FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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sábado, 9 de septiembre de 2017

Viaje papal a Colombia, discurso en el palacio presidencial


Guillermo Sarasa sj: “Si la religión y el mensaje evangélico no tocan lo político, poco tiempo les resta para desaparecer”

“A Francisco siempre le ha gustado encarar la realidad: Es su ‘modus theologicus'”

Su visita es pastoral; de acuerdo. Pero, su modo de ser pastor ha transformado un imaginario que había desvanecido lo más profético del anuncio evangélico
(Luis Guillermo Sarasa sj, Bogotá, RD).- Con gran alegría hemos recibido a Francisco en Colombia. En su alocución en la Casa de Nariño, sede presidencial, el jueves 6 de septiembre, primer día de su visita, Francisco fue al grano. Después del saludo protocolario y de unas bellas palabras que enaltecen la colombianidad, el Papa se refirió al asunto central:
“Este encuentro me ofrece la oportunidad para expresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen, a lo largo de las últimas décadas, para poner fin a la violencia armada y encontrar caminos de reconciliación. En el último año ciertamente se ha avanzado de modo particular; los pasos dados hacen crecer la esperanza, en la convicción de que la búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo. Cuanto más difícil es el camino que conduce a la paz y al entendimiento, más empeño hemos de poner en reconocer al otro, en sanar las heridas y construir puentes, en estrechar lazos y ayudarnos mutuamente. (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 67)”.
Su voz es aliento para seguir adelante en el empeño de pacificación del país después de los difíciles caminos para llegar a un acuerdo de paz con las Farc, en lucha armada desde hace 50 años y que hoy son reconocidas como un nuevo partido político. El Papa no desconoce las dificultades políticas que siguen generando polarización, pero nos da un mensaje claro: al centro de todo debe estar la persona humana y su dignidad.
Pero, el Papa latinoamericano, que conoce un modo certero de hacer teología, agrega que la mirada se tiene que volcar primero sobre quienes más sufren los desastres de la guerra y siguen estando al margen:
“En esta perspectiva, los animo a poner la mirada en todos aquellos que hoy son excluidos y marginados por la sociedad, aquellos que no cuentan para la mayoría y son postergados y arrinconados. Todos somos necesarios para crear y formar la sociedad. Esta no se hace solo con algunos de “pura sangre”, sino con todos. Y aquí radica la grandeza y belleza de un país, en que todos tienen cabida y todos son importantes”
Sus palabras son un aguijón en la situación actual, puesto que no llegaremos a ordenar este país si las estructuras siguen siendo injustas. Si no nos unimos, cualquier intento por hacer de éste un país con oportunidades para todos y todas, nos veremos avocados a un fracaso social y a más formas nuevas de violencia que, sin duda ninguna, siempre encuentran su caldo de cultivo en la inequidad social. Aunque el texto de los acuerdos Estado-Farc ya fueron firmados y han sido refrendados no sólo gubernamentalmente sino con la paulatina entrega de armas, con garantía de testigos y garantes internacionales, el camino largo de su legislación y puesta en práctica, apenas si comienza.
A Francisco siempre le ha gustado encarar la realidad. Este es su “modus theologicus”. El objetivo de su visita resulta, para algunos, polivalente. Voces malintencionadas hablan de su carácter político, pero a Francisco le parece que, si la religión y el mensaje evangélico no tocan lo político, poco tiempo les resta para desaparecer.
O nos volvemos, como iglesia, al clamor de los más necesitados o, sencillamente, nuestro papel es irrelevante. Su visita es pastoral; de acuerdo. Pero, su modo de ser pastor ha transformado un imaginario que había desvanecido lo más profético del anuncio evangélico. La conclusión de su corto discurso en Palacio no puede ser más clara:
“Es mucho el tiempo pasado en el odio y la venganza. La soledad de estar siempre enfrentados ya se cuenta por décadas y huele a cien años; no queremos que cualquier tipo de violencia restrinja o anule ni una vida más. Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz”.
Su mensaje neto de reconciliación ha quedado ya impregnado en la mente y los corazones de quienes lo hemos escuchado con atención. Su papel como pastor de la iglesia universal aviva la fe de los creyentes y nos lanza el reto de ser artífices de nuestra propia “Libertad y Orden”, hacia una sociedad liberada de cualquier yugo que pueda seguir siendo motivo de opresión e inequidad social. La iglesia jerárquica deberá unirse en torno a su pastor y desanudar cualquier asomo de división política. Aunque el mensaje que trae el papa es para todos los colombianos, como iglesia tenemos que dar el primer paso, justo lema de esta visita papal.
Luis Guillermo Sarasa G., S.J.
Decano Facultad de Teología
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá-Colombia

