FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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miércoles, 15 de agosto de 2018

El atardecer de la vida

¿POR QUÉ ES TAN DESCONOCIDA COMO CRITICADA LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN?

col aguilar

Es cierto que la Teología de la Liberación (TL) nunca fue del agrado de muchos papas, ni por supuesto de los movimientos Neocons, incluidos el OPUS DEI, los guerrilleros de Cristo Rey, Comunión y Liberación, Kikos, … Pero, ¿por qué tanta gente habla por boca de ganso sin conocer casi nada de una Teología que plantea que “la liberación de los oprimidas es el lugar obligado y privilegiado en la vida cristiana?
Para quienes quieran saber un poco más del tema, juzgar por sí mismos o “desfacer” algunos entuertos, voy a tratar de resumir en ésta pequeña entrada
1. ¿Qué es la TL?
2. ¿Cuáles son sus antecedentes?
3. ¿Tuvieron algo que ver personajes como Ellacuría, Freire oRomero?
4. Y tener un pequeño reconocimiento a dos personajes más revolucionarios como fueron el padre colombiano Camilo Torreso el sacerdote asturiano Gaspar García Laviana, mucho más desconocido y a quien reconoceremos próximamente desde Redes Cristianas en su Asturias natal. Y todo ello en menos de 400 palabras.
La Teología de la Liberación  es una corriente teológica que comenzó en Latinoamérica (LA) después del Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín (Colombia, 1968).
Sus ideólogos más destacados fueron el sacerdote peruano, Gustavo Gutiérrez Merino y el teólogo brasileño Leonardo Boff
La TL intenta responder a la cuestión que los Cristian@s de AL se plantean de ¿Cómo ser cristianos en un continente oprimido? O lo que es lo mismo ¿Cómo conseguir que nuestra Fe no sea alienante sino liberadora?
Dos de los máximos exponentes de esta teología liberadora como fueron el jesuita Ignacio Ellacuría o el arzobispo de El Salvador, Monseñor Romero, fueron asesinados a sangre fría, así como numerosos curas, catequistas y agentes de pastoral que asumían y practicaban sus presupuestos en diversos países de AL.
Los antecedentes más importantes de ésta TL se encuentran en Brasil, donde a partir de 1957 comenzó en la Iglesia Católica (ICAR) un movimiento de Comunidades de Base (CEB) que para 1964 ya era digno de ser reflejado en el “Primer Plan de Pastoral Nacional 1965-1970).
También en Brasil, un maestro del nordeste llamado Paulo Freire, desarrolló un nuevo método de Alfabetización a través de la “Concienciación”.
Los movimientos de estudiantes y de trabajadores de Acción Católica se fueron comprometiendo con la TL, así como numerosos intelectuales. Algunos cristianos empezaron a utilizar algunos conceptos marxistas para analizar la sociedad. El misionero presbiteriano Richard Shaull planteó la cuestión de si la Revolución tendría un significado teológico. Y algunos jóvenes protestantes comenzaron a discutir estos temas con sacerdotes dominicos e intelectuales católicos.
Otra de las ideas más desconocidas que también pusieron las bases para el comienzo de la TL fue la vida y obra revolucionaria del sacerdote colombianos Camilo Torres Restrepo (1929-1966) quien tomó las armas como última opción y luchó en desde el Ejército de Liberación Nacional (ELN) contra el ejército regular convirtiéndose en un verdadero ejemplo para curas y católicos que posteriormente tratarían de continuar su obra, no sólo en Colombia sino en toda AL.
También el sacerdote asturiano Gaspar García Laviana, influenciado por el espíritu de la TL, tomó las armas, al entender que un cambio político pacífico, no sería suficiente para paliar las terribles necesidades que él veía en la Nicaragua de Somoza.Como otros muchos, el Padre Gª Laviana entregó su vida por la liberación de los pueblos oprimidos, conciencia ésta, adquirida y alcanzada por la Teología de la Liberación.

