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ATALAYA

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lunes, 14 de noviembre de 2011

Andrés Torres Queiruga: Los ultracatólicos están difundiendo gravísimas calumnias




José Manuel Vidal

Religión Digital

“Pagola es un profeta. Los asistentes al Foro lo captaron y lo expresaron calurosamente”. “Lo que más me cuesta entender es que en nombre del Dios amor se pueda destilar tanto odio”. El obispo de Bilbao, Mario Iceta, le acaba de prohibir que imparta un curso en el Instituto teológico de la diócesis vasca, pero Andrés Torres Queiruga no quiere malgastar energías en estas peleas de sacristía. Tras el éxito arrollador del XXVI Foro Encrucillada, el teólogo gallego deja la dirección de la revista homónima que promueve el Foro y asegura que su colega, José Antonio Pagola, es “un profeta”. Por otro lado, le duelen las “calumnias” de los ultracatólicos y que el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, no utilice la misma vara de medir con “actitudes escandalosamente reaccionarias” y con “una pastoral cerrilmente preconciliar en bastantes parroquias”.LEER MÁS

La teología de la liberación sigue viva y activa


Conferencia de Juan José Tamayo 11/11/11

Biblioteca María Moliner, Villaverde (Madrid)

En fecha tan emblemática como el 11 del 11 del 11, tuvo lugar felizmente y con éxito la conferencia de Juan José Tamayo “¿Ha muerto la teología de la liberación? La opción por los pobres”, desafiando la prohibición del arzobispo de Madrid, que no permitió se celebrara en la parroquia de San Félix, de Villaverde (Madrid), regida por los Clérigos de San Viator. La conferencia estaba programada desde hace dos meses dentro del Taller de Formación de Otoño, coordinado por un equipo de seglares de la parroquia. El arzobispado esperó hasta el último momento para impedir que se celebrara, ya que la prohibición se produjo el miércoles 9 de noviembre, fiesta de la Almudena en Madrid.
Ante la inapelable prohibición, comunicada por el párroco al equipo organizador, éste, lejos de achantarse y tirar la toalla, buscó inmediatamente una alternativa para que, venciendo la negativa arzobispal, la conferencia pudiera celebrarse. Y lo consiguieron con gran celeridad gracias a los responsables de la Biblioteca Municipal María Moliner de Villaverde, que cedieron generosamente el salón de actos.
El salón de actos se llenó hasta la bandera con muchas personas de pie y sentadas en el suelo. Muchos de los asistentes eran jóvenes. Había un bueno número de religiosas de diferentes Congregaciones. Muchas más que las que hubieran podido asistir a la parroquia. Fue una verdadera fiesta de la libertad de expresión, un ejemplo de liberación colectiva y un desafío a la orden eclesiástica. Y la mayoría eran cristianos, que, con su presencia, decían no a la prohibición episcopal.

Cuando una puerta se cierra, otra se abre. Se cerraron a cal y canto las puertas de la parroquia y se abrieron de par en par las de la Biblioteca. ¿Cómo no van a estar vacías las iglesias si se cierra la puerta a la gente que quiere caminar por las sendas de la liberación? ¿Cómo va a asistir la gente a las parroquias si se le niega la libertad de pensamiento? Decía Chesterton, con su característico sentido del humor, que al entrar en la iglesia hay que quitarse el sombrero, pero no cortarse la cabeza. ¿Cómo van a acercarse los creyentes a los lugares sagrados si dentro se encadena la palabra?
El cambo de escenario fue beneficioso y todos salieron ganando al pasar de un santuario que niega la libertad de reunión y de expresión al santuario de los libros donde la palabra hablada y escrita libre constituye su santo y seña. Además, posibilitó homenajear a la patrona de la Biblioteca María Moler, que escribió el Diccionario que lleva su nombre en la cocina de su casa sin los medios ni la visibilidad de los prestigiosos gramáticos de su tiempo. Y lo hizo sin levantar la voz, pero dejando un legado imperecedero a los lectores futuros: las definiciones precisas y siempre abiertas de las palabras con su polisemia, dando nombre a las personas y a las cosas. Junto al recuerdo para María Moliner el conferenciante hizo un homenaje a las mujeres –mayoría de las asistentes- invisibles que trabajan en jornadas interminables sin reconocimiento ni salario, y que desean participar en la vida cultural.
¿Qué era en realidad lo que prohibía el arzobispo: el tema de la conferencia o al conferenciante?, se preguntaba Miriam Sánchez en su presentación del acto. Y ella misma respondía: a ambos. Con la prohibición de la conferencia se estaba condenando de nuevo la teología de la liberación, pero al mismo tiempo estaba reconociendo su vigencia, su actualidad. De lo contrario, le hubiera dado igual al arzobispo, lo hubiera dejado pasar, no la hubiera prohibido. Pero también prohibía al conferenciante, cultivador de dicha teología. Ahora bien, impidiéndole hablar en una parroquia estaba demostrando que tiene miedo a la influencia que él o personas como él puedan ejercer en los creyentes que él considera “su rebaño”. ¡La parroquia como finca privada de los jerarcas! ¡La parroquia como espacio cerrado a los nuevos climas culturales! ¡La parroquia, de nuevo opio, dando la razón a Marx, a quien tanto denostan! ¡La parroquia que no acepta otro discurso que el que reproduce ideológicamente el orden eclesiástico!

¿Ha muerto la teología de la liberación? ¿Se la ha llevado por delante el huracán de la globalización neoliberal? Quienes responden afirmativamente, confunden el deseo con la realidad. Eso es lo que ellos querrían. Pero la respuesta es negativa. No, no ha muerto. Sigue viva y muy activa en las comunidades de base, en los cristianos y cristianas comprometidos en los movimientos sociales y alterglobalizadores que luchan por otro mundo posible, en las parroquias populares, en los movimientos de solidaridad, en los teólogos y teólogas que siguen cultivándola en ambientes de marginación y escriben nuevos relatos liberadores del relato originario de Jesús de Nazaret el Cristo liberador. Y eso lo saben el papa y los obispos. Pero, ¡quieren enterrarla viva, ellos que tanto predican la defensa de la vida, aunque su afirmación de la vida se refiere a la vida eterna, a la vida antes del nacimiento y después de la muerte.



La conferencia de Juan José Tamayo fue uno de esos nuevos relatos liberadores que hay que seguir tejiendo en medio de la crisis, de las crisis que estamos viviendo, bajo la guía de un criterio ético común: la opción por los pobres, o mejor, por los empobrecidos, por los excluidos, por los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Esa opción es el lugar de encuentro de creyentes de diferentes credos y de no creyentes de distintas ideologías, de hombres y mujeres, ciudadanos y ciudadanas del ancho mundo. Esa fue la gran lección que dimos ayer más de un centenar de personas en un espacio laico, en la republica de las letras. Al final, todos salimos ganando, bueno casi todos. Hubo, sí, perdedores: quienes, prohibiendo el acto, quisieron poner puertas al campo y compuertas al mar. A la próxima conferencia también ellos están invitados, sea en recinto sagrado o laico. Ojala acepten la invitación. Así ganaremos todos.