FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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sábado, 24 de abril de 2021

PEPE MALLO PUBLICA UN LIBRO CON MUCHAS DE LAS REFLEXIONES PUBLICADAS EN ESTE BLOG

 

Sinopsis: Pepe Mallo en Al hilo de la vida recoge una esmerada selección de sus artículos publicados en diversos medios a lo largo de numerosos años y en la actualidad.

El enfoque de las diversas reflexiones está centrado principalmente en una visión «laica» (que no atea) de las religiones en general, particularmente de la católica, a partir de la razón no de la fe, del conocimiento no de la credulidad, de la vivencia no de la mera observancia.

El contenido de la obra va destinado a toda persona de cualquier ideología, creyente o no, que sienta inclinación, atractivo o interés por los temas religiosos y humanos. Pretende, sin presunción,  avivar inquietudes, fortalecer ideas o esclarecer dudas y disipar prejuicios.
Se trata, como el propio título indica, de ir reseñando y analizando acontecimientos, informaciones, incidentes, eventualidades, habladurías, toda suerte de eventos susceptibles de comentario, algo así como unos «ecos de sociedad», e interpretarlos bajo el prisma personal de un «librepensador».

 
 

 

MODERACIÓN


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La moderación es una virtud fundamental de la vida. Y al decir “virtud” no me refiero a su acepción moral, ascética y religiosa, sino a su sentido etimológico: fuerza. La moderación significa fuerza vital tranquila, energía serena e invencible.

Está hecha de cordura, mesura, templanza. Cordura: el buen juicio de la cordialidad. Mesura: la sabiduría inspirada por la medida de todas las cosas y de nosotros mismos. Templanza: el equilibrio del deseo, libre y atemperado.

La moderación requiere contención y renuncia, pero no son éstas su inspiración y su móvil. Tampoco es fruto del esfuerzo. No fuerces nada, no te fuerces. El sabio Laozi enseñó: “Quien se sostiene de puntillas no permanece mucho tiempo en pie, quien da largos pasos no puede ir muy lejos” (Dao De Jing, 24). Deja que fluya la fuerza de tu ser más hondo.

La moderación brota cuando acogemos nuestras sombras y heridas, y nos abrimos al aliento profundo. Las ambiciones se disuelven, y los complejos se disipan. No necesitamos luchar contra nosotros mismos y contra aquello que, en los demás, amenaza nuestros ilusorios sueños de grandeza. No tenemos nada que defender, nadie a quien atacar. Nos volvemos modestos, humildes. Y emerge la mesura, serena y firme.

La moderación es nuestro ser natural, verdadero. Y no estamos lejos, aunque así nos parezca. Solo nos falta un paso: reconocer y acoger los fantasmas, miedos, angustias que nos habitan, y dejar que se diluyan, sin defenderte ni agredirte. Sin condenarte por lo que eres ni aspirar a lo que no eres.

Pero la moderación no es un asunto meramente personal y privada, sino eminentemente social, económico, político, ecológico y planetario. Lo mismo sucede con el Camino Medio enseñado por Buda: no es mero desapego (falsamente) “espiritual” ni mero “término medio” (ficticio) entre dos extremos, sino humanidad, compasión comprometida. La moderación es una manera solidaria de vivir, de trabajar, producir y consumir, en un mundo donde los excesos de unos causan las carencias mortales de otros, donde la opulencia depredadora de unos desgarra la igualdad humana y el equilibrio de la vida en el planeta. La moderación –cordura, mesura, templanza– conlleva una mirada política a la realidad, un programa político global, una acción política pacífica y subversiva contra el sistema inhumano dominante. En la moderación personal y común se juega la supervivencia de la humanidad y de la comunidad planetaria de vivientes.

