FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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lunes, 2 de abril de 2018

Crónica de una nación rota

Jaime Richart, Antropólogo y jurista
Rota por la corrupción, rota por la desigualdad, rota por la injusticia, rota por la contumacia, rota por la estupidez de un pueblo que en general en España se entrega a la fata­lidad de seguir siendo rehén de una religión que no se resigna a proporcionar exclusivamente consuelo y espe­ranza a las almas desconsoladas y se empeña en dominar la vida, también la vida de los descreídos…
La sociedad española y sus territorios, compactos a la fuerza durante 40 años de dictadura y relajada como un or­ganismo vivo durante otros treinta después por el flujo de dinero procedente de Europa, está resquebrajada como un edificio que no resiste el paso del tiempo. Las grietas profundas que empezaron a aparecer con la crisis finan­ciera hace 10 años, se acentuaron al conocerse pública­mente el colosal saqueo de las arcas públicas a que los diri­gentes políticos, de acuerdo con los empresarios, some­tieron al Estado y a las Autonomías. Y aunque todo proceso penal en sí mismo es un castigo, la grietas se ahon­daron mucho más al responder débilmente la justicia frente a semejantes desmanes, de tres maneras: absol­viendo a los inculpados unas veces, aplicando a los culpa­bles penas asignadas a delitos de bagatela otras, permi­tiendo la dilatación de las causas abiertas contra los encau­sados hasta dar lugar a su enfermedad o a su falleci­miento…
En estas condiciones psicosociales lamentables se encon­traba el país, cuando irrumpen en escena otras tres circuns­tancias que tensionan el edificio social y le hacen tambalearse: por un lado, la presencia en la vida política del movimiento, convertido luego en partido, de un sector joven de la sociedad que vindica democráticamente una situación que afecta muy gravemente a amplias porciones de sociedad; por otro lado, la tensión entre los sexos impul­sada por la reivindicación femenina del movimiento feminista, frente a una manera retrasada de relacionarse el hombre y la mujer que se resiste a reconocer a la mujer el mismo sta­tus que tiene el hombre; por otro, la tensión terri­torial desatada por el espíritu de independencia exis­tente en un territorio, activado en esta oportunidad por el modo despectivo y au­toritario de responder el poder cen­tral a las pretensio­nes estatutarias y luego de independen­cia de por lo menos la mitad de su población.

En cuanto al partido político emergente, pese a las motiva­ciones graves y lapidarias que requieren medidas de urgencia para restablecer la normalidad en el país, el vi­gor de su ideario y su espíritu han terminado perdiendo fuerza acosado por los poderes económicos que arrastran consigo a los potentes medios de comunicación protegidos por dichos poderes, y al propio estamento judicial del que buena parte de sus miembros se manifiesta contraria a la mediatización del poder judicial por el poder ejecutivo. En cuanto a la tensión hombre-mujer, es perceptible un fenó­meno de inversión psicológica en cuya virtud el predomi­nio del hombre en la sociedad propiciado durante siglos por el pensamiento religioso más reaccionario, está condu­ciendo a un significativo retraimiento del hombre respecto a la mujer en la vida ordinaria. Y por lo que se refiere al candente conflicto entre el Estado central y el Estado Auto­nómico, el país entero retrocede a niveles cercanos a los revolucionarios, prebélicos o cavernarios, por la obstina­ción del primero a no salirse del diseño sociopolí­tico de una Constitución viciada por las circunstancias en que fue redactada, en línea con la contumacia secular de la Iglesia católica y de su brazo inquisitorial en España; obsti­nación e inflexibilidad reforzadas por una interpreta­ción de la norma arbitraria o espuria a cargo de un poder judicial que a todas luces no es independiente, como corres­pondería a una democracia que no se encuentre en la fase anal…

