Imaginemos el inmenso Templo abarrotado de gente. Los sacerdotes paseando en grupos de dos o tres embutidos en sus magníficas vestimentas. Los doctores de la Ley luciendo sus ostentosas túnicas a franjas. Los ricos saduceos echando con estruendo sus monedas de plata en el arca del tesoro. El mármol del Templo brillando esplendoroso bajo los rayos del sol. Sus cientos de columnas de cedro sosteniendo los pórticos interminables y proyectando su sombra sobre los suelos enlosados del mejor mosaico... Todo rezuma grandeza y esplendor.
Y allí en medio, en claro contraste con el resto, hay una pobre viuda insignificante que pasa desapercibida de todos… menos de Jesús: «¿Veis aquella mujer?»… Nadie se había fijado en ella porque a los ojos del mundo era sin duda la última, pero a los ojos de Jesús era la primera… porque en el Reino todo es al revés.
Para el mundo el más importante es el que más tiene; para el Reino el más importante es el que más sirve. Para el mundo el primero es el más dotado; para el Reino el primero es el más necesitado. El Reino no se impone como los reinos del mundo, el Reino se siembra, y cuando cae en buena tierra da el ciento por uno. El Reino se construye de dentro a fuera; crece por la fuerza interior de la Palabra… desde dentro, por conversión, no por imposición; desde abajo, desde el servicio, no desde el poder.
El objeto primero del mensaje de Jesús es el Reino, o lo que es lo mismo, el reinado de los criterios de Abbá en el mundo; unos criterios de locos si los comparamos con los criterios que nos propone el mundo. Veamos:
Bienaventurados los pobres, los humildes, los misericordiosos, los que lloran, los que trabajan por la paz, los limpios de corazón, los perseguidos por defender la justicia… Antes de orar ve a reconciliarte con tu hermano… Si te abofetean la mejilla derecha, ofréceles la otra… Da a quien te pida… Perdona hasta setenta veces siete… Quien aspire a ser grande sea vuestro servidor, y quien quiera ser el primero sea vuestro esclavo… Haced el bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os atormentan… No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y se os perdonará, dad y se os dará… Todo cuanto quisiereis que hicieren con vosotros los hombres, hacedlo también vosotros con ellos…
…Y todo esto por construir; no somos así.
Como decía Ruiz de Galarreta: «El Reino no es huir de la realidad humana, sino dar pleno sentido a toda realidad humana. Por eso, el Reino no es esencialmente renunciar a nada, sino dirigirlo todo hacia ese fin. Ninguna dimensión humana está fuera de esta categoría esencial: medios para construir el Reino»…
Miguel Ángel Munárriz Casajús
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