miércoles, 17 de agosto de 2022
Ni Jesús ni los ‘Doce’ fueron sacerdotes +Herbert Haag, teólogo
Pagola: ¿Hay que volver de nuevo a un cristianismo tenebroso y amenazador?
UNICEF condena muerte de menores palestinos por represión israelí
Obispo sudafricano apoya la ordenación sacerdotal de hombres casados
José Lorenzo
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Deborah Veneziale
Policía secreta israelí persigue a la organización israelí de derechos humanos B’Tselem
Mi desprecio de la política, (I)
Jaime Richart
Redes Cristianas
Mi rechazo no es de ahora. Es desde el principio. Soy epicúreo. Gran parte de mi vida, desde joven, me subyugó la enseñanza que el filósofo Epicuro daba sus alumnos de la Academia: ¡lejos de la política¡ que encajaba además con mi carácter intimista, nada inclinado a lo espectacular. Y la política tiene mucho, quizá todo, de eso, de espectáculo. No obstante, hay principios que no se pueden mantener toda la vida del mismo modo y con la misma determinación.
Y a este propósito, me parecía tan curioso como preceptivo presenciar las formalidades de una democracia burguesa en España, después de cuarenta años de dictadura. Era casi un imperativo moral, al menos para quienes sólo habíamos conocido de visita la democracia en viajes a otros países europeos.
Pero la curiosidad se esfumó muy pronto. Se evaporó, en cuanto me fijé de cerca en el proceso del tránsito. De un día para otro, el de la muerte del dictador, los franquistas se habían acostado autoritarios, imitadores de su mentor, y se levantaron demócratas. El poder judicial, los jueces, los curas, los funcionarios… eran los mismos, y los excesos de la libertad no los cometería el pueblo domeñado durante cuatro décadas, si no los que seguirían considerándose dueños de la situación y del país. Además, quienes iban a guiar el proceso, los periodistas, eran del mismo pelaje de los formados en la cantera franquista. Por otro lado, enseguida vi la la trampa que había en el proceso general de la Transición, con un rey forzoso llegado del vacío, de unos redactores de la Constitución entre los que no había ninguno que viniese del pueblo. El panorama, pues, no pintaba nada bien, ni invitaba a pensar que, por mucho tiempo, fuese posible algo diferente.
Sin embargo, durante unos quince años seguí prestando atención a la política, siempre a distancia. Debido a lo burdo del plan, tenía la esperanza en la refundación de tan tosca democracia; en una abolición o al menos una reforma a fondo de la Constitución que incluyese la posibilidad de un referéndum esclarecedor de la vieja tensión del pueblo español entre monarquía y república, y también la opción del estado federal. A fin de cuentas, por la tensión extrema y el temor reinantes inmediatamente después de muerto el dictador, ni una cosa ni otra fue posible siquiera plantearse. La idea de la “una grande y libre”, buque insignia del franquismo, estaba incrustada en la mentalidad general, y se precisaba de una conciencia distinta y de un coraje extraordinario para desplegarla. En todo caso la república y el estado federal seguían siendo mi sueño…
Pues bien, iban pasando los años, cansado de esperar y a punto de desistir de mi seguimiento personal cuando surge, primero un movimiento en la calle, y muy pronto, salido de él, un partido político resuelto a hacer la revolución pacífica que este país pedía gritos por dentro para superar tantos fantasmas del pasado. Pero enseguida observo hasta qué punto franquistas y no franquistas, conservadores y progresistas de salón, con el refuerzo decisivo de prácticamente todos los medios de comunicación, los ultraconservadores y también sus oponentes en la Liza parlamentaria, no se mostraban en absoluto dispuestos a cuestionar la monarquía.
Ni tampoco a que la Constitución fuese abolida o reformada. Ni tampoco a que se malograse el bipartidismo. Y menos, a que el federalismo y la autodeterminación fuesen una seria opción. Tan es así, que llegan a entrar en la cárcel por años y por sentencia del alto tribunal, dirigentes catalanes que se habían aventurado a hacer un simulacro de consulta popular que el establishment consideró sin sentido del humor un gravísimo delito y no como un acto nulo de pleno derecho sin consecuencia alguna. Así es que, frustradas esas expectativas razonables y lógicas, si es que en política se puede hablar de lógica, al cabo de casi otros cuarenta años, regreso a mis cuarteles de invierno, donde se aloja mi epicúrea repulsión hacia la política, y ahí sigo…
Que no gane el silencio
Ignacio Ramonet, Hernando Calvo Ospina, Atilio A. Boron, Fernando Buen Abad Domínguez
¿Conseguirá Francisco la reforma del Opus Dei?
Juan José Tamayo, teólogo
El Papa advierte: Poblaciones de Somalia en peligro de muerte por la sequía
El SAS gasta en tres años un 28% más en la sanidad privada
Miguel Lasida
Federación Internacional por los Derechos Humanos FIDH: la comunidad internacional debe responder al mortal bombardeo de Israel
Preocupa al Vaticano la crisis Iglesia-Estado en Nicaragua
Redes Cristianas
La sequía en Somalia ha desplazado a un millón de personas
Olivier Bonnel – Ciudad del Vaticano
MARU MEGINA: "YA ES POSIBLE Y NECESARIO UN ENCUENTRO ENTRE LOS OBISPOS Y LOS SINDICATOS"
religión digital
Tras constatar en la primera parte de esta entrevista con Maru Megina el inequívoco compromiso de la HOAC en la lucha contra la precariedad laboral y la dignificación del mundo del trabajo -para lo que esperan poder implicar desde la pastoral al conjunto de la Iglesia en España-, el análisis recorre hoy la política laboral y de derechos sociales del Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos, así como las posibilidades reales (y necesarias) de un encuentro entre la cúpula de la Conferencia Episcopal Española y los sindicatos, una tarea para la que desde la Hermandad Obrera de Acción Católica se han dado ya pasos muy importantes.
En su opinión, ¿cómo lo está haciendo la actual coalición gubernamental, con una ministra de Trabajo que, por ejemplo, incide mucho en la mejora de las condiciones de los trabajadores?
Las Administraciones, los gobiernos siempre tienen que trabajar por el bien común y estando al servicio de los más vulnerables vital y socialmente y de las personas descartadas, de manera prioritaria. Esto no lo decimos desde la HOAC, que también, sino que lo dice la propia DSI. Cualquier gobierno que trabaje por mejorar las condiciones de los empobrecidos va a ir en la buena dirección porque va a colaborar en el crecimiento del bien común.
Las medidas que está trabajando este Gobierno, entendemos que son insuficientes, pero van en la buena dirección
Esta crisis de la pandemia ha provocado un nuevo cataclismo entre los sectores más débiles. Las medidas que está trabajando este Gobierno, entendemos que son insuficientes, pero van en la buena dirección. Ha impulsado el diálogo social tan necesario, subido el SMI, protegido a los trabajadores con los ERTE y legislado medidas como el ingreso mínimo vital, la reforma laboral que ha limitado en mucho la temporalidad, y el llamado decreto antideshaucios, medidas para evitar la pobreza energética…etc.
