La Dignidad es don inalienable y tarea imprescindible
La dignidad humana no surge de la nada por generación espontánea, ni la concede una institución, ni la ha descubierto alguna ideología moralmente superior, ni nace de una ley que sale por consenso. No es que todo eso no sirva, al contrario. Pero la dignidad humana es ante todo un don de Dios. Vino con el pack original de la Creación. Dios ama a cada ser humano con un amor infinito y «con ello le confiere una dignidad infinita». La dignidad es un don producido por el Amor. Por eso, fuera del contexto del amor, la palabra dignidad se vuelve confusa e incluso dañina. Cuando amamos al prójimo, reafirmamos su dignidad... y la nuestra.
Dignidad ontológica es descubrir que Dios nos ha dignificado primero. Su amor nos hace existir y existir dignamente. Su Amor nos ha diseñado originalmente. Esto es un don para desarrollar y un límite para no autodestruirnos. Toda otra consideración es posterior.
Después de una larga fundamentación teológica inspirada en Fratelli Tutti, el documento "Dignidad infinita" hace un listado bastante actualizado de lesiones a la dignidad humana. Pero no basta la ortodoxia moral, a la cual le falta bastante desarrollo, como admite. Siempre hará falta, ante todo, la ortopraxis fraternal para que la dignidad humana brille en plenitud. Si la dignidad ontológica no es un proyecto de vida para todos, no somos dignos moralmente.
Jesús nunca se detiene en “lo que debe ser”. Siempre va más allá. No vino a cambiar la ley, sino a darle plenitud. Y la plenitud es el amor misericordioso, que no condena a las personas, sino que las acompaña en este difícil camino de la vida donde nadie puede no solo arrojar la primera piedra, sino tampoco juzgar a sus semejantes (Mt 7,1).
El documento busca una mirada ontológica, moral, social y existencial para una comprensión poliédrica de la dignidad humana. “Bonum ex integra causa; malum ex quocumque defectu” (el bien proviene de una causa íntegra; el mal de cualquier defecto).
Dignitas infinita: una propuesta de dignidad en tiempos convulsos
El DI 30 afirma: “La libertad es un don maravilloso de Dios. Incluso cuando nos atrae con su gracia, Dios lo hace de tal manera que nuestra libertad nunca se ve violentada”. La Iglesia, que en otra época era mucho más autoritaria cuando anunciaba el Evangelio y recriminaba pecados, intenta en este documento proponer lo que a lo largo de dos mil años ha ido procesando desde el Evangelio en torno al ser humano, en un tono más conciliador, aunque obviamente no es lo que piensan muchos.
Por eso, Dignitas infinita se expresa a modo de “propuesta”, más que imposición o amenaza de condena eterna. Incluso, sin negarlo, solo en una oportunidad menciona la palabra pecado, tan útil para describir una libertad fallida que produce daño personal y social, pero que actualmente requiere una nueva comprensión dado el abuso que se ha hecho de ella.
La persona creada a imagen de Dios nunca podrá perder esa dignidad ontológica con la que fue creado, aunque es invitado a poner de su parte libre y co-creativamente para desarrollarla personal y socialmente. Esta es la dimensión moral de la dignidad, que depende del ser humano, “socio” de la creación de Dios y “amigo” en la tarea de la Redención (Jn 15, 15).
La palabra pecado es mencionada en sentido amplio, como el acto que se opone a esta dignidad, pero sin enunciar gradaciones morales ni precisiones casuísticas. Es otra manera de abordar la cuestión, aunque queda claro un catálogo que es orientativo, pero no exhaustivo.
Después de una consistente fundamentación de cómo la Fe ha de defender la dignidad humana, se llega al capítulo cuarto, que enumera 13 graves violaciones que no son las únicas:
pobreza, guerra, migraciones, trata de personas, abusos sexuales, violencia contra las mujeres, el aborto, la maternidad subrogada, la eutanasia y el suicidio asistido, el descarte de los discapacitados, la teoría de género, el cambio de sexo y la violencia digital.
