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jueves, 6 de abril de 2023

PalestinaMédicos Sin Fronteras: Un millar de palestinos en un campo de tiro... Médicos Sin Fronteras: Un millar de palestinos en un campo de tiro israelí

 palestinalibre

Félix Flores

MSF denuncia las condiciones de vida en las colinas al sur de Hebrón, sin acceso a la salud y entre casas demolidas. “Los soldados entran en las aldeas por la noche, imponen toques de queda y otras restricciones de movimiento, dirigen entrenamientos militares cerca de las zonas habitadas, confiscan vehículos y derriban casas. Les hacen la vida imposible».Ver noticia

La Semana Santa podría tener sentido para no cristianos

 


La Semana Santa podría adquirir sentido incluso para quienes no comparten el mito cristiano si fuese la reivindicación, no de la muerte brutal de un solo hombre hace dos mil años, sino de la vulnerada dignidad de todos aquellos que entonces fueron víctimas de la sevicia del poder, incluyendo a los crucificados con Jesús a las afueras de Jerusalén. Quizás esa conmemoración incrementase aún su trascendencia si lo fuese de quienes hasta hoy siguen viendo destrozadas sus vidas por Estados criminales. Después de todo, las infamias y tropelías perpetradas por los déspotas que sueñan con viejos o nuevos imperios acaban siempre por volver –ahí se hallan ahora, nítidamente perceptibles, en la barbarie padecida al este de Europa– de forma tan insistente como retornan, año tras año, vigilias y procesiones.

(Fernando Bermejo Rubio, “La identidad de los crucificados en el Gólgota: lo que una investigación histórica descubre sobre la muerte de Jesús”, en EL PAÍS, 3 abril 2023. Es profesor del departamento de Historia Antigua de la UNED y autor de ‘La invención de Jesús de Nazaret’)

SIN MIEDO A LA VERDAD


col mar delgado

 

El Vaticano reniega de la "Doctrina del Descubrimiento" contra los indígenas.

El 30 de marzo, el Dicasterio para la Cultura y la Educación (cuyo Prefecto es el cardenal dominico portugués José Tolentino de Mendonça) y el Dicasterio para el Servicio en Favor del Desarrollo Integral del Hombre (cuyo Prefecto es el cardenal jesuita canadiense Michael Czerny) adoptaron una declaración conjunta sobre la "Doctrina del Descubrimiento", que pasó a formar parte del derecho internacional (europeo) con el fin de someter territorios que antes no estaban bajo dominio de príncipes "cristianos". 

La doctrina del descubrimiento y las expectativas actuales

Hacia 1800, esta doctrina se sancionó legalmente en Estados Unidos para justificar su propia expansión hacia el Salvaje Oeste. Más tarde, las potencias imperialistas de Europa pensaron lo mismo cuando se repartieron África en la Conferencia sobre el Congo en Berlín 1885. Immanuel Kant había criticado claramente esta doctrina cuando deploró "el comportamiento inhóspito de los Estados civilizados, principalmente comerciantes, de nuestra parte del mundo ... al visitar países y pueblos extranjeros (lo que consideran lo mismo que conquistarlos)": "América, los países negros, las Islas de las Especias, el Cabo, etc., eran, cuando fueron descubiertos, para ellos países que no pertenecían a nadie; pues a los habitantes no los tenían en cuenta para nada".

Así pues, los pueblos recién descubiertos fueron considerados por los europeos como "res nullius" y se arrogaron el derecho de apoderarse y explotar sus recursos naturales y humanos. Ya en el siglo XVI, esta doctrina fue criticada por los teólogos católicos de la Escuela de Salamanca. Las tierras de los paganos del Nuevo Mundo, decía el dominico Francisco de Vitoria en la tradición de Tomás de Aquino, no carecían de señorío, porque la legitimación del dominio político se fundaba en el derecho natural, no en la fe. 

Los documentos papales en los que el papado concedía amplios derechos de descubrimiento desempeñaron un papel esencial para los católicos, al menos para los imperios ibéricos de España y Portugal. Se trata sobre todo de las bulas de Nicolás V "Dum Diversas" (1452) y "Romanus Pontifex" (1455), en las que el Papa concedió a los portugueses derechos de dominio sobre los territorios descubiertos o por descubrir, así como el derecho a someter y esclavizar a los infieles y sarracenos en las islas, ciudades y países de África y Asia ya conquistados y por conquistar. Y se trata también de la bula "Inter caetera" (1493) de Alejandro VI, en la que concede a los españoles derechos de soberanía al oeste de las Azores, así como el derecho a "someter" a aquellos pueblos. Sin embargo, a diferencia de las bulas de Nicolás V, la bula alejandrina no autoriza explícitamente a esclavizar a los paganos (los indios), sino que contiene un insistente mandato de evangelización; excluye así, de forma implícita, la esclavización, ya que los bautizados no podían ser esclavizados. Por eso, Colón no se apresuró mucho en fomentar la evangelización de los Indios.

Para los protestantes, en cambio, la conciencia de la elección divina era suficiente, porque pensaban que habían recibido el derecho a las nuevas tierras directamente de Dios, como el pueblo de Israel la Tierra Prometida. Después de que los puritanos desembarcaran en la costa este de Norteamérica, formularon la siguiente autocomprensión en 1640: "La tierra pertenece a Dios Nuestro Señor. El Señor puede dar la tierra a su pueblo elegido. Nosotros somos el pueblo elegido".

No sólo los pueblos indígenas esperan que las iglesias a) reconozcan la Doctrina del Descubrimiento, y b) que el Papa pida perdón por ella o se distancie explícitamente de las mencionadas bulas de sus predecesores o las declare "nulas y sin valor". Mientras que el papado desde los años 1980 ha pedido perdón en repetidas ocasiones por la opresión/esclavitud de negros e indios y el desprecio de sus culturas por parte de los "cristianos", no ha deplorado su propia implicación "institucional", ni siquiera en la presente declaración

Paso correcto, pero no exento de sofismas 

Al igual que las numerosas declaraciones eclesiásticas sobre el descubrimiento de América con ocasión del Quinto Centenario 1992, la actual tampoco se corresponde con el estado de la investigación histórica, aunque hay que saludarla como otro paso tentativo en la dirección correcta; más bien se caracteriza por el habitual "sofisma" curial. Este consiste en culpar de los desarrollos erróneos de la Historia de la Iglesia no tanto a los papas y al clero, que aparentemente han dominado el arte de "no ser los responsables", sino a los laicos malvados y a "los poderes políticos que querían exterminar las culturas indígenas". La declaración se refiere cuidadosamente sólo a las "culturas" indígenas y no a sus "religiones". Pues no se puede culpar a "los poderes políticos" de la conversión más o menos forzosa bajo la dominación colonial ni de la destrucción de sus templos, imágenes y escritos en nombre de la exclusividad eclesiástica de la salvación.

También suena a sofisma cuando la Declaración subraya solemnemente que "la doctrina del descubrimiento no forma parte del Magisterio católico"; porque estas cosas políticas nunca se consideraron parte de la "fe" católica. Entonces, ¿el Magisterio católico incluye sólo lo que concierne a la fe y la moral? ¿Qué ocurre con el "Dictatus papae" de 1075? En él se afirma que sólo el Papa es "obispo universal" de todo el orbe y, por tanto, tiene jurisdicción universal; que sólo él puede deponer y restituir obispos; que sólo él puede deponer emperadores y que todos los príncipes deben rendirle pleitesía. El papalismo, una patología si no "la herejía" del papado en el segundo milenio, tiene en esto uno de sus fundamentos. No está lejos de ahí la pretensión de jurisdicción universal, también en asuntos temporales, sobre todo el orbe, como tampoco lo está el hablar de la "necesidad salvífica" de la sumisión completa a la autoridad del Papa, como defendió Bonifacio VIII en la bula "Unam sanctam" (1302) y formuló el Concilio de Florencia como "doctrina de fe" en 1402 con el dogma de "ninguna salvación fuera de la Iglesia (del Papa)".

