La unidad de España como doctrina social de la Iglesia romana y como bien moral, quejas por el maltrato de las leyes
al matrimonio y la familia, insistencia en que las relaciones con el
Estado están bien regladas por los Acuerdos de 1979 entre el Vaticano y
el Gobierno de Adolfo Suárez, una nueva vuelta de tuerca para elevar a
carácter de momento heroico la polémica beatificación de mártires de una
guerra en la que la jerarquía católica fue víctima pero también
verdugo, apoyando un golpe militar
que desató la contienda civil y, más tarde, una dictadura que castigó
brutalmente a otros pensamientos políticos y a otras religiones.
El cardenal presidente de la Conferencia Episcopal
Española (CEE), Antonio María Rouco Varela, no se salió esta mañana de
la senda habitual de los discursos con que en los últimos doce años abre
las asambleas de los obispos. Ni una alusión a los nuevos tiempos que
está impulsando el papa Francisco, ni propuesta alguna de renovación de
formas o de fondo.
La palabra renovación solo se escuchó en boca del nuncio (embajador)
del Vaticano en España, Renzo Fratini, que se salió largamente del guión
de sus discursos, habitualmente cortos y de mera salutación a los
reunidos. “Deseo señalar el impulso con el que Francisco nos quiere
empeñar en la labor de un verdadero pastor. El Papa habla de renovar la
manera de vivir como discípulos de Cristo,
y de renovar las actitudes concretas de los pastores. Esta manera es la
cercanía y el encuentro. De ahí precisamente es de donde brota el
planteamiento renovado de una espiritualidad que implica la conversión
pastoral”, dijo a los prelados.
La jerarquía del catolicismo español está partida en su visión de la
unidad de España una de las manifestaciones de desunión. Frente a la
tesis de los obispos catalanes, que defienden el derecho a decidir de
los habitantes de esa comunidad autónoma porque, afirman, nada dice en
contra la doctrina de su Iglesia, el cardenal Rouco volvió a recordar
esta mañana que no una, sino hasta tres veces, la Conferencia Episcopal
se ha pronunciado sobre “los criterios morales y pastorales, de justicia
y de caridad, según los cuales habrían de orientarse las conciencias de
los católicos en ese tema”. Para que no haya duda, el cardenal subrayó
que tales criterios son “prepolíticos”. Añadió: “Nos preocupa que la
unión fraterna entre todos los
ciudadanos de las distintas comunidades y territorios de España, con
muchos siglos de historia común, pudiera llegar a romperse. La unidad de
la nación es una parte principal del bien común de nuestra sociedad que
ha de ser tratada con responsabilidad moral”.
También hubo en el discurso del cardenal presidente, de 77 años, un
mensaje para el Gobierno. Dijo: “Sigue viva la preocupación por el
presente y futuro del matrimonio y de la familia. Es verdad que las
leyes no son ni pueden ser la única ni tal vez
la principal solución. Pero las leyes injustas contribuyen mucho al
agravamiento de los problemas. Reiteramos una vez más la necesidad de
leyes reconocedoras y protectoras del matrimonio y de la familia. La
actual legislación, que ni siquiera reconoce la realidad humana del
matrimonio en su especificidad con una institución o figura jurídica
adecuada, debe ser corregida y mejorada porque compromete seriamente el
bien común. Solicitaremos con todo respeto e incansable insistencia a
nuestros gobernantes un giro positivo de la legislación y de la política
sobre el matrimonio y la familia”.
A continuación, recordó que el papa Francisco ha puesto de relieve
“la trascendencia del problema al convocar, de modo casi urgente, nada
menos que dos sínodos de los obispos consecutivos, en dos años, sobre la
familia y su evangelización”. Nada dijo, sin embargo, sobre cómo van a
gestionar los obispos españoles esas convocatorias, que incluyen una
jaleada encuesta abierta a todos los católicos con preguntas sumamente
novedosas. Los prelados podrían transmitir esas preguntas a los fieles y
elevar las respuestas a Roma, sin retoques, o ser ellos mismos quienes
respondan a las cuestiones planteadas, como en el pasado.
La Conferencia tarraconense desafina
Para cada asamblea, la Conferencia Episcopal (CEE) edita una vistosa
separata con los salmos del día y una invocación inicial. “Dios mío, ven
en mi ayuda”, cantó Rouco, ronco pero con buena entonación gregoriana.
La asamblea contestó, puesta en pie: “Señor, date prisa en socorrerme”.
La cubierta de la separata reproduce la Deixis, una composición trimorfa
que apareció en Bizancio con un claro paralelismo entre Cristo y el
emperador.
Pocas veces se llena el salón de plenos de la CEE. Ayer había
personas de pie, sobre todo periodistas que buscaban en el discurso del
cardenal órdagos o, al menos, mensajes cifrados. Los que dedicó a la
Conferencia Episcopal Tarraconense, que reúne a los obispos catalanes,
fueron explícitos. Si predican el derecho a decidir sobre la
independencia están fuera de la doctrina social de la Iglesia,
sentenció.
Verdad es que los obispos catalanes no paran de darle disgustos. En
su última asamblea, hace apenas un mes, emitieron este latigazo sobre el
trato que se da a Cataluña en la televisión de los obispos: “Los
obispos que formamos la Conferencia Episcopal Tarraconense, atendiendo a
las quejas que recibimos de muchos fieles, lamentamos el clima de
agresividad y la manipulación que se están dando en algunos medios de
comunicación. Más en concreto, produce un grave escándalo el hecho de
que el Canal de televisión 13 TV, que ha de respetar a personas e
instituciones según su ideario, en algunos de sus informativos y
tertulias opte por el desprecio, la descalificación e incluso el
insulto”. Esa televisión es el ojo derecho de la CEE, junto con la COPE.
También rozan la herejía los obispos catalanes al juzgar la actuación
de la jerarquía católica ante la Guerra Civil. Rouco y su valido,
Martínez Camino, dicen que todo ocurrió porque la II República planeaba
exterminar a su Iglesia. Los obispos catalanes, proclives a pedir
perdón, reclaman “que se investigue la verdad de lo que pasó”.
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