Algunas de estas medidas han sido deficientes en su aplicación, pero también han evitado que crezca la pobreza en mayor número y ha mejorado las condiciones de trabajo de algunos de los sectores más precarios. Pero hay que seguir trabajando. Se necesita un cambio radical en la manera de entender el trabajo y la economía, que tienen que contribuir a la realización de la persona y, por tanto, cambiar el significado del empleo para que sea digno. Se necesita una nueva fiscalidad que suponga un reparto más justo de la riqueza y asegure a todos y todas una vida digna.
La HOAC ha retomado sus encuentros con los sindicatos. ¿Están satisfechos con sus entrevistas? ¿Se puede llegar de alguna manera a una unidad de acción? ¿Cuál es el propósito perseguido?
Para nuestro movimiento el encuentro con los sindicatos es fundamental para poder seguir dialogando sobre preocupaciones comunes acerca del mundo del trabajo y seguir colaborando para estrechar lazos. Nos unen a ellos los mismos deseos de conseguir que el trabajo sea decente y de luchar junto a las personas que sufren un trabajo que no es digno, para que empiece a serlo.
Entre nosotros existen las lógicas diferencias. Nuestra encarnación en el mundo obrero pretende llevar la Buena Noticia al mundo obrero porque creemos que es lo que nos hace realmente personas y existimos para ello. Pero esto pasa por conseguir que todas las personas dejen de estar excluidas y puedan vivir una “vida buena”.
Muchos y muchas de nuestros militantes son también sindicalistas, pero es su fe la que les hace elegir esta mediación sindical para trabajar por la comunión en el mundo obrero como manera de hacer presente el Reino. Por eso seguiremos trabajando porque estos contactos sean frecuentes, nos sirvan para compartir nuestros análisis, conocer lo que hacemos y somos de manera más profunda y plantearnos cómo colaborar en general y en los territorios en la defensa de ese trabajo y vida digna.
Ustedes ya han dado los primeros pasos. ¿Ven factible un encuentro entre sindicatos y la cúpula de la Conferencia Episcopal? ¿Y necesario?
Si, por supuesto. Es posible porque es necesario. La Iglesia tenemos que ir dando pasos en esta dirección. El papa Francisco nos lo recuerda. Él mismo se ha reunido, a nivel mundial, con los sindicatos en 2017 y ha participado en la conferencia internacional del trabajo recordando que los sindicatos son proféticos en nuestra sociedad.
Las organizaciones sindicales con las que hemos hablado están abiertas a este encuentro con la Conferencia Episcopal y se muestran muy interesadas porque esto sea posible
Por su parte la CEE, en sus orientaciones para 2021-25, plantea la necesidad de que la Iglesia se abra al diálogo con organizaciones sindicales, entre otras, para buscar caminos de humanización en el mundo del trabajo y crear puentes entre la Iglesia y estas organizaciones. Creemos que al interior de la Iglesia crece la preocupación porque la Pastoral del mundo obrero y del trabajo sea por fin, una pastoral de toda la Iglesia. A esto también colaboran iniciativas como Iglesia por el trabajo decente (ITD) que pretende llevar al interior la reflexión y la necesidad de que como Iglesia hagamos una apuesta clara porque el trabajo sea digno. Por su parte, las organizaciones sindicales con las que hemos hablado de este tema están abiertas a este encuentro y se muestran muy interesadas porque esto sea posible. Entienden también que es una oportunidad para ir haciendo redes y trasladar hacia la sociedad la sensibilización para que exijamos que el trabajo sea digno para que la vida también lo sea.
Estamos en una situación económica dramática, con una inflación desbocada y a las puertas de un invierno en donde puede que se sientan de manera más cruda en países como España los efectos colaterales de la invasión rusa de Ucrania por los recortes en el gas y la subida de los combustibles. ¿Teme un otoño laboralmente caliente? ¿Qué postura adoptará la HOAC? ¿Saldrá a la calle si lo hacen los trabajadores?
Siempre hemos estado con los trabajadores y trabajadoras, en el tajo y en la calle para defender sus justas reivindicaciones. Esto es responsabilidad de toda la sociedad y de la Iglesia que tenemos que conseguir que la vida de cada una de las personas sea una vida digna, como Dios quiere.
Construir el bien común requiere que acompañemos a las personas, las ayudemos a un cambio de mentalidad para implicarnos también en el cambio de las instituciones y que estén al servicio de las personas empezando por las empobrecidas. Recrear todo esto y cambiar nuestros estilos de vida desarrollando experiencias que demuestren que es posible construir otra empresa, otra economía en las que la persona sea lo primero. Para defender esto seguiremos trabajando y luchando cada día. También este otoño en el que tenemos que reivindicar con fuerza este cambio necesario.
CARDENAL ROSA CHÁVEZ: "HAY MUCHO SUFRIMIENTO EN NICARAGUA"
El cardenal católico de El Salvador, Gregorio Rosa Chavéz, dijo este lunes que espera que la situación en Nicaragua se vaya "normalizando" para que los ciudadanos puedan "libremente expresar su fe".
"Hay mucho sufrimiento en el pueblo nicaragüense, en el pueblo católico principalmente, saben que estamos con ellos y deseamos que pronto se vaya normalizando para que haya paz de verdad y la gente pueda libremente expresar su fe", dijo el religioso a periodistas.
El jerarca católico llamó a que la situación "se vaya resolviendo pacíficamente, que el diálogo vaya finalmente estableciéndose para que todos estemos en paz".
A comienzos de agosto, Rosa Chávez indicó que la "persecución" que vive la Iglesia católica nicaragüense por parte de las autoridades gubernamentales es actualmente el "caso más horrendo" de "martirio" de la región.
Las declaraciones del religioso salvadoreño se dan luego que la Diócesis nicaragüense de Siuna denunció este lunes la detención y desaparición de uno de sus sacerdotes, en medio de tensiones entre el Gobierno Ortega y la Iglesia católica de Nicaragua.
"La tarde del domingo 14 de agosto fue detenido el presbítero Óscar Benavidez, párroco de la Parroquia Espíritu Santo", en el municipio de Mulukuku, en la Región Autónoma del Caribe Norte de Nicaragua, informó la Diócesis de Siuna en una declaración.
Por su parte, el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh) afirmó que el sacerdote fue detenido de forma arbitraria.
Benavidez es el tercer sacerdote detenido en lo que va del año en Nicaragua, y el noveno que se encuentra bajo custodia policial, incluyendo al obispo Rolando Álvarez y otros cinco sacerdotes que están encerrados desde el pasado día 4 en el Palacio Episcopal de la Diócesis de Matagalpa (norte).
Siuna fue la primera Diócesis que brindó su apoyo público al obispo Álvarez, a quien la Policía Nacional acusa de intentar "organizar grupos violentos", aunque hasta ahora no ha ofrecido pruebas.
