FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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martes, 5 de septiembre de 2017

La monja rapera que le cantará al Papa en Colombia

El camino de la vida....wmv

Los diez Principios de la Felicidad ~ Kwan Yin

El viaje de Abraham como modelo de un cristianismo inter y multicultural


Juan Pablo Espinosa Arce

El fenómeno actual de la migración, representa un desafío para los gobiernos, las ONG y también para la fe cristiana. El propósito del presente artículo es propiciar algunas reflexiones en torno a la necesidad de pensar un cristianismo inter y multicultural. La migración es una experiencia de cruces y entrecruces de culturas distintas que conviven en un determinado espacio. Para ello, asumiremos un motivo teológico específico, a saber, el viaje del patriarca Abraham el cual será definido como modelo de un cristianismo intercultural. La tesis central es que la coexistencia con otros grupos humanos, con los extranjeros, los migrantes, los distintos, no representa una amenaza. Al contrario, dicha convivencia está en la base misma de la Alianza que ofrece el Dios de Biblia, Dios de Abraham y Padre de Jesús. ··· Ver noticia ···

De los ultra católicos, ¡Líbranos, Señor!

Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

1º) No ganamos para sustos. El otro día fue el padre Santiago Martín, ex TOR, (Tercera Orden Regular, de los franciscanos, y actualmente fundador de su propio grupo religioso), quien, en una homilía dulce y fraterna, arremetió contra la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, a la que casi colocó a la misma altura que a los verdaderos autores en la responsabilidad de los atentados de Barcelona y Cambrils. Tampoco se mostró excesivamente benevolente y misericordioso, como nos enseñó Jesús, en referencia a los musulmanes, y a sus actividades militares. Nadie piensa que un ultra católico, como Santiago, fuera a aplaudir a personas que han provocado tanto dolor, que, además, en nuestra opinión, no tiene ni justificación, ni explicación, ni utilidad nada positivo, y que es perfectamente inútil. Pero hay modos y modos de referirse a “nuestros enemigos”, y, para un cristiano, el modo exacto, como en todas las situaciones, laberintos, dudas, vacíos, y oscuridad, es el que nos enseñó el Señor Jesús: “amad a vuestros enemigos …; si amáis a los que os aman, ¿Qué merito tendréis? Eso también lo hacen los publicanos y pecadores.

