FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

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miércoles, 13 de enero de 2021

“Si viene una ola de frío, esta noche me muero en la calle”

 


El Mundo

sin techo

Las ONG alertan del mayor peligro que suponen las bajas temperaturas para los sintecho
«Mamá, mira, un muñeco de nieve… Mamámamáaamiraaa…». Las puertas de la iglesia de san Antón, en el madrileño barrio de Chueca, no amortiguan los sonidos de quienes disfrutan de la «nevada del siglo».
Sin embargo, mezclado con los gritos de la ciudad, dentro de esos muros lo que se escucha es el silencio de las sombras que ya no tienen fuerzas ni para quejarse. O casi: «Esta noche moriré en la calle».
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“Los cambios eclesiales van a un paso demasiado lento y están llenos de temores, justificaciones y cegueras”


Consuelo Vélez

Fe y vida

“Casi debería dar vergüenza que en pleno siglo XXI, los cánones eclesiásticos tengan formulaciones que excluyen a las mujeres”
“¿Por qué tanto temor a hacer cambios? ¿Por qué tienen tanta seguridad de que lo que respecta con las mujeres y su participación eclesial en otros ministerios no pueden “modificarlo”? ¿No escuchan a este Espíritu de Verdad?”
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COESPE: Impulsar la resistencia en toda Europa frente a los planes de la Comisión Europea y del BCE

 


Comisión COESPE internacional

kaosenlared

PENSIONES2

En Europa hay abierta una guerra asimétrica contra los pensionistas, contra la clase trabajadora, la juventud, contra los pueblos, con la misma intención de fondo. COESPE está trabajando y va a trabajar para articular en el Estado español y en toda Europa la defensa de los sistemas públicos de pensiones. 
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Benjamín Forcano: “La situación de la Cañada Real Galiana es inconstitucional”

 


Religión Digital

Benjamín Forcano1

“Por un Madrid fraterno y solidario. Democracia, pues, e iguales derechos para todos”
“En apoyo a la Carta enviada al Papa, pidiéndole su mediación para resolver la intolerable situación de La Cañada Real”
“Hay situaciones sociales en Madrid, especialmente en la periferia, que interpelan a todos, primariamente a los mismos ciudadanos y de manera no menos relevante a los políticos y a las autoridades que lo gobiernan”
“El ejemplo de La Cañada Real Galiana es un espejo en el que todos aparecemos reflejados, sin que se pueda eludir el compromiso que a todos y a cada uno corresponde”
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“No voy a aceptar mini-sterios tapaagujeros y apaga incendios” Migajas y más opresión… Eso no era lo que pedíamos

 


Christina Moreira

Religión Digital

Christina-Moreira2

“Sé que muchos y muchas han salido hoy a celebrar tan grande concesión. Otras estamos perplejas por el doble lenguaje”
“¿Por qué se necesita desclericalizar los ministerios, justo ahora que se incluyen a las hembras?”
“A la petición de igualdad se responde con discursos sobre los males de la clerecía, que, digámoslo abiertamente, no son imputables a las mujeres que suelen ser más bien sus víctimas”
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Domingo 17 de Enero 2º Ordinario Antonio (356)

 KOINONIA

 


La primera y la tercera lecturas se complementan presentándonos el tema de «la vocación»: la vocación del pequeño Samuel en la primera, y la vocación o el llamado de Jesús a sus primeros discípulos.

El libro de Samuel nos presenta la infancia del joven Samuel en el templo al cual fue consagrado por su madre en virtud de una promesa. El niño duerme, pero una voz lo llama. Creyendo que es la voz de su maestro Elí, con ingenua obediencia se levanta el niño tres veces en la noche acudiendo a su llamado. Samuel no conoce aún a Yahvé, pero sabe de la constancia en la obediencia, y sabe acudir al llamado, una vez más, aun cuando en las primeras ocasiones le parecía haberse despertado en vano. Elí comprendió que era Yahvé quien llamaba al niño y le enseñó entonces a crear la actitud de escucha: “Habla señor, que tu siervo escucha”. IR A LA PÁGINA

DOMINGO 2 Tiempo ordinario – B (Juan 1,35-42)

 JOSÉ ANONIO PAGOLA

HACERNOS MÁS CRISTIANOS

¿Esto que vivo yo es fe?, ¿cómo se hace uno más creyente?, ¿qué pasos hay que dar? Son preguntas que escucho con frecuencia a personas que desean hacer un recorrido interior hacia Jesucristo, pero no saben qué camino seguir. Cada uno ha de escuchar su propia llamada, pero a todos nos puede hacer bien recordar cosas esenciales.

Creer en Jesucristo no es tener una opinión sobre él. Me han hablado muchas veces de él; tal vez he leído algo sobre su vida; me atrae su personalidad; tengo una idea de su mensaje. No basta. Si quiero vivir una nueva experiencia de lo que es creer en Cristo, tengo que movilizar todo mi mundo interior.

Es muy importante no pensar en Cristo como alguien ausente y lejano. No quedarnos en el «Niño de Belén», el «Maestro de Galilea» o el «Crucificado del Calvario». No reducirlo tampoco a una idea o un concepto. Cristo es una «presencia viva», alguien que está en nuestra vida y con quien podemos comunicarnos en la aventura de cada día.

No pretendas imitarle rápidamente. Antes es mejor penetrar en una comprensión más íntima de su persona. Dejarnos seducir por su misterio. Captar el Espíritu que le hace vivir de una manera tan humana. Intuir la fuerza de su amor al ser humano, su pasión por la vida, su ternura hacia el débil, su confianza total en la salvación de Dios.