Las autoridades del país centroamericano han expulsado a un grupo de misioneras de la orden Madre Teresa de Calcuta, han cerrado ocho radioemisoras católicas, cancelado la programación de la televisión por suscripción de tres canales católicos, y han ingresado a la fuerza y allanado una parroquia.
El presidente Ortega tildó de "terroristas" a los obispos nicaragüenses que actuaron como mediadores de un diálogo nacional con el que se buscaba una salida pacífica a la crisis que vive el país desde abril de 2018.
La situación en Nicaragua se acentuó tras las controvertidas elecciones de noviembre pasado en las que Ortega fue reelegido para un quinto mandato, cuarto consecutivo y segundo junto con su esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta, con sus principales contendientes en prisión.
Las relaciones entre los sandinistas y la Iglesia católica de Nicaragua han estado marcadas por roces y desconfianzas en los últimos 43 años.
RD/EFE
TRISTEZA DESNUDA
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Tocan a la puerta de la casa por la mañana para que vayamos a un difunto. Eso descuadra la marcha del día, pero la muerte no se puede programar y siempre tiene guardadas maneras nuevas de sorprender y enseñar, registros de sentimientos tal vez antes no explorados. Estamos en Aucayo y llaman “al padre”.
Es domingo y estamos ocupados con la misa; además, según nos explican, el joven Denis ya falleció, así que, con el sol en todo lo alto, caminamos hasta la casa varias personas: un par de animadores y los misioneros. Llegamos a una vivienda muy modesta, en alto porque esa zona alaga, y lo que vemos al entrar nos conmociona.
El cadáver está sobre la mesa, la única que se ve en toda la casa, seguramente donde comen. Es de un hombre de treinta y tantos años y está cubierto con una sábana color rosa, que solo le deja al descubierto medio rostro, la nariz afilada, los ojos perdidos y la tez cetrina propia de la muerte. A los costados, seis desvalidas velas, paradas sobre tiras de cartón, para que recojan la cera.
Hay unos cuantos niños y niñas sentados en un extremo de la estancia, junto a una cama sin colchón. Más allá, en otro cuarto, una hamaca colgada, ropa allí y acá, y la cocina asomando al fondo. Una pobreza que concuerda con el hecho de que el cuerpo siga sin ataúd a pesar de que han transcurrido muchas horas, pues el deceso aconteció de madrugada. Las calaminas del techo, demasiado bajas, desprenden un calor que vuelve el ambiente asfixiante.
La mamá de Denis se llama Olinda. Conversamos un poquito de pie, la voz instintivamente queda, así suele ser casi siempre, como si la muerte reclamase silencio. Recuerdo otros momentos en que la consternación se expresó en forma de gritos, y el sobresalto que eso provocó; pero acá la devastación es sosegada. Ella está deshecha pero serena.
Me cuenta que su hijo vivía en Lima hacía años, y que muchos meses atrás, cuando la enfermedad se declaró, ella se fue con él para acompañarlo en sus tratamientos médicos. Viendo que no había remedio (recuerdo cuántas veces, en las ilustraciones de Huaman Poma de Ayala en “Nueva corónica y buen gobierno” de 1615, se lee “y no hay remedio” al denunciar los abusos a que eran sometidos los nativos peruanos por los colonizadores), los dos regresaron al pueblo a esperar el final.
Escucho sobrecogido a esta madre de ocho hijos. En su compostura, en su aguante, en su dignidad, veo la fuerza y la humildad de tantas mujeres que han padecido el ensañamiento de la injusticia. El dolor es indescriptible, pero esta luchadora ha remado ya tanto, está tan acostumbrada al sufrimiento (Is 53, 3), que parece insensible en su circunspección.
Pasa un rato hasta que nos decidimos a hacer una oración. Intervienen don César y don Carlos, que son vecinos, y me hacen más llevadera la tarea de decir algo cuando las palabras estorban. Nos vamos despidiendo con el ruido de fondo de los juegos infantiles: la vida continúa incluso con Denis de cuerpo presente. Todavía van a esperar a mañana, a que lleguen familiares de lejos, para enterrarlo. Me preocupa que siga sin caja y les digo que, si no se consigue, nos avisen para dar un apoyo.
Nadie dice nada mientras volvemos a la misión. Una desolación tan rotunda no deja resquicio. Las dentelladas de la penuria material, en momentos como este, añaden crueldad a la pérdida. Igual que las penas con pan son menos, la tristeza despojada es más ancha.
OTRO ADIÓS
fe adulta
He estado recientemente en ceremonias civiles de despedida física de seres cercanos que me han tocado el corazón, me han permitido vivir el momento con sentimiento y profundidad. Cuando trascendemos el guion manido, el ritual millones y millones de veces repetido, de repente nos sentimos cocreadores de un ritual nuevo, nos vivimos como protagonistas de un momento esencial, de repente hacedores de una ceremonia clave, alentadores de un futuro más compartido.
El último adiós tenía diferentes atalayas, se expresaba desde diferentes gargantas y registros. Resulta que tras el último aliento, las flores destilaban variados perfumes, los poemas brotaban de distintos firmes y sentires, el más allá se divisaba con particulares brillos, el periscopio interior avistaba desde dispares honduras…, la despedida por lo tanto no debía seguir siendo una y única. Los monopolios de todo orden tienen sus días contados, por más que el alejamiento habrá de ser sin ápice de rencor. Jamás podremos edificar lo nuevo con la fuerza de la ira.
El adiós ya no es necesariamente un coto más de la Iglesia. Es hora de desprenderse de posesiones físicas, también de territorios menos tangibles. Se imponía trasladar el acto a espacios más de todos y todas, menos significados, en la medida de lo posible también más circulares, menos controlados. El parque, la cima de la montaña, el tanatorio, la sala del cementerio…, se ofrecieron para ese imprescindible salto al “vacío”.
Teníamos una larga historia religiosa monocolor, tuvimos como reacción un tiempo más laico. Ahora comenzamos a disfrutar una era más consciente y sagrada, al tiempo que universal e integradora. En medio de todo ello teníamos que descubrir cómo nos acercábamos al vehículo deshabitado, a la urna corporal vacía e inanimada, qué hacíamos con nuestros seres queridos que físicamente nos abandonan. Nuestra forma de permanecer ante el ataúd, nuestra manera de entender y gestionar la llamada muerte marcará en importante medida nuestro futuro colectivo.
Nuestras despedidas dicen todo de nuestra forma de estar en el mundo. La ceremonia ha estado hasta el presente gobernado por el credo único. Tras el control es natural la desbandada; tras el sacerdocio monocolor es normal el relevo, la palabra abierta, el atril sin dueño. Toca acercarnos recogidos, respetuosos, cargados de confianza y aurora al micrófono a ras de tierra, que no al púlpito en las alturas dominadoras. No importa el balbuceo inicial, quizás cobre más importancia el afirmar un futuro sin dirigentes, ni dirigidos en todos los ámbitos de la vida, por supuesto también en lo que compete a la trascendencia.