Santiago, como todos nosotros, es un pecador, y se ha comportado como tal. Por eso me ha sabido tan mal la carta abierta de Christopher Hartley, un misionero de la diócesis de Toledo, dirigida a Santiago Martín, reproducida en Religión Digital, (RD), reprochando, y afeando, la actitud del arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro, del que afirma que “”Tu arzobispo no sólo no te ha defendido en público, sino que te ha corregido y humillado”.
La nota del obispado de Madrid no era, de ninguna manera, humillante, sí, correctora. Claro que la prosa de Christopher no se pasa en benevolencia y caridad, como podemos apreciar en esta frase de su misiva: “El arzobispado salió en defensa de dos alcaldesas impresentables, que continuamente ensucian con sus palabras y decisiones institucionales, todo lo que es sagrado, verdadero y justo”. Es hora de que alguien con autoridad explique a quienes se comportan públicamente como “talibanes” católicos que nadie tiene el secreto, ni siquiera la jerarquía de la Iglesia, de lo que es sagrado, verdadero y justo. Que tal vez nos hayan enseñado, de pequeños, que el Magisterio de la Iglesia era el dueño de todos los secretos de la vida, y de todas las verdades sobre lo bueno y lo malo. ¡También nos decían que a los niños los trae de Paris una cigüeña!, pero la vida nos hace crecer, y ¡ay de aquel que no sabe crear su propio acerbo de criterios, valores, y elementos de juicio. Además, los cristianos lo tenemos muy fácil: solo nos hace falta oír las Palabras de Jesús, y ver sus actitudes. Siempre me gusta recordar que el Señor, a los que más atizó con su Palabra de fuego, fue a los Sumos Sacerdotes, a los jefes de los fariseos, a los escribas, y a los senadores. Nunca se metió con publicanos, samaritanos, prostitutas, ¡ni siquiera con los romanos”, esos sí enemigos, y opresores, del Pueblo judío.
2º) Y hoy, otro sobresalto. Religión digital (R) publica una noticia que, a mí, me sobrecoge. El obispo auxiliar de Madrid, Martínez Camino, en claro desafío a la iniciativa y a las palabras del papa Francisco, de exaltar la figura de Lutero, y acudir, en Suecia, a los primeros fastos del 500º aniversario del inicio de la Reforma. De ésta, el obispo ¿jesuita? madrileño afirma que “la obra de Lutero tuvo dos graves efectos negativos contrarios a su intención, la ruptura de la unidad de la Iglesia latina, que se consumó con la creación de una aparato eclesiástico enfrentado a la Iglesia Católica, y la configuración progresiva del secularismo, de tal modo que la religión se quedó relegada a la esfera de lo privado”. He afirmado que esta opinión del obispo Camino me sobre coge porque no puede ser que en la misma Iglesia Católica la idea que un prelado tiene de Lutero sea contraria a la del Papa, que afirma sobe el mismo que fue “un testigo del Evangelio” y “un reformador en un momento difícil, puso la palabra de Dios en manos de los hombres”, cuya intención “era renovar la Iglesia, no dividirla”. Esta opinión es bastante más cercana a la de mi profesor de Historia de la Iglesia que la el ex portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE). MI profesor, P. Miguel Pérez del Valle, ss.cc. aseguraba que Lutero fue, con Agustín, Tomás de Aquino y Karl Barth, uno de los mayores genios religiosos del Cristianismo. Y el Papa, además, afirma algo fundamental, sobre la Reforma Luterana, y es que “puso la palabra de Dios en manos de los hombres”. ..
Esto es fundamental, y es la gran diferencia entre poner la Biblia al alcance de los hombres, como hizo Lutero, traduciendo, o promoviendo la traducción de la Sagrada Escritura al alemán, o perseguir al que la tradujese, o, simplemente, la leyese. El mayor agravio que la jerarquía católica ha hecho, a la vez, al Pueblo fiel, y a la Sagrada Escritura es pensar que su conocimiento podría ser malo para los creyentes, hasta llegar a torturar y condenar por esa lectura o conocimiento. En España hemos tenido ejemplos muy tristes, sangrantes y penosos de esa actitud. ¡Claro!, eso es coherente con el hecho de que la primera traducción bíblica permitida en nuestro país sucedió el año 1943, como quien dice, ayer. Pero estas cosas no parecen interesar ni tener importancia para el obispo Martínez Camino.

Luis Miguel Modino: “Ser misionero es estar entre los últimos, estar en las periferias del mundo”


Cameron Doody


“Nuestro papel es hacernos presentes entre aquellos que nadie se hace presente”
Luis Miguel Modino, misionero y periodista muy querido por los lectores de Religión Digital, vive y trabaja con comunidades indígenas en la frontera entre Brasil, Colombia y Venezuela. Si es que “trabajar” es la palabra mas adecuada para definir aquello a lo que ha dedicado su vida. Hacerse presente “entre aquellos que nadie se hace presente”: en esta entrevista describe mejor y en voz propia qué forma toman las luces y sombras de sus días en la Amazonia.
Hoy nos acompaña Luis Miguel Modino, misionero en Brasil. Bienvenido.
Muchas gracias. ··· Ver noticia ···

José María Pires, primer obispo negro de Brasil

Juan José Tamayo

Tamayo3El 27 de agosto falleció a los noventa y ocho años, setenta de sacerdocio y sesenta de episcopado, José María Pires, el primer obispo negro de Brasil que mantuvo una gran vitalidad intelectual y una intensa actividad teológica y pastoral hasta el final. Pertenecía a la generación de los grandes obispos latinoamericanos de la liberación: Helder Cámara, Paulo Evaristo Arns, Pedro Casaldáliga, Tomás Balduino, Aloisius Lorscheider, Antonio Fragoso, Manuel Larraín, Leónidas Proaño, Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz, Gerardo Oviedo Valencia, Oscar Arnulfo Romero, Enrique Angelelli, Juan José Gerardi y otros, a quienes José Comblín llama “los Santos Padres de América Latina”.

