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lunes, 23 de octubre de 2023

Juan Masiá, teólogo: «El catolicismo conservador no digiere la evolución» Masía, ante las ‘dubia’

 redes cristianas

Teología y evolución Creer y comprender
«En el fondo de las “dudas” hay un problema de pensamiento y de espiritualidad: la falta de un pensamiento evolutivo y la falta de una espiritualidad de dejarse llevar por el Espíritu»

«Los medios católicos favorables al Papa Francisco han saludado con respeto las respuestas informales del Papa a los dubia. Pero si los cardenales de «voces ultras»pecan por exceso, Francisco se queda corto»
«Incluso los más progresistas, a la hora de la verdad tienen miedo a la evolución de las doctrinas, no se atreven a combatir el estreñimiento por miedo a las diarreas. Pero no tengan miedo. La diarrera, como el sudor y otras expulsiones de lo que atasca el tráfico vital, son beneficiosas para la salud corpórea y psíquica…»
03.10.2023 
El catolicismo conservador no digiere la evolución. Teólogos y teólogas anti-sinodales no entienden que mentalidad sinodal y evolutiva son inseparables. Pero en el fondo de las “dudas” hay un problema de pensamiento y de espiritualidad: la falta de un pensamiento evolutivo y la falta de una espiritualidad de dejarse llevar por el Espíritu.

 Como decía en sus buenos tiempos conciliares el entonces todavía joven teólogo “quasi-progresista” Ratzinger, lo único que no cambia es el Espíritu que nos hace cambiar. Es el Espíritu que, como dice Papa Francisco, suscita en la iglesia el cambio, la pluralidad y la conversión.

El Concilio Vaticano II reconoció que “la humanidad pasa de una concepción más bien estática de la realidad a otra más dinámica y evolutiva” (léase despacio todo el n. 5 de Gaudium et spes). Pero los cardenales escrupulosos que presentan a Roma sus dudas (“¡dubia!”) sobre la inmutabilidad de las doctrinas tienen un serio problema de estreñimiento intelectual y miopía creyente. Parece que presuponen una mentalidad sustancialista que no digiere la evolución. Evolución es más que mero cambio y conlleva creatividad y saltos cualitativos de novedad.

Los medios católicos favorables al Papa Francisco han saludado con respeto las respuestas informales del Papa a los dubia. Pero si los cardenales de «voces ultras»pecan por exceso, Francisco se queda corto. Les contesta con su característica delicadeza, humildad y caridad, usando un lenguaje minimalista del mismo paradigma no evolutivo que ellos pueden entender y no tendrán más remedio que admitir.

Los cinco cardenales de las nuevas ‘dubia’ contra el Papa RD
 Por ejemplp cuando ellos le dicen que la Revelación es inmutable y no valen nuevas interpretacions, él les dice que interpretar mejor es descubrir más su riqueza y expresarla mejor. Es lo mismo que tuvo que hacer Juan XXIII para conseguir que el giro de 180 grados del Vaticano segundo fuese aceptado por conservadores y progresistas igualmente: “Una cosa, dijo, es la sustancia del depósito de la fe y otra la manera como se expresa”.

 Eso era lo mínimo que le perdonarían los más ultraconservadores. Pero era, al fin y al cabo “sustancialista”. Felizmente el Concilio fue más allá y optó por la evolución (Véase Dei Verbum 8 y Dignitatis humanae, 1 )
Las respuestas que dará la teología revisionista de mentalidad evolutiva tendrán que ser más radicales.

Por ejemplo, cuando preguntan los “ultras” sobre la pecaminosidad “intrínseca y objetiva” de determinado comportamiento sexual según manuales de confesores o catecismos, no basta con decirles que “la caridad pastoral nos exige no tratar sin más de ‘pecadores’ a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva”. Hay que ir más lejos y cuestionar esas distinciones escolásticas de objetivo-subjetivo, sustancia y accidentes, etc. Hay que reconocer la evolución de las doctrinas que exige la revisión de catecismos y manuales de confesores de acuerdo con la creatividad que nos impone el Espíritu durante el camino sinodal de conversión y discernimiento.

Código de derecho canónico
 Otro ejemplo, cuando los “ultras” preguntan sobre lo intocable del concepto canónico de matrimonio o lo indisoluble del vínculo, no basta con decirles que “El Derecho canónico no debe ni puede abarcarlo todo”, y “la vida de la Iglesia corre por muchos cauces además de los normativos”.  Hay que ir más lejos y reconocer la necesidad imperiosa de revisar las normativas a nivel canónico de acuerdo con la evolución doctrinal que se exige a la altura de los tiempos.