Un paso decisivo puede ser leer los evangelios para buscar personalmente la verdad de Jesús. No hace falta saber mucho para entender su mensaje. No es necesario dominar las técnicas más modernas de interpretación. Lo decisivo es ir al fondo de esa vida desde mi propia experiencia. Guardar sus palabras dentro del corazón. Alimentar el gusto de la vida con su fuego.

Leer el evangelio no es exactamente encontrar «recetas» para vivir. Es otra cosa. Es experimentar que, viviendo como él, se puede vivir de manera diferente, con libertad y alegría interiores. Los primeros cristianos vivían con esta idea: ser cristiano es «revestirse de Cristo», reproducir en nosotros su vida. Esto es lo esencial. Por eso, cuando dos discípulos preguntan a Jesús: «Maestro, ¿dónde vives?», ¿qué es para ti vivir? Él les responde: «Venid y lo veréis».

LA MUERTE DE DIOS


col munarriz

La seguridad jurídica que ofrecen las actuales democracias, la estabilidad económica de la que goza buena parte de la población y el confort que facilita la tecnología, han hecho florecer una nueva sociedad que ya no se siente acuciada por las lacras de antaño. Como es natural, sus artífices nos sentimos tan ufanos de ello, que afirmamos que no es preciso esperar hasta después de la muerte para alcanzar la plena felicidad, pues al fin se puede lograr en esta vida.

Pero estos logros nos han engreído de tal modo, que nos han llevado a despreciar cualquier creencia, conocimiento o costumbre previos a nosotros; a olvidar que la selección natural no solo actúa sobre la evolución biológica, sino, sobre todo, sobre la evolución cultural; que las costumbres y creencias que hemos recibido (y ahora despreciamos) son el resultado de miles de años de evolución.

Quizá lo menos importante de una creencia es que sea verdadera. Lo que la hace importante es que da sentido a nuestra existencia, nos mueve a vivir una vida que no se detiene con la muerte, nos ayuda a soportar mejor sus reveses, nos empuja a vivir con ambición y nos impide resignarnos a la condición de meros animales evolucionados.

Y sobre esta base descansaban nuestras vidas, pero la hemos destruido. Lo peor es que, para llenar el vacío, hemos abrazado con fervor unas ocurrencias improvisadas que no llenan nada y nos abocan a vivir en una constante evasión de nuestra realidad. Hemos impuesto por la fuerza de la demagogia una concepción reduccionista del ser humano, hemos ridiculizado sus creencias y denostado sus valores y tradiciones, hemos llamado libertad a la esclavitud a la que nos someten las pasiones ... y nos hemos equivocado.

Nos hemos equivocado, porque esta idea del mundo y del ser humano ha desembocado en la aniquilación del hábitat, la pérdida generalizada de sentido, el alumbramiento de una sociedad egoísta y deshumanizada, y el ahondamiento brutal de la brecha entre ricos y pobres. Lo paradójico es que hemos vestido este desastre de movimiento de liberación. Aseguramos que el hombre debe liberarse de los prejuicios que le han esclavizado a lo largo de la historia, y de lo primero que debe liberarse es de ese Dios imaginario que nos oprime, nos infantiliza y nos impide avanzar.

En su libro “La gaya ciencia”, Nietzsche recoge magistralmente esta situación: «Aquel hombre, frenético o loco, no dejaba de gritar: “¡Busco a Dios! ¿Qué ha sido de Dios?” … Fulminándolos con la mirada, agregó: “Os lo voy a decir. Lo hemos matado. Vosotros y yo lo hemos matado. Hemos dejado esta tierra sin sol, sin orden, sin quién la conduzca... Vagamos como a través de una nada infinita en busca de…”»

Nietzsche no pretende decir que Dios antes existía y ahora ha muerto, sino que la idea de Dios ha muerto en nuestra cultura. Y aunque el loco hace este anuncio acompañado de gran desasosiego, en realidad Nietzsche lo tenía muy claro: la muerte de Dios iba a hacer surgir en nosotros el superhombre que llevamos dentro; un hombre a la altura de los dioses, más noble, más fuerte, más voluntarioso, dotado de la moral de los señores …

Pero el hombre moderno vive esclavo del aparato burocrático del estado, manipulado por demagogos infames, alienado por los medios de comunicación y abrumado por mil preocupaciones banas. Erich Fromm lo retrata así: «El hombre actual vive pendiente de los otros hasta el punto de que su seguridad depende de no apartarse del rebaño. La maquinaria económica dirige sus deseos de forma que es conducido sin líderes en pos de ninguna meta; exactamente igual que si se tratase de un autómata» 

Y como decía el loco, «Vagamos como a través de una nada infinita en busca de…» … ¿De qué? …

HUMANIDAD A LA DERIVA…

Pedro Aranda Astudillo, Fundador de la Corporación Gen.

col aranda

Estar a la deriva es perder el timón, sólo al ritmo de las olas, de flujos y reflujos. Las olas del coronavirus no significan que se habría ido y vuelve a su contraataque “más fuerte”. Es el mismo virus que está entre nosotros, lo transportamos unos a otros: la “irresponsable” trazabilidad.

Si el Covid ha contagiado al día de hoy a 83,4 millones de personas y ha mandado a los cementerios a 1.8 millones ¿qué tan mortal es?, sí lo es para quienes no pudieron “zafarse” de él o quizás por tener otras patologías. ¡Gloria al personal de salud que de los 83.4 de millones infectados han rescatado el 81,6! Lo macabro del Covid son sus consecuencias colaterales: quiebras de empresas, de negocios, cesantías, confinamientos, libertades limitadas, el rostro humano enmascarado, de convertirnos en peligro de uno a otro, claustrofobias, etc.

