FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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martes, 2 de febrero de 2016

Jorge Costadoat sj : “El Papa tendrá que decir una palabra sobre el tema de la homosexualidad” Jorge Costadoat

 

Gays
“La homosexualidad no es una perversión. Nadie elige ser homosexual”
“Hemos de desmontar un maltrato antiguo e injusto que tiene un aspecto religioso”
– El tema de la homosexualidad en América Latina es nuevo. Tiene una década, a lo más dos. Pero la realidad es antigua, tal vez tanto, tal vez no, como su censura. La censura religiosa ha sido cruel a su propósito. Por esto la mera frase del Papa Francisco “quién soy yo para juzgar a los gay” ha sido liberadora. ··· Ver noticia 

Jubileo de la Misericordia y ley del celibato (6) Rufo González




Curas casados2La Iglesia, “eco de la Palabra de Dios”, ¿“sorprenderá” a los sacerdotes casados?
El último apartado de la Bula del Jubileo (Mv 25) resume los deseos del Papa para este Año Santo. “En este Jubileo dejémonos sorprender por Dios”, insta a todos, instituciones y personas. Todos, sin duda, podemos ser “sorprendidos”, descubriendo, conmoviéndonos, maravillándonos por algún don de Dios imprevisto, inesperado. El texto mezcla la acción de Dios y el deber de la Iglesia. Podemos separar una y otro para entender mejor las “sorpresas” esperables:


