miércoles, 30 de mayo de 2018
I Jornadas de Familia Salesiana: “Familia y Pastoral Juvenil”
- Por: Borja Pérez y Josean Hernández
Se busca vivir una experiencia de vida de familia entre los distintos grupos de la Familia Salesiana del ámbito territorial de la inspectoría salesiana de Santiago el Mayor, fomentando la formación y reflexión conjunta de los distintos grupos que formamos la Familia Salesiana inspectorial, en torno al tema de la familia.
Horario provisional de las Jornadas:
Viernes 12
9:00Acogida
11:30Oración (Comienzo Jornadas)
11:45Presentación – Inauguración Jornadas
12:15Ponencia 1 - “Familia y Pastoral Juvenil: Un desafío para la Familia Salesiana”
14:00Comida
16:00Mesa redonda con diferentes responsables de la FASA
18:00Ponencia 2 – “Amoris Laetitia: Claves y lectura salesiana”
20:00Eucaristía
21:00Cena
22:00Encuentro de familia (Oración – Buenas noches)
Sábado 13
8:30 Eucaristía
10:00Ponencia 3 – “Claves para una pastoral juvenil orientada a la familia”
12:00Comunicando experiencias de Pastoral familiar
14:00Comida
16:00Intervención Secretario mundial de la FASA (Eusebio Muñoz)
18:00Foto
18:30Trabajo por Grupos
20:00Oración –Buenas noches
21:00Cena
20:00Velada
Domingo 14
8:30Oración
10:00Conclusiones
11:00Clausura
12:30Eucaristía
14:00Comida y despedida
Recordamos algunos datos prácticos de interés:
- En el Puente de Pilar de 2018 (12 a 14 de octubre).
- En el Escorial.
- Dirigido a Miembros de la familia salesiana inspectorial, amigos de Don Bosco, jóvenes del MJS.
- Se plantean diferentes fórmulas de participación para facilitar la misma buscando opciones más económicas. Los precios, junto al resto de detalles, pueden consultarse en el díptico informativo “Una misión compartida: Familia y pastoral juvenil”
- Para inscribirte y acceder a toda la información del encuentro, se puede acceder al sitio web que se ha habilitado.
Se puede llevar a cabo ya la preinscripción. En el momento de ésta habrá que hacer un pago de 25 euros. El pago final se hará en el mes de septiembre.
Adjuntos
…Y TODO EMPIEZA ¡COMO NO! EN TORNO A LA MESA
FE ADULTA
Así de sencillo y normal, así de cotidiano y desmitificado, la Iglesia, la comunidad cristiana empieza alrededor de la mesa, del compartir sabores y saberes. Del mostrarnos como somos, del contar la vida y lo que nos la deteriora…
Con la renovación litúrgica del Concilio se dio el gran paso de “altar de sacrificio y de ofrenda para calmar la ira de Dios o conseguir su favor: rodillas, latín, incienso… sentido de expiación, mujeres con velo, separadas de los hombres, el sacerdote –como en el AT– era el intermediario imprescindible ante Dios.
La reforma litúrgica, cambia el sentido de fondo: no es altar de sacrificio sino mesa alrededor de la que se reúne la comunidad. Todo da un giro: lengua vernácula, distribución del mobiliario significativo de lo que queremos ritualizar, participación del pueblo o comunidad.
Ya no es altar de sacrificio (AT) sino mesa de la comunidad. Celebración, no expiación.
AMBIENTACIÓN ANTROPOLÓGICA:
- Jesús, compañero de mesa, no nos obliga a ir a misa, nos invita a ser mesa de acogida y de compartir si queremos ser sus amig@s.
La eucaristía cristiana es un sacramento hondamente arraigado en la vida humana. La Eucaristía es, ante todo, la comida humana, el hecho del comer, que deviene sacramento dentro de una vivencia de fe.
La eucaristía como signo central de la fe arraiga en el simbolismo, que ya de por sí posee la comida humana, por el cual remite a lo trascendente y queda abierta al Misterio.
