FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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miércoles, 17 de abril de 2019

Domingo de Pascua - Ciclo C 21 de abril de 2019

  XABIER CAMINO SDB

  LA PALABRA DE DIOS 
• Hechos 10, 34a. 37-43: La historia de Jesús se resuelve en la Resurrección.
• Sal 117, 1-2. 17. 22-23: Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
 • Colosenses 3, 1-4: Nuestra vida está en la vida de Cristo.
• Juan 20, 1-9: El amor vence a la muerte, la experiencia del discípulo verdadero. 
CLAVES PARA LA HOMILÍA 
• El sepulcro vacío. • El testimonio. • Ser testigos de la Resurrección del Señor. 
PROPUESTA DE HOMILÍA 
Celebramos hoy el domingo de Resurrección, el domingo de la Pascua, el domingo de la Vida. La Pascua es el tiempo litúrgico que mejor refleja el ser de la Iglesia: comunidad que camina de la mano del Señor .
Resucitado.   Este tiempo nos recuerda que estamos llamados a ser testigos, con palabras y con obras, de la experiencia de descubrir al Resucitado en nuestras vidas, es decir, que el acontecimiento de la Resurrección, acaecido en la persona de Jesucristo, toca nuestra humanidad dando sentido a nuestra vida y permitiendo expresar con alegría a todo el mundo los frutos de conversión cosechados durante la cuaresma.  Las lecturas que hemos escuchado nos hablan del testimonio de los primeros cristianos, aquellos discípulos del Señor que reconociéndose elegidos por Dios para una misión y, principalmente, sabiéndose amados por el Señor, se dejaron transformar por la acción del Espíritu para comunicar lo que habían visto y oído.
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MISA CON niños DOMINGO de PASCUA de RESURRECCIÓN “Vive Cristo” 21 de abril de 2019

IÑAKI LETE SDB 
 (La  celebración  de  esta  gran  fiesta,  la  fiesta  de  Pascua,  ha  de  destacar  en  sus  signos  de  fiesta y  alegría:  cuidar  la  vestimenta  de  los  sacerdotes  y  monaguillos,  los  manteles  nuevos,  el  color blanco,  las  flores,  las  luces,  la  dignidad  del  cirio  pascual,  que  representa  a  Cristo  Resucitado, el  incienso  para  incensar  el  cirio  al  comenzar  la  celebración  o  antes  de  la  lectura  del  evangelio, un  recipiente  con  el  agua  bendecida  en  la  vigilia  o  con  agua  bendita,  algún  cartel  o  proyección con  frases  de  “resucitó”  “aleluya”,  o  algún  dibujo;  todo  ello  son  signos  que  hacen  relación  a  la solemnidad  de lo que se está celebrando. IR A LA PÁGINA

JUDAS ISCARIOTE: ¿MITO O REALIDAD?

col spong
Entre los caracteres más conocidos del Nuevo Testamento está aquel a veces llamado “el anticristo”. Siempre es presentado en tonos oscuros, como agazapado en las esquinas, ocultando su rostro. Se dijo de él que “haría cualquier cosa por dinero”. En el cine, obras como “El Rey de Reyes”, y en el teatro - “Jesucristo super estrella”, entre otras, este carácter es siempre el segundo protagonista, la contraparte del héroe. Su nombre es Judas, pero en el Nuevo Testamento, típicamente se le da un título identificador, de modo que su nombre casi nunca es mencionado sin ese título. Se le llama Iscariote. Judas Iscariote.
¿Qué significa esta palabra? Antes, los eruditos pensaban que guardaba relación con su lugar de origen y señalaban que debería ser el poblado de Kerioth, en Judea. De ser cierto, esto haría de Judas el único discípulo no galileo. A partir de ahí, surgió la especulación de que su acto de traición se explicaba por el hecho de ser “forastero”. La especulación bíblica suele lanzarse a toda carrera con escasos datos reales.

