FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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ATALAYA

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lunes, 23 de enero de 2017

Entrevista de El País al papa Francisco

Redacción de Atrio

el país“El peligro en tiempos de crisis es buscar un salvador que nos devuelva la identidad y nos defienda con muros”

El Pontífice dice sobre Trump: “No me gusta anticiparme a los acontecimientos. Veremos qué hace”
Antonio Caño y Pablo Ordaz. El País, Roma 22 ENE 2017
El papa Francisco, durante la entrevista que tuvo lugar este viernes.
El papa Francisco, durante la entrevista que tuvo lugar este viernes. L’OSSERVATORE ROMANO
El viernes, a la misma hora que Donald Trump juraba su cargo en Washington, el papa Francisco concedía en el Vaticano una larga entrevista a EL PAÍS en la que pedía prudencia ante las alarmas desatadas por el nuevo presidente de Estados Unidos —“hay que ver qué hace, no podemos ser profetas de calamidades”—, aunque advertía de que, “en momentos de crisis, no funciona el discernimiento” y los pueblos buscan “salvadores” que les devuelvan la identidad “con muros y alambres”.

Unidad de los cristianos: ¿qué unidad?

Arregi            Como cada año desde 1966, las diferentes iglesias cristianas del mundo celebramos estos días –del 18 al 25 de enero– la semana de oración por la unidad de los cristianos. Este año bajo el lema: “El amor de Cristo nos apremia”. El amor de Cristo, es decir: el amor de Jesús de Nazaret, de su profecía libre, de su sueño de un mundo justo y fraterno, el amor de la Vida bondadosa y feliz, más allá de toda confesión y religión.

Quien oiga o lea “semana de oración por la unidad de los cristianos” seguramente entenderá que pedimos a un Dios omnipotente que nos una a los separados, que haga lo que nosotros no podemos o quizás no queremos lo suficiente para poder. Si orar fuera eso, sería alienante, no deberíamos orar. Ni deberíamos creer en una divinidad que escucha y atiende o deja de atender nuestras oraciones.
Pero orar no es eso. No es rezar ni pedir ni rogar, sino dejar que nuestro ser, hecho de tierra humilde y de espíritu creador, se abra y se exprese desde lo más profundo. Orar es ser, y ser es abrirse a ser más, pues el poder ser más constituye nuestra finitud. Orar es realizar posibilidades latentes en nosotros, pues el barro o la materia que somos es matriz inagotable, capaz de desear, ser y hacer más. Orar es obrar. Orar es abrirse al fondo de sí y del otro, al Fondo de todo o a Dios. Orar por la unidad de los cristianos sería, pues, obrarla, hacerla real, efectiva y siempre más profunda.
Pero no creo en cualquier unidad. Casi diría que no creo en la unidad por la que se nos invita a orar en esta semana. En efecto, quien oye o lee “semana de oración por la unidad de los cristianos” entiende que los cristianos aspiramos a que no haya tantas iglesias diferentes: católicos, ortodoxos, protestantes y anglicanos; ni tantas iglesias diversas en el interior de cada una de ellas: iglesias ortodoxas independientes, anglicanos y episcopalianos, protestantes luteranos, calvinistas o presbiterianos, metodistas, menonitas y bautistas… Que todos debiéramos confesar los mismos dogmas e interpretarlos de la misma manera, y practicar los mismos sacramentos y entenderlos igual, hasta formar entre todos un solo rebaño bajo un solo pastor, un solo papa, como si la Iglesia debiera ser un partido político amarrado y fuerte bajo un secretario general.
No creo en una sola Iglesia bajo un solo papa. Hoy no solo sería imposible sino además indeseable que dejen de existir diversas iglesias, con teologías, ritos y organizaciones diversas. Hace unos meses, en su alocución de la catedral luterana de Lund (Suecia) con ocasión de la apertura del año de Lutero, el papa Francisco pidió perdón porque “nos hemos encerrado en nosotros mismos por temor o prejuicios a la fe que los demás profesan con un acento y un lenguaje diferente”. Eso es. Nos une, sí, la misma fe, pero la profesamos –vivimos– en distintos lenguajes. Todos los dogmas e interpretaciones, no son sino eso: fórmulas y expresiones lingüísticas. La fe es otra cosa.
Y los lenguajes o las teologías no nos dividen sino cuando olvidamos que son constructos humanos, y cuando creemos que el nuestro es el único o el mejor, cuando nos negamos a entender o a aprender o al menos a respetar el lenguaje del otro. No nos dividen las diferencias, por grandes que sean, sino los temores y los prejuicios, por pequeños que sean. Las diferencias solo nos confunden y dividen cuando nos empeñamos en construir una gran torre de poder para conquistar el cielo: Babel. Los católicos no estamos separados de los luteranos porque éstos no entiendan la eucaristía como transustanciación o sacrificio, sino porque los excluimos de nuestra misa y ellos nos excluyen de su cena de Jesús. El día que abramos la mesa, nos sentiremos unidos.
Y como se ha visto en los diálogos inter-eclesiales de los últimos 50 años, hay un escollo último que impide la comunión de todos los cristianos: es la doctrina que afirma al obispo de Roma como autoridad absoluta sobre todas las iglesias. El papa es, como dijo Pablo VI, el gran obstáculo de la comunión. No el papa, sino el papado.
¿Y en qué consiste la fe que nos une? Consiste en el “amor de Cristo”, que es como los cristianos, en la memoria y el seguimiento de Jesús, designamos el amor y el cuidado de la vida. El día que unas iglesias reconozcamos a las otras como son se habrán acabado las divisiones. Entonces, de verdad, oraremos y obraremos la unidad.
(Publicado en DEIA y en los diarios del GRUPO NOTICIAS el 22-01-2017)

