Yo pensé que se arreglaría. Que el progreso sería como el hada de la cenicienta y en un golpe de varita la pobreza iría despareciendo y todos viviríamos mejor, alegres y despreocupados atando a nuestros perros con longanizas.
712 millones de personas viven, o mejor dicho malviven, en la pobreza extrema en todo el mundo. El 85 % de la población mundial puede considerarse pobre. Mucha gente que llega a fin de mes con el agua al cuello, y la vida se vuelve una gymkana de subsistencia. En mi viaje a África he visto muchos poblados sin agua ni luz en sus casa, yendo a por agua al pozo y alumbrados con un simple candil, sin apenas medicinas. Alguien, en el barrio de Salamanca donde habito, me decía " Y sin embargo allí son más felices con tan poco...". Pues no, señora. Viven con mucho trabajo, con la cabeza alta y con dignidad, pero estarían mejor con medicinas, con zapatos y con una buena peli con palomitas en el cine los domingos.
A la Iglesia se nos llena la boca con la palabra "Pobres". Eran los preferidos de Jesús, los Lázaros que tendrán billete al cielo simplemente porque ya han vivido aquí el infierno mientras los epulones se chamuscarán carcomidos por el egoísmo y la ceguera que los alejó de su propios hermanos sufrientes. Pero los pobres muchas veces molestan. Creen que son incómodos a la vista, molestan, afean el paisaje de la puerta parroquial. Congregaciones religiosas destinadas a los "Pobres y abandonados" acaban siendo el colegio de élite de la ciudad para los hijos de los ministros. Y eso pasa en muchos países pobres...
Es cierto que el espejo de la Eucaristía de los cristianos es la ayuda los más necesitados. En todas las iglesias del país Caritas u otras instituciones buscan ayudar a los demás de una manera razonable, inteligente, de manera digna, que cada vez se aleja más de esa simple limosnita desde la superioridad que adormece la conciencia de los ricos. Hay personas que tienen dinero y comparten mucho de lo que tienen y de lo que son. Y tantos misioneros y cristianos que son verdaderamente increíbles en su trabajo por la dignidad de los más pobres...
Jesús nos invita a no estar apegados a nuestras cosas, a compartir. Lo valioso son tus hijos, tus amigos, lo valioso son las personas; lo valioso es ser generoso con los demás y compartirte como un regalo único y especialito que tú eres. Despierta, fíjate en los olvidados de la tierra, siente su dolor y como un buen samaritano haz lo que puedas desde tu generosidad y tus posibilidades. Ayudar a los demás no es simple limosneo sino justicia. Porque el mundo debe ser de todos, no sólo del 10% de los epulones. Que la gente tenga trabajo, paz y verbenas en las fiestas. Menos ayudas, más trabajo. Pero en lo que llega el trabajo ayudemos en las emergencias a los que se hunden, para que puedan salir adelante.
Comparte, compártete y así tendrás un tesoro en el cielo. Porque tú eres el verdadero tesoro.
Toño Casado
Religión digital
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