Decimos que la humanidad ha mostrado su máxima vulnerabilidad no porque el bicho invisible lleve a la muerte, sino porque ahora en sus peaks de desarrollo científico tecnológico evidencia que la conciencia por la vida, el instinto natural de defensa, de conservación tan inherentes a nuestra esencia humana nos la hemos enterrado, lapidada, sofocada en el más diverso reinado del consumo, sociedad consumida por el consumo. Las fiestas clandestinas en todos los estratos sociales, las evasiones a las ordenanzas sanitarias, shopping obsesivos, el deslizamiento de las desconfianzas hacia las gobernanzas…

Qué decir de países de la OCDE, en particular como EEUU, el más azotado por el Covid que han debido reiterar sus confinamientos, que sus ciudadanías han salido a las calles contra las órdenes de sus gobiernos… nos impresiona un país tan disciplinado como Alemania, su Primer Ministro, Sra Merkel, ha tenido que enfrentar rebeldías populares por sus medidas restrictivas.

Estos países empoderados de sus culturas, han mostrado reacciones viscerales… y el mundo oriental no es menor, pese a sus dictaduras… Conjuntamente con sus crisis pandémicas ¡ostentan diversos tumores bélicos en sus mapas!

El famoso cuento del lobo muestra la incredubilidad de quienes lo escuchaban hasta que el lobo los ataque directamente ¿lo mismo nos pasa con el Covid? El mundo científico de la salud se ha “despestañado” por descubrir la vacuna pues los estragos son cuantiosos que nos deja el Covid. Sin embargo, las sospechas por la vacuna en las redes, lanzadas por personas que se presentan como científicos se han sumado al enrarecido mundo de las desconfianzas…

Los gobiernos tímidamente han debido declarar que la vacuna es voluntaria (¿no es lo mismo lo que pasa con el voto voluntario?) Si somos tan interdependientes socialmente, si este “Cuerpo Planetario” configura el Bien Común ¿cómo es posible someterlo a voluntades individuales?, ¿no basta un fósforo para incendiar miles de hectáreas? Más aún estas individualidades ¿no usufructúan de los bienes comunes?

Nuestra civilización atrofiada de conciencia, atrofiada de su espíritu de pertenencia radical a la madre naturaleza, ciertamente seguirá errante y sometida a toda pandemia. Si la educación fuera desarrollar conciencias los humanos podríamos volver a tomar el timón.

 


¿QUÉ BUSCAMOS? ¿DÓNDE? ¿CÓMO?

FE ADULTA

col marife

Juan 1, 35-42

En aquel tiempo, bastantes años después de la muerte de Jesús, el grupo de seguidores de Juan Bautista seguía creciendo. Con espíritu misionero habían extendido la doctrina de su maestro por muchos lugares. En Éfeso habían bautizado a parte de la población “con el bautismo de Juan”; el de Jesús ni se conocía.

Para muchas comunidades cristianas la situación era preocupante. La figura del Bautista, tras ser decapitado por Herodes, se había ido agrandado, hasta el punto de que en algunas zonas eclipsaba a Jesucristo, muerto y resucitado. ¿Qué podían hacer?

El autor del cuarto evangelio puso su granito de arena. En su relato, dejó a un lado la infancia de Jesús y comenzó su evangelio con un himno muy significativo para las comunidades. En ese himno se afirmaba que el Verbo no solo estaba junto a Dios, sino que era Dios; ese Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

Sin embargo, Juan Bautista solo era testigo; él no era la luz, sino que daba testimonio de la luz. Como Isaías, era voz que clamaba en el desierto, pero no era la Palabra hecha carne. No nombró el bautismo de Jesús, ni quiso resaltar la figura del Bautista en ningún lugar de su evangelio, al contrario, Jesús debía crecer, y él debía menguar (Juan 3, 28-30).

El evangelio de este domingo nos presenta un ejemplo de cómo Juan daba testimonio. Cuando ve pasar a Jesús dice: “Este es el Cordero de Dios”. ¿No se saludan? ¿No se produjo un encuentro entre los dos? Lo que importa no es lo que pudo ocurrir, o no, desde el punto de vista histórico, sino el papel de Juan “introduciendo” o presentando la figura de Jesús.

Pero ¿cómo pudo decir esta frase que se formuló muchos años después? Es como si nos dijeran que alguien habló del Covid 19 hace 50 años. Imposible. Llamar a Jesús “Cordero de Dios” es una expresión (confesión de fe) que las comunidades cristianas acuñaron tras la experiencia de Pascua, en un proceso lento y muy elaborado.

El evangelista no nos ha querido engañar. Simplemente ha dejado a un lado la perspectiva histórica para ofrecer una catequesis, un relato de vocación sobre el seguimiento de Jesús.

En este contexto, tiene sentido el texto: los discípulos de Juan le abandonan para buscar algo nuevo junto a Jesús. No importa que le siguieran en ese mismo momento, o no. Esas decisiones repentinas que encontramos varias veces en el Evangelio nos indican (al estilo judío) que es una decisión importante, no necesariamente inmediata.

