FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA
SAN JUAN BOSCO (Pinchar imagen)

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA
ESTAMOS EN LARREA,4 - 48901 BARAKALDO

BIENVENIDO AL BLOG DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DE SALESIANOS BARAKALDO

ESTE ES EL BLOG OFICIAL DE LA ASOCIACIÓN DE ANTIGUOS ALUMNOS Y ALUMNAS DEL COLEGIO SAN PAULINO DE NOLA
ESTE BLOG TE INVITA A LEER TEMAS DE ACTUALIDAD Y DE DIFERENTES PUNTOS DE VISTA Y OPINIONES.




ATALAYA

ATALAYA
ATALAYA

miércoles, 10 de octubre de 2018

“Un impulso para el presente y futuro del carisma salesiano”

- Por: Marian Serrano


Bajo el lema “Una misión compartida: Familia y pastoral juvenil” tendrán lugar, durante el próximo fin de semana, las I Jornadas de de la Familia Salesiana en la inspectoría Salesianos Santiago el Mayor.

 
1
2
3
4
5
Para Juan Carlos Pérez Godoy, inspector de Salesianos Santiago el Mayor: “Estas primeras jornadas inspectoriales de Familia Salesiano, en las que hemos puesto mucha ilusión y entusiasmo, suponen un impulso para el presente y el futuro del carisma salesiano, vivido y compartido como espiritualidad y misión al servicio de los jóvenes, especialmente los más pobres. Juntos, como familia salesiana, hemos de discernir qué nos pide el Señor en este tiempo en fidelidad a la vocación que compartimos. Esto será como familia salesiana o no será”. 

Comenzarán el 12 de octubre viernes para extenderse hasta el domingo 14. El día anterior, jueves 11 de octubre, todos los directores de las casas de la inspectoría Santiago el Mayor tendrán una reunión con Don Stefano Martoglio, aprovechando su visita extraordinaria.

El equipo 0 tiene todo preparado y ya los primeros participantes llegarán el jueves 11 a El Escorial. Con un esquema similar a las Jornadas de Espiritualidad que la congregación organiza en Roma y Turín, estas jornadas buscan crear sinergias entre los diferentes grupos de la Familia Salesiana en torno al tema de la Familia y la Pastoral Juvenil.

3 ponencias, realidades compartidas, reflexión y oración para vivir una experiencia de vida de familia entre los distintos grupos de la Familia Salesiana, para reforzar el sentido de pertenencia y fomentar la formación y reflexión conjunta en torno al tema de la familia.

Las ponencias y algunos momentos de las jornadas serán retrasmitidas en directo en la página de Facebook de Salesianos Santiago el Mayor. Se irá anunciando previamente. 

Ya está todo en marcha, bajo el hashtag #JornadasFASA18 se compartirán el trabajo, las reflexiones, los encuentros y las celebraciones.

IV Foro de Espiritualidad del Sur - Ponencia de Matilde de Torres

SOBRE LA AUTENTICIDAD RELIGIOSA


col fer jim
   

Con una larga experiencia de religión y de psicoterapia, Fernando nos propone superar una religiosidad supersticiosa (infantil) mediante una religiosidad cósmica (de madurez), con los pies en la tierra. Y lo concreta en cinco criterios muy sensatos; que abarcan tanto nuestra dimensión vertical hacia Dios (humildad y asombro) como nuestra dimensión horizontal (justicia y compasión humana). Una buena síntesis de nuestra posición religiosa y humana. (Gonzalo Haya)

Pensaba Albert Einstein que la religiosidad (o el “sentimiento religioso”, o la “mentalidad religiosa”) tiene dos modalidades diferenciales. Él las denomina religiosidad supersticiosa y religiosidad cósmica.
La religiosidad supersticiosa se genera a partir de las más remotas etapas de la evolución de la humanidad desde el sentimiento de miedo: el temor de la criatura, incluso el pavor, a los designios implacables del Creador (“perdona a tu pueblo, Señor”, “no estés eternamente enojado”… cantábamos despavoridos en las procesiones y misiones populares del pasado siglo). Y los rezos, súplicas y oraciones estaban dirigidas a influir en el Ser Supremo para que cambiara sus designios… (Lo cual no deja de parecerle a Einstein una incongruencia, además de considerar su inutilidad fehaciente, por estar empíricamente demostrado que la marcha del mundo y de los procesos sociales y biológicos están regidos por leyes bastante independientes de las plegarias humanas).
La religiosidad cósmica parte de otra mentalidad para la que rezar no consistiría en hablar, sino en escuchar.
Quien reza desde esta mentalidad o este concepto de su Fe no pretende influir en los designios de Dios para que cambie en benevolencia su presunta crueldad, o sus actuaciones justicieras y vengativas. Lo único que se pretende con la oración, o con los rezos, es abrirse a lo inescrutable, es escuchar su Palabra (el Logos) a través de los aconteceres que envuelven el misterio del mundo.
Y es confiar que es la genuina respuesta de la Fe (fides es la raíz etimológica de la confianza…). Confiar en una sabiduría y una bondad absoluta y transcendente.
Tal vez no sea mala cosa reflexionar con Einstein…
…Ni con Beltrand Russell, cuando afirma: “Gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas”. Pues, situándonos en el terreno de las personas inteligentes, me atrevo a sugerir que podría ser de provecho intelectual y moral un ejercicio saludable, siguiendo la línea de la duda metódica de Descartes: poner en duda, como método intelectal, algunas de nuestras convicciones, en este caso, la de la religiosidad que de toda la vida practicamos, si es auténtica o está falseada, o descafeinada, o trasnochada, o excesivamente rutinizada… Es por lo que propongo que nos pongamos en situación mental de duda cartesiana, y nos apliquemos, metódicamente, un test de autenticidad religiosa.
      Estos serían los ítems del test:
  • si es piadosa (en su sentido etimológico, derivado de su raíz latina, pietas). Es decir, si es efectivamente compasiva, respetuosa, benevolente, misericordiosa… con hechos, no solo con palabras o con sentimientos);
  • si inspira sentimientos, actitudes y acciones adecuados para una convivencia equitativa, justa y, sobre todo (cada persona desde su limitada parcela de poder), promotores de justicia, de gratuidad y de amor;
  • si enfoca la inabarcabilidad de lo transcendente desde una actitud de humildad realista y asombrada, abierta a la esperanza y lejana de cualquier clase de fanatismo, sin creerme, desde mis criterios personales, poseedor de la verdad absoluta);
  • si no se limita a juzgar, sino que es perdonadora e inspiradora de sentimientos positivos (misericordiosos) para con los errores humanos de las personas y sus limitaciones existenciales;
  • si promueve asombro estético ante la belleza enigmática de lo creado, lo cual eleva la experiencia existencial a regiones superiores del espíritu, abiertas a la creatividad y al progreso...
Es decir: Todo lo que no tiene que ver con el fanatismo inautentificador, ni con el pernicioso narcisismo, que tan peligrosamente se infiltran hasta en las más bienintencionadas actitudes y exigencias religiosas y morales.

