El Papa no viene a España este año Jesús Mº Urío Ruiz de Vergara

Según rumores, más que noticias confirmadas, los obispos españoles “están contrariados por la negativa del Papa” de visitar España con motivo del centenario de Santa Teresa de Ávila. Tengo la impresión de que los que han redactado esta nota, que la acabo de leer en Religión Digital (RD), no han hecho otra cosa que recoger la expresión que usó el secretario de la Conferencia Episcopal Española (CEE), quien afirmó que la “negativa” papal ha “contrariado a los obispos”.

La palabra negativa suena demasiado fuerte. Una negativa sugiere una actitud esquiva, o, por lo menos, no demasiado considerada con el que la recibe. El caso no es ese. El asunto comenzó con el anuncio, por parte del obispo de Ávila de que el papa Francisco acudiría a la ciudad de las murallas con motivo de la celebración (¿los fastos?) del centenario de la monja abulense. Anuncio que provocó sorpresa, y tal vez indignación, -¡pero esto nunca lo dirían así!-, en el Vaticano, que no está acostumbrado a que le impongan la agenda. Efectivamente, suele procederse al revés: solo después que la Santa Sede confirma oficialmente, y con seguridad, ese tipo de noticia y la comunica a los interesados, éstos, solo después de esos trámites, la difunden.

Ha habido precipitación. Pero eso no es lo malo. Sospechan algunos en el Vaticano que se ha intentado forzar una situación con la táctica de los hechos consumados. Posiblemente esta sospecha es un tanto injusta, porque no nos imaginamos al obispo de Ávila, el bueno de Jesús García Burillo, iba a usar ese método un tanto torticero de manera consciente. Sí que ha podido suceder que en el obispado de Ávila no hayan calibrado bien la importancia que las cancillerías de todo el mundo, incluida la vaticana, y ésta más, concede a las formas y al protocolo. El caso es que el obispo abulense siente que “esta tristeza no borra el hecho seguro de que el Papa está muy cerca” de la Diócesis abulense.

Ya me he referido a lo que nuestro profesor de la Pontificia de Salamanca denominó directamente “papolatría”, que viene a significar exceso en la reverencia y la consideración al Papa, que casi llega al culto. Tenemos serias dudas sobre los motivos de la euforia y entusiasmo que los obispos muestran en las visitas papales. Y pienso que también la historia y la experiencia nos dan derecho a pensar que la causa de esa euforia casi desbocada y exultante no se debe solo a motivos pastorales, sino al protagonismo mediático que esos acontecimientos les conceden a los prelados. No hay más que ver con qué agrado, e importancia, que casi llega a jactancia, pasean sus mitras, palios y cruces pectorales. Y eso no va en la línea de Francisco, quien una vez soltó esta sustanciosa, y tremenda, frase: “Muchos obispos se pavonean, y se dedican a cultivar su vanidad”. Esta afirmación, que de ser mía constituiría una real ofensa a los interpelados, la ha pronunciado, clara y sin ambages, el propio Papa.

Además, y para acabar, Francisco debe de tener en la retina las imágenes de las mastodónticas aglomeraciones de fieles durante las visitas de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, y la frecuencia y cantidad en las que éstas se han producido. El Papa tal vez piense: “los españoles deben de estar de visitas papales hasta la coronilla”. O algo parecido.