FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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sábado, 24 de diciembre de 2011

Coro y Orquesta de Cámara de Bilbao

La Junta Directiva del Coro y Orquesta de Cámara de Bilbao, os manda con todo cariño nuestra Felicitación Navideña para el 2.012.
 
 
  Jose Mª Herrero
  Presidente de AMCB

JOSÉ ANTONIO PAGOLA NATIVIDAD 2011


La Navidad es una fiesta llena de nostalgia. Se canta la paz, pero no sabemos construirla. Nos deseamos felicidad, pero cada vez parece más difícil ser feliz. Nos compramos mutuamente regalos, pero lo que necesitamos es ternura y afecto. Cantamos a un niño Dios, pero en nuestros corazones se apaga la fe. La vida no es como quisiéramos, pero no sabemos hacerla mejor.
No es sólo un sentimiento de Navidad. La vida entera está transida de nostalgia. Nada llena enteramente nuestros deseos. No hay riqueza que pueda proporcionar paz total. No hay amor que responda plenamente a los deseos más hondos. No hay profesión que pueda satisfacer del todo nuestras aspiraciones. No es posible ser amados por todos.
La nostalgia puede tener efectos muy positivos. Nos permite descubrir que nuestros deseos van más allá de lo que hoy podemos poseer o disfrutar. Nos ayuda a mantener abierto el horizonte de nuestra existencia a algo más grande y pleno que todo lo que conocemos. Al mismo tiempo, nos enseña a no pedir a la vida lo que no nos pueda dar, a no esperar de las relaciones lo que no nos pueden proporcionar. La nostalgia no nos deja vivir encadenados sólo a este mundo.Es fácil vivir ahogando el deseo de infinito que late en nuestro ser. Nos encerramos en una coraza que nos hace insensibles a lo que puede haber más allá de lo que vemos y tocamos. La fiesta de la Navidad, vivida desde la nostalgia, crea un clima diferente: estos días se capta mejor la necesidad de hogar y seguridad. A poco que uno entre en contacto con su corazón, intuye que el misterio de Dios es nuestro destino último.
Si uno es creyente, la fe le invita estos días a descubrir ese misterio, no en un país extraño e inaccesible, sino en un niño recién nacido. Así de simple y de increíble. Hemos de acercarnos a Dios como nos acercamos a un niño: de manera suave y sin ruidos; sin discursos solemnes, con palabras sencillas nacidas del corazón. Nos encontramos con Dios cuando le abrimos lo mejor que hay en nosotros.
A pesar del tono frívolo y superficial que se crea en nuestra sociedad, la Navidad puede acercar a Dios. Al menos, si la vivimos con fe sencilla y corazón limpio.
                                      ALEGRIA PARA EL PUEBLO

Hay cosas que sólo la gente sencilla sabe captar. Verdades que sólo el pueblo es capaz de intuir. Alegrías que solamente los pobres pueden disfrutar.
Así es el nacimiento del Salvador en Belén. La gran alegría para todo el pueblo. No algo para ricos y gente pudiente. Un acontecimiento que sólo los cultos y sabios puedan entender. Algo reservado a minorías selectas. Es un acontecimiento popular. Una alegría para todo el pueblo.(LEER EL EVANGELIO)
Más aún. Son unos pobres pastores, considerados en la sociedad judía como gente poco honrada, marginados por muchos como pecadores, los únicos que están despiertos para escuchar la noticia.
Hoy también es así, aunque, con frecuencia, las clases más pobres y marginadas hayan quedado muy distantes de nuestra Iglesia.
Dios es gratuito, y es acogido más fácilmente por el pueblo pobre que por aquéllos que piensan poder adquirirlo todo con dinero.
Dios es sencillo, y está más cerca del pueblo sencillo y simple que de aquéllos cuyas energías, esfuerzos y trabajos están obsesivamente dirigidos a tener siempre más.
Dios es bueno, y le entienden mejor los que saben quererse como hermanos que aquéllos que viven egoístamente, tratando de estrujarle a la vida toda clase de felicidad.
Hoy sigue siendo verdad lo que insinúa el relato de la primera Navidad. Los pobres tienen un corazón más abierto al evangelio que aquellos que viven satisfechos. Su corazón encierra una «sensibilidad hacia el evangelio» que en los ricos ha quedado, con frecuencia, como atrofiada.
Tienen razón los místicos cuando nos dicen que para acoger a Dios es necesario «vaciarnos», «despojarnos» y «volvernos pobres».
Mientras vivamos buscando únicamente la satisfacción de todos nuestros deseos, ajenos al sufrimiento ajeno, conoceremos distintos grados de excitación, pero no la alegría que se anuncia a los pastores de Belén.
Mientras sigamos alentando nuestros deseos de posesión, no se podrá cantar entre nosotros la paz que se entonó en Belén: «La idea de que se puede fomentar la paz mientras se alientan los esfuerzos de posesión y lucro es una ilusión».
Tendremos cada vez más cosas para disfrutar, pero no llenarán nuestro vacío interior, nuestro aburrimiento y soledad. Alcanzaremos logros cada vez más notables, pero crecerá entre nosotros la rivalidad, el antagonismo y la lucha despiadada.


De la infinita nobleza de la vida cuotidiana. Berango, mus. carta a Nahi...