 Me dirán que eso tiene peligro de relativismo e historicismo y quizás alguien sospeche que estoy influido por algún sinodo regional norte-europeo. Pues no, precisamente desde hace mucho tiempo que hice estas propuestas durante el papado de Juan Pablo II, me inspiro en un pensamiento evolutivo científico filosófico de autores de nuestro país tan cualificados como Xavier Zubiri, en su metafísica, Laín Entralgo en su Antropología y Diego Gracia en su Bioética, así como en la teología moral que compartían en los 80 y 90 en Comillas  Javier Gafo, Marciano Vidal, Torres Queiruga y un largo etc…

Los retos del Sínodo de la sinodalidad
 En resumen, tanto en filosofía, como en teología o en pastoral y espiritualidad, el giro decisivo es el de la mentañlidad sustancialista, estática y aislacionista a la mentalidad estructural, dinámica y relacional.  

 Orando porque nos dejemos llevar del Espíritu durante el camino sinodal, asumo que no podemos abrigar grandes expectativas. Incluso los más progresistas, a la hora de la verdad tienen miedo a la evolución de las doctrinas, no se atreven a combatir el estreñimiento por miedo a las diarreas. Pero no tengan miedo. La diarrera, como el sudor y otras expulsiones de lo que atasca el tráfico vital, son beneficiosas para la salud corpórea y psíquica…  

Preocupación por las víctimas en la sociedad y en la Iglesia

Leonardo Boff


 Estamos viviendo a nivel mundial y nacional una extraña paradoja. Por una parte constatamos, como en ningún periodo histórico anterior, una creciente preocupación por las víctimas de crímenes cometidos personal o colectivamente. Por otro lado, verificamos una clamorosa indiferencia hacia las víctimas, ya sean de crímenes de feminicidio sobreviviente, o de  conflictos de alta letalidad y hacia los millones de refugiados e inmigrantes, que buscan huir de guerras o del hambre, principalmente en Europa y en Estados Unidos. Estos últimos especialmente son los más rechazados.  

 

En 1985 la ONU publicó la “Declaración sobre los principios fundamentales de justicia para las víctimas de delitos y del abuso de poder”. Fue un paso decisivo en defensa de las víctimas siempre olvidadas por la justicia en regímenes autoritarios o en democracias de baja intensidad, controladas por los poderosos,  principales causantes de víctimas.

 

Curiosamente en Brasil, la visión de los derechos humanos concernía prioritariamente a la defensa de los autores de los delitos, cuando su preocupación central fue siempre la protección de la dignidad de toda persona humana, de sus derechos en todas sus dimensiones.

 

A pesar de haber en Brasil, por lo general, un déficit normativo acerca del incentivo a los derechos de las víctimas, cabe constatar que en el Derecho Penal Contemporáneo esta preocupación ha adquirido últimamente cierta importancia. Se introdujeron   modificaciones en el Código del Proceso Penal determinando como requisito para la fijación de sentencia criminal por parte del juez, los daños por el crimen realizado. El juez impone indemnizaciones y la obligación al  condenado de resarcir a la víctima.

 

En suma, hay que enfatizar cierto giro jurídico: antes la responsabilidad civil se centraba en el criminal, ahora se vuelve hacia la víctima y la compensación del daño sufrido por esta: “de una deuda de responsabilidad se ha pasado a una reparación  de indemnización”.

Esta preocupación por las víctimas adquirió resonancia mundial, cuando la Iglesia Católica (pero también otras iglesias), tras mucha vacilación despertó a la exigencia ética y moral de oír a las víctimas y compensar el daño psicológico y espiritual causado. Al principio no era así.  Un decreto de autoridades del Vaticano exigía, bajo pena canónica, que los sacerdotes pederastas no fuesen denunciados a las  autoridades civiles.

 

Todo quedaba ocultado dentro del mundo eclesial. Al pedófilo se le transfería a otra parroquia o diócesis, sin tener en cuenta que también allí continuaban los abusos. Este vicio afectaba a sacerdotes, obispos y hasta cardenales. Se alegaba que el silencio (nada obsequioso) era para no desmoralizar a la institución Iglesia Universal, y preservar su buen nombre como la guardiana de la moralidad y de los valores occidentales.