La percepción de estas violaciones a la dignidad no implica una mera condena que ponga todo en su sitio y de lo cual no se habla más. Debería significar también la profundización en las causas de ellas. Todo lo que el hombre hace es "sub specie boni", buscando algún bien, aun cuando éste pueda conducir a un gran daño. ¿Qué es lo que tantos seres buscan detrás de estas "violaciones a la dignidad"? Una pregunta hecha desde el amor y no solo desde la curiosidad teórica. Hay intereses poderosos que influyen, pero es a partir de situaciones de búsquedas insatisfechas.
La dignidad humana, ante todo
El ser humano es imagen del Dios vivo, nada puede anteponerse a él. Los sistemas y construcciones racionales están para servirlo, no para someterlo como medio para otros fines. Si la economía, la tecnología, la educación, la religión, etc. no están al servicio de todos los seres humanos, ¿para qué están? Se convierten en ídolos y burocracias para delinquir y beneficiar a unos pocos.
En la historia del Pueblo de Dios hay personas tocadas por la Gracia que siguen salvando la dignidad de la humanidad. Embajadores de la Misericordia de Dios que reparan la maldad cotidiana. En el Juicio final seremos juzgados según este compromiso hacia la dignidad del otro: “tuve hambre y me disteis de comer…cada vez que lo hicisteis por uno de estos pequeños, lo hicisteis por mí” (Mt 25)
Benedicto XVI les decía a los economistas, pero que también podría ser a los políticos, educadores, religiosos, científicos, etc., que «la economía y las finanzas no existen sólo para sí mismas; son sólo un instrumento, un medio. Su finalidad es únicamente la persona humana y su realización plena en la dignidad. Este es el único capital que conviene salvar» (cit en DI 5)
El Papa Francisco afirma que es aceptando con gratitud este don de Dios como puede fundarse una nueva convivencia fraternal entre los seres humanos. Es un don divino: “nosotros no inventamos o suponemos la dignidad de los demás, sino porque hay efectivamente en ellos un valor que supera las cosas materiales y las circunstancias”. Por eso “nadie puede sentirse autorizado por las circunstancias a negar esta convicción o a no obrar en consecuencia» (DI 6) De esto deducimos que si un grupo social antepone cualquier otra cosa a la dignidad humana no hay una verdadera sociedad.
Antropología y dignidad.
La dignidad del hombre tiene que ver con la concepción que tengamos de él. Por eso, si creemos que ciertos hombres son inferiores/superiores por el color de piel, por vivir en ciertos lugares, son mujeres, niños o enfermos, tienen tal cantidad de dinero o han hecho ciertas opciones ideológicas, sexuales, etc. nuestra antropología será sesgada, reductiva y la dignidad humana acorde a ella. La dignidad humana con la que venimos al mundo es igual para todos, está inscripta en nuestra naturaleza, punto de partida de nuestra libertad. Recordemos aquella frase "Dios perdona siempre, el hombre a veces, la naturaleza nunca".
Si algunos creen tener, en teoría o en los hechos, más dignidad que otros, el concepto no sirve o hay que cambiar la antropología de base. Dime cuáles y cuántos son tus excluidos y te diré hasta dónde llega tu concepción de la dignidad humana.
Para Jesús, dignidad es que todos sean reconocidos. Los pobres y los que sufren en primer lugar, porque siempre se los deja para lo último y así se termina olvidándolos como el herido de la parábola del buen samaritano. La fraternidad activa como Jesús, nos hace dignos infinitamente.
No importa cuantas limitaciones, discapacidades, enemigos o pecados tengamos, Él nos ama mucho más: “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú Señor no me dejarás” (Sal 27:10). Es la convicción del creyente que le permite afrontar los desafíos de la vida sabiendo que “el Señor es mi pastor” (Sal 22), nuestro Padre revelado por Jesús (Mt 6,9).
Las antropologías reduccionistas
Solo una antropología que lo incluya todo, a todos y esté abierta a la trascendencia, puede abrir nuestra mente y corazón a todo el hombre y a todos los hombres.
El cristianismo sigue este camino de descubrimiento, pero falta mucho. Ha tenido momentos estelares en este caminar y recaídas espantosas como la vista gorda a las inquisiciones, cruzadas, la esclavitud, los colonialismos y neocolonialismos, los abusos y pederastias. Por eso si la institución eclesial habla de dignidad, ha de hacerlo con humildad, desde la vasija de barro y no desde el podio de los perfectos. Y ha de hacerlo para acompañar, no para condenar.
