FUNDADOR DE LA FAMILIA SALESIANA

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COLEGIO SALESIANO - SALESIAR IKASTETXEA

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ATALAYA

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lunes, 13 de agosto de 2018

Religión Digital 
(Antonio Aradillas).
- De entre las diversas "lecturas", versiones e interpretaciones que pudieran aplicárseles al título de este artículo, en el caso de que hubiera sido "Bodas de Obispos", me hubiera tenido que dar santas y apresuradas prisas en destacar, para tranquilidad de muchos y muchas, que no se trata de que también a los obispos de la Iglesia católica se les hayan ya abierto las puertas matrimoniales de este sacramento. En otras Iglesias, tan Iglesias como la católica, ya se dio tal paso, sin que este obstaculizara su capacidad de respuesta de salvación religiosa. En la misma Iglesia católica, la historia testifica que obispos -y sacerdotes- casados, llega a ser lo normal, sin extrañar para nada la insistencia del apóstol san Pablo de que el obispo casado habría de esposarse con una sola mujer. Seguir leyendo

Nuevas imágenes para la Asunción de María

col aleixandre art
La imagen de Asunción despierta imágenes de movimiento, de atracción hacia arriba, de impulso ascensional; nuestra mirada es atraída hacia la altura y vemos a María elevada hacia ese ámbito que llamamos "cielo" donde, con palabras de Pablo, están "las cosas de arriba", por contraposición a “las cosas de abajo” (Col 3,1). Pero además de esta imagen espacial, podemos explorar otras que nos acerquen a María:
La obra terminada
Al hablar de la Asunción nos referimos al resultado final y a la culminación del proceso vital de María. Pero la meta supone siempre un camino, el fruto ha tenido una larga maduración en el árbol, la piedra preciosa ha cristalizado lentamente durante miles de años en la hondura de la roca. Cuando se emprende una obra pública de envergadura se suele construir una maqueta que muestre el proyecto que se está construyendo y se expone en un lugar visible para que todos puedan ver cómo va a ser el final: al mirarla, contemplamos e imaginamos la obra ya terminada. La Iglesia nos pone hoy ante una “maqueta” que nos muestra el resultado final de la obra de Dios en la mujer que no opuso ninguna resistencia a su acción: “Hágase en mí…”, dijo María, la mujer de la Nueva Creación, acogiendo sobre ella la presencia del mismo Espíritu que “se cernía sobre la faz de las aguas” (Gen 1,2) en la mañana de la primera creación.
El fruto de la nueva Tierra
Cuando Moisés no sabía cómo convencer a un pueblo cansado, escéptico y desmotivado para entrar en la tierra de la promesa, envió exploradores a Canaan que volvieron cargados con gigantescos racimos de uvas dulces, frescas y apetitosas: ¡Estos son los frutos de la tierra hacia la que nos dirigimos!”, dijo Moisés al mostrárselos a los israelitas (Num 13). Algo así hace la Iglesia cuando nos presenta la Asunción de María, como si nos dijera: “Mirad las primicias de la humanidad nueva, ella es el fruto ya granado de la Tierra hacia la que nos dirigimos. Dichosos vosotros por haber recibido la buena noticia del campo donde echa sus raíces el Árbol de la Vida que produce semejante fruto, compartid con otros ese secreto a voces, ese sabor del vino que llena de alegría”. La existencia ya glorificada de María y su alegría, son los únicos instrumentos de que dispone para decirnos: “Es una tierra que mana leche y miel. Vale la pena subir a conocerla”.
La casa preparada
Me voy a prepararos lugar, decía Jesús, y cuando vaya y os prepara el lugar, vendré de nuevo a llevaros a mi casa para que donde yo esté, estéis también vosotros (Jn 14, 2-3).
María, la primera en llegar a la Casa, toma parte con su Hijo en la tarea de preparar ese lugar para que un día, donde ella esté, estemos también nosotros. Ella nos espera "a mesa puesta" en ese banquete del que le gustaba hablar a su Hijo.
La meta alcanzada
La imagen es de Pablo en su carta a los Filipenses: Hermanos, yo no lo he alcanzado aún, ni he llegado ya a ser perfecto, sino que continúo mi carrera a fin de poder alcanzar a aquel por quien yo mismo fui alcanzado, Cristo Jesús. (Fil 3,12). El evangelio nos presenta a María desde el comienzo "caminando deprisa" desde Nazaret de Galilea a la sierra de Judea para llegar a casa de su prima Isabel y en aquella primera “meta” de su carrera, recibió de labios de Isabel la primera bienaventuranza: "Dichosa tú que has creído...". Y aquello no fue sino un anticipo de la felicitación que iba a recibir en el final definitivo de su trayectoria. Toda la vida de María consistió en dirigirse apasionadamente hacia esa meta definitiva que no podía ser otra cosa que su propio Hijo. Como cuando llega la primavera y el ánade salvaje emprende el vuelo de retorno y nada puede detener su impulso ascensional.