Ellos inauguraron un nuevo paradigma de Iglesia ubicada en la realidad latinoamericana: la Iglesia de los pobres, y una nueva manera de ser obispos más allá de la sola administración local y de la Iglesia local. Se caracterizaron por la libertad de pensamiento y de acción frente a los censores eclesiásticos, la denuncia profética de la opresión política y de la explotación económica, la persecución por parte de los poderes políticos, militares e incluso religiosos –El vaticano actuó con ellos como un verdadero detective-, la opción por las personas y los colectivos excluidos, el ecumenismo entendido como trabajo en común con otras iglesias y religiones en la lucha por la justicia, la defensa de los derechos humanos de las comunidades marginadas: negras, indígenas, campesinas, y la colaboración con los movimientos sociales.
José María Pires, llamado cariñosamente “Dom Pelé”, destacó por su lucha contra el racismo instalado en la sociedad y la Iglesia brasileñas, el reconocimiento de los derechos del campesinado y de las comunidades afrodescendientes de Brasil. Ejemplo de su compromiso con dichas comunidades es su libro La cultura religiosa afrobrasileña y su impacto en la cultura universitaria. Fue amigo de Helder Cámara, a quien consideraba maestro y con quien mantuvo una relación de complicidad en la lucha contra la injusticia, la denuncia de la dictadura militar y la afirmación de la dignidad de las mayorías populares. Eran llamados los “obispos rojos”.
Ordenado obispo en 1957, participó en el Concilio Vaticano II celebrado en Roma de 1962 a 1965 y puso en práctica la reforma conciliar en su diócesis de Paraiba, de donde fue arzobispo treinta años. Fue uno de los cuarenta obispos participantes en la reunión semi-clandestina que tuvo lugar en la Catacumba de Santa Domitila el 16 de noviembre de 1965. En dicho encuentro firmaron el “Pacto de las Catacumbas”, al que posteriormente de adhirieron más de quinientos obispos. En él se comprometían a renunciar a todo boato y a vivir pobremente, a renunciar a los símbolos de poder y a los privilegios y a utilizar signos evangélicos, a dar protagonismo a los laicos, a transformar las obras de “beneficencia” en obras sociales basadas en la justicia y a situar a los pobres en el centro de su actividad pastoral. Era la ejemplificación de la Iglesia de los pobres que defendió en Juan XXIII, pero no logró prosperar en el Concilio, el anticipo del cristianismo liberador que germinó en América Latina a través de las comunidades eclesiales de base con el apoyo del episcopado latinoamericano en la Asamblea de Medellín (Colombia) en 1968 y el germen de la teología de la liberación.
En 2013, ya nonagenario y con plena lucidez, firmó, junto con sus colegas los obispos brasileños Pedro Casaldáliga y Tomás Balduino, la Carta al Episcopado de Brasil en la que denuncian el secuestro del pueblo de Dios por el clericalismo, critican la estructura monárquica centralizada de la Iglesia, defienden la necesidad de des-occidentalizar el cristianismo como condición necesaria para que sea realmente universal, comparten la propuesta del papa Francisco de una Iglesia de salida a las periferias, se comprometen a hacer la caminada junto a los pobres, retoman la mística y la espiritualidad del Éxodo, apoyan la organización sinodal y participativa eclesial, reivindican los plenos derechos de las mujeres y apuestan por un nuevo Pacto de las Catacumbas. La firma de la Carta por monseñor Pires es su mejor Testamento.
Juan José Tamayo es director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Teologías del Sur. El giro descolonizador, que acaba de publicar la Editorial 

Yo sí tengo miedo

José Arregi


José Arregui1Me siento hermanado con la multitud que se manifestó el sábado pasado 27 de agosto en las Ramblas de Barcelona. Yo también soy Barcelona, soy Cataluña, pero soy incapaz de gritar su lema: “No tengo miedo”. Jo sí que tinc por.
Tengo miedo de quienes están dispuestos a morir matando para imponer su locura. Nunca lo conseguirán, pero podrán seguir provocando indecibles sufrimientos a innumerables inocentes. Apelan al Islam, pero niegan el Islam, religión de paz. Están llenos de odio y resentimiento, o simplemente desesperación, contra Occidente, contra su propia comunidad islámica, contra todo el género humano, contra sí mismos. No son muchos, pero son temibles, porque no tienen miedo –ellos no– de nadie y de nada, ni de matar ni de morir. Quienes no temen matar y morir son invencibles, más aún si no tienen nada que perder y creen tener de su lado a Dios o a Allah o la Verdad absoluta, y piensan ganar el paraíso matando y haciéndose matar.


