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martes, 2 de junio de 2015

Una tierra que agoniza. La crisis de la tierra desde una perspectiva cósmica 15M Ronda


Para hacernos una idea de la gravedad de la crisis en la que estamos viviendo, alejémonos de nuestra normal visión de la realidad, y adoptemos una perspectiva más “cósmica”. Imaginemos que los quince mil millones de años de la historia del universo se condensan en un solo siglo.
Desde este punto de vista, la Tierra habría nacido en el año 70 del siglo cósmico y la vida, sorprendentemente, poco después, en el año 73. Cinco meses antes de finalizar el siglo cósmico habría impactado un asteroide en la Tierra y habría destruido muchas especies, incluyendo a los dinosaurios.


Sin embargo, en un breve período, el planeta habría recuperado e incluso superado su belleza anterior. Esta era –el Cenozoico- mostraría una exuberancia y variedad nunca antes conocida.
Los seres humanos aparecerían en esta era de sorprendente belleza. Nuestros antecesores habrían iniciado su marcha erecta hace ahora doce días. Seis días más tarde, el Homo habilis comenzaría a utilizar herramientas y, hace un día, el Homo erectus, habría aprendido a servirse del fuego. Los seres humanos modernos, la especie Homo sapiens, habrían aparecido hace doce horas.
La mayor parte de la tarde y la noche de este medio día cósmico habríamos vivido en armonía con la naturaleza, cerca de sus ritmos y de sus peligros. De hecho, nuestra presencia tenido escaso impacto en la comunidad biótica general hasta hace cuarenta minutos, cuando, con la invención de la agricultura, habríamos empezados a cultivar plantas y domesticar animales. Y comenzamos a construir ciudades y a habitar en ellas hace veinte minutos.
La humanidad habría empezado a producir un impacto mucho mayor en los ecosistemas del mundo hace exactamente dos minutos, cuando Europa inicia su transformación en sociedad tecnológica y expande su poder mediante conquistas coloniales. Es también durante este período cuando empieza a crecer con rapidez la distancia entre ricos y empobrecidos.

En los últimos doce segundos (desde 1950), el ritmo de explotación y de destrucción ecológica se ha acelerado espectacularmente. En este breve parpadeo de tiempo:
Hemos destruido casi la mitad de los grandes bosques de la tierra, los pulmones del Planeta. Cada año se tala un área boscosa mayor que Bangladesh.

Hemos soltado a la atmósfera cantidades inmensas de dióxido de carbono y de otros gases de efecto invernadero, iniciando un peligroso ciclo de calenta-miento global y de inestabilidad del clima. La Tierra tiene ahora una temperatura entre 5º y 7º C superior a la de la última glaciación.
Hemos provocado un gigantesco agujero en la capa de ozono, la piel protectora del Planeta, que filtra peligrosa radiación ultravioleta.
Hemos profundizado gravemente la fertilidad del suelo y su capacidad para sustentar la vida vegetal, un 65% de las tierras que una vez fueron cultivables se han perdido ya –la mayor parte de ellas en el curso de los últimos nueves segundos cósmicos- y otro 15% de la superficie terrestre se está desertizando.
Hemos arrojado al aire, al suelo y al agua del Planeta decenas de miles de nuevos productos químicos. Hemos producido residuos nucleares que permanecerán peligrosamente radiactivos durante muchos cientos de miles de años, un tiempo muy superior a las doce horas cósmicas que llevan vivas las personas modernas.
Hemos destruido cientos de miles de especies vegetales y animales. De hecho, desaparecen todos los años cincuenta mil especies, casi todas ellas como consecuencia de actividades humanas. Se estima que la tasa de desaparición es diez mil veces mayor que antes de que los seres humanos habitaran el Paneta.
¡Tanta destrucción en tan poco tiempo! Y ¿para qué? Los “beneficios” de este proceso han ido a parar a manos de una parte muy pequeña de la humanidad, el 1% más rico de la humanidad recibió una renta igual la del 57% más empobrecido.

Se ha dedicado mucho más recursos a la llamada guerra contra el terrorismo (que es, en gran medida, una guerra para proteger los suministros de petróleo y seguir con la rutina de siempre) que a la amenaza que está destruyendo realmente la vida a un ritmo sin precedentes.
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EN POCAS PALABRAS

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