Por Ángel Luis Aguilar @luigiaguilar  (en Twitter)
(*) Luis Ángel AGUILAR MONTERO es delegado de FUNDALATIN en España, una asociación por la defensa de los DDHH desde la espiritualidad de la TL y autor de LA TERCA UTOPÍA https://luisangelaguilar.blogspot.com

Las tres coordenadas de mi posición cristiana

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Al jubilarme me planteé mi posición cristiana, y la fui expresando en artículos ocasionales que luego recogí en el librito “Lo que creo que creo. Revisión honesta de un exteólogo”. En la imagen de la portada simbolicé mi situación como el vértigo al cruzar un abismo de dudas, caminando por un frágil puente de tablas y barandillas de cuerda; las tablas eran mi conciencia, y las barandillas eran las explicaciones, la teología.
Esta idea se fue desarrollando y fraguó en unas conferencias, años después, que titulé “La hoja de ruta de un cristiano del siglo XXI”. Para determinar esta ruta acudí a tres coordenadas: Jesús de los evangelios – Los signos de los tiempos – Mi Conciencia.
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Las flechas de este diagrama expresan que las tres coordenadas se complementan y corrigen mutuamente, como la superposición de tres imágenes perfilan la reproducción del original.
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Alguno se extrañará de que no mencione a la Iglesia como clave para determinar mi posición cristiana.
Si se refiere a la Iglesia como Pueblo de Dios, está incluida en las tres coordenadas: en el Jesús de los evangelios, que transmiten la imagen de Jesús en las primeras comunidades cristiana; en los signos de los tiempos, que reelaboran la interpretación de los evangelios; y en mi conciencia, que acoge lo que le impacta de Jesús y olvida lo que le disuena (Jesús en la sinagoga de Nazaret olvidó el final de la cita de Isaías: “y la venganza de nuestro Dios”).
Si se refiere a la Iglesia jerárquica y a sus dicasterios, lamento decir que no me merece confianza, no porque se haya equivocado muchas veces sino porque impuso sus interpretaciones bajo amenaza de condenación eterna, y porque se ha mostrado como rémora de la evolución humana. Jesús criticó a la jerarquía de su tiempo porque “olvidaban el mandato de Dios por seguir esas tradiciones vuestras”.
Veamos los valores y las carencias de cada una de estas tres coordenadas.