María no es el fruto de ningún privilegio

col fraymarcos
Lc 1, 39-56
No debemos caer en el error de considerar a María como una entidad paralela a Dios, sino como un escalón que nos facilita el acceso a Él. El cacao mental que tenemos sobre María, se debe a que no hemos sido capaces de distinguir en ella dos aspectos: uno la figura histórica, la mujer que vivió en un lugar y tiempo determinado y que fue la madre de Jesús; otro la figura simbólica que hemos ido creando a través de los siglos, siguiendo los mitos ancestrales de la Diosa Madre y la Madre Virgen. Las dos figuras han sido y siguen siendo muy importantes para nosotros, pero no debemos mezclarlas.
De María real, con garantías de historici­dad, no podemos decir casi nada. Los mismos evangelios son extremadamente parcos en hablar de ella. Una vez más debemos recordar que para aquella sociedad la mujer no contaba. Podemos estar completamente seguros de que Jesús tuvo una madre y además, de ella dependió totalmente su educación durante los once o doce primeros años de su vida. El padre en la sociedad judía del aquel tiempo, se desentendía totalmente de los niños. Solo a los 12 ó 13 años, los tomaban por su cuenta para enseñarles a ser hombres, hasta entonces se consideraban un estorbo.
De lo que el subconsciente colectivo ha proyectado sobre María, podríamos estar hablando semanas. Solemos caer en la trampa de equiparar mito con mentira. Los mitos son maneras de expresar verdades a las que no podemos llegar por vía racional. Suelen ser intuiciones que están más allá de la lógica y son percibidas desde lo hondo del ser. Los mitos han sido utilizados en todos los tiempos, y son formas muy valiosas de aproximarse a las realidades más misteriosas y profundas que afectan a los seres humanos. Mientras existan realidades que no podemos comprender, existirán los mitos.
En una sociedad machista, en la que Dios es signo de poder y autoridad, el subconsciente ha encontrado la manera de hablar de lo femenino de Dios a través de una figura humana, María. No se puede prescindir de la imagen de lo femenino si queremos llegar a los entresijos de la divini­dad. Hay aspectos de Dios, que solo a través de las categorías femeninas podemos expresar. Claro que llamar a Dios Padre o Madre, son solo metáforas para poder expresarnos. Usando solo una de las dos, la idea de Dios queda falsificada porque podemos quedar atrapados en una de las categorías masculinas o femeninas.
El hecho de que la Asunción sea una de las fiestas más populares de nuestra religión es muy significativo, pero no garantiza que se haya entendido correctamente el mensaje. Todo lo que se refiere a María tiene que ser tamizado por un poco de sentido común que ha faltado a la hora de colocarle toda clase de capisayos que la desfiguran hasta incapacitarla para ser auténtica expresión de lo divino. La mitología sobre María puede ser muy positiva, siempre que no se  distorsione su figura, alejándola tanto de la realidad que la convierte en una figura inservible para un acercamiento a la divinidad.
La Asunción de María fue durante muchos años una verdad de fe aceptada por el pueblo sencillo. Solo a mediados del siglo pasado, se proclamó como dogma de fe. Es curioso que, como todos los dogmas, se defina en momentos de dificultad para la Iglesia, con el ánimo de apuntalar sus privilegios que la sociedad le estaba arrebatando.
Hay que tener en cuenta que una cosa es la verdad que se quiere definir y otra muy distinta la formulación en que se mete esa verdad. Ni Jesús, ni María, ni ninguno de los que vivieron en su tiempo, hubieran entendido nada de esa definición dogmática. Sencillamente porque está hecha desde una filosofía completamente ajena a su manera de pensar. Para ellos el ser humano no es un compuesto de cuerpo y alma, sino una única realidad que se puede percibir bajo diversos aspectos, pero sin perder nunca su unidad.
