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domingo, 28 de agosto de 2016

"Saber perder". Enseñanzas olímpicas


col acebo


En nuestra casa de veraneo, llena de nietos, la televisión está encendida todas las noches para ver el desarrollo de las olimpiadas. El otro día la conversación se centró en saber si había estado bien o muy mal, nadie defendía la bondad del acto, cuando el judoca egipcio, Islam El - Shebabi, se negó a estrechar la mano y realizar el saludo habitual, que supone inclinarse, tras su combate perdido ante el iraelí, Or Sasson.
Unos decían que podría haber habido por medio temas personales, cuestiones religiosas o políticas lo que suponía un eximente de esa actitud. Pero precisamente los juegos olímpicos griegos hacían tabla rasa por unos días de todas las guerras y por eso me alegro de que el comité olímpico haya expulsado al egipcio. No tenía excusa.
Como decía Pau Gasol en un artículo, en el deporte se generan pautas de comportamiento que pueden influir entre los más jóvenes y además, practicándolo, se adquieren valores que les serán muy útiles a lo largo de la vida: esfuerzo, superación, perseverancia, compañerismo, respeto, deportividad...
Al pairo de estas reflexiones me ha resultado curioso un estudio que han hecho los profesores Joyce Beneson y Richard Wrangham de la Universidad de Harvard. Dejando aparte las luchas tribales, que son a muerte, en los enfrentamientos menos letales sacaron videos de torneos de varones y mujeres en tenis, pingpong, bádminton y boxeo en los que participaron deportistas de 44 países. Hoy están estandarizadas las reglas de lo que hay que hacer cuando se termina el partido -el caso del combate entre el israelí y el egipcio- que suele ser estrechar la mano del contrario, inclinarse o darse un abrazo dependiendo del deporte practicado.
Lo más curioso del estudio es que, este ceremonial post enfrentamiento, tenía una mayor duración cuando el partido o combate era entre varones y menor cuando era entre mujeres. En tenis la media de los varones era de 1,4 segundos, todos hemos visto algún partido de Nadal en el que tras estrecharse la mano los contrincantes se daban abrazos o golpes en la espalda, por 0,8 de las féminas, unos porcentajes similares se producían en todos los deportes estudiados. En el boxeo las diferencias eran más abultadas 6,3 segundos en ellos por 2,8 en ellas. El estudio también se ha hecho en los chimpancés, tras la reconciliación de algún altercado, y los resultados eran similares a los de los humanos.
Queda por saber si las mujeres dejan el campo de batalla con más resentimiento que los varones... pero eso exige un nuevo estudio. De momento nos hemos quedado con la idea de que el egipcio no lo hizo bien ante la persona que le ganó ¡Es tan difícil saber perder!

Isabel Gómez Acebo
Religión Digital

Mi apoyo al cura que bendijo el amor de dos lesbianas


Juan Cejudo, miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares

Bendición dos lesbianasMe ha parecido un gesto hermoso el que un cura haya bendecido en su parroquia el amor de dos lesbianas que se habían casado por lo civil. No ha habido casamiento, sólo una bendición a dos personas que sea aman.
Se ha formado gran revuelo por ello y el obispo ha abierto un proceso informativo para ver si se aplican medidas disciplinares. El cura ( entiendo que presionado por la reacción del obispo) se ha visto obligado a disculparse y pedir perdón y prometer que no lo volverá a hacer. Como si hubiera cometido un delito!
No entiendo tanto revuelo. El cura no las casó, sólo las bendijo. ¿Qué hay de malo en ello? ¿Es malo bendecir el amor? Dice San Pablo: “Donde hay amor allí está Dios”. Dios está mucho más allá del Código de Derecho Canónico, que, además, no sé dónde pone que no se puede bendecir a dos personas que se quieren.. La verdad no lo entiendo.··· Ver noticia ··

