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martes, 15 de octubre de 2013

La crisis como excusa para una doctrina del shock Olga Rodríguez


El Gobierno se sirve de la crisis para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada.
A pesar de que nos presentan los recortes como inevitables, organismos como el FMI están pendientes de la reacción ciudadana en España.

Dice Naomi Klein que la estrategia de la doctrina del shock, ideada por el economista Milton Friedman y puesta en práctica por sus poderosos seguidores -desde presidentes estadounidenses hasta oligarcas rusos, pasando por dictadores del Tercer Mundo, catedráticos de universidad o directores del Fondo Monetario Internacional-, consiste en “esperar a que se produzca una crisis de primer orden o estado de shock, y luego vender al mejor postor los pedazos de la red estatal a los agentes privados mientras los ciudadanos aún se recuperan del trauma, para rápidamente lograr que las “reformas” sean permanentes”.
El propio Friedman describió así la táctica del capitalismo contemporáneo:
“Solo una crisis -real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo depende de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ésa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable”.
Chile se convirtió en el primer escenario donde se aplicó la doctrina del shock. Allí la “crisis aprovechable” fue el golpe de Estado de Pinochet y la represión impuesta por él. Aquello allanó el camino para imponer grandes transformaciones económicas en un breve periodo de tiempo. Friedman, que asesoró a Pinochet, predijo que las características de esos cambios económicos provocarían una serie de reacciones psicológicas en la gente que “facilitarían el proceso de ajuste”. A ese proceso lo llamó el “tratamiento de choque” económico.
En el caso de Irak el shock colectivo lo provocó la invasión, los bombardeos, dentro de una operación denominada precisamente “Conmoción y pavor” – ”Shock and awe”- con el objetivo de “controlar la voluntad del adversario, sus percepciones y su comprensión, y literalmente lograr que quede impotente para cualquier acción o reacción”, según los autores del documento de doctrina militar que llevaba el mismo nombre. Tras ello, Paul Bremer decretó privatizaciones masivas en Irak y la liberalización del mercado.
Friedman era ya un anciano cuando se produjo la inundación de Nueva Orleans en 2005, pero también vio en aquello una oportunidad. Y así lo escribió en The Wall Street Journal: “La mayor parte de las escuelas en Nueva Orleans están en ruinas. Esto es una tragedia. También es una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo”.
Dicho y hecho. Tras el huracán Katrina, think tanks y grupos estratégicos se abalanzaron sobre la ciudad estadounidense con el propósito de convertir los colegios de Nueva Orleans en “escuelas chárter”; es decir, escuelas públicas que pasarían a ser gestionadas por instituciones privadas. ¿Os suena?
Aquí en España el escenario del shock no lo provoca un golpe de Estado ni una invasión ilegal con bombardeos masivos, ni una inundación de consecuencias catastróficas, sino la propia crisis económica. Es ella la justificación de la que se sirve el Gobierno -y sobre todo, los poderes económicos y financieros que auspician sus medidas- para abordar un tratamiento de choque económico que nos receta descargas eléctricas de forma continuada hasta provocar un cortocircuito en nuestra capacidad de respuesta o, dicho en palabras de Friedman, reacciones psicológicas que facilitan “el proceso de ajuste”.
Con la excusa de responder contra la crisis, se nos impone más crisis para crear una modificación permanente a través de recortes drásticos en derechos y servicios sociales: Nada volverá a ser lo que era.
No hay mes en que no nos desayunemos con alguna nueva medida que quiebra aún más nuestra posibilidad de vivir con cierta dignidad y bienestar. No hay tiempo para asimilar. La rapidez con la que se están acometiendo las ‘reformas’ impide una capacidad de reacción continuada ante tantos nuevos frentes. Cuando se denuncia el desagüe por el que se nos esfuma la educación pública, nos comunican nuevos tijeretazos en la sanidad; cuando ponemos empeño en detener desahucios, se reforman las pensiones para devaluarlas. Y así, un largo etcétera.
Pero incluso en este negro escenario la reacción de la sociedad civil importa, y mucho. Por ello organismos como el Fondo Monetario Internacional están pendientes de la respuesta ciudadana. Cuando en el Egipto de 2008 surgieron grandes protestas en ciudades y fábricas, la preocupación era que estas pudieran “impedir a Mubarak acometer su reforma económica”, consistente en la liberalización del mercado, privatizaciones masivas y recortes de los servicios sociales.
Ahora que el FMI vigila a España de cerca -con su propio “hombre de negro” destinado en nuestro país para supervisar de cerca el rescate de la banca con nuestro dinero-, es interesante observar qué dice de nosotros. Su informe de agosto destaca que “la situación política parece estable pero la tensión social podría comprometer el esfuerzo de reforma. El gobierno tiene una amplia mayoría, no habrá elecciones generales hasta finales de 2015 y solo se ha enfrentado a disturbios sociales limitados”. Y prosigue:
“Pero el contexto económico ha reducido la popularidad de los dos principales partidos, lo que podría hacer que el apoyo público a nuevas y difíciles reformas fuera más complicado”.
En los despachos del poder se observa con preocupación el descenso de las dos organizaciones políticas que sostienen el bipartidismo y se mide el pulso de la sociedad civil, de la ciudadanía activa. Hasta ahora, los ‘disturbios’ sociales les parecen limitados. ¿Y si crecieran? Probablemente aumentaría la carga de electroshocks, con todo tipo de estrategias: mayor represión, medidas que crean más pobreza, e incluso mecanismos para hacer tambalear, desde dentro, a los grupos organizados.
Mientras que 2011 fue el año del despertar, de las revueltas árabes, de los indignados, del movimiento Occupy, 2013 podría ser su reverso. Hubo un momento hace dos años en que la calle fue capaz de imponer agenda en el debate público. Pero el poder tomó rápidamente la delantera, y ahora la agenda oficial nos bombardea. Aun así se ha construido tejido social y político con capacidad para responder a determinadas estafas. No es todavía suficiente para evitar el tratamiento de choque. Pero todo suma.