Es decir, la búsqueda conduce a dos discípulos de Juan hacia Jesús, para convivir con él. Y el “lugar” en el que habita Jesús expresa cómo vive su escala de valores. El evangelio nos recuerda en diferentes pasajes ese “lugar existencial”: era itinerante, no tenía dónde reclinar su cabeza, algunas mujeres le sostenían con sus bienes y estaba rodeado de personas marginadas y pecadoras.  Una vergüenza en su tiempo. ¿Merecía la pena seguir a un Rabí, a un Maestro que vivía de ese modo? Los dos discípulos dan testimonio de que merece la pena seguirle y animar a otras personas a hacerlo.

En otros relatos de vocación, Jesús es el que llama. En este nos muestra la importancia de buscar y experimentar. Nos invita a aguzar el oído y mirar atentamente. A tomar en serio nuestras búsquedas, fuera de nosotr@s y en nuestro interior. A leer los signos de los tiempos, como brújulas que nos orientan. A buscar como zahoríes los manantiales de agua viva que brotan en nuestras entrañas.

Nos habla de la hora undécima, quizá se refiere a las cuatro de la tarde, cuando el día ya declinaba y era hora de recogerse y volver al hogar. No olvidemos que el día empezaba al amanecer, con la salida del sol. Los dos discípulos reconocen que ese día ha merecido la pena ¡porque han encontrado a Cristo, al Mesías! La experiencia les ha dejado una huella tan honda que no quieren olvidar esa hora, ese Kairós.

¿Qué horas recordamos? ¿Las de los partos? ¿Las de algunos encuentros inolvidables? ¿La de la muerte de algún ser querido? Cada encuentro con Jesús “deja una huella en nuestro tiempo”, nos marca un antes y un después… A menos que pasemos superficialmente por esos encuentros o a carrera limpia. Y cada encuentro con Jesús hace más denso y comprometido el encuentro con cada hermano y hermana.

Era habitual en las primeras comunidades que el bautismo llevara aparejado un cambio de nombre, sobre todo cuando dejaban a un lado un nombre pagano y asumían el de alguien que había muerto como mártir de la fe. El evangelista nos dice que el encuentro entre Jesús y Pedro fue tan hondo que le cambió la identidad, fue como un segundo nacimiento. Aunque ese cambio lo fuera experimentando a lo largo de los años. Algo similar ocurre en las experiencias de enamoramiento, cuando alguien dice: “Desde que conocí a…, mi vida cambió totalmente”.

Hoy podemos preguntarnos: ¿Con qué nombre o título presentamos o anunciamos a Jesús? ¿Cómo experimentamos su mirada? ¿La sostenemos o la rechazamos? ¿Cómo miramos al mundo, con la mirada de Jesús? ¿Qué nombre nuevo recibimos? ¿Cómo expresa ese nombre nuestra misión, en un mundo injusto y desigual? ¿Cómo y con quién compartimos lo que encontramos, la perla preciosa?

 

SOLO SERÁ CRISTIANO EL QUE VIVA LO QUE VIVIÓ JESÚS

FE ADULTA

col fraymarcos

 

Jn 1,35-42

Este 2º domingo del tiempo ordinario sigue hablando del comienzo. Juan acaba de presentar a Jesús como el ‘Cordero de Dios’ que quita el pecado del mundo e ‘Hijo de Dios’. Lo que hemos leído, sigue refiriendo otros títulos: ‘Rabí’, ‘Mesías’. En los que siguen y no vamos a leer, se refiriere a aquel de quien han hablado la Ley y los Profetas, para terminar diciendo Natanael: Tú eres el ‘Hijo de Dios’, tú eres el ‘Rey de Israel’. Por fin, el mismo Jesús habla del ‘Hijo de Hombre’. Juan hace un despliegue de títulos cristológicos al principio de su evangelio, para dejar clara la idea que tiene de Jesús. Naturalmente es una reflexión de una comunidad de finales del s. I. Nada que ver con el llamamiento de los primeros discípulos en los sinópticos.

No tiene sentido que nos preguntemos si los primeros discípulos fueron “Andrés y otro” que siguieron a Jesús en Judea o si Pedro y su hermano fueron llamados por él junto al lago de Galilea. No me cansaré de repetir que los evangelios no se proponen decirnos lo que pasó sino comunicarnos verdades teológicas que nos cuentan con ‘historias’ que pueden hacer referencia a hechos reales o pueden ser inventadas en su totalidad. En este caso lo importante es que desde el principio un pequeño grupo siguió a Jesús más o menos de cerca.

Este es el cordero de Dios. El cordero pascual no tenía valor sacrificial ni expiatorio. Era símbolo de la liberación de la esclavitud, al recordar la liberación de Egipto. El que quita el pecado del mundo no es el que carga con nuestros crímenes, sino el que viene a eliminar la injusticia, la esclavitud. No viene a impedir que se cometan, sino a evitar que el que la sufra, sea anulado como persona. En el evangelio de Juan, el único pecado es la opresión. No solo condena al que oprime, sino que denuncia también la postura del que se deja oprimir. Esto no lo hemos tenido claro los cristianos, que incluso hemos predicado el conformismo y la sumisión. Nadie te puede oprimir si no te dejas.

La frase del Bautista no es suficiente para justificar la decisión de los dos discípulos. Para entenderlo tenemos que presuponer un conocimiento más profundo de lo que Jesús es. Si Juan lo conocía es probable que sus discípulos también hubieran tenido una estrecha relación con él. Antes había dicho que Jesús venía hacia Juan. Ahora nos dice que Jesús pasaba... Nos está indicando que le adelanta, que pasa por delante de él. “El que viene detrás de mí...”