Hemos nacido para ser familia

- Por: ANS-Roma



En un ambiente de fiesta se ha desarrollado la 35° Jornada de la Familia Salesiana con la presencia de cientos de participantes de la Familia Salesiana, con la siempre presencia del P. Ángel Fernández Artime, Rector Mayor.

 










Se abrió la jornada con la ponencia del P. Andrea Bozzolo, SDB, sobre la lectura Salesiana de Amoris Laetia. “El interés particular de la Iglesia sobre la realidad de la familia se debe a  la  constatación  de  la  crisis  que  esta  institución  está atravesando  en  nuestra  sociedad,  especialmente  en  el  mundo  occidental y sobre todo porque tiene la convicción que la familia tiene una gran responsabilidad de cuidar la transmisión de la fe”, ha afirmado.

La segunda parte de la mañana ha sido dedicada presentación de experiencias de grupos que trabajan especialmente dedicados a las familias. Una experiencia muy significativa fue la presentación del grupo: “Hogares Don Bosco”, una experiencia que tiene 50 años de vida en España y el acompañamiento a las Familias de parte de los Salesianos Cooperadores que también está en Eslovaquia. “Hogares Don Bosco – explicaban Andrés y Carmen ­- se organiza en grupos de matrimonios, que han aceptado libremente vivir la espiritualidad Salesiana, y quieren hacer un camino serio de crecimiento humano, cristiano y familiar. Una experiencia que ha crecido con la fuerza de un carisma que animó este grupo: “Don Bosco”.

Al finalizar la mañana se tuvo una hora de Adoración Eucarística, donde se recordó al P. Tom Uzhunnalil, se rezó especialmente su familia.

La tarde del tercer día fue un momento de encuentro de los grupos de la familia salesiana que reflexionaron la forma de un compromiso concreto para vivir el Aguinaldo del Rector Mayor: Somos Familia.

Al final de la noche, el encuentro concluyó con una gran fiesta de todos los grupos de la familia salesiana.

Todas las fotos desde este enlace

El canto del Padre Nuestro en Arameo que conmovió al Papa en Georgia

El Dios en quien creo


Faustino Vilabrille

Jesús2
Querid@s amig@s colaboradores y cooperantes:
Tal como hemos anunciado en el comentario EL DIOS EN QUIEN NO CREO, hoy vamos a intentar exponer en lo posible EL DIOS EN QUIEN CREO.
De partida tenemos que decir que Dios es el Otro, que nos trasciende totalmente, y por tanto de El, desde nosotros mismos, poco podemos saber, y de lo poco que sabemos, sabemos poco.