Cómo hacer frente al fundamentalismo

a Leonardo Boff, teólogo
Leonardo Boff2Actualmente se produce en todo el mundo un aumento creciente del conservadurismo y de fenómenos fundamentalistas que se manifiestan por la homofobia, xenofobia, antifeminismo, racismo y todo tipo de discriminaciones.
El fundamentalista está convencido de que su verdad es la única y todo lo demás son desviaciones o está fuera de la verdad. Esto es recurrente en los programas televisivos de las distintas iglesias pentecostales, incluyendo a sectores de la Iglesia Católica, pero también en el pensamiento único de sectores políticos. Piensan que sólo la verdad, la de ellos tiene derecho. El error hay que combatirlo. Este es el origen de los conflictos religiosos y políticos. El fascismo empieza con este modo cerrado de ver las cosas.
¿Cómo vamos a hace frente a ese tipo de radicalismo? Hay muchas formas y creo que una de ellas consiste en rescatar el concepto bueno de relativismo, palabra que muchos no quieren oír. Pero en él hay mucha verdad.
Debe ser pensado en dos direcciones: En primer lugar, lo relativo quiere expresar el hecho de que todos estamos de alguna forma relacionados. En la perspectiva de la física cuántica, la encíclica del Papa Francisco insiste sobre cómo cuidar de la Casa Común: «todo está íntimamente relacionado; todas las criaturas existen y dependen unas de otras» (n.137; 86). Por esta interrelación todos somos portadores de la misma humanidad. Somos una especie entre tantas, una familia.
En segundo lugar es importante comprender que cada uno es diferente y tiene valor por sí mismo, pero está siempre en relación con otros y sus modos de ser. De aquí que sea importante relativizar todos los modos de ser; ninguno de ellos es absoluto hasta el punto de invalidar los demás. Se impone también una actitud de respeto y de acogida de la diferencia porque, por el simple hecho de estar ahí, goza del derecho de existir y de coexistir.
Es decir, nuestro modo de ser, de habitar el mundo, de pensar, de valorar y de comer no es absoluto. Hay otras mil formas diferentes de ser humanos, desde la forma de los esquimales siberianos, pasando por los yanomamis de Brasil, hasta llegar a los habitantes de las comunidades de la periferia y a los de las sofisticadas Alphavilles, donde viven las élites opulentas y temerosas. Lo mismo vale para las diferencias de cultura, de lengua, de religión, de ética y de ocio.
Debemos ampliar la comprensión de lo humano mucho más allá de nuestra concreción. Vivimos en la fase de la geosociedad, sociedad mundial, una, múltiple y diferente.
Todas estas manifestaciones humanas son portadoras de valor y de verdad. Pero son un valor y una verdad relativos, es decir, relacionados unos con los otros, interrelacionados, ya que ninguno de ellos, tomado en sí mismo, es absoluto.
¿Entonces no hay verdad absoluta? ¿Vale el “everything goes” de algunos posmodernos? ¿Vale todo? No vale todo. Todo vale en la medida en que mantiene relación con los otros, respetándolos en su diferencia y no perjudicándolos.
Cada uno es portador de verdad pero nadie puede tener el monopolio de ella, ni una religión, ni una filosofía, ni un partido político, ni una ciencia. Todos, de alguna forma, participan de la verdad, pero pueden crecer hacia una comprensión más plena de la verdad, en la medida en que se relacionan.
Bien decía el poeta español Antonio Machado: «No tu verdad. La verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela». Si la buscamos juntos, en el diálogo y en la relacionalidad recíproca, entonces va desapareciendo mi verdad para dar lugar a nuestra Verdad, comulgada por todos.
La ilusión de Occidente, de Estados Unidos y de Europa, es imaginar que la única ventana que da acceso a la verdad, a la religión verdadera, a la auténtica cultura y al saber crítico es su modo de ver y de vivir. Las demás ventanas solo muestran paisajes deformados.
Pensando así se condenan a un fundamentalismo visceral que los hizo, en otro tiempo, organizar masacres al imponer su religión en América Latina y en África, y hoy haciendo guerras con gran mortandad de civiles para imponer la democracia en Iraq, Afganistán, Siria y en todo el Norte de África. Aquí se da también el fundamentalismo de tipo occidental.
Debemos hacer el buen uso del relativismo, inspirados, por ejemplo, en las artes culinarias. Hay una sola culinaria, la que prepara los alimentos humanos, pero se concreta en muchas formas y en las distintas cocinas: la minera, la nordestina, la japonesa, la china, la mejicana y otras.
Nadie puede decir que sólo una es la verdadera y sabrosa, por ejemplo, la minera o la francesa, y que las otras no lo son. Todas son sabrosas a su manera y todas muestran la extraordinaria versatilidad del arte culinario.
¿Por qué con la verdad debería ser diferente? La base del fundamentalismo es esa arrogancia de que su modo de ser, su idea, su religión y su forma de gobierno es la mejor y la única válida en el mundo.
*Leonardo Boff es filósofo, teólogo, profesor emérito de Ética de la UERJ y escritor.

Traducción de Mª José Gavito Milano