Mientras haya memoria, conciencia y resistencia, se estará abriendo un camino para un futuro diferente al que nos tienen preparado. De momento se está erosionando el monopolio de la verdad. El poder tiene los mecanismos para seguir gobernando contra los intereses de la mayoría. Pero no está siendo capaz de inocular su mentira en la sociedad. Por ahora dispone de impunidad, pero carece de hegemonía moral. Y esto, ya de por sí, simboliza toda una grieta en el tenebroso tratamiento de choque de la doctrina del shock

¿De quién son los bienes de la Iglesia? El Palacio episcopal de Segovia Ángel Luis Fernanz Chamón


Enviado a la página web de Redes Cristianas
Les confieso que tengo sentimientos encontrados al empezar este artículo: indignación en primer lugar por el hecho que vengo a comentar; pudor y atrevimiento, por verter en estas líneas unos pensamientos que se me imponen, pese a mi nula autoridad en el asunto.
La cuestión es que el sábado cinco de octubre, pasando por la plaza de San Esteban, entré por primera vez en lo que fue Palacio Episcopal. Un edificio magnífico convertido en un negocio hostelero, al alcance de los bolsillos que se lo puedan permitir (y no somos todos se lo aseguro). En la planta alta el espacio museístico habilitado para exhibir las piezas del museo diocesano y otras, procedentes de colecciones privadas, atesoradas por los propietarios del negocio hostelero, visitable al precio de tres euros.
Segovia está llena de monumentos y conservarlos es importante, aunque esto suponga convertirlos en negocios privados. ¿Quizás sea este el destino de la ciudad: estar al servicio del turismo casi exclusivamente?
El detonante de este escrito, es que no se trata de un edificio histórico más. Estamos hablando del palacio en el que habitaron los sucesivos Obispos segovianos, desde mediados del siglo XVIII, hasta el año 1969. Un edificio representativo del llamado Antiguo Régimen, caracterizado por una fuerte división estamental de la sociedad, en el que la jerarquía eclesial ocupaba los últimos y más destacados peldaños de la pirámide de poder. A nadie que visite el edificio le quedará ninguna duda: estamos ante los magnates de aquel tiempo – las “armas” del Obispo Don Manuel Murillo Urgáiz, comprador del edificio a la familia Salcedo en 1756, se exhiben en el frontispicio de la fachada – en el que la Iglesia, además de tener el poder espiritual tenía también el temporal. Abrir o cerrar las puertas del paraíso nunca ha sido cuestión baladí.
Que cayera el Antiguo Régimen pero el Obispo siguiera ocupando el palacio, es una ilustración de cómo el poder de la Iglesia en esta España, se perpetuó hasta muy bien entrado el siglo XX (¿o todavía sigue vigente?). ¿Nadie se acuerda ya de la confesionalidad del Estado y el nacional-catolicismo franquista? Sólo con la constitución de 1978 el Estado se declara laico (con algún que otro periodo muy corto y trágico en nuestra historia, ¿recuerdan?), aunque sólo de nombre.
Los hechos son como sigue: el día 23 del mes pasado, se inauguraba la nueva etapa del palacio, como consecuencia de la firma entre el obispado y la sociedad limitada Museo Doña Juana (hoy Fundación), con un acuerdo de cesión del citado edificio, para su explotación y conservación durante 25 años. Al solemne acto de inauguración acuden las máximas autoridades civiles, militares y por supuesto religiosas, con el nuncio papal a la cabeza y el Obispo actual Don Ángel Rubio. Una foto digna de otros tiempos. Llegaba a su término un largo proceso de negociación para dar al palacio el destino que estaba en la mente del prelado: que su empleo no estuviera en contradicción con el “ideario” de la Iglesia Católica, además de encontrar acomodo a los fondos museísticos del obispado, y que estos sirvieran como medio de evangelización.