Paradojas de la sexualidad


J. I. González Faus


González FausBuscando una reflexión no clerical ni cristiana, sino puramente humana, partiremos de un conocido mito pagano.
1.- Al poeta-músico Orfeo se le permitió sacar del inframundo a su amada Eurídice, muerta en pleno idilio, a condición de que durante todo el camino de salida, ella iría detrás, y él no podía volverse a mirarla, so pena de perderla. Así iban subiendo cuando llegó un momento en que Orfeo, exultante por haber recobrado a su amor, no supo resistir el deseo de verla: volvió la vista atrás y, en aquel momento, Eurídice desapareció, tragada por los infiernos mientras gritaba: “me has perdido a mí, desgraciada, y a ti”. Orfeo lloró toda su vida aquel desliz. Y Virgilio, en sus Geórgicas, pintó un Orfeo que repite desesperado el nombre de Eurídice, cuyo eco resuena en toda la naturaleza. ··· Ver noticia ···

Tenemos que cambiar…

Jaime Richart

Tenemos que cambiar, es la frase favorita de las gentes reflexi­vas de cada época. Es la que repiten mis amigos gnósticos y los patriarcas de otras religiones. El mundo debe cambiar, dicen los bienintencionados y las almas puras que ven, escuchan y leen las terribles noticias sobre la aberrante desigualdad que pa­dece hoy día la aldea global a pesar del avance inaudito de la inteligencia útil de los últimos cincuenta años. Es más, parece que ésta la hubiera favorecido…