CRÓNICA DE LAS IV JORNADAS EFFA (II)


col inma calvo

Tras la charla de Fray Marcos, y debido a las exigencias del temario de la EFFA, tuvimos que cambiar de tercio. Con más de cien charlas ya disponibles en la Escuela, aún no habíamos tenido la oportunidad de hablar sobre la Eclesiología o el Laicado. Para ello contábamos con todo un experto en la materia como es Juan Antonio Estrada.
“Hoy, una de las paradojas que se están produciendo en el mundo, y creo que estamos en una época muy interesante, es que está habiendo una occidentalización del oriente y al mismo tiempo cada vez hay más interés en occidente por lo que nos puede aportar el oriente. Estamos viviendo una época de globalización que inevitablemente tendría que llevarnos al diálogo de paradigmas y visiones”.
“La Iglesia se encuentra con una crisis, que no es conyuntural, sino que es una crisis estructural. Nos encontramos con la necesidad de definir un nuevo paradigma del cristianismo y también un nuevo paradigma de la Iglesia, una nueva visión de la Iglesia”.
Crisis motivada, entre otras causas, por los “cambios en la Teología” en los últimos 50 años y la enorme “pérdida de prestigio” debido a los escándalos financieros y sexuales. “Tenemos que tomar conciencia de que hoy estamos viviendo el final de una época y el comienzo de otra en la Iglesia, en el cristianismo”.
“Se trata de redescubrir la Iglesia”, afirmaba Estrada y para ello definía tres núcleos a través de los cuales desarrolló su exposición: “¿Qué nos aporta a nosotros la nueva comprensión que tenemos del cristianismo, y en concreto de Jesús de Nazaret y de la iglesia primitiva? ¿Qué nos aporta el cambio de paradigma que intentó el Concilio vaticano II y que en parte está todavía por realizarse? ¿Qué es lo que nos aportan los retos con los que nos encontramos hoy enfrentados?”
 effa ponenc
Por la tarde, tuvimos la segunda sesión con Juan Antonio Estrada, esta vez sobre el laicado. Aunque hablar de los laicos es seguir hablando de eclesiología: “según como nosotros entendamos a la Iglesia, así también nosotros entenderemos el laicado”. Como introducción al tema, el teólogo granadino advertía que “el laicado está de moda” al menos de forma teórica, pero hay que preguntarse “si esa preocupación por el laicado no es una moda coyuntural”, motivada por la “escasez de vocaciones sacerdotales” o pudiera darse un proceso contrario de desinterés si la Iglesia dejara de necesitar, como ahora, a los laicos. “Por tanto la pregunta es si realmente hay una promoción de los laicos y una nueva teología de la Iglesia que lleve a una nueva teología de los laicos o si esto no es algo nada más que transitorio”.
Esa nueva eclesiología sigue siendo una asignatura pendiente, porque las bases que puso el Concilio Vaticano II se han quedado sin desarrollar por la “involución que ha habido en la Iglesia” que de alguna manera “ha intentado minimalizar los nuevos horizontes que había abierto el Vaticano II”.
Y para desarrollar esa nueva teología que nos ayude a definir qué son los sacerdotes, los religiosos y los laicos, nos aconsejaba seguir el mismo camino que al hablar de la iglesia: “Busquemos los orígenes y busquemos la historia”. Esto nos ofrecerá “elementos” y “pistas” para ese replanteamiento. 
Como todo, en el cristianismo, “el punto de partida es Jesús de Nazaret”. “Lo primero que hay es algo obvio y que muchas veces banalizamos o no le prestamos la atención: Jesús, ni era un sacerdote ni era un monje: era un laico”, un seglar que vivió una vida mundana (en el mundo).
La jornada del sábado concluyó con una celebración comunitaria de la Eucaristía en la que, como otros años, intentamos hacer de la liturgia algo vivo y sin encorsetamientos. Tuvo especial relevancia la lectura de una profesión de fe, que había trabajado Gonzalo Haya a partir de un texto de Théolib. Sobre esa base, el día anterior habíamos estado perfilando cada frase para conseguir el consenso de todos.
Y por fin, el domingo llegó el momento de escuchar las exposiciones de la teóloga Colombiana Carmiña Navia. En la primera, cuyo título era “La imagen de María de Nazaret para la mujer hoy”, empezó constatando que “La figura de María es una figura que las feministas, en los primeros tiempos del feminismo, rechazan mucho”, porque “la presentación que hace de ella tradicionalmente la iglesia católica hizo mucho daño a la gente”. “Posteriormente ha habido un intento de recuperación de la figura por parte de muchas feministas, en las que me incluyo”, de tal forma que se proponga una imagen que pueda ser “compatible y sobre todo iluminadora para la mujer actual”. Hasta nuestros días, la figura de María, nos ha llegado a través de tres tradiciones principalmente. Las iglesias reformadas, que calificamos como protestantes, han arrinconado y silenciado a María “quizás como respuesta a los excesos en la Edad Media”.  “La tradición católica mayoritaria, salvo algunas excepciones, nos entregan una figura de mujer sumisa, permanentemente con los ojos bajos, pero sobre todo, lo más grave para las mujeres, es que nos presentan la figura de una Virgen-Madre. Como la virginidad y la maternidad unidas en una sola mujer es una imposibilidad biológica, eso ha hecho mucho daño a las mujeres”, que de alguna forma se han sentido llamadas a imitarlo y ha hecho “estragos en la sexualidad y el matrimonio”. Y al margen de esas dos tradiciones, “tenemos una tradición popular que ha construido la imagen de María” como “fuerza, consuelo, ánimo en las luchas” y una serie muy amplia de posibilidades. Uno de los momentos más luminosos de María es cuando “peregrina a las montañas, en busca de sabiduría”, representada en el “consejo de su prima Isabel, una mujer mayor”. Esto tiene unas implicaciones muy interesantes para “recuperar el Magisterio femenino”. Las mujeres tienen mucho que decir y enseñar. El relato evangélico concluye con el impresionante texto del Magníficat, puesto en boca de María no por casualidad.
Carminna Navia 1
Por último, volvimos a cambiar de temática, para hablar de la “Teología feminista postcolonial”. Carmiña Navia quiso empezar aclarando unos términos: “La teología feminista no es solamente una teología hecha por mujeres. Está mayoritariamente hecha por mujeres, pero hay varones que hacen teología feminista. La teología feminista es aquella que se hace en favor de los intereses de las mujeres”. Y también comenzó constatando que “en la Iglesia, las mujeres están en una situación de desigualdad y de minusvalía. Entonces, toda la teología que intenta transformar esa situación de desigualdad y minusvalía, es una teología que puede considerarse teología feminista”. Por otra parte, cuando se habla de “postcolonial, estamos hablando de un paradigma epistemológico, de un paradigma de estudios actuales que se deriva fundamentalmente de algunos planteamientos hindúes: es la toma de conciencia de que el discurso elaborado en occidente es el discurso que ha dominado, de alguna manera, a los otros pueblos, y los ha colocado en condición de subalternidad”. En otras palabras “el pensamiento postcolonial es el que trata de superar la subalternidad de distintos pueblos que intentan alcanzar su mayoría de edad”.

