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jueves, 28 de febrero de 2013

El prelado Nicolás Castellanos apuesta por un pontífice pastor que meta en cintura a la Curia

Nicolas Castellanos: “La renuncia del Papa es un gesto humano, evangélico y profético”
“El nuevo Papa será crítico con la economía globalizada del mercado”
Nicolás Castellanos, 17 de febrero de 2013 a las 09:28
Como Pastor bueno y samaritano se pregunta todas las noches ¿Dónde van a dormir los pobres en esta excluyente civilización?
• Fundación Hombres Nuevos
• Resistencia profecía y utopía en la Iglesia hoy
(Nicolás Castellanos, obispo).- La renuncia del sucesor de Pedro, Benedicto XVI, es todoun gesto humano, evangélico y profético. Es reconocer la fuerza de Dios en su debilidad, congénita a los años. Es un gesto que le engrandece, lo mismo que las palabras, que nos ha regalado. Y ese gesto empequeñece las limitaciones que ha podido tener.
Puede haber otras razones, que le pesan, pero creo que deben pasar a un segundo plano. Me quedo que es una buena noticia para la Iglesia, para todo el Pueblo de Dios.
Creo que en este momento lo que nos incumbe a todos los creyentes es ORAR Y REZAR y estar abiertos a las sorpresas del Espíritu Santo.
Hoy me escribe un amigo,Miguel Angel Mesa:
“Dejo una puerta abierta
a la tenue lluvia de la sorpresa,
a las olas del recuerdo y del porvenir,
a la ceniza ardiente bajo las brazas”.
¿Cuál sería el perfil del nuevo Papa?
Lo rezaba esta mañana y me asaltaban algunas intuiciones.
Ser más joven, no se puede llevar el timón de la Iglesia de Pedro con una edad avanzada.
Retomar y aplicar el Concilio Vaticano II: el retorno a las fuentes, la eclesiología de comunión, mayor énfasis en la Colegialidad (los retos y problemas de hoy son de tal magnitud que tienen que ser abordados colegialmente) protagonismo de los laicos, que la mujer pueda intervenir a la hora de tomar decisiones en la Iglesia.
Recuperar la preocupación de Juan XXIII y del Concilio Vaticano II de dialogar con el mundo, “coger al mundo en su carrera”.
Y en este diálogo con el mundo, la Iglesia tendría que hacer un discernimiento sobre los nuevos signos de los tiempos: la descentralización del poder, el ecumenismo, el diálogo interreligioso, la escasez de vocaciones sacerdotales, religiosas, de compromiso laical, servicio de la comunidad cristiana en el mundo moderno, ¿y de la parroquia, qué?
Desde el Concilio Vaticano II tenemos pendiente responder a esta pregunta ¿Iglesia que dices de Dios? La cuestión de Dios tiene que pasar al primer plano. Y la respuesta tiene que ser colegial desde toda la geografía eclesial.
La Iglesia creen algunos que no ha hecho todavía una hermenéutica integral del kerigma cristiano, desde el logos de la modernidad.
Desde el SUR estimo que un capítulo fundamental de la agenda pastoral y social del nuevo sucesor de Pedro tiene que ser la JUSTICIA EN EL MUNDO y el PROBLEMA PLANETARIO DE LA POBREZA, IGNOMINIA DE LA HUMANIDAD.
Aquí en América Latina, en donde hay más millones de católicos, también padecemos la severidad de una fuerte pobreza, que crece de día en día y los pobres son cada vez más pobres y los derechos humanos son violados impunemente. En América Latina pasan hambre 53 millones de personas, en el 2003 más de 15 millones de niños quedaron huérfanos a causa del Sida, en el mundo.
Como Pastor, le puede la “Salus animarum”, que empieza con la promoción integral, desde ahora y desde aquí, de TODO el hombre y de TODAS las mujeres y hombres y culmina en el cielo, pues la Iglesia vive su condición escatológica, que nos hace descubrir la presencia del Resucitado, la fuerza del Espíritu Santo y de la Palabra, en medio de estas transformaciones históricas.
Como Pastor bueno y samaritano se pregunta todas las noches ¿Dónde van a dormir los pobres en esta excluyente civilización? Y no puede menos de asumir y reafirmar la opción preferencial por los pobres del Concilio Vaticano II, Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida y repensar y asumir las teologías latinoamericanas, africanas, asiáticas y de la liberación, porque desde estos infiernos de la pobreza no hay otro modo de hacer teología.
Será crítico con la economía globalizada del mercado, con la violación de los derechos humanos y defensor del 75% de empobrecidos y excluidos. Todo esto exige ser audaz y valiente como María de Nazaret en el Magnificat.
Debe pesar más su densidad de Pastor que la burocracia de la Curia imponiendo un poder centralizador. Se espera que sea el Obispo de Roma, sucesor de Pedro, en colegialidad con todos los Obispos del mundo, que también son sucesores de los apóstoles.
Cuando se habla de la muerte de las utopías y el fin de la historia es la gran oportunidad de presentar la oferta gratuita no impuesta de la utopía de Jesús, que se contagia por la fuerza del Espíritu y de nuestro testimonio alegre y pascual.
La Iglesia hoy más que nunca en este mundo neoliberal, secularizado, empobrecido, ofrece la mística del Evangelio, libro abierto a la vida, a la personalización y a la más exquisita humanización, alma de esta sociedad de tecnologías punta.
El sucesor de Pedro puede y debe en el ámbito del Pueblo de Dios, comunión de comunidades crear espacios para la verdad ofrecida y compartida no impuesta y sobre todo la capacidad de compasión, ternura, entrañamiento, amistad, valores en desuso y de los que tiene hambre la mujer y el hombre de hoy.
Si el teólogo Metz cree que la compasión que busca la justicia es la palabra clave para el programa universal del cristianismo en la era de la globalización, con mayor razón esa “dote” bíblica de la compasión debe significarse y marcar al nuevo sucesor de Pedro, que el Pueblo creyente mariano y solidario esperan como Pastor solicito, profeta valiente y samaritano de toda dolencia.
No puede faltar en su agenda promover un ecumenismo real desde las bases eclesiales y en la cúspide, en donde se de un real diálogo de escuchar, compartir y decidir juntos. El diálogo con las grandes religiones puede servir de antídoto a algunos fundamentalismos reinantes. El ecumenismo ha de ser prioridad.
Un Papa libre, carismático con la libertad de los Hijos de Dios, en fidelidad al Evangelio, en esta sociedad cambiante no puede acosar a los teólogos sino instaurar un diálogo y comunión dialéctica, entrañable, crítica y profética. Los jóvenes de hoy le piden que preste atención a los cambios radicales y permanentes de la sociedad para que no se desenganchen de la Iglesia.
Al iniciar su itinerario apostólico tras las huellas de Pedro sería bueno recordar aquel axioma sabio del gran teólogo y Cardenal, Y. Congar: “La labor reformadora nace del amor a la Iglesia”.