Luego, alguien notó que en el primer siglo la gente no inventaba títulos para designar el lugar de origen. En esos tiempos decían “Jesús de Nazaret”, Pablo de Terso” o incluso “Pedro de Betsaida”. Hay sólo dos personas en el Nuevo Testamento que llevan este título descriptivo acompañando sus nombres: Judas Iscariote y María Magdalena. Hoy, el pensamiento común de los estudiosos es que esos títulos no se refieren al origen geográfico sino al carácter. “Magdalena” parece derivar de la palabra “migdal” (escrito “mgdl”, en hebreo), que parece hacer referencia al estatus de María. Migdal, que originalmente significaba “torre”, devino en “grande”, “alto”, “enorme”. De ser así, María Magdalena significaría “María la Grande” o “Gran María”, una idea que abre la puerta a todo tipo de nuevas posibilidades a desarrollar. De “Iscariote”, por su parte, hoy se piensa que procede de la palabra “sicarius”, que literalmente significa “asesino”. “Judas el asesino” sería probablemente la mejor traducción del término. Para el tiempo en que este personaje aparece por primera vez en el Nuevo Testamento, su nombre ya ha sido conectado con la definición de “asesino”. Desde su primera mención, el recuerdo de este hombre no ha sido favorable.
Extrañamente, sin embargo, con todo lo central que fue el rol de este hombre en la historia de Jesús, no hay mención de él en ninguna fuente cristiana escrita hasta el s. VIII de nuestra era. Este hecho con frecuencia causa sorpresa en muchos, pero es verdad. Judas Iscariote hace su primera aparición en el tercer capítulo de Marcos, escrito en el año 72 e.c., unos 42 años después de la crucifixión. Esta referencia inicial está en Marcos 3:19. Marcos está describiendo los inicios del movimiento cristiano. Empieza con Juan Bautista preparando el camino, recibiendo y bautizando a Jesús y dando testimonio de su futura grandeza. Luego Marcos relata la historia del arresto de Juan y señala que, a partir de ese hecho, Jesús asume el liderazgo del movimiento. Luego describe el comienzo del movimiento de Jesús con el llamado a los discípulos y la ejecución de “actos de poder” o milagros que muestran su poderío. Finalmente, de entre un grupo de seguidores, dice que Jesús eligió a doce “para estar con él y ser enviados a predicar y contar con autoridad para expulsar demonios” (Mc. 3:14-15). Luego, Marcos hace una lista de los doce apóstoles, iniciándola con Pedro y dejando para el final a Judas Iscariote, “quien también lo traicionó”. El rol de Judas se expandirá con otros detalles que serán agregados a su vida cuando los demás evangelios fueron escritos – Mateo, en el año 85; Lucas, a comienzos de los 90; Juan, al final del primer siglo. No hay, sin embargo, mención alguna de Judas antes de Marcos. Hay referencias de Pedro y los 12 anteriores a Marcos, las que se encuentran en los escritos de Pablo, quien redactó sus epístolas entre los años 51 y 64, sin que se encuentre en ellas referencia alguna a Judas. ¿Acaso este hecho levanta sospechas acerca de la historicidad de Judas? Puede ser, pero no debemos apresurar conclusiones hasta que tengamos a la vista toda la evidencia disponible.
Hay quienes afirman que el hecho que Pablo no mencione a Judas es un argumento desde la omisión, lo cual nunca es un argumento poderoso. Pablo, sin embargo, no es tan silencioso como parece. Veamos qué dice Pablo que puede ser apropiado para este análisis.
Pablo es el primer escritor cristiano en usar la palabra “traición” en relación con Jesús. Lo hace en la primera carta a los Corintios (11:23-26), que fue escrita alrededor del año 54 e.c., un poco menos de una década antes de la aparición de Marcos. Este texto es uno de los dos, ambos en la misma epístola, en los que Pablo usa palabras similares para introducir lo que dice y reclamar autoridad especial para ello. He aquí, dice, “Yo recibí del Señor lo que también os he entregado” palabras que aseguran la atención de su audiencia. El contenido de ese material era: “que el Señor Jesús, la noche que fue traicionado (la palabra griega es “isparedideto”, que literalmente significa “entregado”), tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió”. Luego, Pablo sigue con la institución de la eucaristía cristiana. Es interesante notar que Pablo no dice quién lo “traicionó” o “entregó”. Por cierto, no hay nada en esta epístola que sugiera que la traición de Jesús fuera obra de uno de “los doce”.
Para fortalecer la idea de que éste no es un argumento basado en el silencio, nos movemos cuatro capítulos más adelante en esta misma carta, 1 Corintios, a la segunda y última vez que Pablo declara estar entregando material autoritativo de importancia original. Esta vez, en 1Corintios 15:3, Pablo escribe: “Os he enseñado como de gran importancia lo que previamente recibí”, y a continuación relata la primera versión de los eventos finales en la vida de Jesús. Describe la crucifixión en una frase: “Murió por nuestros pecados, de acuerdo a las escrituras”. Luego, describe el funeral de Jesús en sólo dos palabras: “fue sepultado”. Y de ahí salta a la experiencia pascual. 
Acerca de la resurrección, Pablo dice: “Que fue levantado al tercer día, de acuerdo a las escrituras, y que se apareció a Cefas y luego a los doce” (1Cor. 15:4-5). Noten la palabra en cursiva. Los “doce” incluye a Judas. Pablo está diciendo que tres días después de la crucifixión, los discípulos – los doce – estaban aún intactos. Cuando Mateo escribía a mediados de la novena década, luego de que la historia de Judas Iscariote había ingresado en la tradición, los discípulos eran mencionados como “los once” (Mt. 28:16). Obviamente, parece lógico concluir que Pablo nunca había oído la idea de que uno de los doce había traicionado a Jesús. ¿Significa ésto que la historia de Judas Iscariote fue una adición posterior, quizás mitológica, en la tradición de los evangelios? Ciertamente tal posibilidad queda abierta, pero aún se necesitan más datos antes que esa conclusión empiece a parecer probable. Así que profundicemos la investigación. ¿Es significativo que el nombre del traidor sea Judas? Judas es simplemente la versión griega de Judá, que es el nombre de toda la nación judía. A través de los evangelios hay un intento evidente de trasladar la culpa por la muerte de Jesús de los romanos a los judíos. Esto se ve más claramente en Mateo, cuando Pilatos, el rostro oficial de Roma en Judea, aparece lavándose las manos públicamente y proclamándose “inocente de la sangre de este hombre justo”, sólo para recibir en respuesta el clamor de la multitud judía gritándole “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Hacer el nombre del traidor idéntico al nombre de la nación también serviría al propósito de transferir la culpa ¿Verdad? Así es como la sospecha sobre la historicidad de Judas Iscariote entra en nuestras mentes y empieza a crecer.
Ahora veamos detalles de la historia de Judas. Marcos, Mateo y Lucas identifican unánimemente a Judas como “uno de los doce”. Marcos dice que las autoridades judías le prometieron un pago pero no especifica su monto. Sólo Mateo lo hace, con las famosas “treinta piezas de plata”. En la Última Cena, Jesús anuncia que “uno de los doce me traicionará”. Todos preguntaron “¿Seré yo?” Marcos no identifica a Judas. Mateo, sin embargo, nos muestra a Jesús respondiendo la pregunta de Judas con las palabras “tú lo has dicho”. Juan hace decir a Jesús: “a quien yo le de el pan mojado, ese es”. Luego mete el pan en la fuente y se lo ofrece a Judas. En Juan, Judas se hunde inmediatamente en la noche. Todos los evangelios coinciden en que el acto de la traición es un beso. Sólo Mateo, sin embargo, cuenta la historia del arrepentimiento de Judas y su intento por devolver el dinero. Ante el rechazo recibido, Judas arroja las monedas al interior del templo. También sólo Mateo cuenta la historia de Judas saliendo y colgándose. Lucas, en el Libro de los Hechos, insinúa una muerte bien diferente para Judas. En su relato, un Judas nada arrepentido va a inspeccionar el campo comprado con el dinero recibido, dice Lucas: “cayó de cabeza y se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch. 1:18). Eso no es el resultado de un colgamiento. Cada evangelio predice un terrible fin para el traidor e incluso es llamado ladrón en el cuarto evangelio. A medida que pasan los años, Judas se torna más y más malo.
De modo que los detalles bíblicos concernientes a Judas revelan que la historia de uno de los doce traicionando a Jesús es una tradición desarrollada posteriormente. Y le dieron al traidor el nombre de la nación sobre la que quieren poner la culpa por la muerte de Jesús. Y lo pintan con colores oscuros mientras buscan blanquear o exonerar a Pilatos. ¿Hay aquí algo que va más allá de la historia recordada?

¿Será posible que la historia de Judas Iscariote sea parte de una mitología en desarrollo? ¿Es Judas una persona real o es un carácter literario desarrollado posteriormente? Conservemos estas preguntas en la mente. Seguiremos en este tema con más evidencia bíblica en la próxima columna.

John Shelby Spong
© www.progressivechristianity.com

NO PUEDE HABER VIDA SI ANTES NO HAY MUERTE

FRAY Marcos
Jn 20,1-9
En este día de Pascua, debemos recordar aquellas palabras de Pablo: si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. Aunque hay que hacer una pequeña aclaración. La formulación condicional (si) nos puede despistar y entender que Jesús podía no haber resucitado, lo cual no tiene sentido porque Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Esa Vida era la misma Vida de Dios. Por lo tanto, la posibilidad de que no resucitara es absurda.
Lo primero que debemos tener en cuenta es que estamos celebrando hechos teológicos, no históricos ni científicos. Todavía la muerte de Jesús fue un acontecimiento histórico, pero la resurrec­ción no es constatable científicamente porque se realiza en otro plano, fuera de la historia. Esto no quiere decir que no ha resucitado, quiere decir que para llegar a la resurrección, no podemos ir por el camino de los sentidos y los razonamientos. Nadie pudo ver, ni demostrar con ninguna clase de argumentos, la resurrección de Jesús. No es un acontecimiento que se pueda constatar por los sentidos. Esta es la clave para salir del callejón sin salida en que nos encontramos por haber interpretado los textos de una manera literal.
La muerte y la vida física no son objetos de teología, sino de biología. La teología habla de otra realidad que no puede ser metida en conceptos. En ningún caso debemos entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. Esta interpretación ha sido posible gracias a la antropología griega (alma–cuerpo), que no tiene nada que ver con lo que entendían los judíos por “ser humano”. La reanimación de un cadáver, da por supuesto que los despojos del fallecido mantienen una relación especial con el ser que estuvo vivo. La realidad es que la muerte devuelve el cuerpo al universo de la materia, de una manera irreversible.
¿Qué pasó en Jesús después de su muerte? Nada. Absolutamente nada. La trayectoria histórica de Jesús termina en el instante de su muerte. En ese momento pasa a otro plano en el que el tiempo no transcurre. En ese plano no puede “suceder” nada. En los apóstoles sí sucedió algo muy importante. Ellos no habían comprendido nada de lo que era Jesús, porque estaban en su falso yo, pegados a lo terreno y esperando una salvación que potenciara su ser contingente. Solo después de la muerte del Maestro, llegaron a la experiencia pascual. Descubrieron, no por razonamientos, sino por vivencia, que Jesús seguía vivo y que les comunicaba Vida. Eso es lo que intentaron transmitir a los demás, utilizando el lenguaje humano al uso, que es siempre insuficiente para expresar lo trascendente.
Todos estaríamos encantados de que se nos comunicara esa Vida, la misma Vida de Dios. El problema consiste en que no puede haber Vida si antes no hay muerte. Es esa exigencia de muerte la que no estamos dispuestos a aceptar. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”. Esa exigencia de ir más allá de la vida biológica, es la que nos hace quedarnos a años luz del mensaje de esta fiesta de Pascua. Celebrar la Pascua es descubrir la Vida en nosotros y estar dispuestos a dar más valor a la Vida que se manifestó en Jesús después de su muerte que a la vida biológica tan apreciada.
Pero no debo quedarme en la resurrección de Jesús. Debo descubrir que yo estoy llamado a esa misma Vida. A la Samaritana le dice Jesús: El que beba de esta agua nunca más tendrá sed; el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida definitiva. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me coma, (el que me asimile), vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Creemos esto? Entonces, ¿qué nos importa lo demás? Poner a disposición de los demás todo lo que somos y tenemos es la consecuencia de este descubrimiento de la verdadera Vida.
Jesús, antes de morir, había conseguido como hombre, la plenitud de Vida en Dios, porque había muerto a todo lo terreno, a su egoísmo, y se había entregado por entero a los demás, después de haber descubierto que esa era la meta de todo ser humano, que ese era el camino para hacer presente lo divino. Eso era posible, porque había experimentado a Dios como Don absoluto y total. Una vez que se llega a la meta, es inútil seguir preocupándose del vehículo que hemos utilizado para alcanzarla. Todo el esfuerzo de la predicación de Jesús consistió en hacer ver a sus seguidores la posibilidad de esa Vida. Solo seremos sus seguidores, si descubrimos esa Vida de Dios en nosotros como él la descubrió y tratamos de manifestarla a través de nuestras relaciones con lo demás. Soy seguidor de Jesús en la medida en que asimilo ser otro Cristo (ungido) como él.