Una antropología fundada en la libertad egoísta, en la que “unos son más libres que otros” e inventan caprichosamente “nuevos derechos”, que es como actualmente se plantea la “felicidad”. Una libertad sin límites...para unos pocos. Esto anula la posibilidad de dignidad humana para todos, que es la única manera en que puede existir.
Yo no puedo ser moralmente “digno” ni existencialmente feliz, si no vivo mi compromiso con la dignidad de los demás: “Si la sociedad se rige primariamente por los criterios de la libertad de mercado y de la eficiencia, no hay lugar para todos, y la fraternidad será una expresión romántica más». (DI 31)
“malentendidos sobre el concepto de dignidad, que distorsionan su significado”.
Uno de estos malentendidos es confundir persona con un ser capaz de razonar. Esta es una visión de descarte en la que solo algunos tienen “dignidad personal”, mientras que otros humanos no “califican” para ser dignos y respetados.
Si bien el documento no se mete en este tema, existe una Modernidad exagerada que afirma que “solo lo racional es real” (Hegel), donde la realidad es producto de la razón y no al revés. En ella tienen su cuna las grandes ideologías y totalitarismos del siglo XIX hasta la fecha. Ya no es la razón la que capta y desarrolla la verdad, bien y belleza de la realidad sino lo que un grupo de “iluminados con poder” impone como “racional” y verdadero a los demás.
Aquello del “seréis como Dios” del Génesis, irrumpe como nunca en la actualidad debido a su potencial tecnológico y mercadotécnico. Es la sentencia de muerte de Pascal y la infantilización de Francisco de Asís, por nombrar solo dos cumbres del pensamiento que anteponen la realidad a la razón y la emocionalidad. El Papa Francisco se ha inspirado en ellos y por eso su prédica profética responde a otra lógica.
Es inherente a la condición de creaturas el límite, ellos dan contorno e identidad, orientan la libertad, son fuente de complementariedad con los otros seres. Por eso la dignidad no puede identificarse "con una libertad aislada e individualista, que pretende imponer como “derechos”, garantizados y financiados por la comunidad, ciertos deseos y preferencias que son subjetivas.... la defensa de la dignidad del ser humano se fundamenta en las exigencias constitutivas de la naturaleza humana, que no dependen ni de la arbitrariedad individual ni del reconocimiento social". (DI 25)
El individualismo busca que uno quede solo y vulnerable al poder, que no le hace asco a nada. El paradigma tecnocrático dominante todo lo convierte en beneficios inmediatos para las grandes corporaciones, sin el menor reparo moral porque por principio, el mercado -que ellos controlan por posición dominante- es un fin en sí mismo. La economía del neocapitalismo ha sustituido a toda ética económica, política, bélica, bioética, sexual, etc.
Ha mercantilizado el cuerpo y sus emociones, expandido el comercio pornográfico que borra la conciencia de una sana sexualidad, impulsa los nuevos mercados farmacológicos que experimentan al mejor estilo Menguele con todo tipo de novedad para obtener rentabilidad.
Grandes fundaciones gestionan ideologías que aceitan este comercio “justificado” por un renovado maltusianismo. Éste ve en el crecimiento de la población el verdadero mal para el planeta. Pero en vez de combatirlo con el desarrollo económico de los pobres, lo cual está sociológicamente comprobado, prefiere caminos que destruyan su dignidad. Por eso impulsa la abolición de la sexualidad y la creación de una sociedad de diseño completamente artificial y manipulada emocionalmente.
Jesús eleva la dignidad humana
Cristo eleva la dignidad del hombre al unirse en a cada ser humano por su encarnación. Él revela a Dios y al hombre. Compartió todo menos el pecado. Rescató a los descartados y convivió con ellos, invitando a todos a hacer lo mismo si queremos formar parte de su Reino (Mt 25) Con el poder transformador del Perdón, recupera a los perdidos por quienes el mundo ya no quiere saber nada.
Con su Resurrección, Jesús inaugura también la Dignidad escatológica: llamados a la vida eterna, dignos para siempre, más allá de la muerte. Esto da otra perspectiva también a la vida en este mundo. Dignidad hasta el infinito es el proceso de la Redención de Cristo. Su Misericordia repara y genera una dignidad mayor de lo que nos podamos imaginar.
Guillermo Jesús Kowalski
Religión Digital
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