Cuando los valores humanos, cuando los principios superiores han acompañado nuestros días es natural que también presidan el adiós. Cuando la belleza, el arte y la armonía han estado presentes en nuestras vidas, querremos que lo estén también en su omega físico. Éste es un fenómeno novedoso que está aconteciendo en nuestros días. El templo católico ya no es el único lugar para la ceremonia de despedida de nuestros seres amados. El cuestionamiento del funeral clásico es un signo cargado de futuro, en la medida en que democratiza la ceremonia, en la medida en que concita a ciudadanía de todo signo. La proliferación de la despedida civil es un hecho esperanzador en la medida en que devuelve al humano un poder durante milenios delegado. La despedida civil puede restar luto al acto, puede reunir otros cantos, otras reflexiones, otras formas de estar en el mundo y salir de él.
No mi adiós, ni tu adiós, no ya el del credo imperante o el de la falta de él, sino un adiós en que unos y otros nos encontremos, en el que podamos desplegar todos nuestros variados pañuelos al Viento, concitar nuestras eventuales lágrimas, nuestras fes, sobre todo nuestras esperanzas, cobren éstas el color que sean.
LA ESPIRITUALIDAD DEL CLERO DE BOGOTÁ, POR PRIMERA VEZ EN MANOS DE UNA RELIGIOSA
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La hermana Gloria Liliana Franco Echeverri, religiosa de la Orden de la Compañía de María N.S., actual presidente de la CLAR, abrió las puertas de la historia en la Arquidiócesis de Bogotá, como la primera mujer predicadora de los ejercicios espirituales anuales del clero, durante las dos primeras semanas de este agosto.
Se dio este inédito acontecimiento después de más de 450 años, por iniciativa del arzobispo, Luis José Rueda Aparicio, un hombre que le ha apostado con todo a la sinodalidad, a un papel más protagónico de la mujer en la Iglesia y a una espiritualidad mística, -en la línea de Francisco-.
Y como los caminantes de Emaús, -que en silencio fueron acompañados por el Maestro-, el clero bogotano peregrinó de la mano de una inteligente, profunda, sencilla y sensible propuesta para momentos contemplativos, guías de oración y textos para el
Preciso en agosto, mes que alude a la resequedad de la tierra, como la resequedad que pueden llegar a experimentar los pastores luego de sus faenas pastorales: “mi alma está sedienta de Ti, mi carne tiene ansia de Ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”, proclamaron todos los clérigos al unísono con el salmo 63, delante de su predicadora.
Y también como en Emaús, el Maestro habló al oído del clero, pero esta vez con voz femenina. Sí, el Espíritu del Maestro habla también con voz de mujer, la de una religiosa que solo tuvo que tejer, con la finura de su espiritualidad y los perfiles de su personalidad, un itinerario que encantó al clero y lo dispuso a caminar dentro de sí. Sus palabras, en nombre del Maestro, repasaron las Escrituras con una sensibilidad inusual para la costumbre con la que el presbiterio bogotano suele vivir estos retiros.
Una delicada selección de íconos, -siempre iluminados con una pequeña llama-, sobre escenas evangélicas en las que las mujeres se hacen presentes, estimularon el sentido de la vista: Marta y María, la samaritana, María la madre del Maestro, pero también el perfil de Nicodemo y el de los Doce… Las melodías y cantos alusivos a dichas escenas al inicio de cada meditación, entonados con voz femenina, estimularon el sentido del oído para entrar en oración, y recordando a los levitas, que el soplo de la Ruach es también femenino.
Un momento contemplativo lo precedía todo: contemplar la escena bíblica, con sus revelaciones y sus novedades, que siempre apuntan a despertar el alma de quien está dispuesto como discípulo a la escucha, y que, consecuentemente lleva a la conversión sinodal, porque allí se redescubre la llamada a caminar juntos escuchándonos juntos y guardando silencio juntos. Toda una revolución espiritual, que ya está aquí, en esta arquidiócesis.
Las exposiciones hilaron las mociones con las que diariamente el Maestro nos espabila el corazón; así, la predicadora hizo uso de diversidad de recursos: porque diversa también es la capacidad de lectura de los clérigos: poesías, narrativas, preguntas, pequeñas historias y cuadros, al igual que silencios… Hubo recursos impresos -más que suficientes- para los momentos de lectura, meditación y oración personal, que cada uno aprovechó de acuerdo a su disponibilidad espiritual, y que podrá retomar cuando retorne a su labor evangelizadora. Fue, ciertamente, un retiro espiritual sereno, abierto, iluminado.
No faltaron las alusiones concretas tomadas de la actividad apostólica, de las situaciones humanas -andaduras, como decía con delicada elegancia la predicadora- por las que pasan los pastores. Remembranzas de las alegrías y esperanzas, de las tristezas y angustias que todo discípulo del Maestro suele vivir, que se constatan hoy en la extensa Iglesia arquidiocesana de Bogotá, y que resuenan desde los textos del Evangelio. Es la importancia de ser contemplativos en la acción.
Al igual que con el Maestro, la mesa fue otro espacio de encuentro y de predicación para la hermana Gloria Liliana, ODN. Pasar a manteles fue para ella otra oportunidad de constatar la sed del clero, el hambre de Dios de estos pastores, las gratas memorias de sus apostolados, los duros recuerdos del reto evangelizador y la sensibilidad sobre las nuevas realidades vocacionales, que como en otros espacios eclesiales, los aquejan hoy. Ella por su parte, y desde la experiencia que le han dado 33 años de vida religiosa, en 51 de vida, unos como provincial de las Compañía de María y dos veces presidente de la CLAR, pero también en la sencillez de la tarea inserta en comunidades laicales, o en la academia, respondía a las acuciosas inquietudes de sus interlocutores.
Este presbiterio de la Arquidiócesis de Bogotá dejó en claro que es capaz de la escucha respetuosa, atenta e inteligente de la mujer que sabe proponer un horizonte de espiritualidad, de riesgo pastoral y de sinodalidad, en el que los rostros femeninos están teniendo un papel serio y sólido. Con claros signos de gratitud, los presbíteros de Bogotá acogieron con altura, el hecho inédito de que una mujer tomara en sus manos el espíritu clerical y lo llevara al desierto, con la firmeza, inteligencia y claridad de esta religiosa. Los rasgos femeninos que tantas veces hacen falta en la vida de los pastores, permitieron durante estas semanas, encontrarse con el Maestro, de otra forma, meditando y contemplando al lado de una mujer, tan seria como simpática, tan clara como maternal, tan profunda como femenina.
Sus propuestas se fueron colando con títulos tan sugestivos como ‘Caminar contigo hasta que arda el corazón’, porque ‘Somos en el camino’. Luego vinieron las consignas de ‘Estar con Él’, ‘El llamado que confiere identidad’, ‘El elogio de la sed’, para la ‘Mística del encuentro’ con ‘La escucha que conduce a la conversión’; una escucha cargada de silencios y de aperturas, más allá de la noche del alma que se esté viviendo. Así se fue concluyendo en ‘Más conocer para amar más’, porque a la larga, ‘La más radical libertad es dar la vida’, sobre todo cuando ‘Abrazar la cruz y a los crucificados’, al lado de María, -y con ella a todas las mujeres-, que piden ampliar la mesa eclesial, para darles más espacio en las miradas evangelizadoras. El sereno y profundo reclamo de lo femenino en la evangelización brotó armónico en los labios de Gloria Liliana, cerrando sus presentaciones con el ‘Llamado a hacer visible el rostro de Cristo hermano’.