Siguieron a Jesús, indica mucho más que ir detrás de él, como hace un perro siguiendo a su dueño. “Seguirle” es un término técnico en el evangelio de Juan. Significa el seguimiento de un discípulo, que va tras las huellas de su maestro, es decir, que quiere vivir como él vive. “Quiero que también ellos estén conmigo donde estoy yo” (17,24). Es la manera de vivir de Jesús lo que les interesa. Es eso lo que él les invita a descubrir.

¿Qué buscáis? Una relación más profunda solo puede comenzar cuando Jesús se da la vuelta y les interpela. La pregunta tiene mucha miga. Juan quiere dejar claro que hay maneras de seguir a Jesús que no son las adecuadas. La pregunta “¿dónde vives?” aclara la situación; porque no significa el lugar o la casa donde habita Jesús, sino la actitud vital de éste. La pregunta podría ser: ¿En qué marco vital te desenvuelves? Porque nosotros queremos entrar en ese ámbito. Jesús está en la zona de la Vida, en la esfera de lo divino.

No le preguntan por su doctrina sino por su vida. No responde con un discurso, sino con una invitación a la experiencia. A esa pregunta no se puede responder con una dirección de correos. Hay que experimentar lo que Jesús es. ¿Dónde moras? Es la pregunta fundamental. ¿Qué puede significar Jesús para mí? Nunca será suficiente la respuesta que otro haya dado. Jesús es algo único e irrepetible para mí, porque le tengo que ver desde una perspectiva única e irrepetible, la mía. La respuesta dependerá de lo que yo busque en Jesús.

Venid y lo veréis. Así podemos entender la frase siguiente: “Vieron dónde (cómo) vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir con él” (como él). No tiene mucho sentido la traducción oficial, (y se quedaron con él aquel día), porque el día estaba terminando, (cuatro de la tarde). Los dos primeros discípulos todavía no tienen nombre; representan a todos los que intentan pasar al ámbito de lo divino, a la esfera donde está Jesús.

Serían las cuatro de la tarde, no es una referencia cronológica, no tendría la menor importancia. Se trata de la hora en que terminaba un día y comenzaba otro. Es la hora en que se mataba el cordero pascual y la hora de la muerte de Jesús. Nos está diciendo que algo está a punto de terminar y algo muy importante está a punto de comenzar. Se pone en marcha la nueva comunidad, el nuevo pueblo de Dios que permite la realización cabal del hombre. Es el modelo del itinerario que debe seguir todo discípulo de Jesús.

Lo que vieron es tan importante para ellos, que les obliga a comunicarlo a los demás. Andrés llama a su hermano Simón para que descubra lo mismo. Hablándole del Mesías (Ungido) hace referencia a la bajada y permanencia del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Unos versículos después, Felipe encuentra a Natanael y le dice: hemos encontrado a Jesús. Estas anotaciones tan simples nos están diciendo cómo se fue formando la nueva comunidad de seguidores.

Fijando la vista en él. Lo mismo que Juan había fijado la vista en Jesús. Indica una visión penetrante de la persona. Manifiesta mucho más que una simple visión. Se trata de un conocimiento profundo e interior. Pedro no dice nada. No ve clara esa opción que han tomado los otros dos, pero muy pronto va hacer honor al apodo que le pone Jesús: Cefas, piedra, testarudo; que se convertirá en fortaleza, una vez que se convenza.

En la Biblia se describen distintas vocaciones llamativas de personajes famosos. Eso nos puede llevar a pensar que, si Dios no actúa de esa manera, no hay vocación. En los relatos bíblicos se nos intenta enseñar, no cómo actúa Dios sino cómo respondieron ellos a la llamada de Dios. El joven Samuel no tiene idea de cómo se manifiesta Dios, ni siquiera sabe que es Él quien le llama, pero cuando lo descubre se abre totalmente a su discurso. Los dos discípulos buscan en Jesús la manifestación de Dios y la encuentran.

Dios no llama nunca desde fuera. La vocación de Dios no es nada distinto de mi propio ser; desde el instante mismo en que empiezo a existir, soy llamado por Dios para ser lo que mi verdadero ser exige. En lo hondo de mi ser, tengo que buscar los planos para la construcción de mi existencia. Dios no nos llama en primer lugar a desempeñar una tarea determinada, sino a una plenitud de ser. No somos más por hacer esto o aquello sino por cómo lo hacemos.

El haber restringido la “vocación” a la vida religiosa es un reduccionismo inaceptable. Cuando definimos ese camino como “camino de perfección” estamos distorsionando el evangelio. La perfección es un mito que ha engañado a muchos y desilusionado a todos. Esa perfección, gracias a Dios, no ha existido nunca y nunca existirá. Mientras seamos humanos, seremos imperfectos, a Dios gracias. Los “consagrados” constituyen un tanto por ciento mínimo de la Iglesia, pero son el noventa y nueve por ciento de los declarados “santos”. Algo no funciona.

 

Meditación

El primer paso en la vida espiritual será la búsqueda.
Aunque no puedes saber lo que vas a encontrar,
tienes que tener bien clara la dirección en la que debes ir.
Debes conocer cómo se desplegó en Jesús lo humano y lo divino,
cómo se identificó plenamente con Dios y con el hombre.
Lo que es Jesús solo lo descubrirás viviendo lo que él vivió.

 

PRIMER PROFETA Y PRIMEROS DISCÍPULOS

FE ADULTA

col sicre

Domingo II

El domingo pasado, después de Epifanía, leímos el relato del bautismo. Si hubiéramos seguido con el evangelio de Marcos, lo siguiente serían las tentaciones de Jesús. Pero, en un prodigio de zapeo litúrgico, cambiamos de evangelio y leemos el próximo domingo un texto de Juan. El cuarto evangelio no cuenta el bautismo de Jesús ni su estancia de cuarenta días en el desierto. Pero sí dice que fue a donde estaba Juan bautizando, y allí entró en contacto con quienes serían sus primeros discípulos. Para ambientar este episodio, y con fuerte contraste, la primera lectura cuenta la vocación de Samuel.