Y en último término, la moderación personal y política brota de la confianza profunda, y en ella se sostiene. Así lo expresa el Salmo 131, uno de los más profundos y bellos de la Biblia:

Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros.
No pretendo grandezas que superan mi capacidad,
sino que acallo y modero mis deseos.
Como un niño en brazos de su madre,
como un niño sostengo mi deseo.
¡Espere Israel en el Señor, ahora y por siempre!

Nuestro ser egocentrado es pueril, veleidoso, inquieto, presa inconsciente de necesidades y deseos superficiales. Este salmo es un canto a la paz, una invitación a aquietar, moderar, recoger nuestro deseo egoico como a un niño en brazos de su madre.

Si este sencillo Salmo te resulta inspirador, apréndelo de memoria y repítelo a menudo, sobre todo cuando tus pretensiones de grandeza arruinan tu paz, y cada noche al acostarte, poniendo tu confianza en lo más profundo de ti y de tu prójimo, en el Aliento vital que engendra y sostiene cuanto es.

 

José Arregi

Aizarna, 1 de marzo de 2021

(Publicado en el libro Respira tu ser, Ediciones feadulta.com, Madrid 2021)

Carta abierta a la señora Ayuso

 


Pepe Carmona

Noticias Obreras

Asunto sociales 2017

Excelentísima Señora:
Aunque la supongo muy acostumbrada a las críticas que han de soportar los personajes públicos, y no cabe duda que Ud. lo es por razón del cargo que ocupa, no es mi intención sumarme a ese coro de críticos con su gestión política al frente de la Comunidad Autónoma de Madrid, y no porque ande necesitada de defensa, que se sabe defender sola, y además muy bien, sino porque quien osa dirigirse a Ud. lo hace en su condición de miembro de Cáritas, como voluntario y socio, y de Cruz Roja, en este último caso como socio y colaborador esporádico.
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Aporofobia en campaña: cuando los pobres se convierten en arma electoral

 


Miguel Ángel Mesa Bouzas

Otro mundo es posible

Vox

Del cartel xenófobo de VOX a las colas del hambre de “mantenidos” de Ayuso
Estaría de más decir que en una democracia, que proclamamos consolidada, estos hechos deberían ser muy marginales, rechazados por la sociedad en su conjunto y penados en su caso, cuando provocan amenazas y agresiones reales
Para que el miedo se transforme en rechazo es necesario un proceso mental que elimine la empatía y la compasión. Ese proceso lo facilitan algunas ideologías, sobre todo la neoliberal y la de ultraderecha
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El Foro de Curas de Madrid pide el voto para cualquier partido, excepto PP y VOX

 


Religión Digital

Foro curas de Madrid

“Que nuestro voto el 4-M no contribuya a que los más desvalidos sufran mayor desamparo” El Foro de Curas de Madrid pide el voto para cualquier partido, excepto PP y VOX
Al ultra liberalismo político y económico de Isabel Díaz Ayuso y su partido se sumarán las propuestas anticonstitucionales, antidemocráticas, antifeministas, homófobas y aporofóbicas de VOX
No se juega en estas elecciones la unidad de España, ni la cuestión lingüística, ni el apoyo a los terroristas de ETA, ni el sistema educativo español, ni la legislación del aborto o la eutanasia o la diversidad de género, ni el problema migratorio
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Los Calvarios y Tabores actuales

 


Jesús Martínez Gordo

Cristianismo y Justicia

Es de sobra conocido cómo son muchos los “jesu-cristianos” que estamos apostando por recuperar un equilibrio, perdido los últimos decenios, entre el programa de las Bienaventuranzas (“¡Dichosos los pobres porque de ellos es el Reino de los cielos!”); la contemplación y relación con Dios en las transparencias de sus Tabores actuales (“¡qué bien se está aquí!”) y el compromiso por desalojar los Calvarios contemporáneos (“¡Dios mío, por qué me has abandonado!”).
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Los obispos, contra el cartel xenófobo de VOX: “Enfrenta a unos pobres con otros”

 