Podemos distinguir una triple dimensión en el comer:
- es ante todo un hecho humano: sentido antropológico
- puede ser un hecho sacral: sentido religioso
- finalmente puede devenir un hecho evangélico: sentido cristiano
Desde el punto de vista antropológico su sentido simbólico se ramifica en tres aspectos:
a) Es y expresa una comunicación con la tierra de la que proviene. Comer es entrar en comunión con las energías y fuerzas cósmicas vehiculadas por lo que se degusta e ingiere. Es recibir esa energía que renueva la vida, se regenera la persona, y se experimenta una sensación de plenitud no sólo fisiológica, sino síquica, existencial.
La Tierra y el Cosmos son a su vez símbolos máximos de Vida, epifanías de una Energía renovadora a través del campo, su fertilidad, sus frutos; a través del sol, de la luna con sus ciclos y estaciones, del mar… Están lindando con lo Trascendente y, por tanto, con lo religioso, inseparable de lo antropológico.
Se entra en comunión con toda la realidad cósmica, primero a través de la respiración, del baño en las aguas y la recepción de los rayos solares y finalmente a través del comer.
b) La comida-bebida es expresión de dependencia, de creaturidad. Por esta acción manifestamos y experimentamos que necesitamos salir de nosotros mismos para subsistir. En ella nos encontramos con algo que nos viene de fuera y que necesitamos vitalmente, ya que no podemos sacarlo de nuestro interior.
Somos solidarios del universo porque dependemos de él. Es nuestra dimensión cósmica más palpable. Vivimos gracias a los frutos de la tierra. Este sentido de religación nos insinúa ya lo religioso.
c) El comer es signo de comunicación interhumana, tendemos a comer con, y no a solas. La comida es de raíz una acción que implica comunidad, comunión, comunicación.
Si falta esta dimensión la comida se convierte en simple nutrición. No es un acto humano integral:
- comer y beber juntos es expresión de nuestra unidad de origen y de nuestra solidaridad en la condición humana: compartimos un mismo origen y destino, un mismo arraigamiento en la tierra, en el cosmos.
- comer es muchas veces el resultado de un acto de convidar. La comida deviene convite. Es un hacer común la vida. Se desdobla en dos momentos: en un dar de comer y en un aceptar el comer acogiendo el don.
El que convida le está diciendo a su huésped: te doy mi alimento y mi bebida, con ellos te doy y deseo la salud que producen en mí, así compartimos la misma vida. Mi vida será tu vida, y mi persona será tu persona, te doy mi amistad. Cuando se dan estas circunstancias el convite significa unión personal. Aquí ya vislumbramos la eucaristía como sacramento de la presencia.
- Comer juntos no es sólo entre dos, es muchas veces la acción de un grupo. Como dicen los antropólogos, el comer juntos significa sellar la unión del grupo (familia, pueblo, barrio…), pensemos en ciertas fiestas, romerías… todos se sientan alrededor de la sartén, la hoguera, el cordero… de ahí surge la comensalidad y la convivialidad. Todos tienen un mismo sentimiento de alegría, se contagian un mismo afecto, se generaliza el intercambio de confianza.
Este sustrato popular de comer y beber es terreno abonado para que surja y crezca la comunidad, la eucaristía. Tema hospitalidad, pastoral de la mesa.
¿Por qué pan y vino?
El pan ha sido el alimento base de la cultura mediterránea. Acompaña todo o se come sólo. No sólo sustenta la vida de tantas personas sino que la simboliza por los nueve meses que necesita el trigo para crecer y madurar, el tiempo de una gestación. El pan proviene del trigo cereal que nos recuerda las tierras de secano de donde brota. El vino, bebida fundamental mediterránea, nos recuerda además de la tierra, el sol que caldea la vid.
Su color recuerda a la sangre, el alcohol evoca al espíritu que anima, alegra, desata las lenguas, moviliza los sentimientos cálidos de efusión y comunicación.
Eucaristía y justicia: la eucaristía solo se puede celebrar con pan no arrebatado a los pobres, con pan de justicia, con pan amasado en el compromiso por el interés del pobre, con pan de vida.