Feliz Pascua

col zapatero
Ya sé que socialmente no toca porque no cuadra con los criterios que la sociedad en que vivimos marca a la hora de establecer un tipo de comportamiento por lo que a nuestras relaciones personales respecta. No es, por ejemplo, tiempo de regalos o de reuniones familiares especiales, como es el caso de la Navidad, etc. Aunque a lo mejor, si lo apuramos un poco, podríamos aducir unas minivacaciones que, en algunos casos, han tenido como objetivo contemplar las procesiones de Semana Santa de algún lugar concreto del Estado.
Sea como fuere y dejando muy claro que no pretendo hacer ningún tipo de proselitismo, porque no va en absoluto conmigo, sí quiero, sin embargo, exteriorizar mis sentimientos, cargados de sabor a valores humanos y, por lo mismo, a Evangelio, para compartirlos con todas y todos vosotros con quienes me siento unido por vínculos muy diversos.
En primer lugar, feliz Pascua, a quienes pensáis que la vida es el valor más grande que tenemos las personas; a pesar de que tantas veces no la sepamos dar el valor que merece ni hacer algo o lo posible para que la de otras personas que viven dominadas por estructuras de muerte puedan saborear la dulzura que comporta vivir de una manera mínimamente digna. Una vida que en primavera tiene un sabor especial y diferente, porque cada año por este tiempo comienza un nuevo amanecer preñado de ese color e ilusión que nos brindan las flores del campo y el cantar de las aves.
Feliz Pascua, también, a quienes tenéis el pleno convencimiento de que solamente el amor es el valor que nos convierte de verdad en personas. Un amor que no admite distinciones de ningún tipo ni hace acepción de personas ni entre personas. Un amor que es capaz de dominar nuestros instintos más bajos consiguiendo que el odio y el rencor desaparezcan de nuestras relaciones humanas. A quienes pensáis que únicamente el amor y no la fe es lo que acerca al verdadero Dios, concretamente al Dios que Jesús muestra en el Evangelio.
Feliz Pascua, a cuantos/as pensáis que la amistad es un valor de precio incalculable, pero que exige cuidarla y cultivarla de manera constante; pues es tan frágil como la rosa de un jardín que puede marchitarse si no se la riega; pero a la vez tan necesaria para impregnar de buen olor nuestras relaciones humanas. A vosotras y vosotros que seríais incapaces de traicionar a esa persona que os ha abierto su corazón de par en par, y que está dispuesta a alargaros la mano siempre y a compartir vuestros mejores momentos, a pesar de que su vida no esté discurriendo precisamente por sendas placenteras.
Feliz Pascua, a todas y todos cuantos habéis decidido que hay que hacer los esfuerzos que hagan falta para mantener viva la esperanza. No solo cuando los triunfos llaman a vuestras puertas, sino cuando la adversidad se ceba en vuestras vidas o en las vidas de personas que queréis, que os quieren o con quienes mantenéis una relación especial de amistad o de amor. Feliz Pascua, a vosotros y vosotras, hombres y mujeres, que comprendéis que a otras personas puedan llegar a faltarles las fuerzas hasta el límite de la desesperación, haciendo algo por vuestra parte para intentar mitigar un poco semejante situación.
Feliz Pascua, a quienes tenéis cada día más fe. Pero no una fe religiosa, que muchas veces resulta bastante fácil y hasta cómoda. Sino una fe que se traduce en confianza plena en toda persona; sin tener en cuenta el ideario político, religioso o humano que pueda tener. En toda persona independientemente de su orientación sexual o afectiva, de su color o raza, de su estatus social y económico; procurando, eso sí, estar lo más cerca posible de aquellas y aquellos a quienes, por las razones que fueren, les está costando vivir con un mínimo de dignidad. Feliz Pascua a quienes seguís creyendo que la utopía continúa siendo más necesaria hoy que nunca porque no podemos dejar nuestras relaciones humanas y las relaciones entre pueblos en manos del poder y del dinero. A vosotras y vosotros que creéis que ser utópicos/as no es sinónimo, ni mucho menos, de ilusos i de bien pensantes sin más.
Feliz Pascua, a todas y todos a cuantos la sinceridad os comporta problemas por defender la verdad; no la vuestra, sino la que ayuda a levantar de la miseria, al menos un poco, a aquellas personas que viven enfangadas en lo más profundo de ella. A vosotras y vosotros que no habéis consentido nunca ni consentiréis que la injusticia se ponga por encima del derecho de nadie, de manera especial de las personas que son ignoradas totalmente por la ley. Feliz Pascua, a todas y todos cuantos gritáis ¡basta, ya! ante tanta corrupción que no hace sino que unos pocos acumulen grandes fortunas, mientras a una gran mayoría les falta lo esencial e imprescindible; tanto a nivel individual, como de pueblos y países.
Feliz Pascua, a quienes, a pesar de los reclamos insistentes a vivir pensando únicamente en vuestro confort y bienestar, habéis decidido comprometeros, desde vuestras capacidades, fuerzas y posibilidades, con todas aquellas causas que reclaman auxilio urgente por parte de los más desfavorecidos. Con las causas de quienes no cuentan para nadie; de quienes son ignorados por quienes rigen los destinos de los pueblos; de aquellas personas a quienes no se les da ninguna oportunidad o, en caso de dársela, se les niega una segunda. Con las causas de quienes carecen de los derechos más fundamentales y de quienes se ven obligados a huir de sus lugares de origen porque se les persigue de manera irracional e indiscriminada.
Feliz Pascua, a todas y a todos cuantos os implicáis de lleno para que la paz vaya haciéndose más realidad cada día. Una paz fundamentada en el diálogo y la palabra por encima de todo, detestando de manera absoluta la violencia y las armas. Una paz basada fundamentalmente en la justicia, donde cada persona sea respetada no por su fuerza y su poder, del tipo que fuere, sino por su condición humana sin más. Una paz fruto del respeto más absoluto de los derechos humanos fundamentales, como pueden ser entre otros, el trabajo, la vivienda, la sanidad, la cultura, el derecho a poder disfrutar de tiempos de esparcimiento y de ocio, y, por supuesto, el derecho a poder expresar su pensamiento, ideas y creencias con la libertad más absoluta.
Feliz Pascua, si perteneces al grupo de personas que se ha dado cuenta de que el perdón es propio únicamente de quienes están envueltos de una gran magnanimidad por los cuatro costados. De que la venganza es el arma de los cobardes, mientras que el amor es el instrumento más eficaz para hacer frente al odio. Feliz Pascua a ti, hombre y mujer, que has descubierto que no existe delito tan grande que sobrepase toda capacidad de perdón, y que tampoco se le puede negar nunca a nadie una segunda oportunidad.
Feliz Pascua, finalmente, si has tomado de verdad conciencia de que el universo es la gran casa común de todas y todos cuantos lo habitamos; comprometiéndote hasta la saciedad no solo por respetarlo, sino que además haces cuanto está en tus manos para cuidarlo, evitando el más mínimo gesto de depravación y de abuso, tanto desde los pequeños gestos individuales como desde el compromiso con las grandes causas comprometidas con su cuidado.
Estoy convencido de que vale la pena brindar por causas tan grandes, tan nobles y tan necesarias. Causas que vuelen a vida y a resurrección, a pesar de que parece que no toque socialmente. Por ello, creo que, a quienes aún tenéis la osadía y el coraje de apostar por ello, bien os merecéis una felicitación bien cordial y sincera:
¡FELIZ PASCUA!

