Una misa, la primera como cardenal de Mons. José Cobo, marcada por el afecto y el agradecimiento por lo vivido en estos días en Roma y por aquellos que le han acompañado en lo que ha definido como peregrinación con toda la Iglesia.
Misión, tarea y vínculo
La capilla del Pontificio Colegio Español de San José de Roma acogía una celebración en la que analizaba lo vivido en el Consistorio desde tres elementos propios del ser discípulo: una misión, una tarea y un vínculo. Desde ahí recordó las palabras que el Papa profiere al colocar el birrete a los nuevos cardenales: “este birrete es rojo como signo de la dignidad del oficio de cardenal y significa que estás preparado para actuar con fortaleza, hasta el punto de derramar tu sangre por el crecimiento de la fe cristiana, por la paz y la harmonía entre el pueblo de Dios, por la libertad y la extensión de la Santa Iglesia Católica Romana”.
Igualmente recordó que “después de esta misión se te da una tarea, una diaconía, porque siempre Jesús te da una misión, hace un signo de participación, una misión que colabora con el cuidado pastoral del Papa, y junto a esa tarea, que se refleja también en una parroquia, el Papa da un anillo, un vínculo, una alianza, un vínculo con la sede apostólica de Pedro, un vínculo que luego se intercambia en un abrazo, pero que continúa con el abrazo a todos los cardenales y a todo el pueblo de Dios”.
Los pobres, los últimos como modelo
Misión, tarea y vínculo que es la función de todo cristiano, señaló el arzobispo de Madrid, definiéndolo como una propuesta para todos. Una misión que a la luz del evangelio del día “nos pone en la realidad de los últimos, en la realidad de los publicanos, la de las prostitutas, la de los que van a trabajar y les cuesta”, insistiendo en que “esa es la realidad en la que tendremos que vivir eso que llevamos en el corazón, porque nos coloca a los pobres, a los últimos, a los que no están bien mirados como modelo de conversión y de crecimiento en el discipulado”.
Para el neo cardenal ellos son “los que hoy verifican y nos testifican la misión que ayer se recibió. No por lo que somos, sino porque son maestros de la misericordia y de tocar tierra después de lo que hemos vivido”. La misión recibida de Jesús es la que realiza la identidad de la Iglesia, recordó Mons. Cobo, viendo el hecho de estar en Roma una llamada a entender que “la misión y la tarea es compartida, que no se queda en nuestros pequeños espacios, que es más grande, que es una tarea común”.
Dar pasos para acercarnos
Desde ahí definió la identidad no como identificar lo que nos separa, sino que “nuestra misión es dar pasos para acercarnos unos a otros y responder juntos a la misión grande que Jesús nos da”. Por ello, no dudó en afirmar que “el acercamiento de unos a otros para ser parte de esta tarea común es lo que nos identifica, ante todo, porque esa es nuestra señal bautismal”. Una misión común, que ve en Roma, “evita los personalismos, que a veces pueden oscurecer nuestras misiones pequeñas, y evita una visión de Iglesia que se centra en pequeños grupos”.
Con relación a la tarea, cuestionó a la luz de la Palabra de Dios, cómo acogemos esta tarea. En ese sentido, ante la respuesta de los sacerdotes y los ancianos, de los expertos, de los que saben, de los cercanos, donde ellos dicen sí a la voluntad de Dios, “pero su religiosidad, su día a día, acaba siendo una rutina, hasta un punto que Dios ya ni les sorprende, ni les remueve”. Ellos rechazan el mensaje de Juan Bautista y de Jesús como una molestia, lo obstaculizan y se cierran a la realidad del Reino, afirmó, lo que hace que sean adelantados por las prostitutas y los publicanos en el camino del Reino de Dios.
Necesitados de la misericordia de Dios
Por eso hizo ver que “Jesús nos pone a los últimos, a los que tienen que hacer procesos interiores como actitud de acogida”. El desafío es “aprender a mirar a un Dios distinto que prefiere a los que caminan, aunque se equivoquen, que prefiere a los que intentan dar pasos con sus fallos, pero que responden, que se unen a la tarea y que andan con un corazón abierto”, viéndolos como necesitados que acogen a Dios, cuestionando “hasta qué punto nos sentimos necesitados de la misericordia de Dios”, poniéndoles como “modelo de corazón arrepentido y necesitado”, lo que les hace ser los primeros.
El cardenal Cobo llamó a “dejar que ellos nos evangelicen, ellos que soportan los juicios de tantos, esos que se sienten necesitados”. Insistiendo en que nos somos héroes, y sí “discípulos que hemos experimentado la misericordia del Señor”, deduciendo de ahí que “la renovación de la Iglesia sólo puede llevarse a cabo mediante nuestra disponibilidad, mediante la conversión y una fe renovada desde dentro”.
Eso porque “la Iglesia no es una idea, la Iglesia se realiza”, mostrando la importancia de estar juntos, del abrazo, de ser comunidad de los hermanos de Jesús, “una comunidad diversa, una comunidad cercana, pero también una comunidad de afecto, una comunidad que se construye con Jesús, pero que tiene corazón. Una comunidad donde sabemos que nos somos los mejores, pero sí queremos querernos”. Por eso es preciso decir, destacó el purpurado, que “somos la comunidad de los necesitados de la misericordia de Dios, que tenemos la misión sencilla de asegurar que nuestro mundo vea a Dios en nosotros, en nuestros barros”. Unas palabras que encerró agradeciendo a todos, pero especialmente “a todos los que nos ponemos la mirada de los pobres, de los que necesitan de conversión como instrumento para la acción”.
Luis Miguel Modino, enviado especial al Vaticano
Religión digital
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