Variadas y multicolores son las formas de la Luz del Camino, la Verdad y la Vida, y por esto la Iglesia también tiene rostro de mujer. Monseñor Luis José Rueda Aparicio apuesta por ello, porque, además, ellas son presencia eclesial del Reino. La revolución espiritual ya está aquí, en Bogotá. Podemos decir con gozo que hoy resuena en la Iglesia arquidiocesana de Bogotá, el hecho de que esta mujer consagrada, se hizo cargo de permitirle a una tradicionalista comunidad clerical latinoamericana, ver el asomo de ese rostro femenino de la Iglesia, con serenidad, y de modo magistral: ¡GRACIAS, GLORIA LILIANA!
PEDIMOS MISERICORDIA Y PIEDAD PARA EL MARTIRIZADO PUEBLO DE UCRANIA
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"Pedimos misericordia y piedad para el martirizado pueblo de Ucrania". Dos días después de mantener contacto telefónico con el presidente Zelenski, el Papa volvió a pedir el fin de la guerra, a los veinte años del momento en que Juan Pablo II encomendaba el mundo a la misericordia, en el santuario de la Virgen de Chestokova.
Hoy, en el rezo del Angelus, Francisco recordó esta efeméride y, sin dejar de pensar en Ucrania, quiso llamar la atención a "la grave crisis humanitaria que afecta a Somalia y a países vecinos", a causa de la guerra, y de la sequía.
"Las poblaciones de esas regiones se encuentran en peligro mortal a causa de la sequía", lamentó Francisco, quien pidió que "la comunidad internacional responda eficazmente a semejante emergencia". "Lamentablemente, la guerra quita atención a estos recursos, pero son situaciones que requieren el máximo empeño: la lucha contra el hambre", culminó.
Antes, durante su reflexión semanal, el Papa habló del fuego de Jesús, y su impacto en la vida de los cristianos. "Jesús vino a traer el Evangelio al mundo, es decir, la buena noticia del amor de Dios por cada uno de nosotros", explicó Francisco. Por eso, "nos está diciendo que el Evangelio es como un fuego, porque es un mensaje que, cuando irrumpe en la historia, quema los viejos equilibrios de la vida, nos desafía a salir del individualismo, a superar el egoísmo, a pasar de la esclavitud del pecado y de la muerte a la vida nueva del Resucitado".
Porque "el Evangelio no deja las cosas como están, sino que incita al cambio e invita a la conversión". El Evangelio, añadió Bergoglio, "no concede una falsa paz intimista, sino que enciende una inquietud que nos pone en camino, nos impulsa a abrirnos a Dios y a los hermanos".
Consumir los falsos ídolos que nos hacen esclavos
"Es exactamente como el fuego: mientras nos calienta con el amor de Dios, quiere quemar nuestros egoísmos, iluminar los lados oscuros de la vida, consumir los falsos ídolos que nos hacen esclavos", trazó, invitando a los fieles que seguían la reflexión desde la plaza de San Pedro a seguir las huellas de Elías y Jeremías para comprender que "Jesús está inflamado por el fuego del amor de Dios y, para hacerlo arder en el mundo, se entrega él mismo el primero de todos, amando hasta el extremo, incluso hasta la muerte y la muerte de cruz".
"Él está lleno del Espíritu Santo, que se asemeja al fuego, y con su luz y su poder revela el rostro misericordioso de Dios y da esperanza a los que se consideran perdidos, derriba las barreras de la marginación, cura las heridas del cuerpo y del alma, renueva una religiosidad reducida a prácticas externas", recalcó el Papa, quien animó a "reavivar la llama de la fe, para que no se convierta en una realidad secundaria, o en un medio de bienestar individual, que nos lleve a eludir los desafíos de la vida y del compromiso en la Iglesia y en la sociedad".
¿Apasionados del Evangelio?
"¡La fe, en definitiva, no es una “canción de cuna” que nos adormece, sino un fuego encendido para mantenernos despiertos y activos incluso en la noche!", culminó Francisco, preguntando a los fieles: "¿Soy un apasionado por el Evangelio? ¿Lo leo a menudo? ¿Lo llevo conmigo? La fe que profeso y celebro, ¿me sitúa en una tranquilidad feliz o enciende en mí el fuego del testimonio?".
"También podemos preguntarnos como Iglesia: en nuestras comunidades, ¿arde el fuego del Espíritu, la pasión por la oración y la caridad, la alegría de la fe, o nos dejamos arrastrar por el cansancio y las costumbres, con el rostro apagado y el lamento en los labios?", concluyó, pidiendo a todos que "revisemos esto", para que "también nosotros podamos decir como Jesús: Estamos inflamados por el fuego del amor de Dios y queremos “lanzarlo” al mundo, llevarlo a todos".
Al término del Angelus, el Papa saludó a todos los peregrinos, en particular a los catequistas y educadores de Padua, a los universitarios salesianos y jóvenes de Verona, así como a los peregrinos que hoy se han reunido en el santuario de la Divina Misericordia de Cracovia. "Hace 20 años, Juan Pablo II encomendó a la Virgen al mundo. La misericordia es el camino de la salvación para cada uno y para el mundo entero".
A PROPÓSITO DE LA FIESTA DE LA ASUNCIÓN: LLAMADOS/AS A LA PLENITUD DE LA VIDA
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La fiesta de la Asunción que conmemoramos cada 15 de agosto, nos habla de la plenitud de vida que, desde los orígenes, los cristianos creyeron, alcanzó María, la madre de Jesús. Por eso este dogma, proclamado por Pío XII en 1950, responde a la fe del pueblo y no a una verdad abstracta proclamada por alguna autoridad. Pero este dogma tiene un doble sentido. En primer lugar, reconocer en María la primera creyente que participa plenamente de la vida de Dios. En segundo lugar, la posibilidad que todos los demás seres humanos tienen de vivir esa misma plenitud. Y a esto último queremos referirnos.
La vida cristiana no es para unos pocos elegidos que dicen sentir un llamado de Dios. Históricamente los textos bíblicos en que Jesús invita a los discípulos a seguirle, se reservaron para la vida consagrada y, precisamente por eso, cuando a alguien le preguntan si tiene vocación, contesta rápidamente que no es religioso/a o sacerdote. Con esa misma interpretación se fue reservando para los consagrados un “estado de perfección” -así se expresaba en los documentos eclesiales- que no podía alcanzar el laicado. Esto se reforzó con el modelo de Iglesia que dividía al pueblo de Dios en clero y laicado en el que el primero decidía, enseñaba y estaba más cerca de Dios y el segundo obedecía, aprendía y sabía que no tenía la suficiente perfección para llegar directamente al cielo. Podría pensarse que esta descripción es algo exagerada. Tal vez sí, pero no está lejos de la realidad, todavía hoy.