Celebramos la vida

FRAY Marcos
Lc 24,1-12
La Vigilia Pascual es la liturgia más importante de todo el año. Celebramos la VIDA que en la experiencia pascual descubrieron los discípulos en su maestro Jesús. Los símbolos centrales de la celebración son el fuego y el agua, porque son los dos elementos imprescindibles para que pueda surgir la vida biológica. La vida biológica es el mejor símbolo que nos puede ayudar a entender lo que es la Vida trascendente. Las realidades trascendentes no pueden percibirse por los sentidos, por eso tenemos que hacerlas presentes por medio de signos que provoquen en nuestro interior la presencia de la Vida. Esa Vida ya está en nosotros.
El recordar nuestro bautismo apunta a lo mismo. Jesús dijo a Nicodemo que había que nacer de nuevo del agua y del Espíritu. Este mensaje es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. En el prólogo del evangelio de Jn dice: “En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres”. Estamos recordando esa Vida y esa luz en la humanidad de Jesús. Al desplegar la misma Vida de Dios, durante su vida terrena, nos abrió el camino de la plenitud a la que todos podemos acceder. En todos y cada uno de nosotros está ya esa Vida.
Lo que estamos celebrando esta noche es la llegada de Jesús a esa meta. Jesús, como hombre, alcanzó la plenitud de Vida. Posee la Vida definitiva que es la Vida de Dios. Esa vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y psicológica, porque es lo que nosotros podemos sentir, es decir, descubrir por los sentidos. 
Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir lo que hay en él de Dios. Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, solo puede ser objeto de fe. Lo mismo nosotros, solo a través de la vivencia personal podemos comprender la resurrección.
Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la vida. Por eso tiene en esta vigilia tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. Jesús murió a lo terreno y caduco, al egoísmo, y nació a la verdadera Vida, la divina. Creemos que hemos sido bautizados un día a una hora determinada y que allí se realizó un milagro que permanece por sí mismo. Para descubrir el error, hay que tomar conciencia de lo que es un sacramento. Los sacramentos están constituidos por dos realidades: un signo y una realidad significada. El signo es lo que podemos ver, oír, tocar. La realidad significada ni se ve ni se oye ni se palpa, pero está ahí siempre porque depende de Dios que está fuera del tiempo. En el bautismo, la realidad significada es esa Vida divina que “significamos” para hacerla presente y vivirla

Autor Tema Libro de la biblia * Cita biblica Idioma Fecha de Creación (Inicio - Fin) Desde - a JESÚS NOS ENSEÑÓ QUE DIOS ESTÁ EN EL DOLOR

