fe adulta
¿Me siento una persona buscada, amada y cuidada por este “Buen Pastor”?
“Jesús resucitado vive entre nosotros” Este es el mensaje que venimos repitiendo cada domingo de Pascua. Hasta ahora se nos ha dicho mediante los textos del sepulcro vacio o los de las apariciones, testimonios ambos de esa experiencia que cambió la vida de sus seguidores/as y los reunió en Iglesia. Hoy da un paso más, no nos habla solo de ese primer encuentro, sorprendente, con el Resucitado, en el huerto, en Tiberíades, en el cenáculo… Hoy nos anuncia que esta presencia de Jesús vivo a nuestro lado es continua, definitiva, como la del pastor con sus ovejas.
La imagen del pastor que socialmente puede quedarnos un poco lejana, también puede suscitar, en muchos de nosotros, más que una reflexión, un sentimiento entrañable, sentirnos amados, cuidados, protegidos… Sabemos que desde los comienzos de la Iglesia es la imagen más querida y representada de Jesús. Ya en las catacumbas, ese pastor que carga sobre sus hombros una oveja es el consuelo y la fuerza para aquellos primeros hermanos y hermanas que se sienten perseguidos y amenazados. Muchos de ellos recordaban la imagen del “pastor” para referirse a Dios leída tantas veces en el A. T., como el único que guía y protege a su pueblo.
Os invito a acercaros a acoger este texto desde dos claves:
1ª Intentar descubrir desde el corazón a este Buen Pastor
Recordemos cómo describen los evangelios en distintos momentos la imagen del pastor referida a Jesús: el que conoce a las ovejas, camina con ellas, las llama por su nombre, las guía hacia buenos pastos, las defiende en sus peligros…. En el texto de hoy la comunidad de Juan la contrapone a la del “asalariado”. Ser pastor no es un oficio es una forma de ser, de vivir y de relacionarse con las ovejas. Es la forma de ser y vivir que han visto en Jesús, que ha impresionado a sus seguidores. Le recuerdan pendiente del pobre, del ciego, de la mujer condenada, de los niños, de tantos enfermos… Nunca preocupado de sí mismo. Una forma de ser y vivir que se resume en ese estar dispuesto a jugarse la vida, a arriesgar su vida por los demás, a los que llama “sus ovejas”, que le importan hasta tal punto que entrega su vida por ellas. Cuando se escribe este texto la comunidad tiene muy presente la imagen de Jesús crucificado. Desde ahí cobran nueva fuerza ahora sus palabras y su imagen de buen pastor.
Pero este buen pastor, ansía ser el pastor de todos, de tantas personas que están “como ovejas sin pastor” solas, necesitadas… y se plantea “tengo que buscarlas”. Es el pastor que sale a los caminos, como el de Emaús, a buscar a las ovejas perdidas, a las desilusionadas, a las que aun no creen. Ese es el Dios del que Jesús nos habla: un Dios comprometido en buscarnos, a todos, a cada uno y cada una allí donde estamos. Un Dios al que “le importamos”. El Buen pastor nos habla de un Dios, como el padre del hijo pródigo que sale al camino cuando nos ve lejos… que abandona el redil para buscarnos cuando nos hemos ido… Este es el corazón de Dios que Jesús resucitado nos revela al caminar cada día con nosotros, este es el plan de Dios para todos, su Reino… que todas las personas seamos su rebaño, que solo El sea nuestro pastor. ¿Nos lo creemos? ¿Nos sentimos buscados, amados y cuidados por este buen pastor?
Porque esta es la gran noticia de la Pascua: Jesús vive entre nosotros para siempre como “buen pastor”. Solo esta experiencia puede cambiar nuestra vida y hacerla una vida nueva, pascual, de resucitados.
2º Buscar por encima de todo conocerle personalmente, entrar en su intimidad.
El evangelio nos habla de una relación personal de Jesús con sus ovejas: “conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas”. Conocer, amar, dar la vida están aquí en un mismo plano, o quizá mejor cada una de estas palabras explica, sostiene y revela todo el sentido de la otra. Este conocer en el sentido que usa la Biblia, que no es tener datos de algo, nos está hablando de ese conocimiento-relación íntimo y profundo, de elección, de intimidad, de confianza. El que puede darse en un matrimonio, entre amigos de verdad. Así conocer es acoger, aceptar, amar plenamente, amar al otro, a la otra, como es, no como esperamos o queremos que sea. Pero no se queda ahí, este conocimiento del buen pastor, esta relación con cada una de sus ovejas es similar al amor y la relación de Jesús con su Abbá, de la que en otro momento llega a decir “el Padre y yo somos uno”.
Palabras y realidades que nos sobrepasan sin duda, pero en las que hoy se nos invita a entrar. Porque lo importante es descubrir en lo más profundo de nosotros mismos, que Jesús es “mi buen pastor”, como dice el salmo 22 que rezaremos este domingo: Es “mi” pastor, el que me conduce cuando voy a oscuras, el que me prepara una fiesta y repara mis fuerzas cuando siento que no puedo más. El que hace que no tenga miedo, porque me lleva en sus hombros…
Termino hoy con un pequeño relato que puede ayudarnos:
“AI final de una cena en un castillo inglés, un famoso actor de teatro entretenía a los huéspedes declamando textos de Shakespeare. Luego se ofreció a declamar lo que Ie pidieran. Un sacerdote muy tímido preguntó al actor si conocía el salmo 22. EI actor respondió:
Sí, lo conozco y estoy dispuesto a recitarlo sólo con una condición: que después también lo recite usted.
EI sacerdote se sintió un poco incómodo pero accedió a la propuesta. EI actor hizo una bellísima interpretación, con una dicción perfecta, de “EI Señor es mi pastor, nada me falta…” Los huéspedes aplaudieron vivamente.
Llegó el turno del sacerdote, que se levantó y recitó las mismas palabras del salmo 22. Esta vez, cuando terminó, no hubo aplausos, sólo un profundo silencio y lágrimas en algún rostro.
EI actor se mantuvo en silencio unos instantes, luego se levantó y dijo:
Señoras y Señores, espero que se hayan dado cuenta de lo que ha ocurrido aquí esta noche. Yo conozco el Salmo, pero este hombre conoce, ama, al Pastor.
Que el Señor nos conceda conocer al Pastor y disfrutar agradecidos de caminar cada día a su lado.
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