¿Para qué sirven hoy los cardenales y sus colas de seda? Juan Arias

Con Pío XII la cola de seda púrpura de la capa magna de los cardenales era de 12 metros. Los papas fueron acortándolas hasta llegar a cinco metros con Pablo VI, quien hubo de soportar rebeldía de muchos de los purpurados. “Es como si le cortaran las plumas al pavo real”, llegó a decirle, irritado, uno de ellos. Sedas, encajes, sombreros de 30 borlas, anillos de oro con escudos (por cierto, todo ello muy femenino) acompañarán también esta vez a los 115 cardenales que se encerrarán en el cónclave para elegir al nuevo pontífice.
Siempre con fuerte sabor medieval y renacentista.
Lo peor, sin embargo, no es toda esa parafernalia de vestiduras fuera del tiempo, sino su misma finalidad. Hay quién asegura que podría ser la última vez que sean los cardenales los que elijan al papa, dado el desprestigio en el que está cayendo dicha institución. Lo veo difícil, aunque no imposible. Sin duda, el cardenalato ha perdido su finalidad original. Ha pasado de ser una función a ser una “dignidad”, tanto personal como la de la sede que se le adjudica al purpurado.
Capa magna (2)
Ni siquiera la función de elegir al papa es ahora fundamental para el nombramiento de un cardenal ya que hoy sólo los que no han alcanzado los 80 años pueden ser electores. Y sin embargo se siguen eligiendo cardenales mayores de esa edad, solo como prestigio. De ser los sacerdotes romanos asesores y ayudantes del obispo de Roma, pasaron -cuando el Papa se convirtió también en rey y emperador- a ser los príncipes de su Corte.
Los reyes llegaron a tener a su servicio a un cardenal como “representante de Dios”, que le asesoraba. El cardenal, al servicio del rey era la expresión máxima de la elegancia y de la estética, con sus ropajes de seda y bordados. Eran llamados “príncipes”.
Sombrero con borlas
Desde el Concilio Vaticano II, los cristianos han continuado defendiendo que la elección del papa no debería ser restringida a ese grupo de “príncipes de la Iglesia”, casi a subrayar que el papa es más un rey y monarca absoluto que el “siervo de los siervos” del Evangelio. Podrían elegirlo las conferencias episcopales; las comunidades cristianas más empeñadas en la ayuda a los pobres y olvidados; podrían ser personalidades cristianas del mundo seglar de absoluta respetabilidad moral y riqueza humana e intelectual… Y el cardenalato podría ser abolido.
Conversando Jesús con los apóstoles sobre el profeta Juan Bautista les recordó que “los que visten de seda están en los palacios de los reyes” (Mt.11,7).