Religión Digital

Arguello

Argüello ve “doloroso” el anuncio electoral de la ultraderecha Los obispos, contra el cartel xenófobo de VOX: “Enfrenta a unos pobres con otros”
El portavoz de los obispos ha apuntado que “parece que el número de menores extranjeros no acompañados en Madrid tampoco es muy grande”, y ha defendido “la dignidad de todas las personas”
Los obispos españoles han calificado de “doloroso” el cartel de Vox en el que comparan la pensión de jubilación de una persona mayor con las ayudas para los menores extranjeros solos, pues consideran que no se puede “enfrentar” a “unos pobres contra otros”.
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LOS ESPAÑOLES SOMOS UN BAR Y UNA IGLESIA

 PEPE MALLO


 La misa y la mesa coexisten pertinazmente entroncadas en ritos y personas

No sé si es la astenia primaveral, la fatiga pandémica, la reacción de la vacuna, la reclusión, el cambio de hora o las horas robadas al descanso. El caso es que vivo desde hace un tiempo como enajenado. Me encuentro harto y ahíto de informaciones enfadosas, aburridas, reiterativas, insípidas. Quisiera salir de esta España “convertida en un campo de exterminio” (Reig dixit), pero me encuentro perimetralmente confinado. Desearía  impugnar el veto eclesial a la “bendición de parejas gay” (Roma locuta), pero me refrena la decepción y la displicencia por tanto desplante doctrinal. Me gustaría combatir la “invasión francesa” en Madrid (Allons enfants de la Patrie), pero resulta que no se trata de una agresión napoleónica, “vienen a visitar a museos” (corregidor matritense atestigua). Me animaría a… un largo etcétera. Y otros tantos peros.

Varado en esta tesitura, me llamó la atención, en mi diaria lectura de la prensa, un chocante titular al hilo de un comentario teatral. Y me dije, digo: ¡Me lo quedo! (con presumible  permiso del autor, claro). Así, aunque me aleje de la intención del comentarista de prensa, aprovecharé para elaborar una intrascendente, frívola, superficial y ligera consideración, tras la profusión de intensos, encomiables y profundos artículos que Religión Digital y sus blogueros nos regalan a diario, sobre todo en estas últimas fechas. Y aquí lo tenemos. El titular de marras, con un ponderado matiz personal, encabeza mi reflexión de hoy. ¿A que tiene mucho de verosimilitud? Yo diría que de certeza.

Al hilo de la gacetilla, evoqué una anécdota de hace años. Sucedió en el pueblo natal de mi mujer, afincado en la llamada zona minera de Vizcaya, donde tenemos nuestra segunda vivienda. El domingo inmediato a nuestra llegada, en verano, asistimos a la eucaristía. El sacerdote era recién venido al pueblo ese año. Ni le conocíamos ni nos conocía. Acabada la celebración, nos acercamos, como de costumbre, a la sacristía para saludar a los amigos del equipo de liturgia y, lógicamente, al nuevo párroco. Tras las congratulaciones y cumplidos de rigor, el cura concluyó. “Venga, vamos a acabar la misa”. Ante nuestro gesto de extrañeza, puntualizó: “La misa se termina en el Enparantza” (el bar de la plaza). Rito que se repitió durante los domingos de varios años. De hecho, tal práctica ya subsistía desde tiempos pretéritos, como es tradición arraigada no solo en el País Vasco, pero sin la adherencia eclesial.

Y es que tanto el bar como la iglesia coexisten enraizados en la idiosincrasia de la mayoría de los españoles. Desde el exterior se nos ve como la “España de los toros y el flamenco”. Sin embargo,  en el fuero interno nos retratamos como eso, como “creyentes”, pero “barícolas”. Así como esta igualdad, también leída no sé dónde: “Bares + iglesias = España”. Está claro que ambos elementos culturales son parte de la idea más tópica de nuestra piel de toro. 