El "Dictatus papae" y textos similares sobre la "teoría de las dos espadas" allanaron el camino a la política feudal curial del papado medieval, según la cual el Papa podía conferir la realeza (por ejemplo, a los normandos en Sicilia en 1130) o repartir territorios. Las bulas del siglo XV se inscriben en esta tradición. Fueron promulgadas por un papado que se dejó adular por los teólogos papalistas de la Alta y Baja Edad Media, al tiempo que se resistía a aprender de la buena teología escolástica. En la tradición de la buena teología, Francisco de Vitoria pudo decir claramente en 1539 que el Papa no tenía poder civil o temporal sobre todo el orbe ("Papa non est dominus civilis aut temporalis totius orbis"). Por tanto, no podía disponer de los territorios de los paganos, sino sólo encomendar a ciertos cristianos su evangelización. Bartolomé de Las Casas, este cristiano tan noble, que también criticó la doctrina del descubrimiento en el siglo XVI, intentó interpretar la bula de Alejandro VI en términos de lo que se "podía y quería decir" partiendo del Evangelio y no en términos de lo que se decía literalmente, es decir, contra la concesión a los españoles del derecho a "someter" las nuevas tierras y gentes.

Dado que ningún Papa puede decretar nada en contra del Evangelio, y dado que en ninguna parte aparece que el Señor permitiera u ordenara a sus discípulos subyugar al mundo entero con las armas, sino sólo caminar como ovejas entre lobos y promover pacíficamente la Buena Nueva, la palabra "someter" en la bula sólo puede significar según Las Casas la evangelización pacífica. A pesar de este malabarismo hermenéutico en nombre del sentido común mirando al Evangelio como constitución fundamental de la Iglesia, los reyes españoles y sus juristas se refirieron para la legitimidad de su dominio a la Bula de Concesión de 1493 hasta la independencia de los países de América Latina; y el papado nunca lo contradijo. El Papa Francisco tendría menos problemas hoy con el claro distanciamiento de la doctrina del descubrimiento de sus predecesores si el papado hubiera escuchado a los buenos teólogos, no a los aduladores, y si hubiera habido más sentido común en la historia del papado a la manera de Las Casas ¡y menos voluntad de poder!

Por último, la referencia a la bula de Pablo III "Sublimis Deus" (1537), que se cita como prueba de la defensa por parte del papado de los derechos y la dignidad humana de los paganos, también suena a sofisma. Esta bula surgió bajo la presión de los misioneros indiófilos, que se arriesgaron a tener problemas con la Corona por ello, no como motu proprio por parte del papado. Es cierto que Pablo III, ahora sí siguiendo la enseñanza de los buenos teólogos y misioneros, escribe en ella: "Determinamos y declaramos [...] que dichos indios y todas las gentes que en el futuro los cristianos llegasen a conocer, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor".

Pero también aquí hay que distinguir entre lo que se dice y lo que se quiere decir. Mientras que los autores de la declaración interpretan la bula a favor del papado como una especie de defensa universal de los derechos humanos por parte de Roma y probablemente piensan que lo de "nulo y sin valor" incluye también la autorización papal a los portugueses en el siglo XV para esclavizar a los negros, la investigación histórica es más bien de la opinión de que esas palabras sólo prohibían la esclavitud de los indios y paganos similares, pero no la de los negros. De facto, ésta continuó y creció considerablemente durante los siglos XVII y XVIII... y una condena explícita de la trata negrera "a su debido tiempo" no se encuentra en la historia del papado (al igual que la condena clara del Holocausto judío tampoco llegó cuando era realmente necesaria).

Sin miedo a la verdad

La reciente declaración romana es el comienzo de un replanteamiento, pero no va lo suficientemente lejos. En las sucesivas aperturas de partes de los archivos vaticanos desde León XIII, los papas acostumbran a decir que la Iglesia no tiene miedo a la verdad. Es un buen lema, porque sólo la verdad "nos hará libres" (Jn 8,32): libres de la carga del papalismo del segundo milenio, que el papado no debe arrastrar al tercer milenio. Todo esto nos enseña también, entre otras cosas, lo siguiente: si el papado de la Edad Media y del Renacimiento hubiera escuchado a los buenos teólogos en lugar de a los aduladores, no habría llegado tan lejos con la "falsa doctrina" de la pretensión universal de poder y la concesión del dominio sobre los territorios de los paganos. Y si hoy escuchara más a la investigación histórica y teológica seria en lugar de a los que en Roma dicen lo que allí se quiere oír, estaría mejor asesorado a la hora de enfrentarse a la doctrina del descubrimiento y otros temas.

 

Mariano Delgado*

Religión Digital

*Mariano Delgado es catedrático de Historia Medieval y Moderna de la Iglesia en la Universidad de Friburgo desde 1997, así como decano de la clase VII (Religiones del Mundo) en la Academia Europea de Ciencias y Artes (Salzburgo). 

DE LOS SUEÑOS TAMBIÉN SE APRENDE


col martell

Hace algunas noches tuve un sueño, al principio me pareció extraño; pero a medida que se desarrollaba comprendí que era una gran lección que estaba recibiendo.

De pronto me vi en el claro de un bosque sentado en una piedra grande y alrededor mío había montones de pajaritos multicolores de todas las especies y lo raro era, que yo podía comunicarme con ellos y a su vez ellos lo hacían conmigo, en la escena también escondido entre los arbustos pude destacar a un zorro gris de unas 40 pulgadas de largo. Me parecía estar viviendo una de aquellas grandes películas de Walt Disney en que todos los animales hablaban.

Uno de aquellos pájaros se me acercó sin miedo alguno y me pregunto qué hacía yo allí, porque ese no era mi hábitat, a lo que yo le respondí:

Es que me quise alejar de la humanidad porque cada día que pasa, veo que estamos decayendo en nuestra manera de socializar con los demás, nos hemos vuelto agresivos, avariciosos, y obligamos a los demás a que hagan lo que nosotros deseamos, sin importarnos sus creencias, razas ni valores sentimentales y lo más triste que no respetan a las personas de la tercera edad, abusando de ellas y ofreciéndoles ayudas mentirosas. Mientras hablaba pude ver de reojo como el zorro se frotaba las patas de adelante como si fueran dos manitas como justificándose (si todos lo hacen, yo también) para seguir cazando animales descuidados en la oscuridad de la noche.

Uno de aquellos pájaros, al parecer el que más experiencia tenía, se me acercó y me dijo:

Mire señor, lamento mucho cómo se ha expresado, porque sus referencias son verdades a medias. Nosotros los pájaros hemos sufrido, en carne propia, el ataque de hombres sin conciencia que nos cazan y después nos venden en pajarerías, para aquellos que pueden comprarnos nos exhiban en grandes jaulas, algunas de cristal y otras hasta con enchapes de oro; pero no dejan de ser jaulas donde estamos presos y no podemos disfrutar del campo ni tener nuestras familias. Aunque nos den comidas de marca. Fíjese que a pesar de que buscan hembras y machos son muy pocas las veces que logren que tengamos familia en esas condiciones de absoluta falta de libertad. Ahora bien, usted sabe que la cantidad de pájaros que viven en esas condiciones son las mínimas, y son millones los pájaros regados por todo el mundo que disfrutan de la libertad. No es justo que, por el motivo que haya personas que obren mal, midamos a todos con la misma regla.

Aquellos hermosos pajaritos me habían dado una gran lección, no debemos, por ningún motivo, juzgar a todos por el mal que hagan unos cuantos. No, el mundo no está perdido, no hagamos como el zorro que se aprovecha de la debilidad para regocijarse haciendo daño. Al contrario luchemos por erradicar del mundo a los que obran mal con sus semejantes, pongamos amor donde haya odio y abrazos donde hay armas y esa es la única manera de cumplir las palabras de nuestro Divino Maestro. Amor y Perdón.

LA CUALIDAD HUMANA PROFUNDA


col patuel

Hace unos días recibí esta propaganda de una agencia de viajes, prestigiosa: “La Semana Santa son días sagrados. Los días sagrados son para dedicarlos a uno mismo. Por eso son sagrados. Así pues, le ofrecemos estos viajes…”. Acierta al decir que son días “sagrados” y para “viajar” hacia la interioridad. Es un viaje actual y buscado por muchas personas y grupos de indagación interior, de paz. No en vano, un librero de Santiago de Compostela me dijo que había preparado una estampa para los peregrinos que ansiosos le preguntaban: “¿Cuándo falta por llegar?”. Como respuesta les daba la estampita que lleva este pensamiento: “No corras que a donde debes llegar es a ti mismo”. Paradoja de los eslóganes: hacia fuera, lejos; o hacia adentro, cerca. U oxímoron, que es conjugar los dos.