La fiesta de la Asunción de María nos brinda la ocasión de profundizar en el misterio de toda vida humana. Se trata de la aplicación a María de toda una filosofía de la vida, que puede llevarnos mucho más allá de consideraciones piadosas. Cuando el dogma habla de “en cuerpo y alma”, no debemos entenderlo como lo material o biológico por una parte, y lo espiritual por otra. El hilemorfismo, mal entendido nos ha jugado un mala pasada. Los conceptos griegos de materia y forma, son ambos conceptos metafísicos. El dogma afirma que todo el ser de María ha llegado a identificarse con Dios.
En la más clásica filosofía occidental encontramos tres conceptos que se han calificado como trascendentales: “unum”, “verum”, “bonum” (unidad, verdad y bondad). Pero la más simple lógica nos dice que, si esos conceptos se pueden aplicar a todos los seres, no hay lugar para sus contrarios: multiplicidad, falsedad y maldad. Esta contundente conclusión nos lleva a desestimar estas cualidades contrarias y negativas, como realidades realmente existentes. Este aparente callejón sin salida nos obliga a considerar estas tres últimas realidades como apariencias sin consistencia verdadera.
Allí donde encontramos multiplicidad, falsedad, maldad, debemos profundizar hasta descubrir en lo más hondo de todo ser, la unidad, la verdad y la bondad. Toda apariencia debe ser superada para encontrarnos con la auténtica realidad. Esa REALIDAD está en el origen de todos y está escondida en todo. En el momento que desaparezcan las apariencias, se manifestará toda realidad como una, verdadera y buena. Es decir, que la meta de todo ser se identificará con el origen de toda realidad.
La creación entera está en un proceso de evolución, pero aquella realidad hacia la que tiende, es la realidad que le ha dado origen. Ninguna evolución sería posible si esa meta no estuviera ya en la realidad que va a evolucionar. Ex nihilo nihil fit, (de la nada, nada puede surgir) dice también la filosofía. Si como principio de todo lo que existe ponemos a Dios, resultaría que la meta de toda evolución sería también Dios.
Lo que queremos expresar en la celebración de una fiesta de la Asunción de María, es precisamente esto. No podemos entender literalmente el dogma. Pensar que un ser físico, María, que se encuentra en un lugar, la tierra, es trasladado localmente a otro lugar, el cielo, no tiene ni pies ni cabeza. Hace unos años se le ocurrió decir al Papa Juan Pablo II que el cielo no era un lugar, sino un estado. Pero me temo que la inmensa mayoría de los cristianos no ha aceptado la explicación, aunque nunca la doctrina oficial había dicho otra cosa.
El dogma propone que la salvación de María fue absoluta y total, es decir, que alcanzó su plenitud. Esa plenitud solo puede consistir en una identificación con Dios. Se trata de un cambio de estado. María ha terminado el ciclo de su vida terrena y ha llegado a su plenitud. No a base de añadidos externos sino por un proceso interno de identificación con Dios. En esa identificación con Dios ha llegado al límite de las posibilidades. Todas las apariencias han sido superadas. Esa meta es la misma para todos.
Cuando nos dicen que fue un privilegio, porque los demás serán llevados de la misma manera al cielo, pero después del juicio final, ¿De qué están hablando? Para los que han terminado el curso de esta vida, no hay tiempo. Todos los que han muerto están en la eternidad, que no es tiempo acumulado, sino un instante. Concebir el más allá, como si fuera continuación del más acá, nos ha metido en un callejón sin salida; y parece que muchos se encuentran muy a gusto en él. Del más allá no podemos saber nada. Lo único que podemos descartar es que sea prolongación de la vida del aquí