Las declaraciones del Obispo diciendo que era un día histórico para Segovia, me llenaron de estupor. Me vinieron a la mente las personas que en Segovia – sí, nuestra idolatrada ciudad – habían perdido su casa, o los que estaban en proceso de perderla al haber sido despedidos de sus trabajos. ¿Cuántos en Segovia tienen que acudir a los repartos gratuitos de alimentos? ¿Cuántos más van a tener que pasar el invierno helados de frío al no poder pagarse la calefacción? No nos gusta ver la pobreza a nuestro lado, preferimos ver pasar a los turistas con sus cámaras y sus “cicerones”, tomar cañas en los bares, pasear con nuestros hijos… Todo esto está muy bien, pero no olvidemos esa realidad bien patente aunque poco visible. Quizá como a todo nuevo rico que empieza a ver cómo se le deshilachan los vestidos de fiesta, nos cueste ver lo que nos haga recordar de dónde venimos.
Se me hicieron presentes aquellos que tienen que aceptar trabajos-basura, para cobrar algún euro con que alimentar a su familia o poderse mantener en la precariedad si son jóvenes (en Segovia no tenemos que ir muy lejos para encontrar estas situaciones de explotación, igual en el mismo sitio donde tomamos las cervezas con los amigos). Podría seguir, porque es absolutamente cierto que esas realidades humanas me invadieron ante el espectáculo de un edificio de la Iglesia al servicio del lucro privado. La palabra escándalo me viene y la reflejo como tal pronunciándola como cristiano que intenta vivir con alguna coherencia.
Anoto otra reflexión ¿de quién son los bienes de la Iglesia? ¿Acaso son bienes patrimoniales de los que pueden hacer uso aquellos que circunstancialmente ocupan un cargo en la jerarquía? Y otra a renglón seguido: si su propietaria es la Iglesia, ¿Quién es la Iglesia? Me contesto: el pueblo de Dios en marcha. ¿Cuál es la fidelidad a la que se debe la Iglesia como pueblo de Dios? Respondo: al mensaje que con su vida y su ejemplo nos dejó Jesús: sólo el amor salva, esa realidad escondida en lo más íntimo de cada uno que nos lleva a poner al otro en el centro de nuestras preocupaciones. Y ese otro ¿quién es, sino el pobre y el desvalido, el prójimo que tirado en la cuneta y despojado de todo yace a nuestro lado?
Si hay algo de verdad en todo esto, me acojo a las palabras pronunciadas por el Papa Francisco, cuando a principios de septiembre visitó un centro de los Jesuítas al servicio de la acogida de refugiados en Roma
“Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo que son los refugiados. El Señor llama a vivir con generosidad y coraje la acogida en los conventos vacíos… Quizá hemos sido llamados a hacer más, acogiendo con decisión aquello que la providencia nos ha dado para servir”.
Palabras balsámicas que me reafirman en que los bienes de la Iglesia lo son en cuanto están al servicio de los demás, y en primer lugar de los más pobres, de los marginados, de los inmigrantes sin recursos. Ellos los pobres son la carne de Cristo, ¿en qué otro lugar podemos poner el mensaje cristiano?