El Jesús de los evangelios
Un cristiano no tiene la menor duda de la importancia fundamental que el ejemplo y las palabras de Jesús tienen en su propia vida. Me refiero al Jesús de los evangelios porque es el único que nos ha llegado. Personalmente en mis dudas su ejemplo y su mensaje tienen un valor fundamental. En una reunión reciente he tenido la satisfacción de comprobar que también para mis compañeros Jesús seguía siendo el gran referente por encima de un mar de dudas; incluso he comprobado una gran admiración por Jesús de un amigo musulmán y de otro que se reconoce como “ateo cristiano”.
¿Tiene carencias el ejemplo de Jesús? Hasta la más estricta ortodoxia reconoce que Jesús fue plenamente humano, y todo lo humano es incompleto, circunscrito en su espacio-tiempo, dependiente de su cultura.
El Jesús que conocemos es el Jesús de los evangelios, interpretado por las primeras comunidades y elaborado por Marcos, Mateo, Lucas y Juan. Esta reelaboración ya entonces, pero mucho más ahora, supuso el paso de la cultura simbólica hebrea de Jesús a la cultura conceptual griega.
Todavía nosotros interpretamos los evangelios como crónicas de la vida y enseñanzas de Jesús; sin embargo no fueron escritos para notificar acontecimientos sino para comprender el sentido profundo -el plan de Dios- en el escandaloso suceso de que el esperado Mesías Rey había sido ejecutado por sus autoridades religiosas y políticas. Y en esta interpretación de la Historia podemos apreciar notables divergencias, incluso contradicciones concretas, entre los cuatro evangelios, como he mostrado en “Volved a Galilea. Comentario y exégesis del evangelio de Marcos”.
Los Signos de los Tiempos
Juan XXIII puso de relieve en el concilio Vaticano II la importancia de los Signos de los Tiempos para discernir el proyecto de Dios en el momento actual. Ya Jesús había aludido a los signos de la naturaleza como ejemplo de los signos de Dios que confirmaban su misión como Mesías. El significado y la importancia de estos Signos se muestran también en el término bíblico kairós y términos culturales cono zeitgeist paradigmas.
Signos de los Tiempos indiscutibles de nuestro tiempo son la ecología, el sentido de igualdad, y los derechos de la mujer. Signos de los Tiempos en la Historia son los estudios en cosmología, arqueología, antropología (la evolución, el subconsciente), hermenéutica…
En la exégesis bíblica estos estudios han tenido una influencia determinante. Desde la antigüedad existió una interpretación simbólica y otra literalista, pero en la actualidad la interpretación literalista ha tenido que replegarse ante la evidencia de los estudios arqueológicos, filológicos, y sociológicos. Ulrich Luz, en su comentario al evangelio de Mateo, en los epígrafes “Historia de la influencia” expone cómo se ha interpretado cada pasaje según las tendencias de cada época (patrística, medieval, renacentista, Ilustración, romanticismo, modernidad).
Esta influencia es sin duda una riqueza cultural y espiritual que va desvelando niveles distintos o más profundos, como puede apreciarse especialmente en la evolución de la conciencia ética. Sin embargo es también una evidencia de las limitaciones de cada interpretación, que muestran un inevitable sesgo cultural de cualquier interpretación y, en el mejor de los casos, sólo destaca un aspecto parcial de ese pasaje.
Nuestra conciencia
La conciencia comprende porque tiene una percepción inmediata del objeto, mientras que el conocimiento racional tiene que traducirlo a conceptos, que no pueden captar la realidad en sí, sino sólo a través de sus manifestaciones. La conciencia percibe la realidad de cada instante, mientras que el conocimiento racional la tipifica en conceptos estáticos.
La conciencia sintetiza las experiencias y los conocimientos que yacen olvidados en el subconsciente, y permite dar una respuesta sencilla en problemas complejos que requerirían comparar muchos datos.
Los moralistas están de acuerdo en que la conciencia tiene la última decisión responsable sobre nuestros actos. Santo Tomás de Aquino defendió en su Summa Theologica lo que él denominó “El fuero interno de la persona”. Y el cardenal Ratzinger afirmó que “Por encima del Papa… está la propia conciencia de cada uno, que debe ser obedecida antes que cualquier otra cosa, incluso, si fuera necesario, en contra de la propia autoridad eclesiástica” (Iglesia viva nº 250).
En algún artículo yo presentaba la conciencia como “el cordón umbilical que nos une a Dios”, y como “el templo laico de Dios”; incluso me atreví a identificarla con la presencia de Dios en todo ser humano.
A pesar de lo dicho, la conciencia también tiene que ser completada y corregida por el ejemplo de Jesús y los Signos de los Tiempos. La conciencia tiene una experiencia parcial y subjetiva; pero luego nosotros tendemos a generalizar -o a imponer- esta experiencia hacia otras situaciones o personas, cayendo en exclusivismos, dogmatismos, o fanatismos. Todos sabemos de dictadores sanguinarios que se sentían cristianos, y de Inquisidores que no percibían la contradicción entre el evangelio y la tortura y la quema de los que consideraban herejes.
Una situación real
Esta presentación de las tres coordenadas ha ido surgiendo al plantearme personalmente si la evolución que estaba experimentando me permitía seguir considerándome cristiano. Y ahora veo que este proceso se ha desarrollado por estas tres coordenadas.
Se inició con el concilio Vaticano II, la asamblea de Medellín, mi estancia en el Chile de Allende y la participación en los comienzos de Cristianos por el socialismo. La secularización me permitió mayor libertad de acción y de pensamiento, como luego me han corroborado otros compañeros. (“Sin pretender comparar los acontecimientos importantes con los pequeños”, no puedo olvidar que Pablo rompió con la Ley de Moisés cuando encontró resistencias para aceptar a los gentiles convertidos a la fe en Jesús). Al jubilarme comencé a leer a Dupuis, Moingt, Lenaers, Vigil, y a consultar a mis antiguos profesores de Filosofía y Teología. Todo esto lo considero ahora como los Signos de los Tiempos que me han impulsado a mi actual situación cristiana.
En cuanto al ejemplo de Jesús, he estudiado detenidamente los evangelios, y he comprobado que Jesús ponderó la fe-confianza de paganos como la mujer cananea, el endemoniado geraseno, o el centurión romano, por encima de la fe de sus conciudadanos judíos. Sobre todo, como ya he dicho, veo el contraste entre el Jesús de los evangelios y la evolución histórica de la Iglesia como institución, especialmente en cuanto al ejercicio del poder y del dinero.
Finalmente mi conciencia me dice que:
Soy cristiano dentro de la pluralidad de Nuevo Testamento.
Y quiero ser fiel al proyecto de Jesús