DIOS ESCRIBE DERECHO CON NUNCIOS TORCIDOS


col faus

Hermano en el Señor: Le llamo así porque mi ordenador espiritual no me tolera palabras como Eminencia o Príncipe de la Iglesia; me las subraya de rojo y cuando le pido alternativa me ofrece otras en la línea de fraternidad, servicio...
En cualquier caso, esta es una carta para darle las gracias. En concreto, para agradecer sus críticas al papa Francisco. Agradecerlas aunque no las comparto.
Le doy las gracias por la siguiente razón: durante mucho tiempo, no pocos cristianos, laicos, religiosos o presbíteros se han sentido obligados a levantar su voz criticando a la Iglesia. La mayoría lo hacía con la mejor voluntad de servirla. Pero se han visto tachados de falta de amor a su madre, de pretender crear "una iglesia paralela", de buscar su propio protagonismo...
En cambio, Usted ha declarado nítidamente que sus duras críticas a Francisco estaban inspiradas solo por un gran amor a la Iglesia y son fruto de un deseo de ayudarla a mejorar. Le creo. Pero también comprenderá que las pequeñas virtudes o buenas intenciones que tenemos no son exclusivamente nuestras. Por tanto, hemos de admitir que también aquellos otros críticos, al menos muchos de ellos, han obrado buscando el mayor bien de la Iglesia y tratando de evitar la dura reconvención paulina: "por culpa vuestra es blasfemado el nombre de Dios entre las gentes".
Sé de alguien que recibió algún bofetón sagrado por haber dicho que la curia romana ha creado más ateos que Marx, Freud y Nietzsche juntos. No iba contra nadie en concreto sino contra un organismo que tantas veces, y desde hace siglos, se ha reconocido muy necesitado de reforma.
Usted, en cambio, ha devuelto a la Iglesia aquella libertad de opinión pública que Pío XII, en 1950, declaró como absolutamente necesaria en la iglesia de Dios, añadiendo que si esa libertad faltaba, sería síntoma de una enfermedad en la Iglesia, de la que sería responsable no el pueblo sino sus pastores.
También conocerá sin duda el valiente artículo de J. Ratzinger "libertad de espíritu y obediencia" en El nuevo pueblo de Dios, que es uno de sus mejores libros. Allí dice que lo que necesita la Iglesia de hoy no son aduladores sino gente capaz de jugarse su carrera por amor a ella. Déjeme decir pues, parodiando un refrán de mi país que, a veces, "Dios escribe derecho con nuncios torcidos".
Evidentemente, la libertad de palabra tiene sus límites y nunca debe perder el respeto a la persona. Por eso, lo único que censuro de sus palabras contra Francisco no son sus críticas (que, repito, no las comparto), sino la falta de respeto personal al pedir su dimisión en público. Ahí creo que se pasó.
Si, como dicen algunos, ha sido usted víctima de otros poderes económicos norteamericanos que lo que no toleran no es una supuesta debilidad ante la pederastia sino la enseñanza económica de este papa, eso yo no puedo juzgarlo. Es Usted quien debe examinarlo.
Y luego de eso, resulta que estamos, a la vez, muy lejos pero bastante cerca. Que el Espíritu de Dios nos haga comprender a todos que, aunque "es bueno que haya disidencias" (1 Cor 11,19...), sin embargo "Cristo no está dividido" (1 Cor 1,13).