La vocación de un profeta (1 Samuel 3,3b-10.19)

Samuel no es el primer profeta. Antes de él se atribuye el título a Abrahán, y a dos mujeres: María, la hermana de Moisés, y Débora. Pero el primer gran profeta, con fuerte influjo en la vida religiosa y política del pueblo, es Samuel. Por eso, se ha concedido especial interés a contar su vocación, para darnos a conocer qué es un profeta y cómo se comporta Dios con él.

Literariamente, el pasaje utiliza el frecuente recurso de plantear un problema (el Señor llama a Samuel sin que este sepa quién lo llama), con dos intentos fallidos por parte del niño (dos veces acude a Elí) y la solución en un tercer momento («Habla, Señor, que tu siervo escucha»).

Quien solo lea este episodio conocerá muy poco de Samuel: que es un niño, está al servicio del sumo sacerdote Elí, duerme en la habitación de al lado, y todavía no se le había revelado la palabra del Señor. No sabe que su madre lo consagró al templo de Siló desde pequeño, y que, más tarde, en virtud de su vocación profética, jugará un papel capital en la introducción de la monarquía en Israel y en la elección de los dos primeros reyes: Saúl y David.

De los datos que ofrece el texto, el más interesante es la explicación de por qué Samuel confunde a Yahvé con Elí. «Samuel no conocía todavía al Señor». ¿Cómo es esto posible? Su madre lo dejó en el templo cuando era todavía un niño, vive con la familia del sumo sacerdote, ha debido de oír hablar de Yahvé infinidad de veces, escuchar su nombre en cantos y salmos. Samuel debía de tener una buena formación catequética. A pesar de todo, «no conocía todavía al Señor, no se le había revelado la palabra del Señor». Una cosa es conocer a Dios de oídas, por oraciones y lecciones mejor aprendidas, y otra muy distinta ese contacto profundo con él a través de su palabra.

[Este episodio es fundamental para comprender el de Jesús en el templo con doce años. Esa edad tenía Samuel, según Flavio Josefo, cuando «todavía no conocía al Señor». Jesús, en cambio, sabe perfectamente que Dios es su Padre y que él debe entregarse por completo a cumplir sus planes.]

Cabe el peligro de centrarse en la figura de Samuel y pasar por alto lo mucho que dice el texto a propósito de Dios. Ante todo, no comunica su voluntad al pueblo directamente, se sirve de una persona concreta. Al mismo tiempo, se revela como un ser extraño, desconcertante, que elige para esta misión a un niño de pocos años y parece jugar con él al ratón y al gato, haciendo que se levante tres veces de la cama antes de hablarle con claridad. 

Además, ese Dios que más tarde se revelará como un ser cercano al profeta, acompañándolo de por vida, se revela también como un ser exigente, casi cruel, que le encarga al niño una misión durísima para su edad: condenar al sacerdote con el que ha vivido desde pequeño y que ha sido para él como un padre. Esto no se advierte en la lectura de hoy porque la liturgia ha omitido esa sección para dejarnos con buen sabor de boca.

En resumen, la vocación de un profeta no sólo le cambia la vida, también nos ayuda a conocer a Dios.

Contacto de Jesús con los primeros discípulos (Juan 1,35-51)

En el cuarto evangelio, Juan no bautiza a Jesús, pero dirige unas palabras a sus discípulos cuando lo ve venir. Lo que les dice se resume en tres puntos: 1) Es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 2) Bautiza con Espíritu Santo. 3) Es el Hijo de Dios. El autor no explica ninguna de estas afirmaciones ni cuenta la reacción del auditorio. Pero, en los días siguientes, Jesús entra en contacto con Andrés y un discípulo anónimo (generalmente se piensa en Juan); Andrés le llevará a su hermano Simón Pedro; Jesús encuentra a Felipe y le ordena: «Sígueme»; y este anima a Natanael a unirse al grupo (Jn 1,35-51). Es una pena que el evangelio de este domingo se limite al encuentro con los tres primeros discípulos, porque el conjunto ofrece un mensaje muy interesante sobre la vocación.

Andrés y el discípulo anónimo (1,35-39)

En el primer encuentro, la iniciativa parte del Bautista que, al ver pasar a Jesús, dice de él lo mismo que había dicho en su discurso anterior: «Ese es el cordero de Dios». Entonces fue más concreto: «Ese es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». La referencia parece clara al personaje del que habla Isaías 53: uno que salva a su pueblo cargando con sus pecados, y que, cuando lo condenan a muerte, «como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante el esquilador, no abría la boca» (vv.6-7). Así lo entendió también Lucas en los Hechos de los Apóstoles. Cuando el eunuco etíope va leyendo este texto de Isaías y le pregunta al diácono Felipe de quién habla el profeta, este aprovecha la ocasión para hablarle de Jesús. Y la primera carta de Pedro recuerda que nos han redimido «con la preciosa sangre de Cristo, Cordero sin mancha ni tacha» (1 Pe 1,19).

Las palabras de Juan, más que simple información parecen contener una invitación a sus discípulos a entrar en contacto con ese personaje misterioso. Juan, con esta actitud de desprendimiento y generosidad, está anticipando lo que dirá más tarde: «Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado por delante de él. (…) Él debe crecer y yo disminuir» (Jn 3,28.30).