Sea como fuere, es necesario dedicar un tiempo al silencio exterior e interior. El ruido, las prisas, las inquietudes, el ahogamiento de las ansiedades, los momentos de desánimos o depresivos, el sufrimiento humano que se expresa en los pasos de la semana santa con un cariz sádico y masoquista e incluso perfilando una cierta patología como si la vida se redujera a dolor y sufrir sin ver ninguna salida o la incertidumbre del futuro o el gran miedo o tabú a la muerte. Necesitamos otro relato de la vida. La vida también es otra cosa: creación, alegría, gozo junto a las dificultades. Sí, semana santa de dolor, pero no sadomasoquista, y con un final de transformación, cambio interior, mirada nueva: nueva creación o nueva luz.

La vida es un gran valor si se tiene en cuenta esa “cualidad humana profunda”. No una creencia o credulidad, sino una vivencia, sentida desde la sensitividad junto con la mente: Somos una Realidad que engloba, acocha nuestra corporeidad. Es cierto que actualmente existe una desaparición de las religiones en tanto que doctrina, creencias, rituales, pero al mismo tiempo todo un resurgimiento de religiosidad o espiritualidad o interioridad o madurez integral o ser conscientes de esa cualidad humana profunda, de la que no podemos ser ignorantes.

Nos ayuda a comprenderlo, no a resolverlo, la nueva física cuántica en tanto que somos energía antes de nacer y después de morir: Morir y nacer son momentos biológicos, no de esencia. Es toda una mirada nueva que nos lleva a comprender de forma diferente a esta sociedad de conocimientos, cambios continuos, creación por la tecnociencia y otros factores. Una mirada que contempla ese fondo o profundidad de todo ser humano.

Esta mirada queda oscurecida por ciertos poderes que bloquean la mente, los sentidos. Incluso desde nuestro interior. La encrucijada actual en un mundo en plena transformación, que no podemos escabullirnos porque lo necesitamos para vivir o sobrevivir, puede ahogar la mirada interior y no ver qué es todo ser humano: Un momento de este misterio de los mundos encajado en la corporeidad. Un Fondo o dimensión absoluta con una forma o dimensión relativa. Todo un proceso de maduración integral que es consciente de esa profunda cualidad humana.

Es cierto que el ser humano es un lugar sagrado que requiere un tiempo sagrado y es necesario buscar días sagrados. Todo tiempo es sagrado. Es necesario dedicarle unos momentos, largos o cortos, para adentrarnos en nuestro interior y contemplar vitalmente esta cualidad humana profunda que nos hace más que humanos.

Si nuestra Sociedad actual de conocimientos, cambios y creatividad, no considera esta dimensión, nos encontraremos no en una transformación o metánoia de alegría, paz, serenidad, alegría y amor, sino en un cierre de paranoia de ahogamiento, embrutecidos por nuestro cierre egoísta. No en vano y afortunadamente, hay bastantes corrientes de esta búsqueda de la cualidad humana profunda, que tiene también otros nombres, que se perciben en todas partes. Y corriente que siempre ha existido, existe y existirá por seres humanos que han sido y son luz de esa gran Luz.

En todas las religiones han surgido y surgen personas, como ahora surgen también fuera de las religiones, porque esta profundidad o cualidad humana profunda no es patrimonio de las doctrinas religiosas, sino patrimonio de toda la Humanidad. Habría que citar ahora estas luces, pero no es necesario porque se conocen. Pero sí un pensamiento, que se encuentra en todo maestro/a: La verdad nos hará libres. Pero no una verdad cognitiva o formulada, sino "la verdad de nuestro interior" que sólo con el silencio sincero y profundo podemos contemplar que nos es dada, gratuita. Disfrutarla contemplándola.

Una metáfora nos puede ayudar. Todo ser humano es como una bombilla que da luz, no la genera, la transmite. Por tanto, si la bombilla cree que genera la luz, habrá destrucción. Sin embargo, si la bombilla es consciente de que transmite la luz, habrá construcción. Entonces la bombilla es consciente de que esta calidad de la cualidad humana profunda le es dada y como luz tendrá una nueva mirada del ser humano, de la vida, de la tierra y del cosmos.

“El viaje de estos días sagrados” si se quiere puede favorecer la entrada en el interior de cada uno/a de nosotros.a.s. Nos encontramos en un mundo secularizado, transformación del mundo de las religiones, que también tiene su ALIENTO.

 

Jaume PATUEL PUIG (1935)


CONTRA EL DESFASE. AGGIORNAMENTO


col gerardo

 

Es una maravilla la transformación que está impulsando el papa Francisco, en el campo administrativo, servicio a los marginados, participación y sinodalidad. Y poco a poco se va notando un cambio en el funcionamiento de la comunidad cristiana. Pero echo en falta una evolución y avance en el campo doctrinal.

En mis encuentros con los cristianos y con los sacerdotes siento que estamos funcionando con los criterios, con los mensajes de la época del Padre Astete.

Ahora que llegan días en que vivimos la Pasión y Resurrección de Jesús, seguimos los mensajes literarios de los textos y no llegamos a descubrir y conocer los Mensajes de Jesús. Los escritos los seguimos entendiendo muchas veces e interpretando al pie de la letra. Así lo manifestamos a veces en los mismos cantos.

Veo que los teólogos han caminado y nos transmiten el Mensaje hoy, pero esa explicación no ha llegado al pueblo. Así lo siento cuando leo los misterios de la pasión y sobre todo de la Resurrección de Jesús. Y mucho más, si entramos en la meditación de los milagros de Jesús.

Me parece absolutamente necesario el que pongamos al día nuestra fe y como decimos vivamos una Fe Adulta. Hay YouTube estupendos para descubrir esas enseñanzas nuevas.

Es cierto que son autores, algunos de ellos, que en su día tuvieron dificultades por parte de los organismos oficiales, pero ha sido el papa Francisco quien les ha dado autorización e impulso para que anuncien con mensajes de hoy los dichos y hechos del Evangelio.

En este campo, necesitamos, a mi parecer, una reevangelización para que nuestra fe sea auténtica y podamos ofrecer y entablar diálogo con la sociedad de hoy. Tenemos un Mensaje maravilloso y es preciso saberlo comunicar.

Ya fue el papa Pio XII quien nos enseñó que la biblia tiene sus géneros literarios y que hay que leerla e interpretarla desde ahí. Dios nos habló pero con palabras, con expresiones, con géneros literarios de hombre de las personas de su tiempo.

El papa Francisco ha sido muy valiente en tomar decisiones eclesiales. Ojalá entre en el terreno teológico y nos ayude a entender y vivir el Evangelio con lenguaje y lectura de hoy.

Veo que las parroquias en general están volviendo hacia prácticas basadas más bien en religiosidad y formas antiguas: viacrucis - exposición del santísimo - bendición de velas - novenas a los santos - canciones pidiendo perdón al Dios ofendido.

Existe un enorme desfase entre el saber cristológico de los expertos (al corriente de los innumerables avances producidos en la exégesis y en otras ciencias durante las últimas décadas) y los escasos conocimientos sobre el tema –más piadosos que otra cosa, por lo general– de que hacen gala los cristianos de a pie.

Podemos y debemos dar el salto para ponernos a tono con los planteamientos hoy de la teología. Contra el desfase, aggiornamento.

 

FRANCISCO, SOBRE LA COLONIZACIÓN HOY: NINGUNA POTENCIA ESTÁ LEGITIMADA PARA DETERMINAR LA IDENTIDAD DE UNA NACIÓN


col ynestroza

 

En su mensaje, Francisco recordó a los participantes en la Cumbre de la COPAJU, que hace tiempo les había propuesto este tema sobre la cuestión del colonialismo, la descolonización y el neocolonialismo, desde la perspectiva de la justicia y el bien común.

“La historia siempre nos abre la mente para una lectura del presente y una proyección hacia el futuro; a esta luz, este no es un encuentro de revisión estrictamente histórica del colonialismo, sino un ámbito para reflexionar sobre sus expresiones actuales, sus derroteros y sus implicancias para el desarrollo, la salud y el bienestar de los pueblos”, les dijo, además de enfocar el tema desde la justicia y el bien común, se pone el acento en la necesidad de comprender cómo y cuánto incide el proceso colonial, desde hace siglos y hasta nuestros días, en la epistemología jurídica y social. Entonces, afirmó, una primera reflexión que cabría efectuar es sobre la vigencia del fenómeno colonial.

neocolonial

Terminar con las prácticas neocoloniales

El Papa Francisco recordó que hoy día se pide hacer el esfuerzo necesario para terminar más temprano que tarde con las prácticas neocoloniales y sus expresiones derivadas de racismo y segregación social. Para ello, dijo, es necesario internarnos en el fenómeno, “comprenderlo, detectarlo en el propio seno de nuestras instituciones judiciales y no dar crédito a las posturas negacionistas que adjudican al diagnóstico neocolonial un origen conspirativo o fantasioso”.

