De nuevo Mateo nos presenta a Jesús invitando a sus oyentes a imaginar una historia y reaccionar ante lo que en ella acontece. Este relato se situ en los acontecimientos que se desarrollan en Jerusalén y que terminarán con la crucifixión de Jesús.
Desde su llega a Jerusalén (Mt 21) Jesús vive un conflicto abierto con las autoridades religiosas que cuestionan su autoridad y su mensaje. La parábola que recordamos hoy forma parte de la conversación que él tiene con los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo dentro del recinto del Templo (Mt 21, 23) y que está unida con la que escuchábamos el domingo pasado (Mt 21, 28-32) y que continuará en el capítulo siguiente (Mt 22) .
Escuchad esta otra parábola
La parábola presenta a un señor que arrienda una viña a unos campesinos y cuando envía a sus empleados a recoger la parte de la cosecha que le corresponde por el arriendo, los labradores reiteradamente se niegan a entregarle su parte y lo hace de forma violenta, matando a los emisarios. El hecho de que ricos terratenientes, que vivían en las ciudades, arredraran a campesinos sin tierras sus propiedades en el campo a cambio de parte de la cosecha era una situación frecuente en la Palestina del siglo I. Una realidad que no sería dramática para el arrendatario sino estuviese agravada por los impuestos que debían de pagar tanto en forma de diezmos a los sacerdotes como de tributos al Roma y a Herodes y que apenas les permitía quedarse con un mínimo para sus sustento y el de sus familias. Esta carga económica suponía con frecuencia un progresivo endeudamiento de los campesinos que podía llevarlos a la pobreza absoluta incluso a la esclavitud. Esta situación generaba cada vez mayor inestabilidad social produciéndose diversos movimientos campesinos en contra de los abusos de las elites o de los romanos.
Partiendo de este contexto conocido, Jesús desafía a sus oyentes a identificarse con los viñadores homicidas revelándoles así que es consciente de que su vida está amenazada porque ellos, como líderes religiosos de Israel, están actuando como los arrendatarios de la parábola. La alusión a la viña evoca textos proféticos de Isaías y Jeremías reforzando así su denuncia de la tradición que ellos están cometiendo contra la alianza que Dios hizo con Israel:
“La viña del Señor todo poderoso es el pueblo de Israel…Esperaba de ellos derecho y no hay más que asesinatos, esperaba justicia y solo hay lamentos” (Is 5,1-7)
“Yo te había plantado como viña selecta, llena de las mejores cepas. ¿Cómo te has convertido en cepa degenerada?” (Jr 2,21).
De este modo Jesús se identifica con el Hijo de la parábola y actualiza en su propia vida la memoria profética de Israel. Su anuncio del Reino es una llamada clara a escuchar al@s pobres, a l@s oprimid@s... a buscar la justicia, a no convertir la religión en una excusa para el abuso. Dios quiere que cuiden de su viña, que la hagan fructificar desde la acogida, la bondad y el perdón.
La piedra que rechazaron los constructores
Mateo al recoger en su evangelio esta parábola le va a dar un toque personal para confirmar la fe de su comunidad que estaban experimentando el rechazo den sus hermanos judíos por su fe en Jesús.
Mateo invita a sus oyentes a reconocer en la parábola el destino de Jesús. Él era el hijo asesinado y su muerte en la cruz demostraba una vez más la infidelidad de Israel al camino que Dios le había propuesto. La pregunta puesta en boca de Jesús al final de la parábola: ¿qué hará el dueño de la viña con estos viñadores? (Mt 21, 40) tiene en el testimonio de quienes le siguen una respuesta clara: Lo habían matado, pero Dios lo había resucitado confirmando así su vida y su mensaje.
Desde esta certeza pueden recordar las palabras del salmo 118. En ellas sostienen su esperanza porque saben que los que se creían arquitectos de la fe han fracasado en su elección. Jesús es la piedra angular desde la que construir comunidad (Sal 118, 22- 23) y por eso, pueden afrontar el rechazo, el abandono como lo había afrontado Jesús. Ellos y ellas son ahora los llamados y llamadas a cuidar la viña de Dios y han de hacerlo desde la justicia, la bondad y el perdón. Ellos y ellas, como comunidad del Reino han de dar fruto abriendo las puertas de su casa a quien quiera escuchar su mensaje y encuentre junto a ellos y ellas un camino de vida y salvación.
Hoy, herederas y herederos de aquellas comunidades primeras como la de Mateo, seguimos estando invitadas/os a cuidar la viña de Dios, a cuidar a nuestros hermanos y hermanas, a construir espacios de sororidad y fraternidad, al estilo de Jesús que es la piedra angular de nuestra casa. La parábola nos invita al discernimiento para que no nos apropiemos del mensaje del Reino, desvirtuándolo y alejándolo del horizonte al que señaló Jesús. El horizonte de los/as pequeños/as, de los perseguidos/as, de los abandonados/as, el horizonte del amor compasivo de Dios.
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