Y los dos discípulos, aunque quizá no entendieron claramente lo que significaba «Ese es el Cordero de Dios», sintieron gran curiosidad, lo siguen, y escuchan las primeras palabras que pronuncia Jesús en el evangelio: «¿Qué buscáis?» No es una pregunta trivial, suena a desafío. Es la pregunta que Jesús dirige a cualquier lector del evangelio: «¿Qué buscas?». Y el lector se siente obligado a pensar si ha buscado o busca algo en su vida, o si ha dejado de buscar. Los dos muchachos podrían decir, con el salmista: «Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro». Pero su respuesta es más tímida. Se dirigen a él con profundo respeto, llamándolo «rabí», y se limitan a preguntarle dónde vive. Por desgracia, no sabemos de qué hablaron desde las cuatro de la tarde en adelante.

Andrés y Simón Pedro (1,40-42)

De esa larga conversación cuyo contenido ignoramos, Andrés sacó la conclusión de que aquella persona era alguien más que el Cordero de Dios, o un rabí cualquiera. Así lo comunica entusiasmado a su hermano: «Hemos encontrado al Mesías». ¿Qué quería decir con esto? Ateniéndonos al cuarto evangelio, la mentalidad popular esperaba del Mesías que realizara numerosos milagros, como sugiere la gente de Jerusalén: «¿Cuándo venga el Cristo, hará más signos de los que este ha hecho?» (Jn 7,31). En esta línea prodigiosa, otros piensan que «el Mesías permanecerá para siempre» (Jn 12,34). Sin embargo, el título de Mesías tenía por entonces una fuerte carga política, como se advierte en los Salmos de Salomón 17 y 18, de origen fariseo, procedentes del siglo I a.C. Es posible que esto fuera lo que más entusiasmara a Andrés e intentara transmitir a su hermano Simón Pedro.

La pretensión de haber encontrado al Mesías la considerarían absurda muchos judíos. Los fariseos llevaban más de un siglo pidiendo a Dios que enviara a su Rey Mesías. ¿Iba a encontrarlo precisamente este pobre muchacho galileo? Sin embargo, su hermano le hace caso y marcha al encuentro de Jesús.

Tiene lugar entonces una de las escenas más misteriosas. Cuando Andrés y Simón Pedro llegan ante Jesús, el evangelista introduce una pausa que crea fuerte tensión: «Jesús se le quedó mirando». ¿Qué siente Jesús al ver a Simón Pedro? ¿Qué experimenta este al verse examinado por Jesús? Una vez más, el evangelista omite cualquier comentario.

Jesús no lo saluda. No le pregunta qué busca. No necesita que Andrés se lo presente. Él sabe quién es y quién es su padre. Inmediatamente, con una autoridad suprema, le cambia el nombre por Cefas, sin explicarle por qué se lo cambia ni qué significa ese nombre.

Simón Pedro, a remolque de su hermano Andrés, acude a Jesús pensando encontrar en él al Mesías. Y este, en vez de entusiasmarlo con un discurso o un milagro, lo mira fijamente y le cambia el nombre, que es lo más personal que tenemos. Para un judío, el nombre y la persona se identifican. Lo que advierte Simón es que ese personaje está disponiendo de él sin consultarlo ni pedirle permiso. Sin embargo, no reacciona, no pide una explicación ni se rebela. Quien no lo conozca, imaginará a Simón como un muchacho tímido y callado. Veremos que no es así.

La escena simboliza el poder de Jesús sobre Simón y una cierta predilección por él, ya que es el único al que le cambia el nombre. El lector del cuarto evangelio sabe, desde este momento, que deberá conceder gran importancia a este personaje.

Dos relatos parecidos y diversos

El contraste entre el evangelio y la vocación de Samuel es enorme. Esta ocurre en el santuario, de noche, con una voz misteriosa que se repite y un mensaje que sobrecoge. En el evangelio todo ocurre de forma muy humana, normal: un boca a boca que va centrando la atención en Jesús, cuando no es él mismo quien llama, como en el caso (que no se ha leído) de Felipe. Y las reacciones abarcan desde la simple curiosidad de los dos primeros hasta el escepticismo irónico de Natanael, pasando por el entusiasmo de Andrés y Felipe. Pero hay también elementos parecidos.

1. En ambos relatos, la vocación cambia la vida. En adelante, «el Señor estaba con Samuel», y los discípulos estarán con Jesús. Este cambio se subraya especialmente en el caso de Pedro, al que Jesús cambia el nombre.

2. La vocación revela a Dios en el caso de Samuel, y a Jesús en el caso de los discípulos. Cada vocación aporta un dato nuevo sobre la persona de Jesús, como distintas teselas que terminan formando un mosaico: Juan Bautista lo llama «Cordero de Dios»; los dos primeros se dirigen a él como Rabí, «maestro»; Andrés le habla a Pedro del Mesías; Felipe, a Natanael, de aquel al que describen Moisés y los profetas, Jesús, hijo de José, natural de Nazaret; y el escéptico Natanael terminará llamándolo «Hijo de Dios, rey de Israel». Es una pena que la mutilación del texto impida captar este aspecto.

La liturgia nos sitúa al comienzo de la actividad de Jesús. Lo iremos conociendo cada vez más a través de las lecturas de cada domingo. Pero no podemos limitarnos a un puro conocimiento intelectual. Como Samuel y los discípulos, debemos comprometernos con Dios, con Jesús.