En un mundo inhóspito y despiadado que ve con indiferencia los sufrimientos ajenos (más de trescientos inmigrantes ahogados frente a las costas de Lampedusa, otros abandonados a sus dolencias sin asistencia médica en España…) ¿Cuál es la mayor urgencia en la Iglesia? El mismo Papa Francisco responde:
“Lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy, es una capacidad de curar heridas… cercanía, proximidad”.

¿Y qué mayor testimonio que estar junto a los que más sufren hoy el huracán de la mal llamada crisis: los desahuciados, los sin trabajo, los ancianos abandonados, los dependientes sin ayudas….?

¡Qué ocasión perdida de dar un testimonio verdaderamente evangélico! ¡Cuántas personas podrían atenderse en el palacio!, ¡Cuántas heridas podrían curarse! Un verdadero hospital de campaña desperdiciado. Frente a ello 25 años de cesión del singular edificio, ¿A cambio de qué?, de su conservación (que está muy bien), y de ser fiel al “ideario” de la Iglesia católica (¡), que pasa por la evangelización que transmiten las obras de arte. ¿Qué mayor evangelización que curar el corazón herido? Cuerpo y alma son uno, ¿o es que se nos ha olvidado? ¿Es posible salvar almas olvidándose de los cuerpos? ¿Cuál es el orden de prioridades?
¡Qué día tan grande para Segovia y para la Iglesia hubiera sido si el Obispo hubiera destinado ese edificio a “hospital” de cuerpos y almas!.

¡Qué foto la del prelado rodeado de gente sin trabajo, sin casa, sin sanidad…, sin dignidad!
¿Cuánto habremos de esperar para ver los primeros frutos de una Iglesia renovada?

¡Qué pena, qué dolor! ¡Ochocientos mil euros en media hora! Faustino Vilabrille



Hoy se celebra en Madrid el desfile de las F. Armadas. Va a ser más restringido que otros años, solo de media hora de duración; pero en esa media hora se van a gastar nada menos que 800.000 €.
Caritas nos acaba de decir que ya tenemos en España TRES MILLONES de personas en extrema pobreza, que tenemos muchos familias que perciben tan solo 307 € mensuales y otras que no reciben absolutamente nada. La crisis económica y las políticas de recortes y más recortes están martilleando sin piedad a los más desfavorecidos, como los inmigrantes y parados y los apoyos familiares cada vez más agotados.

En tan solo cinco años hemos pasado de de 8,9 millones a 10,5 millones de pobres, y la tasa de paro de 8,6 al 26 %. ¡Cuánta tragedia se esconde detrás de estas cifras y para seguir creciendo!, pues esos anuncios que nos hacen los ministros de que hemos tocado fondo y empezamos a crecer no lo cree nadie, pues basta abrir los ojos para ver cada día más colas en los comedores sociales, más gente pidiendo por todas partes, más personas solicitando ayudas en parroquias y otros servicios sociales cada vez más desbordados e impotentes para atender a tantas peticiones. Ya hay organizaciones que tienen que hacer turnos y suspender temporalmente la ayuda a unos para atender a otros, pues les resulta imposible atender simultánea y mínimamente a todos.
Por contra, según un estudio de Credit Suisse, el número de personas en España con un patrimonio mínimo de un millón de $ subió en 47.000 de 2011 a 2012, pasando a un total de 402.000. Es decir, crece la desigualdad, la injusticia, la fractura social. ¿Qué leyes y qué clase de política social se están haciendo? Tanto el gobierno anterior como sobre todo el actual han aplicado unos recortes draconianos al gasto en servicios sociales, en sanidad y educación, que caen como siempre sobre los más impotentes e indefensos.
Ante este panorama, gastarse 800.000 € en media hora es una bofetada indecente y ofensiva en el rostro de los pobres. Una ocasión perdida de dar muestras de sensibilidad social, de coherencia con los graves problemas del país, de romper con algo que no sirve para nada. El Príncipe que lo va a presidir tuvo una oportunidad evidente de dar por lo menos otra imagen a la corona, hoy muy deteriorada, pidiendo que no se celebrase, y así demostrar estar en sintonía con los más graves problemas de nuestro país.
Un cordial saludo a tod@s.-Faustino

Los 522 religiosos beatos de Tarragona José M. Castillo, teólogo



En la Iglesia (y en la sociedad) ocurren cosas ante las que el silencio equivale a complicidad. Cosas con las que uno no se puede hacer cómplice. Porque eso es lo mismo que decir – sin decir nada – que se está de acuerdo con lo que se ha hecho.
Por eso, en esta misma mañana del domingo, día 13 de Octubre de 2013, no me puedo callar ante lo que se ha preparado, se ha organizado, se ha gestionado en Roma. Y se ha pagado con una buena cantidad de dinero, que nadie sabrá a cuánto ha ascendido, al tiempo que ahora mismo en España hay familias enteras que no tienen ni lo indispensable para seguir tirando de la vida. ¿Hemos perdido la cabeza en este país, en el que cada día nos enteramos de nuevas y más extrañas contradicciones?