Tampoco se puede celebrar la Eucaristía con un pan, símbolo de unas vidas, que se alimentan de la explotación de la tierra para conseguir una producción que quiere engordar los bolsillos de algunos explotadores. Si es el banquete del Reino, los explotadores no tienen sitio a no ser que se conviertan a los valores de Jesús.
Concluyendo este apartado: en el pan y en el vino nos llegan los cuatro elementos de madre naturaleza: la tierra, el sol, el agua y el aire. A través del pan y el vino entramos en contacto con esa naturaleza que nos envuelve y cobija maternalmente. Comulgamos con ella, de esa comunión surge nuestra humanidad, en la que se encarna el Hijo de Dios.
A través de esta unión entre lo cósmico, lo humano y lo divino, nace la nueva creación. A través del alimento eucarístico hay una reconciliación entre el hombre-mujer, la naturaleza y Dios. Hay unión, armonía entre creación cósmico-humana y Creador. Hay una reconciliación pacificadora que es comunión entre humanidad, cosmos y Dios.
Eucaristía es Acción de Gracias, por todo, por todos.
Magdalena Bennásar Oliver
espiritualidadintegradoracristiana.es
LA PLENITUD CONSISTE EN DARSE COMO PAN
FE ADULTA
Mc 14, 12-26
La eucaristía es el sacramento de nuestra fe. A pesar de haberles dedicado miles de horas de lectura y reflexión, siguen siendo el más difícil cuando intento hablar de él. Por muy claras que tenga las ideas y por muy razonada que sea la explicación, siempre termina pesando más la postura tradicional ante esta realidad. Pero resulta que la tradición que prevalece no es la original, sino la que se fue elaborando a través de los siglos, al tiempo que se perdía el sentido original del sacramento. ¿Alguien puede imaginarse a Pedro poniéndose de rodillas ante el trozo de pan que le ofrecía Jesús o recogiendo las migas que habían caído?
Los sacramentos son signos que hacen referencia a realidades trascendentes que no pueden entrar por nuestros sentidos. Signo es cualquier sonido, gesto o realidad que, a través de nuestros sentidos, provoca en nuestra mente una imagen concreta. Los signos son la única manera que tenemos los humanos de trasmitir lo que tenemos en nuestro cerebro. Cuando los signos hacen referencia a realidades físicas, pueden ser sustituidos por la cosa en sí. Pero las realidades trascendentes no caen bajo el objeto de nuestros sentidos, por lo cual, si queremos hacerlas presentes, no tenemos más remedio que utilizar signos.
En la eucaristía, el signo no es el pan sino el pan partido y repartido, preparado para ser comido y el vino como sangre (vida) que se pone al servicio de los demás. En ambos casos, la realidad significada es el AMOR, que es Dios. Esta realidad, por ser trascendente, divina, está siempre ahí porque no está sometida al tiempo y al espacio. Ni se trae ni se lleva, ni se pone ni se quita. DIOS-AGAPE está invadiéndolo todo e identificándolo con Él en todo instante, pero nosotros podemos no ser conscientes de ello, por eso necesitamos los signos para tomar conciencia de una realidad que está siempre ahí pero puede pasar desapercibida.
Dios no puede estar más en un lugar que en otros. Ni siquiera está más en una persona que en otra. Está siempre en todos de la misma manera. Somos nosotros los que podemos pasar toda nuestra vida sin enterarnos o podemos tomar conciencia de esta realidad y vivirla. El signo lo necesitamos nosotros porque las cosas llegan a nuestro cerebro a través de los sentidos. Dios, ni necesita los signos ni está condicionado por ellos. Dios no está más presente en nosotros después de comulgar que antes de hacerlo. Celebramos la eucaristía y comulgamos para tomar conciencia de una realidad que nos abre infinitas posibilidades.
