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jueves, 21 de mayo de 2015

El Papa ¿podría mandar al cardenal Burke a una parroquia de pescadores de la costa Oeste del EE.UU.,

El Papa ¿podría mandar al cardenal Burke a una parroquia de pescadores de la costa Oeste del EE.UU., de unos 3000 habitantes, de los que el 70% son católicos fervorosos, pero divorciados?
Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara


Este señor cardenal, y los otros cuatro que con toda la frescura cínica de los que se sienten poderosos, más los 22 obispos, y 225.000 católicos que han firmado una carta exhibiendo su desobediencia beligerante e irrespetuosa al papa Francisco, deberían saber que están en sus puestos por la misma actitud papal misericordiosa que ellos critican, y condenan violentamente, que el Papa tiene con los divorciados creyentes, y hasta fervorosos, que no quieren, porque la mayoría de ellos no puede, vivir sin la celebración de la Eucaristía. Y como la osadía de estos auto-considerados “super-católicos” de atentar contra el Papa nos abre la puerta a que los tratemos de modo parecido, aunque con bastante más caridad y consideración que las que ellos hacen gala con el obispo de Roma, no se extrañen si mi crítica es acerada y punzante.

Estos señores, y en el caso de cardenales y obispos, llama la atención, o no han leído el Nuevo Testamento, (NT), o dan más importancia a sus pequeñas y burguesas ideologías morales que a la Palabra de Dios. Los firmantes, movidos, y promovidos, por los jerarcas, hablan de su oposición a que a los divorciados “se les autorice a recibir la Comunión”. Me da hasta vergüenza ajena la ignorancia, o el poco respeto que estos señores de Iglesia, -¡tendríamos derecho a dudar de que lo fueran!-, tienen, no ya al Papa, sino al Señor Jesús.
A muchos conservadores en la Iglesia se les abre la boca y ensanchan las entendederas cuando argumentan que ciertas propuestas de católicos “conciliares” no pueden progresar porque no son, exactamente, como las promovidas por Jesús. Y ponen como ejemplo la ordenación de las mujeres al sacramento del Orden, y hasta se inventan acciones y tradiciones en la Iglesia como “a iure divino”, (por derecho divino), como ciertos requisitos para el Sacramento de la Penitencia, o hasta el celibato de los curas, o el derecho de la Iglesia Institución, o la Santa Sede, a poseer bienes, etc., etc., en realidades de las que Jesús de Nazaret ni conoció, ni iban con Él, (más bien contradicen enseñanzas fundamentales de Jesús, (“con vosotros, sin embargo, no sea así”), a la vista del resto de los Evangelios.
Evidentemente, la ley del celibato no procede de Jesús, de ninguna manera. Ni, mucho menos, la negación de la celebración de la Eucaristía a ningún fiel que, teniendo fe en la presencia del Señor, y estando consciente de la importancia y sublimidad del misterio de la Eucaristía, tiene la suficiente discreción para percibir la maravillosa Gracia que el Señor nos regaló en la Ultima Cena, no como un privilegio para los buenos, sino más bien, podría pensarse, como un acicate para los débiles, y, sobre todo, como una orden para todos los creyentes y seguidores de Jesús. Y lo ordenó con tres formas verbales imperativas: “Tomad y comed,.. tomad y bebed, … haced esto en memora mía.” Son tres órdenes de Jesús, incontestables, que no hay poder ni autoridad en la Iglesia que las pueda contradecir, ¡ni siquiera la de los cardenales con sus capas y capelos de seda!
Dan la impresión, estos señores clérigos, cardenales y obispos levantiscos, que no estudiaron la Teologia Moralis que todos los aspirantes a presbíteros tuvimos que enfrentar en nuestros estudios eclesiásticos. Sobre esto les recordaré que nunca se puede tener seguridad total del pecado mortal de otra persona, ni aun de los pecados mal llamados “públicos”. Pues a los aspirantes a curas nos enseñaron que al que viene a comulgar hay que darle siempre el obsequio de la duda, pues puede hacer un acto de perfecta contrición desde que se ha puesto en la fila hasta que llega a comulgar. O, más probablemente, desde mucho antes. Y sobre el pecado mortal, “diricultossime falitur”, (se hable muy difícilmente), en palabras del gran Maestro de Teología de la Iglesia Católica, Tomás de Aquino, bastante mejor teólogo, y más comprensivo, y cristiano, por tanto, que el cardenal Burke, o el poderoso cardenal alemán Müller, el prefecto de la Congregación para la defensa de la Fe. (¡Eso!, como si la fe tuviera que ser defendida).
Pero, ¿podría el Papa, realmente, mandar a ese lejano lugar al cardenal Burke, o a una aldea perdida alemana al cardenal Müller? Poder, puede, pero sería acusado por ellos, y por gente de su cuerda, de autoritario, de no aceptar la crítica, y de no practicar la misericordia que predica. Pero nunca lo dejará de hacer por miedo, o por falso compañerismo, o por un caridad mal entendida. Sino porque su sentido de la prudencia en el gobierno de la Iglesia no se lo demandaría. Pero pienso acompañar a mucha gente de Iglesia en el gustillo que nos daría una decisión de ese tipo. Porque, hay que decirlo con toda la poca caridad que podamos, muchos altos jerarcas se comportan como aquellos políticos que actúan como dueños de las instituciones que comandan, en vez de ponerse al servicio de las personas que les corresponde dirigir, o pastorear, empleando términos evangélicos. Y hasta diría yo que la actitud de los eclesiásticos es peor que la de los políticos, porque éstos, normalmente, son elegidos por los votos del pueblo, mientras que los jerarcas católicos, si son elegidos por sus merecimientos, no lo parece, porque no suelen transcender al Pueblo de Dios; más bien acostumbramos quedarnos con la idea de que son señalados por un dedo tan poderoso como caprichoso.

