FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

lunes, 21 de diciembre de 2015

Francisco en África subsahariana: tres mensajes clave y algunos silencios Óscar Mateos

 

El Papa Francisco ha finalizado hace escasos días su viaje por tres países de África Subsahariana: Kenya, Uganda y República Centroafricana. Francisco se ha convertido así en el cuarto pontífice que visita el continente, tras Pablo VI en 1969 con su visita a Uganda, Juan Pablo II tras pisar más de 40 países y Benedicto XVI. África Subsahariana es un escenario clave en el presente y futuro del catolicismo: el número de católicos en el continente ha crecido en un 238% desde 1980, mientras que en Europa dicho crecimiento es tan sólo del 6% en las últimas décadas. ··· Ver noticia ···

Jubileo de la Misericordia y ley del celibato (1) Rufo González


Papa y obispos: “miren con ojos sinceros al hermano” sacerdote que pide ser liberado del celibato, pero no del ministerio
Buena ocasión para revisar la discutida ley del celibato
La “Misericordiae Vultus”, Bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, debe tener también incidencia en los problemas que provoca la ley del celibato y en el trato que la Iglesia da a obispos y sacerdotes, que no han podido con esta ley. El inicio de la bula tiene la clave:
“Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre: con su palabra, con sus gestos y con toda su persona (Dei Verbum, 4) revela la misericordia de Dios” (n. 1).