La imagen que el Gobierno nos brinda


Cristina Fallarás

La presencia de cuatro ministros en la procesión de la Legión no es inocente, y ya es un paso dado
Efectivamente, la imagen resulta estremecedora. Un pelotón de hombres uniformados que se confiesan amantes de la muerte paseando la imagen de un cristo crucificado ante la devoción fervorosa de una ministra y tres ministros, además de otros representantes de lo que en los tiempos sin eufemismos se llamaban “fuerzas vivas”. Estremecedora porque queda claro que la devoción es por la muerte y no por el madero. Estremecedora porque ahí está cantándole fervor a la muerte el ministro de Educación y Cultura. Estremecedora porque ahí está cantándole fervor a la muerte el ministro de Justicia.
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Pascua de Jesús y Pascua universal

José Arregi

De nuevo es Pascua. Es la Pascua de Jesús, el profeta crucificado, imagen singular para los cristianos de la esperanza de todos los crucificados. Es la Pascua de la primera luna llena de primavera que tantas culturas han celebrado desde milenios antes de nuestra era cristiana: chinos, indios, sumerios, babilonios y hebreos, y los pueblos mayas de la América central que, miles de años antes de que a su tierra la llamáramos así, en el reflejo de la luna ya veían de noche el irresistible poder de la vida.

Es la Pascua de la Tierra. La Pascua del trigo y de todos los cereales: el grano muere, germina y vuelve a brotar en los campos, para convertirse en pan fraterno, pan de la eucaristía o pan de la mesa doméstica, el mismo pan sagrado para quien sabe mirar y saborear, partir y compartir. Es la Pascua de los agricultores y pastores del Neolítico, que vivían al compás de novilunios y plenilunios, solsticios y equinoccios, al ritmo de la Madre Tierra y del cosmos sin medida.
La vida revive. En cada brote de viña, en cada flor de cerezo se hace presente la energía de todo el universo, se manifiesta el fuego del Ser, la fuerza de la Vida, el misterio que llamamos Dios y que recibe otros muchos nombres y que ningún nombre puede expresar. El gorrión lleva ya su brizna en el pico al hueco del tejado, para construir su nido y criar. Hasta la tortuga de agua que tenemos en la terraza despierta ya de su letargo invernal. Uno de los dos términos griegos que los textos bíblicos cristianos conocidos como ‘Nuevo Testamento’ emplean para decir que Jesús resucitó significa literalmente eso: ‘despertar’. El otro término utilizado significa ‘levantarse’. La vida despierta y vuelve a levantarse después de la noche en todas sus formas. Es lo que confesamos los cristianos, y así lo esperamos a pesar de todo; en nuestras pobres manos llevamos esa brizna de esperanza, como la tierra el grano.
Pero más de un cristiano que haya leído los párrafos que preceden se habrán preguntado: ¿y dónde queda, entre tanta pascua la Pascua cristiana, la de Jesús? Comprendo tu perplejidad, hermano, hermana, pero déjame que te diga con la convicción y humildad de que soy capaz: No opongas la Pascua cristiana a la Pascua de la Tierra y de las demás religiones y culturas. No pienses que la Pascua de Jesús sea la única, ni siquiera la suprema, la realización perfecta de todas las pascuas. Jesús nunca lo pensó. Él vivió hasta morir, y murió hasta resucitar, como el grano, como el profeta mártir, como todos los profetas y mártires, sin etiquetas. La muerte es pascua, que en hebreo significa ‘paso’.
He dicho “no pienses que…”, pero me corrijo: acerca de todas estas cuestiones que se llaman de fe, pero donde la fe no se juega, piensa o “cree” libremente lo que más convincente y razonable te parezca, pero no te apresures a denunciar lo que digo como disolución del evangelio de Jesús. Lo universal sin forma solo se realiza en formas particulares. Así lo hizo Jesús. Hazlo así también tú. La Pascua plena está aún sin hacerse del todo. Hagamos Pascua. Hagamos revivir la llama de la vida en nosotros en las muchas sombras que nos habitan, en las muchas formas en que la muerte nos hiere.
Así lo hizo Jesús, y así resucitó. Su resurrección, como la nuestra, no tiene nada que ver –subrayo: nada– con que su sepulcro hubiese quedado vacío, con que su cuerpo muerto hubiese desaparecido de pronto ‘milagrosamente’ y luego aparecido de nuevo ‘milagrosamente’ a sus discípulas y discípulos. Su resurrección no tiene nada que ver con ningún hecho ‘milagroso’ fuera del milagro de la vida: la bondad más fuerte que la muerte. Jesús resucitó en su vida de profeta bueno, rebelde y sanador, libre y liberador. Resucitó en su compasión, su comensalía, su solidaridad con los últimos. Y por eso murió y, por eso, en su muerte resucitó, pues, como se dice en la dura y hermosa película La forma del agua, “la vida es lo que queda del naufragio de nuestros planes
Esa es la verdadera Pascua de Jesús, pero solo será verdad también en nosotros en la medida en que vivamos como él lo hizo, hasta morir de pura vida, como todas las personas que pasan la vida haciendo el bien, simplemente, como la semilla y la flor, sin mirar al fruto.