METZ ME ENSEÑÓ QUE LOS CRISTIANOS ESPERAN UNA REVOLUCIÓN QUE INCLUYA A LAS VÍCTIMAS

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Hay encuentros de los cuales una no se escapa sin ser afectada, dejan marcada por siempre tu existencia y determinan el rumbo de todo lo venidero de la vida. Que Johann Baptist Metz en 1994, después de su jubilación por la Universidad de Münster, aceptara la invitación como catedrático visitante a Viena, dio un vuelco radical a mi vida. En él encontré mi maestro más importante que me catapultó fuera de mi innocuidad piadosa y me lanzó hacia una apasionante aventura con un Dios que antes no conocía.
En aquel entonces estaba trabajando en mi tesis de habilitación sobre la teología de Erich Przywara. Estaba casi tirando la toalla cuando Baptist se ocupó de mí en diálogos crítico-mayéuticos. Me ayudó a encontrar el hilo conductor en la obra monolítica de Przywara: el tema de la no-identidad que dinamita cualquier intento de encajar la realidad en un sistema; el tema de la alteridad del otro que denuncia cualquier dominación, explotación o usurpación no sólo como escándalo, sino como negación de Dios; y en todo siempre el misterio de Dios que no destella primordialmente allá donde todo cuadra y se resuelve en harmonía, sino más bien se hace perceptible en el grito: en el grito desde el abismo, desde la catástrofe, desde las tinieblas que parecen la negación feroz de Dios.
Estos diálogos rescataron mi incorporación en el cuerpo docente de la Universidad de Viena y me abrieron un mundo intelectual que no conocía antes, o solamente conocía muy superficialmente: Benjamin, Adorno, Levinas, para mencionar lo más importante. Pero más que nada me regalaron un amigo que me ayudó a encontrar el hilo conductor, no solamente de un trabajo académico, sino de mi propia biografía.
En ese momento ya había gastado mis ilusiones juveniles como religiosa y estaba en peligro de escabullirme en modo frustrado y amargado.
Pero Baptist me sedujo a aventurarme una vez más con las grandes palabras que determinaron en su día mi "primer amor" y que en este momento quería descartar como palabrería piadosa, sin sentido y sabor: la palabra que habla de la radicalidad del seguimiento de Cristo y de los consejos evangélicos, de pobreza, castidad y obediencia. Más allá de la introversión piadosa y acomodada me ayudó a descubrir la mística de Jesús, su pasión por Dios, rebelde y resistente.
Que "Cristo debe ser siempre pensado de tal modo que nunca sea sólo pensado", que no tengo ninguna idea de Dios y de su Cristo, si antes no me pongo en marcha para seguir a ese camino cual él mismo es; y -puede sonar muy ingenuo- antes que no me arriesgo a hacer lo mismo que Jesús ha hecho. Todo eso me espantó y en el sentido literal me ha arrojado al otro lado del mundo. Aterricé en El Salvador, en la tierra de Oscar Romero, y en la universidad en que 1989 asesinaron seis jesuitas y dos mujeres que trabajaban con ellos.
Para mí "el pulgarcito de América" resultará Tierra Santa, en donde me topé en una manera inesperada y real con el drama de Jesús: hombres y mujeres, quienes cómo el hombre de Nazaret se pusieron en una manera incondicional al lado de los más vulnerables; quienes como él desenmascararon y desafiaron "los poderes de la muerte"; y por eso, por fin, sufrieron la misma suerte. Como Jesús fueron liquidados brutalmente. Me topé en una manera directa y concreta con las "historias peligrosas de seguimiento", con ese "conocimiento práctico" que según Metz es la verdadera fuente de cualquier teología seria.
Entretanto, han pasado veinte años, me inculturé en la teología latinoamericana, aprendí a apreciar los textos de Oscar Romero y la teología de Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino. No obstante todavía me sostiene el cantus firmus de los temas esenciales de Metz y mientras más mayor me hago, más agradecida estoy por eso. Descubro siempre nuevas variantes de la obra de Metz, acordes con los grandes pensadores de América Latina, pero todavía más en las experiencias que me impone este país.
El Salvador me confronta con situaciones que revuelven las entrañas y duelen hasta el tuétano de los huesos: con el dolor de las víctimas de una escalada de violencia y represión, que parece el "eterno retorno de lo mismo", sin salida. Parece que hay una línea directa de las multitudinarias víctimas de las masacres de la guerra civil, en el rio Sumpul, en el pueblo El Mozote y en muchos otros lugares, a las no menos numerables víctimas de hoy, de las pandillas juveniles y de las "políticas de seguridad" del Estado, tan represivo como inefectivo.
Si uno se encariña con El Salvador, si hace amigos entre su gente, se va a revelar en este encuentro toda la miseria de un mundo destrozado por una desigualdad escandalosa. Sin embargo justamente en medio de estas situaciones mortales también se topa con el florecer de una dimensión de humanidad - un amor desinteresado y luchador, bondad y generosidad, una "santidad primordial" y pureza del corazón - que las "zonas de confort" de este mundo no conocen.
