Cuántas veces en la vida nos lamentamos, -y no sin razón-, del mal llamado “silencio de los buenos”…
Ese “silencio cómplice”… que genera tanto sufrimiento…, tanto dolor…,
tanta violencia…, y tanta muerte… Silencio que, sin aparentemente causar
daño, va dejando el espacio donde la palabra, podría ser como un
“dique” para abortar la barbarie… y el estado de destrucción provocado
por tantos “mercaderes de la muerte”…
Pensándolo bien, muchas de las
situaciones dolorosas… que vivimos actualmente, podrían haberse evitado
si, tú y yo, hubiésemos intervenido más decididamente sin temor a
“perder amigos”…, sin miedo alguno a defender los derechos de los más débiles, y sin “casarnos” con los poderosos o influyentes en nuestro mundo.
Cuán diferentes serían las cosas
si todos los seres humanos, allí donde nos encontrásemos nos
convirtiéramos en defensores a ultranza, de los más débiles…, de
aquellos que son pisoteados…, de los masacrados…, de quienes no cuentan
para nada…, porque son ninguneados… o amordazados… por quienes se creen
amos y señores de un mundo que ha sido creado hermoso para todos y cada
uno de los hijos de Dios.
Amigo, amiga: nos ha sido dada la palabra… y la sensibilidad del corazón…, para “comulgar” con todas las
situaciones que, de alguna manera, deberían hacernos reaccionar dando
valor a esa palabra cuando sea necesario, y al silencio cuando pueda ser
más constructivo que la misma palabra.
Un día tú y yo, seremos juzgados, tanto por el mal que hayamos hecho…, como por las
actitudes cobardes y cómplices… con las que permitimos que cualquier
ser humano fuese pisoteado sin que reaccionáramos en su favor. Y es que,
solemos olvidar con frecuencia que allí donde un hombre sufre, Dios
sufre en él…
Y, hablando en cristiano -pues tú y yo lo somos-, no podemos inhibirnos frente a tantos y tantos problemas que agobian al ser humano…, porque, ¡no hacer el bien… es un mal muy grande!
japalmar@gmail.com
MADRID.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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