El concepto "Vida" aplicado a Dios es una metafora

col fraymarcos
Jn 6, 51-59
El evangelio del hoy, no solo es continuación del domingo pasado, sino que se repite el último versículo, para que no perdamos el hilo. Ya dijimos que todo el capítulo está concebido como un proceso de iniciación. Partiendo del pan compartido, ha ido progresando hasta la oferta definitiva de hoy. Después de esa oferta, ya no queda más alternativa: o seguir a Jesús o abandonar la empresa y seguir cada uno el camino de su ego.
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Para los judíos del tiempo de Jesús, el ser humano era un bloque monolítico, ni siquiera tenían un término para designar lo que nosotros llamamos alma sin el cuerpo o cuerpo sin el alma. Hablar de carne, era hablar de la persona entera. Esa carne es su misma realidad humana, no la carne física separada. Para un judío, la idea de comer (masticar) la carne de otro, era sencillamente repugnante, porque significaba que se tenía que aniquilar al otro para hacer suya la sustancia vital del otro.
Si no coméis la carne de este Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. Jesús, en vez de intentar suavizar su propuesta, la hace aún más dura; porque si era ya inaceptable el comer la carne, fijaros qué tendría que suponer para un judío la sola idea de beber la sangre, que para ellos era la vida, propiedad exclusiva de Dios, con prohibición absoluta de comerla. Jesús les pone como condición indispensable para seguirle que coman su carne y beban su sangre. Jn insiste en que, eso que les repugna, es lo que deben hacer con Jesús. Apropiarse de su energía, hacer suya su misma vida.
Debemos tener muy en cuenta que en este capítulo se habla de  sarx  “carne”, pero en todas las referencias a la eucaristía de los sinópticos y de Pablo se habla de swma “cuerpo”. Para nosotros los dos términos son intercambiables, pero para la antropología judía eran aspectos muy diferentes. Carne es el aspecto más bajo del hombre, la causa de todas sus limitaciones. Cuerpo, por el contrario, significa el aspecto humano que le permite establecer relaciones; sería el sujeto de todos los verbos: yo, tú, él… Es la persona, el yo como posibilidad de enriquecerse o empobrecerse en sus relaciones con los demás seres humanos.
La cultura griega introdujo un concepto que no existía en la mentalidad judía. Al entender “cuerpo” como la parte física hemos tergiversado la comprensión del sacramento de la eucaristía. Para ser fieles al relato evangélico, tendríamos que traducir: “esto en mi persona, esto soy yo”. Sin olvidar, que lo  esencial, no es lo que dijo, sino lo que hizo. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. En esto coinciden los tres sinópticos. No se trata de un pan cualquiera, sino de un pan, tomado, eucaristizado, partido y repartido. Después de hacer eso, Jesús queda identificado con ese pan, que se parte y se reparte. 
Al hablar de “carne”, Jn está en otra dinámica. Trata de decirnos que lo que tenemos que hacer nuestro de Jesús es su parte más terrena, la realidad más humilde y baja de su ser. Tenemos que imitar lo que él es en la carne pero gracias al Espíritu. Sin duda está pensando en el significado más profundo de la encarnación, a la que Jn da tanta importancia.
En la concepción falseada de “cuerpo”, no hay ninguna diferencia entre el cuerpo y la sangre, porque la sangre es también cuerpo. Pero si hacemos la distinción adecuada, resulta que son dos signos diferentes. El primero hace referencia a la persona en su vida normal de cada día. El segundo, sangre, hace referencia a la vida. En efecto, cuando la sangre se escapa por la herida, la vida también desaparece. Cuando Jesús dice que tenemos que comer su cuerpo y beber su sangre, está diciendo que tenemos que apropiarnos de su persona y de su vida. La prueba de que está hablando de símbolos y no de palabras que hay que tomar al pie de la letra, está en que, unas líneas más abajo, nos dice: “El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada”. 
El comer y el beber son símbolos increíblemente profundos de lo que tenemos que hacer con la persona de Jesús. Tenemos que identificarnos con él, tenemos que hacer nuestra su propia Vida, tenemos que masticarlo, digerirlo, asimilarlo, apropiarnos de su sustancia. Esta es la raíz del mensaje. Su Vida tiene que pasar a ser nuestra propia Vida. Solo así haremos nuestra la Vida de Dios. Lo que Jesús les dice es precisamente lo que hiere su sensibilidad. No se trata de la biología, ni en Jesús ni en nosotros. Se está hablando de la VIDA de Dios.
Por activa y por pasiva, insiste Jesús en la necesidad de comer su carne y beber su sangre. El que come mi carne... tiene vida definitiva. Si no coméis la carne... no tendréis vida en vosotros. Si hemos comprendido de qué Vida está hablando, descubriremos lo que significa: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Es comida y es bebida porque alimentan la Vida. La Vida verdadera no es la biológica. Esto fue difícil de aceptar para ellos y sigue siendo inaceptable para nosotros. A continuación lo explica un poco mejor.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.Cuando nos referimos a la eucaristía, nos fijamos en la segunda parte de la proposición, “yo recibo a Jesús y Jesús está en mí”, pero olvidamos la primera. Pero resulta que lo primero y más importante es que “yo esté en él”. De nosotros depende hacernos, como Jesús, pan partido para dejar que nos coman. Estamos muy acostumbrados a considerar la “gracia” como consecuencia automática de unos ritos, sin darnos cuenta que en la vida espiritua­l no puede haber automatismo.  
Como a mí me envió el Padre que vive y así yo vivo por el Padre, también aquel que me come vivirá por mí. Una vez más hace referencia al Padre. El designio de Dios, es comunicar Vida a Jesús y a nosotros. La actitud del que se adhiere a Jesús, debe ser la misma que él tiene hacia su Padre: recibir la Vida y comunicarla a los demás. Jesús nos está pidiendo que hagamos con él, lo que él mismo ha hecho con su Padre. Al hacer nuestra su Vida, hacemos nuestra la misma Vida de Dios. Cuando Jesús dijo: “Yo y el Padre somos uno”, está manifestando cuál es la meta de todo ser humano: esa identificación con Dios.
Este es el pan bajado del cielo, no como el que comieron vuestros padres y murieron; quien come pan de este vivirá para siempre.Una y otra vez se repite la idea, señal de la importancia que el evangelista quiere darle. Seguramente la polémica seguía con los judíos que no acababan de aceptar el significado de Jesús. Al evangelista lo que le interesa es dejar claro el sentido de la adhesión a Jesús. Existen dos panes bajados del cielo (venidos de Dios), uno espiritual, su persona; otro material, el maná.
La eucaristía, el discurso del pan de vida y el lavatorio de los pies, están conectados, pero cada uno tiene un matiz diferente que ayuda a entender la realidad a la que hacen referencia. La eucaristía resalta el aspecto de entregarse a los demás. El discurso del pan de vida acentúa el aspecto de alimento de la verdadera Vida y la necesidad de descubrir ese alimento en la carne, es decir, en lo perceptible de Jesús. En el lavatorio de los pies, se resalta el aspecto de servicio a los demás. Lavar los pies era una tarea de esclavos. El servicio a los demás (diaconía) es la clave para entender la nueva comunidad.

