Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara
EL teólogo José María Castillo, ha escrito un artículo muy fuerte, en Religión Digital (RD), sobre el integrismo litúrgico. Solo para que se compruebe la fuerza de su escrito traigo este botón de muestra:
“El integrismo litúrgico del cardenal Sarah es un asunto grave, muy grave. Es un asunto que toca el corazón mismo del Evangelio. El que tranquiliza su conciencia porque va a misa, reza por la mañana y por la noche, o cosas por el estilo, si no es honrado, transparente y practica la justicia, por encima de todo, es un farsante que, más que engañar a la sociedad y a la Iglesia, es un indeseable que se engaña a sí mismo. Mientras la Iglesia no resuelva esta gran mentira, no va a ninguna parte. ¿Se comprende por qué hay tantos cristianos que no soportan al Papa Francisco? ( “El integrismo litúrgico es un problema muy grave que toca el corazón del Evangelio”, Religión digital, 06/02/17). Donde también leemos textos como éste: el “rito” se sobrepone al “ethos” (G. Theissen). Y, entonces, nos encontramos con el hecho, tan frecuente entre los cristianos, de quienes son fieles observantes de normas y ceremonias sagradas, pero al mismo tiempo dejan mucho que desear en su conducta. O son sencillamente gente sin vergüenza”.
Este tema se entronca, fundamentalmente, con el de la relación Cristianismo & Religión. Yo he tratado este tema varias veces en este blog, pero reconozco que no lo he hecho de manera ni sistemática, ni completa, ni académica. En estas líneas retomo el asunto para aclarar lo que nos estamos jugando con estas tentativas, para mí banales y superficiales, para Castillo, integristas, denominación que también asumo, pero, en todo caso, muy delicadas, muy a tener en cuenta, y muy peligrosas. Siempre lo han sido, pero mucho más en esta época en que, vencido el principio de “autoridad porque sí, y en sí misma”, los fieles con cierto criterio no están dispuestos a aceptar, sin más, lo que venga de la jerarquía, sobre todo si se trata de esquemas mentales, que deberían ser lógicos y racionales, pero que, realmente, se hacen imposibles de asumir en los días que corren. Y, así, por esos derroteros, una renovación creativa, regeneradora y positiva de la Iglesia será, por completo, ¡imposible!
Volvamos a la Religión. Y lo primero que tenemos que recordar es que nuestra fe es una Revelación, y no una Religión, porque ésta es, siempre, una creación humana. Y algo que es fundamental poner en claro es que en las religiones primitivas la noticia transcendente de un, o de varios dioses, es tardía. Antes se practican una serie de ritos, es decir, existe un culto, que una vez superada la etapa de pruebas y de creatividad, cuando se establece como una especie de canon, se repite siglos y siglos, indeleblemente. Esta idea la he visto confirmada tanto empíricamente, no personalmente, sino por medio de un compañero de los Sagrados Corazones, el padre José María Porro Villarroel, como académicamente, en grandes tratados sobre Religión, sobre todo uno que puede considerarse como gran autoridad en el asunto. Me refiero a la obra de Ina Wunn (Universidad de Hannover), “Las religiones en la Prehistoria”, (2005, Akal Madrid 2012), un gran volumen, donde ni se menciona a Dios.
Lo que nos contó José María, y que nos sorprendió tanto fue que entre los Yanomani, que habitan principalmente en Venezuela, y, además, en los estados brasileños de Amazonas y Roraima, fue que esos indígenas, en contra de lo que siempre nos habían contado de la evolución de la religiosidad natural, no tuvieran, por los primeros años de la década de los 70 del siglo pasado, el XX, ninguna idea, ni palabra, ni concepto que recordara alguna referencia de transcendencia, es decir, que los llevara a lo que nosotros llamamos Dios. Y la confirmación académica es el citado libro de investigación de la profesora Ina Wunn , quien en su largo y exhaustivo trabajo9 de investigación entre las religiones prehistóricas no encontrara referencias de un, o varios, ser o seres transcendente(s), sino solo de ritos y cultos. Esto nos hace sospechar, y es conclusión casi unánime entre los investigadores e historiadores de las Religiones, que lo que en verdad articula y modela un grupo religioso no es su percepción conceptual de Dios, o de los dioses, sino su modelo y praxis de ritos y culto con el que se defienden de los desafíos y amenazas de las fueras y de las incidencias del Universo. Y si esto es así, estamos cerca de entender, exactamente, el motivo por el que es tan importante, para tantos y tan importantes y decisivos ministros del culto, y guardianes de los ritos sagrados “cristianos”, la estricta fidelidad, y la rigurosa ortodoxia del culo y de la Liturgia en la Iglesia.
Y entonces surge la pregunta, y la insoslayable cuestión: en el Evangelio, y en los hechos y dichos de Jesús, ¿es importante, fundamental, o decisivo, el tema del culto y de la pureza de los ritos, sino, más bien, no representa el Maestro de Nazaret un incuestionable e indiscutible crítico de las falsas seguridades, y, todavía más, de la hipocresía que se puede esconder en el mero cumplimiento de los rituales sagrados, como fuente y garantía de la benevolencia divina, más que en los verdaderos sacrificios que “le gustan a Dios”, como son la obediencia, la justicia, y el derecho, y las entrañas de misericordia con los semejantes, en la línea de los profetas clásicos? ¿Se puede presentar la pureza ritual, la liturgia impecable y estética, como signo esencial, y uno de los más importantes, de los seguidores de Jesús, como algunos supuestos próceres la Iglesia, -¡solo supuestos!-, nos quieren indicar?