Hay que defenderse de ellos. Pero ¿cómo hay que defenderse? Miro a todos los lados, y veo que quienes deben y pueden defendernos agravan el peligro. También a ellos los temo, sobre todo a ellos. Los yihadistas no nacieron fanáticos asesinos, con bombas en la cintura o fusiles y puñales en las manos, ni al volante de furgonetas mortíferas. No nacieron así ni se hicieron tales a sí mismos, aunque no por eso son, quiero decir han de llegar a ser, menos responsables. Todo tiene que ver con todo.
Temo a los imanes de Arabia Saudí, pues siguen enseñando que hay que entender y aplicar el Corán a la letra. ¿Por qué no también la aleya que ordena: “Matadlos [a los que se resistan al Islam] donde deis con ellos, y expulsadlos de donde os hayan expulsado” (2,191)? Temo al régimen teocrático saudí, que nombra, paga y controla a todos los imanes de su país y a otros muchos en todo el mundo. Imanes que siguen soñando e inculcando un califato medieval, dictatorial y religioso para vergüenza de su religión. Me da miedo que tantos millones de musulmanes, gente noble y pacífica, los sigan escuchando y creyendo. ¿Qué nos asegura que un día, en otras circunstancias, no pasarán a la yihad violenta “porque el Corán lo manda”?
Mientras los imanes y los regímenes que los sustentan no enseñen que todo el Corán son palabras humanas escritas hace 1400 años en otra cultura y que en el Libro solo es “divino”, más allá de la letra, el espíritu que nos sigue inspirando justicia, paz, tolerancia, igualdad de hombres y mujeres, mientras no cambie la lectura del Corán –o de la Biblia–, “mientras no cambien los dioses” o las religiones –incluida la de muchos obispos católicos que apoyan cadenas de televisión que difunden la islamofobia o impiden que la imagen de la divinidad hindú Gasnesha se encuentre con la imagen de María en el santuario patronal de Ceuta–, no bastará con perseguir yihadistas. La intolerancia y el exclusivismo llevan a la violencia.

Temo también a tantos gobiernos de países modernos y democráticos –España, por ejemplo– que se muestran tan celosos de las libertades y de los derechos humanos en Venezuela, celosos en el fondo de su petróleo, mientras rinden pleitesía a los gobernantes de Arabia Saudí, les venden armas, les construyen ferrocarriles y hacen pingües negocios. ¡Qué más da que allí se hubiera fundado y sigan aún financiando en buena parte el Estado Islámico, y prohibiendo a las mujeres conducir, encarcelando, torturando y condenando a muerte a los disidentes, y masacrando a Yemen desde hace dos años con nuestras armas? Los petrodólares valen más que los derechos humanos.
Temo a quienes quieren hacernos olvidar que el Estado Islámico nació de Al Qaeda y que Al Qaeda nació en Irak, tras la invasión americana promovida por el trío de las Azores: Bush, Blair y Aznar. Y aún produce escalofríos leer la declaración de Zbigniew Brzezinski, asesor de seguridad de Jimmy Carter: “Yo creé el terrorismo yihadista y no me arrepiento”.

Temo la política de los Estados Unidos y de la Unión Europea en Turquía, el Oriente Medio y el norte y el centro de África, donde se cumple la sentencia de Paul Valéry: “La guerra es una masacre entre gente que no se conocen, para provecho de gente que sí se conoce pero que no se masacran”.
El miedo es a menudo el mayor peligro, pero también una alerta necesaria para indagar las causas y buscar la verdadera solución.
(Publicado en DEIA y en los periódicos del Grupo NOTICIAS el 3-09-2017)

El miedo: enemigo de la alegría de vivir

Leonardo Boff


Leonardo Boff2Hoy en el mundo, y en Brasil, las personas están angustiadas por el miedo a asaltos, a veces con muertes, balas perdidas y atentados terroristas. Los realizados recientemente en Barcelona y Londres, provocaron un miedo generalizado, por más que haya habido demostraciones de solidaridad y manifestaciones pidiendo paz.
Yendo más al fondo de la cuestión, hay que reconocer que esta situación generalizada de miedo es la consecuencia última de un tipo de sociedad que ha puesto la acumulación de bienes materiales por encima de las personas y ha establecido como valor principal la competición y no la cooperación. Además ha elegido el uso de la violencia como forma de resolver los problemas personales y sociales.
La competición debe distinguirse de la emulación. La emulación es buena, pues trae a la superficie lo que tenemos de mejor dentro de nosotros y lo mostramos con sencillez. La competición es problemática, pues significa la victoria del más fuerte de los contendientes, derrotando a todos los demás, lo cual genera tensiones, conflictos y guerras.