Meditación
Una misma Vida atraviesa a Dios, a Jesús y a todo ser humano.
No son vidas distintas que se suceden, sino la misma y única VIDA.
La tarea fundamental de todo ser humano
es nacer a esa Vida que se le ofrece gratuitamente.
Aunque para ello tenga que morir
a todo lo que signifique egoísmo e individualidad.

EL SAGRARIO SOMOS NOSOTROS

col sicre

Un final duro y sorprendente (Evangelio: Juan 6, 51-58)
Llegamos al final del discurso del pan de vida. El domingo pasado, Jesús terminó diciendo: «Yo soy el pan del cielo…  el pan que yo daré es mi carne». Como en las series de televisión, el pasaje de hoy comienza repitiendo ese final, para recordarnos dónde estamos y entender la reacción de los judíos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Es la pregunta que se haría cualquier persona normal, incluso la predispuesta a favor de Jesús. Pero él no responde a esta pregunta. Los oyentes o lectores cristianos del discurso saben la respuesta: no se trata de comer un trozo del cuerpo de Jesús, sino de comer el pan eucarístico. Pero el autor del cuarto evangelio no lo dice, prefiere que el lector experimente la misma duda que los judíos.
En una lectura precipitada, parece que esta última parte del discurso no ofrece ninguna novedad, que se limita a repetir la promesa de la vida eterna para quien coma «el pan que ha bajado del cielo».
Sin embargo, hay aspectos nuevos e importantes.
1. Beber la sangre. Hasta ahora, solo se ha hablado del pan. En esta sección final se hace referencia cuatro veces a la sangre, verdadera bebida, igual que el pan es verdadera comida. Dada la relación del discurso con la eucaristía, esta referencia era imprescindible. La iglesia primitiva siempre recordó el doble gesto de Jesús durante la última cena: al comienzo, partiendo el pan; al final, bendiciendo y pasando la copa. Pan y vino son esenciales. Un discurso sobre la eucaristía no puede dejar de mencionar la sangre, el vino.
2. La dureza del lenguaje. Hasta ahora, el discurso ha sido polémico y ha provocado discusión y rechazo. Jesús, en vez de echarse atrás e intentar justificar sus expresiones, usa fórmulas escandalosas que se prestan a ser interpretadas como canibalismo: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida». Hay que comerla y beberla. Sin explicación alguna ni matices. ¿Por qué? Jesús no quiere seguidores inconscientes y rutinarios. En los evangelios sinópticos hay otras muchas expresiones suyas, durísimas, desanimando a seguirle a quienes no estén dispuestos a cargar con la cruz, a renunciar a todo, a abandonar al padre y a la madre… En una línea distinta, estas palabras del discurso son también una forma de seleccionar a sus seguidores, como quedará claro el próximo domingo.
3. La vida. La repetición frecuente de «la vida eterna» y de «yo lo resucitaré en el último día» parece sugerir que es algo que solo se consigue después de la muerte. Ahora se deja claro que «el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna». La tiene ya, ahora, antes de morir. Sin decirlo expresamente, el texto supone que hay dos formas de vida: la normal, física, y la espiritual o eterna. La primera la tienen todos los seres humanos; la segunda, quienes comen el cuerpo y la sangre de Jesús. ¿En qué consiste esa vida?
4. Jesús dentro de nosotros. La respuesta la ofrecen estas palabras: «El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él». Es la única vez que aparece este tema en el discurso, que recuerda la experiencia de Pablo: «Vivo yo, pero no yo; es Cristo quien vive en mí». Pero la imagen que mejor puede expresarlo es la del feto en el vientre de su madre: habita en ella, y ella en él. Esa intimidad absoluta y misteriosa es la que se produce en la eucaristía. Y esa presencia de Jesús en los que comulgamos no termina al cabo de un cuarto de hora, como enseñaban a veces de niño. Una educación religiosa bienintencionada, pero deficiente, hace pensar a muchos que Jesús está principalmente en el sagrario, olvidando que está dentro de nosotros tan realmente como allí.
5. El final. Tras las cuatro intervenciones de la gente al comienzo del discurso y las dos preguntas escandalizadas que encontramos más tarde, resulta curioso que el autor no diga nada de la reacción del auditorio, de los judíos. Todo termina con unas palabras suprimidas por la liturgia: «Esto dijo [Jesús] enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm». Quien prescindió de estas palabras no debería aprobar un examen sobre el cuarto evangelio. Son esenciales para distinguir la reacción de los judíos (el silencio, no discuten más) y la de los discípulos de Jesús, que leeremos el próximo domingo.
Jesús y la Sabiduría como anfitriones (1ª lectura: Proverbios 9,1-6)
Ninguno de nosotros se extraña de ver a la justicia representada como una mujer con los ojos vendados, una espada en la mano derecha y una balanza en la izquierda. En los últimos siglos antes de Jesús, algunos autores bíblicos, para oponerse a la idea griega de que la sabiduría es algo humano, y reside especialmente en Atenas, comenzaron a presentarla como una criatura de Dios, que lo acompaña desde el momento de la creación y termina residiendo en Jerusalén. La primera lectura la describe como una gran señora que construye un palacio, prepara un banquete, e invita a los jóvenes a compartir su pan y su vino, su sabiduría y su enseñanza, que les darán la vida.
Los cristianos aplicaron estas imágenes e ideas a Jesús. Él es la verdadera sabiduría de Dios, que baja del cielo y reside entre nosotros, como dice el prólogo de Juan. Es lógico que se haya elegido este breve fragmento del libro de los Proverbios como primera lectura (en este caso debo reconocer, sin que sirva de precedente, el acierto de quienes seleccionaron los textos). Habla de comer mi pan y beber del vino, y de conseguir la vida.
Indico, no obstante, dos diferencias entre este texto y el evangelio.
1. La Sabiduría invita solamente a los jóvenes. Cosa lógica, porque es presentada como una maestra que enseña a «sus hijos», sus discípulos, a comportarse rectamente. Jesús invita a todos.
2. El pan y el vino de la Sabiduría no dan la vida; la da la prudencia: «Dejad de ser imprudentes y viviréis». El simbolismo del evangelio es más fuerte: la sabiduría no se adquiere a través de una serie de enseñanzas, se come y bebe y termina habitando dentro de nosotros.
La sabiduría cotidiana del cristiano (2ª lectura: Efesios 5,15-20)
Por pura casualidad, porque la segunda lectura nunca se elige por relación con la primera ni con el evangelio, existe un punto de contacto con los Proverbios. También aquí se exhorta a la inteligencia y la sensatez, a no actuar neciamente. Y la forma de vivir de acuerdo con la voluntad de Dios se concretas en dos datos: 1) No llenarse de vino. 2) Llenarse del Espíritu Santo, cantando, alabando y dando gracias a Dios