Cambio de moral, sí. ¿Y por qué no de Teología y de presentación del Dogma? Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Viene este título a cuento por una magnífica entrevista que he leído en Religión Digital, (RD). El entrevistado es Jesús López Sotillo, cura y teólogo de Madrid, y el entrevistador el director de RD, José Manuel Vidal. Es una entrevista clara, valiente, con la indiscutible intención de llegar hasta al fondo de la realidad eclesial madrileña, en primer lugar, y española y universal, después, pues todas ellas están íntimamente interrelacionadas. Más abajo comentaré con cierto detalle algunas de sus afirmaciones, o titulares, posibles, como las llaman los periodistas, pero ahora os propongo dos como aperitivo. “Los grandes defraudadores de nuestra crisis no son ateos, sino católicos apostólicos”. O, “cómo ser cura en Madrid, una ciudad gobernada por políticos que roban mientras desprecian a los pobres” (y se dicen cristianos). Aconsejo que leáis la entrevista, publicada en RD de hoy, día 19 de Mayo. A mí me han llamado la atención muchas afirmaciones, pero de lo más desconcertante ha sido una pregunta, que vierte una sospecha. Y es por la que comienzo:

“Está por ver que el papa y nuestro obispo quieran hacer una renovación ideológica, por encima de cambiar sencillamente la moral”. Como digo, no es una afirmación, sino una sospecha y una inquietud. Lo de cambiar la moral, como podrán comprobar los que lean la entrevista, se refiera a la insistencia de tener en cuenta, en el comportamiento cristiano, y en las programaciones y proyectos, a los pobres. Y de que esta impronta esté presente no solo en los pronunciamientos y escritos, como la última instrucción de la “Conferencia Episcopal Española”, (CEE), sobre el protagonismo y centralidad de la doctrina social de la Iglesia, sino también, y sobre todos, si es posible, en los hechos, en las decisiones, en el quehacer de la Iglesia. Pero según nuestro teólogo, doctor en Teología Pastoral por el poco sospechoso Instituto de Teología de Pastoral, de la Pontificia Universidad de Salamanca en Madrid, ese cambio de rumbo de Francisco, y de nuestro obispo Carlos Osoro, con ser muy importante, no es suficiente. Es preciso sentar las bases teológicas para que se note que los comportamientos sociales de la Iglesia, como los de la Iglesia primitiva, son fruto no solo de una buena intención y responsabilidad social, como los de una buena y eficaz ONG, sino consecuencia del discurso sobre Dios, Jesús, la Iglesia, y su entroncamiento en el mundo y su cultura, la conciencia y la libertad. En este orden de cosas, según Sotillo, sería importante, y esperanzador, que Francisco levantase la censura, severa y hasta cruel, impuesta en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, a tantos y tan buenos teólogos, también españoles, y expresa un deseo: “Sería una desgracia que se muriera H. Kung sin que se le haya rehabilitado como teólogo católico
“En la Universidad San Dámaso de Madrid sólo puede haber profesores de línea teológica conservadora”, y siguiendo la estela del Seminario, llega hasta la formación de los curas, objetivo al que aquél está destinado: “Estos curas jóvenes necesitarían un reciclaje: el nuevo obispo tendría que querer que la Teología la expliquen teólogos renovadores”. Las dos afirmaciones son verdaderas. La primera la hemos comprobado todos estos años, (en mi última época estoy trabajando en esta diócesis desde el año 1991), y la segunda es un buen deseo que está por ver si se va, o no, a cumplir. Pero si queremos que el clero, es decir, los que mayoritariamente van a dirigir la renovación eclesial del resto del Pueblo de Dios, se renueve en sus conocimientos bíblico-teológicos-históricos (de la Iglesia), es fundamental