Creo que estamos en condiciones de comprender que los sacramentos ni son magia ni son milagros. La experiencia me dice lo difícil que va a ser superar la comprensión de la eucaristía como magia. Cuando celebramos una eucaristía, ni el sacerdote ni Dios hacen ningún milagro. Lo que hacemos es algo mucho más profundo, pero lo tenemos que hacer nosotros mismos. Tomar conciencia de lo que fue Jesús durante su vida mortal y comprometernos a ser nosotros lo mismo. Lo que pasa fuera de mí, lo que puedo ver u oír es solo un medio para descubrir dentro de mí, una realidad que me transciende.
Lo repito: el signo no es el pan, a secas, sino el pan partido y repartido, preparado para ser comido. El partir el pan forma parte de la esencia del signo. Jesús se hace presente en ese gesto, no en la materia del pan. Si comprendiéramos bien esto, se evitarían todos los malentendidos sobre la presencia real de Jesús en la eucaristía. El pan consagrado hace siempre referencia a una ‘fracción del pan’, (celebración eucarística). Lo mismo en la copa. El signo no es la copa sino el cáliz bebido, es decir, compartido. Para los judíos la sangre era la vida. La copa derramada es la vida de Jesús (no la muerte) puesta al servicio de todos.
Debemos superar el “ex opere operato”. Ninguna celebración puede tener valor automático. Cuando me llamaron al orden, me dijeron: “Tú tienes que ser como el farmacéutico, que despacha las pastillas a los clientes sin explicarles lo que han hecho en el laboratorio”. Mi desacuerdo con esta propuesta es absoluto. El ácido acetilsalicílico produce su efecto en el paciente automáticamente, aunque no tenga ni idea de su composición. Pero los sacramentos son la unión de un signo con una realidad significada que no se puede dar si no contamos con una mente despierta. Sin esa conexión, el rito se queda en puro garabato.
La realidad significada es Jesús como don; es Dios-Ágape, manifestado en Jesús. La palabra hebrea que traducen al griego por soma, no significa exactamente cuerpo. En la antropología judía, el ser humano era un todo único, pero distinguían distintos aspectos: hombre carne, hombre cuerpo, hombre alma, hombre espíritu. Hombre cuerpo no hace referencia a la carne, sino a la persona sujeto de relaciones. El soma griego tiene varios significados; al traducirlo por “corpus”, terminó por imponerse el significado físico y esto distorsionó el mensaje original. Jesús no dijo: Esto en mi cuerpo sino esto soy yo, esto es mi persona.
La eucaristía resume la actitud vital de Jesús, que consistió en manifestar, amando, lo que es Dios. Como buen hijo hace siempre presente al padre. La realidad significada, por ser espiritual, no está sometida el tiempo ni al espacio. Hacemos el signo no para crearla sino para descubrir su presencia y poder así vivirla conscientemente. No podemos celebrar la eucaristía sin los demás. Solo en nuestras relaciones con los demás podemos hacer presente el amor. Con demasiada frecuencia hemos convertido la eucaristía en una devoción particular en la que los otros incluso nos molestan como me han comentado alguna vez.
Jesús nunca hizo hincapié en que amaba mucho a su Abba; sino en su unidad con Él. Esa misma es la experiencia de todos los místicos de todas las religiones. S. Juan de la Cruz: “¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!” Dios no puede hacerse presente en un lugar acotado, sencillamente porque no puede dejar de estar en todo lugar. Tampoco puede estar más presente aquí que allí. Nosotros, como seres humanos, no tememos más remedio que percibirlo en un lugar para poder tomar conciencia de su realidad.
Cuando Jesús propone el mandamiento nuevo, Jesús está hablando de las consecuencias que debía tener en nuestra vida, el amor (ágape) del Padre. El fin último de la celebración de una eucaristía, es hacer presente con los signos, este ágape que nos fundiría con Dios y nos abriría a los demás, hasta sentirlos fundidos en Dios también. El hombre tiene el privilegio de poder tomar conciencia de este hecho y vivirlo. El que lo descubre y lo vive descubre su verdadero ser y disfruta siéndolo. Nunca se nos ocurra pensar que dándonos a los demás, les estamos haciendo un favor. Con esa actitud de entrega, estás alcanzando tú la plenitud.