FRAY Marcos
Jn 18-9
Las tres partes en que se divide la liturgia del Viernes Santo, expresan perfectamente el sentido de la celebración. La liturgia de la palabra nos pone en contacto con los hechos que estamos conmemorando y nos abren perspectivas nuevas. La adoración de la cruz nos lleva al reconocimiento de un hecho de la vida de Jesús que tenemos que tratar de asimilar y desentrañar. La comunión nos recuerda que la principal ceremonia litúrgica de nuestra religión es la celebración de una muerte; no porque ensalcemos el sufrimiento y el dolor, sino porque descubrimos la Vida, incluso en lo que percibimos como sufrimiento y muerte.
No es nada fácil hacer una reflexión sencilla y coherente sobre el significado de la muerte de Jesús. Se ha insistido tanto en lo externo, en lo sentimental, que es imposible ir al meollo de la cuestión. No debemos seguir insistiendo en el sufrimiento. No son los azotes, ni la corona de espinas, ni los clavos, lo que nos salva. Muchísimos seres humanos has sufrido y siguen sufriendo hoy más que Jesús. Lo que nos marca el camino de la plenitud humana es la actitud de Jesús, que se manifestó durante su vida en el trato con los demás. Ese amor, manifestado en el servicio, es lo que demuestra su verdadera humanidad y, a la vez, su plena divinidad. 
¿Qué añade su muerte a la buena noticia del evangelio? Aporta una increíble dosis de autenticidad. Sin esa muerte, y sin las circunstancias que la envolvieron, hubiera sido mucho más difícil para los discípulos dar el salto a la experiencia pascual. La muerte de Jesús es sobre todo un argumento definitivo a favor del amor. En la muerte, Jesús dejó claro que el amor era más importante que la vida. Si la vida natural es lo más importante para cualquier persona, podemos vislumbrar la importancia que tenía el amor para Jesús. Aquí podemos encontrar el verdadero sentido que quiso dar Jesús a su muerte.
La muerte en la cruz, analizada en profundidad, nos dice todo sobre su persona. Pero también lo dice todo sobre nosotros mismos si nuestro modelo de ser humano es el mismo que tuvo él. Además nos lo dice todo sobre el Dios de Jesús, y sobre el nuestro, si es que es el mismo. Descubrir al verdadero Dios, y la manera en la que podemos relacionarnos con Él, es la tarea más importante que puede desplegar un ser humano. Jesús, no solo lo descubrió él, sino que nos quiso comunicar ese descubrimiento y nos marcó el camino para vivir esa realidad del Dios descubierta por él. Nuestra tarea es descubrirlo también en lo hondo de nuestro ser.
La buena noticia de Jesús fue que Dios es ágape. Pero ese amor se manifiesta de una manera insospechada y desconcertante. El Dios manifestado en Jesús es tan distinto de todo lo que nosotros podemos llegar a comprender, que, aún hoy, seguimos sin asimilarlo. Como no aceptamos un Dios que se da infinitamente y sin condiciones, no acabamos de entrar en la dinámica de relación con Él, que nos enseñó Jesús. El tipo de relaciones de toma y da acá, que seguimos desplegando nosotros con relación a Dios, no puede servir para aplicarlas al Dios de Jesús. El Dios de Jesús es el que se deshace por todos y nos obliga a deshacernos.
Un Dios que siempre está callado y escondido, incluso para una persona tan fiel como Jesús, ¿qué puede aportar a mi vida? Es realmente difícil confiar en alguien que no va a manifestar nunca externamente lo que es. Es muy complicado tener que descubrirle en lo hondo de mi ser, pero sin añadir nada a mi ser, sino constituyéndose en la base y fundamento de mi ser, o mejor, que es parte de mi ser en lo que tiene de fundamental. Todo lo que puedo llegar a ser ya lo soy, no como mi ego podría esperar sino como fundamento del ser.
Nos descoloca un Dios que no va a manifestar con señales externas su preocupación por el hombre; sin darnos cuenta de que al aplicar a Dios relaciones externas, le estamos haciendo a nuestra propia imagen. Al hacerlo, nos estamos fabricando nuestro propio ídolo. Nuestra imagen de Dios siempre tendrá algo de ídolo, pero nuestra obligación es ir purificándola cada vez más. Dios no es nada fuera de mí, con quien yo pueda alternar y relacionarme como si fuera otro YO, aunque muy superior a mí. Dios está inextricablemente identificado conmigo y no hay manera de separarnos en dos. Mi verdadero ser es esa identificación absoluta y total.
Un Dios –que nos exige deshacernos, disolvernos, aniquilarnos en beneficio de los demás, no para tener en el más allá un “ego” más potente (¿los santos?) si no para quedar incorporados a su SER, que es ya ahora nuestro verdadero ser– no puede ser atrayente para nuestra conciencia de personas individuales. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, permanece solo, pero si muere da mucho fruto”, es decir produce más vida. Este es el nudo gordiano que nos es imposible desenredar. Este es el rubicón que no nos atrevemos a pasar.
La muerte de Jesús deja claro que el objetivo de su vida fue manifestar a Dios. Si Él es Padre, nuestra obligación es la de ser hijos. Ser hijo es salir al padre, imitar al padre. Esto es lo que hizo Jesús, y esta es la tarea que nos dejó, si de verdad somos sus seguidores. Pero el Padre es amor, don total, entrega incondicional a todos y en todas las circunstancias. No solo no hemos entrado en esa dinámica sino que nuestra pretensión “religiosa” es meter a Dios en nuestros egoísmos; no solo en esta vida terrena, sino garantizándonos un ego para siempre.
La muerte no fue un mal trago que tuvo que pasar Jesús para alcanzar la gloria sino la suprema gloria de un hombre al hacer presente a Dios con el don total de sí mismo, viviendo y muriendo para los demás. Dios está siempre y solo donde hay amor. Si el amor se da en el gozo, allí está Dios. Si el amor se da en el sufrimiento, allí está también Dios. Se puede salvar el hombre sin cruz, pero nunca se puede salvar sin amor. Lo que aporta la cruz es la certeza de que el amor es posible aún en las peores circunstancias que podamos imaginar.
El hecho de que no dejara de decir lo que tenía que decir, ni de hacer lo que tenía que hacer, aunque sabía que eso le costaría la vida, es la clave para compren­der que la muerte no fue un accidente, sino algo fundamental en su vida. El hecho de que le mataran podía no tener importancia; pero el hecho de que le importara más la defensa de sus convicciones que la vida nos da la profundi­dad de su opción vital. Jesús fue mártir en el sentido estricto de la palabra. Ninguna circunstancia de su vida, ni siquiera la muerte, le apartó del Padre.
Cuando un ser humano es capaz de consumirse por los demás, está alcanzando su plena consumación. En ese instante puede decir: "Yo y el Padre somos uno". En ese instante manifiesta un amor semejante al amor de Dios. Si seguimos pensando en un dios de “gloria” ausente del sufrimiento humano, será muy difícil comprender el sentido de la muerte de Jesús. Dios no puede abandonar al hombre, y menos al que sufre. El que esté callado (en todos los sentidos) nos desconcierta, pero no quiere decir que nos haya abandonado.
Al adorar la cruz, esta tarde, debemos ver en ella el signo de todo lo que Jesús quiso trasmitirnos. Ningún otro signo abarca tanto, ni llega tan a lo hondo como el crucifijo. Pero no podemos tratarlo a la ligera. Poner la cruz en todas partes, como adorno, no garantiza una vida cristiana. Tener como signo religioso la cruz, y vivir en el hedonismo, indica una falta de coherencia que nos tenía que hacer temblar. Para poder aceptar el dolor no buscado, tenemos que aprender a aceptarlo voluntariamente el sacrificio buscado como entrenamiento.

Meditación-contemplación
La clave de una vida cristiana (humana)
está en vivir a tope la verdadera Vida,
conservando en su justo aprecio la vida, con minúscula.
Entonces descubriré que la vida biológica no es el valor supremo.
Si la VIDA es lo primero, todo tiene que estar subordinado a ella.

LA ENTREGA TOTAL ES LA META PARA JESÚS Y PARA NOSOTROS

FRAY Marcos
Jn 13,1-15
Considero la liturgia del Jueves Santo la más significativa de todo el año. Para mí, es la que mejor expresa lo que fue Jesús y su mensaje. Mañana recordaremos la muerte de Jesús, pero hoy se plantea el significado de esa muerte, que es mucho más importante para nosotros que la misma muerte. Ese significado lo encontramos en el relato que los evangelios hacen de la última cena. La protesta de Pedro en el relato de Jn, deja claro que, en aquel momento, no entendieron nada. No podemos reprochárselo, porque tampoco nosotros lo entendemos.
No sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. El mismo Jesús le dice a Pedro que no lo puede entender “por ahora”. Sabemos que no fue un rito de purificación (antes de comer estaba mandado lavarse las manos, no los pies). No responde a una necesidad urgente (los discípulos podían seguir con los pies más o menos sucios). Tampoco podemos reducirlo a un acto de humildad. Fue, sin duda una acción profética. La Biblia está plagada de esta manera de trasmitir una verdad profunda. Esta es la razón por la que, el recuerdo de lo que Jesús hizo se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos y palabras se encierra todo el mensaje Jesús.
El relato de Jn muestra la importancia que para aquella comunidad tenían lo recordado. Lo pone de manifiesto la grandiosa obertura con la que arranca el texto: “Consciente de que había llegado su “hora”, él, que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor hasta el extremo”. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. Aquí está la clave de la celebración de hoy. No importa que sea original de Jesús; es el sentir de la comunidad de Juan y eso es lo importante.
Nuestra reflexión va a comenzar por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Si entendemos esta equiparación, estaremos en condiciones de ahondar en el significado de los dos hechos. Lavar los pies era un servicio que normalmente solo hacían los esclavos. Jesús manifiesta que él está entre ellos como el que sirve. Es lo que había hecho Jesús durante su vida, pero ahora quiere hacer un signo que no deje lugar a la duda. Lo importante es lo que quiere significar.
Jn, el más espiritual de los evangelistas, el que más profundizó en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Esto debía hacernos pensar en la importancia del signo de lavar los pies. Sospecho que Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como servicio. "Yo estoy entre vosotros como el que sirve." Jesús no renuncia a ninguna grandeza humana, pero denuncia la falsedad de la grandeza que se apoya en el poder. La verdadera grandeza humana está en parecerse a Dios que se da sin reservas. Todo ser humano, también Jesús, es un proyecto que tiene que ser llevado a la realización completa. Esa plenitud, a la que puede llegar, está marcada por su capacidad de darse.
Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación que da Jesús a lo que acaba de hacer. Cuando seguimos insistiendo en los mandamientos de Moisés o los de la Iglesia, nos quedamos a años luz del mensaje de Jesús. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amarnos, eso sí, como Jesús amó. Una eucaristía celebrada como devoción, que comienza y termina en el templo, no es la eucaristía que celebró Jesús. Celebrar la eucaristía es aceptar el compromiso de darse totalmente. La eucaristía no es más que el signo de la entrega. Si no se da esa entrega, lo que hacemos será un puro garabato.
En el relato del lavatorio se dice lo mismo que en el partir el pan, pero evita el peligro de quedarnos en el aspecto formal y misterioso. El signifi­cado de la eucaristía lo percibiremos a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y, mientras lo parte y lo reparte, les dice: esto soy yo. Yo estoy aquí para partirme y repartirme, para dejarme comer, para que me asimiléis, para desaparecer dándome. Yo soy sangre, (vida) que se derrama sobre todos, que da vida a todos, que saca de la muerte a todo el que se deja empapar por esa Vida. Las palabras finales son muy importantes. Jesús dice que repitamos el gesto no para “conmemorar” el hecho, sino para que tomemos conciencia de su significado y lo vivamos.
Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para ser servido, sino para servir. Manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando se diera totalmente, cuando llegara al sacrificio total con la muerte asumida y aceptada. De ahí la profunda relación que tienen los acontecimientos del Jueves Santo con los del Viernes. Jesús des-trozado en la cruz, puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Solo cuando muramos a todos nuestros egos, llegaremos a la plenitud del amor.
Aunque Jn no menciona la eucaristía en la última cena, no se ha desentendido de un sacramento que tuvo tanta importancia para la primera comunidad. En el c. 6 de su evangelio encontramos la verdadera explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”. Para explicar esto, dice a continuación: “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que me presta su adhesión, nunca pasará sed”. Está muy claro que comer materialmente el pan y beber literalmente la sangre, no es más que un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo verdaderamente importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre, resumida en el servicio a los demás hasta desvivirse por ellos.
En el mismo c. 6, dice un poco más adelante: “El Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me “come” Vivirá por mí”. Para mí, no hay en todo el NT una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que viva como él vivió, tendrá también la misma Vida, la definitiva, la trascendente, la que no se verá alterada por la muerte biológica. Para hacer nuestra esa Vida, tenemos que aceptar la “muerte”, no la física (aunque también), sino la muerte a todo lo que hay en nosotros de caduco, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber verdadera Vida. No se trata renunciar sino de elegir la posibilidad de plenitud humana.
Volviendo al lavatorio de los pies. Esta actitud de Jesús, a los pies de sus discípulos, pulveriza la idea de Dios “Señor Soberano Todopoderoso” al que hay que servir. Jesús hace presente a un Dios que no actúa como Dueño sino como servidor del hombre. Dios está a favor de cada hombre, no imponiendo su voluntad desde arriba, sino trasformando al hombre desde abajo, desde lo hondo del ser humano y levantando al hombre a su mismo nivel. Todo poder, sobre todo el ejercido en nombre de Dios, es contrario al mensaje de Jesús. Ni siquiera el deseo de hacer bien al otro puede justificar ponerse por encima de los demás para violentarles.