Dos en uno

comentario editorial

“Todos son el otro y ninguno es él mismo” (Heidegger)
19 de agosto. Domingo XX del TO
Jn 6, 52-59
Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él
Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564), pintor, escultor y arquitecto, reconocido como uno de los grandes del renacimiento y de la historia del arte, dejó cuadros inacabados como El Santo Entierro, actualmente en la National Gallery de Londres. Los críticos nos dicen que justo cuando apenas comenzamos a aprehender sus figuras, sus gestos, sus palabras, se nos escapan de las manos. Y el artista nos deja sorprendidos, invitándonos a seguir soñando en el misterio, con palomas vestidas de deseos que en un mundo ideal se van del nuestro palomar hasta los cielos. ¿Nos han dejado solos?
O, quizás más bien, en ninguna parte, porque no necesitamos espacio ni tiempo para encontrarnos. “Los amantes no se encuentran en ningún lugar. Se encuentran el uno al otro todo el tiempo”, dijo Rumi. Y Martín Heidegger lo exageró en esta sentencia: “Todos son el otro y ninguno es él mismo”. O, como remachó John Dee: “Tú eres tu propio santuario”.
En una divertida comedia, Como gustéis, William Shakespeare escribió estos sugestivos versos en los que resalta la idea -como hizo también Calderón de la Barca en El Gran teatro del mundo- de que el “dos en uno” que parece insinuar Jesús en el evangelio de este domingo, es un par inmensamente abierto:
“La vida entera es un escenario,y hombres y mujeres, meros actores.Entran en escena, entran en escena,salen de ella, y cada uno utilizasu tiempo para representar muchos papeles”.
Cuando queremos entender algo, no podemos simplemente quedarnos fuera y observarlo. Tenemos que entrar profundamente dentro de ello y ser uno con ello para realmente entender. Si queremos entender a una persona debemos sentir sus sentimientos, sufrir sus sufrimientos y disfrutar con su alegría, comentó Tich Nhat Hanh en Sabiduría eterna.
Y Proverbios 8, 29-31, dicen “Cuando al mar dio su precepto -las aguas no rebasarán su orilla-, cuando asentó los cimientos de la tierra, yo estaba allí, como arquitecto, y era yo todos los días su delicia, jugando en su presencia en todo tiempo, jugando por el orbe de su tierra; y mis delicias están con los hijos de los hombres”
Albert Einstein escribió que “Un ser humano es una parte de este todo a que llamamos universo, una parte limitada en el tiempo y en el espacio. Se experimenta a sí mismo y experimenta sus pensamientos y sentimientos como algo separado de todo lo demás, lo cual es una especie de ilusión óptica de la conciencia. Este engaño constituye una prisión para nosotros, pues nos limita a nuestros deseos personales y a sentir afecto por unas pocas personas que sentimos más próximas. Nuestra tarea debería ser liberarnos de esta prisión ampliando nuestro círculo de compasión, con el fin de abarcar a la totalidad de seres vivos y a la naturaleza con todo su esplendor”.
Jesús era una persona humana tan abierta, que en las palabras por él dichas en Jn 6, 56, “Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”, está con todos nosotros como dice el Poema, afuera y dentro despejando sombras y encendiendo farolas en todas las autopistas de las autovías de nuestras existencias.

MÁS ALLÁ
Más allá de Dios está Dios.Y yo estoy con él afuera y dentrodespejando sombras en la nochey, en el amanecer, farolas encendiendo.
El sonido del pulsodel corazón de Dios y el míomarcan el latido del mundocon armónico ritmo.
Luz humana y divinaque despeja en la mente pensamientos-los de Dios y los míos-y rompe en el Poniente ardientes besos.
(EL LEGENDARIO REINO DE LOS SENTIMIENTOS. Ediciones Feadulta)

Apostasía colectiva en Buenos Aires: largas filas en el lado verde para renunciar a la Iglesia Católica


Fernando Lozada, de la agrupación que convocó a la apostasía colectiva

FUENTE: INFOBAE – ARGENTINA
Muchas personas que fueron a manifestarse en favor del aborto firmaron las planillas que llevó la Coalición Argentina por un Estado Laico (CAEL) para desafiliarse del credo
“Olé olé olá, aborto libre y legal ya / y que los curas se vayan a laburar / plata para educación sexual / y que los curas se vayan a laburar”.
Un grupo de chicas canta mientras hace una fila que no es para comprar hamburguesas ni pañuelos verdes. La hilera de hombres y mujeres es larga y tiene un motivo menos estético que filosófico. Se trata de personas, especialmente jóvenes, que esperan su turno para llenar el formulario que inicia la apostasía, es decir, la desafiliación a la Iglesia católica.··· Ver noticia

Mujica dice que luchar por democracia es luchar “por una civilización”


MujicaEl expresidente uruguayo José Mujica afirmó hoy en Buenos Aires que “luchar por la democracia” es “luchar utópicamente por una civilización”.
“Pelear por la democracia no es solo pelear para votar de vez en cuando y elegir un gobernante. Desde el punto de vista del progreso humano es luchar utópicamente por una civilización, porque si mejoráramos el reparto, si nos pusiéramos absolutamente equitativos pero siguiéramos el espiral de progreso que está planteando el capitalismo, seguimos en las mismas”, resaltó el senador uruguayo.··· Ver noticia

Un atentado que niegan


Eduardo Ibarra Aguirre

MaduroTrivializar el atentado que sufrió el sábado 4 el presidente venezolano Nicolás Maduro hasta negar su existencia sobre la base de dichos de “la oposición” –como si ésta no se encontrara fragmentada hasta el punto que despareció la Mesa de la Unidad Democrática, opositores gobiernan cinco de los 23 estados y una parte minoritaria alienta el discurso de la confrontación violenta–, está llegando a niveles de lo grotesco en el México del oligopolio mediático que se subordina a las visiones ideológicas e intereses geopolíticos que impulsan en forma militante los consorcios trasnacionales de la información.··· Ver noticia 