Sin embargo, con Vaticano II se renovó la manera de entender la vida cristiana, de ahí que ya no se usa más la expresión “estado de perfección” y se explicitó mejor el valor del sacramento del bautismo que hace participes del sacerdocio, profetismo y reinado del mismo Cristo a aquellos que lo reciben. Desde aquí podemos afirmar que la vocación cristiana es para todo bautizado/a, y es todo el pueblo de Dios el que está llamado a la santidad, a la vida de plenitud definitiva con Dios. Lo que impide que lo consigamos, no es el estilo de vida escogido: matrimonio, vida consagrada, vida clerical, no casado, etc., sino la libertad humana que, en cualquier estado, puede darle la espalda al llamado de Dios y optar por una vida distinta a los valores del reino. La V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (2007) enfatizó en el discipulado misionero, como vocación fundamental de toda persona que se encuentra con Jesucristo. Jesús llamó en su tiempo y sigue llamando ahora a todo aquel que descubre el tesoro escondido en el campo (el reino de Dios anunciado por Jesús) y se dispone a vivir en ese horizonte (deja todo lo que no responde al reino) (Mt 13, 44). Esto no desvaloriza la vida clerical o religiosa, sino que valoriza la vida laical porque en la Iglesia es el entero pueblo de Dios el que es llamado y convocado por Dios a ser su pueblo, sin otra distinción, dignidad o perfección que la de ser sus hijos e hijas, hermanos y hermanas, discípulas y discípulos de nuestro Señor Jesucristo.
Este dogma mariano, entonces, cobra mucho más sentido cuando lo celebramos no mirando tanto hacia la vida singular de María sino cuando ella nos inspira a mirar nuestra vida y a decidirnos por el seguimiento de Jesús. Seguirlo significa asumir los valores del reino: la justicia, la paz, la solidaridad, la alegría, el cuidado de la creación, la atención a los signos de los tiempos, la defensa de la vida, la opción preferencial por los más pobres de cada momento histórico. Si recordamos el pasaje en el que llegan la madre y los hermanos de Jesús a buscarlo y le avisan a Jesús que ellos están ahí, Jesús responde: ¿quién es mi madre y mis hermanos? Y él mismo responde: Los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. Es decir, María no llegó a la plenitud de su vida por dotes extraordinarios, sino por su escucha de la palabra y su puesta en práctica (Lc 8, 19-21). A eso mismo estamos llamados todos los creyentes y podemos alcanzarlo, precisamente porque María, una de las nuestras, pudo conseguirlo.
Ojalá recordar esta celebración mariana nos ayude a renovar nuestra vida cristiana y a querer alcanzar la plenitud que Dios mismo nos ofrece. La santidad no es cuestión de rezos, inciensos, conventos, liturgias, novenas, y muchas otras expresiones de nuestra fe. Por supuesto esas mediaciones nos ayudan a disponer el corazón y a celebrar el encuentro festivo con el Señor. Pero lo decisivo para la santidad es, como decía el profeta Miqueas al pueblo de Israel: “Te declaro lo que Dios quiere de ti, solamente hacer justicia y amar con misericordia” (6, 8). El seguimiento se realiza en la vida cotidiana, en las opciones que realizamos en cada momento, en el amor que ponemos en todo lo que hacemos, en la construcción de un mundo mejor, un país mejor, una sociedad mejor, familias mejores y ministerios eclesiales, entre ellos, el ministerio ordenado, la vida consagrada, etc., importantes, no por mayor dignidad o mayor cercanía a Dios, sino por el testimonio de servicio incondicional que están llamados a vivir y con el que enriquecen la vida de toda la comunidad eclesial.
Valga esta reflexión para pensar que la escasez de vocaciones a la vida religiosa y sacerdotal, no significa falta de vocaciones a la vida cristiana. Es cuestión de secundar por donde el Espíritu hoy sigue llamando y responder a sus iniciativas. En tiempos de una iglesia sinodal, la fuerza hemos de ponerla en el pueblo de Dios que convocado por el mismo Espíritu puede ser luz para las gentes (Cf. Is 9, 2). Tenemos a María de nuestro lado y con ella y como ella podemos alcanzar todos, como pueblo sinodal, esa vida de Dios en plenitud, caminando juntos sin privilegios ni dignidades distintas a la de la vivencia del amor que es “lo único que permanece” (1 Cor 13, 8).
¿RECLAMAMOS O ACOGEMOS AGRADECIDOS SER “DE LOS SUYOS”?
fe adulta
Lucas 13, 22-30
El evangelio de este domingo nos presenta a Jesús caminando hacia Jerusalén. Sabemos que Lucas no se refiere a un camino “físico”, sino a un proceso de conversión que conduce a la salvación: en Jerusalén comenzó la buena Noticia y desde allí se expandirá su anuncio. A partir del capítulo 9, 51, vamos aprendiendo cuál es el primer mandamiento, la importancia de la oración, el abandono en la providencia, o los rasgos del Reino de Dios. Vemos también como esa “subida a Jerusalén” es la ocasión de mostrar el enfrentamiento de Jesús con los fariseos y legalistas.
En este contexto se nos presenta la pregunta clave: “¿Son pocos los que se salvan?”. Lo que se podía esperar es que Jesús respondiera que sí, que eran pocos porque era muy difícil cumplir la lista interminable de mandamientos. Quienes la procuraban cumplir a rajatabla podían caer en la falta de misericordia, el desprecio a los demás, las comparaciones, etc. El evangelio nos ofrece abundantes ejemplos de esta actitud farisaica.
Se podía esperar que Jesús dijera algo así: quedaos tranquilos, vosotros estáis salvados porque sois de los míos, hemos comido juntos y me habéis escuchado. En la cultura judía, comer y beber juntos creaba unos vínculos muy fuertes, que no tienen nada que ver con el sentido que damos ahora a muchas comidas de trabajo o negocios.
Pero Jesús sorprendió entonces y nos sorprende hoy: “esforzaos por entrar por la puerta estrecha”. Vamos a recordar otros textos del evangelio en los que se utilizan la imagen de la puerta: “Yo soy la puerta”, dijo Jesús (Juan 10, 9). La puerta de la perdición es ancha y espaciosa, y muchos entran por ella. ¡Qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida, y que pocos son los que lo encuentran! (Mateo 7, 13.14).
¡Qué daño nos ha hecho en la Iglesia concebir la puerta estrecha como un camino que conduce al sacrificio, a menudo sin sentido! ¡Que pocas veces ponemos el acento en buscar con creatividad y sentido crítico el camino que lleva a la Vida! ¿Nos arriesgamos a buscar y buscar cada día, personalmente y en comunidad, esa “puerta estrecha”, que es como una perla escondida, como un tesoro? ¿O caminamos por caminos ajenos, normativas impuestas desde fuera, como borregos?
