negocios, pero le encantaba el francés.
Y cuentan sus primeros biógrafos que “siempre que le penetraban los ardores del Espíritu” hablaba en esa lengua, y cuando le bullía dentro alguna dulce melodía, él le ponía letra en francés y lo cantaba, y se le daba muy bien; y a veces tomaba un palo del suelo y lo ponía sobre el brazo izquierdo y, teniendo en su mano derecha una varita corva con una cuerda de extremo a extremo, la movía sobre el palo como si estuviera tocando la viola. Y no es que le faltaran penas, pero nunca dejó de componer y cantar.
Señor presidente, haga honor a su nombre. También nosotros querríamos cantar en francés, a pesar de todo, cuando el Espíritu nos inspire.
Haga honor igualmente a su apellido Hollande. Su apellido significa que sus ancestros eran calvinistas holandeses expulsados de su católica tierra y acogidos, sin papeles, en la tolerante Francia; eso sucedía en el siglo XVI, siglo de reformas y de guerras de religiones y culturas, siglo en que surgía la Europa moderna: ¡cómo se parece también aquel tiempo al nuestro!
Europa, y todo el planeta, vive una gran encrucijada. Señor presidente, Ud. ha proclamado que es posible “el cambio ahora”. Es posible y urgente. Necesitamos creer en una nueva Europa en un nuevo planeta. No creemos en la Europa de los viejos estados, con esas viejas fronteras impuestas por armas y ejércitos.
No creemos en la Europa del eje Merkozy, sometida a la dictadura de los bancos alemanes y franceses –o americanos y chinos, que tanto da–. Creemos en la Europa de la autogestión desde abajo hasta arriba, la Europa de los pueblos, las lenguas y las culturas, la Europa de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Una Europa espiritual y laica, plural, solidaria de todos los pueblos.
Señor presidente, necesitamos volver a creer en la política y la democracia, en estos tiempos en que las mafias especuladoras –eufemísticamente llamadas “entidades financieras”– ponen y deponen presidentes, derrocan gobiernos, hunden empresas, venden países… Necesitamos creer en una nueva economía, más allá de ese falso debate entre austeridad y crecimiento. No queremos cualquier austeridad, pero tampoco cualquier crecimiento.
Señor presidente, devuélvanos la fe en la palabra dada, la fe en el nombre, la fe en el ser humano, habitado –como todo cuanto es– por un misterio más grande que él.

CUANDO LA ORTODOXIA SE CONFUNDE CON LA ORTOPEDIA

La inquisición llega a Maryland
JUAN V. FERNÁNDEZ DE LA GALA, delagala@telefonica.net
EL PUERTO DE SANTAMARÍA (CÁDIZ).

ECLESALIA, 17/05/12.- La Iglesia norteamericana vive hoy momentos críticos: la Congregación para la Doctrina de la Fe ha decidido intervenir la Conferencia de Superioras Religiosas de los Estados Unidos (Leadership Conference of Women Religious, LCWR). Lo hace supuestamente para reconducir sus “errores” teológicos y sus “desvíos” doctrinales, especialmente en materia de sexualidad humana (anticonceptivos, homosexualidad, celibato opcional) y para frenar su decidido énfasis en favor de la promoción de la mujer, propósito que, al parecer, choca frontalmente con la ya tradicional misoginia eclesial.
El P. James Martin, director del semanario católico jesuita “AMERICA”, ha tenido estos días un gesto de valentía innegable al recordar  el admirable compromiso de la LCWR con los principios del Concilio Vaticano II y el decisivo papel de estas mujeres en la historia del catolicismo de los Estados Unidos.
Los comentarios del P. Martin quieren ser respetuosos con la jerarquía, pero saben ser igualmente firmes en el agradecimiento expreso a la LCWR, que se han caracterizado siempre por sus reflexiones y actividades encarnadas en el mundo actual y alejadas de las posturas fundamentalistas y los planteamientos preconciliares que hoy se difunden sin rubor desde algunas tribunas eclesiásticas. El P. James Martin entiende perfectamente la perplejidad y la decepción que asoma estos días en el rostro de muchas de estar religiosas, que ven cuestionada la calidad y la “ortodoxia” de su compromiso vital (y no meramente doctrinal) con el Evangelio de Jesús de Nazaret. Las palabras del P. James Martin cobran especial relevancia si pensamos que su antecesor en el cargo como director de la revista “AMERICA”, el P.Thomas J. Reese,  fue cesado en 2005 a instancias de la propia Congregación para la Doctrina de la Fe, por algún editorial en el que se mencionaban, como alternativas de futuro, el celibato opcional o la ordenación femenina. Por fortuna, las nuevas tecnologías impiden que hoy puedan ser silenciadas las voces que reclaman un retorno más fiel a los cauces que el magisterio colegiado de la Iglesia marcó ya en el Concilio Vaticano II y que algunos jerarcas pretenden haber enterrado ya como una vía muerta o equivocada.
La investigación inquisitorial de la LCWR se inició hace ya tiempo, pero no parece casual que tome precisamente estos días el carácter de intervención, destituya a los responsables e imponga al frente de la LCWR al arzobispo de Seattle. El hecho da qué pensar, porque sucede en un momento político delicado en que el presidente Barak Obama ha hecho una apuesta decidida por una sanidad accesible a todos los ciudadanos, la gran asignatura pendiente de los Estados Unidos. Mientras que las religiosas de la LCWR apoyaban esta iniciativa social de Obama, los obispos se habían opuesto a las medidas con unos argumentos que no dejan de tener cierto tinte paranoico: alegan que disponer de una sanidad pública accesible a todos podría ser un modo subrepticio de sufragar abortos con el dinero de los contribuyentes.
Sí, estamos seguros de que las religiosas de la LCWR escucharán respetuosamente las palabras de Roma en un clima de oración y de diálogo, pero ¿querrá escuchar Roma la voz profética de estas mujeres?
Transcribimos aquí las palabras de agradecimiento del P. James Martin, en las que reconoce el trabajo de las religiosas estadounidenses y su testimonio de compromiso en la sociedad de hoy [...] (sigue en eclesalia.net).