No habrá paz si, en los sistemas políticos de representación, no hay integración real de los pueblos excluidos. No son concebibles, señaló, los cuerpos representativos en donde sólo el poder hegemónico ocupa espacios. Es imprescindible un sistema de cupos que reintegre a los pueblos originarios y a las etnias desplazadas el espacio de decisión arrebatado.

El Papa: “Pido perdón…”

Una vez más, el Pontífice pidió perdón, esta vez, por los actos de algunos creyentes que contribuyeron en forma directa o indirecta a los procesos de dominación política y territorial de varios pueblos de América y África. “También lo pido por los errores o las omisiones que en el presente se hayan producido o se estén produciendo.

"Como contrapartida, ratifico mi firme voluntad para actuar, con la doctrina social de la Iglesia, en pos de la reversión de los procesos neocoloniales que afligen a la humanidad"

Nuevos colonialismos

Aunque si “técnicamente” en el siglo XXI ya no podemos hablar de naciones geográficamente “colonizadas”, aunque las hay, el término “colonialismo” todavía se usa comúnmente hoy, recordó Francisco, sobre todo en un sentido económico e ideológico. Por tanto, esta realidad ha mutado en sus formas, métodos y justificaciones. El colonialismo se virtualiza, se mimetiza y se esconde, dificultando su detección y neutralización.

“A modo de ejemplo, puedo referirme a un país que visité recientemente: la República Democrática del Congo. Ese país ha sido independiente desde hace más de setenta años, pero nadie negaría hoy que todavía está sujeto a acciones que, mientras por un lado le garantizan ciertas ventajas, por el otro se traducen en explotación de sus recursos. Además, el conflicto de intereses en juego repercute en el territorio y en la población con gravísimos daños al bien común”. Este tipo de dinámica, con variantes ligadas a las situaciones geopolíticas, se encuentra en muchos países y regiones del mundo. “Igualmente relevante”, y a menudo entrelazado con el económico-político, es el fenómeno de la colonización ideológica, afirmó.

"Estas dinámicas sofocan el vínculo natural a los valores de los pueblos, intentando erradicar sus tradiciones, historia y lazos religiosos"

La colonización ideológica estandariza

La colonización ideológica tiende a estandarizar, a igualar todo, afirmó por último, obedece a una mentalidad que no tolera las diferencias y se centra sólo en el momento presente, en las necesidades y los derechos individuales, a menudo descuidando los deberes hacia los más débiles y frágiles.

"No debemos olvidar que las expresiones concretas de justicia y de bien común van madurando en los pueblos y como tales deben ser respetadas. Las historias, los orígenes, las tradiciones, las religiones, atraviesan las lógicas que dan sentido a la determinación de lo justo y lo bueno".

"El sometimiento y la expoliación de los pueblos a través del uso de la fuerza o de la penetración cultural y política es un crimen"

Por ello, dijo, ninguna potencia – política, económica, ideológica – está legitimada "El sometimiento y la expoliación de los pueblos a través del uso de la fuerza o de la penetración cultural y política es un crimen "El sometimiento y la expoliación de los pueblos a través del uso de la fuerza o de la penetración cultural y política es un crimen. Configura un crimen porque no hay chances para la paz en un mundo que descarta poblaciones y oprime para saquear", afirmó.

 

Patricia Ynestroza

Religión Digital / Vatican News

SEMANA SANTA 2023: GUERRA Y PAZ


col espeja

'Guerra y paz' es el título de la extensa novela escrita por León Tolstoi en el s. XIX. Un largo relato donde van juntos la guerra con su violencia y las escenas de amistad, las rupturas dolorosas y el amor que rejuvenece. Por eso la novela evoca la situación un poco esquizofrénica de esta humanidad donde se ansía la paz, pero al mismo tiempo montamos la guerra; donde firmamos pactos de amistad, pero sucumbimos a la lujuria del poder. Hacemos solemnes declaraciones sobre derechos humanos, pero en la práctica abusamos de las personas como trapos.

En nuestros días esta humanidad, a la que todos pertenecemos, está sufriendo la guerra de unos contra otros, cuando el anhelo más hondo en el corazón humano es la paz. Unos quieren dominar a otros mientras el proceso imparable de globalización sugiere que todos formamos la única familia humana. La dialéctica guerra-paz, que estamos viendo en el actual panorama  del mundo también  clava sus garras en el interior en la Iglesia. En el desmadre de la pareja hombre-mujer, en las mismas comunidades religiosas y en la intimidad de cada uno la guerra genera violencia y quita la paz. Bien merece la pena buscar luz en la celebración de la Semana Santa:  la guerra que mata es vencida por el amor que da vida.  

La procesión va por dentro 

Hace años tuve la oportunidad de ver procesiones de Semana Santa en Valladolid y me contagió la devoción de muchos ante los pasos con bellas esculturas sobrias, y expresivas de un más sentido y barruntado aunque no definido. Por eso mantengo gran respeto a las variadas procesiones que, según su propia cultura y su tradición, celebran muchos pueblos.

En personas que con habilidad y esmero preparan los pasos y organizan la manifestación por las calles. En muchos cofrades o hermanos que con signos penitenciales, muestran su devoción. En los costaleros que voluntariamente soportan el peso de los pasos ¿no hay una procesión interior?  Todos habitamos en esa Presencia de amor que nos constituye y todos tenemos la posibilidad de abrirnos y sumergirnos en ella. Jesucristo es el camino y luz que a todos ilumina.  Mientras haya fe cristiana, será normal la manifestación pública de la misma. Pero estas manifestaciones  deben expresar la procesión interior que  realiza cada uno  a su modo y con sus propias expresiones culturales.

Duelo entre guerra y paz. Domingo de Ramos 

Profeta itinerante por las aldeas de Galilea, Jesús de Nazaret, movido a compasión, pasó por el mundo habiendo el bien y curando heridas.  Su conducta escandalizó a las autoridades religiosas judías; no aceptaban  que Jesús comiera  con los pobres y pecadores, su cercanía y  trato con los leprosos legalmente impuros, su defensa de la mujer sorprendida en adulterio. Pero los sencillos percibieron en esa conducta un mensaje de liberación y un camino de paz. Una propuesta de vida en relación fraterna entre todos. Por eso Jesús como evangelio viviente despertó a la vez los anhelos de paz que pujan en de corazón humano y los sentimientos de dominación que también brotan, como mala hierba, en ese mismo corazón.

Viendo el conflicto que su Evangelio provoca en las autoridades religiosas y políticas instaladas en Jerusalén, el Profeta decide ir a la ciudad santa consciente del peligro que corre. A los evangelistas no interesa redactar una crónica de cómo entró Jesús en Jerusalén. Quieren más bien transmitirnos con lenguaje simbólico el significado de esa entrada como resumen o apretada síntesis de la propuesta hecha por Jesús, y de las dos reacciones ante la misma.

En el corto tiempo de su actividad pública y profética Jesús actuó como pobre y amigo de los pobres; no intentó imponer nada por la fuerza, sino más bien ofrecer un evangelio que seduce.  Por eso entra en Jerusalén no en un caballo signo de poder, sino en un borriquillo nada deslumbrante. Ser totalmente para los demás fue objetivo y talante de su conducta profética; curó a enfermos, abrió los ojos a ciegos y lamentó la cerrazón de los arrogantes, pero nunca busco una situación social o religiosa privilegiada para sí mismo. Su objetivo fue construir la paz o convivencia fraterna porque Dios es amor en cuya presencia todos habitamos.

A las puertas de Jerusalén está la población con dos actitudes. Los sencillos se alegran y aclaman al Profeta que trae la liberación y la paz no con armas que matan sino con el amor que da vida. Otros, los soberbios que se creen superiores a los demás, ven un peligro en ese evangelio de la fraternidad, y optan por mantener su lógica de dominación y de guerra, condenando al Profeta. No soportan que los pobres lo aclamen como liberador a quien les pide que bajen de sus tronos. 