Mirar a Jesús es más urgente que mirar la ley eclesiástica. Inspirarse en el respeto de Jesús sobre este delicado asunto, en su libertad para llamar y elegir apóstoles sin este requisito, en la valoración de lo humano como digno y querido por Dios… tendría que ser el criterio básico para revisar esta ley tan discutida históricamente. Sabemos que el control eclesiástico sobre la sexualidad es uno de los abusos más fuertes y agrios habidos en la Iglesia a través de su larga historia. El celibato clerical obligatorio para el ministerio ha contribuido a centrar la moral obsesivamente en el sexo. Gracias a Dios, nos vamos liberando progresivamente. Ya reconocemos parvedad de materia, y, por tanto, que no todo desorden sexual es pecado grave, ya decidimos responsablemente los hijos, se avanza en el respeto a la orientación sexual personal, la anticoncepción puede ser buena éticamente, etc…
¿Es misericordioso liberar del celibato y prohibir el ministerio?
No hay comunión eclesial entre pastores, teólogos y fieles sobre la conveniencia de tal ley. Ni sobre el poder de la autoridad eclesial para coartar un derecho fundamental humano. Pero la existencia de esta ley en la Iglesia católica occidental está vigente. Nadie puede negar el hecho de que miles de clérigos han pedido, tras un tiempo variable de observancia, ser liberados de la carga. La inmensa mayoría pide ser eximidos sólo del celibato. La Iglesia, junto con la liberación del celibato, les impone la prohibición de ejercer el ministerio para el que están consagrados por el Espíritu. ¿Es conforme con la misericordia divina, manifestada en Jesús, esa prohibición? ¿Así se “retiene todo lo bueno” (1Tes 5,22) que ellos tienen en su conciencia y avalan muchas comunidades cristianas?
Los casos concretos despiertan increpación y rebeldía
No ha sido la obediencia a la ley celibataria la que ha inspirado el “servicio” pastoral de dirección y presidencia de la comunidad a presbíteros y obispos. Se han visto obligados por la ley, no por la fe, a dejar su ministerio. De aquí ha surgido la rebeldía de muchos contra la ley. Ha sido el Espíritu de Dios quien les ha sostenido “la fe que se traduce en amor” (Gál 5, 6) a la comunidad. Ahí están los numerosos testimonios de sacerdotes ejemplares, infieles a la ley –por considerarla dañina a su humanidad-, pero fieles a la fe. Así lo formula Daniel Orozco:
“En esos dos años de ministerio lo tenía todo: una parroquia estupenda, veía frutos en mi labor, con mis compañeros de curso y demás sacerdotes había buena relación; pero seguía sintiendo el vacío de fondo, ese eco que me repetía desde lo hondo que no era del todo feliz, que renunciaba a una vida conyugal y familiar, esa desazón que nada ni nadie parecía llenar. Intensificaba la oración, cuidaba la fraternidad presbiteral, veía a los amigos … Nada… Sí, transmitir el evangelio, ayudar a vivirlo en mí y en quienes me rodeaban me encantaba pero vivir célibe me dejaba vacío, cada día un poco más … Esto no se pasaba, ya no eran crisis, era una constante. Mi corazón me estaba hablando otra cosa desde hacía mucho tiempo y no estaba haciendo caso. Dios mismo me hacía darme cuenta de que no podía seguir engañándome y engañándole a él y a todos; por muchos grupos, catequesis y homilías que pronunciase; aunque la gente me quisiese y alabase mis palabras o mis acciones; aunque Dios me diese muestras de su amor y fuese a veces instrumento suyo y testigo de su bondad con las personas…
Gracias a este encuentro (con el Movimiento pro Celibato Opcional), he comprobado que el camino que Dios me ha mostrado no es una locura mía. Mi vocación había sido siempre ser cura casado; y yo no me había dado cuenta. Por eso esa lucha interior, por eso esa vivencia ambivalente. Sí, ya sé que eso no existe hoy en la Iglesia Católica Romana, pero en su momento tampoco existieron los monjes, los eremitas o los laicos consagrados. Es la vocación que Dios quiere de mí. Y para eso me ha dado a conocer no sólo a MOCEOP sino, sobre todo, a una persona con la que compartir esta misión, esta ilusión y estilo de vida… A día de hoy, nos sentimos con la manos vacías, alzadas, puestas a disposición de lo que Él quiera. Estamos a la escucha, a la espera de conocer cómo y dónde quiere que hagamos realidad su sueño, su Reino. “Aquí estamos, Señor, envíanos” (“Curas casados. Historias de fe y ternura” Moceop. Albacete 2010, p. 70-71.76).
Así recuerda José María Lorenzo, presidente de la Asociación de sacerdotes casados españoles (ASCE), al secretario de su asociación:
“Hemos trabajado durante estos años para conseguir una reintegración en el ministerio por considerarlo de estricta justicia teologal. Nada hemos conseguido al respecto. Seguiremos adelante trabajando, convencidos que lo importante no es haber conseguido nuestro objetivo primero de la reintegración, sino haber colaborado eficazmente en el Reino de Dios. El 18 de junio de 1998 moría nuestro amigo Francisco Mantecón Ramírez, con 79 años de edad… Su paso de este mundo fue como lo que él era: como el de un hombre enamorado de Dios. Su esposa, Sole, nos dice que hasta el momento de su tránsito estuvo repitiendo jaculatorias con gran paz. Ha sido ejemplo en su vida y en su muerte. Vivió su sacerdocio todos los días de su existencia terrena. Rezaba el oficio divino, celebraba en ocasiones la Eucaristía de forma privada, practicaba a diario la lectura espiritual y la oración mental, era hospitalario, amable con todos, deseaba siempre hacer un favor a cualquiera. Era desde 1982 secretario de nuestra Asociación, y uno de lo socios fundadores en 1977”.
El Espíritu Santo nos sitúa en el amor y en la libertad
El Espíritu Santo actúa también en los “ministros” eclesiales casados, de rito oriental y occidental, católicos y anglicanos… El Espíritu nos sitúa en el “amor” y en la “libertad”: “donde hay Espíritu del Señor, hay libertad” (2 Cor 3,17). Jesús vivió el amor de Dios saltándose leyes humanas, cuando las creía dañinas para la vida física o social (curar, coger espigas en sábado, tocar enfermos, trato con mujeres…). A Jesús le juzgaron y condenaron “según la ley” (Jn 19,7). Con buena intención, la autoridad eclesial, apegada a la ley, sigue condenando a quien sigue la libertad de Jesús frente a la ley humana. No son capaces de volver a la libertad de uso matrimonial, anulada en el siglo IV, y de matrimonio en el s. XII. Clericalismo sin base evangélica birlando protagonismo a la comunidad: “todos sois hermanos… Entre vosotros nada de dominio, imposición, hacerse llamar bienhechores” (Mt 20, 25-28; Mc 10, 42-45; Lc 22, 24-27).
Los sacerdotes casados han necesitado mucha fortaleza del Espíritu para dejar el ministerio, para superar presiones personales y sociales. La Iglesia, sus dirigentes, se ha limitado a encajarles en la ley. Cuando se resisten, no reconocen al Espíritu Santo que actúa en ellos. Obedecen a la Ley, no al Espíritu. Cuando la ley se vuelve carga insoportable, desequilibra la personalidad, obliga a violentar sentimientos limpios y derechos claros como cuidar los hijos habidos o respetar a la mujer… entonces hay que acudir al Cristo de la Misericordia y preguntarle qué hacer. El Espíritu quiere y bendice la libertad. Y sin castigo añadido. Jesús no impide ejercer el don del Espíritu, otorgado en la sagrada ordenación sacerdotal, a quien no puede con el celibato.
Dirigentes de la Iglesia, ¡convertíos!
“Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida” (Misericordiae vultus” n. 2).
Pidamos al Espíritu Santo que el papa y los obispos “miren con ojos sinceros al hermano” sacerdote que pide ser liberado del celibato, pero no del ministerio, don de Dios a la Iglesia.