"No existe ningún Dios que se puede adorar a las espaldas de la historia del sufrimiento del mundo". Comencé a entender este axioma de Metz en todo su rigor en El Salvador. Y también que cualquier teología comienza con un acto de contemplación. Al menos cualquier teología que merece ser reconocido como un hablar serio del Dios de Jesús, inicia con la "mística de los ojos abiertos", con el valor de mirar atentamente, también en estos lugares y estos momentos cuando el impulso natural es hacerse de la vista gorda, cerrar los ojos lo más rápido posible.
En un país con una de las tasas de homicidios más altas del mundo eso es un verdadero desafío. Metz me enseño que el discurso teológico se pervierte en una palabrería piadosa si no nace siempre de nuevo del sentir con las víctimas, del dejarse afectar y herir por el dolor de los crucificados. "Quien dice Dios en el sentido de Jesús acepta la herida de las propias certezas por la desdicha de los otros."
Como mujer joven sentí una enorme liberación cuando capté, en el diálogo con Baptist, que la obediencia según el evangélico no significa subordinarme al sistema, ni al sistema eclesial, o mostrarme como hija dócil frente a las autoridades; poco a poco entendí que mucho más la obediencia evangélica exige realizar arriesgadamente con terquedad y tenacidad la "voluntad de Dios" que se revela en el encuentro con el sufrimiento ajeno.
En El Salvador comienza a hondear poco a poco toda la trascendencia de esa intuición de Metz que culmina en la palabra de la "autoridad de los que sufren". No se trata en este contexto de la autodeterminación emancipada, sino mucho más de someterse sin rechistar a la instancia que representa toda la autoridad de Dios; "la voluntad de Dios" tiene cuerpo y visibilidad en los vulnerables, en los impotentes, en las víctimas. Ellos son la instancia que determina el imperativo de lo que hay que hacer.
La contemplación, "ver a Dios", empuja hacia la praxis, una praxis que incluye la dimensión política. Y a pesar de que es tan propensa al error, estoy convencida, tal "theo-praxis" en su contingencia es indispensable para este tipo de teología que Metz exige: una teología que no se contenta de elucidar y pontificar, sino una teología que tiene el valor de arriesgarse en la historia. En cualquier caso tal praxis es más cerca a Jesús que una ortodoxia ahistórica; él se preocupó, en el "fin del mundo", por algunos física- y psíquicamente enfermos y celebró fiestecitas humildes con los que no tienen ni perspectiva ni esperanza.
La praxis jesuánica lucha para que los marginalizados y descartados se conviertan en sujetos de su propio destino y dejen ser objetos de las "autoridades y potestades" que dominan este mundo. Esta praxis muchas veces no parece ser más que un gesto frágil, no obstante en ella se decide la divinidad del Dios de Jesús, del Dios de la misericordia y del amor compasivo.
"¿Cuánto tiempo más tenemos que soportar todo eso?", gime una mujer que vive en los márgenes de la capital San Salvador, en un barrio flagelado tanto de la violencia de las pandillas como de los abusos arbitrarios de los policías y militares represivos. Surge un grito desgarrador de estas situaciones, un grito para que la locura termine, que por fin se pare el círculo vicioso que incesablemente siempre de nuevo atierra y enroda a las víctimas indefensas. Con el tiempo avanzado de mi vida siempre más se me pone de manifiesto que no hay otro modo de hablar de Dios sino esperarlo y reclamarlo como "irrupción", como "final redentor del tiempo".
El 14 de mayo de 1980 en el rio Sumpul en la frontera a Honduras 500 campesinos indefensos fueron ametrallados entre los militares salvadoreños y hondureños. Los testigos percibieron el horror cuando desde lejos notaron una nube negra, una acumulación inexplicable de zopilotes arriba del rio. Es esta imagen la que me inculca dolorosamente que frívolo e inhumano es una esperanza que promete a la generación de hoy y de mañana un futuro más humano y no se preocupa por estos para quienes cualquier promesa ya viene tarde.
Metz me enseño que los cristianos esperan una revolución más radical, más allá de todos los experimentos históricos que fracasaron o de los que solo quedaron fragmentos; una revolución que incluye a las víctimas, que murieron una muerte prematura, sin sentido e injusta. Solamente quien no niega la solidaridad a los muertos, a las víctimas y los vencidos, puede luchar por un futuro de verdad más humano y más justo, sin caer siempre de nuevo en los viejos círculos viciosos.
Muchas veces un pudor raro nos impide expresar las cosas esenciales de la vida. En esta ocasión quiero agradecer y decir a un amigo, que sin él nunca sería la mujer que soy hoy, que fueron sus impulsos los que me dejaron encontrar el "tesoro en el campo" y la "perla preciosa".