(Publicado en DEIA y en los Diarios del Grupo Noticias el 01-04-2018, Domingo de Pascua)

El PP pierde 600.000 votos de pensionistas y ya no tiene mayoría absoluta entre jubilados


En sólo año y medio de segundo mandato de Rajoy, el Partido Popular ha caído siete puntos entre los electores de más de 65 años, según las estimaciones para ‘Público’ del gabinete demoscópico Jaime Miquel y Asociados (JM&A), con lo que pierde por vez primera su abrumadora superioridad en el segmento de los votantes de la tercera edad. El gran beneficiado de este hundimiento acelerado del PP es Ciudadanos, que en este periodo ha ganado más de 700.000 votantes jubilados.
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El Papa urge a acabar con el “exterminio” en Siria


Lorena Pacho

Papa Francisco7
Tras las muertes de Gaza, Francisco reclama paz en Tierra Santa, “golpeada por los conflictos abiertos que no respetan a los indefensos”
En su mensaje antes de impartir la bendición Urbi et Orbi —a la ciudad y al mundo— el Papa Francisco suele agitar conciencias repasando los conflictos que afligen a la humanidad y denunciando la violencia y las injusticias en diferentes partes del planeta. Este domingo, en el que los cristianos celebran la resurrección de Jesucristo, el Pontífice condenó particularmente la situación que se vive en “la amada y martirizada Siria”, arrasada por una guerra civil que comenzó en 2011 y pidió que “se ponga fin inmediatamente al exterminio que se está llevando a cabo, se respete el derecho humanitario y se proceda a facilitar el acceso a las ayudas” y que se garanticen las condiciones necesarias para el regreso de los refugiados
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¿Cómo, donde y en quién está presente y actúa el Señor resucitado?


José María Castillo

ResurrecciónC
Es un hecho que la resurrección de Jesús constituye el acontecimiento central de nuestra fe cristiana. Pero es un hecho también que ese acontecimiento central de la fe cristiana no parece estar en el centro de la vida de los creyentes. Por lo menos, a primera vista, no se tiene la impresión de que los cristianos lo entiendan y lo vivan así. Hay otras cosas que interesan más al común de los mortales bautizados. Y conste que me refiero a cosas estrictamente religiosas: la pasión del Señor, la devoción a la Virgen y a los santos, determinadas prácticas religiosas, etc.
Sin embargo, a mí me parece que no deberíamos precipitarnos a la hora de dar un juicio sobre esta cuestión. Porque, sin duda alguna, se trata de un asunto más complicado de lo que parece en un primer momento. Por eso, valdrá la pena analizar, ante todo, de qué maneras el Resucitado debe estar presente en la vida y el comportamiento de los creyentes, según el Nuevo Testamento, para poder, desde ahí, sacar luego las consecuencias.
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Repensar la resurrección