La engañosa propuesta de la COP 21 Leonardo Boff



Leonardo Boff2La COP21 que acaba de concluir sus trabajos el día 12 de diciembre en París con la autocomplacencia de todos, ha traído innegablemente puntos positivos. Laurent Fabius, presidente de la COP21, reafirmó que el «texto es diferenciado, justo, duradero, dinámico, equilibrado y jurídicamente vinculante”. Muy bien. Pero eso no nos exime de hacer algunas reflexiones críticas, dada la gravedad del tema que afecta al futuro de todos.

Primer punto positivo fue la cooperación entre los 195 países participantes. Su ausencia fue lamentada en la COP15 de Copenhague por Nicholas Stern, asesor de la reina Isabel en cuestiones ecológicas, con estas palabras: «Nuestra cultura no está habituada a la cooperación, excepto en caso de guerra; en el resto impera la competición entre las naciones. Mientras perdure este espíritu nunca llegaremos a ninguna convergencia». Ahora la convergencia se dio, facilitada por el reconocimiento de que no estamos yendo al encuentro del calentamiento, sino que nos encontramos ya dentro de él; además «el cambio climático representa una amenaza urgente y potencialmente irreversible para las sociedades humanas y para el planeta» (introducción).
El segundo punto positivo es la decisión de mantener el calentamiento por debajo del techo de 2ºC, orientándose hacia 1,5ºC hasta 2100, como en la era pre-industrial.
El tercer punto positivo es la convergencia en la necesidad de la adaptación y de la mitigación que deben ser asumidas por todos los países, de forma diferenciada según su participación en la emisión de CO2.
El cuarto punto positivo fue la decisión de los países ricos de pasar a partir de 2020100 mil millones de dólares al año a los países menos equipados. Cabe, por cierto, observar que dicha cuantía representa apenas el 0,16% del PIB de las 20 mayores economías mundiales.
El quinto punto positivo es la transferencia de conocimientos científicos y tecnológicos a los países con carencias en este área.
El sexto punto positivo es la promoción de la capacitación para los países más necesitados a fin de implementar la adaptación y la mitigación.
El séptimo punto positivo es el establecimiento de «contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional» por cada país para dejar clara la intención de detener voluntariamente el avance del calentamiento.
El octavo punto positivo es la creación de un organismo internacional dedicado a las «pérdidas y daños» para compensar a los países más afectados por los cambios climáticos.
No obstante estos puntos positivos, hay que hacer algunas reflexiones que no admiten espera. La primera de ellas es el horizonte en el que se elabora cómo enfrentarse al calentamiento global, revelado en el objetivo de la Conferencia: “transformando nuestro mundo: la agenda 2030 para el desarrollo sostenible”.
Como se puede ver, lo que está en cuestión aquí no es el destino y el futuro de la vida y de la Tierra amenazados por el caos climático, por lo tanto, la ecología. El centro de interés es la economía bajo el signo de un desarrollo sostenible. Esta opción encaja perfectamente en la corriente dominante actual en la cual la macroeconomía mundialmente integrada determina el rumbo de las políticas mundiales y nacionales.
Es importarte destacar que el mencionado desarrollo se trata en realidad de crecimiento económico material, medido por el PIB mundial y nacional. Ese desarrollo/crecimiento es claramente insostenible, como ha sido mostrado por economistas críticos y por renombrados ecologistas, pues, se funda en premisas falsas: lo infinito de los recursos naturales y lo infinito de desarrollo hacia el futuro. Estos dos infinitos son ilusorios: los recursos no son infinitos porque la Tierra es finita. Y el desarrollo tampoco puede ser infinito porque un planeta finito no soporta un proyecto infinito. Además no es universalizable para todos.
Pero lo que causa verdadera indignación es que el texto no mencione a la naturaleza y la Tierra (solo una vez al referirse en el nº140 a las culturas que llaman Madre a la Tierra). El problema no es el desarrollo y la naturaleza sino el ser humano y la naturaleza: relación de agresión o de sinergia. Este es el error imperdonable de la cosmología rudimentaria presente en el texto. Entendemos la reacción inmediata del mayor especialista en el calentamiento James Hansen: lo que la COP21 propone «es un fraude, una farsa» (The Guardian 14/12/2015). Me uno a él y en breve volveré sobre el tema.
*Leonardo Boff escribió Proteger la Tierra y cuidar de la vida, 2010, y es articulista del JB online.
Traducción de MJ Gavito Milano