que se realice este cambio en la Facultad teológica de San Dámaso. Tal vez esa renovación fomente y provoque un cambio en los contenidos y tono de los medios de la Iglesia, que, por ahora, y todavía siguen casi igual, y son vergonzantes. Y así lo expresa el protagonista de la entrevista: “Hasta la llegada de Bergoglio, ha sido vergonzoso: los medios de la Iglesia española despreciaban a los pobres”. Y, en mi opinión, y bien después de la llegada de Francisco, siguen igual, despreciando a los pobres, y ridiculizando a todo pensador o político que demuestre una sensibilidad social de justicia distributiva. O que sea lo que ellos llaman, despectivamente, “los progres”, sin jamás definirlos.
“No podemos seguir con el convencimiento de que tenemos la verdad absoluta en medio de una sociedad moderna”./ “Lo que haría moderna a la Iglesia es el sano agnosticismo que está en la Biblia, está en Job”./ “Hay que entender que nuestro discurso religioso es provisional”. Estas tres afirmaciones las pongo juntas porque están íntimamente ligadas. Al hablar de Dios, al hacer un discurso de lo que nosotros mismos calificamos de santo, de absoluto, no podemos sino aceptar que nuestras palabras siempre serán insuficientes, se quedarán pequeñas, y nunca alcanzarán por completo todo lo que queremos decir, que siempre será parte de lo poco que nosotros conocemos. Este agnosticismo aceptado no es un relativismo total, no quiere decir que da igual una cosa que otra, que no caemos en la equivocidad en nuestra disquisición sobre Dios y sobre toda la Revelación, sino que aceptamos humildemente, como Job, al que Dios dice en su libro, más o menos: “Si necesitas que te explique el misterio del dolor, algo que está en tu mundo, ¿Cómo quieres entenderme a mí, que te sobrepaso en todo?” Interrogado por Vidal si esta posición podría denominarse de “relativismo”, palabra maldita pa los últimos papas, sobre todo Benedicto, se mantiene en su denominación de “agnosticismo”, como más neutra. Yo hablaría de sano relativismo, porque aprendí en mi época de estudio teológico, de boca de nuestro gran profesor P. Miguel Pérez del Valle, ss.cc., que sin un sano, humilde, pero lúcido relativismo, se cierran las puertas que nos permiten avanzar en la investigación, sea en disciplina de ciencias o de letras, o de Filosofía, o de Biblia o de Teología
El documento “La Iglesia, servidora de los pobres”, tiene partes muy buenas pero le han metido la mano también los conservadores. Se refiere, en concreto, a la influencia de Rouco Varela, que consiguió introducir, en el documento de Juan José Omella Omella, obispo de Calahorra-La Calzada-Logroño, la idea de Juan Pablo II, mantenida por Rouco, de que una de las causas de la crisis era el ateísmo y la crisis de fe. Tesis que se cae por su peso cuando, como dice el mismo entrevistado, “La corrupción la estamos viendo por parte de la misma gente que vemos en las procesiones”; o, “Es curioso que en las zonas más ricas de Madrid sea donde haya más fervor católico”, (rigurosamente cierto, pero no confundir “fervor católico” con “experiencia cristiana”: ambas realidades están, desgraciadamente, en España, en las antípodas); o este último párrafo, tan verdadero como terrible, para acabar:
“En Madrid ha sido terrible: la Conferencia Episcopal ha tenido muy pocos pronunciamientos en contra de la corrupción. ¡Y eso que es una corrupción de los católicos! Desde toda la parranda de Camps en Valencia a Esperanza Aguirre, que también va de católica queriendo esconder a los pobres de Madrid. ¡Los que cobran sobres son católicos, apostólicos y romanos! Entonces, los obispos deberían decirles que, si llevan el nombre de católicos, no roben ni desprecien a los pobres, porque están haciendo lo contrario a lo que hizo Jesús”.