«Yo esperaba con ansia al Señor» (Salmo 39)

El Salmo elegido para el día de hoy comienza con las palabras: «Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios» (Sal 39,2). Más que a Samuel, estas palabras se aplican a los futuros apóstoles. Esperaban con ansia al Señor, y por eso han acudido a escuchar a Juan Bautista. Pero el Señor no se ha limitado a poner en sus bocas un canto nuevo. Los ha tomado completamente a su servicio.

QUEDARSE CON JESÚS

FE ADULTA

comentario editorial

 

El éxito es concretar de manera progresiva una meta o ideal digno (Earl Nightingale)

Domingo II del TO

Jn 1, 35-42

Vieron dónde vivía y se quedaron con él

Era una tarde plácida en las riberas del Mar de Tiberíades. Los pescadores recogían sus redes. También los hermanos Andrés y Simón, pensando en descansar de las duras tareas de la pesca. Pero a una insinuación del Bautista, oyeron hablar a Jesús y le siguieron"Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dijo: "¿Qué buscáis?" Respondieron: «Rabbí - que significa, "Maestro"- ¿dónde vives?». Les dijo: «Venid y ved.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era las cuatro de la tarde" (Jn 1, 38-39).

¡Qué suerte habéis tenido pudiendo quedaros aquel atardecer con el Maestro! ¡Santa envidia me dais, hermanos! Supongo que la velada transcurrió en plenitud de músicas celestiales. Cuando escucho hoy las notas de su palabra, me viene a la memoria su figura sentada frente al teclado de un órgano barroco de cualquier iglesia –o en el del Covent Garden londinense-, en cuyo teclado interpreta sus mejores composiciones evangélicas. Seguro que os siguen sonando a gloria y alivio todavía, aquellos versos del Oratorio El Mesías -a quien vosotros esperabais- de George Frederic Handel: "Acercaos a Él todos los que estáis abrumados. Él os dará reposo. Cargad con su yugo y aprended de Él, pues es sencillo y humilde y encontraréis paz para vuestras almas" (Mateo 11:28-29).

Estoy plenamente convencido de que aquel día se os abrieron los ojos a una nueva luz para, como viene a decir el monje alemán Anselm Grün en el subtítulo de su última obra Atrévete a ser tú mismo, "No ser otros: ser vosotros mismos transformados". Escribe el ilustrado benedictino: "No hay nada en la vida que no tenga sentido, que no pueda ser transformado por Dios en belleza y gloria. La imagen de la zarza ardiendo nos regala unos ojos nuevos: los ojos de la fe, que descubren la luz de Dios justamente lo vacío y árido que hay en mí. Si me contemplo con esos ojos de la fe, experimento mi vida de otra manera. Todo tiene sentido. Todo ha sido bueno; también el fracaso, las crisis, la represión Todo puede ser transformado por Dios; también lo reprimido, lo enfermo". Esto les ocurre a quienes, como Samuel, mantienen la actitud y el oído afinados y responden a la voz de quien desea parlamentar con ellos: "Habla, Señor, que tu siervo escucha" (1 Sm 3, 10). Y dejando que la voz nos afecte procurando imprimir lo que dice, en nuestros corazones.

Así que, desde ahora, a prestar todos la máxima atención a lo que el Rabbí nos diga, y a sumergirnos hasta lo más recóndito de las palabras, ahondando en lo profundo hasta descubrir lo caudaloso de sus mensajes; y, por supuesto, siguiendo el consejo de Lady Goodman que, en la novela El fuego invisible de Javier Sierra, motivaba a su equipo a que buscaran citas con las que defender sus argumentos: "Y cuando lo encontréis, dejad que vuestra alma vuele con ellas", les repetía en cada clase como si fuera un mantra. De este modo los invitaba a trascender lo textual, a ir más allá de la física de las palabras para descubrir el tesoro oculto en cada libro".

Un entrañable quehacer que Ágata recomienda a la Bestia en la película de fantasía The Beauty and The Beast (2017), dirigida por el estadounidense Bill Condon, porque: "El amor puede transformar cosas sin valor en cosas bellas.  El amor no mira con los ojos sino con el alma, y por eso pintan ciego al alado Cupido".

Andrés y Simón "vieron dónde vivía y se quedaron con él", y seguro que también hicieron luego como Felipe el de Betsaida, que compartió con Natanael el encuentro para que viera donde vivía Jesús y se quedara con él. Certero hecho que nos insta a hacer nosotros otro tanto y así, como sugiere el autor y locutor de radio norteamericano Earl Nightingale (1921-1989) podamos llevar a la práctica su consejo: "El éxito es concretar de manera progresiva una meta o ideal digno". Seguir a Jesús supone, como apunta Fray Marcos en su homilía de este domingo, significa el seguimiento de un discípulo que va tras las huellas de su Maestro, quiere vivir como él vive. Un ineludible propósito de todos sus seguidores, que debe llevarnos a escuchar su palabra, ponerla en práctica y compartirla generosamente con otros.

La súplica que Patxi Loidi nos invita en su libro Creer como adultos, a estar con Jesús y a cambiar todo entero.

 

PLEGARIA

¡Te busco, Jesús!
¡Quiero ver tu rostro!
¡Quiero ver tu rostro!

Saliste a mi encuentro una mañana de primavera.
Me tomaste de la mano
y estuvimos un rato juntos.

Te vi un poco, te sentí.
Quiero conocerte más y tenerte más cerca.
No me cierres la puerta.
Abre y déjame entrar.
Te estoy llamando.

Ábreme para que te vea
y esté contigo
y cambie todo entero:
mis entrañas y mi corazón,
mis manos y mi cabeza.