 

Esto nos remite al farisaísmo, tan combatido por el Jesús histórico, ya que los fariseos predicaban una cosa y vivían otra, dándose por piadosos (Lucas 11,45-46). Ese fariseísmo prevaleció un buen tiempo en el interior de la Iglesia Católica.

 

La versión predominante de las autoridades vaticanas era moralista: la pedofilia se juzgaba como un pecado; bastaba confesarlo y todo quedaba resuelto. Pero encubierto. Doble error fatal: no era solo un pecado; era un crimen horrendo y vergonzoso. El tribunal adecuado para juzgar tal crimen no era el derecho canónico sino la justicia civil del estado. Así que sacerdotes, obispos y hasta cardenales tuvieron que enfrentarse a tribunales civiles, reconocer el delito y someterse a la pena. Para otros, el propio Papa se anticipaba y mandaba a un cardenal pedófilo a un convento para que, recogido, se redimiese de sus crímenes.

 

El segundo error fatal: solo se tenía en cuenta al  eclesiástico pederasta. Pocos pensaban en las víctimas. Inicialmente así era como se trataba el problema de la pedofilia, inclusive dentro de la Curia Romana.

 

Fue necesario que interviniesen los papas,  especialmente el Papa Francisco para dar centralidad a las víctimas de los abusos sexuales. Él se reunió con muchas de ellas.  Varias veces pidió perdón en nombre de toda Iglesia por los crímenes cometidos. Ha habido diócesis en Estados Unidos que casi fueron a la quiebra por las indemnizaciones que tuvieron que pagar a las víctimas, impuestas por los tribunales civiles.

 

Prácticamente en todos los países y diócesis se ha investigado a clérigos pedófilos, algunas de forma dramática como en el caso de Chile que ocasionó la renuncia de gran parte del episcopado. No menos dramática fue la investigación en Alemania,  involucrando al Papa Benedicto XVI, en el tiempo en que era cardenal-arzobispo de Múnich. Tuvo que admitir delante de un tribunal civil haber sido indulgente con un sacerdote pederasta,  transfiriéndolo simplemente a otra parroquia.

 

Lo grave de los abusos sexuales por parte de personas del clero es la profunda escisión que crea en la mente de las víctimas. Por su naturaleza, un clérigo está rodeado de respeto por ser portador de lo sagrado y, eventualmente, es considerado como representante de Dios. Mediante el abuso criminal se rompe espiritualmente el camino de la víctima a Dios. ¿Cómo se puede pensar y amar a un Dios cuyo representante comete esos crímenes? Ese daño espiritual, además  del psicológico, está poco señalado en los análisis que se han hecho y se hacen.

 

Millones y millones de personas en todo el mundo son víctimas de discriminación, desprecio, odio y hasta de muerte por el color de su piel, por ser de otra creencia o de otra ideología política, de otra opción sexual o simplemente por ser pobres. Fueron los países europeos cristianizados los que hicieron más víctimas con la Inquisición, con guerras de 100 millones de muertos. Fueron ellos quienes comercializaban con personas arrancadas de África y las vendían como esclavas en las Américas y otras partes. Impusieron a sangre y fuego el colonialismo, el capitalismo depredador, el uso sistemático de la violencia para imponer en el mundo sus supuestos valores cristianos.

 

Desde el justo Abel hasta el último elegido, las víctimas tendrán el derecho de gritar hasta el juicio final contra las injusticias que les han sido impuestas. En el lenguaje de una víctima indígena del siglo XVI, refiriéndose-a los brutales colonizadores: “ellos fueron el anticristo sobre la tierra, el tigre de los pueblos, el chupador del indio”. Habrá un día en que toda la verdad saldrá  a la luz, a pesar de que en el tiempo presente, en las palabras de San Pablo “la verdad está aprisionada por la injusticia” (Romanos 1,18). Pero la verdad y no la violencia creadora de víctimas, escribirá la última palabra del libro de la historia.

 

*Leonardo Boff ha escrito Teología del cautiverio y de la liberación, Ed. San Pablo 1985.

 

Traducción de María José Gavito Milano.

Francisco: La guerra es siempre una derrota, ¡deténganse!

 

Francesca Sabatinelli  Ciudad del Vaticano
Vatican News

El Papa, después del Ángelus, invoca el fin de todos los conflictos, pensando en Israel, Palestina y Ucrania. Pide el envío de ayuda humanitaria a Gaza y la liberación de los rehenes y recuerda la jornada de ayuno y oración del 27 de octubre. «La guerra es una destrucción de la fraternidad humana» Ver noticia