RAZONES PARA EL CULTIVO INTENSIVO DE LA GRAN CUALIDAD HUMANA


col corbi

Los maestros de la gran cualidad humana aconsejan no vivir residiendo e identificados con nuestra dimensión relativa, la que pivota sobre la necesidad y su resolución. Veamos las razones de este consejo.
Residir en la propia dimensión relativa es identificarse con ella, es decir, identificarse con la propia estructura de deseos y temores y, consecuentemente, con los propios recuerdos y expectativas.
Quien se identifica con su estructura de deseos, que es identificarse con su estructura de necesidades, carga sobre sí con los temores que acompañan a los deseos, como la otra cara indivisible de su realidad; carga con sus recuerdos y con las expectativas que se generan desde los deseos y los recuerdos.
Quien vive sus deseos como su realidad, hace de sí mismo una individualidad, una personalidad separada que nace y que muere.
El paquete de deseos de cada persona es el resultado del azar resultante del influjo de sus padres, que a su vez son el resultado azaroso de sus padres respectivos, y así hasta perderse en el horizonte de los tiempos. Los padres y los primeros educadores intervienen decisivamente en la formación del cuadro de deseos/temores que forman nuestra individualidad.
Desde esa estructura, toda ella recibida, modelamos nuestro propio mundo de interpretaciones y valoraciones. Un mundo construido desde una estructura de deseos/temores resulta ser un mundo de dolor y de frustración, porque los deseos siempre van acompañados del temor y la inquietud de poderlos satisfacer convenientemente, o no poderlos satisfacer, en el presente y, sobre todo, en el futuro.
Lo que modelamos desde esos deseos/temores, reunidos en un hatillo al azar, es un mundo con muchas malformaciones, leves o graves. Las actuaciones y expectativas que generamos desde esa construcción tienen todas las posibilidades de fracasar en un grado u otro. El mundo de lo que hay, ni es como lo modelamos, ni cabe adecuadamente en nuestras modelaciones.
El inmenso, complejo y rico mundo de lo que hay no cabe en los cajoncillos de nuestras modelaciones, ni siquiera aunque estuvieran bien hechas, menos cabe en modelaciones con no pocas malformaciones.
Nuestras actuaciones están regidas por nuestros recuerdos y por nuestras expectativas. Una expectativa es el intento de meter la inmensidad que nos rodea en un pequeño cajoncito más o menos deformado. Lo más racional es que la expectativa no se cumpla, como mínimo no se cumpla como se esperaba. Siempre cabe la excusa de que ha sido por culpa de nuestra inapropiada actuación o por culpa de otros. Esa consideración da nueva esperanza a la expectativa; así nos podemos pasar la vida de expectativa no cumplida, en expectativa no cumplida, siempre con la esperanza de que finalmente se cumpla.
Esta persecución de las expectativas, fustigada por el deseo y el temor, es un camino desgraciado que corta la muerte, siempre temida, o el desengaño y la frustración.
Eso es así y será siempre así. Tienen razón los sabios cuando dicen que quien se identifica con su individualidad, que es su estructura peculiar de deseos a la que llamamos personalidad, vive en un mundo de dolor.
El mundo que crea la estructura de deseos/temores es un mundo de dualidad y separación, por lo cual es un mundo de enfrentamientos entre mis deseos/temores y los deseos/temores de los que me rodean, entre mis expectativas y las expectativas de mis competidores.
Dicen los sabios que el mundo del que se identifica con sus deseos es un mundo de dualidad, por tanto de separación y, consecuentemente, un mundo de enfrentamientos. Todo ello acentúa el tono doloroso de la realidad y de nuestra propia vida.
Podemos concluir estas reflexiones con la afirmación de los sabios budistas: el mundo de los deseos es un mundo de dolor. En él no hay paz, ni quietud, ni felicidad, ni comunicación.
Cada individualidad es un frágil depredador, lleno de inquietudes, ansias y sobre todo temores, en un mundo adverso. Quien se quede en ese mundo creyendo que no hay otra posibilidad, que se despida de la felicidad y de la paz, porque sin saberlo, se ha apuntado voluntariamente al sufrimiento.
Para hacer estas reflexiones, que son fundamentadas, no se ha requerido ningún tipo de creencias o de supuestos, ni filosóficos, ni de otro tipo.
La noticia de la dimensión absoluta de la realidad, que todo humano, de una forma explícita o implícita, tiene, despierta el interés por ella. Para poderla observar e indagar es siempre necesario callar el griterío continuo que hay en nuestro monólogo interior. El monólogo interior obedece a los deseos/temores y va y viene continuamente entre los recuerdos y las expectativas.
Podríamos decir que la vida cotidiana de nuestro pensar y sentir es atender a la situación que nos rodea, siempre desde la perspectiva de los deseos, modelados por los recuerdos y expectativas.
En la vida cotidiana de la mayoría de las personas la dimensión absoluta se mantiene siempre solo como un ruido de fondo no consciente claramente, cuyo único resultado es que nuestros deseos y expectativas sean insaciables. Los animales, que tienen un único acceso a lo real, carecen de deseos insaciables.
El ruido de fondo se manifiesta como una añoranza o una insatisfacción que impide que, como los animales, nos aquietemos con la satisfacción de nuestras necesidades básicas.
El ruido de fondo que proviene del acceso oscuro a la dimensión absoluta de lo real es la raíz, no reconocida, de nuestra perpetua insatisfacción. Pocos son los humanos que están satisfechos con lo que tienen; siempre buscamos más. Ya lo dijeron los sabios, y cada uno de nosotros puede comprobarlo: el deseo humano es insaciable.
Las consideraciones que hemos expuesto lo único que hacen es recoger datos.