Los humanos respiramos sentimientos de compasión, anhelos de convivencia pacífica y fraterna. Pero la soberbia, la fiebre posesiva y la pretensión de ser absolutos olvidando nuestra condición de criaturas, sugieren y provocan la guerra para dominar a los otros. Una y otra vez en la historia de la humanidad intentamos traer la paz con la guerra; lo estamos viendo ahora en la invasión de Ucrania. La misma táctica funciona con frecuencia en el interior de la Iglesia y en las agrupaciones de personas. Pero el conflicto entre guerra y paz también se da dentro de la Iglesia y en la interioridad de cada uno.  Al iniciar la celebración de la Semana Santa, debemos decidir qué camino elegimos: la del amor que da vida o a de poder que aplasta. La elección no es solo teórica y de un momento. Si elegimos la primera, debemos ser consecuentes en la práctica de cada día, pues el instinto egoísta continuamente rebrota.

Jueves santo: Para construir la paz

Ya en vísperas de su muerte, Jesús celebró con sus discípulos la comida especial que hacían los judíos actualizando simbólicamente la liberación de la esclavitud gracias a la intervención compasiva y benevolente de Dios. Consciente de que su vida y su muerte se inscribían en ese proyecto liberador, Jesús quiso celebrar esa comida con sus discípulos para entregarles el significado de su vida y de su muerte. Lo hizo con dos gentos proféticos bien elocuentes.   

Primero, compartiendo la comida con todos ellos, incluido el traidor. Hacer el bien y compartir con los demás sin excluir a los mismos enemigos, había sido la conducta de Jesús en su actividad profética.  Expresó bien el proyecto en la parábola sobre el banquete de bodas: son invitados cuantos se hallan en el camino de la vida; incluso “lisiados, ciegos y cojos” que nunca  en aquella sociedad judía eran  invitados en comidas sociales de fiesta. Compartir siendo el hombre totalmente para los demás definió la conducta histórica de Jesús y era su voluntad al aceptar la muerte injusta.  Pan y vino, comida que se comparte como signo de fraternidad y amistad, son el símbolo de la vida de Jesús compartida por amor hasta entregarla por los demás en la muerte.  Es el estilo de vida que propone a sus discípulos: “tomad y comed”.  

El otro gesto profético en la comida pascua fue muy también muy significativo. En aquella sociedad judía era impensable que un maestro lavara los pies a sus discípulos; siempre el inferior debe servir al superior. Pero Jesús se quita el manto de señor, se pone el mandil y lava los pies a sus discípulos; después, no se quita el mandil pero se pone el manto; sigue siendo maestro y señor sirviendo a los demás. Había dicho y practicado su convicción: “el que quiera entre vosotros ser mayor, sea servidor de todos”.

Los dos gestos proféticos de Jesús en la última cena fueron símbolo de lo que había sido su conducta. Hombre totalmente para los demás, pasó por el mundo haciendo el bien, curando heridas, defendiendo la dignidad de las personas, incluyendo a los excluidos, y combatiendo a las fueras del mal   que dividen (dia-bolos) y tiran a las personas por los suelos.  Solo desde esa conducta los dos gestos proféticos de compartir  ir y de servir tienen  sentido. Los símbolos tienen garra cuando responden a una experiencia y una práctica de vida. 

Cuando celebra esta comida, Jesús ve próxima su condena y consciente de escándalo que sufrirán los discípulos ante su fracaso, en estos dos gestos les recomienda que actualicen en significado de los mismos: “Haced esto mismo en memoria de mí”. No les pide que hagan solo un rito. Sino que celebren la comida como expresión de una vida compartida y al servicio de los demás gratuitamente, de modo especial con los que nada puedan dar a cambio. 

Hace unos meses Baldomero López, laico dominico, estudioso y publicista, redactó  un sugerente  libro  sobre ”La última Cena”. En el subtítulo ya indica su intención: “una comida con eucaristía, no una eucaristía sin comida”.  Sugiere que la celebración de la eucaristía no se debe reducir a un acto de culto religioso. La fotografía de portada es bien significativa:   Ramiro, fraile dominico, pobre de Yahvé, que lleva trabajando desde el año 1970 en el albergue “San Martín de Porres” casa para personas transeúntes y sin techo, está con un mandil sirviendo a los excluidos. La última cena de Jesús con sus discípulos tuvo sentido en continuidad de sus comidas con los pobres y con los religiosamente pecadores. Sus dos gestos proféticos en la última recomiendan esta conducta solidaria; desautorizan la guerra y abren camino para construir la paz

Viernes Santo: El amor vence a la guerra

Jesús de Nazaret proclamó y vivió apasionado por construir una sociedad de hermanos. Para defender la dignidad de todas las personas se puso al lado de las víctimas en la organización social y religiosa: pobres y pecadores. Se sintió ungido por el Espíritu para liberar a los esclavizados. Pero en seguida los potentados arrogantes religiosos y políticos le declararon la guerra y no pararon hasta eliminar al Profeta.

Jesús no buscó ja muerte ni fue un suicida. Según los relatos evangélicos, una y otra vez sus adversarios fueron a por él para condenarlo por blasfemo, pero Jesús huyó  consciente de que debía seguir  proclamando el Evangelio  hasta que llegara su hora. Murió porque lo mataron. 

Pero Jesús seducido por esa Presencia de amor que es el misterio de Dios, entendió que siendo fiel a su misión de transmitir un mensaje de amor y de paz, su muerte ya era inevitable. Con dolor pero con amor decidió ir a Jerusalén exponiéndose a la condena por parte de autoridades religiosas y políticas que vivían en la ciudad santa. Según cuenta el evangelista, sus discípulos “le seguían llenos de miedo”.

En Jerusalén las autoridades religiosas y políticas actuaron con la lógica del poder que se impone por la fuerza, y condenaron a Jesús. El Profeta del amor quedó silenciado. El viernes santo sigue siendo un día de dolor ante tantas víctimas indefensas que cada día nos dejan sin palabras. La guerra que funciona con esa lógica del poder, siembra el destrozo en las personas pobres que solo quieren vivir en paz.

En la muerte de Jesús como en la situación oscura y dolorosa que hoy sufrimos en el mundo por la codicia sin amor, hay una pregunta inevitable también para los creyentes: ¿Dónde estaba Dios mientras Jesús era condenado injustamente, y abandonado de todos moría en la cruz? ¿En su trono del cielo exigiendo la muerte del Inocente para reparar su honor ofendido? ¿Con los brazos cruzados aunque lamentando los atropellos cometidos contra el Justo? No. Dios, Presencia de amor, estaba dentro de Crucificado dándole fuerza y aliento para vencer por el amor al   poder que impunemente mata.

Viernes Santo es un día de dolor ante tantas víctimas inocentes e injustamente silenciadas: lo estamos sufriendo en esta guerra donde se pretende construir la paz a base de matar al otro. Pero el viernes santo celebramos también la Presencia de Dios, fuerza del amor, presente y activo en lo más íntimo de cada persona humana. Esa Presencia suscita en los creyentes una compasión dolorida viendo el injusto aplastamiento que sufren las personas; y una compasión indignada por la inhumanidad de quienes, trastornados por la droga del poder, pretenden acabar los conflictos con la guerra. En el viernes santo nos queda la confianza de que esa Presencia de amor que llamamos Dios, misericordia entrañable, nunca nos abandona.   

Resurrección: “La paz con vosotros”

En 1795 Manuel Kant escribió un estudio “Sobre la paz perpetua”: buscar una estructura universal donde cada pueblo pueda vivir su singularidad. Era el sueño que habían tenido ya otros pensadores. Sin embargo continuamente se montan nuevas guerras, se firman alianzas de paz, y otra vez volvemos a las mismas. Al final ¿prevalecerá la paz, o la guerra terminará con todo?

 

Jesús Espeja teólogo

Religión Digital

¿CÓMO VIVIR LA SEMANA SANTA? (*)


col de amo

Por deformación profesional, cada vez que me planteo un problema comienzo por ubicarlo en unas coordenadas (es decir, en un tiempo y un espacio) que me ayuden a comprenderlo de forma natural desde la perspectiva de quienes lo viven o ya lo vivieron, porque ninguna experiencia humana nos debe ser ajena. Por eso, si me planteo cómo vivir la Semana Santa (quede claro que desde la fe, pues en su ausencia no va más allá de aprovechar unos días de descanso de la mejor forma posible para recuperar fuerzas y amistades), lo que me pregunto es cómo la vivió Jesús de Nazaret con sus vecinas y vecinos de aquel tiempo. ¿Cómo vivió estas fechas Jesús en los días previos a su detención, juicio y ajusticiamiento?

