Excesos verbales peligrosos Jesús Mª Urío Ruiz de Vergara

Muchos del PP se han salido del tiesto en sus comentarios al resultado de las elecciones de 24M. Y para encuadrarlos mejor, y no perderme en la casuística, emplearé otro método más general y abstracto, para intentar englobar algunas de estas salidas extemporáneas, o, incluso, de otras que ahora no se hayan producido, pero que suenan siempre que se acercan las elecciones.

La Democracia no tiene dueño. Solo la niega el que se opone al Gobierno de las mayorías y al recurso al voto periódico. En una sana democracia caben todas las ideologías y todas las maneras de entender la convivencia, la vida, la cultura, el arte, la religión, la ética, todo aquello que quepa en la Constitución. Incluso tiene también lugar el delito, previsto por las leyes, y previamente con figurado para conocimiento de todos los ciudadanos. Pero no tiene ideología propia, no es de derechas ni de izquierdas, ni de economía liberal, o estatal, ni de cultura refinada o basta, ni de poco o mucho fervor futbolero, ni de poca o mucha religiosidad. Sera la democracia que quieran los ciudadanos, y lo demostrarán, normalmente, con el voto.

Por eso es inadmisible tildar al adversario político de no democrático, simplemente porque su pensamiento, o sus modos, o sus preferencias políticas, o sociales, o económicas, sean diferentes, o incluso contrarias a las de uno mismo. Así que no caben, sino al contrario, son un auténtico insulto y atentado al régimen democrático afirmar, como hizo ayer Esperanza Aguirre, que la elección de Manuela Carmena era mala para la Democracia, o el ministro del Interior asegurando que la llegada de Ada Colau a la alcaldía de Barcelona era mala para España. ¿Quién ha dado legitimidad intelectual, o política, o social, para que estos personajes tracen las líneas rojas de la nacionalidad, o de la Democracia? Pues lo diré: en mi opinión, es justamente la falta de espíritu democrático, la secular tradición de la derecha española de confundir lo público con lo privado, apropiándose de aquello, lo que les da la suficiente, pero engañosa, seguridad para tomarse la libertad de dogmatizar sin sonrojo y sin ruborizarse.

¿Hay partidos políticos que ponen en peligro la estabilidad y la gobernabilidad de las instituciones? Según el ministro de interior, sí. Concretamente Podemos no ofrece, según el ministro, ninguna garantía de que al gobernar sepa, o incluso, quiera, mantener la estabilidad, y su ejercicio de Gobierno sea, por tanto, no solo eficaz, sino beneficioso para la ciudadanía. No sé si se dan cuenta de la terrible acusación que lanzan gratuitamente contra un partido que ha participado de las elecciones según todos las reglas y los protocolos exigidos por la Justicia Electoral. Y la hasta ahora presidenta de mi Comunidad autónoma, Navarra, Yolanda Barcina, en unas declaraciones truculentas, apocalípticas, absolutamente inapropiadas, detestables, de producir vergüenza ajena, de contenido socio-político de terror, ha afirmado que el resultado de las elecciones del Domingo podrían componer un escenario parecido al de la Alemania pre Hitler.

Pero es este calentamiento gratuito e irresponsable de cabezas, sentimientos y corazones, por parte de una derecha mucho más extrema y sesgada de lo que parecía, es lo que verdaderamente constituye un peligro para el conjunto de la armonía y el equilibrio social, sosegado y pacífico, del conjunto de la ciudadanía. Estaríamos todos mucho más tranquilos si alguien con peso del PP, (el ministro Margallo ya ha actuado, ¡gracias a Dios!, de bombero), a ser posible el propio Presidente, del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, saliera públicamente a la palestra para serenar los ánimos, y tranquilizar a toda la ciudadanía de que los nuevos partidos no son el coco.