El elemento extraño José M. Castillo, teólogo


Castillo1Fuente: Teología sin censura. El hecho religioso introduce un elemento extraño en la vida. Un elemento ajeno a la realidad constatable, demostrable, palpable. Es una realidad empíricamente ajena a lo real. Y prueba de ello es que no tenemos instrumentos comprobatorios, que demuestren de forma indiscutible e incuestionable, científicamente probatoria de que la religión es un componente esencial y propio de la vida. De la realidad de la vida. No existe ni semejante argumento, ni instrumento alguno que nos puede hacer patente la evidencia de lo que jamás ha sido evidente. Ni puede serlo.

Por eso, el hecho religioso no se basa en la evidencia, sino en la creencia. Y toda creencia es siempre un convencimiento o una convicción libremente asumida. De ahí que el factor libertad es decisivo en el ser y en la pervivencia del hecho religioso. Y esto es lo que explica por qué, a medida que la gente se siente más libre para pensar, para decir lo que piensa y para actuar en consecuencia, en esa misma medida el hecho religioso se debilita, se va quedado al margen de la vida y de la sociedad, de la convivencia. Y entonces, lo que pasa es que quedan manifestaciones del hecho religioso, pero la gente es cada día menos religiosa. La gente va a las iglesias, a las mezquitas, a las sinagogas o a las pagodas, pero la gente va a esos sitios, más por costumbre o por compromiso, que por convicción.
Entonces, ¿por qué sigue existiendo el hecho religioso? Porque la vida tiene unos límites y nos impone unas limitaciones, que no responden a nuestras aspiraciones. Por eso, como necesitamos comida, aire o cariño, también necesitamos religión. La que sea. Mucha gente se agarra a las religiones que ya existen. Y otros se las inventan, aunque los inventores no expliquen nunca en qué consiste su invento.
En cualquier caso, una advertencia capital: no confundamos la religión con Dios. La religión, sea la que sea, es un medio, un instrumento, para buscar y encontrar a Dios. Pero la religión no es Dios. En esa palabra, Dios, ponemos el logro de nuestras aspiraciones últimas y el sentido de nuestra vida. Si la religión nos sirve para sentirnos mejor y ser mejores, ¡bendita sea! Si lo que pasa es que la religión nos separa, nos divide, nos enfrenta, nos deshumaniza…, entonces, ¿para qué la queremos y por qué la costeamos?