Meditación
Jesús, Deshaciéndose, alcanza la plenitud.
Hoy lo descubrimos en el signo del lavatorio y la eucaristía.
Mañana, entregando su vida por amor.
Si soy capaz de morir a mi egoísmo,
alcanzaré la plenitud de Vida.
Si soy capaz de darme hasta la muerte,
permaneceré para siempre en la verdadera Vida.

TRES PROTAGONISTAS INESPERADOS

col sicre

Domingo de Pascua de resurrección.
Una elección extraña
Las dos frases más repetidas por la iglesia en este domingo son: “Cristo ha resucitado” y “Dios ha resucitado a Jesús”. Resumen las afirmaciones más frecuentes del Nuevo Testamento sobre este tema.
Sin embargo, como evangelio para este domingo se ha elegido uno que no tiene como protagonistas ni a Dios Padre, ni a Cristo, ni confiesa su resurrección. Los tres protagonistas que menciona son puramente humanos: María Magdalena, Simón Pedro y el discípulo amado. Ni siquiera hay un ángel. El relato del evangelio de Juan se centra en las reacciones de estos personajes, muy distintas.
María reacciona de forma precipitada: le basta ver que han quitado la losa del sepulcro para concluir que alguien se ha llevado el cadáver; la resurrección ni siquiera se le pasa por la cabeza.
Simón Pedro actúa como un inspector de policía diligente: corre al sepulcro y no se limita, como María, a ver la losa corrida; entra, advierte que las vendas están en el suelo y que el sudario, en cambio, está enrollado en sitio aparte. Algo muy extraño. Pero no saca ninguna conclusión.
El discípulo amado también corre, más incluso que Simón Pedro, pero luego lo espera pacientemente. Y ve lo mismo que Pedro, pero concluye que Jesús ha resucitado.
El evangelio de san Juan, que tanto nos hace sufrir a lo largo del año con sus enrevesados discursos, ofrece hoy un mensaje espléndido: ante la resurrección de Jesús podemos pensar que es un fraude (María), no saber qué pensar (Pedro) o dar el salto misterioso de la fe (discípulo amado).
¿Por qué espera el discípulo amado a Pedro?
Es frecuente interpretar este hecho de la siguiente manera. El discípulo amado (sea Juan o quien fuere) fundó una comunidad cristiana bastante peculiar, que corría el peligro de considerarse superior a las demás iglesias y terminar separada de ellas. De hecho, el cuarto evangelio deja clara la enorme intuición religiosa del fundador, superior a la de Pedro: le basta ver para creer, igual que más adelante, cuando Jesús se aparezca en el lago de Galilea, inmediatamente sabe que “es el Señor”. Sin embargo, su intuición especial no lo sitúa por encima de Pedro, al que espera a la entrada de la tumba en señal de respeto. La comunidad del discípulo amado, imitando a su fundador, debe sentirse unida a la iglesia total, de la que Pedro es responsable.
Las otras dos lecturas: beneficios y compromisos.
A diferencia del evangelio, las otras dos lecturas de este domingo (Hechos y Colosenses) afirman rotundamente la resurrección de Jesús. Aunque son muy distintas, hay algo que las une:
a) las dos mencionan los beneficios de la resurrección de Jesús para nosotros: el perdón de los pecados (Hechos) y la gloria futura (Colosenses);
b) las dos afirman que la resurrección de Jesús implica un compromiso para los cristianos: predicar y dar testimonio, como los Apóstoles (Hechos), y aspirar a los bienes de arriba, donde está Cristo, no a los de la tierra (Colosenses).