En una sociedad donde esta lógica se hace hegemónica, no hay paz, sólo armisticio. Siempre existe el miedo a perder, perder mercados, ventajas competitivas, ganancias, el puesto de trabajo y la propia vida.
La voluntad de acumulación también produce ansiedad y miedo. Su lógica dominante es ésta: quien no tiene, quiere tener; quien tiene, quiere tener más; y quien tiene más dice: nunca es suficiente. La voluntad de acumulación alimenta la estructura del deseo que, como sabemos, es insaciable. Por eso, necesita garantizar el nivel de acumulación y de consumo. De ahí resulta la ansiedad y el miedo a no tener, a perder capacidad de consumir, a descender en status social y, por fin, a empobrecerse.

El uso de la violencia como forma de solucionar los problemas entre países, como se mostró en la guerra de Estados Unidos contra Irak, se basa en la ilusión de que derrotando al otro o humillándolo conseguiremos fundar una convivencia pacífica. Un mal de raíz, como la violencia, no puede ser fuente de un bien duradero. Un fin pacífico demanda igualmente medios pacíficos. El ser humano puede perder, pero jamás tolera ser herido en su dignidad. Se abren heridas que difícilmente se cierran y sobra rencor y espíritu de venganza, humus alimentador del terrorismo, que victima tantas vidas inocentes como lo hemos visto en muchos países.

Nuestra sociedad de cuño occidental, blanca, machista y autoritaria ha elegido el camino de la violencia represiva y agresiva. Por eso anda siempre metida en guerras, cada vez más devastadoras, como en la actual Siria, con guerrillas cada vez más sofisticadas, y con atentados cada vez más frecuentes. Detrás de tales hechos existe un océano de odio, amargura y deseo de venganza. El miedo flota como un manto de tinieblas sobre las colectividades y sobre las personas individuales.
Lo que invalida el miedo y sus secuelas es el cuidado de unos a otros. El cuidado constituye un valor fundamental para entender la vida y las relaciones entre todos los seres. Sin cuidado la vida no nace ni se reproduce. El cuidado es el orientador previo de los comportamientos para que sus efectos sean buenos y fortalezcan la convivencia.


Cuidar a una persona es involucrarse con ella, interesarse por su bienestar, sentirse corresponsable de su destino. Por eso, todo lo que amamos también lo cuidamos y todo lo que cuidamos también lo amamos.
Una sociedad que se rige por el cuidado, cuidado de la Casa Común, la Tierra, cuidado de los ecosistemas que garantizan las condiciones de la biosfera y de nuestra vida, cuidado de la seguridad alimentaria de cada persona, cuidado de las relaciones sociales para que sean participativas, equitativas, justas y pacíficas, cuidado del ambiente espiritual de la cultura que permite a las personas vivir un sentido positivo de la vida, acoger sus limitaciones, el envejecimiento y la propia muerte como parte de la vida mortal, esta sociedad de cuidado gozará de paz y concordia necesarias para la convivencia humana.


En momentos de gran miedo, ganan especial sentido las palabras del salmo 23, aquel de “el Señor es mi pastor y nada me falta”. El buen pastor asegura: “aunque pases por el valle de sombra de la muerte, no temas porque yo estoy contigo”.
Quien logra vivir esta fe se siente acompañado y en la palma de la mano de Dios. La vida humana gana ligereza y conserva, incluso en medio de riesgos y amenazas, una serena jovialidad y alegría de vivir. Poco importa lo que nos suceda, sucede en su amor. Él sabe el camino y lo sabe bien.


* Leonardo Boff es articulista del JB online y ha escrito El Señor es mi pastor: consuelo divino para el desamparo humano, Sal Terrae 2005.
Traducción de Mª José Gavito Milano