Jesús usa una imagen para describir esta vida en plenitud, este Reino al que accedemos por la puerta estrecha: el banquete al que todos estamos invitados, “de oriente a occidente, del norte y del sur”, como expresión del amor universal de nuestro Dios. Quedan fuera de ese banquete los que obran la injusticia. Es decir, quedamos fuera del Reino cuando somos personas injustas.
Sabemos por experiencia que es muy estrecha la puerta de la justicia. Nuestra condición humana tiende a la manga ancha, a las excepciones, los enchufes, etc., mientras que seguir a Jesús nos lleva por la senda de la radicalidad, la coherencia y la misericordia. Esa senda la recorrieron Abraham y los profetas. La recorren hoy muchas personas que están en los márgenes de la sociedad, que no entran en los templos, que son “los últimos”.
En muchos sentidos este evangelio nos descoloca, no nos valen nuestras antiguas medidas, ni nuestros juicios… Y se nos acaban los cálculos y las seguridades. Se nos invita a entrar en un banquete que nos supera, que se nos regala, que no “ganamos” a base de cumplir… Pero depende de nosotros aceptar la invitación, buscar la puerta del banquete, buscar a Jesús y su manera radical de amar a los demás, respondiendo así al amor de Dios.
Que la celebración de este domingo nos ayude a encontrar esa nueva mirada que cambia toda la vida y desde ahí acoger con gozo la invitación gratuita, la salvación, que nos hermana a todos.
¡Feliz domingo!
21 Tiempo ordinario – C (Lucas 13,22-30) UNA FRASE DURA UNE PHRASE DURE
Es sin duda una de las frases más duras de Jesús para los oídos del hombre contemporáneo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha».¿Qué puede significar hoy esta exhortación evangélica?, ¿hay que volver de nuevo a un cristianismo tenebroso y amenazador?, ¿hemos de entrar otra vez por el camino de un moralismo estrecho?
No es fácil captar con precisión la intención de la imagen empleada por Jesús. Las interpretaciones de los expertos difieren. Pero todos coinciden en afirmar que Jesús exhorta al esfuerzo y la renuncia personal como actitud indispensable para salvar la vida.
No podía ser de otra manera. Aunque la sociedad permisiva parece olvidarlo, el esfuerzo y la disciplina son absolutamente necesarios. No hay otro camino. Si alguien pretende lograr su realización por el camino de lo agradable y placentero, pronto descubrirá que cada vez es menos dueño de sí mismo. Nadie alcanza en la vida una meta realmente valiosa sin renuncia y sacrificio.
Esta renuncia no ha de ser entendida como una manera tonta de hacerse daño a sí mismo, privándose de la dimensión placentera que entraña vivir saludablemente. Se trata de asumir las renuncias necesarias para vivir de manera digna y positiva. Así, por ejemplo, la verdadera vida es armonía. Coherencia entre lo que creo y lo que hago. No siempre es fácil esta armonía personal. Vivir de manera coherente con uno mismo exige renunciar a lo que contradice mi conciencia. Sin esta renuncia, la persona no crece.
La vida es también verdad. Tiene sentido cuando la persona ama la verdad, la busca y camina tras ella. Pero esto exige esfuerzo y disciplina; renunciar a tanta mentira y autoengaño que desfigura nuestra persona y nos hace vivir en una realidad falsa. Sin esta renuncia no hay vida auténtica.
La vida es amor. Quien vive encerrado en sus propios intereses, esclavo de sus ambiciones, podrá lograr muchas cosas, pero su vida es un fracaso. El amor exige renunciar a egoísmos, envidias y resentimientos. Sin esta renuncia no hay amor, y sin amor no hay crecimiento de la persona.
La vida es regalo, pero es tarea. Ser humano es una dignidad, pero es también un trabajo. No hay grandeza sin desprendimiento; no hay libertad sin sacrificio; no hay vida sin renuncia. Uno de los errores más graves de la sociedad permisiva es confundir la «felicidad» con la «facilidad». La advertencia de Jesús conserva toda su gravedad también en nuestros días. Sin renuncia no se gana ni esta vida ni la eterna.
C'est sans doute l'une des phrases les plus dures de Jésus pour les oreilles de l'homme contemporain: «Efforcez-vous d'entrer par la porte étroite». Que peut signifier aujourd'hui cette exhortation évangélique? Faut-il revenir à un christianisme sombre et menaçant? Devons-nous prendre à nouveau la voie d'un moralisme étroit?
Il n'est pas facile de saisir de façon précise l'intention de l'image utilisée par Jésus. Les interprétations des experts diffèrent. Mais tous s'accordent à dire que Jésus exhorte à l'effort personnel et au renoncement comme attitude indispensable pour sauver sa vie.
Il ne pouvait en être autrement. Bien que la société permissive semble l'oublier, l'effort et la discipline sont absolument nécessaires. Il n'y a pas d'autre chemin. Si quelqu'un prétend atteindre son épanouissement par la voie du plaisir et de la jouissance, il découvrira rapidement qu'il est de moins en moins maître de lui-même. Personne n'atteint un objectif vraiment valable dans la vie sans renoncement et sans sacrifice.
Ce renoncement ne doit pas être compris comme une manière insensée de se faire du mal à soi-même en se privant de la dimension agréable d'une vie saine. Il s'agit d'assumer les renoncements nécessaires pour vivre de manière digne et positive.
Ainsi, par exemple, la vraie vie est harmonie. Cohérence entre ce que je crois et ce que je fais. Cette harmonie personnelle n'est pas toujours facile. Vivre d'une manière cohérente avec soi-même exige de renoncer à ce qui contredit ma conscience. Sans ce renoncement, une personne ne grandit pas.
La vie est aussi vérité. Elle a du sens lorsqu'une personne aime la vérité, la cherche et chemine avec elle. Mais cela demande un effort et une discipline ; renoncer à tant de mensonges et d'auto-illusions qui défigurent notre personne et nous font vivre dans une fausse réalité. Sans ce renoncement, il n'y a pas de vie authentique.
La vie est amour. Celui qui vit enfermé dans ses propres intérêts, esclave de ses ambitions, il aura beau obtenir beaucoup de choses mais sa vie sera un échec. L'amour exige le renoncement à ses égoïsmes, à ses jalousies et à ses ressentiments. Sans ce renoncement, il n'y a pas d'amour, et sans amour, il n'y a pas de croissance de la personne.
La vie est un cadeau, mais c'est aussi une tâche. Être humain est une dignité, mais c'est aussi un travail. Il n'y a pas de grandeur sans détachement ; il n'y a pas de liberté sans sacrifice ; il n'y a pas de vie sans renoncement. L'une des plus graves erreurs de notre société permissive est de confondre «bonheur» et «facilité». L'avertissement de Jésus garde toute sa force, même à notre époque. Sans renoncement, ni cette vie ni la vie éternelle ne peuvent être gagnées.