El problema está en que si los cambios en las personas comu­nes y sensibles se produjeron hacen mucho tiempo, los hom­bres y mujeres que tienen en sus manos nuestro destino no cam­bian ni desean cambiar. Al contrario, las especiales condi­ciones financieras reinantes desde hace décadas les empujan a apretar el paso para el cambio, sí, pero es para reforzar más su ansia de dinero en la misma medida que la tendencia de la impu­nidad avanza. Pues, ciñéndonos a España, el tiempo innece­sariamente transcurrido en la sustanciación de los proce­sos penales contra los defraudadores y corruptos en general lo atestigua, y lo corroroba el nulo impacto de dichos procesos en la recuperación del dinero defraudado y saqueado…
El caso es que Intermón Oxfam denuncia en su último informe que en España el patrimonio de las tres personas más ricas (Amancio Ortega y su hija, Sandra Ortega Mera, y Juan Roig) es mayor que el de la suma de los 14 millones de habitantes más pobres del país. Tres individuos poseen tanto como catorce millones. Y, por otro lado, los ocho más ricos del mundo po­seen lo poseído por la mitad de la humanidad. El uno por ciento, tanto como el restante noventa y nueve. Saquemos con­clusiones…
Circula por las redes un análisis que dice al respecto: “Y es que, sin necesidad de ponernos apocalípticos por conocer lo que vienen advirtiendo cada vez más economistas, sociólogos, científicos y analistas de prestigio, no parece que exista concien­cia de lo que va a suponer en un medio plazo mucho más corto de lo que se percibe, el nuevo modelo de relaciones socioeconómicas y de clase que está gestándose pero del que aún no se está sintiendo más que la calma que precede a la tem­pestad”.
En definitiva, el informe y tantos y tantos consternados por esa cruda realidad hacemos un llamamiento a los gobiernos de las naciones para que eviten la elusión fiscal, el fraude y los pa­raísos fiscales, por el bien de los desposeìdos y antes de que sea demasiado tarde y la sociedad se colapse.
Bien, sigamos denunciando esta barbarie postmoderna, y haga­mos llamamientos a diestro y siniestro hasta hartarnos. Sin em­bargo, todos sabemos bien que la vida de las sociedades se­guirá su curso y que los dueños de las naciones y del mundo harán caso omiso de cualquier denuncia y llamamiento a sus conciencias. Pues sabemos también, que la suerte del mundo y de las sociedades la dictan ellos, no la dictan la buena voluntad, la inteligencia racional, los corazones blandos, la compasión, la caridad o el altruísmo. Estas sensibilidades son propias de noso­tros, los que formamos parte de ese 99 por ciento, no de ellos. Siempre fue así y siempre será. De ahí la causa revolucio­naria. El revolucionario sabe que los cambios sociales son imperceptibles; que se precisa un siglo para notarse. Y que, mientras los poderes de toda clase han cedido de su suerte y de sus privilegios si acaso una décima parte de lo que poseen y nuestra sociedad se ha movido apenas un palmo en esa mate­ria, el sufrimiento, la desolación, la desesperación y los cadáve­res que van quedando en el camino son imposibles de contar…
Pero sabe también, que quienes hacen las leyes serán de uno u otro modo sus principales beneficiarios; que, como decía Ana­tale France, es la misma ley la que condena al rico y al pobre que roba un panecillo. Ellos siempre habrán de tener buen cui­dado de no perjudicarse a sí mismos, ni a quienes tienen las lla­ves de la riqueza y del poder económico a su vez dueño del po­der político y de todo cuanto abarca. Y tendrán buen cuidado, porque aunque no se les vea en los centros donde se preparan los proyectos de ley, están en la sombra meciendo la cuna.
En estas condiciones, cuando los enriquecidos súbitamente en la mayoría de los casos por golpes financieros, por la rapiña o por el fraude legal o ilegal son los mismos que, o están en el po­der o lo apoyan o son apoyados por el poder, poco podemos hacer. Mejor dicho, nada podemos hacer el 99 por ciento de la humanidad cuyas vidas están diseñadas por el uno por ciento restante. Y poco o nada van a importar esos esfuerzos que In­termón Oxfam, moralistas, altruistas y bien pensantes pedimos como quien clama en el desierto, a gentes de nuestro país y del mundo que desfilan por las pasarelas del poder visible, para luego escabullirse en la nebulosa del poder invisible, sin respon­sabilidades públicas, que es a la postre el que decide el destino de las sociedades y del mundo en complicidad con las fortunas.
En consecuencia, en los momentos que escribo esto represento tanto a mi propio espíritu como al espíritu de los millones de se­res humanos que no han sobrevivido a la pobreza ni conocido las mieles del progreso y de la comodidad. Y como tal, hago un llamamiento a los ciudadanos libres y al tiempo nuevos esclavos, a hacer la revolución sin esperar a que el despertar o la repentina bondad de los perversos les corrijan. La piedad no es su fuerte y la cárcel no les amilana, pues fortunas enteras bien valen unos pocos años de cárcel en el caso raro de que la justicia ordinaria les condene…
El sistema no propicia cambios. Los cambios solo son posibles por la fuerza, raras veces por la persuasión. Pues bien, todo cam­bio estructural empieza por la supresión de los paraísos fis­cales. Pero ¿cree alguien que los poseedores de la mayor parte del dinero y la riqueza de la Tierra van a consentir al poder político de la Europa comunitaria y de USA (en el supuesto de que lo intentasen) dicha supresión, sin dar limosna con una mano y sobornos y extorsión con la otra para evitarlo? Es magní­fico tratar de concienciar al poder para que dé un paso adelante. Es colosal promover la evolución social. Es recomen­dable la paciencia y la estabilidad social. Pero mientras especu­lan los bien intencionados, millones de víctimas en cada país y en un mundo cautivo de la voracidad de unos cuantos, sufren o mueren y no pueden esperar. Y mientras al dinero se le asigne el miserable valor que se le da y la posibilidad de manejarlo como en la selva manejan sus fauces los depredadores, nada cambiará… Perdón, podremos cambiar, pero a peor, y para cual­quier cambio significativo, pese a que hoy en lo accesorio son vertiginosos, como decía antes, habrá que esperar por lo me­nos otro siglo.
El fundamento -o uno de los fundamentos principales de la in­justicia social en el mundo de hoy dominado por el pensa­miento único- está en los paraísos fiscales. Y por otra parte no es posible transformar la índole de los ladrones y patológica­mente ambiciosos. En el fondo la desigualdad en estos tiempos estriba en estos dos pequeños y al tiempo colosales detalles de un sistema per se injusto y propiciador de la injusticia. Por con­siguiente; para nosotros, ambiciosos también pero de huma­nismo, no hay aquietamiento posible por oír simples aparien­cias de solución. Mientras persistan los mecanismos que hacen posible y propician tan fácilmente la injusticia de diseño, la atracción que ejerce el dinero público seguirá siendo una grave amenaza contra el cambio.
Éstas son las razones por las que, no viendo otra salida a corto y ni siquiera a medio plazo, yo propugno la Revolución pací­fica en nombre de la Humanidad. Y, como es propio de tiem­pos en que la civilización, màs bien la cultura, nos han hecho ra­zonables, la pena que corresponde a los causantes de una des­igualdad artificiosa que nada tiene que ver con la inteligencia creativa -la única que puede justificar la diferencia-, que se re­sisten al cambio, es barrer calles y limpiar retretes de por vida…
19 Enero 2017