Quien quiera poner en el primer plano de su mente y de su sentir esa dimensión absoluta de lo real, porque se interesa, de una forma u otra, por ella, tendrá que apañárselas para callar el griterío de la mente y del sentir. Callar el constante monólogo interior es silenciarlo.
Silenciarlo no es siempre eliminarlo por completo, porque ese constante monólogo tiene una función importante para la supervivencia; una función de indagación del medio, visto desde la perspectiva de los fracasos y éxitos que en el pasado se tuvieron y desde la expectativa de solucionar las carencias, evitando los errores del pasado. Esa es la función de las expectativas.
Silenciar el monólogo constante interior es apartar del primer plano de la atención de la mente y del sentir el deseo y toda la corte de sus acompañantes. Quien conociendo la estructura de sus deseos y temores, la deja a un lado, -que equivale a silenciarla-, abre la posibilidad de desidentificarse de ella. Desidentificándose de esa estructura azarosa de deseos y temores puede ejercitar su mente y su sentir desde la gratuidad y acercarse a «eso absoluto que todo es».
Quien silencia sus deseos/temores deja de vivir desde ellos e identificado con ellos y puede, así, vivir desde la dimensión absoluta de su existir. Esa dimensión absoluta de su existir no es nada externo a él, sino que forma parte de su realidad propia. En verdad esa dimensión absoluta es su naturaleza original, porque su propia naturaleza no es la interpretación que hace de sí mismo desde los deseos/temores y las expectativas.
Lo que descubre quien silencia su deseo es que su realidad no es su modelación.
Quien descubre que su realidad no es la modelación que hace de sí mismo, sino eso «otro» de su modelación, ese puede residir e identificarse con la realidad absoluta que es.
Quien se asienta no en la interpretación que hace de sí mismo, sino en la dimensión absoluta que todo es, comprende que no ha venido a este mundo, que es esta inmensidad, porque la modelación que hace de ella regida por la necesidad y su vocero el deseo solo está en nuestra mente y en nuestro sentir, no existe ahí fuera.
La modelación que hace de esta inmensidad una garrapata o un escarabajo, está en el sistema activo y perceptivo de esos insectos, no está ahí fuera. Igual ocurre con los humanos. Lo que realmente es y lo que todo es, trasciende toda modelación, sea animal, sea humana.
Quien comprendiendo su verdadera realidad, se asienta en ella y vive desde ella, -que significa pensar, sentir y actuar desde ella-, sabrá que no es ninguna individualidad.
Sabe que las categorías de sujetos y objetos son solo consecuencia de la interpretación que tiene que hacer de lo real para poder sobrevivir como animal necesitado que habla. Esas categorías son fruto de su modelación necesaria; como tales no están ahí.
Sabe que ni él es una individualidad, ni lo real es un mundo de sujetos y cosas.
Quien vive y se identifica con su ego y sus estructuras de deseos está sometido a un destino inflexible; está sometido a la estructura de deseos que le transmitieron sus mayores y que él mismo ha afianzado y confirmado con su obrar.
Quien ya no vive y no se identifica con su ego y sus estructuras, ese es libre del destino inflexible de la consecuencia de las acciones de sus mayores y de su propio actuar. No hay libertad verdadera más que cuando la dimensión absoluta entra en el horizonte de nuestras vidas. La necesidad, y las formaciones de deseos en las que se concreta, someten, aunque dejen cierto margen de variación.
Quien pone el fundamento de su mente y de su sentir en la dimensión absoluta, que es nuestra verdadera realidad, ese se sale de la separación, se sale de la dualidad que la necesidad precisa modelar para poder sobrevivir, y entra en la no-dualidad. En la no-dualidad no hay ni nacer, ni morir.
En la no-dualidad cesan los enfrentamientos y solo hay unidad, paz, interés y reconciliación plena con todo. La reconciliación plena no es conformismo, sino aceptación, no rechazo, no condena.
Quien utiliza su mente y su sentir desde la no-dualidad, sabe que no le falta nada, que no hay nada que conseguir. Continuará viviendo como un ser necesitado y simbiótico, pero con sobriedad y con total desprendimiento; con libertad, paz, y reconciliación.
La no-dualidad arrastra inevitablemente al interés y servicio a toda criatura; lleva a interesarse por la marcha de la sociedad, de la cultura, del medio y de todo ser viviente y no viviente.
La no-dualidad es unidad y la unidad es amor. El verdadero amor no es el sentimiento romántico, ni tiene ninguna conexión con la necesidad. El amor verdadero solo florece en la más completa gratuidad.
Quien comprende su verdadera realidad entenderá y sentirá que la realidad del mundo de sus interpretaciones, de sus modelaciones no es otra que la realidad de «eso absoluto».
Vivirá en profundidad que el mundo de nuestra dimensión relativa y el de nuestra dimensión absoluta no es una realidad con dos pisos, sino una única realidad que nuestra condición de vivientes necesitados que hablan precisa difractar para poder sobrevivir y cambiar cuando sea necesario o conveniente.
Vivirá la dualidad y la pluralidad como la forma en la que se presenta para nosotros la única realidad que es. Vivirá su vida cotidiana con sumo interés, porque sabe que no es otra cosa que la dimensión absoluta; y la vivirá en suma paz y reconciliación y con total entrega de servicio a todo. ¿Cómo no hacerlo si no hay dos?
Vivirá en un mundo en el que habrá enfrentamientos, porque continuará siendo un mundo de animales depredadores, pero esos enfrentamientos no serán profundos, porque sabrá que en verdad no hay nada que perder o que conseguir.
Para fundamentar el cultivo de la cualidad humana no hemos necesitado partir de creencias o supuestos, nos hemos ceñido a los hechos y a su lógica.