EL ANTI-TRIUNFO DE JESÚS RESUCITADO

comentario editorial
“Se dice que Jesús tuvo una seguidora que la amó tanto como para tener el valor de asistir a su crucifixión, una seguidora a la que amó tanto que la eligió como la primera en saber de su resurrección” (Evangelio de María Magdalena)
21 de abril. Domingo de Pascua de Resurrección
Jn 20, 1-9
Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto 
María Magdalena revela en una polifacética Cristofanía que ha sido notaria del suceso, en su Evangelio apócrifo:
"Por eso el Bien vino entre nosotros,hacia lo que es propio de toda la naturaleza,para reunirla con sus raíces”, añade en Folio 8.
Pero no únicamente con su resurrección, sino también con la nuestra, con la de los demás, y con la de todas las restantes criaturas de todo el Universo.
Yo las he visto hundir sus raíces en mi personal huerto, crecer hasta dar sombras en el verano a los cielos, florecer en primavera, y llenar con sus frutos las despensas, mientras, como dice uno de los personajes de la última película de Almodóvar, Dolor y Gloria“Los dioses se pasean por mi casa”. Y no únicamente pasean, sino que visitan mis salones, cuadros colgados en los muros de mi alma, y yo también los acompaño. Cuando se van fuera, (¿Pero es que los dioses pueden habitar acaso fuera de uno mismo?) yo acompaño a otro de los protagonistas del film, que con lastimera voz dice siempre mientras pasea por las orillas del Sena: “París sufre, París tiene hambre”.
Para no caer en la tristeza, y regresar a La Ciudad de la Alegría, de Dominique Lapierre, donde alimento mi júbilo, me sumerjo en la lectura de la Subida al Monte Carmelo, de San Juan de la Cruz, que me señala la manera de crecer, florecer y dar frutos: “desembarazarse de todo lo temporal, no embarazarse con lo espiritual, quedarse en la suma desnudez de espíritu”, es decir, andar por la vida libre de ataduras como hizo él, carmelita descalzo. Porque pretender escalar El Everest, con la mochila repleta de ideas y bienes materiales, es una ilusión nunca cumplida.
Podemos cumplirla cuando, como sugiere Ilios Kotsou en Cuaderno de plena conciencia:
“Nuestro cuerpo es un elemento muy accesible y disponible con el que practicar: ¡siempre está con nosotros! Por tomar un término empleado en el budismo, nuestro cuerpo es nuestro “vehículo” en este viaje que es la vida. Pero, en general, sólo nos conectamos a él cuando nos causa molestias. Vamos a aprender a conectarnos con él, a habitarlo realmente y en todo momento. Amputados de nuestras sensaciones, no podemos darnos cuenta a tiempo del impacto que nuestro entorno tiene sobre nosotros. ¡Aprender a reconectarnos con nuestro cuerpo es esencial para nuestra calidad de vida!”.
O con William Shakespeare, que dice en Hamlet“Tengo que creer que hay un camino a través de esto. Que hay una vida normal esperándonos, las cosas que solían ser. Marie me hace sentir que hay esperanza”. Una esperanza que, como él, yo también la amo y la deseo.
incen notredam
LA CATEDRAL DE PARÍS
Son las 19 de la noche, de hoy lunes 15 de abril de 2019,
y en el telediario hemos podido ver
la Catedral de Notre Dame ardiendo.
Una joya del gótico mundial de cuyo incendio ha dicho alguien,
que cuando se quema una catedral,
algo se quema dentro de nosotros.
Víctor Hugo escribió la novela Notre Dame de París,
y la llamó la bella Esmeralda.
Una muerte anunciada por otra significativa novela histórica:
¿Arde París?, de Larrins Collis y Dominique Lapierre.,
como anunciada estaba también la muerte de Jesús el Viernes Santo?
La ópera Rigoletto, de Giuseppe Verdi,
me trae a la memoria estos recuerdos:
Cayó sobre ella el fuego, como el asesino puñal de Sparafucile 
se hundió en el pecho de Gilda.
En el Acto segundo, el duque de Mantua canta “¡Ella mi fu rapita!”,
y en el tercero, Maddalena suspira “¡Bella figlia de ll’amore”!Lamentaciones ambas que me recuerdan los de María Magdalena en el Calvario.
¿Podrá el bufón jorobado y deforme campanero Quasimodo,
volver a repicar las campanas
y devolvernos a Gilda, la catedral de París, y Jesús, resucitados

Absolutamente intolerable


José María Urio Ruiz de Vergara 
Redes Cristianas
Cada vez que me dispongo a contemplar el espectáculo de una super-misa de las que nos televisan desde el Vaticano, algo dentro de mí me alerta de que, con mucha probabilidad, terminaré por llevarme un chasco, que se convertirá en un serio disgusto, después en decepción, y por fin, en una profunda e incontrolable indignación. Y tan clara y diáfanamente soy consciente de los pasos que he descrito, que a veces me pregunto si no estaré evolucionando, hasta convertirme en un irremediable masoquista. Recuerdo lo que escribí en la primera Misa Pontifical que presidió, para el mundo entero, el papa Francisco ante las cámaras de la RAI, que, en mi opinión, son las que salen más bien paradas de esas demostraciones de ostentación litúrgica. Afirmé que veía al Papa con una mala cara, como de susto, enfado e impotencia, ante el mal trago que, según parecía, se veía obligado a enfrentar.
También recordé cómo, poco después del término del Concilio Vaticano II, hubo varios altos jerarcas de la Curia Vaticana, entre los que se destacó un cardenal cuyo nombre ahora no recuerdo, que nos acusaba, digo “nos”, en primera persona del plural, porque yo me veía metido en ese amplio. e indefinido saco, de “jóvenes curas irresponsables” que, tirando por la calle del medio, y adelantándonos a los consejos y normas de los sesudos y veteranos responsables de la liturgia, -la de siempre, que por lo visto el Concilio no había reformado en nada-, con nuestras libertades y ocurrencias litúrgicas, a las que tachaba de “un abuso”, estábamos poniendo en peligro la aceptación misma de la Reforma litúrgica, más serena que entusiasta, en toda la comunidad eclesial. Yo me enfadé a lo latino-americano, es decir, me enojé de verdad, y respondí, preguntando con todas las ganas, qué se parecía más a lo que hizo Jesús en la Última Cena, si las misas íntimas, coloquiales entrañables, de mesa redonda, de las que nos acusaban, o la parafernalia de un Pontifical vaticano, o catedralicio diocesano, con un mar de sombreros que fueron primero egipcios, después, bizantinos, y que ahora llamamos, transidos de emoción, “Mitras”.
Y ahora voy a volver al rito de la Bendición, procesión, y celebración de la Eucaristía del Domingo de Ramos en la Basílica de San Pedro. Observé a Francisco, como de costumbre, con cara de poca emoción, y poco o nada entusiasmado con la larga ceremonia que tendría que presidir. Tengo que reconocer, humildemente, que no aguanté el ritmo lento y tedioso de la transmisión, y acabé dormido, apoyado en la mesa de mi sala de lectura. Menos mal que, oportunamente, me llamó mi amiga Paloma al teléfono, y desperté a tiempo de poder ser testigo de la actuación que provocó en mí una indignación, cuya intensidad, y claridad de motivos, no recordaba, y que ha sido la causa del título de este artículo: “¡absolutamente intolerable!”.
Sería, sin embargo, injusto no destacar los aspectos más positivos, que los tienen, y mucho, los liturgos y estetas del Vaticano, quienes son verdaderamente especialistas en aprovechar los amplios espacios de que disponen para organiza el ritmo y la agilidad de los movimientos de los ministros de la liturgia. Así que no me extrañé lo más mínimo cuando, en el momento oportuno, recorrió los pasillos laterales y central un desfile de presbíteros, con algún diácono, con sus respectivos copones bien rellenos de formas consagradas para distribuir la Comunión a los comulgantes. Una vez situados todos los miembros de la fila de clérigos en sus lugares señalados, otra procesión, esta vez de seglares varones, aparecieron con paso ligero, y pertrechados cada uno con un paraguas de colores blanco y amarillo, los de la bandera del Vaticano, quienes, colocados al lado de cada uno de los clérigos, les servían de protección, y les daban visibilidad. Imagino que no sería yo el único de los espectadores que se preguntó por qué ambas filas estaban constituidas exclusivamente por varones, y la primera, la de los distribuidores de la comunión, con una exclusividad más limitada y excluyente: solo de clérigos.
A estas alturas, distantes más de sesenta años del Concilio Vaticano II, pensamos muchos que la Curia vaticana ha tenido tiempo de enterarse, y de asumir, que el ministerio de dar la comunión no es exclusividad de los presbíteros y diáconos, sino apto, también, para ser ejercido por bautizados, varones y mujeres, que por su edad y prudencia están perfectamente habilitados para ese servicio. Así lo entendíamos por los años setenta en Brasil, y, ahora, en España, y Francia, -que yo sé, porque todos los años tengo constancia de la Liturgia en estos dos países, y por informaciones varias, en casi toda la Iglesia que quiere cumplir las determinaciones litúrgicas del Concilio Vaticano II. Pero, por lo que vemos, no se encuentran entre ese tipo de católicos los responsables de la Liturgia en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Pues bien, a pesar de mi decepción y tristeza por lo señalado en el párrafo anterior, no era ese abuso prepotente de clericalismo, tan contrario a las enseñanzas y alarmas que propala el papa casi todas las semanas, que habían provocado la fiereza de mi título. Se trata de algo mucho peor, por incurrir en una recesión incomprensible desde todas las perspectivas que la contemplemos, y un ejercicio antipedagógico, dado el carácter ejemplar y didáctico que tiene, para muchos católicos, la liturgia que televisan desde la sede papal. Me refiero al tesón del que hicieron gala los que daban la comunión a los fieles para, salvando el obstáculo físico de las manos extendidas, y de la voluntad inequívoca de recibir la comunión en las manos, conseguir que todos la recibieran en la boca. Constituye este comportamiento un abuso clerical intolerable, prepotente, que niega un derecho sagrado que tiene todo bautizado, como es recibir la comunión en las manos, acercándosela él mismo respetuosamente a la boca.
Varios feligreses me han hecho ver lo inconveniente y fuera de tiempo y lugar que queda este inadecuado atributo de poder clerical. Y una feligresa, doctora de medicina preventiva, me afirmó estar equivocada al pensar que la jerarquía de la Iglesia mostraría más responsabilidad para colaborar en la prevención y eliminación de pandemias y de epidemias. Desgraciadamente, ya vemos que no. Lo que sí parece quedar claro es que el papa Francisco tiene muy cerca a los que ponen palos en el carro de sus reformas, que no son las de él, sino las del Sacrosanto Concilio Vaticano II.