Yemen: Decenas de miles de personas claman contra Arabia y EE.UU tras el asesinato de 51 niños


La dictadura de Arabia, esa misma que es agasajada por el gobierno español de turno y los Borbones porque compra armas y hace contratos de trenes, aliada con EE.UU y las potencias occidentales, ha cometido otra barbarie de la que, por supuesto, saldrá impune. La monarquía amiga de esta otra monarquía más cercana, no ha conseguido del gobierno español y la Casa Real una sola palabra de condena del asesinato de decenas de niños en un nuevo bombardeo contra el pueblo yemení. Los aliados del gobierno consideran un tema menor y se limitan a pedir explicaciones de las armas vendidas, de romper relaciones (y acuerdos) con el gobierno Sánchez, ni rastro.··· Ver noticia ·

Trump deja a Gaza sin escuelas ni clínicas


Juan Carlos Sanz

TrumpLa agencia de la ONU para los refugiados palestinos no puede garantizar el inicio del curso a finales de mes ante el recorte de fondos impuesto por EE UU
El inicio del curso escolar se acerca para medio millón de alumnos de la diáspora palestina, pero la UNRWA, la agencia de Naciones Unidas especializada que atiende a los refugiados descendientes de las familias desterradas tras el nacimiento de Israel hace 70 años, aún no sabe si podrán acudir a las aulas. “En el momento presente, no estamos en condiciones de garantizar en nuestras 700 escuelas el comienzo de las clases a finales de mes, y no solo para los 270.00 estudiantes de Gaza, sino para los más de 500.000 que acuden a nuestros centros en toda la región”, reconoce Chris Gunnes, portavoz en Jerusalén del organismo de la ONU.··· Ver noticia