a) Sobre Dios dice:
“Él nunca se cansa de destrabar la puerta de su corazón para repetir que nos ama y quiere compartir con nosotros su vida…
Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez que alguien tendrá necesidad, podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios no tiene fin. Es tan insondable la profundidad del misterio que encierra, tan inagotable la riqueza que de ella proviene” (Mv 25).
b) A la Iglesia le dice:
“La Iglesia siente la urgencia de anunciar la misericordia de Dios.
Su vida es auténtica y creíble cuando con convicción hace de la misericordia su anuncio.
Ella sabe que la primera tarea, sobre todo en un momento como el nuestro, lleno de grandes esperanzas y fuertes contradicciones, es la de introducir a todos en el misterio de la misericordia de Dios, contemplando el rostro de Cristo.
La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo.
En este Año Jubilar la Iglesia se convierta en el eco de la Palabra de Dios que resuena fuerte y decidida como palabra y gesto de perdón, de soporte, de ayuda, de amor…” (Mv 25). 
La sorpresa sólo puede venir de la Iglesia:
Para un cristiano no es “sorpresa” la misericordia divina. Lo que dice el Papa sobre Dios lo sabemos por Jesús: “a Dios nadie le ha visto nunca; el Hijo único, Dios, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación” (Jn 1, 18). Conocemos bien la vida de Jesús, sus parábolas, sus signos, su perdón gratuito “hasta setenta veces siete”… La “sorpresa” esperable está en la Iglesia. ¿Qué sorpresa nos dará? El texto “urge” a la Iglesia, para que nos “sorprenda” desde el amor divino, del que debe ser “eco”. Ella puede sorprender cambiando leyes cuestionadas, procedimientos poco evangélicos, usos y costumbres desfasadas (quitar la palabra, condenar, impedir reunirse…). Serían gestos de misericordia y de libertad. Serían signos de gracia y fe que actúa por la caridad (Gál 5, 4-6). Ella, institución, y nosotros, cristianos, podemos sorprendernos y sorprender si nos dejamos llevar del Espíritu de Jesús. Así “revelamos” el genuino rostro de Dios, manifestado en Cristo.
Puntos de intervención para facilitar la celebración del Año Santo
En carta a Mons. Rino Fisichella, Presidente del Consejo para la Nueva Evangelización, septiembre de 2015, el papa Francisco “concede la indulgencia del Jubileo Extraordinario” y centra la atención en algunos puntos importantes “para facilitar que la celebración del Año Santo sea un auténtico momento de encuentro con la misericordia de Dios… Es mi deseo, en efecto, que el Jubileo sea experiencia viva de la cercanía del Padre, como si se quisiese tocar con la mano su ternura, para que se fortalezca la fe de cada creyente y, así, el testimonio sea cada vez más eficaz”. Piensa el Papa en “los fieles de cada diócesis”, en los enfermos, ancianos y solos, los presos… A todos quiere facilitar el encuentro con la misericordia entrañable. Incluso a cualquier persona que practique obras de misericordia: “un fiel que viva personalmente una o más de estas obras obtendrá ciertamente la indulgencia jubilar”, que se puede ganar también para los difuntos.
Recuerda también a las personas inmersas en situaciones negativas
Piensa especialmente en dos situaciones: “todas las mujeres que han recurrido al aborto” y “los fieles de los sacerdotes de la Fraternidad de San Pío X”. A cada uno de ellos les ofrece solución: a las primeras facilitando la absolución por parte de cualquier sacerdote; a los segundos reconociendo como “válida y lícita la absolución de sus pecados” por los sacerdotes de la Fraternidad, aunque no tengan plena comunión con la Iglesia católica.
Ni una palabra para las comunidades atendidas por sacerdotes casados
Salvo la disciplina del celibato, estas comunidades comparten lo fundamental católico. Supongo que en el Vaticano conocen el comunicado “Hacia un modelo de cura no clerical” de 31.12.2015 del Movimiento Internacional de Curas Casados como Federación Latinoamericana y Federación Europea, tras su Congreso en Guadarrama (Madrid), con el lema “Curas en unas comunidades adultas”. Estas personas merece escucha, atención y respuesta evangélica. Resumo sus nueve puntos que esperan diáologo y comprensión:
1.- El modelo de cristianismo mayoritariamente imperante está desfasado; lejos de ayudar a la implantación del Reinado de Dios y su justicia, es con frecuencia un obstáculo para la vivencia de los valores evangélicos. Un nuevo tipo de iglesia y de comunidades es urgente para poder aportar algo válido frente a los retos que el ser humano tiene planteados hoy.
2.- El eje de este nuevo modelo de iglesia debe ser la comunidad, la vida comunitaria de los creyentes en Jesús. Sin esos grupos vivos que comparten su vida y su fe, que intentan descubrir el Reinado de Dios y vivirlo, no hay Iglesia…
3.- Para la renovación de la Iglesia… hacia un modelo activamente comunitario de asamblea del Pueblo de Dios, es preciso un cambio estructural; no son suficientes los meros esfuerzos personales. Hay una inercia de siglos (Estado Vaticano, curias, leyes, tradiciones…) que actúa como un peso muerto y dificulta cualquier reforma progresiva.
4.- Nuestro recorrido nos ha hecho experimentar y comprender que el motor de la transformación se encuentra en el interior de las mismas comunidades: solamente unas comunidades adultas, maduras, pueden llevar a cabo esa transformación estructural necesaria y urgente…
5.- También hemos comprendido y experimentado que los curas -sean célibes o no: no es esa la cuestión principal- no pueden seguir concentrando todo en sus personas y pretender asumir todas las tareas y responsabilidades…
6.- Esas comunidades adultas existen ya; en ocasiones son ignoradas o perseguidas; es necesario incentivarlas. Son pequeños grupos de dimensiones reducidas, donde sus componentes se conocen, comparten, viven la igualdad, la corresponsabilidad, la fraternidad y sororidad…
7.- Esa adultez… les permite adaptarse a las exigencias culturales de nuestro mundo cambiante, vivir y formular la fe de forma y en lenguaje comprensibles y organizarse desde dentro según sus necesidades… Ejercen la libertad de los hijos de Dios; no viven ancladas en el pasado…
8.- Desde esta óptica, resulta cada vez más contradictoria e injusta la situación de las mujeres: mayoritariamente presentes en la vida eclesial, pero apartadas tradicionalmente de las tareas de estudio, responsabilidad y gobierno…
9.- Y, finalmente, es preciso reconocer a estas comunidades el derecho a elegir y encomendar las tareas, servicios y ministerios a las personas que consideren más preparadas y adecuadas para cada tarea, sin distinción de sexo ni estado…, abiertas, inclusivas, desde la pluralidad y el respeto mutuo.
Para estas comunidades, ¿no hay otra esperanza que el Código de Derecho Canónico?
¿No pueden celebrar el Jubileo en la Misericordia evangélica? ¿No puede la Iglesia cambiar la ley para abrazarlas en la disciplina eclesial? ¿Hasta cuándo el silencio, el ninguneo, la exclusión… van a ser el único “eco de la Palabra de Dios”, que tiene la Iglesia para los sacerdotes casados? ¿Cuándo piensa el Papa solucionar este problema, que decía estar en su agenda? Esta situación merma la credibilidad de la Iglesia desde hace muchos años. Este “Jubileo Extraordinario” podría ser mucho más “santo” solucionando generosamente (“divinamente”) este problema

Alfonso Romera Piñero / Médico de urgencias del hospital Virgen del Rocío e impulsor del proyecto La Carpa “La musculatura social del PSOE no es distinta a la que tiene el PP” Gerardo Tecé

 

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Alfonso Romera Piñero (Madrid, 1952) es oftalmólogo y médico de urgencias en el mayor hospital de Andalucía, el hospital público Virgen del Rocío de Sevilla. Una huelga de estudiantes en el Madrid de Franco lo llevó a cursar sus estudios en el sur de España. Después de 40 años de profesión y a punto de jubilarse, Romera ha vuelto a retomar la pelea con la que empezó a ejercer su carrera sanitaria: los colectivos marginados. ··· Ver noticia ···

5 estilos de educar El camino para ser libres pasa por obedece JOSÉ ANTONIO SAN MARTÍN