Con todo esto, me refiero a la beatificación de 522 religiosos de derechas, asesinados por militantes de izquierdas, durante la guerra civil española del 36. Esta misma mañana, toda esta notable cantidad de personas, vinculadas a la Iglesia franquista, han sido exaltados a la dignidad de “beatos” por el cardenal Angelo Amato, venido expresamente de Roma para presidir este acto. Como es sabido, la beatificación es el paso previo e indispensable para la canonización.
Es importante saber que la beatificación (de uno o muchos cristianos difuntos) no se decide necesariamente en el Vaticano. La beatificación puede ser promovida y decidida por el obispo de la ciudad donde se realiza el acto. Aunque es cierto que necesita la aprobación del papa. Si bien es justo indicar que, en este caso, el papa Francisco ha dado la impresión de no haberle prestado especial atención a la beatificación de los 522 beatos que hoy se han enaltecido en Tarragona. Por la televisión hemos visto y oído que, cuando ha llegado el momento de decir algo sobre el asunto, el papa Francisco ha pasado sobre el tema como gato sobre brasas, limitándose a hacer unas afirmaciones genéricas sobre el martirio y la generosidad del creyente en sy entrega a Dios y al prójimo.
El papa Francisco tiene sus motivos para pensar y hablar así. Donde mejor se conoce la Iglesia, que se quiere, es en el modelo de santos o beatos que se canonizan o se beatifican. Como es igualmente cierto que el tipo de Iglesia, que no se quiere, donde mejor se expresa es en el modelo de santos que ni se beatifican ni se canonizan. Porque, a fin de cuentas, tantos los que suben a la gloria de los altares, como los que se quedan en la podredumbre de las tumbas (o incluso perdidos bajo las cunetas de caminos desconocidos), unos y otros, están donde están, porque los unos han pasado y los otros no han podido pasar el tupido filtro de exámenes, juicios, controles, preferencias, convicciones y deseos de lo que la Iglesia quiere y de lo que la Iglesia no quiere. Hoy ha quedado patente que la Iglesia española quiere ser de derechas.
Por esto, decir ahora que la aparatosa y masiva beatificación de 522 católicos de derechas, al tiempo que ni se sabe el número de los españoles republicanos (o incluso de izquierdas) que siguen perdidos y podridos bajo tierra, eso es un “acto de perdón y de mutua reconciliación”, ¿no es un sarcasmo ofensivo para quienes se identifican bien sea con la derecha política o con la izquierda republicana?
En su reciente – y ampliamente comentada – entrevista, que el papa Bergoglio ha concedido al director de la revista italiana “La Civiltá Cattólica”, Francisco ha dicho: “Tenemos que caminar unidos en las diferencias: no existe otro camino para unirnos. El camino de Jesús es ése”. Por desgracia, nuestra España sigue siendo un país en el que el talante “cainita” se palpa demasiado y en demasiadas cosas. Son muchos y muy autorizados los historiadores que están de acuerdo en que el hecho religioso fue determinante en el brutal desencadenamiento de la guerra civil del 36.
La Jerarquía Eclesiástica Española se declaró decididamente a favor del dictador que dio el golpe militar y después mantuvo su dictadura durante casi 40 años. ¿No está ya bien de actos religiosos de este tipo que, sean cuales sean las intenciones de unos y otros, para lo que en realidad sirven es para mantener la fractura que nos divide, nos separa y nos hace tanto daño para recuperar la unidad (en la diferencias) que ahora más que nunca tan necesitamos estamos? ¡Dios nos libre de fomentar odios y resentimientos! Lo que más nos urge es recuperar la bondad, el respeto y la tolerancia, que pueden hacer de España un país más unido, más humano y más honesto. De no ser así, no salimos del atasco en que vivimos, siendo – como somos – un país tan cargado de las mejores posibilidades.