Mi profesor de Sociología, docto y erudito varón, hablando del comportamiento social, nos comentaba  que los humanos hemos progresado muy poco en este aspecto, e ironizaba: “Nuestros ancestros vivían en las cavernas. Actualmente vivimos en las “tabernas”. Qué razón tenía nuestro versado profe. ¿No resulta llamativo que en esta época de pandemia, confinamientos periféricos y toques de queda, los más “perjudicados” y “quejumbrosos” hayan sido los locales de copas? ¿No es chocante que, a pesar de las restricciones y a falta de aglomeraciones procesionales religiosas, la gente haya procesionado “religiosamente” a las terrazas de los bares? Estos días “santos”, el bar ha obrado de catalizador capaz de  articular España. Y es que el bar, llámese también cafetería,  se nos muestra como un tabernáculo acogedor, un venerable santuario, un ilusionado sanatorio. Su rutinaria frecuentación constituye para los humanos una ferviente religiosidad, un rito. Como la iglesia, goza de sus incondicionales “parroquianos” y una “liturgia” cuidadosamente escenificada: la incesante procesional entrada de los “fieles”, el esmerado rito oferente por parte de la casa, el “diaconal” reparto de viandas y bebidas y el “vayan ustedes en paz” de despedida.

La religión siempre ha ocupado un papel central en la vida de los españoles. No sé si como fe, como vivencia social o como sentimentalismo. Pero no me cabe duda del significativo alcance de la religiosidad popular. España sigue siendo un país socialmente católico, aunque otra cosa sea cumplir con los preceptos de la Iglesia. A pesar de lo que digan las estadísticas respecto al abandono de la práctica religiosa, lo cierto es que la religión sigue estando presente en la mayoría de los hogares españoles, al menos en forma de fiestas y celebraciones. Estos días de la Semana Santa lo han hecho evidente. Las procesiones para muchos fervorosos seguidores no tienen que ser por fuerza un acto sagrado; no obstante, sería absurdo sostener que las procesiones no son manifestaciones religiosas. Sin embargo, no es menos cierto que estas festividades piadosas van asociadas al deleite de beber, degustar y compartir. El fervor en el cuidado del alma reclama la apetecible solicitud del cuerpo. Lo “sagrado” es beber  y tapear en compañía. Equilibrio entre lo sublime y lo cotidiano.

“A los fieles de Madrid les está costando volver a la Iglesia por miedo a contagiarse”, apuntó recientemente el cardenal de Madrid. Y es que los rituales sagrados suscitan comunidad, pero sin comunicación. Es el celebrante quien lleva la voz cantante y sonante, mientras que los fieles asienten sin intervenir en el rito más que con los “amenes” de aprobación. La misa se nos presenta esencialmente como una reunión comunitaria. Pero  no hay comunidad sin comunicación ni participación. Con todo, es innegable que lo que hoy predomina entre la gente es la necesidad de comunicación, sin requisito de comunidad. La misa y la mesa coexisten pertinazmente entroncadas en ritos y personas. Van de la mano. No hace tanto tiempo, en los años del “cesaropapismo” franquista, se podían contemplar a los poderes fácticos de los pueblos rurales (alcalde, cura, cabo de la Guardia Civil, y a veces el médico) platicar fraternalmente sobre lo divino y lo humano en torno a unos vasos de vino. Y es que los bares son los típicos establecimientos donde la gente se reúne para la evasión. El chiquiteo opera de excusa y vehículo para reunirse con los amigos y, en estos tiempos de pandemia, encontrar momento para la evasión de tanto infortunio.

Concluyo mi reflexión ratificando que existe una firme indisolubilidad entre iglesia y bar. Incluso, se podría afirmar, rizando el rizo, que fue el propio Jesús quien inició la praxis de este “binomio”. Instituyó la eucaristía en torno al pan y el vino. No en vano “tabernáculo”, en latín, es el diminutivo de “taberna”.