Un hombre descubrió la manera de hacer fuego. Viendo la importancia del invento, se fue a la tribu más cercana y les enseñó el proceso. Todos quedaron maravillados al ver aparecer el fuego. Se marchó creyendo que les había ayudado. Mucho tiempo después volvió a ver lo que habían avanzado con la utilización del fuego. Cuando les preguntó, le sacaron a un lugar donde habían construido un altar y habían guardado en una urna de oro los instrumentos de hacer fuego. Todos los días iban a adorar aquellos útiles que tenían tanto poder. Pero no vio fuego por ninguna parte. Eso hemos hecho nosotros con la eucaristía.
Meditación
Esto soy yo, pan que me parto y me reparto.
Esto tenéis que ser vosotros.
Todo el mensaje de Jesús esta aquí.
Celebrar la eucaristía es comprometerme con los demás.
Es aprender, de Jesús, el camino de la entrega.
El pan que me salva no es el pan que recibo sino el pan que doy.
Fray M
LA SANGRE Y EL PAN
FE ADULTA
Esta fiesta comenzó a celebrarse en Bélgica en 1246, y adquirió su mayor difusión pública dos siglos más tarde, en 1447, cuando el Papa Nicolás V recorrió procesionalmente con la Sagrada Forma las calles de Roma. Dos cosas pretende: fomentar la devoción a la Eucaristía y confesar públicamente la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino. Las lecturas, sin restar importancia a estos aspectos, centran la atención en el compromiso del cristiano con Dios, sellado con el sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo.
1ª lectura: la sangre y la antigua alianza (Éxodo)
La lectura cuenta el momento culminante de la experiencia de los israelitas en el monte Sinaí. Después de escuchar la proclamación de la voluntad de Dios (el decálogo y el código de la alianza), manifiesta su voluntad de cumplirla: «Haremos todo lo que el Señor nos dice».
En una mentalidad moderna, poco amante de símbolos, esas palabras habrían bastado. El hombre antiguo no era igual. Un pacto tan serio requería un símbolo potente. Y no hay cosa más expresiva que la sangre, en la que radica la vida. Siglos más tarde, algunos caballeros medievales sellaban un pacto haciéndose un corte en el antebrazo y mezclando la sangre. Naturalmente, Dios no puede sellar una alianza con los hombres mediante ese rito. Por muchos antropomorfismos que usen los autores bíblicos al hablar de Dios, él no tiene un brazo que cortarse ni una sangre que mezclar. Tampoco se puede pedir a todos los israelitas que se hagan un corte y den un poco de sangre. Se recurre entonces al siguiente simbolismo: Dios queda representado por un altar, y la sangre no será de dioses ni de hombres, sino de vacas. Al matarlas, la mitad de la sangre se derrama sobre el altar. Se expresa con ello el compromiso que Dios contrae con su pueblo. La otra mitad se recoge en vasijas, pero antes de rociar con ella al pueblo, se vuelve a leer el documento de la alianza (Éxodo 20-23), y el pueblo asiente de nuevo: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.»
Pero en la antigüedad hay también otra forma, incluso más frecuente, de sellar una alianza: comiendo juntos los interesados. Esta modalidad también aparece en el relato del Éxodo (pero ha sido omitida por la liturgia). Después de la ceremonia de la sangre con todo el pueblo, Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta dirigentes de Israel suben al monte, donde comen y beben ante el Señor (Éxodo 24,9-11). Esta segunda modalidad será esencial para entender el evangelio.
2ª lectura: la sangre, el perdón y la nueva alianza (Hebreos)
Como diría un cínico, los buenos propósitos nunca se cumplen. En el caso de los israelita llevaría razón. El propósito de obedecer a Dios y hacer lo que él manda no lo llevaron a la práctica a menudo. Surgía entonces la necesidad de expiar por esos pecados, incluso los involuntarios. Y la sangre vuelve a adquirir gran importancia. Ya que en ella radica la vida, es lo mejor que se puede ofrecer a Dios para conseguir su perdón. Pero el Dios de Israel no exige víctimas humanas. La sangre será de animales puros: machos cabríos, becerros, toros, vacas, corderos, tórtolas, pichones.