En estos días recordamos que mataron a un hombre en el que, sólo desde la mirada de la fe, podemos comprender que su vida y su mensaje continúan actuando entre nosotros dándole plenitud a cada una de nuestras vidas. Pero yéndonos al acontecimiento histórico, Jesús, hace ahora casi dos milenios, se reunió con su grupo de amigos más íntimos para recordar lo que era común entre todos los israelitas (ojo: no confundir con israelíes): celebrar la liberación de su pueblo de la esclavitud. ¿Tenemos cada uno de nosotros, ahora, la sensación de estar celebrando alguna experiencia de liberación personal o colectiva? Pues en esa clave es en la que hay que ponerse: la de descubrir las experiencias (más allá de “las razones”) personales y colectivas que nos hacen creer que podemos y debemos ser personas libres. La cuestión no es baladí, porque ya sabemos cómo transcurrió toda aquella historia…

La experiencia de Jesús, históricamente, fue la de un completo fracaso: abandonado en la cruz y ajusticiado extramuros de la ciudad, como se hacía con los criminales de su tiempo, sólo tuvo a sus pies a su madre y a su discípulo fiel. El resto del grupo escapó despavorido: la mayoría, a buscar refugio escondidos en grupo; el más decidido a buscar la solución mediada con el poder, corrió a quitarse la vida a la vista del fracaso de su operación política. Sólo desde los ojos de la fe se puede comprender la verdadera dimensión de lo que supone que para vivir plenamente haya que morir de forma radical. Y es tan sencillo como el germinar de una semilla, después de haberse muerto y enterrado el grano en la tierra: eso sí, se nace de una manera completamente distinta, porque el fruto ya no es el mismo. Si todo esto se nos olvida, creeremos luego que “El Corpus” es, simplemente, otra fiesta que ocurrirá unos dos meses más adelante, inconscientes de que es el tiempo que necesitó aquella semilla, muerta y enterrada, para dar su fruto.

¿Y por qué condenaron a muerte a Jesús? Jesús “dio muchas vueltas” en su experiencia pública: no tuvo un recorrido lineal. De hecho, Jesús comienza su vida pública bautizándose con su primo Juan. Y tiene que vivir la pérdida del Bautista para una nueva etapa por Galilea y su entorno… donde nos que cuentan que, si bien tuvo su “primavera galilea”, vivió una más fuerte “crisis galilea”, cerrando una segunda etapa. Fue entonces cuando comprendió que tenía que ir a la raíz del asunto: era preciso llegar a Jerusalén, la capital. Y allí ocurrió lo que tenía que ocurrir: entrando como un cómico en Jerusalén, a lomos de una borriquilla (y no de un poderoso corcel), logró que la muchedumbre lo aclamara y lo siguiera. Y eso, el Poder no lo podía (ni lo puede) consentir: a un loco se le puede “dar cuartelillo”; pero ni hablar si consiste en “que nos quite la clientela”.

Este morir para poder resucitar, merece no descuidar ninguno de los dos momentos: cargar la experiencia en la muerte nos hará personas tristes, cristianos centrados en justificar el dolor y el sacrificio como lo más natural, sin trascenderlo dentro de un sentido que nos supera individualmente. Tampoco será plena una experiencia centrada en la inconsciencia del “como sabemos que resucita, ¡para qué nos vamos a preocupar!”. Porque en este caso tampoco estamos asumiendo la responsabilidad que tenemos individual y colectivamente con los problemas de este mundo: es imprescindible pasar por la muerte para comprender la vida plena. Seríamos personas inmaduras e inconscientes de que nuestra libertad pasa por nuestras manos: por asumir nuestras responsabilidades cotidianas. Quien no ha descubierto la grandeza de lo que hemos recibido, no puede valorar la importancia de todos y cada uno de los pequeños detalles que nos rodean, y que son esenciales para vivir.

Francisco nos recuerda en el n.3 de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium que “Él (Jesucristo) nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!”. Por eso, desde la fe, viviremos estas fechas de múltiples maneras, revelando, también aquí, la pluralidad que habita entre los seguidores de Jesús de Nazaret, ahora ya el Cristo. Tendremos la posibilidad de vivirlo desde el retiro individual, hasta el seguimiento de todos y cada uno de los momentos en los que nuestras calles se inunden de la presencia de las manifestaciones del recuerdo de aquellas fechas, hace casi veinte siglos al otro extremo del Mediterráneo, pasando por quienes podamos mezclar ambas experiencias, centrados en el Triduo Pascual que culmina en la Vigilia Pascual, que es la expresión máxima de nuestra fe: celebrar el paso de la muerte a la resurrección en cada comunidad cristiana.

Ahora ya comprendemos que toda nuestra razón de ser se fundamenta en aquella experiencia pascual que rememoramos para actualizarla y, a nosotros, con ella.

 

Enrique de Amo

Delegado episcopal

Diario de Almería

01 Abril, 2023

 

(*) Nota: El título original es ¿Cómo vivir la Semana Santa en Almería? Entendemos que el contenido del artículo es válido para cualquier semana santa en cualquier parte del mundo.

SENTIDOS DE LA SEMANA SANTA

fe adulta

col carminna navia


Cada año regresan ineludiblemente las parecidas fechas, las idénticas conmemoraciones… como lo decía hace poco en un poema sobre la cuaresma, pareciera que algunas celebraciones pierden su contenido. ¿De qué hablamos en el siglo XXI, cuando hablamos de la Semana Santa o del triduo pascual? Nos movemos en un horizonte cultural en el que algunas fiestas más que otras se vacían de connotaciones. Es el tiempo de la extrema secularización y estos días que vienen son simplemente unos días de playa o de descanso, de corte en el trabajo. Conmemorar la última semana de la vida de Jesús de Nazaret y sus dolores… ¿qué sentido puede tener en un mundo que ha decidido vivir de espaldas al dolor, situándose sólo en la órbita de los placeres momentáneos y fugaces, continuos?

Y sin embargo yo creo que vivir hoy, unos días cara a cara con el dolor, tiene toda la significación posible.

Los cristianos conmemoramos cada “semana santa” las consecuencias difíciles y violentas que tuvo la vida de Jesús, un hombre que pasó haciendo el bien, sirviendo a los demás y clamando por un mundo de relaciones más humanas. Conmemoramos su injusto juicio, su inaudita condena, sus torturas, su asesinato en manos del poder religioso y político… pero también su soledad, su dolorosa despedida a los suyos y suyas, las traiciones que padeció… sus desgarramientos y angustias internas que lo llevaron a gritar estruendosamente en su último instante: Padre, ¿por qué me has abandonado?

Sobre esa variedad de sus dolores, dice Rafael Argullol en un texto original y bello:

Sin embargo lo peor vendrá luego, alejado ya de los torturadores nocturnos, cuando el pueblo se pronuncie contra ti. Es una lección definitiva en el curso de tu aprendizaje. Hace sólo cuatro días ese mismo pueblo te vitoreó durante tu entrada en Jerusalén, montado en el ridículo pollino. Te ofreció palmas de victoria. Ahora reclama tu muerte y prefiere que se libere a un criminal, Barrabas, antes de dejarte escapar. El populacho sumiso y adulador en la calma, es en la tormenta la ola desatada de las más terribles pasiones. (Rafael Argullol - “Pasión del Dios que quiso ser hombre”).

En esta conmemoración vivimos -por propia decisión, los seguidores de Jesús- unos días de cara al dolor. Porque nuestra sociedad quiere vivir de espaldas a él, pero no quiere en ningún caso dejar de producirlo, como podemos ver todos los días. Tomo al azar tres noticias de esta semana:

Hace tres días, en Estados Unidos,  una mujer de 28 años entró al colegio religioso en el que había estudiado y disparó a matar: asesinó a tres niños y a tres trabajadores del colegio.

Hace dos días en una prisión de migrantes en México un incendio mató a 39 personas porque los guardias de la prisión no abrieron las puertas de la misma, ni ayudaron a quienes estaban allí para salvarse.

Ayer en Colombia el ELN asesinó a mansalva a 9 soldados, jóvenes que prestaban servicio militar y que estaban en horas de descanso…

Podríamos seguir con una lista inmensa. ¿Qué pasaría si nos detenemos en la guerra de Ucrania y sus crueldades? ¿En  las arbitrariedades y abusos de los Ortega en Nicaragua? ¿En la suma de indiferencias de un sistema neoliberal al que no le preocupan las abismales desigualdades sino que las produce?... Nuestro mundo ignora los dolores, pero los produce y los infringe cada día con indiferencia rampante.