Francisco haciendo lío Washington Uranga

 

Papa Francisco4
Francisco sigue “haciendo lío”, como él mismo se lo pidió a los jóvenes en su visita a Brasil. De hecho, el papa argentino está decidido a jugar todo su prestigio y el poder simbólico que tiene, que no se mide apenas por las 44 hectáreas geográficas del estado Vaticano. El reconocimiento a Palestina, el encuentro de Bergoglio el domingo último con el presidente Mahmud Abbas y la canonización de María Baouardy (1846-1878) y Marie Ghattas (1843-1927), dos monjas palestinas que a partir de ahora son consideradas santas por la Iglesia Católica, son todos hechos que forman parte de la misma movida dentro del tablero estratégico que Francisco juega con astucia y precisión política.··· Ver noticia ···

•Domingo 24 de mayo, Pentecostés – B (Juan 20,19-23): Invocación al Espíritu José Antonio Pagola


INVOCACIÓN AL ESPÍRITU

Ven, Espíritu Santo. Despierta nuestra fe débil, pequeña y vacilante. Enséñanos a vivir confiando en el amor insondable de Dios, nuestro Padre, a todos sus hijos e hijas, estén dentro o fuera de tu Iglesia. Si se apaga esta fe en nuestros corazones, pronto morirá también en nuestras comunidades e iglesias.
Ven, Espíritu Santo. Haz que Jesús ocupe el centro de tu Iglesia. Que nada ni nadie lo suplante ni oscurezca. No vivas entre nosotros sin atraernos hacia su Evangelio y sin convertirnos a su seguimiento. Que no huyamos de su Palabra, ni nos desviemos de su mandato del amor. Que no se pierda en el mundo su memoria.
Ven, Espíritu Santo. Abre nuestros oídos para escuchar tus llamadas, las que nos llegan hoy, desde los interrogantes, sufrimientos, conflictos y contradicciones de los hombres y mujeres de nuestros días. Haznos vivir abiertos a tu poder para engendrar la fe nueva que necesita esta sociedad nueva. Que, en tu Iglesia, vivamos más atentos a lo que nace que a lo que muere, con el corazón sostenido por la esperanza y no minado por la nostalgia.
Ven, Espíritu Santo. Purifica el corazón de tu Iglesia. Pon verdad entre nosotros. Enséñanos a reconocer nuestros pecados y limitaciones. Recuérdanos que somos como todos: frágiles, mediocres y pecadores. Libéranos de nuestra arrogancia y falsa seguridad. Haz que aprendamos a caminar entre los hombres con más verdad y humildad.
Ven, Espíritu Santo. Enséñanos a mirar de manera nueva la vida, el mundo y, sobre todo, las personas. Que aprendamos a mirar como Jesús miraba a los que sufren, los que lloran, los que caen, los que viven solos y olvidados. Si cambia nuestra mirada, cambiará también el corazón y el rostro de tu Iglesia. Los discípulos de Jesús irradiaremos mejor su cercanía, su comprensión y solidaridad hacia los más necesitados. Nos pareceremos más a nuestro Maestro y Señor.
Ven, Espíritu Santo. Haz de nosotros una Iglesia de puertas abiertas, corazón compasivo y esperanza contagiosa. Que nada ni nadie nos distraiga o desvíe del proyecto de Jesús: hacer un mundo más justo y digno, más amable y dichoso, abriendo caminos al reino de Dios.