El autor de la carta a los Hebreos contrasta esta práctica antigua con la de Jesús, que se ofrece a sí mismo como sacrificio sin mancha. Con ello, no sólo nos consigue el perdón sino que, al mismo tiempo, sella con su sangre una nueva alianza entre Dios y nosotros.
Evangelio: pan, vino y nueva alianza
La acción de Jesús en la Cena de Pascua reúne las dos formas de sellar una alianza que comentamos en la primera lectura, pero invirtiendo el orden. Se comienza por la comida, se termina aludiendo a la sangre de la nueva alianza. Aparte de esto hay diferencias notables. Los discípulos no comen en presencia de Dios, comen con Jesús, comen el pan que él les da, no la carne de animales sacrificados; y el vino que beben significa algo muy distinto a lo que bebieron las autoridades de Israel: anticipa la sangre de Jesús derramada por todos.
¿Dónde radica la diferencia principal entre la antigua y la nueva alianza? En que la antigua no cuesta nada a nadie; basta matar unos animales para obtener su sangre. La nueva, en cambio, supone un sacrificio personal, el sacrificio supremo de entregar la propia vida, la propia carne y sangre.
Pero no podemos quedarnos en la simple referencia al pan y al vino, al cuerpo y la sangre. Para Jesús son la forma simbólica de sellar nuestro compromiso con Dios, por el que nos obligamos a cumplir su voluntad.
El cuarto evangelio, que no cuenta la institución de la Eucaristía, pone en este momento en boca de Jesús un largo discurso en el que insiste, por activa y por pasiva, en que observemos sus mandamientos, mejor dicho, su único mandamiento: que nos amemos los unos a los otros.
Si la celebración del Corpus Christi se limita a una expresión devota de nuestra devoción a la Eucaristía o, peor aún, si se convierte en simple fiesta de interés turístico, no cumple su auténtico sentido. Es fácil lanzar flores a la custodia por la calle; lo difícil es tratar bien a las personas que nos encontramos por la calle.
COMPARTIR EL PAN
FE ADULTA
Yo no sueño en la noche, yo sueño todos los días. Yo sueño para vivir (Steven Spielberg)
3 de junio. Festividad del Corpus Christi
-Mc 14, 12-16. 22-26
Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos
En los inicios del cristianismo, hombres y mujeres podían presidir indistintamente, la celebración eucarística. Solo a partir del cuarto concilio de Letrán (1215) se estableció que no podía celebrar la eucaristía -decir misa- nadie que no fuera un sacerdote válida y lícitamente ordenado. Y desde siglo V presidirla fue un oficio exclusivo de los presbíteros, convertidos ya en “profesionales de lo sagrado”.
En Otro Dios es posible. Parte II, María y José Ignacio López Vigil escriben que durante la Edad Media se exageró la devoción por el “milagro eucarístico” despojando a la eucaristía de su carácter simbólico y comunitario -compartir la comida y las palabras de Jesús-, y revistiendo de poderes “mágicos” a los sacerdotes que hacían ese “milagro”.
Ya en el apócrifo Evangelio de Tomás se expone esta sentencia atribuida a Jesús: “Levanta una piedra: ahí está Dios. Parte un trozo de madera: ahí lo encontrarás”. Lo que nos induce a concluir que para el propio Jesús, a Dios le podemos encontrar en cualquiera parte, y no únicamente en la iglesia: en el hermano necesitado que nos demanda una ayuda, en el enfermo, entre los árboles del bosque, en las flores cuando son amadas, como decía el poeta indio Rabindranath Tagore.
Ya San Pablo insistía en su primera Carta a los Corintios, que los templos de Dios eran los propios cristianos. Y en el siglo III los cristianos sirios afirmaban en la Didascalia Apostolorum que “las viudas, los huérfanos, los pobres y los ancianos son el único altar de Dios”.
La escultora alemana Eva Hesse (1936-1970) dijo en una ocasión: “En mi arte, alma interior y vida son inseparables”. Otra doble dimensión en la que es posible compartir y comulgar el pan de la existencia.