Conmemorar la Pasión no tiene el menor de los sentidos si no despierta en nosotras y nosotros la solidaridad con el que sufre. Y no sólo ello, si tomamos en serio las palabras de despedida de Jesús en su cena final, el amor tiene que llevarnos a una lucha y resistencia constantes contra todas las causas del sufrimiento de las personas inocentes, contra todas las causas de las arbitrariedades, injusticias, violencias, atropellos, crueldades…

Entonces, sí. La celebración de la semana santa tiene nueva vigencia cada año: dar la frente al dolor, sensibilizarnos ante él, comprometernos en tareas de erradicarlo de las vidas humanas. Dar a luz una Pascua inédita: un mundo de relaciones más humanas regidas por el amor y la acogida. Comprometer nuestra vida en el empeño de construir y generar esas relaciones nuevas con sabor a Evangelio.


ADomingo de Resurrección LUMBRAR LA IGLESIA DESDE LAS MUJERES

col pepa torres com

 FE ADULTA

(Juan 20,1-9)   

En lo relatos de la Resurrección de Jesús el protagonismo de María Magdalena y las mujeres es evidente. Sin embargo, su huella fue neutralizándose progresivamente en la historia del cristianismo en aras de la construcción cultural de la subordinación de las mujeres, lo cual “chirriaba” con el papel de liderazgo que tuvieron en el movimiento de Jesús.

Las mujeres que acompañaron a Jesús siguiéndole y sirviéndole con sus bienes, como recoge el texto de lucas 8,1 fueron también aquellas que aparecen acompañándole hasta la cruz (Mc 15,40-41) cuando la mayoría de los discípulos varones le abandonan. Muchas de ellas aparecen de nuevo en las narraciones del entierro, la tumba vacía y las apariciones. Su papel como testigos de las prácticas liberadoras de Jesús, incluyendo en sus propias vidas, las capacitó para mirar la realidad más allá de la apariencia y experimentar como María Magdalena aquella primera mañana de Pascua que la tortura, la complicidad del poder político y religioso, un juicio injusto y la condena a una muerte maldita como era la crucifixión no podían acabar con tanto amor y esperanza como la vida de Jesús había desplegado. El Dios Abba, Todo misericordia y cuidado que Jesús les había revelado las empujó, más allá de toda lógica, a ponerse en marcha para ungir aquel cuerpo roto por amor y fidelidad a la Buena Noticia de Dios con los y las más insignificantes y excluidas

El Evangelio de este domingo narra esta experiencia desde el sobresalto de María Magdalena ante la tumba vacía y su anuncio, pero progresivamente va dando el protagonismo, no a ella, sino al papel de los varones que lo confirman. Del mismo modo la iglesia ha ido reproduciendo y lo sigue haciendo, la invisibilidad y la subalternidad de las mujeres, pese a que es inimaginable hoy en el mundo una iglesia sin el papel activo de las mujeres en ella.

La Pascua de Jesús nos urge a hacerlo todo nuevo y con la ayuda de su Ruah a alumbrar una nueva iglesia construida sobre el cimiento de su cuerpo encarnado y resucitado también en los cuerpos rotos de las mujeres por la pobreza y la violencia patriarcal y donde nadie quede excluido por su condición, de género, clase, sexo, raza.     

¿En qué medidas nuestras comunidades somos sensibles a los gritos y los anhelos más profundos de las mujeres que claman liberación, sanación, justicia?

¿Reconocemos hoy entre nosotros y nosotras a las nuevas Magdalenas, Marías, Juanas Salomés? ¿Qué buena noticia y a qué cambios nos urgen para resucitar la iglesia?

VIERNES SANTO. PASIÓN DEL SEÑOR / ALUMBRAR LA IGLESIA DESDE LAS MUJERES


col paret

Jn 18,1-40; 19,42

Ante la muerte el ser humano se encuentra desamparado, abandonado, solo. El grito humano que se resiste a morir no encuentra por parte de Dios otra respuesta que el silencio “¿Por qué me has abandonado?. Tampoco los demás, tanto si son familiares, amigos, pueden hacer nada. Alrededor hay noche oscura.

La muerte nos da la oportunidad de realizar el acto de fe definitivo. Una fe contra toda evidencia, una esperanza contra toda esperanza; la confianza que traspasa la noche de la nada para encontrar unas manos que nos acogen con amor infinito. “A tus manos encomiendo mi espíritu”.

Esa es la muerte victoriosa, la que vence a la misma muerte en su propio terreno. Muerte con sentido que salva al ser humano y le conduce a la comunión con Dios, con los hermanos/as, con el universo. Esta muerte es la transformación necesaria para entrar a vivir en el nuevo mundo en el que hemos creído y esperado. En la cruz de Jesús se abren las puertas de la resurrección gloriosa del ser humano. El Vía Crucis estalla en el Vía Lucis.

En la Pasión según san Juan, se dice que las últimas palabras pronunciadas por Jesús fueron: “Todo está cumplido”. A todos nos ha encomendado Dios una tarea. A veces resulta paradójica; sólo se puede comprender través de la fe. Pero lo que realmente puede dar sentido a la vida es acabarla con este gran testimonio: “Está cumplido”.

Dentro de tu grito en la cruz caben todos nuestros gritos, desde el llanto de un niño hasta el lamento del moribundo. Todos los que se sienten abandonados en un misterio incomprensible encomiendan su vida “en tus manos”. Cuando llegamos a nuestros límites, donde se desvanecen los días, los esfuerzos, el último aliento de vida, inclinamos la cabeza y te entregamos el espíritu[1].

Este Viernes Santo, Jesús, que sabe de qué barro somos, nos invita a permanecer junto a él, a su lado, silenciosamente. En la cruz podemos hallar la paz, la liberación de tanta esclavitud, el sentido profundo del dolor del mundo, también podemos encontrar a Jesús. Para nosotros/as la cruz es Jesús.

Estamos apegados a nuestra vida. No la queremos gastar sino guardarla para nosotros mismos. Pero Tú nos muestras que únicamente entregando nuestra vida la podremos salvar… La cruz –nuestra propia entrega- nos angustia, nos inquieta. Nos olvidamos que Tú llevaste también nuestra cruz, mi cruz, no en un momento del pasado, ya que tu amor es presente, contemporáneo a mi existencia. Tú la llevas conmigo y por mí, y quieres que, como Cirineo/a, lleve tu cruz y te acompañe, que me ponga al servicio de la redención del mundo, que la gaste en tu nombre…

En tu cruz sigues hoy. Sufres el dolor, las penas y las lágrimas de los crucificados y los calvarios del mundo. Y nos pones frente al sufrimiento, la desolación y el desamparo de tantas víctimas de las desgracias naturales, de la violencia, de la injusticia. Los cristianos hemos celebrado muchas “pasiones y viernes santos” pero, sin embargo, hemos desviado nuestros ojos ante los crucificados que, cerca o lejos, viven sufriendo.

Señor Jesús: Ayúdanos a caminar por tus caminos, con los pasos de nuestra vida diaria. Líbranos del miedo a la cruz, del miedo a que nuestra vida se nos pueda gastar… Ayúdanos a desenmascarar las tentaciones que nos prometen la vida pero nos dejan decepcionados, sin rumbo. Ayúdanos a no hacernos dueños de la vida sino a entregarla, como “el grano de trigo que cae en tierra y muere para dar mucho fruto”. Ayúdanos a discernir, “perdiendo la vida”, el camino del amor, el camino que nos conduce de verdad a la vida en abundancia.

¡Reaviva nuestra fe, reaviva nuestra compasión!

Pascua de Resurrección – A (Mateo 28,1-10) DIOS TIENE LA ÚLTIMA PALABRA

col pagola

 

La resurrección de Jesús no es solo una celebración litúrgica. Es, antes que nada, la manifestación del amor poderoso de Dios, que nos salva de la muerte y del pecado. ¿Es posible experimentar hoy su fuerza vivificadora?

Lo primero es tomar conciencia de que la vida está habitada por un Misterio acogedor que Jesús llama «Padre». En el mundo hay tal «exceso» de sufrimiento que la vida nos puede parecer algo caótico y absurdo. No es así. Aunque a veces no sea fácil experimentarlo, nuestra existencia está sostenida y dirigida por Dios hacia una plenitud final.

Esto lo hemos de empezar a vivir desde nuestro propio ser: yo soy amado por Dios; a mí me espera una plenitud sin fin. Hay tantas frustraciones en nuestra vida, nos queremos a veces tan poco, nos despreciamos tanto, que ahogamos en nosotros la alegría de vivir. Dios resucitador puede despertar de nuevo nuestra confianza y nuestro gozo.