La sociedad tranquila

Jaime Richart, antropólogo y jurista 
En ese informe que periódicamente Naciones Unidas pu­blica acerca del índice de felicidad de los países del mundo, España ocupa el puesto 36. El primer país, Finlandia.
¿Y cuáles son las características y por tanto lo motivos por los que Finlandia figura el primero en el podio? Cada cual puede hacer sus deducciones, pero lo cierto es que sociedad finlandesa es una de las más igualitarias.
Hay otros factores a tener en cuenta, como es la esperanza de vida. En Finlandia 81 y en España actualmente de 82 años. Pero este dato y el famoso sol son engañosos a la hora de hacer una valoración global del nivel de satisfacción de la sociedad española. Pues la tasa de longevidad todavía es alta gracias a los millones de personas de la “sociedad tran­quila”, y el sol, que empieza a ser excesivo, los abundantes in­cendios y la falta de humedad pueden ser factores peligro­sos no muy a largo plazo. El caso es que el futuro que se per­fila para las siguientes, una vez desaparecidas las generacio­nes entre 65 y 90 años, no es precisamente muy halagüeño si no cambian las condiciones generales de vida…
La sociedad tranquila es la sociedad de los jubilados y la del funcionariado. El resto vive desesperado. Pero la “desespera­ción” en este caso tiene dos caras. Una injustifi­cada y otra demoledora. La primera es la de los que teniendo mucho o suficiente no viven tranquilos y duermen mal por­que no les basta y quieren ganar más, a toda costa y a costa de lo que sea y de quien sea. La segunda es la de los que care­ciendo de todo se pasan la vida buscando trabajo, se do­micilian en casa de sus padres o abuelos y, pese a estar ayuda­dos por ellos, viven angustiados. Viven angustiados, porque no consiguen estabilidad, y temen no conseguirla nunca, porque saben que no van a poder formar una familia con dignidad, porque saben que no van a poder comprar nunca una vivienda… porque su triste y única esperanza está en la herencia del piso de sus padres. Así es como vive la ma­yoría de la población en España que no es rica y tampoco pertenece a la “sociedad tranquila”…
Me sospecho que es el signo de los tiempos, al menos en occi­dente. Pero aparte la pensión de los mayores y la retribu­ción regular del funcionariado, ya no hay más seguridad que la que puedan dar las policías frente a los terroristas. El día a día es incierto para grandes partes de la población trabaja­dora, lo que le acarrea un estado mental y psicológico inesta­ble. Son demasiados los que, instalados entre la interinidad y el desempleo crónico viven acosados por la ansiedad o por la depresión.
España, tras ese sol del que presume y tras esa tan a me­nudo alegría ficticia, respira una decadencia palpable, una im­posible creatividad que en el español sólo aflora fuera de España. Las tres configuran una sociedad triste por dentro, cuya íntima tristreza y frustraciones las compensa con mu­cho ruido, con mucho bullicio, con mucho fútbol, con mu­chos toros, con muchas copas y con muchas noticias, la ma­yoría lamentables y moviendo a indignación.
Es cierto que como contrapartida, ahora cualquiera puede te­ner un coche aunque sea de tercera mano, que cualquiera puede tener cualquier capricho convertido en “necesidad” por poquísimo dinero. Pero aun así la masa poblacional prin­cipalmente joven, vive una vida absurda, sin esperanza y sin ilusión. Quien no comprenda y actúe en consecuencia que la mejor manera de hacer frente a las carencias es no cre­arse necesidades, vivirá más angustiado. Y en tales condicio­nes no puede conocerse qué es el sosiego y la serenidad im­prescindibles para la sana imaginación y la creatividad que parecen haberse agotado…
Pues la mayoría de los trabajos son penosos pese a la robó­tica o por culpa de la robótica, y las iniciativas relacionadas con posibles nuevas actividades fracasan en la mayoría de las ocasiones porque, estando todo relacionado con la robó­tica, en ese campo ya no caben más emprendedores.
Ya sé que esos españoles de tronío y de bandera en el balcón o de banderita en la muñeca y magras cuentas corrientes, están pensando que todo lo dicho aquí es derrotista o se co­rresponde con la leyenda negra que tanto exasperaba al fran­quismo que decía había sido cocinada por los enemigos de Es­paña. Me da igual. Si España, como se hace o se está ensa­yando en otros países del mismo sistema, asegurase a la po­blación juvenil y en edad laboral que vive sin soporte alguno que no sea circunstancial o familiar, su manutención y una mínima vida digna sin estresarse, se recuperaría un estado sa­tisfactorio en la vida general, pues entre la abundancia de alimentos, la abundancia de viviendas vacías y las tecnolog­ías haría superflua y detestable esa ideología miserable, esa filosofía del mantra: “el que no trabaja es porque no quiere”. Pues toda persona de normal constitución orgánica y con una salud normal quiere estar activa. Lo que no significa que haya que confundir el deseo de ser activo con el hecho de afrontar un trabajo obligatoriamente para un tercero, casi siempre penoso y a cambio de un pago inseguro, incierto y miserable…
Sabiendo que un país como Finlandia es “feliz”, si la lógica y la racionalidad colectiva al servicio del ser humano fuesen los primeros bienes a abrazar, España, sus empresarios, sus ricos y sus dirigentes ya saben lo que tienen que hacer: esfor­zarse con sus intereses y sus políticas en seguir las directrices que conducen a crear las condiciones necesarias para el igua­litarismo generado pacíficamente en Finlandia por vías de una inteligencia colectiva superior. Pues en aquel país, indu­dablemente todo el mundo ha de vivir tranquilo. Al menos, sin otra intranquilidad que la que acaso proviene de las rela­ciones interpersonales, de la soledad o del azar…