MI EGO INFLADO IMPEDIRÁ LA ENTRADA AL REINO DEL AMOR Y LA UNIDAD
fe adulta
DOMINGO 21 (C)
Lc 13,22-30
Recuerda una vez más que Jesús va de camino hacia Jerusalén, que será su meta. Sigue Lucas con la acumulación de dichos sin mucha conexión entre sí, pero todos tienen como objetivo ir instruyendo a los discípulos sobre el seguimiento de Jesús. Jesús no responde a la pregunta, porque está mal planteada. La salvación no es una línea que hay que cruzar, es un proceso de descentración del yo, que hay que tratar de llevar lo más lejos posible. Trataremos de adivinar por qué no responde a la pregunta y lo que quiere decirnos.
No es fácil concretar en qué consiste esa salvación de la que habla el evangelio. Tenemos infinidad de ofertas de salvación. “Salvación” hace referencia, en primer lugar, a la liberación de un peligro o situación desesperada. El médico está todos los días curando en el hospital, pero se dice que ha salvado a uno cuando, estando en peligro de muerte, ha evitado ese final. Aplicar este concepto a la vida espiritual puede despistarnos. El mayor peligro para una trayectoria espiritual es dejar de progresar, no que se encuentren obstáculos en el camino.
Podíamos hacernos infinidad de preguntas sobre la salvación: ¿Para cuándo la salvación? ¿Salvación aquí o en el más allá? ¿Salvación material o salvación espiritual? ¿Nos salva Dios? ¿Nos salva Jesús? ¿Nos salvamos nosotros? ¿Salvan las obras o la fe? ¿Salva la religión? ¿Salvan los sacramentos? ¿Salva la oración, la limosna o el ayuno? ¿Nos salva la Escritura? ¿Cómo es esa salvación? ¿Salación individual o comunitaria? ¿Es la misma para todos? ¿Se puede conocer antes de alcanzarla? ¿Podemos saber si estamos salvados?
Resulta que es inútil toda respuesta, porque las preguntas están mal planteadas. Todas dan por supuesto que hay un yo que está perdido y debe ser salvado. Debemos darnos cuenta de que la salvación no es alcanzar la seguridad para mi yo individual, sino que consiste en superar toda idea de individualidad. La religión ha fallado al proponer la salvación del falso yo, que es el anhelo más hondo de todo ser humano. Salvarse es descubrir nuestro verdadero ser y vivir desde él la unidad con todos los demás seres.
En realidad todos se salvan de alguna manera, porque todo ser humano despliega algo de esa humanidad por muy mínimo que sea. Y nadie alcanza la plenitud de salvación porque, por muchos que sean los logros de una vida humana, siempre podría haber avanzado un poco más en el despliegue de su humanidad. Todos estamos, a la vez, salvados y necesitados de salvación. Esta idea nos desconcierta porque no satisface los deseos del ego.
Esforzaos por entrar por la puerta estrecha. Esta frase nos puede iluminar sobre el tema que estamos tratando. Pero la hemos entendido mal y nos ha metido por un callejón sin salida. El esfuerzo no debe ir encaminado a potenciar un yo para asegurar su permanencia incluso en el más allá. No tiene mucho sentido que esperemos una salvación para cuando dejemos de ser auténticos seres humanos, es decir, para después de morir.
La salvación no consiste en la liberación de las limitaciones que no acepto porque no asumo mi condición de criatura y por lo tanto limitada. Esas limitaciones no son fallos del creador ni accidentes desagradables que yo he provocado sino que forman parte esencial de mi ser. La salvación tiene que consistir en alcanzar una plenitud sin pretender dejar de ser criatura y limitada. La verdadera salvación es posible a pesar de mis carencias porque se tiene que dar en otro plano, que no exige la eliminación de mis imperfecciones.
Ni el sufrimiento ni la enfermedad ni la misma muerte pueden restar un ápice a mi condición de ser humano. Mi plenitud la tengo que conseguir con esas limitaciones, no cuando me las quiten. Lo que se puede añadir o quitar pertenece siempre al orden de las cualidades, no a lo esencial. Pensar que la creación le salió mal a Dios y ahora solo Él puede corregirla y hacer un ser humano perfecto es una aberración que nos ha hecho mucho daño. La salvación no puede consistir en cambiar mi condición de ser humano por otro modo de existencia.
Para tomar conciencia de dónde tenemos que poner el esfuerzo es imprescindible entender bien el aserto. Debemos desechar la idea de un umbral que debemos superar. No debemos hacer hincapié en la puerta sino en el que debe atravesarla. No es que la puerta sea estrecha, es que se cierra automáticamente en cuanto ‘alguien’ pretende atravesarla. Solo cuando tomemos conciencia de que somos ‘nadie’, se abrirá de par en par. Mientras no captes bien esta idea, estarás dando palos de ciego en orden a tu verdadera salvación.
No estamos aquí para salvar nuestro yo, sino para desprendernos de él hasta que no quede ni rastro de lo que creíamos ser. Cuando mi falso ser se esfume, quedará de mí lo que soy de verdad y entonces estaré ya al otro lado de la puerta sin darme cuenta. Cuando pretendo estar seguro de mi salvación o cuando pretendo que los demás vean mi perfección, en realidad estoy alejándome de mi verdadero ser y enzarzándome en mi propio ego.
En realidad no estamos aquí para salvarnos sino para perdernos en beneficio de todos. El domingo pasado decía Jesús: “He venido a traer fuego a la tierra, ¿qué más puedo pedir si ya está ardiendo? Todo lo creado tiene que transformarse en luz y la única manera de conseguirlo es ardiendo. El fuego destruye lo que no tiene valor, pero purifica lo que vale de veras. Debo consumir lo que hay en mí de ego y potenciar lo que hay de verdadero ser.
Somos como la vela que está hecha para iluminar, consumiéndose; mientras esté apagada y mantenga su identidad de vela será un trasto inútil. En el momento que le prendo fuego y empieza a consumirse se va convirtiendo en luz y da sentido a su existencia. Cuando nos pasamos la vida adornando y engalanando nuestra vela; cuando incluso le pedimos a Dios que, ya que es tan bonita, la guarde junto a Él para toda la eternidad, estamos renunciando a dar sentido de una vida humana, que es arder, consumirse para iluminar a los demás.
No sé quienes sois. Toda la parafernalia religiosa que hemos desarrollado durante dos mil años no servirá de nada si no me ha llevado a desprenderme del ego. El yo más peligroso para alcanzar una verdadera salvación es el yo religioso. Me asusta la seguridad que tienen algunos cristianos de toda la vida en su conducta irreprochable. Como los fariseos, han cumplido todas las normas de la religión. Han cumplido todo lo mandado, pero no han sido capaces de descubrir que en ese mismo instante, deben considerarse “siervos inútiles”.
Esta advertencia es más seria de lo que parece. Pero no tenemos que esperar a un más allá para descubrir si hemos acertado o hemos fallado. El grado de salvación que hayamos conseguido se manifiesta en la calidad de nuestras relaciones con los demás. No se trata de prácticas ni de creencias sino de humanidad manifestada con todos los hombres. Lo que creas hacer directamente por Dios no tiene ninguna importancia. Lo que haces cada día por los demás es lo que determina tu grado de plenitud humana, que es la verdadera salvación.