La felicidad bruta

Redes Cristianas
Jaime Richart, Antropólogo y jurista
No es que yo sea un provecto quejumbroso de esos que año­ran los años de su juventud o de su plenitud, esas etapas de la vida en las que no es infrecuente sentirse uno inmor­tal… No es que yo no dé importancia a los tiempos lumino­sos que vivimos: un hito de la historia del ser humano que los clasificará más adelante en la nomenclatura de otra Era. No es que subestime, desdeñe o desprecie las maravillas traí­das por las nuevas tecnologías después de haber ido asis­tiendo al descubrimiento de la radio, del coche, de la televi­sión y de la cama articulada… No, no es nada de eso por lo que entiendo que vivimos una época de decadencia cuya cul­minación en una guerra total o en un tedio mortal de toda la Humanidad, también Oriente, es fácilmente predecible, pero que espero y deseo no vivir y que por mi edad lo más se­guro es que asi sea.
La sociedad occidental, la oriental va por otros caminos, creo que ha tocado techo y fondo. A par­tir de aquí y a pesar de que los estilos de vida y del arte se han alternado siempre ajustándose a unos patrones o rom­piendo los patrones, no veo probable una vuelta a alguna mo­dalidad de romanticismo o de clasicismo, sino al caos o a los orígenes, pero no a los orígenes del buen salvaje sino a los orígenes de lo que en el ser humano había de la bestia. Porque la deriva hacia lo orgiástico, que es como llama Nietzs­che a la ėpoca opuesta a lo apolineo caracterizado por la medida, parece acentuarse cada vez más. Ahora ya no hay otra medida ni patrón que no sea el capricho, ni más ėtica per­sonal o colectiva que el código penal: el mínimum del mínimo moral. Esto se me antoja para toda la sociedad de Oc­cidente, pero España parece estar alcanzando las más al­tas cotas de la descomposición social.
¿Será por lo dicho, que en los últimos cuarenta años en Es­paña no hemos oído ni en las conversaciones, ni en los deba­tes, ni en las tertulias, ni en las charlas ni en las conferencias la palabra felicidad, ni la hemos leído en algo que no sea de otras épocas? ¿Será porque, como sucede con tantas otras pa­labras abstractas relacionadas con el espíritu: amor, pruden­cia, recato, fidelidad, pudor, honestidad, lealtad, etc., la sociedad española ya no cree en ellas? ¿o bien que la pro­pia añoranza de los significados, cada una de esas palabras se nos hiela en la garganta al darla por perdida?
Las Naciones Unidas, es ella en sí misma decadente. La prueba de que la sociedad mundial, la que representa a to­das las naciones del mundo, es decadente está en su modo de estimar y graduar la felicidad colectiva. Valora el cuánto de felicidad de las naciones por el producto interior bruto per cápita. Es decir por lo que produce cada nación y por lo que consume cada individuo. Pues bien, en un ranking que llama Índice Global de Felicidad, basándose en diversos facto­res pero por encima de todos el PIB, entre 155 países Es­paña figura en el puesto 36, detrás de Guatemala o Malasia, siendo Finlandia el país más feliz del mundo, según el Índice de 2018.
Aunque el artilugio que supone ese Índice fuese una metá­fora, sigue siendo lamentable. Más bien una barbaridad sa­bido el grado de esquilmación del planeta al que le han some­tido las naciones occidentales principalmente; sabido que el planeta ya no aguanta, ni el desarrollo no sostenido ni el sostenido; que colosales cifras de objetos fabricados y des­perdicios no reciclables lo están aplastando; asociar la felici­dad básicamente a la producción y al consumo de materiales supone legar a las siguientes generaciones, a nuestros nietos y biznietos, unas condiciones de vida sombrías y probable­mente insoportables…
El contrapunto a tal Índice lo puso en 1972 el rey de Bután. Propuso a cambio el Índice de Felicidad Nacional Bruta, un indicador que mide la calidad de vida en términos más holísti­cos y psicológicos que el producto interno bruto. Es de­cir, que mientras los modelos económicos convencionales observan el crecimiento económico como objetivo principal, el concepto de felicidad nacional bruta se basa en la premisa de que el verdadero desarrollo de la sociedad humana se en­cuentra en el desarrollo material pero también espiritual; esto es, en el “desarrollo socioeconómico sostenible e igualita­rio, en la preservación y promoción de los valores culturales, en la conservación del medio ambiente y en el esta­blecimiento de un buen gobierno” marcadamente respon­sable de lo que constituye su responsabilidad colec­tiva. Si bien yo, personalmente, y supongo que millones de personas en el mundo, estimo que no es el desarrollo soste­nido el fin, sino sólo el “decrecimiento sostenido” lo que co­rresponde a una racionalidad propia del tiempo que vivi­mos.
Hablaba antes de decadencia, pues bien la decadencia moral va siempre acompañada de la decadencia orgánica del indivi­duo y de la sociedad… Pues bien, en esas sociedades de­cadentes se vive como en un verdadero torbellino y dudo mucho que se conozca, o al menos se entienda qué es propia­mente felicidad, confundida con estertores y chispa­zos. El individuo entregado exclusivamente a sensaciones, tiene escaso recorrido. Pues la felicidad no es el goce, ni el pla­cer ni el deleite de los sentidos. Y tampoco creo que sea el arrobamiento ocasional del ermitaño en su cubil o el éxtasis puntual del monje en su celda. Ni que sea la iluminación que esperan inútilmente los gnósticos, ni el nirvana de los budis­tas, ni la ataraxia de los antiguos griegos… Al menos no puede ser nada de eso felicidad en las naciones occidentales, tampoco en España, arrolladas por el inextirpable virus del comprar y el consumir, en medio de la escasez, por un lado, y el despojo, por otro, de millones de personas. Y si alguien dice que lo es, que es feliz, nadie podrá convencerme de que no será por breves momentos y mediando una fuerte autosu­gestión.
Esto, en cuanto a la felicidad convencional colectiva. En cuanto a la felicidad individual, no hay pensador o filósofo que no haya respondido a la pregunta ¿qué es felicidad? haciendo abstracción de la circunstancia personal y haciendo recaer la “responsabilidad” de serlo exclusivamente de noso­tros, pase lo que pase. Sin embargo, habida cuenta que “yo soy yo y mi circunstancia”, como afirma Ortega y Gasset, para que la reflexión sea más útil y consoladora que teórica, a efectos más prácticos que filosóficos, y a condición de dispo­ner de lo imprescindible para subsistir, en tanto llega por fin la iluminación a los responsables del mundo sobre el giro que deben dar a la economía y a la “felicidad”, en la vida ordinaria de los tiempos actuales yo creo que sólo se puede vislumbrar la felicidad en el equilibrio personal y en la consciencia plena del vivir, del existir y del “ser” para la vida, sin aturdimiento ni desmayos.
Un equilibrio cada vez más dificultoso, pero al que habría que sumar el cultivo de la sensibilidad de modo que no derive en sensiblería, ni se adueñe tampoco de nuestra personalidad; dejando entre equi­librio y sensibilidad espacio para la bizarría. Me refiero, naturalmente, al equilibrio interno, no al equilibrio exterior que es relativamente asequible por ser artificial y sólo por bre­ves espacios de tiempo que acortan la vida. El equilibrio interior más aproximado, sin necesidad de los sinuosos y melí­fluos métodos de la paraespiritualidad y demás monser­gas orientalistas, sólo es posible de una manera prolongada con una vida ordenada, una alimentación frugal, un entrete­nimiento diversificado y un ejercicio físico moderado.
La injusticia social es una monstruosidad que denigra a la so­ciedad en proporción al escaso o nulo interés, según los ca­sos, de sus dirigentes, elegidos por ella, por aminorarla. Sin embargo, la paradoja es que entre quienes apenas tienen lo justo para sobrevivir, no hay infelicidad. El afán o impulso por superar su trance les hace inconscientes de lo que, visto por otros, es su hipotética desgracia. La gente infeliz, secreta­mente, en su estricta intimidad, no públicamente, abunda hoy día cada día más entre los acomodados, los muy ricos y los demasiado ricos. Los acomodados, porque suelen valorar más lo que no tienen que lo que tienen. Los muy ricos, por­que desean tener más y temen perder lo que tienen. Y los de­masiado ricos porque viven sólo atentos a su riqueza, y el te­dio que causa la sobreabundancia les cierra el paso a ese espí­ritu desenfadado que acompaña al indigente. Este enfo­que desfigura y falsea ese torpe modo de llamar felicidad las Naciones Unidas al reparto del producto interior bruto.