No es la muerte la que tiene la última palabra, sino Dios. Hay tanta muerte injusta, tanta enfermedad dolorosa, tanta vida sin sentido, que podríamos hundirnos en la desesperanza. La resurrección de Jesús nos recuerda que Dios existe y salva. Él nos hará conocer la vida plena que aquí no hemos conocido.

Celebrar la resurrección de Jesús es abrirnos a la energía vivificadora de Dios. El verdadero enemigo de la vida no es el sufrimiento, sino la tristeza. Nos falta pasión por la vida y compasión por los que sufren. Y nos sobra apatía y hedonismo barato que nos hacen vivir sin disfrutar lo mejor de la existencia: el amor. La resurrección puede ser fuente y estímulo de vida nueva.

DOMINGO DE PASCUA (A) Jn 20,1-9

col fraymarcos

 

fe adulta

Hoy es muy difícil decir algo adecuado. Estamos ante el misterio más profundo de nuestra religión y por tanto imposible de desvelar a través de conceptos. Lo más que puedo hacer es ayudaros a evitar errores que arrastramos y nos impiden descubrir la realidad que se esconde en esta fiesta. La VIDA, más allá de la vida biológica es lo más importante que podemos afrontar desde nuestra experiencia tan humana. Es una osadía intentar explicarlo, sabiendo de antemano que la tarea es imposible.

No nos dejemos engañar por los relatos de apariciones de los evangelios. Pueden ser una trampa en la que, con gran facilidad caemos. No nos pueden hablar de hechos reales, porque nada de lo que acontece puede llevar a lo sobrenatural. Lo que puedo ver y oír no me puede llevar a una visión trascendente de la vida. Hoy la exégesis nos explica cómo debemos entender esos relatos. Nunca intentan decirnos que lo que vieron fue lo que cambió su visión de lo que aconteció en Jesús, al contrario, todos los textos nos quieren llevar a la vivencia interna, que es donde descubrirás la Realidad.

Jesús había alcanzado la VIDA antes de morir. Y él fue consciente de ello. Él era el agua viva, dice a la Samaritana, Él había nacido del Espíritu, como pidió a Nicodemo; él vive por el Padre; él es la resurrección y la Vida. Ya en ese momento, cuando habla con sus interlocutores, está en posesión de la verdadera Vida. Eso explica que le traiga sin cuidado lo que pueda pasar con su vida biológica. Lo que verdaderamente le interesa es esa VIDA (con mayúscula) que él alcanzó durante su vida (con minúscula).

No caigamos en la trampa de entender la resurrección como la reanimación de un cadáver. La inmensa mayoría de los cristianos entendemos de ese modo la resurrección y quedamos atrapados en la materialidad. Un instante después de la muerte, el cuerpo no es más que estiércol. Los sentimientos que nos unen al ser querido muerto, por muy profundos y humanos que sean, no son más que una relación psicológica. Esos despojos no mantienen ninguna relación con el ser que estuvo vivo. La muerte devuelve al cuerpo al universo de la materia de una manera irreversible.

La posibilidad de reanimación de una apersona muerta, es la misma que existe de producir un ser humano partiendo de un montón de basura. Eso no tiene sentido ni para los hombres ni para Dios. Al empeñarnos en entender la resurrección como vuelta a la vida biológica, estamos demostrando nuestro apego al falso yo. Seguimos creyendo que somos lo biológico, lo individual, lo que me distingue de los demás y eso nos impide pensar en una manera distinta de Vida en la unidad del Todo.

Creer en la resurrección es experimentar que Jesús sigue vivo, pero de otra manera. Jesús resucitó antes de morir, porque hizo suya la misma Vida de Dios mientras vivía esta vida biológica. Debo descubrir que estoy llamado a esa misma Vida y poner toda la carne en el asador para desplegarla. No tengo que esperar nada, ni de Dios ni de Jesús. Todo lo que necesito está dentro de mí y no me faltará nunca. Ni creencias ni ritos ni conducta moral pueden suplir esta actitud vital que se me exige. La pelota estará siempre en mi tejado y solo yo estoy capacitado para jugarla.

A la Samaritana le dice Jesús: el agua que yo le daré se convertirá en un surtidor que salta hasta la Vida eterna. A Nicodemo le dice: Hay que nacer de nuevo; lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es Espíritu. El Padre vive y yo vivo por el Padre, del mismo modo el que me asimile, vivirá por mí. Yo soy la resurrección y la Vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. En todos estos pasajes, Jesús no habla para un más allá, sino en presente. ¿Creemos esto? Mucho me temo que seguimos entrampados en la confusión.

Jesús había conseguido, como hombre, la plenitud de Vida del mismo Dios. Porque había muerto a todo lo terreno, a su egoísmo, y se había entregado por entero a los demás, llega a la más alta cota de ser como hombre mortal. Este admirable logro fue posible, después de haber descubierto que esa era la meta de todo ser humano, que ese era el único camino para llegar a hacer presente lo divino. Esta toma de conciencia la pudo alcanzar, porque había experimentado a Dios como Don. Una vez que se llega a la meta, es inútil seguir preocupándose del vehículo que hemos utilizado.

La liturgia de Pascua no está diciendo que, en cada uno de nosotros, hay zonas muertas que tenemos que resucitar. Nos está diciendo que debemos preocuparnos por la vida biológica, pero no hasta tal punto que olvidemos la verdadera Vida. Nos está diciendo que tenemos que estar muriendo todos los días y al mismo tiempo resucitando, es decir pasando de la muerte a la Vida. Si al celebrar la resurrección de Jesús no experimentamos una nueva Vida, es que nuestra celebración ha sido folclore. Aunque tengamos partes muertas, todos estamos ya en la Vida que no termina.

La experiencia pascual de sus inmediatos seguidores consistió en darse cuenta de esta realidad en Jesús, descubriéndola en ellos mismos. Es inútil tratar de descubrir a Jesús resucitado y viviendo, si antes no descubrimos en nosotros esa misma Vida que el posee. Esa toma de conciencia no puede llegar a través de explicaciones o argumentos teológicos. La razón no puede tener arte ni parte en este proceso. Para lo que nos puede servir la inteligencia es para superar los errores que nos impiden descubrirla.

En la medida que haga mía esa Vida, estoy garantizando mi resurrección. Como Jesús, tengo que resucitar antes de morir, de otro modo nada sucederá cuando me muera. En la vida espiritual, nada importante puede venir de fuera. Como decía Aristóteles de la biológica: la vida es movimiento desde dentro. Por olvidar una cosa tan obvia, la religión nos ha metido en un enredo. Nadie me tiene que dar nada porque lo tengo todo desde siempre. Descubrirlo y vivirlo es cosa mía. Si me dejo llevar por la corriente, nada conseguiré y el hedonismo me arrastrará en sus olas.

No te preocupes de lo que va a ser de ti cuando te mueras. Lo importante es vivir aquí y ahora esa VIDA. Todo lo demás ni está en tus manos ni debe importarte. Esperar un milagro que me mantenga vivo para siempre no tiene ni sentido ni provecho. La única manera de aprovechar mi vida, es desplegando la Vida que no acaba. Todo lo que no sea trabajar en esa dirección será perder el tiempo. No hay atajos ni posibles milagros de última hora. Todo depende de mi actitud vital y decidida. Solo permanecerá lo que en esta vida despliegue desde mi ser profundo.

Para profundizar

Cómo puede resucitar el que está vivo.

Jesús no estuvo muerto ni un instante.

Cambiemos el concepto de esa VIDA

Y cambiará la idea de la Pascua.

No hay sombra en un objeto si no le da la luz.

Podemos vivir en la sombra sin descubrir la luz.

Podemos vivir en la luz, sabiendo que la sombra está a la vuelta.

No podemos separar la muerte de la Vida,

Pero podemos olvidarnos de una de ellas.

No hay que pasar la muerte para vivir la Vida.

Como nos han contado tantas veces.

La Vida es ya mi ámbito, aunque no la descubra.

La pascua no es un tiempo, es un estado,

En el que todos permanecemos siempre.

Muerte y resurrección caminan de la mano

Y nunca pueden separarse del todo.

Jesús había resucitado antes de muerto,

Pero no lo pudieron sospechar sus seguidores.

La experiencia pascual obró el milagro

Y fue una bendición para nosotros.

Gracias a ellos sabemos que está vivo

Y que esa misma Vida está en nosotros.

Si solo nos fijamos en él, seguimos muertos.

La Pascua atañe a cada uno en lo más hondo.

No hay nada que esperar cuando lo tienes todo.

Busca dentro de ti lo que celebras

Y todo cambiará radicalmente.