Andrés Torres Queiruga


ResurrecciónC
La fe en común en la diferencia de las interpretaciones
Este texto es el epílogo del libro de Andrés TORRES QUEIRUGA, «Repensar la resurrección» (Trotta, Madrid 2003), que trata de hacer un resumen del propio libro. No hemos corregido las huellas de este su carácter de epílogo ni sus referencias a páginas anteriores del libro. Agradecemos al autor y a la editorial su gentileza, y recomendamos a los lectores su lectura completa
Llegados al final de un largo y sinuoso recorrido, no sobra intentar poner en claro su resultado fundamental. Un resultado que, como el enunciado del título trata de indicar, presenta un carácter claramente dialéctico. Por un lado, la reflexión ha procurado moverse siempre dentro de aquella precomprensión común de la que, de un modo u otro, parten todos los que se ocupan de la resurrección (por eso dan por supuesto que tratan del mismo asunto). Por otro, ha sido en todo momento consciente de que lo en apariencia “común” está ya siempre —y por fuerza— traducido conforme a los patrones de las interpretaciones concretas. La presentada en este libro es una de ellas. Por eso se ha esforzado en todo momento por moverse dentro de la fe común y al mismo tiempo no ha ocultado nunca su libertad para elaborar su peculiar propuesta dentro de la diferencia teológica.
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Ratzinger y Küng: el dogma y la duda

Juan José Tamayo
Tamayo3
EL PAÍS-BABELIA. DEBATE TEOLÓGICO
Uno subraya la divinidad de Jesucristo; el otro, su humanidad. Colegas primero y rivales después, el Papa emérito y el teólogo crítico son la cara y la cruz del catolicismo actual
Joseph Ratzinger-Benedicto XVI (1927) y Hans Küng (1928) son dos teólogos que fueron colegas en la Universidad de Tubinga, se distanciaron y siguieron caminos diferentes en la Iglesia católica. Ratzinger fue nombrado arzobispo de Múnich y cardenal por Pablo VI en 1977, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) por Juan Pablo II en 1981 y “elegido” papa en 2005.

Hans Küng viene cultivando la teología ininterrumpidamente desde hace más de seis décadas, se le prohibió enseñar teología católica por su crítica al dogma de la infalibilidad en 1979 y ha elaborado un nuevo paradigma teológico: la teología de las religiones. Recientemente se han publicado dos libros en los que ambos exponen sus posiciones, con frecuencia en las antípodas: Últimas conversaciones con Peter Seewald, de Benedicto XVI, y Siete papas. Experiencia personal y balance de la época, de Hans Küng.
En el libro de Benedicto XVI, fruto de una conversación con el periodista alemán Peter Seewald, se aprecia cierta complicidad entre el entrevistador y el entrevistado para eximir al Papa emérito de toda responsabilidad en las actuaciones más cuestionadas durante el cuarto de siglo que estuvo al frente de la CDF y los ocho años de pontificado, que contó con dos momentos de gran impacto: la denuncia de la suciedad en la Iglesia en el viacrucis de la Semana Santa de marzo de 2005 y su renuncia, que dio lugar a una nueva primavera en la Iglesia católica con la elección de Francisco.
Ratzinger ofrece una imagen de Jesús fuertemente divinizada, basada en los dogmas y al servicio del actual modelo romano de Iglesia, Küng pone el acento en el Jesús histórico y en el conflicto con las autoridades religiosas de su tiempo, que motivaron su crucifixión
Uno de los temas de mayor interés es el que se refiere a la relación de Benedicto XVI con Juan Pablo II y con los colegas teólogos, y a la valoración de los mismos en función de las afinidades o divergencias ideológicas. Muestra admiración por su predecesor y sintonía con su proyecto eclesial neoconservador, pero se distancia de él por la actitud del Papa polaco favorable al diálogo interreligioso y, de manera especial, con motivo de los encuentros de oración de Asís, al diálogo con líderes de las diferentes tradiciones religiosas. El desacuerdo en este tema se manifestó con la publicación de la declaración Dominus Iesus de la CDF, que implícitamente defendía el axioma excluyente —“Fuera de la Iglesia no hay salvación”— y rompía los puentes de diálogo ecuménico, interreligioso e intercultural.