En suma y para terminar, la felicidad personal se considera inasequible salvo en la gloria, o bien es un estado excesiva­mente transitorio como para que persista en los sentidos. Y al igual que la libertad no existe en estado puro pues sólo se percibe negativamente, es decir porque la amamos somos in­capaces de abusar de ella, la felicidad bruta, la tuya y la mía, sólo está en no sentirnos desgraciados…

12 de octubre: Nada que celebrar, mucho por recordar

Colectivo Noviolencia en Acción
 (NenA). http://colectivonena.blogspot.com/
A su llegada a las Islas Antillas, Cristóbal Colón escribió: . Nos trajeron loros y bolas de algodón y lanzas y muchas otras cosas más que cambiaron por cuentas y cascabeles de halcón. No tuvieron ningún inconveniente en darnos todo lo que poseían… Eran de fuerte constitución, con cuerpos bien hechos y hermosos rasgos… No llevan armas, ni las conocen. Al enseñarles una espada, la cogieron por la hoja y se cortaron al no saber que era. No tienen hierro. Sus lanzas son de caña… Serían unos criados magníficos… con cincuenta hombres los subyugaríamos a todos y con ellos haríamos lo que quisiéramos.

.Nada más llegar a las Antillas, en las primeras Antillas, en la primera isla que en contré, atrapé a unos nativos para que aprendieran y me dieran información sobre lo que había en esos lugares.
La Hispaniola es un milagro. Montañas y colinas, llanuras y pasturas, son tan fértiles como hermosas… los puertos naturales son increíblemente buenos y hay muchos ríos anchos, la mayoría de los cuales contienen oro…. Hay muchas especias, y nueve grandes minas de oro y otros metales…
.Los indígenas son tan ingenuos y generosos con sus posesiones que nadie que no les hubiera visto se lo creería. Cuando se pide algo que tienen, nunca se niegan a darlo. Al contrario, se ofrecen a compartirlo con cualquiera… (Concluyó el informe a Sus Majestades, y ofreció que, a cambio, en su viaje les traería) ”cuanto oro necesitase… y cuantos esclavos pidiesen”, (prodigándose en expresiones de tipo religioso): “Es así que el Dios eterno, Nuestro Señor, da victoria a los que siguen su ca- mino frente a lo que aparenta ser imposible”

Así actúo Cristóbal Colón
.Colón no encontró oro, pero a su regreso a España tenía que llevar algún dividendo, por lo que en 1945 realizó una gran incursión en busca de esclavos, capturando a mil quinientos hombres, mujeres y niños arawaks, les retuvieron en corrales vigila dos por españoles y perros, para luego escoger los mejores quinientos especímenes y cargarlos en na- ves. De esos quinientos, doscientos murieron durante el viaje. El resto llegó con vida a España para ser vendidos por el arcediano de la ciudad, que anunció que, aunque los esclavos estuviesen “desnudos como el día que nacieron” mostraban “la misma inocencia que los animales”.