El Neo-fascismo, ola mundial

Leonardo Boff 
Leonardo Boff2El fascismo es una derivación extrema del fundamentalismo que tiene una larga tradición en casi todas las culturas. S. Huntington en su discutida obra Choque de civilizaciones denuncia a Occidente como uno de los más virulentos fundamentalistas. Imagina que su cultura es la mejor del mundo, que tiene la mejor religión, la única verdadera, la mejor forma de gobierno, la democracia, la mejor tecnociencia, que ha cambiado la faz del planeta y que le ha conferido la capacidad de destruir a todos los seres humanos y parte de la biosfera con sus armas letales.
Conocemos el fundamentalismo islámico y otros, también el de grupos de la Iglesia Católica oficial que aún creen que ella es la única y exclusiva Iglesia de Cristo, fuera de la cual no hay salvación. Tal visión errónea abre espacio a la satanización e incluso a la persecución de otras denominaciones cristianas y no cristianas. Gracias a Dios tenemos el Papa actual de la razonabilidad y del sentido común que invalida tales distorsiones.
Todo aquel que pretende ser portador exclusivo de la verdad está condenado a ser fundamentalista y a cerrarse sobre sí mismo, sin diálogo con el otro.
Aquí se pueden recordar las palabras del gran poeta español Antonio Machado: “La verdad. No tu verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”. Si la buscamos juntos, ella será plena.
El fascismo nació y nace dentro de un determinado contexto de anomia, desorden social y crisis generalizada. Desaparecen las seguridades y las órdenes establecidas se debilitan. La sociedad y los individuos tienen dificultades para vivir en tal situación. Los científicos sociales y los historiadores como Eric Vögelin (Orden e Historia, 195, L. Götz, Entstehung der Ordnung 1954, Peter Berger, Rumor de Ángeles: la sociedad moderna y el redescubrimiento de lo sobrenatural, 1973), mostraron que los seres humanos poseen una tendencia natural hacia el orden. Allí donde llegan crean pronto un orden y su hábitat. Cuando desaparece se usa comúnmente la violencia para imponer cierto orden sin el cual no se forma la cohesión social de la convivencia.
El nicho del fascismo encuentra su nacimiento en este desorden. Así al finalizar la Primera Guerra Mundial se generó un caos social, especialmente en Alemania e Italia. La salida fue la instauración de un sistema autoritario, de dominación, que monopolizó la representación política, mediante un único partido de masas, jerárquicamente organizado, enmarcando todas las instancias, la política, la economía y la cultura en una única dirección. Esto sólo fue posible mediante un jefe (Fürher en Alemania y el Duce, en Italia) que organizaron un Estado corporativista autoritario y de terror.
Como legitimación simbólica se cultivaban los mitos nacionales, los héroes del pasado y antiguas tradiciones, generalmente en un marco de grandes liturgias políticas inculcando la idea de una regeneración nacional. Especialmente en Alemania los seguidores de Hitler se llenaron de la convicción de que la raza alemana blanca era “superior” a las demás con el derecho de someter e incluso de eliminar a las inferiores.
La palabra fascismo fue usada por primera vez por Benito Mussolini en 1915 al crear el grupo “Fasci d’Azione Revolucionaria”. Fascismo se deriva de un haz (fasci) de varas, fuertemente amarradas, con un hacha al lado. Una vara puede ser quebrada, un haz, difícilmente. En 1922/23 fundó el Partido Nacional Fascista que perduró hasta su derrocamiento en 1945. En Alemania se estableció en 1933 con Adolfo Hitler que al ser nombrado canciller creó el Nacionalsocialismo, el partido nazi que impuso al país una dura disciplina, vigilancia total y el terror de estado.
El fascismo se presentó como anti-comunista, anticapitalista, como una corporación que supera las clases y crea una totalidad social cerrada. La vigilancia, la violencia directa, el terror y el exterminio de los opositores son características del fascismo histórico de Mussolini y de Hitler, y en el neo-fascismo la violencia también está presente.
El fascismo no ha desaparecido totalmente nunca, pues siempre hay grupos que, movidos por un arquetipo fundamental, buscan el orden de cualquier forma. Es el neofascismo actual. Hoy en Brasil hay una figura más hilarante que ideológica que propone el fascismo en nombre del cual justifica la violencia, la defensa de la tortura y de torturadores, de la homofobia y otras desviaciones sociales. Siempre en nombre de un orden a ser forjado contra el actual desorden vigente usando violencia.
El fascismo siempre ha sido criminal. Creó la shoa (eliminación de millones de judíos). Usó la violencia como forma de relacionarse con la sociedad, por lo que nunca pudo ni podrá consolidarse por largo tiempo. Es la perversión mayor de la sociabilidad humana. En Brasil no será diferente. Aquí no tendrá posibilidades de imponerse.
*Leonardo Boff escribió Fundamentalismo y terrorismo: desafíos para el siglo XXI, Vozes 2009.

Traducción de Mª José Gavito Milano

Memoria subversiva de las víctimas frene a memoria amnésica-Memoria de las mujeres olvidadas(I)


Juan José Tamayo, Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”. Universidad Carlos III de Madrid