A A veces, hemos oído decir aquello de que cada uno somos hijos de nuestro padre y madre. Y habría que añadir, de la educación y del ambiente en el que nos hemos criado. Lo pensemos o no, nuestra personalidad actual es fruto de cómo vivimos nuestra infancia, y de nuestras circunstancias familiares y culturales. A lo largo, sobre todo de los primeros años, hemos adquirido unas características que determinan el “estilo” de ser padres. Pero, no tenemos un estilo puro, aunque tendamos a él. Somos una mezcla de estilos educativos que hemos ido aprendiendo al contacto con nuestros padres, familiares, educadores… Comento algunos de esos estilos educativos que han podido marcar nuestras vidas.
 Padres autoritarios Con frecuencia se confunde autoridad con autoritarismo. Los padres tenemos que tener autoridad, pero no autoritarismo. Cuando predomina esta actitud tendemos a ser rígidos, poco afectuosos, intolerantes. Deseamos tener el control absoluto sobre los hijos. Dictamos las normas a nuestro gusto y las imponemos “por qué sí”. No damos espacio para el diálogo y solemos exagerar los errores de nuestros hijos, ignorando los logros. Este tipo de padres fue común en las generaciones de nuestros abuelos o nuestros padres, pero todavía existen personas rígidas, despóticas, dominantes. San Francisco de Sales decía: “Se cazan más moscas con una cucharada de miel que con un barril de vinagre”. Autoridad sí. Autoritarismo o mal uso de la autoridad, no.
 Padres permisivos Muchos fuimos educados en el tiempo en el que el estilo predominante era el autoritario. No nos gustaba. Para no caer en los defectos propios de ese estilo nos fuimos al otro lado del péndulo. En nombre de la libertad dejamos hacer a los hijos lo que quieren porque creímos que así serán felices. Pero esta actitud es nefasta. Los niños crecen sin una guía que les diga “lo que está bien y lo que no está bien”. Poner límites no significa maltratos ni castigos. Leí hace tiempo, en un libro de José Antonio Marina, que el camino para ser libres pasa por obedecer. Debo ser sincero y deciros que me sorprendió la frase, pero luego comprendí la agudeza de su afirmación. Un niño pequeño si “hace lo que le da la gana” se convierte en “esclavo” de sus impulsos, de sus instintos, de sus tendencias. Y, por tanto, no es libre. El dejarse guiar por lo que me apetece nos convierte en esclavo de nuestros gustos.
 Padres hiperprotectores La finalidad de la educación familiar es conseguir que los hijos sean autónomos. Esto no se consigue con la sobreprotección. A los niños pequeños hay que permitirles que comiencen a andar, a pesar de que se caigan más de una vez. Los que por miedo a que sus hijos se caigan no les permiten andar cometen un grave error. Los que por miedo a que sus hijos puedan tener problemas en la vida, los sobreprotegen, cometen un error mayor. Hay padres que creen que el mundo es un gran peligro para los niños. Constantemente se enojan con ellos porque los niños son inquietos, porque se alejan para curiosear, porque se mueven demasiado. Y en su intento por mantener a sus hijos sanos y salvos, mantienen una actitud de hiperprotección que destruye a sus hijos, haciéndolos sentir inútiles. Este tipo de padres debe saber que ellos están ahí para darle fuerzas al niño para que sea independiente, no para quitarle fuerzas y hacerlo dependiente. Proteger sí. Proteger en exceso, no.
 Padres pasivos Son los que omiten sus responsabilidades familiares. Son aquellos que cuando sus hijos se acercan ponen pretextos para no estar con ellos y dejan que todo lo solucione la pareja. Toman a la ligera los problemas de los hijos y no forman parte de su desarrollo. Estos padres deben aprender que los hijos toman el ejemplo de ambos padres y que la ausencia de uno, física o emocional, afecta su desarrollo. Esta actitud es profundamente negativa. Los hijos no necesitan padres que les orienten, acompañen, ayuden, hablen con ello. En una palabra que les protejan y eduquen.
 Padres positivos Este tipo de padres mantiene una comunicación activa con sus hijos. Les ofrecen opciones para actuar y así evitan conflictos con los hijos. Este tipo de padres es el modelo ideal para ser equilibrados y no dejarse invadir por otros estilos educativos negativos. Estos padres no delegan toda la educación al colegio. Saben que ellos son los principales educadores. Conocen que se consigue más alabando lo bueno que hacen sus hijos que criticando negativamente los errores que puedan cometer. Trabajan por hacer responsables a sus hijos. Les inculcan la importancia de cumplir con sus deberes. Ante los problemas, hablan con ellos y les orientan para que sepan resolverlos. Hacen responsables a sus hijos de gestionar la solución. Saben poner límites. No todo es posible. Hay unos límites que deben respetar. Confían en sus hijos. Y, sobre todo, los quieren mucho.
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Boletín Salesiano febrero 2016