Colón escribió más adelante: “En el nombre de la Santa Trinidad, continuaremos enviando todos los esclavos que se puedan vender”
.Colón desesperado por la necesidad de devolver dividendos a los que habían invertidos dinero en su viaje, tenía que mantener su promesa de llenar sus naves de oro. En la provincia de Cicao, en Haití, donde él y sus hombres imaginaban la existencia de enormes yacimientos de oro, ordenaron que todos los mayores de catorce años recogieran cierta cantidad de oro cada tres meses. Cuando se lo traían, les daba un colgante de cobre para que lo llevaran al cuello. A los indígenas que encontraban sin colgante de cobre, les cortaban las manos y se desangraban hasta la muerte. Los indígenas que huían eran cazados por perros y asesinados.

Entre los arawaks empezaron los suicidios en masa con veneno de yuca. Mataban a los niños para que no cayeran en las manos de los españoles. En dos años la mitad de los 250.000 indígenas de Haití habían muerto por asesinato, mutilación o suicidio.
Cuando se hizo patente que no quedaba oro, a los indígenas los hacían esclavos para las grandes haciendas o “encomiendas”. Se les hacía trabajar a un ritmo infernal, y morían a millares. En el año 1515, quizá quedaban cin cuenta mil indígenas. En el año 1550, habían quinientos. Un informe del año 1650 revela que en la isla no queda ni uno solo de los arawaks autóctonos, ni de sus descendientes.

La pareja en la sociedad indígena
La sociedad india trataba tan bien a las mujeres que los españoles quedaron atónitos. Fray Bartolomé de Las Casas describe las relaciones sexuales:
“No existen las leyes matrimoniales: tanto los hombres como las mujeres escogen sus parejas y las dejan a su placer, sin ofensa, celos ni enfado. Se reproducen a gran ritmo; las mujeres embarazadas trabajan hasta el último minuto y dan a luz casi sin dolor; al día siguiente se levanta, se bañan en el río y quedan tan limpias y sanas como antes de parir. Si se cansan de sus parejas masculinas, abortan con hierbas que causan la muerte del feto. Se cubren las partes vergonzantes con hojas o trapos de algodón, aunque por lo general, los indígenas -hombres y mujeres– ven la desnudez total con la misma naturalidad con la que nosotros miramos la cabeza o las manos de un hombre”

La generosidad de los indígenas
“Los indígenas no dan ninguna importancia al oro y a otras cosas de valor. Les falta todo sentido del comercio, ni compran ni vende, y dependen entera-mente de su entorno natural para sobrevivir. Son muy generosos con sus posesiones y por la misma razón, si deseaban las posesiones de sus amigos, esperan a ser atendidos con el mismo grado de generosidad”

Las Casas habla del tratamiento de los indígenas a mano de los españoles:
“Testimonios interminables… dan fe del temperamento benigno y pacífico de los nativos… Pero fue nuestra labor la de exasperar, asolar; matar, mutilar y destrozar; ¿a quién puede extrañar, pues, si de vez en cuando intentaban matar a alguno de los nuestros?… El almirante, es verdad, fue tan ciego como los que le vinieron detrás, y tenía tantas ansias de complacer al Rey que cometió crímenes irreparables contra los indígenas…”

El control total conllevó una crueldad igualmente total. Los españoles “no se lo pensaban dos veces antes de apuñalarlos a docenas y cortarles para probar el afilado de sus espadas”. Las Casas explica cómo “dos de estos supuestos cristianos se encontraron un día con dos chicos indígenas, cada uno con un loro; les quitaron los loros y para su mayor disfrute, cortaron las cabezas a los chicos”
Actos tan extraños a la naturaleza humana
Mientras los hombres eran enviados muy lejos, a las minas, las mujeres se quedaban para trabajar la tierra. Les obligaban a cavar y a levantar miles de elevaciones para el cultivo de la yuca, un trabajo insoportable:
“De esta forma las parejas solo se unían una vez cada ocho o diez meses y cuando se juntaban, tenían tal cansancio y tal depresión… que dejaban de procrear. Respecto a los bebés, morían al poco rato de nacer porque a sus madres se les hacía trabajar tanto y estaban tan hambrientas, que no tenían leche para amamantarlos, y por esta razón, mientras estuve en Cuba, murieron 7.000 niños en tres meses. Algunas madres incluso llegaron a ahogar a sus bebés de pura desesperación… De esta forma, los hombres morían en las minas, las mujeres en el trabajo, y los niños de falta de leche… y en un breve espacio de tiempo, esta tierra, que era tan magnífica, poderosa y fértil… quedó despoblada…. Mis ojos han visto estos actos tan extraños a la naturaleza humana, y ahora tiemblo mientras escribo…


Así empezó la historia
Cuando llegó a Hispaniola en 1508, Las Casas dice: “Vivían 60.000 personas en las islas, incluyendo a los indígenas; así que entre 1494 y 1508, habían perecido más de tres millones de personas entre la guerra, la esclavitud y las minas, ¿Quién se va a creer esto en futu- ras generaciones?
Así empezó la historia de los pueblos indígenas de América, una historia de conquista, de esclavitud y muerte. Pero en los libros de historia que se da a generación tras generación de estudiantes, todo empieza con una aventura heroica – no una sangría– y el 12 de Octubre se convierte en un día de celebración.