La eucaristía: sacramento de la no-dualidad y del compromiso (y III)


Victorino Pérez Prieto

Victorino PrietoMaestros como Teilhard de Chardin, Raimon Panikkar y Henry Le-Saux -al lado de otros autores más citados que han reflexionado sobre el tema-, son una gran ayuda para vivir la Eucaristía como algo fundamental en la experiencia religioso-espiritual, personal, comunitaria y cósmica del cristiano. La Eucaristía es el sacramento por excelencia de la vida cristiana y del despertar. Ojalá estas reflexiones pueden ser una pequeña ayuda para vivir mejor la eucaristía más hermosa del año: la del Jueves Santo. Por probemas tecnicos con las fotos, este post ira austeramente solo con el texto escrito. Con mi mejores deseos para el Triduo pascual.··· Ver noticia ··

La eucaristía: sacramento de la no-dualidad y del compromiso (y III)


Victorino Pérez Prieto

Victorino PrietoMaestros como Teilhard de Chardin, Raimon Panikkar y Henry Le-Saux -al lado de otros autores más citados que han reflexionado sobre el tema-, son una gran ayuda para vivir la Eucaristía como algo fundamental en la experiencia religioso-espiritual, personal, comunitaria y cósmica del cristiano. La Eucaristía es el sacramento por excelencia de la vida cristiana y del despertar. Ojalá estas reflexiones pueden ser una pequeña ayuda para vivir mejor la eucaristía más hermosa del año: la del Jueves Santo. Por probemas tecnicos con las fotos, este post ira austeramente solo con el texto escrito. Con mi mejores deseos para el Triduo pascual.··· Ver noticia ··

Arde Notre Dame

Faustino Vilabarille
Redes Cristianas
Notre DamePara Dios vale infinitamente más un niño que todas las catedrales del mundo juntas
La primera noticia personal que recibí del incendio de la Catedral de París fue el WhatsApp de un amigo que decía: “La Catedra de París en llamas en Semana Santa, ¿será un signo?
Mi respuesta fue esta: “Cuando los discípulos reclamaron la atención de Jesús sobre la grandeza del templo de Jerusalén El contestó: ‘no quedará piedra sobre piedra’. El verdadero templo de Dios son los seres humanos. Al final no se nos va a preguntar por ningún templo, ninguna
catedral, ninguna basílica, solo por los seres humanos: ‘tuve hambre, tuve sed… Mateo 25,31-46. San Pablo dice : ‘el templo vivo de Dios donde El habita son los seres humanos” . (Ver 1ª Corintios 3,16-17)
La primera cita la recogen tres Evangelistas, signo de su autenticidad. Marcos la narra así en 13,1-2: “Al salir del templo, uno de sus discípulos le dice: “Maestro, mira qué piedras, y qué construcciones”. Jesús le contestó: “¿Ves esas grandiosas construcciones? No quedará piedra sobre piedra que no sea derruida”.
Jesús no vino a enseñarnos a construir iglesias, ni catedrales, ni basílicas. Vino a enseñarnos a:
– amarnos unos a otros,
– a sentir hambre y sed de justicia,
– a dar de comer al hambriento,
– a dar de beber al sediento,
– a vestir al desnudo,
– a acoger al forastero (inmigrante),
– a atender al enfermo,
– a visitarlo en la cárcel.
Podemos ver los textos en Juan 13,34-35, Mateo 5,6 ó Lucas 6,21 y Mateo 25,31-46.
Hemos visto a la gente llorar mirando las llamas, otros que no podían ni mirar, otros comentando que Notre Dame es el monumento más visitado del mundo con 15 millones de
turistas al año.
De esos 15 millones, seguro que no van ni un millón al año, al menos a visitar a los más pobres de Africa, de Suramérica, o de la India, ni mucho menos a quedarse con ellos para acompañarlos, enseñarles a superar el hambre, la sed, el frío, la enfermedad, para que puedan vivir allí un
poco más dignamente y no tengan que emigrar exponiéndose a perder la vida por el camino o pasar mil penurias si llegan a destino. Ni a echar una mano a los miles de mujeres africanas que alimentan a sus recién nacidos con huevos de hormiga porque sus pechos no dan leche ni la pueden conseguir, o peor aun los dejan abandonados en cualquier lugar o en el fondo de una
letrina porque no tienen absolutamente nada que darles, o les rompen un brazo o una pierna para que den más pena y ponerlos a pedir.
Esto no son frases sensacionalistas, son hechos concretos que están sucediendo todos los días.
A la Francia que llora Notre Dame y va a gastar muchos millones en reconstruirla, habría que preguntarle qué está haciendo con el Niger donde con su multinacional Areva extrae uranio para alimentar a sus 59 centrales nucleares, mientras que el Níger tiene un IDH de tan solo 0,354, que refleja un país en extrema pobreza con PIB 360 € por persona y año en 2017, escasamente 1 € al día, situándose así entre los tres países más pobres (empobrecidos) del mundo.
En el mundo desarrollado hemos sustituido a Dios por la religión, y profanado así el mensaje liberador integral del hombre, que envío al mundo por medio de su Hijo Jesucristo, para que todo ser humano pudiera llegar a vivir dignamente.
Los poderosos de hoy económica y políticamente, que se consideran los amos del mundo, pasan tan indiferentes ante el sufrimiento de los cientos de millones de oprimidos, “que son como locos enamorados de la muerte, que no tienen la honradez de reconocer que matan para robar”, como las
materias primas a los países pobres.
A ver si nos comprometemos todos a luchar por un mundo más justo y digno para todos los seres humanos y toda la creación, porque:
“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo” (Eduardo Galeano), y así entre todos hacemos de él el mejor templo vivo de Dios para todos los seres humanos, pues “yo he venido para que todos tengan vida y vida en abundancia, dice Jesucristo.

Notre-Dame: Una aguja para recoser la trascendencia


Eloi Aran

Notre Dame[Catalunya Religió] En una sociedad del espectáculo como la nuestra, la caída de la aguja central de la Catedral de Notre-Dame de París mientras es devorada por las llamas forma parte del consumo mediático, pero, al mismo tiempo, despierta en el espectador una serie de interrogantes sobre la trascendencia que quedaban adormecidos en el inconsciente de la Europa secularizada. Las comparaciones siempre son insuficientes e injustas, es decir, que tampoco se acaban de ajustar, pero los habitantes del pueblo de Rosellón deberían sentir algo parecido a los parisinos cuando se derrumbó su campanario en 2016. Cuando el patrimonio sacro desaparece siempre hay una doble lectura, la de la comunidad creyente, y la de la sociedad civil como obra que representa el paisaje anímico de la colectividad.··· Ver noticia ···