Gorros cardenalicios

Sin contar que hoy ni los reyes visten de seda ni llevan cola de púrpura y oro, lo cierto es que, como estamos observando en este cónclave, la institución misma del cardenalato está en profunda crisis: cardenales que se avergüenzan de ir al cónclave; cardenales condenados por sus mismas comunidades cristianas; cardenales que si se presentarán a Roma serían visto hasta por su colegas como un engorro por las acusaciones de carácter moral que pesan sobre ellos.
Cardenales que se han convertido en una especie de jarrones chinos preciosos de la Iglesia, que viven muchas veces más para sí mismos y para sus achaques que para la comunidad de fe cristiana.

Cardenales

Recuerdo en Roma cómo las monjitas que asisten a los cardenales de la Curia -todos ellos generalmente ancianos y jubilados- se expiaban unas a otras para ver donde cada cual compraba las mejores golosinas para “su cardenal”. Una de ellas me dijo que sabía donde comprar el “mejor solomillo” para el suyo, quien después alardeaba de tal cosa ante sus colegas.
No sin motivo se dice “boccato di cardinale”, porque en la mesa del cardenal tiene que llegar “lo mejor de lo mejor”. Me pregunto por qué nunca hicieron cardenal a personajes proféticos como a Mons. Oscar Romero, asesinado sobre el altar; al obispo Pedro Casaldaliga con una vida al servicio de los campesinos pobres de Brasil. O, también en Brasil, a un obispo como el fallecido Helder Cámara, cuya casa estaba acribillada por las balas de los militares que intentaban matarle.
Quizás porque la profecía no se encuentre a gusto entre sedas, borlas y encajes ni sea capaz de soportar el título de príncipe.
¿Será el próximo papa capaz de abrir las puertas de nuevo a la profecía en la Iglesia, para limpiarla de esos demonios que según el papa emérito Benedicto XVI se están apoderando de ella, empezando por sus mismos cardenales?

El legado de un Papa Editorial de El País

Ratzinger ha tomado en poco días decisiones significativas sobre los escándalos de la Iglesia
Desde que el 11 de febrero anunciara su renuncia hasta hoy, día en que se hace efectiva, Benedicto XVI ha tomado decisiones cargadas de significado. Unas tienen relación con las finanzas y otras, con los escándalos de pederastia. Joseph Ratzinger advirtió esta semana que la oración no supone aislarse del mundo, sino reconducirse hacia la acción. A ello se ha entregado. En solo diecisiete días ha puesto de manifiesto, casi en tiempo de descuento, su determinación para marcar el camino a su sucesor y también allanarlo ante los dos problemas que más erosionan en este momento la credibilidad de la institución.
En estas dos semanas y media, el todavía Papa ha expulsado del Vaticano a dos estrechos colaboradores del poderoso secretario de Estado Tarcisio Bertone y ha cubierto el cargo, vacante desde hace casi dos años, de la presidencia del Instituto para las Obras de Religión, el banco vaticano. Durante este tiempo, además de alertar contra la corrupción, ha forzado la renuncia de uno de los cardenales electores, el escocés Keith O’Brian (denunciado por “conducta impropia”) y ha decidido mantener en secreto y entregar solo a su sucesor el informe de tres cardenales sobre el caso Vatileaks, la filtración masiva de documentos papales que, según lo que ha trascendido, pondría al descubierto intrigas y corruptelas que cercan a la curia.
La renuncia del Papa, un hecho que no se había producido en los últimos quinientos años, puede ser interpretada como una manera de humanizar el Pontificado, y estos últimos pasos de su mandato también podrían considerarse una reafirmación de que ya no hay lugar para el encubrimiento y el tabú en el seno de la jerarquía católica. Benedicto XVI fue el primero en reconocer públicamente los abusos sexuales en el seno de la Iglesia e iniciar una todavía tímida persecución. Ha sido también el Pontífice que intentó adaptar el banco vaticano a las normas internacionales contra el blanqueo de capitales.
Pero en su legado hay también evidentes muestras de impotencia frente una curia dispuesta a resistirse a los más pequeños cambios. Benedicto XVI ha calificado varias veces de graves estos momentos de transición. Desde abril del pasado año, los redactores del informe Vatileaks le han ido relatando sus descubrimientos, que él ha guardado celosamente. En el cónclave que elegirá a su sucesor participarán otros cardenales salpicados por los escándalos sexuales. Así que no es descartable que sus palabras de estos días sean mensajes a su sucesor sobre la ardua tarea que le espera en el caso de que intente continuar la obra que ni las intrigas intestinas ni su avanzada edad le permitieron culminar a Ratzinger. Ayer, en su última audiencia general, fue optimista, a pesar de lo que ha aprendido sobre la condición humana: “La Iglesia no es nuestra barca, sino la del Señor, y él no la deja hundirse”.