Argentina. Santiago no aparece, crece el reclamo y el estado de derecho naufraga


Rubén Armendáriz

Uno va caminando por las calles de la ciudad de Buenos Aires, tan macrista, y se sorprende de la cantidad de pancartas, carteles puestos en negocios de barrio, reclamos en los estadios de fútbol, en las multitudinarias marchas, reclamando la aparición con vida de Santiago Maldonado, un artesano desaparecido en democracia, tras ser apresado por la Gendarmería hace ya cinco semanas.
El recuerdo de los 30 mil desaparecidos de la dictadura cívico-militar sigue presente en la memoria popular. A un mes de su desaparición, 250 mil personas se reunieron alrededor de la Plaza de Mayo para reclamar su aparición con vida. La Policía de la Ciudad, nueva guardia pretoriana, se ensañó con periodistas populares que documentaban la multitudinaria presencia popular.··· Ver noticia ··

Una Iglesia necesitada de profundas reformas


En el curso del cuarto aniversario del pontificado del Papa Francisco podemos hacer balance de los retos asumidos y de las posibilidades de reforma real de la Iglesia. Algunos son los frentes abiertos: el ministerio femenino, la acogida de personas divorciadas y homosexuales a la Iglesia, la lucha contra la pederastia… todos abordados con gran dificultad y de resultado final incierto. A todos ellos hemos querido dar un espacio en el blog este año.··· Ver noticia ··

Francisco, el Papa que lleva la Amazonia en el corazón


Luis Miguel Modino

Amazonas“Nos llama a ser amigos de sus gentes”
“Nos quiere llevar a pensar en el valor de la cosas en sí mismas, en el respeto por la Creación”
(corresponsal en Brasil).- Los discursos del Papa Francisco nunca dejan indiferente a nadie y siempre nos llevan a reflexionar sobre elementos que muchos ignoran, en un mundo y una Iglesia en que impera el espíritu del mercado, que nos lleva a dar valor a las cosas a partir de los números, del valor material, de los réditos que cada cosa o persona produce.··· Ver noticia