Redes Cristianas
Tamayo3Este artículo tiene dos partes, que desarrollaré en sendas entregas. En esta primera propongo, siguiendo al filósofo de la Escuela de Frankfurt Walter Benjamin y al teólogo de la Teología Política Johan Baptist Metz, la necesidad de recuperar la memoria subversiva de las víctimas frente a la memoria amnésica de los victimarios. En la segunda aplicaré esta teoría a la de la memoria subversivas de las mujeres, que han sido las grandes olvidadas de la historia.
Razón moderna, olvidadiza y selectiva
La razón moderna es olvidadiza y selectiva. Tiende a considerar la historia como un progreso hacia adelante, olvidándose de cuantos pueblos y personas se quedaron al borde del camino y no pudieron seguir adelante en la marcha triunfal de progreso. Tiene propensión a recordar sólo aquellos acontecimientos que refuerzan el poder de los vencedores a costa de los vencidos. La memoria de la razón moderna es, por decirlo con un oxímoron, una memoria amnésica.
La Ilustración ajustó las cuentas con el saber racional procedente de Atenas, pero se olvidó del saber anamnético cuya cuna fue Jerusalén. Ese olvido quizá sea una de las causas del fracaso del proyecto ilustrado, que ha desembocado en un achicamiento de la razón, hasta reducirla a razón instrumental, científico-técnica, pragmática, calculadora, contante y sonante, etc., olvidándose de la razón compasiva, sensible, utópica, simbólica, que constituyen otras tantas dimensiones fundamentales de la racionalidad.
Algo parecido ha podido sucederle al cristianismo inculturado en la modernidad, que ha heredado solo una parte de su tradición, el componente racional y argumentativo del helenismo, dejando colgada en el perchero del olvido la herencia hebrea de la memoria y la narración. Ese olvido puede estar en la base de la crisis que aqueja hoy al cristianismo.
“Pasarle a la historia el cepillo a contrapelo”
Walter Benjamin, intentó superar las carencias del proyecto ilustrado en relación con el tiempo y la historia, con la memoria y el recuerdo. Para él, articular históricamente lo pasado no significa conocerlo tal y como verdaderamente ha sido o como sucedió hasta en sus detalles más escondidos, sino “adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante del peligro. Sólo puede encenderse la chispa de la esperanza en lo pasado si se repara en que tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza” (tesis 6)1.
El pasado, para Benjamin, no se actualiza más que en la medida en que se interrumpe el flujo del presente. “La voluntad de interrumpir el curso del mundo era la voluntad más profunda de Baudelaire. La voluntad de Josué”. Es precisamente la voluntad de interrupción la que lleva derechamente a Benjamin a criticar con virulencia la idea de –más aún, la fe en el- progreso constante y homogéneo, porque desvía la vista de las víctimas y degrada el presente a simple lugar de paso.
El presente surge, según el filósofo de Frankfurt, de la vuelta a la noche del pasado, que nada tiene que ver con un retorno añorante, sino con la mirada salvadora dirigida sobre la noche de los vencidos. De ahí su propuesta de “pasarle a la historia el cepillo a contrapelo” (tesis 7)2. Si algo nos enseña la tradición de los oprimidos, sobre la que se tiende a echar un tupido velo de silencio, no es que la regla sea el progreso homogéneo, sino “el ‘estado de excepción’ en que vivimos” (tesis 8)3.
Razón anamnética
El teólogo alemán Johan Baptist Metz, siguiendo a Walter Benjamin, ha querido curar a la razón moderna y al cristianismo de la enfermedad de la amnesia y, bebiendo en las fuentes del pensamiento bíblico y de algunos pensadores críticos de nuestro tiempo, propone un nuevo paradigma de racionalidad: la razón anamnética, centrada en el recuerdo de las víctimas, en la narración de sus sufrimientos, en la rehabilitación de la dignidad de la que fueron despojadas y en la recuperación y activación de sus luchas por la libertad y la liberación de los seres humanos y de los pueblos. Y eso en todos los terrenos: el político, el moral, el jurídico, el simbólico, el religioso, el personal, el colectivo, etc.
Pero no el recuerdo que vuelve la vista atrás con añoranza creyendo, con el poeta Jorge Manrique, que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”. Ni el recuerdo que considera el pasado como el tiempo ideal a repetir e imitar. Tampoco el recuerdo que se refugia perezosamente en lo “ya sido” o acontecido para repetirlo miméticamente en el presente sin aportar un ápice de creatividad a lo que hicieron nuestros antepasados. No es el recuerdo del pasado como restauración, ni como contemplación pasiva de las ideas eternas al modo de la anamnesis platónica4.
Memoria peligrosa
– Es, más bien, el recuerdo subversivo contra el orden establecido de antaño, que se reproduce en el presente; el recuerdo que derriba los cánones de las evidencias dominantes, sabotea estructuras consideradas respetables y bien fundadas, evita la reconciliación precipitada con los “hechos, libera de los mecanismos de la conciencia dominante y de su ideal abstracto de emancipación, dice “no” y posee un fuerte contenido de futuro bajo el signo de “otro mundo es posible y necesario”.
– Es la memoria peligrosa, que mira al pasado en demanda de justicia para las víctimas, cuestiona los cánones de las evidencias dominantes y se muestra incompatible con la realidad “dada”. Es la mirada crítica al pasado para disentir y decir “no”.
– Es, en fin, el recuerdo que piensa el futuro no cansinamente como continuación del pasado, sino imaginativamente como aparición de lo nuevo, dentro de la mejor tradición bíblica: nuevo cielo y nueva tierra, nueva creación, mesianismo, esperanza, promesa, paz y justicia, reconciliación con la naturaleza, etc.
El recuerdo así entendido se convierte en fuerza liberadora. La historia entendida como historia del sufrimiento hecho recuerdo conserva la forma de “tradición peligrosa”. La destrucción del recuerdo es una medida típica de la dominación totalitaria. Cuando a los seres humanos se les quitan los recuerdos, comienza su estado de esclavitud.
Metz llama a “luchar por la memoria”, por el saber rememorativo con referencia a los sujetos, entendidos no en abstracto sino como víctimas reales, intentando extender la democracia hacia atrás , “solicitando de esa manera –en expresión de Benjamin- el voto de los muertos, como en parecidos términos ya postulara G. K. Chesterton”