En este sentido el versículo 24 de Marcos 14:“Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos”, adquiere su más profundo sentido de alimento universal para el hombre -y ¿cómo no?, pues sería una gran injusticia con ellas- para el resto de las criaturas que pueblan este Planeta.
En el libro anteriormente citado, repiten los autores: “Al final de la entrevista, Jesús le habla a Raquel del viento, para que entienda que hay realidades que no se comprenden racionalmente, que sólo las capta el espíritu, un espíritu abierto. En el evangelio de Juan, Jesús utiliza la metáfora del viento (Juan 3, 8). En un relato de un jesuita hindú aparece también “el viento” como elemento “explicativo” del camino que nos lleva al misterio de Dios”.
Un sugerente viento que eleva nuestro espíritu a soñar, como soñó el cineasta americano Steven Spielberg (1946):“Yo no sueño en la noche, yo sueño todos los días. Yo sueño para vivir”. Para vivir y alimentar el cuerpo y alma, como tan bellamente cantó en este soneto el sacerdote español José Luis Martín Descalzo (1930-1991).
CORPUS CHRISTI
Todo fue así: tu voz, tu dulce aliento
sobre un trozo de pan que bendijiste,
que en humildad partiste y repartiste
haciendo despedida y testamento.
“Así mi cuerpo os doy por alimento...”
¡Qué prodigio de amor! Porque quisiste
diste tu carne al pan y te nos diste
Dios, en el trigo para sacramento.
Y te quedaste aquí, patena viva;
virgen alondra que le nace al alba
de vuelo siempre y sin cesar cautiva.
Hostia de nieve, nube, nardo, fuente;
gota de luna que ilumina y salva.
Y todo ocurrió así sencillamente.
Pobreza España rompe la barrera del millón de mayores pobres
Eduardo Bayona
El Gobierno admite que las personas de más de 65 años caen bajo el umbral de la pobreza a un ritmo superior a 1.500 por semana al resultar sus ingresos inferiores a los mínimos de subsistencia oficiales.
España ha marcado, en plena recuperación de las variables macroeconómicas, un registro histórico de desigualdad: ha vuelto a superar la barrera del millón de mayores de 65 años que sobreviven bajo el umbral de la pobreza, es decir, que sus ingresos se sitúan por debajo de los niveles mínimos de subsistencia.
··· Ver noticia ··Konrad Krajewski, el cardenal que podría acabar en la cárcel
Cameron Doody
LOS SINTECHO ROMANOS, AL NUEVO PURPURADO: “ES NUESTRA BIRRETA, ES DE LOS POBRES”
“No le das a la gente lo que se merece, sino lo que necesita”, asegura el limosnero
Dicen que Konrad Krajewski se enfadó cuando se enteró de que el Papa le haría cardenal. Y es que al limosnero apostólico no le gusta hacer entrevistas, para que no reste valor al trabajo al que se ha dedicado con los más necesitados. Pero cuando se vista de púrpura el próximo 29 de junio, solo tendrá una cosa en mente: las personas sin hogar, como los de la estación de trenes de Termini, en Roma. Ellos le han dicho: “Es nuestra birreta. Es de los pobres”.
··· Ver noticia ···Mariano Puga: “Qué pasa con los pobres de la iglesia después de la decisión del Papa”
Alejandra Carmona López
Mariano Puga: “Qué pasa con los pobres de la iglesia después de la decisión del Papa”
Con una estructura de la Iglesia católica elitista y centrada en las disputas de la jerarquía, el trabajo que había hecho la institución hasta antes de llegada la democracia quedó casi en segundo plano. Sacerdotes que continúan con los pies en el barro, como Mariano Puga, no quieren hablar de lo mismo. Ni de los obispos. Ni del clero. Ni de las sotanas más encumbradas de una iglesia que agoniza, sino de los que él ve todos los días en las poblaciones. “Esos son los que más le importan a la iglesia de Jesús”, dice.
··· Ver noticia ···
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