La crispación en que vivimos

José María Castillo 
Fuente: Teología sin censura
Castillo1No es fácil analizar y explicar, al detalle y hasta el fondo, lo que nos está pasando, desde no hace mucho, en España, en Europa, por todo el mundo. No me refiero, ni sólo ni principalmente, a la crisis económica. Aunque, por supuesto, los problemas relacionados con la gestión de la economía tienen mucho que ver con lo que estamos viviendo. Pero el problema más preocupante, ahora mismo, está en otra cosa.
Me refiero a la experiencia de “crispación colectiva” que estamos viviendo. Ya he dicho que esto tiene mucho que ver con la economía. También con la política. Y mucho, tal como están las cosas en este momento. Por otra parte, el cambio de cultura y de costumbres, que estamos viviendo, es tan rápido y tan profundo, que no acertamos a entender lo que nos está ocurriendo. Todo esto, como es lógico, produce malestar, inseguridad, crispación…
Pero me da la impresión de que hay otros factores, en este momento, que son determinantes para ponernos más nerviosos o quizá más crispados. Ahora mismo tenemos el problema de los inmigrantes. Europa supo formular la declaración universal de los “Derechos Humanos”. Y ahora mismo Europa, por mantener a toda costa su alto nivel de bienestar, no duda en quebrantar, en cosas muy fundamentales, esos “derechos”, que ella misma declaró y difundió por todo el mundo.
El hecho es que las cosas han venido rodadas de manera, que, ahora mismo nos vemos metidos de lleno – quizá sin darnos cuenta – en un “fundamentalismo”, que no sabemos definir, ni tenemos conciencia de lo que nos está pasando, ni por tanto acertamos a salir de este callejón sin salida.
Hablo de “fundamentalismo”, que no es ni fanatismo, ni autoritarismo. El fundamentalismo es vuelta a las fuentes, a los orígenes, a lo más auténtico. Recuperar nuestra verdadera y única autenticidad. Por eso, cuando en este asunto tan básico, nos vemos amenazados, entonces es cuando se encienden todas las alarmas. Y el fundamentalismo se pone en marcha. De ahí que, con toda la razón del mundo, el conocido sociólogo Anthony Giddens ha definido el “fundamentalismo” como “tradición acorralada”. Lo estamos sintiendo en nuestras carnes. Cuando cada día nos enteramos de que Asia y África se nos vienen encima – lanchas, pateras, barcos sobrecargados de cientos de personas…, como les pasa a los norteamericanos con las gentes de la América hispanoparlante – quisiéramos levantar murallas para protegernos de los invasores. Los que nos invaden porque vienen huyendo de las guerras que nosotros hacemos posibles con nuestro gran negocio de la venta de armamentos, la compra del coltán para que sigan funcionando nuestros móviles, el gas, el petróleo, la madera, los metales preciosos… ¿qué sé yo?
Así las cosas, ¡por lo que más quieran!, que no nos engañen los políticos, ni sus técnicos, ni sus medios de comunicación. El problema está en que nos hemos “deshumanizado”. Y la “humanización”, a fondo y para todos, nos da miedo. ¿No tendría que ser un “proyecto global”, en este sentido, lo que más nos debería preocupar y lo primero que tendríamos que hacer?
¿Qué esto es una utopía? Ya lo sé. Pero también estoy seguro de que la más peligrosa y la más inútil de todas las utopías es la que consiste en un mundo sin utopía. Un mundo así, se convertiría inmediatamente en una momia.
A fin de cuentas, por lo que ha sido mi profesión y mi vida, según mis creencias religiosas, los cristianos decimos que Dios, para salvar al mundo, se humanizó. Pues eso digo yo. De la “tradición acorralada” no nos saca nada más que lo que nos sacó de las manadas de chimpancés: nuestra “condición humana”. Esto es lo que más nos urge a todos: ser profundamente humanos.