Benedicto XVI expresa su aprecio intelectual por el teólogo Henri de Lubac y su estrecha vinculación con Urs von Balthasar, de quien se considera “alma gemela”. Tras abandonar la revista Concilium, de tendencia conciliar, creó con ellos la neoconservadora Communio. Además, el Papa emérito recela de su compatriota Karl Rahner, sin duda el teólogo católico más importante del siglo XX, de quien en su biografía, Mi vida, Ratzinger dice, rayando en la injuria, que “se había dejado dominar cada vez más por la conjura de las retóricas progresistas políticas de tipo aventurero”. Con todo, el teólogo que sale peor parado es Hans Küng, quien, siendo decano en la Universidad de Tubinga, propuso a Ratzinger como profesor de Dogmática e Historia de los Dogmas. Benedicto XVI niega que su colega hiciera aportaciones teológicas significativas al Concilio Vaticano II y le acusa de haber dejado de moverse en el marco de la catolicidad
El teólogo y ensayista Hans Küng en 1983.GETTY IMAGES
Meses después de Últimas con­ver­sa­ciones apareció en castellano el libro de Hans Küng Siete papas. Experiencia personal y balance de la época, en el que con gran maestría literaria ofrece sugerentes retratos de los papas que ha conocido: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, con sus lados oscuros o grises y sus logros. Y lo hace como buen conocedor del catolicismo de ayer y de hoy, actor importante de la reforma conciliar, teólogo crítico del papado y testigo comprometido con su tiempo. Küng expresa su disconformidad con Roma y no cede un ápice en la defensa de la libertad dentro de la Iglesia católica. Sus retratos no son, por tanto, los de un cortesano del Vaticano o un hagiógrafo papal

Uno de los capítulos del libro está dedicado, precisamente, al pontificado de Benedicto XVI, cuya elección y no pocas de sus actuaciones —como el discurso de Ratisbona contra el islam, el alejamiento del concilio, el nombramiento de obispos hostiles al concilio, su corresponsabilidad en los abusos sexuales…— le produjeron “una inmensa decepción”. Valora positivamente la “inesperada y valiente renuncia del Papa”, si bien le parece inquietante el nombramiento, poco antes de su jubilación, “del reaccionario obispo de Ratisbona y editor del legado teológico Gerhard Ludwig Müller como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe”, para dejarlo todo atado y bien atado en materia de ortodoxia. En los primeros años de pontificado de Francisco, el hoy cardenal Müller fue uno de sus más severos críticos y opuso resistencia a cada una de las reformas que planteaba Bergoglio. Su destitución se la ganó a pulso.
El pontificado de Benedicto XVI contó con dos momentos de gran impacto: la denuncia de la suciedad en la Iglesia en el viacrucis de la Semana Santa de marzo de 2005 y su renuncia
Küng considera “un acontecimiento sensacional” su encuentro con Benedicto XVI en Castel Gandolfo. Pero constata, a su vez, la profunda diferencia entre sus aproximaciones a la figura de Jesús de Nazaret. Ratzinger ofrece una imagen de Jesús “desde arriba”, fuertemente divinizada, basada en los dogmas cristológicos de los primeros concilios y en la teología de Agustín y Buenaventura, y al servicio, al menos indirectamente, del actual modelo romano de iglesia y del papa como “vicario de Cristo”. Küng pone el acento en el Jesús histórico, en sus actitudes y en el conflicto con las autoridades religiosas y políticas de su tiempo, que motivaron su crucifixión. Para él, la base del cristianismo no está en los dogmas, sino en el mensaje, la práctica y el proyecto de Jesús


Últimas conversaciones con Peter Seewald. Benedicto XVI. Traducción de José Manuel Lozano-Gotor. Editorial Mensajero. 310 páginas. 19,90 euros.
Siete papas. Experiencia personal y balance de la época. Hans Küng. Traducción de José Manuel Lozano-Gotor y Daniel Romero Álvarez. Ediciones Trotta. 304 páginas. 21 euros.

Reflexión sobre la Resurrección de Jesús-2018


Juan Cejudo, miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares

Resurrección1
El año pasado hacía unas reflexiones sobre la Resurrección que siguen teniendo todo su sentido para este año de 2018. Quien desee recordarlas puede hacerlo en este enlace:
Por eso diré en resumen que para los creyentes, la Resurrección de Jesús es el núcleo central de nuestra fe. Nuestra fe no es de muertos, sino de vivos. No tiene sentido quedarnos contemplando la cruz de Cristo como si con su muerte todo acabara.
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