El odio


José M. Castillo, teólogo

Castillo2Fuente: Teología sin censura
Basta asomarse a las redes sociales, para quedarse impresionado por el odio que se palpa en los más diversos ambientes de la sociedad española. No sé si en otros países ocurre lo mismo. En todo caso, es un hecho que, sobre todo cuando hablamos desde el anonimato y la impunidad de un seudónimo, cosa que pueden hacer tranquilamente quienes ponen comentarios o dan opiniones en los muchos caminos y vericuetos que tenemos en Internet, se sienten enteramente libres para decir lo que sienten y expresarlo como lo sienten. Y esto, ni más ni menos, es lo que propicia y fomenta que cada cual pueda soltar lo que llevamos dentro. Lo que, en otras condiciones y de cara a cara, nunca nos atreveríamos a decir.
Pues bien, así las cosas, no hablo ya de “impresión”. Hablo de “miedo”. Porque el odio envenena de muerte todo lo que toca. Y en España, ahora mismo y de una esquina a la otra, hay mucho veneno de odio. Y no olvidemos que el odio lleva directamente a la muerte. Desde Caín, según el mito que recoge el Génesis (4, 2-8), hasta la “horrorosa ingenuidad” (Nietzsche) que puso el Dante en la puerta del su infierno: “también a mí me creó el amor eterno”, cuando en realidad tendría que haber puesto: “también a mí me creó el odio eterno”. Y es que el odio es tan horrorosamente perverso, que (recordando de nuevo “La genealogía de la moral”, de Nietzsche), “ver-sufrir produce bienestar; hacer-sufrir, más bienestar todavía”. La Historia se ha encargado de demostrar la verdad patética que esto entraña. La crueldad de las guerras (y quienes las costean) que venimos soportando, en los siglos XX y XXI, nos muestran y demuestran que efectivamente “ver sufrir y hacer sufrir son fuentes inagotables de bienestar, para las los causantes de tanto desastre. Es el odio campante, que nos desagrada tanto, cuando cada día lo vemos televisado en directo en los telediarios, pero a sabiendas de que se trata del odio ante el que nos quejamos de lo incómodo que es verlo, pero contra el que no movemos un dedo. ¿Qué puedo hacer yo contra esto?
Podemos – y tenemos – mucho que hacer. Ante todo, no esperemos que los políticos y los potentados nos saquen las castañas del fuego. Tenemos que ser nosotros, entre todos, quienes le demos otro giro y otra orientación a nuestras vidas y a nuestra sociedad.
Por supuesto, al hablar de este asunto, no puedo dejar de recordar (una vez más) los textos fuertes, centrales y determinantes del Evangelio (Mt 5, 43-48 par; 6, 24) y de la primera carta de Juan (2, 9. 11; 3, 10. 12. 15). Sólo la bondad, el respeto, la tolerancia y el amor pueden sacarnos del fangal del odio en que, una vez más, nos hemos metido. Y si es cierto que todos nos hemos pringado en este fango del odio y los resentimientos que no arrancamos de nuestra intimidad, igualmente es verdad que sólo con rituales y ceremonias – como sería pretender arreglar esto con banderas y actos patrioteros – nuestro país y nuestro mundo no se arregla y se hace más justo, si nosotros los ciudadanos, cada cual desde su propia vida, su casa y su familia, no toma en serio la bondad, el respeto y la tolerancia de todos con todos.
Un día le dijeron a Jesús que Pilatos había mandado degollar a unos galileos precisamente cuando estaban ofreciendo un sacrificio religioso en el Templo (Lc 13, 1). La respuesta de Jesús fue sorprendente. En lugar de denunciar la maldad y la injusticia del procurador romano, Jesús le dijo a la gente que tenía delante: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás…? Os digo que no; y si no os convertís, todos vais a perecer” (Lc 13, 1-3).
La respuesta de Jesús nos viene como anillo al dedo, en España y en este momento, a todos. Si no nos reinventamos hacia el respeto, la tolerancia y la bondad, no es fácil imaginar la salida de este enfrentamiento y del odio que a casi todos nos envenena.

La herencia de exclusión en la historia de Brasil


Leonardo Boff

Leonardo Boff2El proceso de colonización de ayer y la recolonización actual, impuesta por los países centrales, está teniendo el efecto de producir, consolidar y profundizar nuestra dependencia y fragilizar nuestra democracia, siempre amenazada por algún golpe de las élites adineradas, cuando se dan cuenta del ascenso de las clases populares, vistas como una amenaza a sus altos niveles de acumulación. Así fue con el golpe de 2017 detrás del cual estaban y están los dueños del dinero.
Hay que reconocer que seguimos en la periferia de los países centrales, que desde el siglo XVI nos mantienen enganchados a ellos. Brasil no se sostiene de pie autónomamente. Yace injustamente “acostado eternamente en cuna espléndida”. La mayoría de la población está compuesta por los supervivientes de una gran tribulación histórica de sometimiento y de marginación.
La Casa grande y la Senzala constituyen los goznes teóricos articuladores de todo el edificio social. La mayoría de los habitantes de la Senzala, sin embargo, aún no ha descubierto que la opulencia de la Casa Grande fue construida con su trabajo superexplotado, con su sangre y con sus vidas, absolutamente desgastadas.
Nunca tuvimos una Bastilla que derribara a los dueños seculares del poder y del privilegio y permitiese la emergencia de otro sujeto de poder, capaz de moldear la sociedad brasileña de forma que todos pudieran caber en ella. Las clases acomodadas practicaron la conciliación entre ellas, excluyendo siempre al pueblo. El juego nunca cambió, sólo se barajan de otra manera las cartas de la misma y única baraja, como mostró Marcel Burztyn: El país de las alianzas, las élites y el continuismo en Brasil (1990) y más recientemente Jessé de Souza: Atraso de las élites: de la esclavitud hasta hoy día (2017).
La filósofa Marilena Chauí resumió sintéticamente el legado perverso de esta herencia: “La sociedad brasileña es una sociedad autoritaria, sociedad violenta, con una economía predatoria de los recursos humanos y naturales, conviviendo con naturalidad con la injusticia, la desigualdad, la ausencia de libertad y con Los espantosos índices de las diversas formas institucionalizadas ―formales e informales― de exterminio físico y psíquico, y de exclusión social, política y cultural” (500 años, cultura y política en Brasil, 1993: 51-52). El golpe parlamentario, jurídico y mediático de 2016 se enmarca en esta tradición.
El orden capitalista se encuentra en una posición absolutamente hegemónica en este escenario de la historia, sin oposición o alternativa inmediata a él.
Como nunca antes, el orden y la cultura del capital muestran inequívocamente su rostro inhumano, creando una absurda concentración de riqueza a costa de la devastación de la naturaleza, del agotamiento de la fuerza de trabajo y de una terrible pobreza mundial.
Hay crecimiento/desarrollo sin trabajo porque la utilización creciente de la informatización y de la robotización suprime el trabajo humano y crea desempleados estructurales, hoy totalmente descartables. Se cuentan por millones en los países centrales y entre nosotros, particularmente, tras el golpe parlamentario de 2016.
El mercado mundial, caracterizado por una competencia feroz, es profundamente asesino. Quien está en el mercado, existe; quien no resiste, deja de existir. Los países pobres pasan de la dependencia a ser prescindibles. Son excluidos del nuevo orden-desorden mundial y entregados a su propia miseria, como África, o son integrados de forma subalterna, como los países latinoamericanos, especialmente el Brasil del golpe parlamentario.
Los incluidos de forma agregada asisten a un drama terrible. Ven como se crean dentro de ellos islas de bienestar material con todas las ventajas de los países centrales, un 30% de la población, al lado del mar de miseria y de exclusión de las grandes mayorías, que en Brasil alcanzan a más de la mitad de la población. Es la perversidad del orden del capital, un sistema anti-vida como a menudo lo ha incriminado el Papa Francisco.
No debemos evitar la dureza de las palabras, pues la tasa de iniquidad social para gran parte de la humanidad se presenta insostenible desde el sentido de una ética mínima y de compasión solidaria.
Una razón más para convencernos de que no hay futuro para un Brasil insertado de esta forma en la globalización económico-financiera, excluyente y destructora de la esperanza, es ver cómo está siendo impuesta con la máxima celeridad por el nuevo gobierno ilegítimo.
Hay que buscar otro paradigma diferente y alternativo no sólo para Brasil sino para el mundo. Lentamente está siendo gestado en los movimientos de base y en sectores progresistas del mundo entero con sensibilidad ecológico-social, fundada en el cuidado y en la responsabilidad colectiva. De lo contrario podemos ser llevados por un camino sin retorno.
*Leonardo Boff es articulista del JB online y ha escrito La Gran Transformación de la sociedad, la economía y la ecología, Nueva Utopía, 2014.
Traducción de Mª José Gavito Milano